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EXTRA DOS (3/3)


Narrador omnisciente.

Un mensaje corto seguido de tontos stickers le pareció suficiente a Frank para avisarle a Matthew que se pasaría la noche en su propia casa a dormir ya que estaba muy cansado.

Mientras tanto Matthew luchaba contra sus propios demonios y mordía sus uñas, repitiendo una y otra vez que no debía rastrear a Frank.

—¡Mierda! —maldijo arrojando el móvil a la cama, casi cayendo al suelo por el rebote.

«Estoy harto del desastre que es mi cabeza »

«Pienso demasiado las cosas»

«Quiero dejar de pensar»

No quería ruido alrededor esa noche, pero no se sentía lo suficientemente miserable como para estar en completo aislamiento. Eso lo podría peor.

Pero sus amigos eran ruidosos, curiosos y en el peor de los casos eran Kilian. Ninguna una opción válida para llamar en un momento tan humillante y, a su vez, sabía que si se quedaba solo lo único que haría sería llenar su cabeza de malos pensamientos.

Chad estaba de viaje, Tao con un par de problemas legales y Aaron a medianoche ya estaba más que dormido.

—Bien. Ya sé. —Tomó su móvil y envió un simple mensaje:

"Ven a visitarme, dijiste que te gusta oírme".

Imposible la humildad en ese orgulloso cuerpo carente de nutrientes.

Cerca de media hora después el timbre sonó, bajó las escaleras hacia la entrada principal y al abrir la puerta, ahí estaba:

—Rubia —saludó sin ningúna emoción aparente, como si ella hubiese llegado de improviso y no a causa de su invitación.

—¡Hola! ¿Todo bien? —Lo saludó casual, con un beso en su mejilla y una sonrisa al cruzar la puerta, esperando que le indicara que entrara del todo a la casa.

«Vaya, esta clase de respeto a la privacidad es nuevo para mí, teniendo a puros impertinentes a mi alrededor. Punto a favor de la santurrona»

—Sí, pasa.

Ella sonrió de nuevo y sujetando las tiras de su mochila entró, subiendo las escaleras a la planta principal de la casa, que era en el segundo piso.

Lo vio recargarse en la puerta del pasillo hacia su habitación y explotando sutilmente la casa con la mirada se sento en el sofá.

Lo observó y lo incómodo que se sentía al no sacar ningún tema de conversación en particular, ni siquiera decirle el porqué de su invitación, como si no tuviera nada planeado para la noche y solo la llamó porque sí.

—¿Quieres hablar de algo?

Él rascó su nuca y suspiró.

—No... En realidad no quiero hablar de nada o dar explicaciones.

Sanna casi rio oyendolo. Sabía que de sus amigos, tres eran los más complicados, siendo Matthew uno de ellos y con la paciencia que la caracteriza respiró hondo.

—Solo no quería... —«estar solo» pensó eso último apretando los labios.

Sanna portó una posición decidida y le lanzó una mirada cómplice.

—¿No comiste, cierto? —Él abrió un segundo sus ojos y seguido se suavizaron solo un poco, negando con la cabeza—. Lo supuse. Okay, pidamos pizza y veamos algo en la tele.

Matthew recordó la razón por la que ella era una de las mujeres con las que más cómodo se sentía y sonrió casi imperceptible, todavía sin mucho ánimo.

—¿Crímenes no resueltos?

Sanna hizo una mueca de disgusto.

—Después vemos crímenes resueltos, uno y uno.

Llevó sus manos a sus bolsillos y se acercó a su amiga.

—¿Eres de las que prefieren los casos cerrados?

Ella asintió con su blanca sonrisa, volviendo sus pomulos y mejillas tiernas, provocando que él sacara una de sus manos y le diera un leve golpe en la frente, oyendo cómo se quejaba.

—Bien, como la consentida quiera —se quejó falsamente y ella le enseñó la lengua en una mueca.

Después de la llegada del delivery comenzó una ronda de casos policiales, donde hablaba sobre un asesino que nunca fue encontrado.

—Aaron se asusta mucho cuando ve uno no resuelto —rio el rubio con malicia en su tono.

—Hunter llora cuando algo le genera mucha frustración o es sobre niños, se siente triste por días —agrega ella.

—Paralelamente, Kilian lo vería como un documental —bromeó, recibiendo un empujón en su hombro.

—¡Hey! Deja de jugar con los traumas ajenos.

—¿Para qué tener traumas si no podemos hacer chistes con ellos?

Ella rodó los ojos y le dio una mirada recriminatoria mientras comían pizza.

De repente la atención de Sanna se fijó en una crema sobre la mesita de noche y la tomó, asombrada porque Matthew tuviera algo tan específico.

—Esta es buenísima, yo la tengo también.

—¿El set completo?

El rostro de Sanna delató su respuesta.

—Nah, es muy costoso.

Matthew sin decir nada sacó su caja y comenzó a sacar varias cremas y mascarillas, dejándolas sobre la cama.

—¡No puede ser! Esto es oro... No sabía que hacías skincare.

Matthew sintió rechazo por ese término.

—Se dice "cuidado de la piel", aquí tú me hablas español —imitó burdamente el acento de la doctora Polo y ella carcajeó.

—Es que no va con tu personalidad, eso pensé.

—¿Muy gay de mi parte? —ironizó con su más distante mirada.

—No tiene nada que ver con que seas gay. Es como "Sí robé este carro, pero no porque soy negro". —Las comisuras de Matt casi se elevan por su broma— Hunter es gay y no sabe lo que significa tónico facial. Esos estereotipos son...

—Una mierda. Sí. Me molesta que se metan donde no les importa. Por eso no suelo exhibir todo lo que hago o mis gustos en general, la gente asocia todo con sus estereotipos mentales al instante.

—Es que eres odioso, malhumorado y cínico por un lado y por el otro sabes mucho de cuidado personal.

—¿Y la parte donde me halagas cuando llega?

Sanna rio bajo.

—Eres inteligente, tienes buenas intenciones a veces y una cara atractiva.

Él elevó ambas cejas.

—Vaya, no esperaba que dijeras algo.

—Solo soy honesta —contestó con normalidad y él se inclinó hasta su rostro.

—Y yo pensando que te gustaba Aaron, vaya sorpresa, le diré a Frank que finges ser su amiga y en realidad le quieres robar a su... —«¿Su novio? Ja ¿Acaso eso importa? En este instante seguramente esta en la cama de esa arpía. O alguna otra... No quiero pensar en eso»

Ella lo apartó con su mano en su hombro.

—Me pones nerviosa a propósito, idiota,eso nunca va a pasar. Y oye, todavía no me acostumbro a que te guste Frank.

«Al parecer él tampoco se percató de eso» se dijo mentalmente, casi riendo por la ironía.

—¿Pasa algo? —susurró Sanna al presentir una ligera variación en el ambiente.

—No. —Sus orbes la escanearon— ¿Jamás sospechaste que no me gustan las mujeres?

—No, es decir, eres muy varonil y no hablas de tus gustos, pensé que eras de los que salen con mayores y esas cosas.

—Que lógica tan rara la tuya.

—Pero me gustó saber la verdad, porque siento que descubro más cosas de ti y hasta tenemos algunas en común.

—¿Te gusta un mujeriego «infiel» con la inteligencia emocional de un niño? —Ella negó, confundida— Entonces no, no nos parecemos en nada, santurrona.

Ella lo pensó y sonrió.

—Somos rubios —dijo a modo de broma y él rio resignado.

—Mi cabello no es tan claro como el tuyo, pero bueno, lo acepto.

—Nos cuidamos la piel... ¿Podemos hacernos un facial?

Él simplemente asintió.

En medio de aquello, ella se tomó muchas fotos. Matthew le hizo prometer no publicar en las que él saliera y aceptó a regañadientes. Llegan a una tregua de subirlo a mejores amigos de Instagram luego de mucho insistir.

—Si preguntan di que te obligué.

—Nah, con los chicos no hay tanto problema, ya sabes, son unos idiotas, pero no juzgan. Quizá hagan bromas, pero nada más allá...

Sanna se enterneció viéndolo.

—Además puedo amenazarlos y hostigarlos si me hacen enfadar.

Cualquier enternecimiento despareció y rodó los ojos.

Cuando fueron al lavabo a quitarse las mascarillas, Sanna acabó hecha un charco viviente porque se mojó absolutamente toda la remera, además el producto le entró al ojo y Matthew sin ser llamado la ayudó limpiando esos ojos claros como el cielo de verano.

—Si hubiese una representación materializada de la torpeza: sería esta —dijo señalandola por completo.

—¡Oye! Fue un accidente.

—Los accidentes son casualidades, lo tuyo es crónico, mira olvidaste sacar el tapón y estás mojando el baño.

—¡Aah! Lo siento, lo siento.

—Torpe.

Le acercó una de sus camisetas para que usase y la alegría se dibujó en el dulce rostro de su amiga.

A medida que hablaban, sobre todo Sanna, contándole sobre su semana y anécdotas, Matthew se dió cuenta que ya se había hecho muy tarde.

—¿Quieres que llame a un Uber? —dijo tajante, pero sin un tono específico, toda la noche su voz sonó cansada igual que sus párpados.

Un desánimo implícito en el aire a su alrededor.

—¿Me puedo quedar?

Se encogió de hombros.

—Seh, da igual. Pero el colchón extra se lo presté a Susan cuando su hermana tenía una pijamada y necesitaba no sé qué carajo, algo sobre más camas y así.

—Cierto... Oh, bueno.

—Puedes quedarte igual.

—¿Dormir juntos?

Él se encogió de hombros.

—De todas formas somos como familia, genial, es la primera vez que me quedo a dormir en tu casa —parecía una niña alegre.

—Pero yo duermo en boxer —advirtió inamovible.

Sanna le restó importancia.

—Tranquilo, no te atacaré, tu pureza continuará intacta —bromeó y Matthew casi sonrió—. Hablando en serio, da igual, he dormido con Aaron, Hunter, Frank y no es nada que me incomode.

—Pobre Aaron, sí que tiene fuerza de voluntad ese muchacho.

—¿Mmh?

—Nada.

Lo vio en silencio y notó lo triste y deprimido en su semblante, con sus claros orbes fijos en su móvil.

—¿Te puedo pedir un favor muy grande, Matt?

La miró de modo despectivo recostada en su cama y volvió a la pantalla.

—No.

—¡Oye!

Matthew rodó los ojos.

—Ya. ¿Qué cosa?

—¿Puedo abrazarte?

—No.

—¡Matthew!

—¿Para que?

—Porque quiero cariño.

—Pregunté para qué, no por qué —Negó con la cabeza como si estuviera decepcionado de ella—. Pobrecita, es porque eres rubia. Pronta recuperación —ironizó sin piedad alguna.

—Para sentir un mínimo de afecto fraternal de tu parte y me ayuda a dormir, insensible —se defendió y él rio bajo por ese tono ofendido, apoyándose en el marco de la puerta con su lado derecho.

—¿Si te digo que no?

—Lloro(? —bromeó y él suspiró.

—No tengo ganas de discutir, ni de oírte llorando. Esto es grave.

Su amiga estaba recargada en la cabecera de la cama y se deslizó hacia abajo, mientras Matthew se le acercaba sin entusiasmo alguno.

—Vamos, muévete y hazlo rápido —dijo Sanna palmenado sus piernas y Matt frunció sus cejas.

—Jodida caprichosa, ya recordé por qué encajas bien con ese grupo de mimados que tenemos por amigos.

—Así es —canturreó cuando él subió sobre la cama y poniendo ambos brazos a sus costados la miró fijamente.

—¿Ahora qué se supone que hag...? —lo tomó suavemente de la nuca y abrazó, llevando su otra mano hacia su espalda, quedando su rostro sobre su torso.

—Solo unos minutos, prometo no molestarte más —afirmó acariciando su cabello y espalda con calma, hasta que cada músculo en Matt se relajó al cabo de varios minutos.

Al inicio le fue extraño, pero como ella le pidió ese favor, tampoco debía sentirse fuera de lugar, porque no era su decisión, era Sanna quien quería contacto, un abrazo, dejar de pensar y ser consolada... O eso se decía él.

—No tengo buenas experiencias con mujeres en mi vida —habló él al fin—, sobre todo rubias.

Eso la hizo reír.

—Memo del día: teñir mi cabello.

—Un rosa te quedaría bien.

—¿Si? Nunca sé si dices las cosas de verdad o con sarcasmo —maldijo y él sonrió malicioso—. No me importa, le diré a mi hermana y veremos cómo queda.

Lo acarició sin ningún tipo de morbo, del mismo modo que hacía con Hunter a veces.

—Antes eras tan pequeño, más delgado y tu espalda no era tan ancha.

—¿Tú crees?

—Sep, creciste.

—Dirìa lo mismo de ti, pero estoy sobre ti y nah, ni tu pecho tuvo la decencia de aparecer —ironizó y recibió un jalón de cabello.

—Idiota.

En el silencio lo único que se escuchó fue un suspiro por parte de él.

—Sé lo que intentas hacer.

—¿Ah sí? Solo quiero algo de cariño de mi querido amigo. Nada más.

—Una vez leí que las personas que son muy asertivas con las emociones ajenas y pueden empatizar con los demás al punto de entender el ambiente en general, ya sabes, eso de saber cómo afrontarlo adecuadamente... Fueron niños que vivieron en un entorno con adultos inestables, con temperamento volátil, y que para sobrevivir tuvieron que aprender a leer el lenguaje corporal, las emociones y cambios de humor rápidamente.

Ella calló y su cuerpo se tensó.

—Mamá era alcohólica ¿Recuerdas?

Matthew asintió.

—Pero incluso sin beber era agresiva. Ella y mi hermana peleaban mucho... Yo solo observaba, pero una vez rompí una botella sin querer y me lanzó al suelo de un golpe. Caí en los vidrios. Me corté bastante, pero aquí solamente quedó una cicatriz —dijo tomando la mano de Matt y llevándola al costado de su cuerpo, justo debajo de la tercer costilla.

—Diablos.

—Mi hermana me sacó de allí. Le agradezco eso. —Lo miró y sonrió—. No solo a ti te decepcionaron mujeres importantes.

El rubio sonrió.

—Tercer cosa en común, niña consentida.

—No sé qué haya pasado. No necesitas hablar de eso. No quiero explicaciones. Que me hayas llamado es suficiente, porque puedo abrazarte y decirte lo mucho que te quiero, Matt.

Él apretó los labios en una mueca de disgusto, no sabía cómo recibir cariño de forma normal. Era incómodo. Agradable. Cálido. Vergonzoso.

—¿Eres tan cursi con todos o solo conmigo porque quieres hacerte skincare con mis productos?

—Se agregarán a su paquete premium dos adjetivos favorecedores y tres mimos a cambio de un facial una vez por semana, bases y condiciones entrar a... —bromeó con voz de comercial— Eres increíble para cambiar el rumbo de la conversación.

—Y tú más inteligente de lo que aparentas.

No podía desviar su atención fácilmente y ella sonrió.

—No lo creo, empecé y dejé tres carreras. No sé qué quiero ser o hacer con mi vida. Hay muchas cosas que no he hecho aunque ya tengo veintitrés años.

