☪ 25 ☪
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''Historias del pasado''
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Narradora Pov
—Hemos llegado muy lejos, ¿no lo crees?
—Sí...
—¿Te gusta?
Akko asintió.
—Gracias por no pensar como los demás.
Johan sonrió.
—El amor a veces es tardío.
—¿Crees que cuando me enamore me correspondan?
—Seguro. ¿Quién no correspondería a mi bella hija? El que no lo haga, es un tonto.
La castaña ser rio ligeramente. «La guardiana no es tonta», pensó teniendo en cuenta de la sabiduría que poseía. Simplemente parecía estar dispersa de esos temas en específico.
—El pueblo —mencionó—, cada vez se vuelve más grande.
—Hemos ganado popularidad. —Él sonrió— Es bueno saber que escogí un buen lugar para comenzar una nueva vida. —Johan miró las constelaciones sintiendo una leve nostalgia— Y cada año más envejezco. —Akko lo observó de reojo— Como sabes, quiero que tengas un puesto de trabajo con el cual puedas mantenerte por tu propia cuenta. Recuerda que necesitaras personal para sostener lo que estoy creado para ti, ya que a tus hermanas no le interesan mi trabajo. Sin embargo, si algún día necesitan ayuda, no dudes en corresponderlas.
—¿Por qué lo haría? —cuestionó frunciendo ligeramente el ceño.
Ellas no habían sido muy amables. Johan la miró y sonrió sutilmente.
—Una persona en una situación desesperada agradecerá muchísimo cualquiera ayuda que se le otorgue. Te recomiendo también ayudar desde ahora a las personas del pueblo. Más adelante ellos te devolverán esa gratitud y estarás rodeada de buena gente, sin embargo, tienes que aprender a no dejarte manipular por sus palabras; no todas las personas son gentiles en este mundo. —Él colocó una de sus manos encima del hombro de su hija— No dejes que este mundo dañe tu bello corazón.
Los ojos rubíes hicieron conexión con los ojos verdes. Akko pensó en sus palabras y las meditó unos segundos.
—Padre.
—¿Sí, Akko?
—No te apartes de mi lado.
—No tengo las intenciones de abandonarte, Akko, pero la vida es impredecible y la muerte inesperada. Tienes que estar preparada para lo que ella te enseñe a lo largo del comienzo de tu vida. Eres joven, mi niña. Tienes diecinueve y me alegra que no estés interesada en alguien por el momento. Me gusta la concentración y el trabajo arduo que le has puesto al negocio familiar. —Johan rio sutilmente— Ojalá Lotte y Amanda hubieran salido con la misma actitud y mentalidad que posees. Eres una persona madura y fuerte, aunque debo decir que aun te falta aprender mucho más.
Akko hizo un sutil puchero.
—Estoy aprendiendo.
—Cosas ficticias —dijo—. He visto las portadas de los libros que lees. Tengo suerte de que tu madre me enseñara a leer.
La castaña no abrió sus labios para responder y, Johan, volteó a ver de nuevo el cielo llenó de estrellas. La vista era hermosa y encontrarse con su hija sentados en los escalones de la entrada de su hogar, lo hacía aún más hermoso. El ambiente era tranquilo y acogedor. Johan se sentía bastante bien después de pasar todo el día trabajando en la cultivación y recolección junto a Frank.
—Si fuera real —habló Akko, obteniendo la atención de su padre—. Si las cosas que leo fueran reales. ¿Qué pensarías de ellas? —consultó mirándolo con curiosidad.
Johan dibujó de nuevo una sonrisa en sus labios, para después mirar hacia arriba y cerrar sus parpados sintiendo la suave brisa mover su cabellera pelinegra. El señor poseía cierto conocimiento de lo que leía su hija, gracias a que antes él los leía para ella.
—Sería grandioso —susurró imaginando las posibilidades que tendrían—. No habría más guerras. Y viviríamos todos sin preocupaciones de fallecer por alguna enfermedad o herida de bala —agregó abriendo sus ojos—. Algunas cosas... están fuera de nuestro alcance, Akko.
—Esas guerras —dijo observando ahora a Johan con preocupación—. ¿Las has vivido?
—Sí. Lo único que trae una batalla de esa magnitud es destrucción. Lo que hacen es acabar con la vida de los inocentes que se encuentran en sus hogares esperando despertar el día siguiente. Lastimosamente muchos no tienen esa suerte; y no la tuvieron cuando eso empezó —acotó frunciendo levemente su ceño en señal de molestia.
—¿Puedo...? ¿Puedo saber?
