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La Figura De Shoyo

Capítulo dedicado a: louislikeavocado, xdwachiturrosxd y beonlyoung, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Ropas holgadas para mejor comodidad y no lastimarse él o el bebé durante esos nueve meses. Tobio le había pedido ayuda a Miwa y Natsu para comprar prendas cómodas de ese estilo, cosa que sirvió de forma satisfactoria ya que el adulto podía andar con más libertad.

Cuatro meses de embarazo y justo ese día, Kageyama Tobio tenía un partido importante de la selección nacional japonesa contra el equipo profesional de Canadá.

Shoyo vio todo el partido desde las gradas, aceptando mentalmente que realmente le hubiera encantado estar ahí adentro. Le hubiera gustado jugar con su esposo y sus demás compañeros.

Sin embargo, no fue del todo triste, de hecho, se sintió eufórico cuando el remate seco de Tsukishima golpeó de lleno contra el espacio del equipo contrario.

Habían ganado.

Shoyo gritó de la emoción, estando completamente de pie y aferrado a los barrotes de seguridad.

Shoyo ya había llamado la mayoría de la atención ajena cuando se le vio entrar al estadio por el sitio del público general, en el coche negro de Kuroo, y siendo acompañado por el azabache anteriormente mencionado y sus dos hijos.

El embarazo de Shoyo era un secreto que no era un secreto, porque medios ajenos al espectáculo deportivo no lo sabían, pero sus amigos más cercanos sí.

Cuando llegaron, por casualidad se encontró con sus suegros y su cuñada. El caluroso saludo ajeno donde la madre de Tobio se mostró complacida por ver de nuevo a sus nietos, recalcando lo mucho que crecieron y su extraña complicidad y emoción ante el nuevo integrante de la familia de su hijo menor, hizo el ambiente más ameno.

—¡Tsukki! —gritó con los ojos llorosos Tadashi, que en algún punto llegó como espectador a ver el partido, un poco tarde porque tuvo que encontrarse con Ryusei en casa tras haber salido del club.

—¡Papá! —El otro rubio de menor edad le gritó al apenas debutante nuevo jugador nacional de ese año, a todo pulmón y notablemente emocionado.

Con rapidez, mientras las personas y fanáticos se le iban formando para dar paso a los autógrafos tradicionales, Kei volteó a ver a ambos y tras mostrar en sus mejillas un tenue color rojizo, asintió con discreción en modo de aceptar el apoyo dado.

—¡Papá Tobio! —indagó el pequeño niño de cinco años de edad, al estar siendo levantado en brazos por Kuroo Tetsuro (la persona a la que Tobio le pidió ayuda para el cuidado de Shoyo y sus hijos mientras el partido se desarrollaba).

Tobio rápidamente alzó la cabeza, al estar a mitad del autógrafo de una chica para mirar en dirección a su pequeño que sólo movía sus brazos para ser notado. Sus ojos captaron su pequeña figura, pasando más tarde ahora a la de su hijo mayor, quien tenía una mano colocada en los barrotes y la otra bien estirada, sacudiéndola con emoción al ser notado.

Tobio sintió como parte de su corazón se embriagó por esa cálida sensación y su boca casi por impulso quiso soltar de sus facciones una sonrisa torcida que sólo se quedó en la intención. La chica rubia que estaba recibiendo el autógrafo no pudo evitar enternecerse: lindo, todo lindo.

Tobio se apresuró a bajar su vista, queriendo enfocarse en la firma sobre la pequeña pizarra entregada por la adolescente, terminando casi en un instante ante la costumbre de mover su mano a finales del partido o a inicios de éste y entregar resultados similares.

Al estar libre por unos segundos, donde ahora era un hombre adulto quién le entregó una libreta y una pluma negra para tener un recuerdo de eso, volvió a levantar la vista, notando que entre el público todavía seguía su hermana mayor Miwa y sus padres. Y por supuesto, en medio de su hermana mayor y de Kuroo con Sora en brazos, estaba el ansioso Shoyo de querer ser notado.