—¿Es alguna clase de propuesta? Que vulgar, pequeña Sanna —ironizó y ella lo miró con falso enojo.

—¡Ya! —enrojeció sin querer, ya que no es lo que quiso decir—. Deja de ser tan mala persona, me refiero a muchas otras cosas, no ese tipo de cosas.

—Eso no importa, de todos modos tienes mucho a favor. Cómo tu bondad natural y que a pesar de ser buena, no te dejas engañar o utilizar, tienes un carácter fuerte y no te pueden intimidar fácilmente.

—Wow...  nunca te oí halagar a nadie.

Aquello lo tomó por sorpresa a él mismo.

—Nunca me sentí tan miserable que tuve que llamarte un jueves a las doce de la madrugada. Hoy es un día de pura innovación —alegó, tomando distancia de su cuerpo.

Se acomodo mirando hacia arriba del lado de la pared, empujándola con su hombro un poco.

Ella no rio y cuando lo vio de costado suspiró, ya que la sonrisa de Matthew se volvió distante.

—Puedes hacerlo el día que sea, a la hora que sea... para eso están los amigos.

Se encogió de hombros y cerró sus ojos, sin siquiera verla.

—Patético —susurró riéndose de su propia miseria.

Aquella noche sus sueños se mezclaron con recuerdos, esa cabellera rubia y brillante, las pequeñas caricias en su cabello, el sentimiento de rechazo implícito sin la necesidad de materializarlo en palabras que trasmitía su madre incluso cuando él era solo un niño.

Se volvió más nítido en el momento exacto en el que fue testigo de algo que no debía: una conversación telefónica de ella con otro hombre que no era su padre, porque ella se oía cariñosa y feliz, lo que no era con su esposo.

Sus manos temblaron, su corazón se oprimió y escuchó cómo la persona más importante en su vida, le preguntaba histéricamente "qué tanto escuchó", la verdad dejó de ser una opción, porque el espacio entre la verdad y la felicidad era muy estrecho y no cabían ambas.

Ese pequeño niño eligió verla sonreír, callar lo que oyó, fingir que no lo hizo.

Al final, su frágil familia se desmoronó de todos modos, pero no sé salvó de recibir el resentimiento que su madre albergaba hacia él.

Y el árbol creció torcido, tanto, que creyó que jamás alguien querría sentarse a su sombra o disfrutar de sus frutos.

No obstante, todos cargamos las consecuencias de los errores de quienes nos criaron y eso no es excusa para no buscar enderezar nuestras vidas o herir a los demás, y Matthew estaba consciente de eso.

La mañana llegó y con ella un oriental haciendo escándalo:

—¿¡En mi propia casa!? —gritó bajo, haciendo ademanes exagerados.

—¡Shh! Cierra la boca. Y no es tu puta casa.

—¿Y con una mujer? —soltó ofendido— Heteros saliendo con hombres, gays teniendo sexo con mujeres. Bueno, gente, me desactivo de esta nueva generación.

—Te golpearé.

Ella se removió un poco, todavía profundamente dormida, donde el oriental vio su armonioso rostro.

—Oh... Ya veo, es la linda Sanna, me hubieras dicho y me les unía.

—No bromees con ella —demandó con su voz ronca por el cansancio.

El contrario elevó ambas cejas, a gusto con molestarlo.

—Oh, cierto, la niña intocable.

Tao río, ya que no pensó que Matthew también fuera sobreprotector con ella. Al parecer sí lo era.

El rubio se levantó para ir al baño y el mayor lo siguió todo el trayecto con la mirada, al mismo tiempo dejó el dinero en la mesita de luz, pero para su sorpresa, Sanna tomó su mano y la llevó a su mejilla.

Quedó congelado sobre sus pies y al verla notó que seguía plenamente dormida, acción por la que sonrió y se sentó a esperar a que lo soltase.

Aunque eso no sucedió incluso después de que Matthew apareció con el cabello hacia atrás y su mirada demoníaca de alguien que odia levantarse temprano.

Tao pestañeó varias veces cuando, en vez de reprocharle o insultarlo por estar junto a la rubia, caminó apaciblemente hacia la mesita de noche.

Hasta que sacó la taser y el hombre casi chilló al comprender lo que pasaría.

—¡Oye, no! —gritó en un susurro— Me agarró y no me dió el corazón para soltarla, sabes que jamás intentaría algo con ella, es demasiado linda para una persona corrompida como yo. No te estreses, tu hija esta a salvo —bromeó algo nervioso por el dedo del rubio listo a oprimir el botón de encendido.

—No te electrocuto nomás porque el ruido la despertaría. Ahora muévete, que le vas a pegar tu idiotez si la tocas mucho.

—¿Nos vemos esta noche?

—¿Para qué?

Éste elevó y bajó las cejas, juguetón.

—¿Aún no superas el hecho de que salgo con alguien? —ironizó y Tao fingió recibir un disparo en el corazón—. Tranquilo, no eres el único que todavía no esta convencido —dijo hostil y su contrario dejó las bromas de lado.

—Oye ¿Todo bien? ¿Es por lo del otro día?

—Seh, supongo. Ya sabes, no sirvo para estas cosas y seguro hoy arruinaré algo bueno. O descubriré algo que preferiría ignorar... pero no puedo, no soy así, no lo puedo dejar pasar y fingir que no me esta volviendo loco.

—¿Tienes miedo de hablar con él?

—¿Miedo? —soltó elevando la barbilla, sonriendo con cansancio—. Estoy paralizando ante la idea de que admita que él me... —suspiró y apretó los labios, enojado con Frank y consigo mismo.

—Salga como salga esa charla, no olvides hablarme.

—En lo que menos estaré pensando es en ti.

La mirada de Tao expresaba un claro "ouch, golpe bajo".

—Lo sé, pero yo no podré pensar en otra cosa que no seas tú.

Matthew llevó una mano a su propio cabello y sus dedos se deslizaron por esas hebras doradas, tratando de entender qué pasaba por la cabeza de ese hombre.

—No entiendo tu forma de verme.

Tao sonrió.

—Yo sí me entiendo, no necesito que tú lo hagas para quererte —soltó con normalidad y se acercó a él—. Para mí eres importante, uno de mis pocos amigos. Un amigo que esta a punto de confrontar a su novio infiel.

La palabra pareció quemar algo en el tórax de Matthew y miró extremadamente mal al oriental, quien estaba genuinamente preocupado por él y la situación en sí.

Si Tao y Matt tenían algo en común era la desconfianza en los demás, siempre esperando lo peor.

—Así que llámame —susurró al momento de besar su sien y pasar por su lado.

—Carajo, que tipo tan raro —contestó y no vio la enfurecida expresión que portaba su amigo al salir.

Tao no quería ver a Matthew sufrir.

Si algo lo hizo rendirse con ese rubio y forjar una amistad sobre los cimientos de su amor, fue pensar que de algún modo Frank amaba a Matthew de la misma forma.

Pero esta situación lo hizo enojar.

Si Frank se cruzaba en su camino, le diría lo que realmente pensaba al respecto. Lo que haría si no se tomaba en serio esa relación que era tan valiosa para su rubio.

Sanna finalmente despertó cuando sintió olor a café, una de las milagrosas maneras de levantar a esa chica de su pesado sueño: comida.

—Oh, preparaste el desayuno...

—Nah, solo pedí unos cafés y donas, el delivery los trajo recién —le restó importancia desde su ordenador, tecleando sin mirar hacia atrás a su amiga estirándose sobre la superficie de su cama.

Se levantó en dirección al baño, hizo sus necesidades, cambió su ropa por la que había dejado secando la noche anterior, se lavó el rostro y luego de enjuaguar su boca salió renovada.

Se acercó por detrás y besó su mejilla, viéndolo hacer una mueca de falso hastío.

Mientras desayunaban y él le explicaba qué clase de trabajo estaba haciendo en la PC, el móvil de Sanna comenzó a sonar.

—Tu móvil estuvo así todo el rato, pensé que era tu alarma o algo.

—¡Ah, cierto! Quedé en ir de compras con Emma —soltó al ver el ícono de su hermana en la llamada—. ¿Hola? No, en casa de un amigo.

Esta rodó los ojos y rio.

—No, no es Aaron, es Matt ¿Te envío la dirección y me pasas a recoger? Genial, te veo luego.

Matthew fingió dar las gracias porque al fin se iría y esta le dió un leve empujón.

Una vez se quedó solo, no tuvo más excusas para evadir sus terribles temores y pensamientos.

Y esos pensamientos tomaban forma cuando un mensaje de Frank le informaba que iría a verlo más tarde.

—Carajo... Lo quiero posponer. No quiero que todo se derrumbe tan rápido —se dijo en voz baja y apoyó su frente contra el escritorio, abrazándose a sí mismo.

Tenía frío. Escalofríos. El sudor frío se hizo presente y le costaba respirar pausadamente. El desayuno parecía arremolinarse en su estómago y contuvo las ganas de devolverlo.

Aunque a veces se olvidara de comer, no tenía un problema alimenticio como tal y le generaba mucho asco el ácido estomacal subiendo por su esófago, por lo que solo aceptaba vomitar cuando estaba ebrio o intoxicado por algún alimento, pero no ahora.

Respiró hondo y buscó medicamentos para el dolor de estómago, también uno para la jaqueca e ingirió una bebida energética pasando ambas pastillas.

No sonaba a una buena combinación, pero tampoco iba a matarlo y quería parar todo lo que la ansiedad le provocaba a su cuerpo.

Cuando esa cabellera castaña atravesó la puerta y subió las escaleras en dirección a la habitación de Matthew, el corazón del rubio se aceleró de mala manera.

—¡Hey! ¿Trabajando? —inquirió con un tono cansado y suave.

Matthew siquiera lo miró.

—Ajá.

Mala señal.

Frank parecía ponerse en alerta, dejando su bolso a un lado y revisando su interior sin percatarse del odio creciendo en Matthew.

—¿Y tú? ¿Estabas trabajando?

—N-No, es decir... —suspiró— Sí ¿Ya qué? Es verdad, hice horas extras, pero hoy fue la última vez —admitió rascando su nuca y al elevar el brazo un ligero dolor atravesó los músculos de sus brazos y abdomen.

—¿Tus putas horas extra involucran a una hermosa mujer y un restaurante?

La sangre de Frank se congeló unos instantes y la mirada inquisitiva de Matthew se percató de ello, angustiando su corazón al verlo acorralado.

—E-Eso no fue... Es decir, no...

—Me dijiste que estabas en tu puto descanso y estabas con una cualquiera.

—Oye, no, es decir, s... ¿Me estuviste siguiendo?

—Yo hago las putas preguntas, infiel.

La mirada de Frank endureció, a la par de la expresión asesina del rubio.

—No me llames así, Matthew. Estás hablando sin saber.

La gesticulación de Matthew daba a entender que no le creía una sola palabra «¿Me toma por estúpido?» decía su lenguaje corporal completo.

—Frank, ¿Tuviste sexo con esa mujer?

Frank frunció sus cejas, respiró hondo y dos segundos después, que parecieron eternos para Matt, habló:

—No... —dijo no muy convencido de sus palabras y Matthew chasqueó la lengua, cada vez peor con la situación—. Es decir, no es lo que piensas, no es verdad, pero tampoco es verdad si te dijera que "no" así como así...

—Solo responde la puta pregunta: ¿Tuviste o no tuviste sexo con esa mujer?

Sus hombros bajaron cuando soltó el aire de sus pulmones y con una expresión tensa, contestó:

—Sí... pero no es lo que piensas.

—¡Puta madre, Frank!

—No, no, no es así, no fue ahora, sino hace mucho, muchos años.

—¿Tan poco respetas mi inteligencia o crees que soy imbécil?

—¡No! Déjame explicártelo, soy malo en las confrontaciones porque digo las cosas, ¿mal? Como que no me hago entender rápido, así que cálmate y déjame contarte lo que pasó —pidió elevando un poco la voz, ansioso por el malentendido que se estaba gestando, el cual quería impedir y no podía.

Frank tardaba en formular las ideas en su mente para explicarse correctamente sin dar lugar a malos entendidos y Matthew era experto en sobrepensar a máxima velocidad por su cuenta, asumiendo los peores escenarios viables.

—Oh claro, como fue hace mucho, según tú, me dices que en el jodido caso de mierda en el que no te estés revolcando con ella actualmente, te pareció una buena idea que se juntaran en el restaurante a mis espaldas. Con alguien que te follaste antes. Pensar es lo tuyo.

Alegaba casi eufórico de ira, pero sin la necesidad de levantar la voz como tal, el sonido salía contundente y hostil con su mandíbula tensa.

—¿No confías en mí?

—Claro, en la zorra de la ciudad.

Está vez no lo dijo como siempre, sino despectivamente, realmente enfadado. Y a diferencia de todas las ocasiones anteriores, esta vez a Frank le dolió.

—Bájale a tu maldito tono hostil, Matthew —demandó ya agotando su paciencia, pero manteniendo ligeramente su intención de no empeorar la discusión—. Yo no te juzgo por tu pasado o que hayas estado con otros antes de mí.

—Puedo contarlos con los dedos de las manos.

Enseñó ambas manos con superioridad.

—Eso no te hace mejor que yo.

La mirada casi asqueada del rubio le irritó en su totalidad a Frank. Mientras Matthew simplemente sonrió con sorna, mostrándose altanero para no romper en llanto ahí mismo.

—Pero sí más confiable —siseó el rubio.

—¿Confiable? Como si eso influyera en que me mentiste diez putos años, muy confiable.

—No es culpa mía que seas malditamente ciego y tan... —Lo miró despectivamente— Fácil de engañar. —Ese comentario no solo fue por su situación, sino a lo sucedido con Angie, claramente.

—¡Jódete, Matthew! Púdrete tú y tu mierda en la cabeza. Esto es lo que te ocultaba, pero ya no tiene sentido.

Le arrojó unos papeles en la cara, listo a irse de la habitación, sentía que se sofocaba por el enojo que subía hasta su rostro y le impedía pensar con calma.

Llegando a la puerta, mientras Matt miraba atónito los boletos, pasaje y folletos de un hotel sofisticado, Frank le explicaba con la voz un poco cortada que esa mujer era una conocida que vivía cerca de su casa cuando era adolescente y se enteró que actualmente era la esposa del dueño del hotel al que planeaba llevarlo la última semana que tenía de vacaciones en la facultad y sus trabajos.

Un amigo en común le contó todo aquello cuando lo vio hacer tantas horas extras, ese mismo sujeto le habló a ella por parte de Frank y aceptó verlo en un café para hablar.

Esa fue la primera vez que Matthew los vio juntos. La segunda fue la última vez que la vio, lo citó para confirmarle que había reservado el hospedaje que pidió y recibir el dinero directamente de él, ya que su esposo era muy celoso y una tranferencia lo haría sospechar cosas sin sentido.

Ella le ayudó a conseguir alojamiento a mitad de precio, junto al pasaje de ida y vuelta sin costos extras. Solo eso. Nada había sucedido más que esas dos veces en las que se juntaron a merendar, hablar sobre sus vidas y arreglar sobre el viaje que Frank quería hacer con él.

