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4- Un reencuentro, y una partida.

¿Cuanto tiempo estuvo inconsciente? ¿Cuanto tardo su magia en reparar el hueco que dejó sacrificar una parte de si?

Nadie podía acercarse a Arabella mientras está estaba dormida, su magia no lo permita. Se formó un escudo a su alrededor que absorbía cualquier energía que entrara en contacto con la bruja. Dii no podía hacer su propia magia entonces la robaría de alguien mas. Era una conciencia aparte que se generó a modo de defensa y reconstrucción.

Calíope dejo que se curada sola lo mas que pudo, y se encargó de Galaga quien no estaba mucho mejor que Arabella.

Si, Minerva le quito la daga venenosa, pero el veneno entro en su organismo y lento lo iba consumiendo.

—Este muchacho tuvo suerte.— dijo Calíope.—Puedo haber muerto.

Las curanderas usaron mucha magia en él, la necesaria para que despierta antes que su compañera.

—¿Estará bien?— le preguntó a Calíope, quien observaba a Arabella a lo lejos.—Me tendría que haber dejado morir.

White dormitaba en los brazos de Galaga que no dejaba acariciarla. Era difícil de descifrar si lo hacia por tranquilizar a la gata o a él mismo.

—No seas tan dramático muchacho, ella estará bien. No te acerques mucho hasta que la luz ese se disipe. — respondió dándole un toque en el hombro.—Ahora que fuiste curado con magia es un poco peligroso.

Una semana después.

La mas joven estaba absorta en los movimientos de manos de la  matriarca. La mujer miro a la bruja concentrada que estaba por encima de sus hombros.

—Ella escucha los sueños, solo que los ignora, que niña. — respondió a una pregunta que Arabella no habían formulado aun.

—Sí, es una niña tonta.— dejo el lado de Calíope.

Comenzó a caminar en círculos. Dejando en evidencia sus nervios.

—No pido mucho, solo quiero vean el maldito libro, y un abrazo.— hizo puchero.—Principalmente de Douxie, ah como lo extraño.

Antes los recuerdos que guardaba con el pelinegro, Arabella parecía flotar en el aire.

—Si, ya quiero conocer al bobo que no quiso acompañarte en esta gran aventura.— interrumpió el castaño.

Reía Galaga entrando a la carpa siendo recibido con un fuerte abrazo por parte de la bruja.

—¿Qué haces acá? Debes descansar.— le regañó Arabella.—Esto aun debe sanar.— le volvió a reprochar abriendo la camisa a la altura del pecho para ver mas de cerca la lastimadura.

—Por favor ladie Pericles, un poco de prudencia.— la reto con gracia Calíope quien veía todo sin ver.

—Eso mismo Arabella, prudencia.— se burló Galaga quitando su mano de la cicatriz.

El haber sido asaltada en el bosque, y que tomaran parte fundamental de su magia parecía no afectarle demasiado, aunque la matriarca no lo veía así. Arabella tomaba con soltura el sacrificio.

Al igual que ella, Galaga parecía no comprender que, gracias al arduo proceso de curación, viviría mucho más años. También lo tomaba como algo natural, negando la verdadera naturaleza humana.

—Bien, Pericles, hasta acá llego yo con su amiga, ahora todo esta en manos de ella si quiere ir o no a ese lugar en busca de la encomienda.— dijo Calíope levantándose de su asiento.

La mujer comenzó a caminar, y pronto fue seguida por el dúo de recuperados. Aellos se les unió la gata blanca que fue directo a los brazos del juglar, llevándose una mirada celosa por parte de su familiar.

—No es justo ¿Por qué no vienes conmigo?

—Porque el cantara una canción sobre mí, y tu no, miau.— le respondió y comenzó a ronronear.

Iban paseando entre diferentes ferias, hablando con cualquiera que les atendiera, comiendo lo que les ofrecían, sin cuestionar.

—Amo esta comida.— comentaba cada tanto Arabella sin modales.

El día transcurrió normal en cuánto a las actividades o clases de magia. Un poco mas lento de lo usual, pues la lastimadura de Galaga aun no curaba en su totalidad, lo hacia frenar cada tanto a tomarse un descanso.

Se separaron por un instante, Arabella lo veía de lejos hablar con otra joven, era tan alegre, y vivo, entonces supo que tomo la decisión correcta en el bosque. Sonrió sin notarlo, su amistad le hacia feliz. Sin embargo aun estaba un pequeño recuerdo de ese fatídico día que rondaba por su mente.

No se daba tiempo para asimilar lo sucedido, y quería olvidar todo con rapidez.

—¿Qué ronda por su mente, doncella?— preguntó Galaga trayendola a la realidad.

—Estoy un poco preocupada por no tener novedades del reino.— respondió.—Y siento que algo malo paso, con mí madre.