Cuando sus miradas se cruzaron y el café y el azul pudieron fusionarse por unos breves segundos, fue que la sonrisa emocionada del adulto con su pequeña pancita ya algo abultada se mostró en sus facciones, ahora siendo él quien le sonreía de par en par y movió sus dos manos en modo de saludo.

Shoyo era el culpable de que Hishou y Sora fueran así de buscadores de atención cuando algo que querían atraer estaba lejos.

—¡Bien hecho, Tobio! —apoyó Shoyo Kageyama a un volumen bastante alto, viendo como el alto jugador de buena musculatura, vestido con su ropa deportiva de color blanco con rojo y el anillo de su boda colocado en una cadena de manera temporal durante la disputa del juego, estaba a punto de firmar un autógrafo.

—¡Bien hecho! —congratuló a todo pulmón el hermano mayor de la familia Kageyama, dejando que parte del aire se escapara de sus pulmones y paralizando a Ryusei y Kuroo ante el elevado volumen de su voz. Hishou en definitiva era el más ruidoso.

Sora fue discreto y se dedicó a arquear sus cejas hacia abajo y asentir con orgullo, terminando el movimiento de su carita con un bufido satisfecho.

Otra vez, esa cálida sensación que lo sumergía en un largo sueño que experimentaba diario y que se hizo una costumbre encantadora. La paz que le generaba su familia. Una pequeña acción más.

—¡Tobi! —engatusó Shoyo con facilidad al mencionado por tan lindo apodo, girando su cabeza a una velocidad impresionante para enfocar su mirada en la figura de su esposo, quien, eufórico, le empezó a lanzar muchos besos al aire , moviendo con frenesí sus dos manos que de repente sus yemas chocaban contra su boca y terminaban siendo expulsados cuando sus brazos eran extendidos a los lados.

Imposible que ante esa acción tan empalagosa que era el pan de todos los días por parte de Shoyo al volverse más cariñoso durante el embarazo, no lo hiciera gritar de la emoción mentalmente, recibiendo los besos al aire que éste le mandó con una sonrisa torcida donde el color rojizo amueblando su cara no se esperó.

«Quiero abrazarlos», pensó de manera inevitable, teniendo que hacer un diminuto puchero de sus labios al ver a los tres mostrar sus emociones de formas similares, pero con diferentes acciones.

—Tobio-kun es un cursi —manifestó lo obvio Atsumu, quien estaba demasiado cerca de él por sus números casi consecutivos. El rubio teñido pasó la pluma prestada por el papel y se lo entregó al niño con una sonrisa y Tobio dilató sus pupilas al sentirse descubierto, regresando a tierra firme tras creerse flotar y se enfocó en escribir el autógrafo al hombre que pareció divertido ante la extraña forma de actuar de un jugador profesional con su familia.

Para su desgracia, no sólo Atsumu se burló de él, también lo hicieron Tooru y Kei.

—¡Ah! ¡Shin-kun! ¡Akechi, Akemi! —disparó de repente el mismo que segundos atrás se burló del exceso de cursilerías en la relación de su amigo y Tobio, al divisar a su esposo sentado en uno de los tantos asientos tomados y con sus dos hijos de ya quince años de edad a su lado. Estiró sus dos brazos al aire y los saludó, llevándose la sonrisa de Shinsuke y la felicidad ruidosa de los dos gemelos.

—Tú estás exactamente igual... —espetó Sakusa al entregar una pizarra autografiada a una niña, viendo al de ojos cafés que se quedó congelado a medio saludo, sintiéndose humillado por sus propias palabras, bajando sus brazos de golpe para girar y ver a su compañero de equipo.

—¡Omi-omi, no tenías que decirlo!

Tobio trató de enfocarse en el siguiente autógrafo, topándose ahora con una mujer adulta que venía con su hijo, con su teléfono en mano y algo emocionada porque su hijo quería que el jugador Kageyama Tobio le firmara su pequeña playera de la selección japonesa que vendían en la entrada del estadio, con el número 9.

Tobio pasó con maestría el plumón permanente en la espalda, donde el pequeño niño de hebras cafés le indicó que quería la firma. La mujer de cortos cabellos rubios le preguntó si podía tomarle una fotografía mientras firmaba la camiseta.