Deseaba sorprenderlo.

Quería hacerlo sonreír de verdad.

—Pero —dijo desbordando frialdad— no permitiré que alguien vuelva a hacerme sentir que no valgo una mierda... —sus ojos café se clavaron en los suyos, viéndolo sobre su hombro, portando una determinación contundente— Ni siquiera tú.

Eso hizo que el rubio percibiera su cuerpo como si fuese de piedra, incapaz de mover un solo músculo. Todo el peso y las repercusiones de sus acciones y errores colisionaron ante sus ojos.

Era como un accidente, algo horrible de ver, pero que cuando sucede no puedes apartar la vista.

Y así sucedió, no pudo apartar la mirada de su espalda a medida que desaparecía tras la puerta.

Esa fuerte espalda a la que sintió que le acababa de clavar un puñal.

—Estoy experimentando un jodido deja vu —dijo Tao cruzándose de brazos, viendo al rubio frente a su puerta.

—¿Piensas dejarme pasar? Si te fastidio solo dilo y no volveré.

Tao no sonrió, el tono de Matthew delataba un vacío inmenso que se exteriorizaba en su postura, mirada y expresión.

—A estás alturas me estoy arrepintiendo de haber estado de acuerdo en que salieran juntos —soltó y le dejó lugar para ingresar, sabiendo que lo único que provocaba esas reacciones en Matthew eran situaciones relacionadas con Frank.

—Ya son dos los que se arrepienten, entonces.

Ya dentro del lugar, el delgado y pálido brazo del rubio fue tomado por su muñeca. No ejerció fuerza como tal, pero tampoco era amable, sino una especie de necesidad de aferrarse a él y acercarlo a sí por parte de Tao.

Examinó su rostro, mismo que estaba frente al suyo y cuando levantó la barbilla orgullosamente pudo ver la frialdad que quería aparentar, junto al dolor que guardaba el cielo dentro de sus ojos celestes.

La mano libre del oriental acunó su rostro y el rubio apartó la barbilla, sin un apice de gentileza. No quería ser consentido. No quería llorar más. Estaba cansado de sí mismo.

Tao retomó su accionar sin mover ni un musculo de su rostro serio y con su mano en el costado izquierdo de su cara lo acercó al hueco de su cuello, abrazándolo finalmente.

Lo sintió retorcerse ligeramente, cómo sus hombros subían y apretaba la mandíbula. Orgulloso hasta la médula dentro de sus huesos, pero herido hasta ese nivel de profundidad.

—¿Por qué me cuesta tanto hacer las cosas bien? —soltó en un hilo de voz, cargando un tono cansado y lejano.

—Oye, no empieces.

—Claro que no, las cosas conmigo acaban, no comienzan —refutó apartándose del abrazo—. No sé ni por qué diablos vine aquí.

El oriental se apoyó contra la puerta y fingió sostenerla.

—Pues ahora te quedas, no dejaré que huyas viéndote patético, verte así es uno de mis privilegios personales —afirmó como si tuviera algún tipo de lógica su enunciado y Matthew casi sonrió por su idiotez.

—Ojalá encuentres a alguien que te haga mierda, así dejas de reírte de mi porquería emocional.

Tao no dijo nada.

Simplemente elevó las comisuras de sus labios en una indescifrable sonrisa.

No parecía triste, mucho menos feliz, ni asustado, emocionado o consternado, simplemente... carente de sentimiento. Resignado.

—No dudes que eres uno de los pocos a los que acudiré cuando me rompan el corazón —admitió sereno, pasando por su lado con una leve sonrisa.

—¿Harás café?

—No sé preparar otra cosa.

—¿Tan inútil vas a ser?

—Meh, me consintieron demasiado preparándome bebidas calientes cuando quisiera y ahora que... estoy por mi cuenta, lo único que sé es poner la cafetera a andar. Nada elaborado.

Matthew creyó entender y suspiró suave, sin ganas ni de decir algo ingenioso.

—Al diablo, un café entonces.

Después de varios minutos Tao se sentó a su lado en el sillón doble.

—No te me estés pegando, no estoy de humor.

—¿Por qué no? No lo hacía tanto por respeto a tu preciada relación con Frank, pero si él te metió los cuernos no tengo por qué respetar un carajo.

Matthew sonrió con sus ojos húmedos.

—No lo hizo ¿Sabes? En realidad solo es un imbécil, pero no un infiel... Y se vio tan herido por mi desconfianza.

—¿Y la mujer? No me digas que es un producto de tu imaginación porque yo la vi con mis propios ojos y me niego a pensar de que ambos nos volvimos esquizofrénicos a la vez.

—Mira —dijo y sacó los boletos, el folleto y pasajes de su bolsillo—. Ella lo ayudó a conseguir esto, no sucedió nada de lo que estaba en mi cabeza... Y lo traté de puta, no en broma, en serio, le dije que no era de confianza porque tuvo mucho sexo ¿Puedes creer semejante mierda? No es él el problema, sino yo, el problema es que no confío en nadie, eso pasó, carajo... —un pequeño jadeo de tristeza escapó en esa última frase y llevó su puño a su rostro, bajando la cabeza hacia sus piernas.

No quería pensar, estaba tan decepcionado de sí mismo que no quería ni siquiera hablar de lo que había pasado.

—¿Y?

—¿Qué putas significa  "Y"?

—Que él ya te conoció así, arisco y con problemas de confianza y esa mierda de no tener amor propio, ser deshonesto y evasivo. Ajá. No es nada nuevo o que apareció de repente, todos los que tenemos una continua interacción contigo podemos notarlo, así que, ¿Y? Ajá, eres un desastre, pero él es un imbécil por fingir que no es así. Estás tratando de mejorar tus problemas de confianza y va y se comporta de la forma más sospechosa posible, no me jodas. No todo es tu culpa. Que use la jodida cabeza de arriba.

—Y yo que pensé que te caía bien eh.

—Y me cae bien —sentenció—. Pero tú eres importante para mí. Jodidamente lo eres. Demasiado. Así que estoy empezando a odiar verte en pedazos entre mis dedos y no poder armarte —sentenció acariciando su suave cabello, viendo cómo cerraba sus ojos algo hinchados y rojos en sus bordes—. Me importas ¿Eres consiente de ello?

—¿Quieres que deje de venir cuando esté así? —habló con un tono neutral.

Tao jaló un poco de su cabello y Matthew lo miró con sus cejas fruncidas, una clara advertencia de que le cortaría los dedos si volvía a hacer eso.

—Aunque me duele verte así, sería peor no verte. Ya sabes, cosas de ansiosos —le guiñó un ojo, sabiendo que Matthew también sobrepasaba las cosas como él.

—A ver, mi marmota de montaña, ¿Eso es lo que sucedió? —confirmó Chad masajeando sus sienes.

Frank asintió y Chad maldijo su suerte con un grupo de amigos con tan poco sentido común.

—¿No sienten una especie de deja vu? —soltó Aaron en dirección a Chad mientras jugaba con su móvil.

—Solo siento cierta aura violenta emanando de su persona —afirmó el castaño señalando al moreno y Chad chasqueó la lengua.

—¡Es que eres un maldito niño! No puedo creer que no analizaras la situación detenidamente antes de hacer algo tan peligroso como guardarle un secreto así a Matthew.

Aaron asintió y atendió una llamada, yendo hacia el patio para hablar tranquilo.

—Oh vamos, hermano, Hunter ya me regañó, vine contigo por soluciones. Solo buscaba la forma de hacerlo sonreír con este regalo, y sí, ahora creo que no valió la pena la sorpresa—replicó Frank.

—¿En serio? Si salió todo tan bien —ironizó y Frank rodó los ojos.

—Bien eh, si estás tratando de hacerme sentir más miserable: lo lograste.

—No intento hacer que te sientas mal, bueno, tal vez un poco, pero con cariño.

—¡Oye! —refunfuñó, dejándose caer sobre el sofá.

—Ya, no es que sea toda tu culpa. No eres un centro de rehabilitación, te oí decirlo una vez.

—Por Matthew montaría mi propio hospital psiquiátrico a todo lujo —maldijo agarrando un cojín y hundiendo su cara allí— ¡Mierda!

Chad simplemente suspiró y rascó su nuca.

—En ese caso, esfuérzate y no te doblegues, porque (y ni yo puedo creer lo que voy a decir) te toca ser el lado sano de esta relación y encaminar al rubio imbécil que tienes por novio. Deben que hablar, nada se soluciona por separado.

Los ojitos café de Frank asomaron por la superficie del objeto y frunció sus cejas.

—Lo sé, solo... estaba esperando que se me pase un poco el enojo y recobrar fuerzas, porque de verdad me hizo enfadar y no quería acabar hecho un mar de lágrimas frente a él en medio de la pelea. A veces siento que mis emociones estallan y no sé qué hacer.

El moreno asintió.

«Para ser su primer relación verdaderamente seria y por propia voluntad, estaba siendo bastante racional» pensó su amigo.

—Bueno, es tu primer amor, para mí tiene sentido.

Frank sintió su corazón acelerarse y sonrió con tristeza.

—Amo a ese imbécil.

Chad nuevamente asintió y tomó su móvil.

—¿Pedimos helado? —sugirió, sabiendo que la idea alegraría a Frank.

—¿Alguien dijo helado? —preguntó Aaron quitándose las gafas y limpiandolas con su camiseta.

—Genial, elijan sus sabores —sugirió Chad.

Quería con todo su ser que sus amigos fueran felices y como no podía solucionar sus vidas, optó por hacer lo que sí podía: escucharlos y aconsejarlos mientras comían helado.

Se sorprendió cuando no encontró al rubio en su casa, tampoco contestó su llamada y maldijo el hecho de que ninguno de sus amigos estuviera con él.

Eso significaba una cosa: Tao.

El problema: ese hombre se muda demasiado.

Milagrosamente recordó que Astrid es la mejor amiga del oriental y consiguió la dirección, apareciendo sin previo aviso frente a su puerta.

—No gracias, no pedí ningún delivery, debe ser en otro piso —fingió ignorancia y Frank achicó sus ojos frente a la mirilla de la puerta.

—Vamos, hombre, dile a Matthew que salga un momento.

La puerta finalmente se abrió y lo que vieron sus ojos fue ese oriental tatuado con una moderna ropa holgada y monocromática.

—Vete. No está aquí .

«A mí no me van a ver la cara de estúpida» se dijo a sí mismo el castaño y con una falsa sonrisa entró.

—Oh, genial, lo esperaré hasta que regrese —afirmó sin titubear.

El oriental le devolvió la sonrisa.

—¿Que regrese contigo? Si es así espera sentado —siseó mordaz y el castaño apretó los dientes.

—Lo que pasó no tiene nada que ver contigo.

—Claro que no, yo no lo haría sufrir de ese modo.

Veneno tras veneno, su aura malévola hacia Frank parecía enroscarse sobre sí mismo, pero ese castaño no dudaría en mostrar sus filsoso colmillos.

—Porque solo eres su amigo —enfatizó ese hecho—, para tener peleas amorosas debe haber amor de por medio, genio —rebatió y la electricidad entre ambos parecía cortar el oxígeno a su alrededor.

—Vaya forma de amar —soltó hiriente y Frank lo enfrentó.

—¡Di directamente la mierda que quieres decir! Deja de dar rodeos.

—¡Fue tu puta culpa! —estalló el mayor por primera vez— Sabías de sus miedos y lo difícil que era para él confiar, a pesar de eso hiciste algo tan estúpido.

—¡Era algo normal! Muchas parejas se hacen sorpresas. Quería que sintiera que éramos una pareja como las demás y dejara de menospreciarse.

—¡Pues lo hiciste mal! No puedes invitar a una clase de buceo a alguien con talasofobia. No puedes regalarle una ouija a alguien extremadamente religioso. Usa la puta lógica, a Matthew no se le pueden hacer sorpresas así, no con su estado actual, recién estaba empezando a siquiera aceptar que tú lo vieras, que lo notaras, imagina que... Carajo. Eres un imbécil y si no lo solucionas...

—Lo perderé... —pensó en alto con verdadero horror.

—Te lo quitaré —habló Tao sobre él.

La inmensa y densa energía negativa que se esparció por el lugar le heló la sangre al oriental, quería hacerlo enojar un poco, jamás espero que fueE tanto.

—¿Qué dices? —habló varios decibeles más bajos que su voz usual.

Tao estaba extasiado por semejante reacción.

—Lo que oíste —sonrió con suficiencia—. Quiero ver qué tan hermosa es tu cara de desesperación llena de lágrimas, porque ya me cansé de ver la suya así.

Frank sonrió sin alegría alguna.

—Tú no podrías hacerlo feliz, porque para hacer feliz a ese chico hace falta mucho amor propio y una jodida fuerza de voluntad, cosas que no tienes.

Tao elevó un poco sus cejas.

¿Qué tan profundo percibía Frank a los demás? ¿Cuan acertado era su instinto e intuición? Vaya que lo había sorprendido con ello.

Las veces que lo vio estaban divirtiéndose y hablando superficialmente, esto era inédito.

—No me provoques —contestó Tao un poco desconcertado por el instinto flamante en las pupilas de Frank, parecía la mirada calculadora y letal de un animal.

—Tú tampoco —contestó el castaño.

Sus miradas no titubearon ni un segundo.

—Que me guste hacer feliz a la gente a mi alrededor, no significa que no tenga la capacidad de destrozarlos —admitió contundente—. Mi nivel de empatía me permite ver muchas cosas cuando observo los ojos de los demás, no me obligues a decirte cosas tan dañinas que me harán sentir culpable más tarde. No es la clase de persona que quiero ser.

Ahí Tao vio la abismal diferencia entre ambos. La abrumadora y deslumbrante confianza que desbordaba ese castaño, al punto de atraer al resto a su presencia. Ese control innato de quién y cómo quería ser y no desviarse de sus metas, porque él así lo decidía.

«Interesante... Hoy entendí un poco lo que Matthew ve en él» se dijo a sí mismo Tao.

Pensó que solo era su físico y carisma, pero vio ese "algo" más, una chispa que parece arder en su corazón lleno de vida que se extiende por todo su ser; mientras personas como Matthew y Tao evadían cualquier tipo de calor en un lugar profundo y seguro dentro de sus corazones, por miedo a arder hasta desaparecer entre sus flamas.

Pero Frank ardía incluso sin percatarse de ello.

Era la personificación de lo indomable.

Así mismo salió del departamento, no sin antes decir "dile que vuelva a su casa, tenemos que hablar".

Tao se apoyó en la pared a su derecha y suspiró, seguido habló, todavía mirando al frente:

—Ya oíste —decretó y el rubio, que se encontraba en la cocina, apretó los labios.

Tenía tanto miedo de enfrentar a Frank y descubrir que todo se había acabado por su pésima reacción y falta de confianza, que no quería regresar.

Pero tendría que hacerlo y sin más opciones emprendió su camino hacia su pesadilla encarnada. El final de la relación que jamás mereció tener con ese chico tan increíble. Eso se decía a sí mismo durante todo el trayecto.

