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Sonrisas

Nota: He pensando que sería un desperdicio no mostrar a las otras familias de Haikyuu!! Por lo que he pensado dedicarles cierta atención en la historia.

Como tampoco quiero dejar de lado al KageHina y sus dos hijos, haré que las situaciones de las familias AtsuKita, TsukkiYama, DaiSuga y KinKuni (de igual forma, planeo presentar a otros niños de otros ships, ¿pueden adivinar de cuáles son?), sean pequeños cortos después de los capítulos centrados en la familia KageHina.

—Iré a mi junta de los MSBY —aseguró Shoyo a Tobio y Hishou. El adulto de menor estatura tenía en sus brazos al pequeño Sora, mientras caminaba directamente hacia la puerta. Los dos Kageyama asintieron casi a la par, con sus potentes ojos rasgados de color azul siguiendo la delgada figura de Shoyo que caminaba hacia la puerta, con impaciencia, esperando que Kuroo llegara por él.

El pequeño Sora dormitaba cómodamente en sus brazos, se apegó demasiado a su padre Shoyo y a Hishou. Sin embargo, aunque también daba indicios de querer a Tobio, también era cierto que le tenía miedo. Había ciertos días donde Sora se mostraba satisfecho y alegre con Tobio, y otros donde lloraba con tremendo pánico por el simple hecho de ver su rostro.

Era algo que el de cabellos azabaches se terminó por acostumbrar de manera deliberada. Inevitable y lo aceptó a regañadientes.

—Tobio, cuida bien de Hi-chan y So-chan —pidió a su pareja Shoyo, acercándose hacia el jugador número 9 que era mucho más alto que él, y le entregó con una calma tan extraña y casi ausente en alguien como él, el pequeño cuerpo que dormitaba tranquilo de su pequeño Sora de tres meses de edad, con sus cabellos alborotados que resaltaban demasiado entre su pequeña carita durmiente: tenía su pequeña boca abierta, y de ella se expulsaba un delgado hilo de saliva. Tobio se sintió purificado al ver al pequeño niño dormir—. Regresaré esta tarde.

El de cabellos naranjas miró a su hijo mayor, y el correspondió la mirada, ninguno de los dos mostró facciones eufóricas más de las necesarias, más que pequeñas sonrisas. Shoyo se agachó a su altura y pasó una de sus manos por sus hebras negruzcas, lo acarició con levedad y Hishou se sintió satisfecho y completo ante el tacto, teniendo un pequeño rubor en sus mejillas, cerró sus ojos y se dejó mimar.

—¡Qué te vaya bien en la escuela! —ánimo con proeza y seguridad, logrando que el pequeño niño riera con absoluta facilidad y asintiera entre las caricias, por fin abriendo uno de sus ojos. Shoyo sonrió, cuando Hishou mostró absoluta decisión en sus facciones infantiles, lleno de orgullo y colocó su puño cerrado en su propio pecho.

—¡Sí!, ¡papá y yo cuidáremos muy bien de So-chan! —completó la idea principal, rodeando con sus dos pequeños brazos el cuello de su progenitor, y entre risas y alegrías llenas de orgullo, besó la mejilla de su padre. Shoyo rio, recibiendo el tacto y correspondió el abrazo, ahora siendo él quien besaba a su hijo mayor, rozando su suave mejilla abombada.

Hishou rio y besó a Shoyo en el cachete. Shoyo copió su acción otra vez. Los dos se expresaban su cariño y afecto varias veces de esa forma, mientras Tobio con el bebé en brazos observaba la situación, teniendo un pequeño temblor en su ceja izquierda al ver que toda la atención de Shoyo estaba siendo dada sólo para el pequeño niño azabache.

El timbre sonó en la casa, sólo haciendo que el más bajo de los adultos diera un pequeño brinco por el susto, aflojando un poco el agarre del pequeño cuerpo de su hijo y él hizo lo mismo, permitiendo que se pusiera de pie, y mirara a Kageyama y a su hijo menor que seguía profundamente dormido.

