Capítulo 43 - Cartas
Comenzaba a darme un terror horrible abrir la caja y encontrarme con algo que no quería ahí. Lo dudé, incluso al ir conduciendo miraba la caja con cierta inseguridad ¿y si se trataba sólo de una broma? Pero ¿Quién sería capaz de hacer una broma así?
No fui capaz de esperar hasta después de la Universidad para ver lo que había en la caja, así que lo primero que hice fue dirigirme al departamento, cerré la puerta a mi espalda y de inmediato me senté en el sofá para abrirla. Quité la cinta adhesiva de encima y luego levanté la tapa. Había hojas blancas dobladas a la mitad, tragué saliva. Tomé un papel al azar y lo estiré, eran cartas, pero con pequeños fragmentos escritos y la que había sacado se extendía: "Carta 50". No la leí, comencé a levantar una por una percatándome de que estaban enumeradas, así que comencé a ordenarlas, hasta que me di cuenta que sólo habían 76. Estuve tres meses encerradas y él había escrito 76 cartas ¿Y las 14 que continuaban? Eso indicaba que dos semanas había estado sin escribir, se había ido antes.
Comencé a leer una a una, repitiendo los párrafos y devolviendo mi mirada, y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. Había cartas sólo de dos líneas, pero al menos estaba diciéndome cómo se sentía. Comenzó con cartas que expresaban que quería cambiar el mundo por mí, que me extrañaba, que estaba haciendo todo lo posible por sacarme de ahí, pero que no estaba consiguiéndolo. Hablaba del callejón, de la NASA, de estrellas que había descubierto sin mí y de cigarrillos que dejó encendidos esperándome. Me contaba anécdotas, decía chistes, luego había cartas llenas de odio. Podía sentir su molestia cuando las leía, ya que su letra era más cursiva y en cada comienzo de frases intentaba realizar de manera correcta la letra inicial.
"Carta 35: Me estoy sintiendo abrumado. Llego a casa y actúo como un robot, como si estuviese viviendo la vida de alguien más y sin ningún motivo, pero estoy siendo paciente, muy paciente, Bianca."
"Carta 47: Si pudiera contarte todo lo que estoy pensando, esta sería la carta más larga que nadie te haya hecho jamás. Cuando veía películas, me parecía tan fácil y divertidísimo cuando los personajes malos eran asesinados, por héroes, por sus familiares o por lo que fuera. Se sentía bien verlo en televisión, pero ¿sabes? Jamás imaginé que querer arrancarle el corazón a una persona se sintiera tan a flor de piel, y no me da satisfacción siquiera pensarlo, me hace sentir mal. Muy mal. Porque apenas puedo dormir por las noches haciendo planes y planes que probablemente nunca tengan éxito. Pero lo estoy intentando, lo prometo"
"Carta 63: Una vez te dije que lo que más me gustaría en mi cumpleaños era pasarlo contigo, y pues no me equivocaba. Ha sido un día extraño, Daven y Owen me organizaron una fiesta, pero a mitad de la fiesta he salido en la moto, con un poco de droga en el cuerpo, pero no te preocupes, estoy bien. He salido en la moto para dirigirme sólo a un lugar, Serendipia ¿Puedes creer que me dormí en el mismo lugar en que nos conocimos? Conté 432 estrellas, luego recordé que una persona del centro me decía que era de mala suerte hacerlo, así que me detuve. Perdí la cuenta de cuántos cigarrillos me fumé, pero no olvidé encender uno por ti. No ha sido un mal cumpleaños, pero si hubieses estado aquí, créeme que hubiese preferido que comiéramos tacos y nos durmiéramos temprano luego de un café, y claramente luego de una conversación acerca de palabras extrañas y confusas"
"Carta 70: Hoy he ido por ti, y no resultó nada bien"
"Carta 71: Ayer fui por ti, pero como te decía, no resultó bien. No le dije a nadie que iría, sólo esperaba poder verte, fui en la moto dispuesto a traerte conmigo. No me importaba nada, créeme. Me han pillado afuera, no sé quiénes eran, pero me han golpeado y desperté en el hospital"