Cruzó el umbral de la puerta como si fuese la entrada del mismísimo infierno, solo ue en vez de arder en llamas, un viento frío se instaló en su columna vertebral.

—Pensé que tendría que buscarte con la policía —bromeó sin gracia el castaño.

Matthew con toda su fuerza de voluntad logró pasar saliva por su garganta y cerrar la puerta a sus espaldas.

Siguió a Frank hacia la habitación y el espacio parecía reducirse a su alrededor, jamás vio ese lugar tan pequeño como en ese preciso instante.

Frank suspiró cansado y Matthew se alteró, debía arreglarlo, hacer algo, trasmitirle lo que sentía, salvar la relación que tanto atesoraba. Pero no sabía cómo iniciar esa conversación.

—Bien, Matthew, el problema principal, el más grande que tenemos, es que yo digo las cosas mal y tú ni siquiera las dices —afirmó como si hubiera descubierto un nuevo color.

Matthew mordió sus labios.

Quería decirle que lo sentía.

—Es una mierda —maldijo en alto al darse cuenta que las palabras no salía de sus labios aunque se quisiera obligar a ello.

Frank frunció sus cejas y lo miró mal.

—¿Tienes una idea de  cuántas horas te he buscado? ¿El tiempo que estuve de pie mirando la puerta esperando que entraras? Moría de nervios, caminando de un lado a otro, el tiempo pasó tortuosamente lento.

«¿Acaso tú sabes el tiempo que te he amado en silencio? Olvidé mi propia voz al obligarme a callarla tanto tiempo ¿La cantidad de cosas que me dije a mí mismo para evitar colapsar estos años? Es difícil decodificar un cerebro que adoptó conductas autodestructivas para sobrevivir a un amor no correspondido»

—¿Eso es todo lo que tienes para decir? —inquirió Frank rogando por la honestidad de Matthew, aunque fuese una mínima señal de que también quería solucionar sus problemas.

Al no verlo siquiera moverse, con su cabeza gacha y sus hebras de cabello rubio hacia abajo, chasqueó la lengua. Le estaba doliendo pensar que era el único que moría por arreglarse y ser una pareja sana.

No podía pensar con claridad y no quería que esos malos pensamientos lo abrumaran, así que pensó enfriar su cabeza afuera.

Tomó el picaporte y quedó inmóvil al sentir a Matthew tomar su brazo.

—No hables —demandó Matthew, con el rostro hacia abajo.

—¿No ves que no hablar es lo que nos trajo aquí? —sentenció contundente y el rubio continuaba sin levantar su rostro—. En serio, tu puto orgullo va a ser más grande que lo nuestro.

Dijo aquello porque se encontraba dolido y enojado, soltándose bruscamente de su agarre, retomando su accionar al querer salir de la habitación, dirigirse a las escaleras e irse de la casa.

—Si me quieres, aunque no puedas decirlo, simplemente... di algo, lo que sea, Matthew, porque a veces tu silencio hiere más que tus insultos —articuló con su voz ligeramente quebrada.

Él lo estaba dando todo de sí por Matthew y parecía que para Matthew no era recíproco.

Y dolía.

Por un instante, sentir por primera vez lo que es el ser quien ama más en una relación , quien se desespera y sufre más, cala hasta los huesos.

Ese tipo de vulnerabilidad era nueva para Frank, un dolor intenso en el pecho que se cernía en su corazón y lo dejaba sin aliento.

Lo bueno de su personalidad salvaje, era que eso no lo acobardaría, por el contrario, le daba más coraje para seguir intentandolo. Porque atesoraba esos sentimientos, por intensos y dolorosos que fueran, todo era mejor que volver a no sentir nada real por nadie.

Matthew era la persona que lo hacía sentir, había sepultado su incapacidad de amar, lo superficial y efímero, todo gracias a los sentimientos que descubrió hacia ese rubio malhumorado.

—Por favor...

Esa frase de los labios de Matt desconcertó al castaño a tal punto que sus ojos se abrieron de par en par, todavía con sus cejas fruncidas.

—Solo déjame intentar... quiero arreglarlo —Su voz flaqueó y se formó un gran nudo en su garganta mientras hablaba, pero Frank solo oyó leves murmullos.

Se sentía tan mal consigo mismo, con la forma en la que hizo sentir a Frank y la situación desagradable que desató.

La inseguridad lo superaba, durante años creyó que su relación sería imposible y le era tan irreal que fuese correspondido; que las dudas y miedos lo desbordaban.

—No seguiré aquí así, no es bueno para ninguno —continuó Frank, decidido a salir a tomar aire antes de decir algo estando enojado.

El rostro de Matthew tomó el color de una inmaculada hoja de papel, incluso su palidez habitual parecían colores vívidos a comparación de la falta de vida en su tez en ese instante.

—E-Esta bien —dijo con cierta desesperación y cinismo—. Déjalo. Después de ser tan detestable, es mejor que no continuemos con esta relación.

—¿Eh?

Se giró por completo, impactado por la resolución que acababa de oír.

—Que esta bien si quieres dejarme. Es mi culpa después de todo, es una mierda, lo arruiné.

Frank quiso protestar, pero las manos empuñadas de Matt, sus hombros contraídos y la desgarradora expresión de pánico en su rostro no le dieron tiempo a reaccionar.

Matthew estaba desbordándose.

—Guardé todo tan adentro que me intoxiqué y llené de pensamientos negativos con lo que respecta a ti, a tus reacciones a mis sentimientos. —Llevó una mano a su frente y la dejó allí. Era evidente su crisis interna— No deberías soportar el desastre que yo mismo hice conmigo.

Levantó finalmente sus ojos hasta los de Frank, pero era como si no estuviese viéndolo, otra vez estaba dejándose llevar por su pesimista mente y creyó ver el abrupto final que tanto temía desde un inicio.

—¿Una pelea y ya quieres terminar? Así no funcionan las parejas. Peleamos, sí, y no es agradable, o sea, todavía quiero patearte el trasero por lo que dijiste, pero... aunque este enojado o seas un cabrón, yo te amo, Matthew.

—¿Qué? ¿No es por eso que viniste?

No daba crédito a lo que estaba oyendo.

—¿Tan condicional crees que es mi cariño hacia ti? ¿Que mi amor resiste extremadamente poco? Hombre, me juzgas horrible eh, en serio tengo grandes dudas de cómo diablos me ves a mí en tu mente. Porque a veces parece un pensamiento muy optimista y cariñoso y al siguiente parece que soy la peor escoria que es capaz de jugar con tus sentimientos y hacerte mierda. Decídete, ¿Qué Frank ves cuando me ves? ¿Una basura capaz de jugar contigo?

Matthew sin decir palabras negó con la cabeza, negándose a verlo a los ojos.

—Tú, sabes, no te he escuchado decirlo claramente ¿Me amas?

Esa pregunta desató un cosquilleo en su vientre y nuca, tomándolo desprevenido.

—Habla conmigo ¿Qué ocurre contigo?

«Estoy aterrado. Siento tanta inseguridad e inferioridad que pienso que cualquier mañana vas a levantarte y arrepentirte» pensó y sus ojos se llenaron de lágrimas, mismas que orgullosamente no dejaría salir y apretó aún más sus manos.

Frank esperaba una respuesta honesta y a Matthew le costaba serlo, después de haber ocultado tanto tiempo sus emociones, tuvo que tomar muchísimo valor para decir lo siguiente.

—Tengo miedo... —admitió en voz baja— No, de hecho, estoy petrificado por el pánico.

—¿Por qué?

—No... No lo sé. Supongo que por lo nuestro. Me aterra que las cosas felices duran poco tiempo. Que por alguna razón te canses de mí, somos tan diferentes que...

—Siempre lo hemos sido. Siempre lo seremos. Eso nunca cambió que te quería en mi vida.

—Como amigo.

—Y ahora como novio. En un futuro como mi unión convivencial ¿Así se dice cuando las parejas pasan a vivir juntos, no? Ajá. Y años después el paso que sigue sería rogarte que aceptes ser mi esposo, una vez te canses de oírme suplicar y aceptes, podré llamarte mi familia legalmente. Claro que las relaciones cambian, pero en cada cambio quiero que permanezcas en mi vida. Cambiar juntos, no significa que sea para mal, porque yo sé que lo nuestro puede crecer y volverse cada vez más sólido, más fuerte e irrompible. Pero no puedo hacerlo solo... No sin ti.

Matthew a esas alturas no podía reprimir el mar de lágrimas que le daban un brillo particular a sus mejillas.

Del mismo modo, Frank no logró detener a su propio cuerpo cuando con ambas manos secó su rostro.

—Oye, de alguna forma entiendo que te es difícil y... te ayudaré en todo para que te sientas seguro con esta relación. Pero si no puedo hacerlo creo que podríamos, no lo sé, ir a esas terapias de parejas o algo.

—¿Qué carajo?

Tomó algo de distancia y sujetó su propio brazo.

—No es una mala idea, yo iría contigo y podría estar ahí de chismoso contándole todo lo que hacemos y así.

—Esas cosas se pagan, genio.

—Y ahí murió mi iniciativa de ir a terapia.

—No me gustan esas cosas, no puedo hablar con extraños así, pienso que son solo gente que quiere mi puto dinero y saben que nada se va a solucionar realmente, pero si eso quieres... Iría. Lo pagaría también. Si eso quieres esta bien, es decir... Diablos, es tan difícil hablar...

—Nah, no te fuerces, ir a esos lugares contra tu voluntad tampoco es bueno. De a poco vas a vencer esas inseguridades, yo prometo darlo todo para que estemos bien y superarlo junt...

—Tú no eras así —lo interrumpió a secas.

—¿Así cómo?

—Tan paciente y esforzado. Todo lo complicado te da flojera.

Frank rio dulcemente y se posicionó un poco a su costado, para así poder ver su rostro aunque inclinara la cabeza de vez en cuando.

—¿Es malo como soy contigo?

—No, pero es raro. Me desconcierta. Me deja intranquilo porque parece irreal. Nunca diste ni un poco de tu parte en las relaciones que tuviste, era como si la diversión y el vivir el momento fuese lo único relevante en tu mente y ahora estás tan...

—Oh, ya veo —rio y respiró hondo—. Solía pensar que las relaciones donde se eran tan dedicados no tenían sentido, es decir, éramos jóvenes y era satisfactorio experimentar mientras se pudiera. De todos modos ¿Qué caso tenía hacer tanto, por o para qué? Después de un tiempo se acaba y ya, sería esforzarse por algo que ni siquiera va a durar.

—Oh bien, otra piedrita a mi montaña de pensamientos negativos —maldijo en voz baja y Frank le dió un leve golpe en la nuca con su mano abierta.

—Que te calles, estoy en medio de una reflexión —dijo con voz de sabio y el rubio rodó sus ojos—. Cómo decía, eso solía pensar, pero ahora... —dijo mirando sus manos y seguido el celeste en los orbes de Matthew— No puedo siquiera pensar en acabar con esto. —Señaló a ambos con su dedo índice, uno después del otro—. Eres algo que quiero atesorar... Siempre. Me niego a perderte y pensar que pude haberlo hecho mejor, que pude impedir ese horrible dolor si daba todo de mí... Por eso no haré nada de lo que me arrepienta y, a su vez, lo haré todo para después no arrepentirme.

Matthew miró por la ventana con cierta preocupación y Frank se vio curioso.

—¿Qué haces?

—Solo quería ser el primero en ver cuando se desate la plaga de ranas o langostas —contestó con inexistente preocupación real—, porque si realmente tú has madurado, significa que el fin del mundo está cerca.

—¡Oye! Ahora eres tú el idiota inmaduro —se quejó y notó que Matt hizo eso para desviar la atención y relajarse un poco—. Matt, es difícil, pero creo que lo estamos haciendo bien, estamos...

Éste lo miró escéptico y casi socarrón cuando dijo aquello.

—Define "haciendo bien".

«a»

—Bueno, casi. Debemos trabajar en ser más honestos y comunicativos, así no tenemos malos entendidos ¿Te imaginas si hubiese salido por esa puerta hace un momento? Hubiésemos permanecido enojados y heridos. Fue un gran avance que me detuvieras así...

—¿Más comunicativo? ¿Y si lo que tengo para decir es una mierda? ¿O te hace odiarme?

El castaño negó pacientemente.

—No te odiaré por ser honesto.

Matthew recordó de repente un momento exacto en su vida dónde eso ocurrió, siendo un niño pequeño e inocente, paralizándose.

—Eso es...

Frank no entendía.

—Si no me lo dices, no puedo adivinar. Hazlo conmigo.

Apretó los labios y no podía emitir sonidos.

Frank se levantó y caminó hacia la puerta, deteniéndose el corazón de Matthew.

Se giró como si acabara de recordar algo, sonriendo con esa alegría que iluminaba el lugar.

—Iré a preparar un poco de café, ya regreso.

Matt asintió como si no le importara, pero su postura y mirada retraída le hizo notar a Frank su estado de alerta al máximo, como un animal aterrado.

Regresó y tomaron un poco de café en silencio.

—Yo solo quiero escucharte. Inténtalo de a poco ¿Puede ser?

Silencio.

—Bien.

—A ver, yo haré preguntas y tú contesta: ¿Confías en mí?

—Lo hago.

—¿Como pareja?

—Sí... No tanto... No. Ni un poco.

—Auch —respiró hondo y sonrió resignado—. Bueno, yo construí esa pésima reputación sin importarme las consecuencias y este es el resultado, soy poco fiable. Será un largo camino para poder probarte que voy en serio, pero verás que puedes confiar en mí completamente.

—Ahora yo —interrumpió Matthew con una enorme duda en su garganta—: ¿Por qué mierda no estás tan persistente como antes? Es decir, ya sabes, eso del contacto físico y esas mierdas.

—¿Sexo?

—Sinónimos.

—Verás... —rascó su nuca y seguido lo miró fijamente— No insistí por varias razones, una es porque me hice un enorme moretón en el trasero cuando me choqué contra la excavadora y obviamente lo notarías, preguntarías y no tendría más opciones que admitirlo todo, porque al verme lastimado no ibas a aceptar cualquier excusa barata. Te diría de las horas extras y terminarías queriendo pagar lo que faltaba para el hotel ¡Pero no quería eso! Siempre eres quien más aporta, a veces eres el único que paga las salidas o bebidas y yo quería hacerlo por ti... Quería consentirte una vez...

Aunque lo enterneció aquello, Matthew parecía indignado por algo todavía.

—Ni siquiera me abrazas cuando vienes a casa.

Frank elevó una ceja, apoyando una mano en su costado y el peso de su cuerpo sobre una pierna.

—Esa es la otra razón: porque estabas actuando raro, más distante y odioso que de costumbre, pensé que me había excedido al hacerlo tres veces en un día o que te estaba exigiendo mucho en poco tiempo. Quizá te estaba asfixiando y te cansarías de mi ritmo, así que te di tu espacio... No quería presionarte. Pero tú te niegas a hablar de lo que sientes. No me dices nada y yo con dotes de adivino no nací, sino hace tiempo tendría un puestito callejero donde tiraría las cartas y esa mierda astronómica.