La bruja estaba en lo cierto, no tenia idea de lo que sucedió en castillo, ni de la batalla o como termino. Aun tenía una imagen de admiración hacia su madre.

—Oye, ella es tu madre, te quiso, y lo que haya hecho no cambiará eso.— dijo Galaga para calmar a la rubia.

Sonrió contagiado a Arabella. Pero pronto Galaga se puso serio.

—Debes saber que pronto me marchare, este sitio ya hizo mucho por mi.— anuncio.

Arabella se unió a él con un fuerte abrazo. Aún no se había ido, y ya lo extrañaba.

—¿Qué puedo hacer para que te quedes?— preguntó con cierta esperanza, apartándose.

Galaga despeino a la bruja, paso su brazo sobre su hombro, y río ante los ojos de cachorro que puso Arabella.

—Lo que puedes hacer, no lo puedo decir en voz alta.— se burlo y le guiño el ojo, llevándose un codazo como respuesta.—Aun eres muy joven para hacerme esas preguntas, imprudente.

—Ya calla, tonto.— sonrió a penada. —Te extrañare.— dijo abrazándolo por el costado.

—Tambien lo haré pequeña doncella.— murmuró.

Continuaron su camino, sin volver a hablar de la hechicera, el reino o que pronto su amigo se iría de su lado.

En ese sitio se sentía segura. Hasta ese momento nadie sabia sobre quien supo ser su madre, ni nadie la juzgaba por ser una bruja de vasija. La única que le podía decir la verdad era Calíope peor Arabella se negaba.

—Oh, es que son magníficas.— le dijo alegre un día la gran matriarca.—Por desgracia no hay muchas, y las pocas están ocultas por miedo. Muchos creen que son...

—Peligrosas.— finalizó Arabella.

Absorber la magia o la energía de otros no era algo de lo que muchos estén de acuerdo. Sin embargo en esa comunidad quienes se acercaban estaba por completo seguro que nada malo les podría pasar.

Los días pasaron, para ser semanas, y sin notarlo ya había transcurrido un mes entre gente de su clase. Galaga se había marchado un tiempo atrás, asegurándole a la bruja que le escribiría cuando requiera su ayuda.

"Aun no encontre nada para ti, pero este lugar es un encantó. Hay una casa para seres mágicos, lo atiende una señora bastante amable que no me dejo entrar porque no soy mágico a pesar de que voy a vivir mas que cualquier otro humano.

Como sea mi doncella guerrera, espero volver a verte algún día, y que pronto tu tonto novio llegue, y sea menos tonto.

Con mucho cariño, tu siempre amigo Galaga."

Que envidia.— comentó luego de la ultima carta.—Me gustaría ir, quiero conocer el mundo.

—¿Por qué no vas? No esperas a alguien ¿O si? Digo no le dijiste a esos dos donde estas.— preguntó un poco curiosa Caliope.

Arabella corrió la mirada un tanto culpable, y con cierta vergüenza.

—La cuestión es que, espero a que vengan a mi, sobre todo Hisirdoux.— respondió sonrojada.—Esperaba casarme con él pero todo colapso antes de que cumpliera años y bueno ya sabes.

—Una bruja enamorada.— inquirió Calliope.—Sigamos con el estudio, estoy segura que esto te ayuda a pasar el tiempo.

El tiempo siguió su curso entre estudió de magia. Arabella estaba encantada de aprender nuevas técnica, hechizos, y pócimas. Hasta que un día, una mañana fresca nuevos visitantes arribaron por la entrada mas peligrosa.

Se oía a lo lejos a la matriarca quejarse sobre que la gente no aprende que por el bosque no deben llegar a la comunidad.

El corazón de Arabella empezó a golpear con fuerza en su pecho cuando vio por encima de todos los presente la particular cabellera de Circe. Huyo, entro en panico, se oculto tan lejos como le fue posible, se mantuvo ahí hasta el día siguiente cuando tomo el valor necesario para ir por ellos.

Busco entre las personas que andaban festivas, dándole la espalda a la carpa en donde se hacían atender a los heridos o enfermos. Aun seguía buscando con la mirada, quieta en un mismo sitio, como si estuviera clavada al suelo. Su corazón dio un brinco al escuchar su nombre tras suyo. Al voltear, sus calidos ojos marrones se toparon con la mirada ambar de Hisirdoux.

Corrió a sus brazos, y lo abrazo tan fuerte como sus extremidades le permitieron quería cerciorarse que fue él, lo último que deseaba era ver alucinaciones; lo extrañaba y quería que lo notara. El abrazo duró tanto como el tiempo que estuvieron separados.

—Te he extrañado tanto.— murmuró.

—Y yo a ti.— dijo por lo bajo.—Me has hecho mucha falta.

Arabella se apartó para verlo, y con toda la intención de besarlo. Pero noto a alguien más. Vio a Circe salir de una carpa, se veía justo como la recordaba, un poco mas cansada.