—Me mandas mensaje cuando llegues —mencionó con su habitual serio imperturbable Kageyama, sólo logrando que Shoyo asintiera con una enorme sonrisa amable, acercándose a él lo más rápido que pudo y le dio un pequeño beso en la mejilla que no duró más de dos segundos, separándose de él para ver a Sora. Para no despertarlo, con su sigilo bien oculto que sólo se activaba cuando sus hijos eran bebés o estaban dormidos, besó con suavidad su mejilla y se separó con rapidez.

—Sí, me aseguraré de hacerlo, Tobio.

El timbre volvió a sonar, logrando que, Shoyo, más ansioso que de costumbre, girara su cara hasta el sitio donde estaba la puerta.

—¡Shoyo! —precisó su nombre al otro lado de la puerta Kuroo. Shoyo amplió más su sonrisa por la emoción y caminó los pocos pasos que le quedaban para llegar a la entrada, colocando su mano en la perilla de la puerta.

—¡Voy, Kuroo-san! —cantó con cierta emoción, abrió la puerta al recorrerla y ahí notó al hombre azabache vestido de un elegante traje negro, con camisa blanca planchada y corbata roja bien arreglada. Los ojos negros de Tetsuro chocaron contra el otro jugador profesional que en algunos eventos le tocó patrocinar, cargando a su hijo menor en brazos y al sonriente Hishou que lo saludaba con una de sus manos con una euforia demasiado grande, le fue inevitable no dibujar una pequeña sonrisa de sus labios y correspondió la mirada del niño con una pequeña reverencia amable.

—¿Kenma no va a acompañarnos? —cuestionó con curiosidad Shoyo, sólo permitiendo que Kuroo lo pensara por unos segundos, al recordar lo que el perezoso chico le dijo esa mañana cuando las sábanas todavía estaban pegadas a su cuerpo y su voz al teléfono se oía silenciosa.

—Creo que él dijo que saldría de su casa cuando tuviera ganas y que nos veríamos en la reunión... —informó, dándole pequeñas palmadas en la espalda al de ojos rasgados para que avanzara hasta su auto negro y observó su reloj. Luego, una vez más, se giró para ver al esposo de su jugador estrella (su máquina de dinero y amigo) y a sus dos hijos. Primero miró a Tobio y le dio una breve sonrisa burlona—. Te lo regresaré completo —reiteró con una pequeña carcajada que ya iba plasmada en su personalidad coqueta que a veces llegaba a ser interpretada de forma errónea. Pero Tobio y Shoyo ya estaban acostumbrados a eso, por eso Tobio dio un asentimiento y agradeció porque éste se ofreció a llevar a su Shoyo a su junta que más bien era un entrenamiento profesional a los nuevos miembros con ex jugadores invitados y jugadores que ya llevaban varios años en el equipo. Si no mal recordaba Kageyama, creía por voz de Shoyo que irían Atsumu, Kotaro y Sakusa.

—¡Nos vemos, Kuroo-san! —gritó con emoción el pequeño Hishou, saltando sobre su sitio y estirando sus dos brazos con emoción. Kuroo sonrió con amabilidad, moviendo su mano con completa amabilidad ante ese niño tan simpático y amable.

—¡Nos vemos, Hi-chan! —Se despidió de él, repitiendo el apodo que Shoyo soltaba de vez en cuando durante el trabajo.

—¡Sólo yo le puedo decir así! —gritó Shoyo desde el auto con notable enojo.

Era hora de recoger a Hishou de la escuela, por eso Tobio estaba cargando en un portabebés al pequeño Sora, que, con sus enormes ojos observaba con sorpresa a todos los niños que salían de la primaria Suno. Sora era bastante silencioso, la mayoría de veces sólo le gustaba examinar, cuando se reía lo hacía en tono bajo y apacible, y por suerte, heredó las sonrisas llenas de vida y, sobre todo, bonitas de Shoyo.

Al salir de la institución, llegó Hishou corriendo con Hiroshi. Los dos venían tomados de la mano y tenían una enorme sonrisa en sus labios. Kageyama sabía que los dos se llevaban extremadamente bien, y se la pasaban pegados durante la mayor parte del tiempo, porque era el último año de primaria de Hiroshi, antes de pasar oficialmente a secundaria.