—Astrológica.

—Sinónimos —le imitó su tono, restándole importancia a que ni siquiera eran sinónimos.

Matthew rodó los ojos.

Frank llevó una mano a su rostro e hizo que lo mirara fijamente.

—Aunque yo soy el que se asombró por estos sentimientos y es nuevo en todo esto —admitió—, eres tú quien no puede asimilarlo.

El rubio pestañeó dos veces y se liberó de su agarre, sin entender del todo lo que quiso decir.

—Ya supéralo —continuó Frank—, estamos juntos. Intenta verlo como es. Veme como tu pareja. Yo lo hago. Es raro porque a veces sonrío simplemente viéndote y pensando "soy novio de mi amigo"... Pero me gusta esa sensación. Me gusta esto. Me gustas... Puedo acostumbrarme al cambio porque de verdad me vuelves loco. Eres tú el que no puede vernos como pareja.

Ante tal afirmación Matthew repentinamente lo empujó hacia la cama, se sentó sobre él y robó un beso de sus labios.

Frank no alcanzó a cerrar sus ojos del asombro.

Sin piedad alguna se dirigió hacia su cuello y comenzó a mover sus caderas, descuartizando la nula fuerza de voluntad de su novio.

—Hagámoslo —susurró en su oído.

—¿E-Eh? ¿A qué viene esto? ¿Tu forma de recompensarme por arruinar la sorpresa? —bromeó Frank a modo juguetón y el rubio devoró sus labios.

—Es mi forma de estar tranquilo, recordarme que eres mío.

Cada vello en Frank se erizó y su entrepierna palpitó.

La ropa sobraba y se deshicieron rápidamente de ella, lo que no sobraban eran las palabras, las cuales Frank no pensaba callar:

—Grabaré mis caricias en cada parte de ti, hasta que no quede un mínimo espacio de duda en tu cuerpo de que me perteneces y, más importante aún, que te pertenezco.

Matthew quedó en completo silencio. Una mezcla entre confusión, deseo y esperanza.

Un jadeo escapó de sus labios cuando esas grandes manos presionaron su cintura.

De dentro de la mesita de noche tomó el lubricante de manera automática y embarrunó sus propios dedos con este, llevándolos hacia su parte baja sin meditar lo erótico que esto se le haría a Frank.

Estaba viendo en primera persona cómo su novio se dilataba estando con sus piernas abiertas sentado sobre su regazo, era una vista increíble y afirmó sus dos manos a cada lado del trasero del rubio, abriéndolo bruscamente.

Dicha acción desató un pequeño gemido con rastros de enojo en su tonalidad, prácticamente mostrándole los dientes en una mueca orgullosa.

—No me provoques —advirtió.

—Esa es la idea —siseó el castaño, deslizanso su lengua por ese pálido pecho, deteniéndose en su pezón derecho dónde arremetió sin contemplaciones, haciendo que Matthew llevara su mano libre a su castaño cabello y jalara con fuerza de él.

—¡Diablos! —gritó al introducir un tercer dedo y no poder controlar cómo el resto de su cuerpo era ultrajado por un insaciable Frank.

—De a poco y lentamente haré que tu mente lo entienda —advirtió tomándolo por la muñeca y apartando sus dedos de ese enrojecido y húmedo lugar—, no obstante, con tu cuerpo puedo hacerlo rápido y duro ¿No es así? ¿Acaso no lo quieres? —siseó autoritario, deslizando su glande repleto de presemen por ese ya dilatado orificio, de arriba hacia abajo, frotándose de una manera tortuosa, llenando a Matthew de ansias por ser tomado de una vez, que dejara de tentar así su excitado cuerpo.

—Puede ser, pero tú también lo deseas —siseó malicioso, llevando su mano hacia abajo tomó ese duro miembro, alineandolo—. No creas que te dejaré hacerlo todo, pondré de mi parte también —aseguró y su cadera descendió, penetrándose hasta el punto más profundo en su vientre, conteniendo un fuerte jadeo al morder sus labios.

Las ligeras embestidas fueron gradualmente aumentando de velocidad y el impacto de sus pieles a juego con sus gemidos se volvieron una satisfactoria sinfonía que los excitaba aún más.

—Quiero que estés seguro conmigo, sin la necesidad de recordártelo —habló Frank con su voz ronca—, que simplemente lo sepas. Que des por hecho que no besaré a nadie más —deslizó su lengua por el labio de Matthew y lo succionó levemente—. Que no tocaré de este modo a nadie. —dijo invadiendo su interior con una profunda estocada— No amaré a nadie que no seas tú. No puedes dudarlo, no tú... porque eres el único que ha podido enamorarme.

Los brazos del rubio lo rodaron por su espalda y cuello, uniendo sus cuerpos en un abrazo cálido y necesitado por ambos.

No dijo palabras, pero sus corazones latían en sincronía, igual que sus sentimientos.

—Aunque te canses de mí —advirtió el rubio en un murmullo—, no permitiré que me dejes tan fácilmente. No después de decir cosas tan malditamente dulces y hacerme sentir especial, haré de tu vida un infierno si me botas como si nada.

Viniendo de Matthew, ese era un cumplido bastante prometedor.

—También te amo —contestó su novio besando su mejilla y retomando el vaivén de su cadera, notando cómo los dedos de las manos y los pies de Matt parecían entumecerse cada vez que iba demasiado hondo en su interior.

Esa posición le daba aún más acceso y el temblor del cuerpo del menor dejaba en evidencia lo difícil que le estaba siendo recibirlo por completo.

En dos simples movimientos Frank recostó a Matthew sobre la superficie de la cama sin salir de su interior y sonrió sobre sus labios antes de unirlos.

—Pero... —replicó el rubio, su plan era complacerlo esa noche, aunque no pensaba decírselo.

—Me gusta así, puedo verte mejor —aseguró al erguirse y llevar una de las piernas de Matthew sobre su hombro—. Además, tu desobediente cuerpo estaba comenzando a olvidar mi forma después de varios días sin hacerlo y creo que tendré que hacer que lo recuerde.

—Eso sonó... Cómo una... Amenaza —jadeó el rubio recuperando el aliento y la sensación de su canal expandiéndose por esa dura intromisión lo obligó a retener el aire en su pecho, soltándolo en un involuntario gemido cuando Frank retrocedió y embistió con fuerza— ¡Ah!

—Por supuesto que fue una amenaza —contestó autoritario, con una expresión altanera.

Sus cuerpos se movían con un ritmo constante en cada penetración a medida que sus manos recorrían al contrario, apretando, arañando y presionando con necesidad.

—Malditamente posesivo, no esta mal —lo desafió y le enseñó una sonrisa maliciosa—. Intenta atarme a ti con todas tus fuerzas, hasta que ya no pueda escapar de lo que siento por ti.

—Será un placer —contestó con una autoconfianza superior a la usual.

Matthew no quería dejarse aplastar por tal despliegue de carácter y le devolvió la mirada.

—Oye, Frank —susurró el rubio en la madrugada, después de haberse duchado y aseado, listos para dormir.

—¿Mmh? —contestó su novio un poco adormilado.

—¿Todavía quieres ir a ese viaje?

Todo rastro de sueño desapareció de repente.

—No lo sé, es decir, sí quiero, pero siento que ya perdió su propósito.

—Quiero ir —pidió el rubio con un tono suave, apoyando su frente en la espalda de Frank.

Esto lo tomó por sorpresa y entrelazó sus dedos, recibiendo el confortable abrazo que generó.

—Bien, esta bien —contestó con dulzura y Matthew besó su nuca, transmitiendole un poco cómo se sentía—. Ay, no te pongas traviesa —bromeó Frank y los blancos dientes de Matthew se clavaron allí—. Ah, auch, broma, por favor, prefiero besos —chilló hasta que la lengua de Matthew recorrió el sitio donde mordió anteriormente y dejó dos húmedos besos allí.

—Duérmete —demandó autoritario y Frank, todavía con sus dedos entrelazados, depositó un beso en el dorso de su mano.

—Gracias por seguir intentándolo a mi lado, Matthew. Sé que a veces parece que lo más sencillo sería rendirse...

—Y lo más doloroso —susurró contra su piel e intensificó el abrazo, pegando por completo su cuerpo contra el de Frank—. Gracias por... todo.

Frank sonrió sin pensarlo y cerró sus ojos, todavía con la mano de Matthew muy cerca de su rostro, reconfortándolo en esa agradable posición.

El día del tan afamado viaje llegó y con él nuestro pareja dispareja se encaminó hacia su destino.

Sentados cómodamente en el tren, con sus bolsos en las gavetas y admirando el paisaje a través de la ventanilla, ya estaban rumbo  hacia el lujoso hotel.

—Me recuerda a los viajes en familia al río, que buen clima —aseguraba emocionado y Matthew solo asentía.

No conocía lo que era viajar en familia, por lo menos no con una familia como la de Frank, pero se hacía una idea, recordando viajes que hicieron con sus amigos.

Y no obstante, lo prefería así, un grupo pequeño, ya que los parientes de Frank eran muy enérgicos y mientras más gente más ruidoso sería.

«No gracias» se dijo, un poco divertido.

—Ya quiero llegar y probar sus piscinas, están dentro del hotel, se veían preciosas en la página web y... —sus brillantes ojos vieron a través del cristal del tren y se emocionó como un niño—: ¡Mira, Matt! Adoro cómo se asoma el sol.

—A mí me gusta dormir, los únicos momentos donde veo el amanecer es cuando trasnocho y el sol me indica que me pasé de largo.

Frank estrechó los ojos y seguido sonrió.

—Te levantaste temprano por mí, eso es amor —canturreó y Matthew apartó la mirada.

El castaño recordó algo nuevamente.

—Hey, Matthew... entiendo que fuimos amigos mucho tiempo y por eso quizá los apodos románticos y cosas así te suenan estúpidos, pero ¿En serio no puedes decirme que me amas? Porque, no es que lo dude, pero me da cierto vacío cuando soy el único que lo dice.

—Pues deja de decirlo —contestó sarcástico y se arrepintió al instante, odiaría que Frank dejara de decirle sus sentimientos.

De repente recibió un golpe en su muslo y una mala mirada de su novio.

—Estoy bromeando, lo sabes.

—Es que no lo entiendo —le comunicó Frank.

—Las personas como tú no lo entenderían...

—Explicame entonces. Siempre que estudio dices que no soy imbécil y que solo necesito prestar atención, ahora te estoy dando mi absoluta atención. Así que si me explicas podré entender.

Matthew suspiró. No quería decirlo. Se negaba a soltar palabras humillantes. Pero, a esas alturas, se sentía cansado y hablar con Frank siempre lo alivió de alguna manera. Animándose finalmente a hablar con una honestidad penetrante:

—Las personas que crecimos viendo el amor extinguirse en nuestros hogares disfuncionales tenemos el jodido problema de no creer en el amor y, al mismo tiempo, anhelarlo desesperadamente. Querer ser merecedores de algo así... algo que es inestable, aterrador e idealizado según nuestros recuerdos de niños.

—¿No crees en lo nuestro? ¿No crees que pueda amarte? ¿No crees en lo mucho que te amo?

—Te creo, pero eso no quita el hecho de que mi mente desconfía de absolutamente todo. Intento creerte. Intento no oír mi lado negativo y destructivo... pero siempre fue mi mecanismo de defensa, al final, mis malos pensamientos casi siempre tienen la razón y me han mantenido a salvo emocionalmente hasta ahora... siento que si apago del todo esa alarma sería el doble de malo ser dañado: uno, porque me heririan. Y dos, yo en el fondo sabía que eso acabaría mal y decidí ignorar ese pensamiento.

—¿Cree que yo no pienso que esto puede acabar mal? ¿Que no me asusta amar tanto por primera vez?

—Claro que no, eso requiere pensar y a ti no te sale.

—Ya, insufrible, hablo en serio.

—Pero tu forma de ver el amor es sana.

—Me perdí —habló cómo si estuviera en una clase y Matthew lo miró mal.

—El amor nunca fue algo bueno en mi mente, solo recordaba gente diciendo que se amaba e hiriendose deliberadamente y haciéndome mierda también... mi corazón no podría resistir ser objeto de ese tipo de amor dañino, que es el único amor que conocí. Sin importar lo que mi padre intentara hacer para remediarlo, lo sucedido entre él y Gisselle fue como radiación entrando a mi organismo, no existe un antídoto, —«me rompió a nível molecular la imagen de una relación sana. La imágen de pareja. De familia»

—¿Sabes la cantidad de chicas que me dijeron que no sirvo como novio? Que aunque me fuese a casar seguían pensando que ella pronto se arrepentiría porque no soy el estereotipo de buen esposo. Que nadie soportaría estar con un ex mujeriego, inmaduro y enérgico sujeto como yo que era incapaz de hacerlas sentir amadas. Muchas dijeron que... —suspiró— Demasiadas cosas rudas. Hasta yo lo pensaba y no me importaba, pero ahora que quiero ser apto para ti, para nosotros, siento que me importa un carajo si nadie me cree o tiene fe en mí cómo novio, con que tú  y yo confiemos en lo nuestro me basta. La opinión de nadie más que la tuya... y tú no crees en mi.

—Frank, yo no quise...

—No puedo avanzar si me frenas —le interrumpió—. Déjame demostrarte que puedes confiar en mí. Jamás te he traicionado. Nunca te engañé, así que puedes pasar el resto de tu vida con esa alarma apagada, porque ya no la necesitas: yo cuidaré de ti

El castaño sonrió con sus ojos extremadamente húmedos, provocando que una tras otras las lágrimas resbalaran por su rostro y cayeran al acumularse en su marcada mandíbula.

Esa expresión casi rota movilizó sin pensar la mano del rubio a su barbilla, tocando con su dedo índice su labio inferior, paralizando a Frank en el proceso, quien no esperaba ningún tipo de movimiento por parte de Matthew.

—No me sonrías de ese modo nunca más —sentenció con el celeste en sus orbes oscurecidos y destellantes, una sensación dominante y crítica se extendió a su alrededor.

El castaño se inclinó hacia él, enfrentándolo a pocos centímetros, para instantáneamente aferrarse a su mano con sus largos dedos.

—Entonces no te rindas tan fácil con lo nuestro. Deja de deshecharme y pensar que mi amor no es real. Es tan real como lo son tus sentimientos. Duelen tanto que se vuelve algo físico, así que... —admitó con una mano aferrada a su pecho—. Por favor, no te rindas conmigo.

—Bien, cuidaré mejor de ti —aseguró ocultando el rubor en sus mejillas al depositar un suave beso en sus labios, subiendo la intensidad en pocos segundos.

—Ya quiero que lleguemos —admitió entre besos.

—¿Para probar las piscinas interiores?

—Yo pensaba en poner a prueba la resistencia de sus camas —susurró contra sus labios, erizando esa pálida piel.

Matthew sonrió de costado y mordió el labio inferior de Frank.

—Atrevido.

La entonación de su voz al salir de los labios juguetones del rubio emocionó al mayor y sonrió salvajemente, donde Matthew percibió ese aura indomable en él.