"Carta 72: Me he recuperado bien. Estoy agradecido que me fracturaran la muñeca derecha, ya que como soy zurdo puedo escribirte de todas formas. Evan me ayudará a sacarte de ahí, sé que se está esforzando"
"Carta 73: Estoy enamorado. Estoy enamorado de ti y no pensé que sería tan difícil tenerte conmigo, pero no creas que estoy arrepentido de haberme enamorado de ti pequeño rayo, olvídalo, estaba escrito que esos enormes ojos azules eran míos. Sólo quería que supieras que eres la mujer más fuerte, admirable, alocada, intrépida y audaz que jamás ha pisado este mundo. No te merecemos, Bianca. Nadie te merece de verdad"
"Carta 74: Hay tormenta ¿la escuchas? Apagué todas las luces del departamento y me senté en el balcón para disfrutar de las gotas. Seguramente si estuvieras aquí correrías para decirme que conduzcamos en la moto porque claro, se te zafa un tornillo a veces ¿no? Ha habido un rayo que iluminó toda la ciudad, incluso formó un pequeño incendio en un pastizal, ha salido en las noticias, pero no se alarmaron demasiado, ya que el gran diluvio que trajo la tormenta no tardó en apagarlo. Me estoy volviendo loco ¿no crees? No puedo dejar de pensar en ti"
"Carta 75: Perdóname, Bianca"
"Carta 76: Lamento mucho que esto esté ocurriendo, pero ya sabes cómo soy. La verdad no sé qué ocurrirá cuando atraviese esa puerta, pero sé que tu estarás bien, sólo puedo confiar en esto, no tengo otra alternativa. Créeme que estaré bien, yo quiero creerlo y tú DEBES creerlo. Si pudiera arrancarme el corazón para que salieras de ahí créeme que lo haría, si pudiera dejar de respirar, o simplemente recibir una bala directamente en las bolas, Bianca, no dudes en que lo haría. Porque desde que te conocí te has convertido en lo único que me mantiene de pie. No me extrañes demasiado, pequeño rayo de luz"
—Ay Damián ¿qué demonios hiciste? —murmuré.
Las lágrimas seguían recorriendo mis mejillas y por más que intentaba quitármelas, seguía llorando como si todo dependiera de ello. Lancé la caja directamente a la pared, golpeé con fuerza el sofá y grité, grité hasta desgarrarme la garganta, pero me sentía tan defraudada. Claramente él había hecho algo para sacarme de ahí, pero ¿por qué estaba sintiendo que le había pasado algo malo? Intenté contar hasta diez, luego hasta veinte. Nada resultaba. Y por primera vez entendí el enfado que sentía Damián, ese que se calaba por tus venas y te hacía chillar los dientes.
Sólo podía pensar en un culpable, Vincent Hayden. Él debía ser el que estaba detrás de todo esto, nadie más que él ¿Por qué estaba tan tranquilo dejándome escapar? Sólo significaba una cosa, había quitado a Damián del camino y se conformaba feliz con que yo viviera angustiada por él.
Tomé las llaves del auto y salí del departamento sin detenerme a pensar en lo que estaba haciendo. Apreté con fuerza el número del ascensor y me subí al auto. No pensé en el estado que estaba conduciendo, sólo quería avanzar, avanzar y asesinar a ese hijo de puta. No podía quitarme todo. Claro que no podía. Ni siquiera reparé que estuviese en casa, ya que estaba trabajando, así que me dirigí directamente a su empresa. Y en cuanto llegué, aparqué el auto y me bajé de él sin mirarme en el espejo, algunas personas me observaban, y claro que lo hacían, pues sabían que era la hija de la mujer de Vincent y que detestaba al millonario.
Ignoré a la recepcionista quien se esmeraba en decirme que Vincent estaba sumamente ocupado y me siguió hasta que me subí en el ascensor que me dejó frente a la puerta de la oficina del gerente general de la empresa, no golpeé, sólo abrí con fuerza haciendo que la puerta se estrellara con la pared. No estaba solo.
Una mujer, de vestido negro ajustado y pelirroja se bajó del regazo de Vincent y se acomodó el vestido, se peinó y me observó fijamente. Pestañeé un par de veces y caí en la realidad ¿por qué debía enfrentarlo? ¿por infiel o por Damián?