Apenas los grandes ojos de Sora vieron a su hermano salir del lugar desconocido para él donde siempre se lo llevaban sus padres, él se empezó a mostrar ansioso, jadeando por la impaciencia y estirando sus pequeños brazos, balbuceando sonidos que trataban de imitar unas palabras sin éxito alguno.

Pero ese sonido logró llamar la atención de Hishou, que chocó miradas rápidamente con dos de los miembros de su familia. Su enorme sonrisa aumentó en cuanto a tamaño y dio pequeños saltos de emoción, apretando más el agarre de Hiroshi. Hiro era el único que se quedó en la primaria con su padre, debido a que su profesor les encargó hacer una maqueta sobre ecosistemas y era algo tardado.

—¡Papá!, ¡Sora! —exclamó con emoción el pequeño niño con una enorme sonrisa en sus delgados labios, apurando el paso y jalando del pequeño chico de hebras grisáceas, sacándole un grito ahogado. En menos de unos segundos, el pequeño niño de ojos azules llegó con emoción hasta donde estaban, recibiendo la vista curiosa de su padre sobre él al extender más su sonrisa. Luego, después de unos breves segundos, apartó su mirada y observó hacia el pequeño bebé que seguía ansioso por verlo después de un rato—. ¡Hola, Sora! —saludó a su hermano menor, con un marcado brillo en sus irises azules y su extraña sonrisa torcida que se le escapaba de la emoción.

Sora en definitiva no pudo entender el significado tras esas palabras, pero se mostró feliz, copiando las acciones de su hermano y sonriendo abiertamente, moviendo sus brazos hacia él y una entonada risa escapó de sus labios, utilizando sus cuerdas vocales con sonidos que se asemejaban a intentar hablar, sacando sílabas al azar y extraños sonidos por el movimiento de sus labios al hacer pucheros tras haberlos visto de Tobio.

Sora era un parlanchín, le gustaba «hablar» en ciertas ocasiones (o al menos lo intentaba). Hishou se concentró ante la plática que posiblemente ni siquiera el mismo Sora sabía que decía, pero el pequeño azabache de cabellos lacios asentía.

—Buenas tardes, Tobio-san... —Muy al contrario, el amable Hiroshi dio una pequeña reverencia al adulto en modo de saludo. Tobio, todavía descolocado por tratar con niños que no fueran sus dos hijos, tardó un poco en responder, antes de asentir con torpeza.

—H-hola, Hiroshi...

—¡Papá, Hiroshi vendrá a jugar a la casa! —informó Hishou de improviso, después de haberle soltado a Sora en un tono acaramelado un: «yo también te extrañé». Sus ojos rasgados de color azul, por fin miraron al chico que era dos años mayor. Tobio copió su acción y Sora también lo hizo sin entender nada. Hiroshi se tensó al tener la mirada de todos los Kageyama sobre él, dio un respingo con su nariz, enrojeció con bastante fuerza y asintió con timidez.

Sora no dejó de llorar de un momento a otro, cuando estaba siendo cargado por Tobio.

Tobio sabía criar niños, desde que Shoyo se embarazó de Hishou, ambos habían ido a pláticas y clases especiales para cuidar bebés que organizaba el hospital local más cercano de donde ellos vivían. Tobio fue uno de los pocos padres que no estaban embarazados que fue a tomar esas clases: «es un trabajo de los dos, no sólo tuyo. ¡Me esforzaré para ser un buen padre!», fue lo que soltó en su momento, y aunque aprendió todo lo necesario, también era cierto que se sentía nervioso cuando las situaciones se presentaban ante él de golpe, sin un aviso previo. El pequeño llanto llenó toda la casa y ante el alterado Tobio, y el gesto sorprendido de Hishou y Hiroshi que estaban en la sala viendo una película los cuatro, supieron de debían de hacer algo para calmarlo.

Primero Tobio trató de arrullarlo, pero el pequeño sólo lloró con más fuerza.

