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7. Marcas

JungKook miró a SeokJin de reojo.

El chico estaba enredado con unos papeles y parecía que lo absorbían completamente. En algunos momentos, fruncía ligeramente el ceño o suspiraba molesto, pero no hacía ningún comentario al respecto.

JungKook sentía mucha curiosidad por saber cuál era el contenido de dichos documentos, se preguntaba si en ellos encontraría algo para conocer mejor a aquel chico.

– ¿Quieres algo, idiota?

– ¿Eh? No...

– ¿Entonces, por qué me miras?

– No lo hago...

No se habló nada más. SeokJin estaba muy distante con él, más dedicado a sus asuntos que a su invitado.

JungKook se daba cuenta de que entre aquel chico y él había un gran abismo. Pese al comportamiento despreocupado de SeokJin, había algo mucho más profundo en su forma de ser y JungKook presumía que tal vez aquello era una fachada, una barrera protectora como la que él tenía ante los insultos y rechazos de la gente.

No hacía mucho que lo conocía, pero tampoco eran dos días.

En ese tiempo debía haber conocido a algún amigo, a su madre o a su padre... y sin embargo, sólo conocía a un tío con el que no parecía tener muy buena relación.

También estaba aquella casa... ¿SeokJin trabajaba? Sin duda no estaba estudiando, pero no lograba imaginarse dónde podría estar trabajando.

Volvió a mirarlo.

Leía con mucha atención una hoja de color malva y parecía no agradarle el contenido. Cerró los ojos y tras arrugar la hoja, la apartó a un lado con otras que habían sufrido su misma suerte.

– ¿Qué?

– Nada...

¿Tenía ojos en todas partes?

Además, ¿qué había visto en él? Aparte de ser un chico, era insoportable. Siempre se estaba riendo de él y, pese a conocer sus sentimientos, no había dicho nada respecto a los suyos.

No lograba comprenderlo.

Pero incluso ese misterio que lo rodeaba le atraía. Quería saber todo sobre SeokJin, indagar en su vida, comprenderlo y amarlo libremente. Quería que aquel chico frío y arrogante entrase en su vida y que él se convirtiera imprescindible en ella.

Esa era su ambición, pero sabía que era imposible. SeokJin jamás le permitiría penetrar en su coraza.

¿De dónde provenían esas emociones?

– Hey, SeokJin...

– Dime, ¿qué te pasa ahora?

¿Estaba de mal humor por su culpa? Si no había hecho nada...

– ¿Estas estudiando alguna cosa?

SeokJin levantó la cabeza y lo miró. Nuevamente estaba inexpresivo.

– No, ¿por qué?

– ¿Entonces trabajas?

– Tal vez, ¿por qué?

– ¿Dónde tu tío?

– ¿Se puede saber a qué vienen esas preguntas? Si quieres decir algo, dilo claramente.

– Sólo quiero saber algo de ti, nada más.

Ya lo había dicho. ¿Ahora qué haría SeokJin?

– ¿De mí? ¿Por qué?

No había sido la reacción que esperaba. SeokJin, incluso, parecía haberse puesto a la defensiva.

Había dejado los papeles a un lado y clavó en él una peligrosa mirada. JungKook tragó saliva algo asustado y en cierta forma entristecido. Bajó la cabeza, decaído.

– No, por nada.

Durante unos minutos ambos estuvieron en silencio. SeokJin no volvió a prestar atención a sus dichosos papeles, sino que continuó mirándolo hasta suavizar la expresión.

– A ver... ¿por qué tanto interés ahora?

– Olvídalo, me da igual no saberlo – soltó enfadado, cruzándose de brazos. ¿Por qué tenía que ser así?

– Bueno, si no te importa, entonces yo sigo con lo mío...

JungKook lo miró atónito.

¿Qué no le importaba?

¡Qué no le importaba!