Tobio asintió, todavía algo nervioso ante la idea de ser capturado en fotografías. Pero trató de no prestarle atención, dando toda su atención a la última línea donde el marcador terminó por delinear la última curva, que alejó por completo sus manos de la espalda del infante.

Algunos periodistas llegaban a crear chismes y artículos con títulos hirientes para generar morbo. Eso lo aterraba de cierta forma.

—Ya está... —avisó el hombre más alto, dejando que el castaño girara sobre sus pequeños talones para observarlo a la cara. Al parecer, ese niño no le tenía miedo.

—¡S-soy un gran admirador suyo, Kageyama-san! —dijo el menor, dando una larga reverencia en modo de despedida entre su emoción cortada que le impedía hablar correctamente por conocer a su ídolo.

Cuando la mujer y el niño se despidieron, y ahora un chico joven era el siguiente, a Tobio se le ocurrió volver a voltear hacia el sitio donde sus padres, hermana, esposo e hijos lo estaban observando.

Ahí se quedó congelado y el nudo se instaló en su garganta, sus ojos azules mostraron la sorpresa al apenas voltear para ver la cara de su pareja como espectador por su descanso de gestación: su rostro se encontró destruido por el pánico. Su pálida piel blanca tenía sus mejillas sonrosadas, sus cabellos naranjas alborotados como siempre y sus labios carnosos ligeramente abiertos. De sus ojos en forma de almendras, las gotas de agua se esparcían y rodaban, cubriendo gran parte de sus mejillas.

Tobio se alteró al verlo de esa forma, ni siquiera recibiendo la libreta y la pluma para el autógrafo, sabiendo que sus acciones eran naturales por sus enormes cambios de humor con respecto a las hormonas. Sora y Hishou lo trataron de calmar, Sora poniendo su mano sobre sus hebras naranjas, dando palmadas y Hishou acariciándole el brazo. Miwa y Kuroo se encontraron sorprendidos y le decían ciertas palabras que Tobio no podría decir exactamente cuáles eran.

Sí, su pareja tenía humor cambiante, algo normal durante el embarazo, nada de lo que preocuparse...

Tobio no pudo ignorarlos. ¿¡Cómo un instinto!?

Su único punto de enfoque fue ver qué le ocurría, por lo que fue impresionante el simple hecho de verlo girar sobre sus talones a una velocidad impresionante, tomando carrera con facilidad antes de entrar al pequeño sitio donde los jugadores tenían sus vestidores, perdiéndose ante la vista de algunos fanáticos deportivos.

Fue fácil para él salir del gimnasio enorme donde se desarrolló el partido, para poder entrar por la puerta principal donde el público general ingresó, y corrió hasta el sitio donde observó a Shoyo con el resto de su familia. Tuvo que sortear personas y subir escaleras casi a zancadas, moviendo sus pasos a una velocidad impresionante hasta que sus piernas llegaron al pasillo del segundo piso, donde su respiración agitada se frenó de manera abrupta.

—Tobio... —susurró su padre al verlo actuar tan preocupado, pero no soltando nada más cuando lo vio caminar enfocado en su pareja y sus dos hijos que trataban de consolarlo.

Mientras corría hasta él, Shoyo se notó en una mejoría, ahora siendo él quien buscó consolar al preocupado Sora al besar su mejilla y pasar su mano sobre las hebras de Hishou.

—¡Shoyo! —estableció su presencia con su voz el de ojos azules, sacando un sobresalto al otro adulto quien todavía tenía los ojos llorosos. El de orbes cafés se sintió feliz de verlo demasiado cerca de manera inevitable, volteando parte de su cuerpo para quedar frente a él y permitiendo que Kageyama se acercara lo suficiente como para que pudiera posar sus dos manos sobre sus hombros—. ¿Qué pasa? —Trató de sonar suave, pero su voz se entorpeció un poco por la ligera preocupación.

Shoyo al principio no dijo nada, haciendo un mohín con sus labios ante la pregunta y los ojos preocupados de su pareja, creyendo que el grifo era abierto por el mismo Kageyama, extendiéndose en un jadeo que se volvió un sollozo largo.

