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Capítulo 25


Me sorprendió en demasía ver a la mujer que ante Dios y los hombres es la mujer de Mirán, por que seamos sinceros, la dueña de su corazón soy yo y no me cabe duda de ello, sin dejarme amilanar por sus gritos di un par de pasos hasta ella quedando frente a frente.

—Ni zorra ni nada, no hago más que amar y ser correspondida, Aruna ¿Cierto?— por supuesto no me respondía, me retaba con la mirada— no nos engañemos, estas usurpando un lugar que no te pertenece y lo sabes.

—Alá ¿Que locuras dice esta odalisca? Mira Lola, no soy tonta, se en donde estoy parada, te odio tanto maldita exhibicionista, ojalá alá te queme en las llamas del infiero— tense la mandíbula en un intento de controlarme, esto no era los Ángeles y debía ser cuidadosa.

—Aruna...

—No vuelvas a repetir mi nombre con tu boca venenosa, de ella solo escapan sapos y culebras, pero bien... Si tanto lo amas dejalo en paz, Mirán ha faltado a lo escrito en el Corán, y peor aun, lo escrito en nuestro contrato de matrimonio, si no quieres que él salga perjudicado vuelve a tu país.

Aquello me dejó sin palabras, Aruna se marcho sin siquiera mirarlo a él, curiosa por lo que acababa de escuchar me acerqué de nuevo a Mirán.

—¿A que se refiere? ¿No puedes simplemente divorcisarte?

—No es así de fácil, cuando la mujer falla simplemente se tira al viento, pierde sus derechos y el oro regalado por su esposo, pero si el caso es al revez, ella puede ir con un jeque y acusarme por no brindarle felicidad, y peor aún, serle infiel con alguien que no es de la religión, si eso ocurre perderé una gran parte de mi fortuna y tu podrías...—me sostuvo de los brazos mirándome fijamente — lo la debes volver a los Ángeles, Canadá o a donde sea, quedarte aquí puede ser peligroso para ti.

—No Mirán, no me pidas eso lo que no lo haré, no pienso separarme de ti, te amo y es una tontería obviarlo ¿No pasaron muchos años ya? Me enfrentaré a lo que sea y a Aruna si es necesario

Asintió no muy seguro de mi decisión, pero no había marcha atrás, pase un par de días con Dylan en un hotel en el centro Marrakech, no nos habíamos visto en un largo tiempo y era momento de ponernos al día con nuestras vidas, decididos a ello, quedamos para desayunar en algún local de los varios mercadillos, todo era una delicia.

—Aun no me has dicho que haces aquí hermanito, pensé que lo tuyo con Azeneth era cosa de niños— mencioné bebiendo un poco de té, el velo me acaloraba, pero no quería desentonar por más turista que fuera.

—Lo mismo podría decir, pero...— me observó sopesando sí hablar o no, al final cedió —En realidad dejé de verla, pero una ocasión mientras paseaba por la playa volvimos a reencontrarnos, paso lo que tenía que pasar y desde entonces tenemos encuentros ocasionales.

—¿Son pareja?

—Simplemente de sexo, sabes que las relaciones a largo plazo no me van, Azeneth lo entiende y es por eso que le permito seguirme buscando— aquello me molesto un poco ¿Como podía ser tan cruel?

—Dylan, suenas como todo un canalla, no piensas en sus sentimientos

—Peor para ella si los tiene, desde el inicio deje todo claro, si estoy aquí simplemente es por que estabamos en medio polvo cuando la llamaron para contar lo de su madre.

Mi hermano era un caso muy especial, desde niños tuvo todo a manos llenas, de adolescente ninguna chica se le negó, y ahora de adulto prácticamente tiene lo que quiere a sus pies, no es de sorprender que tenga el ego por los cielos, volvimos al hotel, pero en recepción me dijeron que la policía o lo que fuera la ley aquí estaba inspeccionando de habitación ¿Pero como se atreven? Dylan me acompaño rápidamente, todo era un caos, mi ropa tirada por todos lados.

—¿Que hacen? Esto es un atropello a mis derechos humanos.

—Callese, usted fue acusada de robo y estamos buscando la joya reportada— aquello me dejó pasmada.

—Se equivocan de persona, jamas tomaría nada que no fuera mío ¿Quien hizo esa acusación? No pueden...— el grito de uno de esos hombres me heló la sangre.

—La encontramos señor, la pulsera de oro y zafiros estaba oculta en un neceser dentro del botiquín.

—¿Que? No... Eso... Eso no puede ser— no entiende que ocurre, pero me han esposado, me hablan acerca de un castigo, el castigo lo robar es la amputación, o en el mejor de los casos ser golpeada por la persona afectada

—No dejaré que se lleven a mi hermana ¿Quien la acuso?— preguntó mi hermano tanto o más alterado que yo.

—La señora Aruna de Alauî, ahora debemos trabajar— me sacaron casi a rastras mientras gritaba que me soltaran, pero nada, la verdad tenía miedo, miedo como nunca en mi vida, maldita mujer ¿Como fue capaz? No tengo duda pero tampoco pruebas que fue ella quien puso esa joya ahí, mientras me subían a un auto Dylan me acarició el rostro.

—No te preocupes caramelo, hablaré con Mirán, no te dejaré sola...

Esas fueron las ultimas palabras que escuche, ahora estoy encerrada en una habitación sin nada, cuatro frías paredes sin siquiera una ventana o una silla en cual sentarme, el hedor es insoportable, tengo ganas de llorar, pero en cambio grito aterrada al ver los roedores, amar fue mi único crimen del cual debo pagar.

SantVict

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