Con lo que le costaba intentar mantener una conversación y encima le decía eso…

– Deja que adivine, eres un psicópata asesino que acaba de salir de la cárcel tras asesinar a sus padres…

SeokJin volvió a levantar la cabeza y lo miró con incredulidad, después, sin disimular una sonrisilla volvió a prestar atención a la hoja que tenía en la mano.

– No has acertado, pero si te da morbo creelo tu mismo.

– Entonces debes haber recibido muchas palizas en el colegio para ser tan retorcido…

SeokJin volvió a levantar la cabeza y dejó los papeles encima de la mesita.

– Imposible, nunca he ido a un colegio.

– ¿No?

Ahora el sorprendido era JungKook ¿Debía creerse eso?

– No.

– ¿Por qué?

– Qué pesadito estás. Pensé que habías dicho que no te interesaba saber de mí.

– ¡Eso lo dedujiste tú solito!

– ¿Qué demonios te pasa, idiota?

– ¿A mí? Dímelo tú, llevas toda la tarde con esos dichosos papelitos. ¿Qué se suponen que son?

SeokJin no respondió. Sonreía divertido. ¿Se reía de él?

– ¡Pero qué sorpresa! La gatita ha mostrado las uñas. Dime, ¿dónde tenías escondido ese carácter?

JungKook enrojeció ligeramente y bajó la cabeza avergonzado. ¡Sólo estaba metiendo la pata! SeokJin se enfadaría con él y lo echaría…

– Lo… lo siento.

– ¿No te estás asfixiando? Es sorprendente que pudieras decir tantas frases juntas, me has sorprendido… debo felicitarte. ¡Bien por ti!

JungKook no respondió. Estaba tan avergonzado, miró a SeokJin, éste volvía a tener los papeles en la mano y volvía a ignorarlo.

Era deprimente, él se moría por saber algo de SeokJin, y éste no tenía ningún interés sobre él.

¿No había dicho en serio eso de acostarse si él quería? Había estado dando vueltas a esa idea como un idiota.

– SeokJin…

– No, tampoco he robado un banco, ni contrabando drogas…

– ¿Qué? No iba a preguntar nada de eso.

– Bien, ¿y qué quieres?

– Si estás ocupado mejor no te molesto.

SeokJin volvió a dejar los papeles sobre la mesita y lo miró.

– ¿Conforme? Vamos, dime qué te pasa ahora.

– ¿No… no tienes interés por saber algo de mí?

– No. Todo lo que quería saber sobre ti, ya lo sé… lo demás lo estoy descubriendo.

¿Eso qué significa?

– ¿Nada? ¿No hay nada qué quieras preguntarme?

– No, bueno, sí, me gustaría saber a qué viene esta estupidez. Pero vamos, por curiosidad más que nada.

– Sólo quiero conocerte un poco… saber qué piensas… – sobre mí, había querido decir.

– ¿Saber qué pienso? –. SeokJin se levantó y se acercó a la ventana.– ¿Por qué no lo preguntas claramente? Si tanta vergüenza te dan tus sentimientos, no los muestres.

Las palabras de SeokJin eran frías y JungKook las recibió como si le hubieran tirado un cubo de agua helada.

– Me voy a dormir, tu habitación es la del fondo a la derecha.

SeokJin recogió sus papeles y se encerró en su habitación. JungKook miró como se alejaba con un nudo en el estómago.

Su vida no había sido muy fácil, pero nunca había creído que pudiese llegar a sentirse más decaído que cuando se dio cuenta que hiciera lo que hiciera, jamás sería aceptado en clase, ni tendría amigos allí. Sin embargo, en aquel momento lo estaba.

¿Le daban vergüenza sus sentimientos?

Se tumbó en el sofá, comprobando que era muy cómodo, y se puso a contemplar el techo. No, no le daban vergüenza. Era sólo…

JungKook se levantó decidido.

Sentía como el corazón le palpitaba con fuerza y el sudor de las manos que le temblaban ligeramente.