—¡E-es que estoy muy feliz de que hayan ganado! —contó la razón por la que empezó a llorar con fuerza, dando un jadeo bien trazado de su boca que se mezcló con su rostro siendo recargado en el pecho de su esposo cuando éste lo acercó y lo apegó contra su cuerpo. Shoyo chilló con más fuerza, buscando con todas sus fuerzas aferrarse a la ancha espalda ajena al rodearlo con ambos brazos.

Hishou y Sora vieron la escena, primero algo sorprendidos, pero después la asimilaron... sí, la asimilaron tan bien, que el primero en empezar a sollozar fue Hishou, conmovido.

—¡¿Hishou?! —cuestionó con preocupación la pareja del susodicho al verlo actuar así, sólo teniendo un gesto dubitativo cuando los ojos azules empañados por el llanto y toda su cara llorosa buscó unirse con sus ojos verdes a través de sus gafas.

—¡Ryusei, Kuroo-san! —lloró el adolescente, sorbiendo sus mocos. Acto seguido, corrió a los brazos del primer mencionado.

El siguiente en continuar con el sollozo fue Sora.

—¿También vas a llorar, So-chan? —interrogó algo asustado el hombre que lo estaba cargando.

—¡Sí! —aludió los hechos el infante, siendo lo suficientemente honesto como para avisar de antemano lo inevitable.

—¡No le digas así! ¡Sólo yo puedo! —amenazó Shoyo en medio de su lloriqueo.

Sora y Hishou sugirieron que después del baño, sería buena idea ver una película en la sala. Shoyo se encontró feliz, pero se veía algo inquieto, Tobio se percató de eso. Su pareja estaba algo distraída desde que lo vio sentado en la sala, con su propio teléfono en mano y una de sus manos en su panza un poco crecida pero ya notable a través de las ropas.

Tobio intuyó que Shoyo vio algo mientras él le daba un baño a Sora y lo ayudaba a vestirse con su pequeño pijama de dinosaurio. Lo vio acariciar el sitio con delicadeza y fue más silencioso de lo habitual, su palma abierta pasando a través de su playera holgada.

Incluso en esa situación, donde Tobio y Shoyo decidieron que tomarían baños juntos mientras duraba el embarazo para mayor seguridad del de menor estatura, al desvestirse, seguía siendo extraño. Kageyama se deshizo por último de sus pantalones, dejándolo completamente desnudo en el sitio.

A Shoyo, muy al contrario, sólo le faltaba su playera holgada de color gris, esa playera era grande y ancha que cubría por completo los cambios de su cuerpo.

Si lo quitaba, sería más evidente.

—¿Shoyo? —llamó por su nombre con duda el más alto, al verlo dubitativo y queriendo acercarse a él. El mencionado lo volteó a ver, dejando de darle la espalda y encarando a través de sus órbitas almendradas, pudo notar el buen cuerpo trabajado de Tobio, sus piernas y brazos musculosos, sus bíceps, incluso lo que tenía entre sus piernas. Enrojeció con fuerza, queriendo apartar la mirada y cohibido por la diferencia de cuerpos tan evidente.

—No es nada —confirmó de pronto, tomando aire para deshacerse de su ropa restante y dejar a la vista el sitio donde su tercer hijo se desarrollaba.

El agua de la bañera estaba a temperatura ambiente, perfecta, cerca estaban colocados los jabones especiales que compraron hace tres meses atrás porque la piel de Shoyo era sensible.

El primero en entrar fue Tobio, y Tobio lo ayudó a ingresar con él en la tina. Shoyo se destapó apenas toco el agua, sintiendo la calidez por la posición en la que los dos estaban. Tobio recargado de la bañera y Shoyo sentado dándole la espalda al azabache.

—Esto se siente tan bien —murmuró Shoyo, inclinando su espalda para atrás para poder recargarse en su pecho. Su cara se puso roja y sintió un diminuto regocijo cuando los brazos ajenos lo rodearon.

—¿Quieres hablar de lo que te pasa, tonto? —preguntó Tobio sin nada de tacto, soltando su cuestión al apresar su cuerpo entre sus brazos, pero dándole la opción de huir. Shoyo apretó sus dientes al sentir su corazón dar un ligero golpeteo y la vergüenza se acumuló en toda su cara.