Debían de tomar otras cosas en consideración.

—Tal vez tenga hambre... —murmuró Tobio al ver como el pequeño niño no olía mal y daba esa posibilidad porque no hace mucho le cambió el pañal. Tobio continuó con su arrullo, el bebé sollozó, y Tobio pudo ver claramente como el pequeño se calmaba poco a poco, pero no dejaba de llorar. Tobio apartó la vista del pequeño niño de ojos azules y observó a su hijo mayor. Él correspondió la mirada y los dos se quedaron viéndose por un rato, hasta que algo conectó dentro de su mente.

Sus neuronas conectaron.

Hiroshi tragó grueso, cuando los dos miembros aterradores de la familia miraron al indefenso bebé y sus facciones se oscurecieron... oh, no. Hiroshi gritó, alterado por lo que podría pasar a continuación si todo eso seguía así. Por supuesto, Shoyo era el único Kageyama que sonreía radiante, Tobio y Hishou estaban equilibrados en ese aspecto, pero cuando forzaban las curvas hacia arriba... salían mal.

El pequeño bebé que había dejado de sollozar, fue atacado por las facciones oscurecidas de su hermano mayor y su padre Tobio. Sus ojos parecieron amenazantes al afilarse un poco más, y la sonrisa que llevaba la marca de los Kageyama se volvía a presentar, enseñando sus blancos dientes. El rostro de Sora se oscureció, deteniendo su lloriqueo de golpe al sentirse aterrado por esas facciones.

Pero, en lugar de llorar más fuerte, la curiosidad se mezcló en su miedo, y en menos de un minuto, Sora trató de imitar el gesto, lográndolo casi al instante. Hiroshi se quedó mudo...

«Pensé que iba a llorar más fuerte —pensó de manera inevitable el niño invitado de 11 años. Luego, sintió como un escalofrío lo recorrió desde la punta de sus pies y se asustó de sus propios sentimientos—. Yo lo hubiera hecho».

¿Adivinen cómo reaccionó cierta persona al ver como su esposo le había enseñado a sonreír aterrador a sus dos hijos?

—¡Mi So-chan también sonríe muy lindo! —Sí, así.

La Familia Tsukishima: El Secreto De Ryusei...

¿¡Ryusei Tiene Muchos Secretos!?

Tadashi acomodó el agua de la bañera, después de que él saliera de bañarse. Una pequeña tradición en esa familia constituyente de tres personas (producto del lado de Yamaguchi), era que la persona que salía de bañarse, le preparaba la ducha a la otra persona (aunque Ryusei todavía no podía hacerlo por el temor de Kei de que éste se quemara, pero cuando creciera, se seguiría manteniendo esa idea).

El último que faltaba en bañarse era Ryusei, quien apenas terminó sus deberes, sintió que la molestia lo llenó. Por la sorpresa incluso sus gafas se resbalaron.

Ryusei Tsukishima era un Sol andante, literalmente así lo describían sus amigos de Miyagi y de su nuevo hogar. Shoyo lo recalcó muchas veces. Sí, tenía en su mayoría la apariencia de Tsukishima, con su mala vista heredada con sus gafas rectangulares, sus cabellos rubios de un corte similar al de Kei en su juventud, rostro delgado y fino similar al de Yamaguchi, pecas en sus mejillas y unos ojos verdes parecidas a la esmeralda. Ryusei Tsukishima era hermoso, y de bonita personalidad.

¿Tenía algún defecto?

—¿Ryuryu? ¡Tu agua está lista! —La voz de Tadashi en el segundo piso hizo que el amable chico arqueara sus cejas hacia abajo, apretando el lápiz que estaba utilizando para hacer su tarea de matemáticas, y mordió sus labios de la irritación y la rabia.

Y no, la rabia no era por Tadashi, era para la maldita agua.

No quería bañarse, ¡odia bañarse!

Soltó el lápiz de golpe, deteniendo su concentrado pensamiento hacia las ecuaciones que realizaba. Con destreza, miró a todos lados del comedor que estaba pintado de amarillo, viendo que no había nadie más que él. Bien, podía huir.