Se detuvo frente a la puerta que SeokJin había cerrado tras él y estuvo tentado en llamar. No obstante, detuvo la mano y, suspirando nervioso, tomó el picaporte de la puerta y entró.

La habitación estaba sumergida en sombras y sólo la débil luz que penetraba por las rendijas de la persiana iluminaba vagamente la habitación.

JungKook tardó en habituarse a la poca claridad, pero cuando lo hizo, encontró a SeokJin sentado sobre la cama.

Tenía puesto únicamente el pantalón y, aunque no podía distinguir la expresión que debía adornar su cara en aquel instante, JungKook podía imaginarse su enfado.

– ¿Qué haces aquí? ¿Te has perdido?

JungKook se sobresaltó al oír su voz y se apoyó contra la puerta. Las manos le temblaban bastante y las dejó caer a los lados.

– No… yo… –. Sólo tenía que decirlo. Nada más. Cerró los ojos y respiró hondo. Tenía la boca tan seca… – Te… te quiero – susurró.

JungKook contuvo la respiración, esperando a que SeokJin dijera algo, pero cuando éste habló por fin, no fue lo que se había esperado.

– Dices que no sabes nada de mí, y por tanto no me conoces… ¿y aún así eres capaz de afirmar que me quieres?

¿Eh? Era cierto, no lo conocía y sabía muy poco sobre él, pero no le importaba.

Quería a SeokJin, y si éste se lo permitía alguna vez, aprendería a querer también lo que aún desconocía. Fuera lo que fuera.

– Sí…

– Estás loco…

JungKook permaneció quieto, de pie apoyado en la puerta. Mirando la silueta inmóvil de SeokJin en las sombras.

– Ah…

– ¿Qué? ¿Vas a quedarte todo la noche ahí plantado?

– ¡No! – JungKook se giró rápidamente y abrió la puerta, pero antes de salir, se detuvo nuevamente. ¡Lo que daría por un vaso de agua! – ¿Puedo… puedo dormir contigo?

El silenció que prosiguió a sus palabras fue demasiado intenso e incómodo, y JungKook lo interpretó como una clara negativa.

Terminó de abrir la puerta para marcharse, sintiéndose ridículo y decaído, sin embargo, SeokJin se adelantó y la cerró de golpe, agarrando al muchachito de la cintura y apretándolo contra su cuerpo.

JungKook contuvo el aliento.

Podía sentir el cálido aliento del rubio en su nuca y la mano que, levantando hábilmente su camiseta, se abría camino por su torso.

Los dedos de SeokJin acariciaban su piel con suavidad, haciendo que JungKook sintiera un agradable cosquilleo.

– ¿Sabes lo que me estás proponiendo, idiota? Deberías pensar un poco las cosas antes de decirlas.

Pese a las palabras que dijo, SeokJin no lo soltó. Sus largos dedos llegaron hasta uno de sus pezones y lo pellizcó, haciendo que JungKook diera un respingo.

El mayor apartó la mano de su torso y, sin soltarlo, apartó el pelo del cuello y lo acarició con la lengua. JungKook se estremeció.

– ¿De verdad quieres que continúe?

SeokJin tampoco esperó una respuesta. Lo condujo hasta la cama, y lo tiró sobre ella.

– ¡Ay! – protestó JungKook, incorporándose ligeramente. SeokJin se inclinó sobre la cama, con una mano y una rodilla apoyada sobre las sabanas muy cerca de él. JungKook lo miró directamente a los ojos antes de desviar avergonzado la cabeza.– Yo...

– ¿Quieres decir algo, idiota?

– Bueno... – El corazón le latía con fuerza. El rostro de SeokJin estaba muy cerca del suyo, casi rozándolo y sentía la profunda mirada del otro chico.– Yo... si tú... a mí... me quieres.... soy un chico...

– ¿Qué intentas preguntarme realmente? ¿Si te quiero? ¿Es eso? ¿O si puedo acostarme con un hombre? Vamos, no te aflijas, Eres tan delgadito y lindo como una chica que me dan ganas de estrujarte.

