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HEDDA

—¿Prender fuego a la Rota?

—Eso dice.

Alan ha leído por lo menos diez veces la nota de cuatro líneas que nos envió Garay.

—¡Es una misión suicida! —Claudio es el más miedoso de los cuatro.

—Garay lo llama demostración de la lealtad —dice Alan.

—Hubiera sido más fácil que nos pidiera el diario de Eleanor —añade Claudio.

—¿Eleanor tiene un diario? —pregunto, genuinamente interesada.

Claudio hace rodar sus ojos. —Qué sé yo.

—Voy a leer otra vez la nota.

—Creo que hasta ya me la sé de memoria —repite Mael por segunda vez.

Nosotros no confiamos en soldados. ¿Qué nos garantiza que no quieren infiltrarse con el propósito de arruinarnos? Pero si insisten, necesitamos una demostración de lealtad. Prendan fuego a la Rota, símbolo del poder de los Abularach. Tienen diez días para cumplir la misión. Después de eso hablamos.

—Si queremos que nos tomen en serio, debemos hacerlo —opina Dekan.

Ese chico es joven, pero valiente.

—¡Pero es una misión suicida! —insiste Claudio.

—¿Alguien custodia la Rota? —pregunto, animada de por fin tener algo para hacer—. Podríamos organizar un equipo de avanzada y dividirnos para prenderle fuego desde diferentes puntos.

—Tú no, tía. No te vamos a arriesgar —dice Alan.

—Secundo a Alan —opina Mael.

—Apoyé la idea de aliarnos con los rebeldes —digo, mirando de uno al otro—. Tengo que arriesgarme igual o más que ustedes.

—Necesitamos que sigas al frente de La H si pasa algo —niega Alan—. Porque Claudio tiene razón, posiblemente sea una misión suicida.

—Odio tener razón.

Y yo odio que tenga razón.

—Entonces, ¿con quiénes cuento? —pregunta Alan, decido a echar a andar esto.

—¡Alan! —grazna Claudio.

Mael también está sorprendido. —Sí, Alan, ¿no lo vamos a debatir?

—¿De qué nos sirve estar en contra del sistema si no vamos a demostrarlo? Si le decimos que no a Garay, aquí termina todo. ¿Oyeron? Todo. Porque podemos seguir quejándonos cuanto queramos, pero eso sí, a escondidas. Estamos aquí porque estamos hartos, pero ¿qué tan hartos estamos?

—Alan...

—Yo quiero vengar a mi padre y no me importa si he de morir por eso.

Alan coloca su espada sobre la mesa a modo de demostrar que ya tomó una decisión. Él acepta esta misión aunque sea suicida. Mael y Dekan hacen lo mismo con sus espadas. Sólo falta Claudio.

—No soy cobarde, chicos —dice, avergonzado—. Pero soy el único que tiene hijos y una esposa. Tomen en cuenta eso antes de juzgarme.

—No tienes que ir, Claudio —lo tranquiliza Alan—. Lo entenderemos si no lo haces.

—No. Iré —decide—. Me arrepentiré si no lo hago.

—¿Estás seguro?

—Sabes que cuando tomo una decisión... —Claudia está decidido y preocupado al mismo tiempo.

—Lo sé.

Y de esa manera, y sin dudarlo más, también coloca su espada sobre la mesa.

Alan. Ya perdí a Tabo y ahora ¿tendré que perderte a ti también? Él me mira de reojo, sabe que estoy preocupada. Eres un necio, Alan Catone.
Pero los dos aceptamos los riesgos de estar en esto.

—Entonces —continuo, dedica a trazar un plan hoy mismo—. ¿Hay soldados custodiando la Rota?

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Recuerden que hoy dos capítulos. Algo apasionante pasará en el siguiente ♡ A ver si adivinan qué 😮.

Y no olviden no olvidar y no perder de vista lo que hace el grupo de Hedda.