Su padre Kei todavía debería de estar vistiéndose tras tomar su ducha y Tadashi lo más probable era que tardaría demasiado en bajar. ¡Podía huir!

¡Podría ir al parque cercano a esconderse en uno de los juegos! Asintió mentalmente por su estrategia, poniéndose de pie demasiado rápido y tratando de no hacer ruido al mover su silla.

Pero, la suerte no estaba de su lado...

—¿Adónde crees que vas? —La voz del rubio mayor lo tomó por sorpresa, entrando al interior del comedor con una toalla sobre sus rubios cabellos. En esos momentos no estaba usando sus habituales gafas y las gotas seguían recorriendo su cuerpo. Ryusei sintió un escalofrío, y tuvo que mirar en dirección donde se encontraba su padre.

¡Nooooooo! ¡Retirada! ¡Todos sus planes se fueron por la borda!

Primero, su gesto inexpresivo se convirtió en una larga sonrisa amable que le dirigió a su padre. Kei no se la creyó.

—¡Estaba a punto de ir a la casa de un amigo! —contó, fingiendo amabilidad. El mayor de los Tsukishima arqueó sus cejas.

—No puedes, no has terminado tu tarea y no te has bañado. También vamos a cenar... —Ahí fue cuando todo el ángel que estaba hecho Ryusei se cayó por la borda, y sus verdaderos colores salieron a la luz. Al igual que Kei, el pecoso tenía su lado ácido.

—¡No pienso bañarme! ¡Soy alérgico al agua! —contó lo primero que se le ocurrió, con la ofensa al límite.

Kei sonrió burlón, al ver a su hijo ponerse a responder con su habitual histeria.

—¿Cómo es eso posible?

—¡Soy hidrofaustico! —relató con seguridad, haciendo una mueca burlona de su boca y se cruzó de brazos. Kei casi se atragantó una risa al ver que pronunció mal esa palabra.

—Deja de jugar, Ryusei, es hora de bañarte... —dijo sin rodeos y Ryusei sintió como el aire se le escapó de sus pulmones. Tsukishima debía ser serio como padre.

—No quiero —respondió en tono bajo, evitando la mirada cansada y burlona de su padre.

—Ryusei.

—¡No quiero! —habló más fuerte.

—Es hora de bañarse... —completó con su tono calmado y Ryusei simplemente explotó.

—¡No quiero bañarme, me moriré si toco el agua! —Se excusó con fuerza, cerrando sus ojos a la par y no dando la impresión de ser el estudiante modelo de su clase que sacaba las mejores notas.

—¡Ryusei Tsukishima! —Kei también explotó.

—¡Yo no soy ése!

—Entonces, ¿quién se supone que eres?

—Ryusei Yamaguchi —exclamó con furia, mientras los pasos lentos del hombre que antes llevaba ese apellido se oían cada vez más cerca. Cuando ya era tarde, los dos rubios vieron como el chico de hebras verdes ingresaba al comedor con el teléfono en la mano y pegado a su oreja.

—Sí, cómo te decía, Hishou-chan, Ryuryu no se quiere bañar... —comentó con facilidad, con sus usualmente apacibles ojos, mostrando una extraña actitud de dominancia.

El mencionado escuchó eso claramente y sus pupilas se dilataron.

Ryusei Tsukishima, a sus 9 años de edad, descubría la vergüenza innata. Su cara empezó a ponerse completamente roja, y en un abrir y cerrar de ojos, salió corriendo del comedor, subió por las escaleras para llegar al baño lo más rápido que pudo.

—¡No es cierto! ¡Lo que te diga no es cierto! —gritó el niño desde el piso de arriba, antes de cerrar la puerta del baño tras de sí.

Desde la planta baja, Tadashi bajó de su oreja su teléfono y Kei notó que éste estaba apagado. Al ver lo que había hecho, le fue inevitable no sonreír. Tadashi observó a su pareja, y se ruborizó al ver el orgullo en sus ojos, terminando por rascar su nuca con nerviosismo y mirar a otro lado.

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