¿Qué significaba aquello? ¿Eso era algo bueno? JungKook sospechaba que SeokJin pretendía burlarse nuevamente de él.

– Pero no soy una chica – insistió, como si debiera insistir en ese aspecto.

– ¡Lógicamente!

– Pero...

– ¡Cállate de una vez!

JungKook cerró la boca y se volvió a crear un silencio incómodo entre los dos. JungKook podía oírse los latidos del corazón y suponía que a esas alturas, SeokJin sabría lo nervioso que estaba.

Al final, el chico rubio soltó un suspiro y dejó caer la cabeza derrotado sobre el pecho de JungKook, éste, miró sorprendido por la actitud del otro y tomando aire, alargó una mano y la posó sobre los cabellos de SeokJin.

– ¿Estás bien? – susurró con un hilo de voz. SeokJin tenía un pelo muy suave y fino.

SeokJin levantó un poco la cabeza, apartándola de su cuerpo y JungKook apartó la mano. Sin embargo, SeokJin la agarró antes de que la escondiera y con un juguetón brillo en los ojos, se la llevó a la boca y comenzó a chuparle los dedos.

JungKook temblaba, la mano que SeokJin sostenía con firmeza se movía ligeramente, pero por mucho que se intentase tranquilizar, no podía. Su respiración estaba muy agitada y su cuerpo le pedía mucho más.

Se incorporó un poco, obligando a que su rostro quedara a escasos milímetros del de SeokJin.

El mayor le miró divertido, lamió el dedo índice muy lentamente, sin apartar la mirada de él y, cuando finalmente soltó su mano, salvó la distancia que separaba las dos bocas, y apresó salvajemente la de JungKook, introduciéndole la lengua en su interior.

El cuerpo de SeokJin se acercó más al suyo y JungKook se incorporó completamente facilitándole al rubio el acceso.

– SeokJin... – susurró JungKook, cuando el otro chico separó unos instantes los labios.

SeokJin introdujo una mano por su camiseta y le acarició la espalda. JungKook tenía la mente nublada y no se dio cuenta de lo que sucedía hasta que fue demasiado tarde.

El mayor se había detenido y JungKook comprendió que se había dado cuenta de las marcas que cubrían su espalda. Se apartó bruscamente, dando un golpe a SeokJin para alejarse de él.

– ¿Qué te pasa en la espalda? – preguntó en un tono neutral.

JungKook no le miró. ¿En qué había estado pensando para no acordarse de aquello?

Además, no quería que las viera. ¿Cómo iba a explicarle que esas marcas rojas que adornaban su espalda habían sido causadas por las palizas que había recibido de la banda amiga de SeoHee?

También tenía por todo el cuerpo pero, al no haber sido heridas muy profundas y marcadas, las cicatrices eran casi imperceptibles, tanto al tacto como a la vista...

– Es mejor que me vaya – susurró, haciéndose a un lado para bajarse de la cama sin tener que pasar por el lado donde se encontraba SeokJin.

– ¿Tanta prisa tienes ahora?

SeokJin lo detuvo y muy hábilmente le obligó a tumbarse en la cama boca abajo. Ignorando completamente sus protestas, el rubio le inmovilizó sentándose encima suyo y le levantó la camiseta.

JungKook se quedó muy quieto y dócil, esperando a que SeokJin expresara su repugnancia.

Las lágrimas ya se deslizaban por sus mejillas, pero no fue capaz de secárselas temiendo a que el otro se diera cuenta de que estaba llorando.

– ¿Qué demonios te pasó para que tengas estas marcas? –. JungKook no respondió.– ¿Un accidente? ¿Te has vuelto mudo de pronto, imbécil?

Irritado, se levantó y salió de la habitación dando un portazo.

JungKook levantó un poco la cabeza para asegurarse de que se había marchado y se secó las lágrimas.

Después, sin quitarse la ropa, se metió en la cama y se acurrucó entre las sabanas de seda.

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