«Malditamente atractivo» pensó y volvió a besarlo, adueñándose de sus labios con un poco de brusquedad que no hizo más que invitar a Frank a dejarse hacer «Y mío»

Ya en el sofisticado hotel, Matthew se sorprendió viendo cada detalle, sabiendo que ese lugar no debía ser nada barato y lo mucho que Frank había trabajado para costearlo.

—¿Está mejor el moretón en tu trasero? La mitad de tu encanto radica en ese culo, no puedes darte el lujo de descuidarlo —bromeó y Frank articuló un "ja, ja" sin gracia.

—La razón por la que soy tan cotizado radica acá —señaló todo el frente de su cuerpo hasta abajo—, lo demás es parte de la oferta limitada —canturreaba y Matthew negó con la cabeza, queriendo no reír por su estupidez.

De repente Frank se alejó un poco y parecía el niño de la relación, asombrado por todo a su alrededor, regresando y mostrándole todo a su pareja con entusiasmo y resaltando que se veía mejor que en el folleto, haciendo sonreír sutilmente al rubio.

Después de dejar sus equipajes en la habitación correspondiente, sorpresivamente Matthew sugirió que fueran a comer, porque sino se sentiría débil el resto del día, Frank aceptó al instante.

Caminaron un poco por la zona, siendo guiados por la increíble capacidad de orientación de Frank y su familiaridad con lugares repletos de vegetación. El aire era bastante puro, agradable, pacífico.

Había mucha gente alrededor, pero la atención del rubio estaba sobre Frank, ignorando todo a su alrededor.

—Ten —le colocó un sombrero de paja que solían comprar los turistas para estar allí y evitar el sol.

Matthew simplemente lo aceptó, no le gustaba mucho el sol y gracias a sus gafas sentía más distancia con los extranjeros que le sonreían o lugareños que querían venderle recuerdos.

—Eres tan popular —añadió Frank y Matthew elevó una ceja.

—¿Bromeas? Ya van tres grupos de personas que te invitan a hacer algo: voley de playa, senderismo o esa porquería donde te deslizas por un cable metálico de un extremo al otro.

—Eso es porque me ven atlético.

El rubio lo observó de arriba abajo y sí, se sabía que era alguien con un excelente estado físico a simple vista, pero ese no era el motivo de su popularidad, sino su endemoniadamente hermosa sonrisa y carisma natural, todos sentían ascenso a hablar con él, pregúntale indicaciones o simplemente coquetear, donde los rechazaba, pero aún así era cuestión de tiempo a que otras personas se le acercaran.

—Ya se —afirmó el castaño y tomó la mano de Matthew, donde sus pies parecieron volverse de piedra y dejó de caminar—. Así sabrán que estoy en una cita y no tengo tiempo para jugar con ellos.

El corazón del rubio bombeó duramente y Frank elevó una ceja, volviéndose a él.

—¿Mucho sol? ¿Quieres regresar?

—Frank... En serio, no es necesario ir así.

—¿No te gusta?

Miró a ambos lados y varias miradas bajaron descaradamente a sus manos entrelazadas.

—No, no es eso, pero te mirarán diferente si vamos así.

—¿Y? Es su problema, no el nuestro. No me importa si me dicen gay o cosas así, siempre que tú y yo la pasamos bien nada más me importa ¿A ti te molesta?

Matthew suspiró, por un instante olvidó lo inconsciente y despreocupado que llegaba a ser Frank.

—En serio no entiendo cómo eres popular siendo tan poco superficial a veces.

—Porque soy sexy —dijo convencido y Matthew sonrió, recobrando su andar.

—El mundo es muy generoso eh, te quitó un par de neuronas, pero te hizo malditamente agradable.

—Olvidaste valiente y guapo —soltó cómico y Matthew finalmente rio.

—Como digas —susurró con calma y disfrutó de los coloridos pasajes junto a su pareja.

Regresaron al hotel y Matthew ya había agotado por completo su batería física.

—Ve a nadar, yo descansaré en esta reposera, sino voy a morir ahogado ahí mismo —aseguró y el castaño lo miró fijamente.

—¿Estás seguro? Podemos dormir una siesta en la habitación y...

—No, esta bien —«caraaaajo, mi siesta, mi amada siesta» maldijo internamente.

—Bien... Pero después iremos a dormir un poco.

Matthew suspiró aliviado una vez descansó sus piernas al sentarse y no sé sorprendió cuando Frank regresó de las regaderas y se unió a un juego de vóley  junto a otro grupo de inquilinos.

Era divertido para él ver que cada punto que anotaba su novio siempre volvía su mirada a él como diciendo "¿Viste eso? ¿Lo viste?" Con tanta alegría, esperando una mirada amable de su parte, la cual de vez en cuando se dignaba a darle.

Se sentía cómodo con la alegría desbordante de Frank. Saber que había hecho todo por traerlo a un lugar tan lujoso y por primera vez sintió que estaban haciendo cosas de parejas reales.

Uno de los trabajadores del lugar se interesó por ese antipático y atractivo rubio que reposaba junto a la piscina y le ofreció un trago junto a un masaje gratis.

Después de todo, nadie rechaza la cortesía de la casa.

—¿Puedo? —inquirió acercándose por detrás y Matthew se encogió de hombros.

—No me vendría mal —aceptó ambos y movió un poco su cuello, dado el dolor que le generaba su mala postura frente al ordenador.

Esparció loción en su palma y esas gruesas manos se deslizaron majestuosamente por el contorno de su hombro, omóplato y la línea de su columna.

—Ahh, mierda, es bueno —aseguró gustoso, sin darse cuenta de lo insinuante que había sonado su enunciado.

Al ver al hombre tocar los hombros de Matt y como su cara reflejaba cierto gusto al tocar zonas tensas, Frank apretó los dientes sin notarlo, un poco más y parecía que gruñiría.

Intentó seguir jugando y no prestarle atención, que no era nada de lo que se pudiese quejar lógicamente, pero le fue imposible. No hacía más que verlo de reojo, distraerse y enfadarse sin razón.

—¿Te duele aquí? ¿Sabes qué es? —preguntó sugerente el empleado y Matthew se encogió de hombros.

—Contractura, tumor, golpe, no me interesa, tú solo masaje... —antes de terminar la oración sintió el aliento tibio del contrario en su oreja.

—Son marcas de una fuerte mordida —susurró con cierto deseo y el rostro de Matt se sonrojó escasos segundos recordando cuándo, cómo y quién se las hizo, para luego componerse.

—Ya veo, es probable, mi novio es muy impredecible en la cama —señaló con la mirada a Frank y el hombre levantó una ceja.

—No puede ser tu novio, es demasiado hetero. —Sus dedos descendieron hasta el centro de su espalda y subieron, masajeando hábilmente, dándole placer a Matthew a través de liberar la tensión en sus músculos.

—Yo pensé lo mismo por años —rio bajo.

—Vamos, no uses excusas, nos podríamos divertir.

La mirada del rubio se endureció.

—No nos divertiríamos, porque erróneamente dedujiste que era pasivo por esa mordida, pero terminaría follandote —aseguró al jalar de la muñeca del hombre y hacerlo caer contra sí, enfrentando sus rostros—. Y te resultaría imposible trabajar bien luego de tu primera vez de pasivo, créeme.

Rió con sorna

—Únicamente dejo que me folle ese hombre de allí, ni volviendo a nacer podrías ocupar su lugar, así que piérdete.

Sus manos se distanciaron de esa masculina espalda repleta de lunares y pestañeó varias veces, viendo la indiscutible oscuridad en la sonrisa de ese rubio.

Por un momento hasta pensó en dejarse follar por semejante sujeto, después de todo, Matthew desprendía esa sensación de ser bastante bueno como activo... Y no era solo una sensación, era un hecho.

Pero el trabajador del hotel regresó a la realidad cuando Matthew se puso de pie, viéndolo con superioridad desde arriba.

—Oye, no te ruborices —siseó altanero y al pasar por su lado se inclinó solo un poco—. No pongas esa cara de querer ser follado, es un imán para los tipos hijos de puta como yo. Y no hablo de mí, no estoy disponible, pero estoy seguro que este hotel alberga a varios que querrán devorarte si pones una cara tan sumisa como esa en público —le advirtió y vio de reojo cómo Frank salía por el otro extremo de la piscina.

Se dirigía a una de las amplias duchas del lado izquierdo al fondo, por lo que con curiosidad lo siguió.

El hombre no supo cómo responder a aquello, pero seguía bastante enrojecido y agitado, llevando ambas manos a su rostro.

Mientras tanto el castaño se revolvía el cabello e iba de un lado a otro dentro del sitio, no sabía que tanto le afectarían los celos y lo insufribles que eran. Le pidió a Matt que confiara en él y no lo celase, para luego él sentir celos.

Pero eran diferentes, no sentía desconfianza del rubio, sino enojo hacia quien lo tocase. Posesividad. Quería ser el único que tocase de ese modo a Matthew, que nadie lo viera disfrutar como él lo hacía.

¿Cuál era la delgada línea entre celos sanos e insanos? ¿Cómo detectarla? ¿Qué debía hacer? ¿Decirle era lo correcto o debía tragarse esas nuevas emociones?

—¿Qué carajo haces? —bromeó Matthew al verlo todo confundido y casi dándose la cabeza contra la pared.

—E-Esto... Joder... Tomo una ducha.

—Para eso hay que encender el agua, genio.

—Es que ah... No importa —susurró, la mirada inquisitiva de Matt se clavó en él y explotó— ¡Lo siento! ¡Me molesta que te toquen! Ya, lo dije, lo siento de nuevo, sé que es tonto. Noe hagas caso —pidió abriendo el agua del grifo y dejándola correr sobre él, quería calmarse y pensar como alguien maduro y no un niño de preescolar.

Luego de explicarle lo sucedido, despertó en Matthew enormes ganas de besarlo, saber que no era el único sintiendo emociones intensas fue gratificante y tranquilizador.

Lo acorraló descaradamente contra la pared y besó su cuello, todavía con el agua abierta sobre ambos, enloqueciendo a Frank.

Bajó su mano a su entrepierna y no tardó en estimularlo, frotándose y presionando su miembro mientras se ponía más y más duro.

—Ah... Matthew, no es bueno que me provoques ahora.

—¿Ah sí? ¿Por qué? —preguntó altanero, olvidándose por un segundo sus propios nervios y consumido por esas fuertes sensaciones que le ocasionaba Frank.

—No creo poder controlar mi lado posesivo y estúpido hoy, quizá sea muy brusco o diga cosas que no debería... —Matthew cambió de lugares, quedando contra la pared y, para rematar al castaño, dándole la espalda.

Húmedos como estaban, esos simples short de agua no fueron un obstáculo difícil ya que en unos pocos movimientos ya se había despojado de ambos.

El castaño tomó por impulso la cadera de Matthew y sintió como empujó lujuriosamente su trasero contra él, apoyando una mano contra la pared lo vio sobre su hombro.

—Claro, porque eso a mí me molestaría mucho, ¿Eso crees?

Un jadeo se escapó de sus labios y humedeciendo sus dedos los llevó a su entrada, oyéndolo contener sus gemidos.

—E-Esta bien si eres tú —aclaró y cerró el agua.

—Ese infeliz se veía tan gustoso de tocar tu hermosa espalda, juraría que le gustabas —descendió besando esa superficie y subió con su lengua, rozando cada centímetro de su piel, haciendo que curvase su columna.

—¿Eso te molesta? —ironizó reteniendo sus gemidos— ¿Qué dirías... si supieras que quería follarme? —Los dedos de Frank se clavaron involuntariamente en la piel de Matthew y éste hizo una mueca de dolor.

Instantáneamente quiso meterse con Frank, exponer sus emociones y ver qué haría si continuaba encendiendo la llama de sus celos.

—Matthew... En serio, para. —Llevó ambos dedos a la entrada del rubio y comenzó a estimular esa zona, con su mirada afilada fija en esos maliciosos orbes que lo veían por el rabillo del ojo.

—Quiso que yo fuese el de abajo ah, auh... ¿Puedes creerlo? Es la primera vez que me quieren como pasivo —Mordió su propia mano cuando Frank aumentó violentamente la velocidad de sus dedos.

—Matt. —Ese nombre salió como una amenaza de su mandíbula presionada a más no poder.

Por alguna razón, ya sea orgullo o curiosidad, el rubio no quería detenerse y soltó una última frase cargada de altivez.

—F-Fue... Cielos, se imaginó haciéndomelo en cuanto vio las mordidas en mi espalda —jadeó y sonrió altanero— Tan descarado como para imaginarme debajo de él.

Frank ensalivó su otra mano y la frotó en su miembro, para alinearlo en la entrada semidilatada del rubio y ejercer presión.

—Aah diablos. E-Espera. Joder —Los dedos de sus pies se contrajeron al igual que sus músculos mientras la creciente erección de Frank se abría paso dentro de él.

—Solo yo —sentenció— puedo estar dentro de ti —finalizó tirando con fuerza de la cadera de su pareja y embistiendo.

—Para —ordenó Matthew con falsa autoridad, pero Frank se detuvo al instante.

Estuvo a punto de retroceder y retirarse, pero Matthew lo atrajo llevando su brazo hacia atrás, sujetando con ambas manos el trasero de Frank, evitando que se fuera o moviera.

—Dije "para", no "vete". Solo espera un poco, no tenemos lubricante, hombre, espera que me acostumbre un poco —exigió con el orgullo de un rey soberbio y la erección de Frank palpitó en su interior.

—Diablos, eres tan sexy cuando haces cosas así, en serio quiero moverme muy fuerte —confesó apoyando su frente en la espalda de Matt y besó allí—. Bien, esperaré, lo haré despacio, muy lento.

Susurraba con indecencia en su tono y su cadera cumplía con sus palabras, retrocediendo tan despacio que podía verse cómo la entrada enrojecida del rubio se estiraba y seguía sus movimientos hacia adentro y afuera.

—Ahh... Carajo, esta posición —maldijo elevando su cadera un poco, buscando más comodidad y menos presión en su parte baja.

Frank se hizo hacia atrás saliendo duramente de Matt, percatándose que ahogó un gemido con su mano, arrastrándolo con él hacia la parte de los vestuarios donde afortunadamente no había nadie y trabó la puerta con las bancas para asegurar su privacidad.

En una de esas mismas bancas situó a su novio y éste comprendió, acercándose y apoyando su rodilla en la superficie.

Sintió la mano de Frank en su cadera y cómo un tanto ansioso alineó su miembro otra vez hacia su cometido, esta vez entró con más facilidad y un jadeo salió de ambos, siendo el rubio el primero en notar que al mover las cosas de lugar terminaron frente a los espejos.

Tan embarazoso que todo su interior se contrajo, oyendo un gemido de Frank y cómo clavaba sus dedos en su piel.

—Diablos, Matt, no tan fuerte ¿Qué te...? —susurró con sus ojos presionados, abriendo uno a la vez, para descubrir el motivo del nerviosismo de su rubio:

Podía verse a sí mismo siendo follado por Frank, podía ver sus rostros, sus expresiones, absolutamente todo.