Se alejó de Hisirdoux, y dio un paso hacia ella. A punto de rogar por su perdón pero la hechicera corrió hacia ella, con el deseó de alcanzarla y lastimarla como la Arabella lo hizo con ella. Sin embargo al tenerla cerca, solo la pudo abrazar. Hisirdoux se unió al abrazo.

Al fin los tres estaban juntos.

Habían llegado por ella.

Arabella los puso al día, les presentó a su familiar. Festejaron en la noche de festival. La bruja no se despego del lado de ellos por mucho tiempo. Otra vez volvían a ser los tres, yendo a comer tonterías a ver como el sol que se ponía detrás de los árboles. Se sentía en familia.

Sin embargo Arabella aun debía hablar con Hisirdoux sobre algo.

En la tarde noche, se asomo a la carpa donde los otros dos dormían.  Entro, los miro a ambos con una sonrisa nerviosa en la cara, y también un tanto avergonzada.

—¿Circe te parece que me lleve a Douxie por esta tarde noche? Hay algo que debo hablar con él.

Circe la vio con disgusto, sin entender muy bien a que iba tanto formalismo.

—Él puede hacer lo que quiera.— se limito a responder.

—Mujeres, estoy acá, y si voy, no hace falta pedirle permiso a nadie mas que a mi.— se defendió el pelinegro levantándose para tomar la mano que la bruja le extendía.

Caminaron entre la gente. El aire era festivo, ambos estaban callados, sin verse, solo llevaban los ojos en el camino. Un tanto nerviosa Arabella tomo la mano de Hisirdoux, quien la vio para luego sonreirle.

A pesar de los sentimiento que se guardaban, para ambos fue un secreto, algo que no querían admitir, porque ser amigos en el castillo, con sus maestros que se disputaban todo, era mucho mas fácil.

—Extrañaba caminar contigo, de la mano, en silencio.— dijo el pelinegro, llevándose una sonrisa como respuesta.—A todo esto ¿A donde vamos? Solo por curiosidad.

Arabella río, y jalo de su brazo para apurar el paso. Llegaron a un lugar mas apartado, silencioso solo se oía los grillos.

De un chasquido, la bruja encendió velas a su alrededor. 

—No se me da bien lo romántica, pero es un intento.— dijo Arabella un tanto nerviosa.

Viendo a si alrededor, Hisirdoux se acercó a ella. Corrió un mechón de cabello que cubría parte de su rostro. Y se inclinó sin dejar de sonreír

—Es romántico si tu estas aquí.— dijo.

  Cómo si le hubiese leído la mente desde el primer momento en que lo vio, la beso. Con suavidad, sin temor a que escarlata de sus manos.

—Solo quiero que tengamos el momento que nos arrebataron.— jadeo Arabella tras el beso.—No es justo, yo debí besarte primero.

—Lo siento, puede besarme de nuevo.— murmuro gracioso, mientras se dejaba besar por la bruja.

Esa noche no durmieron ni hablaron de lo que se debían desde el último momento en que se vieron. Solo dejaron que sucediera lo que tenía suceder, dos cuerpo hecho uno. Se había escrito algo que no estaba en su historia; se unieron en un nuevo camino de sus destinos.

—Me quería casar contigo, en Camelot.— dijo Arabella rendida sobre el pecho de Hisirdoux.—Ahora que lo pienso iba a ser una mala idea.

—Cuando no creas que sea una mala idea dime así me también me caso contigo.—  dijo medio somnoliento Hisirdoux mientras jugaba con los mechones rubios de la bruja.

Se quedaron dormidos, mecidos por el compás de sus respiraciones, y la frescura de la noche que no enfriaba la temperatura de sus cuerpos. Estaban en paz, juntos después de tantos años, en donde todo comenzó con una extraña amistad.

La bruja quería contarle sobre lo sucedido en el bosque o preguntar que le ocurrió a él, pero no deseaba arruinar el momento. Se quedó dormido bajo las dulces caricias de mago inexperto.

—Morgana, Morgana.— balbuceaba Arabella entre sueños.

Se encontraba muy dormida, pero la rara sensación que alguien jalaba de su collar, hasta dejarla sin aire, la hizo despertar sobresaltada, provocando que Hisirdoux se despertada igual de asustado que ella. 

—¿Qué ocurre? ¿Qué pasa? ¿Morgana despertó? — balbuceaba tratando de despertar.

—¿Mo-Morrgana?

Hisirdoux la vio nerviosa. Noto que ella no sabía nada.

—Por favor dime que paso con ella.— preguntó, viendolo muy fijo a los ojos.—¿Qué ocurrió cuando me fui?