—¿Crees que mi figura es rara? —confesó su pequeño terror reciente, bajando la mirada hacia el agua y observando el agua donde los dos estaban sumergidos, observando su pancita crecida y sus pupilas temblaron.

—¿Quién te dijo eso? —susurró Tobio, sólo logrando que Shoyo tratara de girar parte de su rostro hacia el mayor, para verlo, teniendo que acomodar su cuerpo de tal forma en la que todavía seguía casi en la misma posición anterior, topándose en primera fila con los penetrantes ojos serios de Tobio que buscaban una respuesta.

Shoyo sólo negó.

—No fue nadie en específico, pero...

—¿«Pero»?

—Como ayer fui al partido oficial, hoy vi un artículo donde explicaron mi situación —contestó, volviendo a evadir la mirada, algo nervioso y agitado—. Me tomaron fotografías y decía algo como: «Shoyo Kageyama muestra la razón de su descanso temporal, con una figura rara por su embarazo». Llamé a Kuroo enojado para que hiciera algo, y él tampoco sabía nada de eso, me dijo que pediría un cambio.

Shoyo después de eso se quedó callado y no se atrevió a mover ni un centímetro, al sentir que los músculos ajenos se tensaron por lo dicho: Tobio Kageyama les hablaría más tarde a los editores de la revista oficial deportiva de Japón para que borraran o corrigieran ese erróneo artículo.

—¿Todavía te gusta mi cuerpo, Tobio? —dijo algo obvio, pero por su sensibilidad notable, era algo inevitable.

—Sí —respondió a la pregunta, siendo simple y alcanzando a besar la mejilla de Shoyo. Y el de cabellos naranjas pareció expectante ante esa respuesta, no rechazando cuando las grandes manos de Tobio bajaron suavemente a su pancita abultada—. Sigues siendo Shoyo, yo quiero a Shoyo —continuó con su propia lógica, posando su mano abierta sobre el estómago y empezando a acariciarlo.

Shoyo enrojeció con más fuerza, sintiendo su tacto caliente ante ese pánico al darse cuenta de que Tobio comenzó a besar el lóbulo de su oreja, dándole pequeños cariños y buscando animarlo. Shoyo experimentó un pequeño cosquilleo en el sitio que estaba siendo besado.

—¿En serio? —Rio por lo bajo, apretando sus dientes al sentir el último beso propinado en el sitio. Seguido de eso, Tobio enfocó su mirada en sus cambios físicos, y volvió a asentir.

—Sí, es como un balón de voleibol... —descargó su realidad, no buscando ofenderlo y era algo que Shoyo sabía.

Si Tobio lo comparaba con algo del voleibol, sólo significaban dos cosas: que no sabía coquetear y halagar, y que realmente le gustaba.

Shoyo, ya conociéndolo, no pudo evitar dejar escapar una carcajada certera de sus labios.

—¿Qué es esa comparación, Tobi? —mencionó entre risas, viendo a la cara al ruborizado Kageyama que estaba más que avergonzado.

—¡Pues es linda, tonto! —indagó con seguridad, dando un puchero con sus labios y arqueando sus cejas porque no se supo explicar—. Sé que crecerá muy bien y nacerá sin problemas, y será lindo porque su padre es lindo.

—Espero se parezca a mí entonces...

Shoyo detuvo su risa a medio camino, abriendo sus ojos con sorpresa y sólo reaccionando sus vasos sanguíneos cuando toda su cara se tiñó de rojo. Kageyama vio las acciones de su esposo y terminó copiando su acción.

—Cásate conmigo, Tobio —pidió con el volumen de voz baja, viéndolo a la cara y haciendo que Kageyama asintiera con decisión esa propuesta, tomando la mano de Shoyo que tenía el anillo de bodas con la suya que también tenía su anillo.

—Acepto —susurró con seguridad, acercando la mano suave de su pareja a la altura de sus labios y le depositó un beso en ese sitio.

Shoyo se congeló, ante esos cariños y atenciones de su esposo, ¡era demasiado para su corazón!

—Te amo, Tobio... —soltó a un volumen de voz bajo, dando una sutil sonrisa.

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