Vincent se quedó mirándome, y sin ningún remordimiento se quitó el labial rojo de la boca. Me sonrió acomodándose la corbata y de inmediato recordé lo morboso que era y el asco y miedo que le tenía.
—Bianca, querida —soltó.
La mujer rápidamente salió de la sala.
—No vine a entablar una conversación —solté con molestia, intentando a toda costa mantenerme fuerte. —¿En dónde está Damián?
—¿Damián? —sonrió —Si no sabes tú ¿qué voy a saber yo?
—¡¿Dónde está?! —le grité.
—A ver, por favor cálmate que estas en mi oficina.
—Me importa una mierda en donde estamos, dime en donde está Damián.
—¡No lo sé! —alzó la voz, me corrí unos centímetros atrás, pero intenté disimular lo pequeña que me hacía sentir.
—¿Qué ocurre contigo? —mis ojos se llenaron de lágrimas —¿Creíste que sacándome de ahí y mandando lejos a Damián todo se acabaría? ¿Qué tipo de obsesión tienes conmigo?
—Damián me tenía cansado y estoy agradecido de que ya no esté —expresó —. Realmente es un alivio ¿no crees?
—¿De qué estás hablando?
—De que ya no está, Bianca. Supéralo ya, por favor —soltó y luego se sirvió whiskey en uno de sus vasos de cristal.
—Te prometo que si me dices en donde está Damián no te molestaremos más —dije, en un intento desesperado —. Lo juro, ni siquiera le diré a mamá que estás engañándola.
Él alzó su vista y comenzó a caminar lentamente hacia mí.
—Qué agallas tienes ¿no, Bianca? —sonrío con morbo, bebió de su vaso —Luego de todo lo que hemos pasado juntos, no tienes ni un poco de miedo de estar en mi oficina, puerta cerrada y sin cámaras.
Mi garganta se apretó.
—Por favor —le pedí —. Convenceré a Damián de dejarte en paz, pero dime en donde está.
—Ya es demasiado tarde para eso ¿no crees? —alzó sus cejas —Intentó asesinarme más de una vez, rayó autos, mi empresa, cada cosa que veía día a día eran rayones acerca de mí. A cada lugar que iba él estaba ahí como un puto demonio. Y luego, incendió mi casa —clavó sus ojos en los míos —, quemó cada cosa. Dejó todo en ruinas ¿y piensas que podría darle una oportunidad? —rio.
—Él sólo estaba enfadado —mis ojos se llenaron de lágrimas —. Tan sólo si me dejaras hablar con él, todo sería m...
—¡Por supuesto que no sería diferente! —alzó la voz —Es un criminal, un delincuente y tiene la mente podrida.
No podía expresar cuánto estaba conteniéndome, pero sabía que él tenía que ver con Damián. Él sabía en donde estaba y no quería decírmelo. Y por ningún motivo dejaría que le hiciera daño, debía contenerme antes de lanzarle el primer objeto pesado en la cabeza.
—Sólo dime si está bien.
—¿Realmente estabas tan enamorada de ese pobretón? —soltó una carcajada, bebió su whiskey por completo y luego dejó el vaso sobre el escritorio. —Supongo que sí, que si está bien ahora. Al menos tiene paz.
"Al menos tiene paz"
Mi corazón se detuvo por unos segundos y un escalofrío recorrió mi espalda. Vincent Hayden ya no era Vincent Hayden frente a mis ojos, sólo era un bulto negro que venía hacia a mí a atacarme y yo debía defenderme. Lo primero que tomé fue un cenicero de vidrio que estaba a mi lado. Él se encontraba mirándome estupefacto, pero para mí era un monstruo que debía ser golpeado hasta que se escapara de mi campo de visión.
—Lamento ser yo quien te diera esta noticia —continuó.
—¿De qué demonios hablas, Vincent? —mis ojos se llenaron de lágrimas.
—La última noche en que vi a Damián él fue claro, como siempre lo era —me explicó —"Ustedes jamás la querrán como yo la quiero, daría mi vida por ella, pero por favor, déjala en paz" eso fue lo que me dijo. Lo dudé un minuto, pero él estaba algo desesperado y pues yo... —se encogió de hombros —. Estaba furioso.
—Vincent...
—Fue un sacrificio por amor, tómalo así —sonrió.