—Tu abuelo... murió protegiendo tu abuela, a mí y a tu tía Bertha. Quedamos en las calles cuando nuestro hogar fue destruido, pero encontramos otro sitio en el cual vivir en pocos días. —Hizo una pequeña pausa para exhalar levemente— Una persona muy amable nos ofreció de su techo por cierto tiempo y le dio un trabajo a mi madre. Sin embargo, no estaba conforme con lo que ella hacía para mantenernos siempre con el estómago lleno; aunque mal suene. —Johan miró a la castaña que le prestaba sumamente atención— Conseguí un trabajo mejor y construí una casa sobre un terreno que también obtuve. Me tomó varios años y, lastimosamente tu abuela no pudo permanecer mucho tiempo. Una enfermedad conocida como "gripe" se la llevó antes de que pudiera disfrutar de la comodidad que le había preparado. —Suspiró— Sólo quedó tu tía Bertha conmigo y juntos salimos adelante. —Alzó la cabeza observando otra vez el cielo— Cuando conocí a tu madre en este pueblo, ella recién se estaba mudando. Era preciosa y juré que me había gustado a primera vista. —Él rio— ¿A quién no le gustó? —dijo con ironía—. Muchos le pusieron el ojo encima apenas había llegado y sabía de antemano que no tendría ninguna oportunidad, aunque me consideraba una persona valiosa y trabajadora.
—Entonces, ¿Por qué?
—Supongo que tanta belleza no podía ser obtenido por una persona como yo, pero grande fue mi impresión cuando ella se dirigió a mí, en mi tiempo de descanso, para preguntar por mi nombre. Ya te lo imaginaras. ¡Estaba sorprendido y conmovido! Sin embargo era algo extraño que sucediera. Quiero decir: anteriormente nadie se acercaba a ti a preguntar tu nombre por el simple hecho de conocerte y no pedirte algún favor.
—¿Qué pasó después?
—Fuimos conociéndonos. Ella me visitaba cuando me encontraba en mis horas laborales y conversábamos cuando terminaba. Todo comenzó de manera tranquila. Tuve paciencia e intenté descubrir si tenía alguna oportunidad con tan bella mujer, sin embargo, al verla hablar con otros hombres mis esperanzas disminuyeron. Ellos eran más atractivos y poseían más cosas. Me hacían sentir bastante inferior. Llegué a un punto donde deseé la felicidad de ella, y luego sucedió lo que menos me esperaba, pero lo que más imploraba en mis más profundos sueños.
Johan la volteó a ver y le sonrió ampliamente. Akko lo miró con extrañes esperando a que continuara.
—Se confesó —dijo y la castaña se sorprendió.
—¿No había pasado al revés? —consultó un poco desconcertada y él negó con la cabeza.
—Tu tía Bertha lo cuenta de esa forma para no avergonzarse de que tiene un hermano cobarde. Ella me dijo: "¿Eres tonto o qué? Debías decirlo primero". Yo le dije: "No podía". Ella suspiró con frustración en ese momento y me miró con molestia. "Eres un miedoso. Tuviste suerte esta vez, pero si no te tomas ciertos riesgos no avanzaras en la vida. Tienes que ser fuerte o la vida propia te comerá sin piedad", eran sus palabras y estaba consciente de eso, pero cuando se trataba de amor no podía sentirme de otra manera que no fuera vulnerable. El amor debilita a los más frágiles, pero también a los más fuertes.
—¿Qué te dijo mamá, exactamente?
Johan se rio ante de contestar.
—En ese momento, me encontraba recogiendo la cosecha mientras una nevisca caía sobre mi sombrero. Tenía la canasta llena de vegetales y frutos cuando ella llegó con un vestido y un abrigo. En ese instante al verla me pregunté: "¿Por qué no lleva pantalón? Debe tener algo de frio." En el segundo que di un paso hacia al frente, ella gritó: "¡Me gustas!" Y mi cuerpo se congeló. Estaba confundido e impactado. Creía que estaba soñando, y ella al ver que no movía ningún musculo de mi cuerpo, gritó otra vez: "¡Me gustas!". Sus labios se hallaban pintado de un tono rosado ligero y su cabello se encontraba suelto moviéndose con la brisa del invierno que se aproximaba. La canasta calló de mis manos y ella se acercó a mí con una mirada furiosa que pensé que me golpearía. —Rio avergonzado de ese recuerdo— "¿Acaso no estás escuchando?", fue lo que me dijo con sus mejillas ruborizadas; no sabía si era por el leve frio o era por lo que había dicho.
—¿No le contestaste?
—Estaba nervioso; ninguna palabra salió de mi boca. Me sentía feliz, temeroso, estúpido y emocionado. —Akko rio y apoyó sus manos en los escalones— Después de que entramos a mi hogar, encendí enseguida la chimenea, pero ella había abandonado el sitio cuando lo hice. Parecía que había tomado mi silencio como un rechazo. Pasaron los días y ella no me visitó ni una sola vez después de eso. Y tras recibir el regaño de mi hermana, me fui decidido a su casa, pero no la encontré. Le pregunté a su madre donde se encontraba y ella dijo que no lo sabía, pero que posiblemente no se había alejado mucho del pueblo; ella a veces se perdía, al igual que como tú lo haces. De inmediato, la empecé a buscar. Y ahí me imaginas gritando: —Johan colocó sus dos manos en la boca— "¡Kioko!". —Akko se rio teniendo esa imagen de él joven en su cabeza— Cuando la hallé estaba recolectando algunas flores amarillas con una expresión triste. Y, nuevamente grité su nombre, para después decir: "¡Me gustas!".