—Oh... Ya veo, esto es tan excitante —aseguró con su vaivén suave, entrando muy profundo y saliendo casi por completo.

Matthew apartó la mirada y Frank sonrió, por alguna razón le dieron ganas de molestarlo.

—Vamos, mírate, miranos —El odio en los ojos excesivamente claros de Matthew delataban su orgullo cuando los guio al frente— ¿Ves que hacemos una buena pareja? Puedo ver tus piernas temblar cuando voy muy profundo, tu boca jadear ¿No te gusta verme a mí tanto como a mí me gusta verte a ti?

—Eres un maldito arrogante, tú no te ves desastroso como yo, por supuesto que no te importa que te vea ahora mismo ya que... —No logró continuar porque una invasiva estocada lo estremeció y escuchó a Frank gemir de placer.

—Sí estoy hecho un desastre, no recuerdo haberme sentido tan bien, en serio, es tan increíble que no puedo controlar mis expresiones... Pero me emociona mucho, me encantas, tanto que quiero verlo todo.

Al vaivén aumentó repentinamente y Matthew se reafirmó inclinándose con una de sus manos en la banqueta, estaba algo abrumado por la intensidad de Frank, pero quería tenerlo todo de él, ser el dueño de esas nuevas experiencias y descubrirlas todas.

Por eso entendía lo que quiso decir Frank antes.

—No te importa que te vea porque eres un prostituto entrenado —aseguró algo enfadado por los gemidos que salían de su boca sin control y mordió su labio.

—A ti te encanta este prostituto, así que no me molesta serlo si es solo para ti —aseguró enterrando sus dientes en su nuca, sintiendo cómo su canal se contraía y su erección rebasaba, corriendose en el acto.

El placer que le generó aquello hizo que su miembro vibrara y salió de su interior, masturbándose unos segundos hasta venirse sobre esa palidez que iba a juego con su semen.

—Diablos, te amo tanto —admitió honesto y besó el hombro de su pareja, que subía y bajaba con cada rápida respiración.

Lo miró sobre su hombro y lo apacible de sus iris dejó a Frank sin aliento, no había necesidad que dijera nada, ahí estaba escrito en todo su rostro y cuerpo.

Sin poder detenerse besó sus labios y sonrió sobre ellos.

Luego de semejante encuentro en las duchas y tener que bañarse otra vez, regresaron a su habitación satisfechos y cansados.

—A veces estoy tan feliz que al despertar tengo miedo de que todo haya sido un sueño —pensó el rubio en alto.

—Imposible, no tienes tanta imaginación para soñar las estupideces que se me ocurren —aseguró y Matthew le restó importancia.

—Buen punto.

Ya sentado sobre la cama, llama la atención de Matthew la repentina timidez de Frank y lo acorrala lentamente.

—¿Qué es?

El castaño miró a ambos lados, evadiendo verlo.

—¿Qué cosa?

Era tan obvio.

—Dilo, te sacaré la información de todas formas, será mejor que cooperes —la mirada juguetona del castaño hizo al rubio rodar los ojos.

—Grrr, grúñeme.

Los dedos largos del rubio se situaron a cada lado de su cadera y su rostro quedó a escasos milímetros.

—Dimelo.

Frank apretó los párpados.

—Bien. Por favor, por favor, no te burles de esto porque es la primera vez que daré un regalo personal o algo romántico, por favor, se piadoso conmigo... —casi le rogó.

—Ya, apresurate que me dan ganas de fastidiarte si das tantas vueltas.

Le dio un collar, que iba a juego con otro exactamente igual, pero de diferente color, que tenía en su otra mano.

—M-Mira, este lobo blanco eres tú y el negro sería yo. Al despertar podrás tocar y ver el collar, estar tranquilo de que esto es real.

Cuando reaccionó ya había derribado al castaño y tomado su rostro y cadera con cierta violencia, ultrajando su cavidad bucal duramente con su lengua, presionando su cuerpo contra el suyo sobre el colchón.

—Mierda, me desesperas —admitió mordiendo y presionando al castaño, parecía esas demostraciones de amor violento que se desatan de vez en cuando en los felinos y Frank estaba más que fascinado por ello.

—¿Es algo bueno? —inquirió Frank gustoso.

—Demasiado —jadeó entre besos.

Del mismo modo que empezó, como un torbellino imparable, así acabó, enderezando su cuerpo y acomodando su cabello.

—Oh, no, no puedes tentarme y dejarme a medias.

—¿Eso crees? Mírame cómo si puedo —lo desafió malicioso.

—Hagámoslo.

—Ya bájale a tus hormonas ¿Tanto te pone esto? —señaló su delgado cuerpo de arriba abajo con su dedo índice de modo irónico.

—Demasiado —citó su frase, pero con una oscuridad voraz en sus pupilas y Matthew se sintió extrañamente feliz—. Es normal hacerlo mucho ya que estamos en vacaciones, hagámoslo hasta caer dormidos.

—¿Qué tanta energía crees que tengo, chimpancé? No voy a sobrevivir a ese ritmo.

Frank rio por su descaro.

—¿No es lo normal? Ni que fueras virgen.

Matthew reaccionó con cierta indignación.

—¿Y quién crees que tiene la puta culpa de eso?

Eso dejó a Frank recalculando y a Matt con ganas de ahorcarse en el vestíbulo.

—No me digas... ¿Eras virgen?

—Cállate.

Tomó su móvil y procedió a ignorarlo.

—Oh vamos, te oí decir que sabías sobre el sexo con otros.

—No quiero hablar de cosas estúpidas.

Tenía tanta curiosidad que no podía estarse quieto.

—Yo... Bien... Bueno.

Silencio, hermoso y pacífico silencio por parte del rubio y ante la mirada de cachorro de Frank Matthew no sintió lástima alguna.

—¡Oh, Matthew! Quiero conocerte mejor que nadie. Quiero saber.

—Solo... —suspiró, rendido— Sí, lo hice con varios hombres, pero, ya sabes, nunca fui el pasivo, eso es todo.

Le saltó encima el muy animal.

—¡Mi lindo y primerizo pasivo!

—Te romperé esa morbosa cara a patadas.

—Lo que desee mi rubio inocente —comenzó a pelea y Matthew lo tomó con fuerza del cabello en su nuca.

—¿Lo que desee? Mis deseos podrían hacerte llorar debajo de mí, no te recomiendo tentarme —advirtió y el instinto de Frank le advirtió que era un terreno peligroso.

¿Se atrevió a llamar inocente a ese demonio de cabello dorado? Vaya broma.

—Me rindo, tiempo fuera, stop —se rindió dejando su cuerpo blando y Matthew rio bajo, soltando su agarre.

—Eres tan... —«malditamente alegre»

Frank suspiró y esta vez era su novio quien sintió curiosidad.

—¿Por qué andas con tantas ganas de hacerlo?

—¿Cuando no?

—Cuando te haces el misterioso —reprochó enseñándole el dedo medio y Frank rodó los ojos.

—Esa de perdonar no te la sabes eh.

—Ya quedó en el pasado —dijo el rubio restándole importancia con la mano.

Frank rascó su nuca y los músculos de su brazo se marcaron.

—La verdad es que pasé mucho tiempo dándote tu espacio y creo que estoy algo desesperado por tenerte... No suena para nada genial —aseguró con una sonrisa nerviosa y miró a un lado—. También comenzaré las clases en cuanto regresemos del viaje y no podré hacerlo como es debido contigo.

La determinación del rubio vaciló y casi acepta, la verdad es que también extrañaba el sexo que solían tener, pero calló de repente por lo que preguntó Frank a continuación:

—Tengo una duda: ¿Te gusta el sexo oral?

El menor lo miró de arriba abajo con una ceja arqueada.

—No, a diferencia de la falsa creencia de que a todos los gays nos gusta chupar vergas: no, no es verdad, y no, no me apetece —dijo despectivamente.

—No entendiste lo que pregunté... Que yo te lo haga a ti ¿Te gustaría? —preguntó con cierta timidez.

—¿Eh? —quedó atónito— ¿Seguro eras heterosexual, Frank? ¿O te estás forzando a ser una zorra gay salvaje por mí? Si es así, ya para, me asustas —se quejó con cierta confusión.

—No —susurró rascando su nuca y luego acercándose a Matthew—. Es solo que no sé mucho sobre esto —señaló a ambos.

—Oh, ya veo... no lo sé, no creo que vaya a odiar una mamada, ya sabes, ¿Quién se negaría? —miró a un costado sin ánimo— Pero no lo necesito, con que estés conmigo es suficiente.

Orgullosamente apartó su mirada y Frank elevó el rostro del rubio tomando su barbilla.

—¿Qué sucede?

—Nada.

—Por favor.

Hubo un breve silencio.

—Y sí... —respiró hondo— ¿Y sí después descubres que no es lo tuyo? Te asustas o algo ¿Qué haré si eso sucede? —Los ojos de Frank se abrieron de par en par y se suavizaron con cierta alegría por la preocupación de Matthew.

No le gustaba que estuviese preocupado, pero sí el hecho de que le habló con honestidad sobre ello y cierta emoción al notar lo mucho que lo tenía en cuenta.

—Oye... —su rubio apartó la mano de Frank bruscamente y éste se detuvo.

Matthew apretó los labios, arrepentido por haber sido tosco y su reacción.

—Escúchame ¿Sí? —nuevamente acarició el rostro de su compañero, pero esta vez no fue apartado.

Muchos relacionaban a Frank con los lobos, no solo por su apellido y la obviedad que ello conlleva, sino por su actitud protectora, ojos inquisitivos y espíritu de manda.

Pero, el que realmente parecía un animal salvaje era Matthew, intimidado por el tacto gentil de otro ser, inquieto con temor a salir herido, evadiendo situaciones de peligro para su corazón y finalmente cediendo ante el gentil accionar de la persona que lo acariciaba.

Como si morir en manos de ese ser no fuese tan malo, ya que la calidez de su voz y su tacto calmaban un poco la desconfianza de este zorro acorralado.

—He tenido mucho sexo, pero solo con mujeres... con otro hombre me siento inexperto, y algo nervioso, bastante nervioso —soltó una leve risita, pero el rubio no rió para nada.

—¿Qué quieres? ¿Un premio? Aguarda y te traigo una medalla —masculló y Frank frunció el ceño.

—No. Como decía, me siento inexperto y por ello quizá te moleste con preguntas, dudas e incertidumbres que irán surgiendo... porque me interesas —Matthew se sorprendió—, porque quiero ser bueno para ti, aprender contigo y complacerte de muchas formas —deslizó su dedo desde su rostro, bajando por ese pálido cuello y recorriendo la extensión de su pecho.

—Ya detente, solo dices cosas embarazosas —refutó, con sus músculos tensos.

—Es verdad, pero sabes que no miento, menos a ti —susurró lo último—, tengo dudas sobre qué cosas hacer, no sobre estar contigo... es lo único que, aunque sea extraño, lo siento muy natural —sonrió ampliamente y eso derritió el corazón de Matt—. No dudes de mis sentimientos.

—Eres tan cursi —dijo sintiendo su rostro arder y esquivando su mirada.

—Pero me amas ¿No es así? —el rubio con sus brazos cruzados sobre su pecho tragó duro.

—Te dije que tengo pésimo gusto —comentó con desdén y Frank rió.

—Te amo, Matthew —esto dejo al pobre corazón de Matt acelerado.

Ni siquiera podía respirar con normalidad al oír semejante cosa salir tan francamente de la boca de su ex amigo.

—Y quiero hacerlo —lo miró fijamente y comenzó a descender, deteniéndose frente a su entrepierna—, quiero complacerte.

—Mierda —maldijo el menor y los expertos dedos de Frank recorrieron su abdomen, sacándole toda la ropa de la parte inferior del modo más natural y discreto posible.

—Tienes el mismo tamaño que yo ¿O es idea mía? —pensó en alto al ver esa erección completa entre sus dedos, tan pálido que las venas resaltaban y los rubios vellos en la base le dieron una sensación agradable al tacto.

—No lo creo —contestó y pensó en ello un momento—, quizá sí, es solo que mi percepción de la realidad está medio jodida porque soy yo quien recibe esto dentro —siseó con su voz rasposa al mismo tiempo que estiraba su pie y presionaba con los dedos de sus pies la entrepierna de Frank.

—Cielos... Ah, eres malditamente erótico, Matthew —admitió abriendo su boca y deslizando su lengua desde la base hasta la punta.

Ni él mismo creía lo que estaba haciendo, pero lo bueno de su pasado sexual, es que sabe exactamente los puntos de placer en su miembro y podía encontrar los de Matt sin problemas.

Hizo un leve círculo en la punta con su lengua y presionó, erizando la piel de Matt y sus muslos se contrajeron, presionado un poco el rostro de Frank y éste aprovechó eso para besar la parte interna de su muslo y volver a su cometido en su entrepierna.

—Cielos, me enferma que seas tan bueno en esto —maldijo en éxtasis, enredando sus dedos en el castaño cabello de su novio.

—Puedo parar si lo deseas —ironizó y la mano de Matthew bajó a sus labios, de repente lo abrió con cierta violencia, deleitándose con esa hilera de dientes y los colmillos característicos de los Wolff, viéndose el doble de salvaje.

—Frank Wolff no retrocede —advirtió Matthew y con su otra mano todavía en su cabello lo obligó a engullirlo, sorprendiendo a Frank, pero su competitividad no le permitió quedarse quieto y con su lengua jugó con ese tronco duro y húmedo en su cavidad.

El vaivén comenzó y el pie de Matt presionó de arriba abajo en la entrepierna endurecida de Frank.

—Mastúrbate para mí —demandó dejando salir su lado dominante sin querer, por un segundo se asustó por la posible reacción de Frank y volvió a respirar cuando su novio obedeció sin problemas, liberando su propio miembro y dándole la atención que requería.

—Entonces no dejes de mirar —contestó Frank igual de autoritario, clavando su irrefrenable mirada en Matt e introduciéndolo de nuevo dentro de su boca.

Ayudándose con una mano acarició su miembro y con la otra le masajeó suavemente los testículos del rubio, generando un placer instantáneo por sus expertos dedos.

—No puedo creer que... Ah, mierda, en serio eres un maldito profesional.

Frank sonrió al llegar hasta la punta y volvió a engullirlo majestuosamente, no le resultó difícil como pensó que sería, ya que lo único que llenaba su mente eran los gemidos y jadeos de su novio que se retorcía de placer.

Le gustaba incluso el aroma característico y dulce que tenía la piel y el cabello de Matthew por los productos que usaba al ducharse.

Era increíble lo mucho que lo ponía alguien que una vez vio como su amigo y ahora le resultaba imposible imaginarlo de ese modo.

Levantó la vista hacia él y el celeste en su iris parecía arder en llamas y apretó la mandíbula.

En ese instante Matthew portaba la arrogancia de un Dios, y sin la necesidad de serlo, tenía a Frank de rodillas.

La parte baja de su abdomen justo sobre su pubis se contrajo con pequeñas contracciones de placer, en señal de que estaba por llegar al orgasmo.