Apreté el cenicero de vidrio en mi mano hasta que noté que rompió mi palma, sólo lo observé, las lágrimas cayeron por mi pómulo. Él iba a sonreír una vez más, pero le lancé el cenicero, el cual se estrelló directamente en su nariz. Vi a Vincent caerse a la alfombra, luego el cenicero quebrarse.
—¡Eres un puto mentiroso! —continué. Me acerqué a él, y aunque se encontraba con su nariz rota y sangrando, además de sin fuerza, me agaché y agarré su chaqueta con ambas manos —¡Eres un mentiroso! ¡¿Dónde está?! —le grité directamente en el rostro —¡Te voy a matar justo aquí, Vincent Hayden!
—Él ya no está, Bianca —articuló con dificultad y sonrió con sarcasmo —Damián Wyde es hombre muerto.
Empuñé mi mano y lo golpeé, pero antes de que pudiera tomar el cenicero y estrellarlo en su cabeza una vez más, algunas personas, que por cierto no reconocí, entraron a la oficina y me sacaron de encima de él. Me solté con fuerza del agarre y sólo corrí, corrí escalera abajo.
Era mentira. Todo lo que estaba diciéndome era una brutal mentira ¿no? ¿Cómo podía creerle a alguien como él?
Cuando me subí al coche me quedé inmóvil ahí dentro, me miré en el espejo retrovisor y me quité las lágrimas de la cara. No iba a creerle, por supuesto que no. Arranqué el auto y me dirigí al lugar en donde trabajaba Claire, aparqué con inseguridad, no sabía si quería escucharla, pero mi corazón me decía que quería saber la verdad de una vez.
En cuanto abrí la puerta de su oficina, ella colgó el teléfono, me observó fijamente.
—Bianca —soltó, se puso de pie y caminó lentamente hasta estar frente a mí.
—Dime que es mentira —le pedí, nuevamente sentí mis ojos empañados.
—Ay cariño... —ladeó levemente su cabeza e intentó acercarse a mí, pero rápidamente me alejé unos cuantos centímetros.
—¿Por qué Vincent dice que Damián está muerto? —me sequé el rostro con fuerza.
—Porque lo está —bajó la voz.
—¿Qué? —fruncí el ceño.
—Él enfrentó a Vincent y...
—¿Cómo es que pudiste hacerme algo así? —intenté preguntarle.
Sentía mi voz estancada en la garganta. La respiración comenzaba a faltarme de sobremanera y sólo podía ver que todo a mi alrededor estaba comenzando a nublarse ¿Cómo podía ser verdad algo así? Quería negarme a creer en lo que me decían, pero no había ninguna otra señal que me indicara que era una completa mentira.
—Yo no pude detener esto...
—Te dije la verdad —la miré a los ojos —. Te conté lo que me estaba haciendo Vincent y no me creíste, lo asumí. Pensé que sólo se quedaría en eso, pero me han encerrado en un hospital psiquiátrico, lo acepté —me sequé el rostro —. Y ahora me quitas lo que más he querido y quien más me ha querido a mí... ¿cómo puedes vivir con eso? ¿Cómo puedes vivir sabiendo que estás arruinándole la vida a tu propia hija?
Ella se quedó mirándome, una vez más iba a abrir su boca para hablarme, pero di media vuelta y salí de su oficina.
Atravesé la universidad bajo la mirada de algunas personas que se encontraban en los pasillos, y aunque intentaba no hacerlo, las lágrimas caían por mis mejillas como si hubiese una gran nube negra encima de mi cabeza. Llegué al estacionamiento y en cuanto estuve frente a mi auto, apoyé la palma de mi mano en la puerta cerrada para no caerme de cara al cemento. La respiración comenzaba a faltarme y todo se volvía en segundos confuso y nublado. El dolor en mi tórax se hizo presente una vez más, y aunque sabía controlar por mi cuenta las crisis de pánico, ésta vez no fui capaz de hacerlo. Mis oídos zumbaban tanto que pensé que iban a reventarse, y cuando intenté subirme al auto, sólo me caí al cemento sin respiración.
***
Me voy con miedo, bai
¡No olviden dejar sus opiniones y votos!
BESOPOS
XOXOXO
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