El pelinegro le contó todo lo que ella no sabía. Lo ocurrido luego de que se marchó de Camelot. Arabella no sabia como tomar todo eso "Lo que haya hecho no cambia eso." Las palabras de Galaga resonaban en su cabeza ¿Lo que hizo cambia o no cambia que Morgana la quisiera como una hija y una aprendiz?

—Ella no era quien tu conocías.— finalizó Hisirdoux.—¿Te encuentras bien?— le preguntó abrazándola por la espalda.

¿La conocía realmente? Ahora se cuestionaba la joven.

—Si, todo esta bien.— se limito a responder con cierta angustia. Relajando el cuerpo ante el abrazo.

Lo que resto del día, siguió procesando lo que le contaron. Su mente divagó en los recuerdo de su madre, para ver si encontraba algo de maldad en estos. Arabella negó un tanto la realidad del momento, y se apego a lo que conocía. Morgana si se paso al lado malvado de los trolls, pero a pesar de eso no sabía de otro motivo para dejar de creer en quien supo ser su madre.

O quizás Hisirdoux omitió algo.

Con el transcurrir de los días Arabella se empezó a comportar de forma rara. Como un animal enjaulado, iba y venia de un lado a otro, nerviosa y poniendo nerviosos a los demás.

Quizás era el hecho que debía salir de ahí, pero no encontraba muchas razones para hacerlo.

Una tarde llegó a quien en la comuna conocen como la bibliotecaria, que era mas que eso, era una especie de mensajera, a demás de ser la única que unía la comuna con el otro mundo.

La muchacha, que aparentaba ser mas joven de lo que era, saludo con un fuerte abrazo a la matriarca, y se pusieron a conversar sobre el mundo fuera de esas tierras.

—Bueno, tengo trabajo que entregar.— dijo pausando la conversación.—Hay una tal Arabella de Pericles.

A unos cuantos metros, con rapidez se acercó la rubia.

—Yo, yo soy esa, y eso es para mi ¿No?

La mensajera la vio con extrañeza, y le extendió el sobre.

—De un tal Galaga.

La bruja sonrió con el sobre en mano, y daba pequeños saltos de alegría en el sitió.

—Gracias, mensajera.

—Soy bibliotecaria.— la corrigió.

—Lo siento, gracias bibliotecaria.— volvió a agradecer.

—Pero tu no me puedes llamar así, solo la gran matriarca.— dijo con la mirada oscurecida, llevándose como respuesta una cara de susto por parte de Arabella.—Ay, solo bromeó.

La rubia se río ante la incomodidad, y se fue a leer la carta.

Si, en efecto era Galaga, avisándole sobre alguien que necesitaba de la ayuda de una bruja. Arabella no lo dudo ni un segundo, si quería ir, pero luego recordó a las personas que estaba allí haciéndole compañía.

Tomó una decisión, no se guardó el secreto, y opto por decirselo al menos a Hisirdoux. Escapó una vez, sin la despedidas que se merecía, no iba a escapar otra vez, menos en secreto.

—Entonces iré contigo.— decía Hisirdoux, quien no podía creer lo que Arabella le decía.

—No, debes quedarte acá, este sitio les ayudara crecer como hechiceros, a ti, a Circe.— decía con algo de razón.—Yo ya estuve mucho tiempo acá, debo seguir mi camino.

Hisirdoux fue a ella para abrazarla con fuerza, sus lágrimas dejaron al descubierto lo mucho que le dolía la futura partida, y como paso una vez, no había forma de detenerla.

—No te preocupes cariño, nos volveremos a ver.— decía esta abrazándolo aun mas fuerte.

—¿Como lo sabes?— preguntó separadose un poco para poder verla a los ojos.—¿Por qué siempre suenas tan segura de eso?

Ella sonrió, lo beso con dulzura, y juntos sus frentes para calmar las aguas.

—Porque estamos destinados a ser.— se limito a responder.

Hisirdoux la volvió a besar largo y tendido, para no olvidarse de ella por tiempo que estuvieran separados.

Nunca un beso ante le supo tan amargo, como uno de despedida.

—Solo no te metas en problemas, bruja de cabellos dorados.

—¿Cuando yo me he metido en problemas antes?— preguntó mientras secaba unas lágrimas que bajaban como evidencia que le dolía irse.

Pero tampoco deseaba quedarse.

Le chiflo a White, y ambas se fueron en busca de la bibliotecaria para volver juntas.

★★★

¡Muy buenas!

Capitulo bisagra, esto es un antes y un después. Admito es medio meloso, tanto que me da vergüenza pero era algo que debía escribirlo (ya que muy sutil lo mencioné en la historia de Circe)

Galaga esta bien, ya pueden bajar las antorchas, y como bonus va a vivir mas.

Sin mas que decir, si es de mañanita como acá en Argentina que disfruten del resto del día, o que lo sigan disfrutando. Besitos, besitos, chau, chau.

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