—Córrete, Frank... —susurró fuera de sí, estaba a punto de llegar y perdió un momento el control de sus palabras—, por favor, ah, hagámoslo —pidió con una necesidad evidente en el brillo de sus ojos celestes y el pecho de Frank se estremeció, aumentando el vaivén de su mano alrededor de su erección.

Frunció sus castañas cejas y no dejó que su respiración irregular se interpusiera en su labor, moviendo su lengua y labios alrededor de ese miembro tan duro que supo que también se correría.

Matthew jaló de su cabello, intentando que se apartara, pero Frank hizo caso omiso a sus demandas y continuó, viniéndose sobre el suelo de la habitación casi al mismo tiempo que Matthew estallaba en la parte interna de sus mejillas.

—¡Mierda, Frank! ¿Qué hiciste? —demandó una respuesta tomando su rostro con ambas manos, mientras sus torsos subían y bajaban todavía abrumados por sus intensos orgasmos—, aquí, ven, escupe —exigió extendiendo su palma.

Se veía tan hermoso y natural que casi se apiada de él y no lo regaña por lo que hizo.

Hasta que la nuez de Adán de Frank subió y bajó, ahí los finos vellos en los brazos de Matthew se erizaron.

—¡Lo tragaste! Joder, hombre, no tienes un puto límite —maldijo limpiando la comisura de su labio con una ropa que encontró a un lado de ambos— ¿Qué tienes para decir en tu defensa?

Frank pestañeó varias veces y ladeó un poco el rostro, enloqueciendo el cariño de Matthew que lo hacía ver todo lo que Frank hacía como algo sumamente lindo.

—¿Mis felicitaciones al chef? —bromeó encogido de hombros y Matthew casi lo ahorca.

«Pensé que tendría un sabor muy amargo o algo similar, pero no. Aunque no es particularmente rico, tampoco es lo peor que he probado. Mi puntuación al semen: tragable» pensó estúpidamente Frank como si estuviera puntuando la calidad de algún alimento gourmet.

—¡Es que-! No puedo creerlo, jamás me pasó algo así.

Frank sonrió ampliamente, denotando su posesividad sin miramientos.

—Eso es bueno, porque también es mi primera vez haciéndolo —siseó irguiéndose sobre sus rodillas, todavía en medio de las piernas de Matthew quien estaba sentado sobre la cama y besó su cuello dulcemente—. Todavía tenemos muchas primeras veces por delante, me encanta. Te ves muy avergonzado ahora —rio bajo al verlo apartar la mirada con sus mejillas enrojecidas.

—Eres tan malditamente sexual —jadeó recuperando el aliento—. ¿Acaso tienes un límite?

—De hecho, me contengo mucho —admitió y Matthew elevó sus cejas.

—¿Y qué es lo que harías ahora mismo que te estás conteniendo?

La mirada de Frank se oscureció y el aura irrefrenable a su alrededor inundó la habitación.

—Quiero vivir para tener más primeras veces contigo, si me sobrepaso vas a matarme.

—Sorpréndeme, por simple curiosidad, te doy permiso por hoy —soltó con una gota de sudor cayendo por su frente hasta caer en su pecho, la euforia del climax lo llevó a decir cosas sin pensar en las consecuencias.

—Tú también tienes que dejarte llevar más —soltó con su tono grave y excitado, abriendo la boca de Matthew con una de sus manos en su mandíbula e introduciendo dos de sus dedos allí— ¿Qué tal mi sabor? —preguntó y Matthew mordió ambos dedos en su cavidad, percibiendo esas pequeñas gotas espesas contra su lengua—. Eres endemoniadamente caliente, volveré a ponerme duro si me sigues viendo con esa mirada llena de odio, deseo y vergüenza.

Las manos de Matt lo jalaron por completo hacia él y tomando su nuca le robó un beso húmedo, obligándolo a sacar sus falanges de su interior, donde sus lenguas batallaron por tener el control de semejante beso.

Se separaron con sus respiraciones pesadas y acompasadas.

—Nos tendremos que duchar de nuevo, creo que jamás me bañé tantas veces al día —aseguró el mayor y Matthew lo miró con superioridad.

—Cachorro mugriento —siseó y se puso de pie, dejándolo atrás mientras iba deshaciéndose de su ropa de camino al baño.

De repente lo miró sobre su hombro.

—¿No vienes?

Frank sonrió mordiendo su labio inferior.

El resto de días lo pasaron con calma, divirtiéndose, nadando, tomando cerveza en el bar de playa bajo el edificio, una experiencia verdaderamente hermosa.

Llegado el último día lo pasaron más que nada hablando y siendo comunicativos entre ellos, estando en un lugar diferente al usual los hacía sentir como en una luna de miel.

—¿Cuántas veces rompiste y regresaste con Angie? Yo conté tres, pero aún así...

—Más de una quincena de veces —suspiró—. Hasta en su cumpleaños terminó conmigo y al otro día ya estaba disculpándose y diciendo que volvamos. También cuando me deprimí y la ignoré unas semanas me cortó, cuando terminé borracho en tu casa ya hacía dos semanas casi que no la veía. Era como su mala costumbre a cada pelea simplemente "romper" y al hablar de nuevo "regresar", al final sentí como si no tuviera importancia real eso de tomarnos un tiempo y era raro.

—Conmigo no será así. Cuando yo te diga "terminamos" —sentenció tajante, imaginando un escenario hipotético donde eso ocurriría y mostrando una fría mirada consecuente a ello— será el fin de lo nuestro, no habrá vuelta atrás. Debe ser algo realmente grave, pero el día que salga de mi boca un "esto se acabó" no regresaremos sin importar lo que...

No llegó a terminar la oración al percatarse que los ojos de Frank, todavía mirando a la nada, se llenaron de lágrimas y estás se derramaron sin que él siquiera tuviese tiempo a cambiar su expresión.

—¿Qué demonios? —Matthew estaba en blanco, no sabía qué hacer.

—No digas eso... —sollozó sin siquiera pensar lo que salía de su boca— Tan frío. —Llevó una mano al lugar de su corazón y presionó con fuerza— No digas algo tan horrible.

Matthew por instinto acunó el rostro de su chico entre sus manos y lo miró preocupado. Por otra parte, Frank sintió una completa devastación solo de imaginar que podría perder esas preciosas manos.

Se abalanzó sobre Matthew y lo abrazó muy fuerte.

—Dolió ¿Sabes? No seas tan cruel. Prométeme que no me dejarás. Dímelo. Ahora. Dilo. —Matthew ni siquiera podía salir de su asombro.

Era como si algo mágico hubiese sucedido en su propia cara. Los sentimientos de Frank eran muy intensos, más de lo que él mismo o su pareja comprendían hasta entonces.

—No te dejaré, ya, solo era hipotético... No quise decirlo de ese modo. Mi punto era otro, pero... ¿Tanto así me quieres? —Frank asintió como todo cachorro rebosante de honestidad—. Todo esta bien entonces.

El frenético y emocionado corazón de Matt se preguntaba cuánto tiempo más iba a resistir esos sobresaltos y ambos se recostaron sobre la cama.

—Oye... ¿Qué te gusta de mí? —inquirió el rubio, jugando con un mechón de cabello de Frank, que se encontraba plácidamente sobre el pecho de su amante.

—Pues, vaya ¿Por dónde empezar? Me gusta tu cabello, también cuando estás muy cansado y tus ojos se entrecierran, cuando miras a los demás con preocupación aunque no quieras. Que odies los insectos se me hace lindo —la atención a los pequeños detalles sorprendió a Matthew y se sintió muy querido—. Amo demasiado cuando se te escapan sonrisas sinceras. Cómo ordenas tu escritorio. Que te gusten tanto las hamburguesas. El color de tus ojos, como te avergüenzas y a la vez eres tan orgulloso, lo arisco y sensible que puedes llegar a ser... Es... Wow, en serio son demasiadas cosas más... ¿Y tú? ¿Qué amas de mí?

Frank se levantó sobre sus brazos para encontrarse con el rostro del rubio.

Matthew sonrió sinceramente antes de siquiera darle tiempo al pobre Frank de prepararse para semejante sonrisa.

—Todo.

—¿Cansado? Regresar a clases parece agotador —se burló Matthew sin piedad y Frank se desplomó sobre la cama—. Ni se te ocurra, ve a ducharte.

—Estoy cansado, quiero vacaciones de nuevo —replicaba como un niño— ¿Quién necesita estudiar? Podría ganar bien solo con esto y un caño —aseguró llevando una mano a su trasero.

—De hecho, un activo como tú no es tan rentable como piensas.

—Me esforzaré.

—Ducha.

Refunfuñando fue hacia el baño y tiempo después salió con una toalla alrededor de su cintura.

Se acercó por detrás a Matt y sopló en su hombro, asustándolo.

—Hey, ¿Y tu ropa?

—Después me la pondré —susurró llevando ambas manos a su hombros y masajeandolos, Matthew supo al instante lo que insinuaba.

—¿Cómo puedes estar cansado, pero tienes energía para el sexo?

—Mi don, mi maldición —ironizó cómico, encogiéndose de hombros.

—Dijiste que no podríamos hacerlo cuando tuvieras clases ¿no?

—¿Mmh? —fingió demencia— Yo dije que no podríamos hacerlo como es debido, es decir, antes lo hacíamos mínimo dos veces al día y ahora seguramente solo una.

—¡Me jodiste!

—Que grosero, yo prefiero decir que tuvimos sexo, pero bueno.

—No puedes engañarme así, no a mí, pedazito de escoria subnormal, te haré lamentarlo —Lo empujó por su pecho y terminó tirandolo sobre la cama.

Se subió sobre él y besó su cuello, desatando su lado más instintivo, seguido buscó algo en la caja debajo de la cama y regresó sobre el regalo de Frank, mismo que ya deslumbraba un mástil en alto debajo de la toalla.

—Yo me apiadé de ti y seguí tu maldito ritmo, haciéndolo hasta cuatro veces en un día mientras estabas en vacaciones, todo ingenuo creí que no podríamos tener sexo después por tus exámenes —susurraba entre besos, caricias y el movimiento constante de su pelvis, Frank no le daba importancia hasta que escuchó un mecanismo metálico hacer "click".

Miró su muñeca y estaba unida a la cama por una brillante esposa policial.

No era tan malo, le gustaban los juegos, pero sangre abandonó su rostro en el instante que Matthew regresó a su lugar en el ordenador.

—Ahora duérmete, estoy terminando un trabajo —demandó neutral y acomodó su cabello hacia atrás.

—¡Nooo! —maldecía y movía su mano tratando de safarse, imposible—. Esto es peor que golpearme, llamaré a la policía.

—Ajá, mejor si llamas al FBI, el viejo se reirá de esto el resto de su vida. Vaya forma de enterarse de lo nuestro.

Frank hizo una mueca de indignación bastante tierna para Matt y este le lanzó un irónico beso, el cual el castaño esquivó, despertando carcajadas en el rubio.

Eso asombró a Frank, había olvidado la última vez que lo oyó reír hasta el punto de sujetar su estómago.

Sacó su móvil y le tomó una fotografía, lo peor es que Frank reaccionó por reflejo e hizo una pose.

—¡Ya! ¿No te da vergüenza ser tan cruel? —indagó con falso enojo.

—Para nada, "cariño", saliste genial.

—¡Ahh, no puedo creer que uses un apodo romántico de modo sarcástico! ¡Quiero el divorcio! ¡Con mi abogado! —decía incoherencias hasta que finalmente el sueño le ganó, durmiéndose sin mucho esfuerzo.

Matthew lo miró sobre su hombro y sonrió sin pensar.

—No puedo creer que sea atractivo incluso estando esposado y dormido de ese modo.

Se puso de pie y acarició su rostro pacientemente. Recordó la cantidad innumerable de veces que vio ese mismo rostro durante años y, en vez de dolerle el pecho como antes, ahora esa presión era agradable. Le quitó las esposas y acarició esa zona, feliz de que no tuviera ninguna marca.

—Gracias por llevarme a ese viaje —susurró honestamente, confiado que no estaba consciente—, por no rendirte con lo nuestro, por amarme. Sé que es desgastante estar con alguien como yo que siempre tratas de entender y justificar, no permitiré que cargues con todo solo —dijo acariciando su cabello con una dulzura jamás mostrada en días normales—. Lamento ser un cobarde, es más fácil hablar cuando sé que no escuchas.

Besó su sien y a medida que se quitaba la ropa soltó muchas cosas que guardaba en su interior.

—Es tan fácil hacerte feliz, como a un cachorro... Y si eres como un perro entonces por favor seme fiel —rogó recostándose a su lado y apoyando la frente contra la suya— No me engañes y quédate solo conmigo, aunque no sea suficiente prometo esforzarme en hablar más, ser mi yo menos destructivo... Y tal vez, a pesar de todo, habrá miles mejores que yo, pero prometo ser el que más te ame, Frank.

Los brazos de Frank lo rodearon por la cintura y acercó su cuerpo al suyo, deteniendo el corazón del menor al pensar que se había despertado, se alejó un poco y miró sus ojos cerrados plácidamente, suspirando aliviado.

Ya calmado se acomodó en el hueco de su cuello y lo rodeó con su brazo izquierdo por la espalda, respirando hondo el exquisito aroma de su novio.

Frank sonrió y sus cuerpos parecían encajar a la perfección en ese cálido abrazo, intentando que no se notara lo acelerado que estaba su corazón después de oír aquello.

«El refrán de "cuidado con lo que deseas" aplica a la perfección en este caso, pensé que mi corazón se detendría y mis manos comenzaron a temblar» pensó el mayor, regulando su respiración.

Estaba tan feliz que le costaba volver a dormirse.

«No sé cómo resistí el no lanzarme sobre él y continué fingiendo estar dormido. Suena cobarde de mi parte, pero para Matthew es un avance hablarme de sus sentimientos, aunque crea que no lo escucho, y quiero que se sienta seguro haciéndolo hasta que esté listo para hablarme frente a frente»

De repente una realidad golpeó el cerebro de Frank.

«¿Cuántas veces me habrá dicho ese tipo de cosas jodidamente hermosas que tanto deseo escuchar mientras yo estaba durmiendo?»

Se revolvía en su interior un sinfín de ideas, donde todas le recalcaban  lo mucho que amaba a ese problemático, injusto y hermoso rubio.

«También seré quien más te ama, Matthew» pensó con todas sus fuerzas, deseando trasmitirle esos puros sentimientos a través de su abrazo.

Finalmente ambos cayeron dormidos, uno pensando en el otro, con sus corazones latiendo rítmicamente.

Sin importar lo que les deparará el futuro, planeaban afrontarlo juntos.


FIN.


Gracias por llegar hasta acá ♥️

Ustedes son la razón por la que amo escribir ¿Se preguntarán por qué?

Porque cuento con el bellísimo síndrome del impostor que se ha encargado de destrozarme la cabeza con respecto al arte y la escritura, siento que no soy lo suficientemente buena o merecedora de nada, ahí es donde entran sus bellos comentarios a darme un poco de luz y trato de creerles🖤

Para ustedes quizá sea algo simple, pero para mí son mis pilares♥️

Espero que les haya gustado este final y nos estamos leyendo pronto en mis demás proyectos 🖤

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