La castaña contuvo una gran carcajada.
—¡Ella me miró sorprendida! —exclamó alegre y riendo—. Se acercó a mí con las flores y me dijo: "No era necesario gritarlo", cuando ella lo había hecho primero. Sus mejillas blancas estaban totalmente sonrojadas y tenía una mirada avergonzada y molesta en su bello rostro. Ella dijo: "Te tardaste". Y yo sonreí como un niño tonto y encantado, diciéndole: "Lamento la demora". —Johan hizo una pausa pequeña— Esa fue la primera vez que sentí esperanza e ilusión después de tanto tiempo.
—Que declaración —murmuró con burla, y Johan colocó una mano en su cabeza.
—Cuando uno está enamorado, llega a hacer cosas bastante... locas —aseguró acariciándola.
Akko sonrió y asintió en concuerdo a esas palabras.
—No estoy enamorada, pero me gusta alguien —soltó con confianza. Su padre la miró con atención—. No creo que pueda tener la oportunidad de formalizar algo. Él vive... en su propio mundo y yo... en el mío —dijo con cierta tristeza—. Somos completamente diferentes y para nada compatibles. —Akko rio ligeramente— Hace poco demostró cierto afecto hacia mí, pero... tal vez este malinterpretando las cosas.
—¿Él lo sabe?
Akko negó con su cabeza.
—Intenté decírselo, pero ocurrió algo.
Johan analizó la situación de su hija.
—¿Eso es lo que vas a hacer cuando desapareces? ¿Verlo? —consultó con tranquilidad.
La castaña asintió un poco ruborizada.
—Las personas diferentes lleguen a atraerse. Tal vez no ahora. Quizás después.
—Algunos amores son correspondidos y otros no, es el ciclo de la vida —dijo.
«Esas palabras...». Akko las recordaba muy bien, aunque de esa forma exacta no las había dicho la guardiana.
—Es verdad, pero la mayoría le gusta intentarlo con intenciones de obtener eso que desean estando consciente de que también pueden llegar a perder; sin embargo son cegados por ese deseo y se olvidan de las complicaciones o los obstáculos.
«Lo que llegaría a perder sería demasiado grande», se dijo recogiendo sus piernas para abrazarlas. «Tengo un propósito», se recordó.
"¿Has perdido el rumbo, Atsuko Kagari?"
«No», aseguró. «Pero tú haces que lo pierda un poco.» Ella debía enfocarse.
—Es mejor tratar que arrepentirse luego por no intentarlo —aconsejó.
—¿Qué crees que haría mamá en este momento?
—Posiblemente un cuestionario —soltó causándole a Akko una pequeña risa—. Ella estaría emocionada de conocer aquella persona que ha capturado tu atención. El problema aquí, es que tienes a otras esperando que tus ojos se posen en ellos —dijo con cierta diversión.
Johan palmeó el hombro de Akko y se colocó de pies.
—E incluyendo Frank —acotó introduciendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.
El invierno estaba cerca y, Johan, tenía el deber de abastecer la comida necesaria para esos meses. Akko lo miró con sorpresa.
—Lo sabías... —susurró y su padre la alcanzó a escuchar.
Él giró a verla con una media sonrisa.
—Me enteré hoy. —Levantó sus hombros— Me pidió tu mano con un hermoso y largo discurso.
«¿Qué...?» Johan la miró desde arriba con cariño.
—Eres hermosa, mi niña. Igual que tu madre. Si esa persona no llega a corresponderte, habrá otros más de buen corazón que si lo harán. Simplemente... tienes que saber a quién escoger.
Akko tragó saliva nerviosamente.
—¿Qué hay de Lotte? A ella le gusta Frank.
Su padre la tranquiló con la mirada.
—Lo dijiste antes. Algunos amores son correspondidos y otros no. —Hizo una ligera pausa— Es normal que algunos no puedan darse por dificultades mayores, o por el simple hecho de que uno no esté interesado. Es normal que eso suceda, Akko.
«Sí... Normal», se contestó con cierto desánimo sintiendo su corazón palpitar con lentitud en su pecho. «¿Es normal para ti... que tal vez no me quieras, Diana?» Ella rio. «Probablemente sí.»
Akko escondió su cabeza entre sus piernas y cerró sus ojos dejando escapar una pequeña lagrima, sin percatarse de que una persona de cabello rubios... había escuchado absolutamente toda la conversación.
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Fin del Cap. 25 (Historias del pasado)
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