Capítulo 63: Estigma
Dados los últimos acontecimientos, la demanda realizada por Jimin con anterioridad por fin podría ser llevada a juicio.
En los días posteriores, Taehyung recibió por correspondencia la notificación oficial de la suspensión de su licencia como abogado por incumplimiento ante su código de ética. La maldita había cumplido su promesa: lo había delatado.
«Cínica hija de puta». Kim aventó los papeles sobre la mesa de café y se desplomó en el sofá, sobando su rostro con agobio.
* * *
―¡¿Qué hiciste qué?! ―Park Bo-gum no podía creer lo que su amigo y colega le contó. Estaba de pie detrás de su escritorio, se había parado prácticamente de un brinco, tan asombrado como aterrado.
»Taehyung... Por supuesto. Por supuesto que te iban a suspender tu licencia por esto... ―suspiró, meneando la cabeza en negación.
―¿Qué podía hacer? Esos hijos de puta abusarían otra vez de Jimin. No había manera de que permitiera eso. No de nuevo...
―Mi yo abogado te diría "debiste llamar a la policía y dejar que ellos se encarguen". Pero como amigo... hubiera hecho lo mismo que tú ―dijo, estirando su boca hacia un lado y le dio una suave palmada en el brazo.
Ambos tomaron asiento al mismo tiempo. Taehyung exhaló con agobio, pasándose las manos por el rostro y templando hacia atrás su cabello, mordiéndose con disgusto el labio bajo.
―Por eso he venido contigo en primer lugar, hyung. Quiero que te hagas cargo del caso de Jimin, ¿sí?
―Claro. Cuenta con ello. Jimin también es un amigo.
―Te proporcionaré la información que necesites.
―Te llamaré como testigo.
―Por supuesto. Enterraré un puñal imaginario en el ojo de esa víbora cuando me toque declarar. Te lo juro.
―Pongámonos manos a la obra entonces.
* * *
Jimin se encontraba en la recepción del hospital, ya que el doctor Yoo le había encomendado realizarse unos estudios. Se agarraba el cabello y lo despeinaba hacia atrás con sus dedos, suspirando con fatiga contra el mostrador mientras esperaba el retorno de la secretaria. Estaba muy conmocionado por el juicio que pronto tendría lugar; dormía poco y la ansiedad lo destrozaba, por lo que cambiaron las dosis en su medicación. Jacqueline, a su lado, frotaba con suavidad su brazo tratando de brindarle calma. El muchacho viró el rostro hacia ella y le sonrió con sutileza, pero un tintineo seguido por maldiciones llamó la atención de ambos, haciendo que voltearan para ver. No muy lejos de donde estaban, había una persona de espaldas en silla de ruedas, a quien se le había caído un sobre con unos papeles. Jacqueline intentó aproximarse, pero Jimin le hizo un gesto para retenerla y él se acercó.
―Permítame ayudarle ―dijo, agachándose y recogiendo los papeles.
―¿Jimin?
Al oír aquella voz familiar giró la cabeza de inmediato y allí, todavía en cuclillas, se estancó.
―Kai... ―dijo, sorprendido, y por inercia le entregó los papeles.
―Gracias ―susurró, agarrándolos.
Los dos se quedaron mirando sin decir nada. La mente de Jimin se iba volando en remembranzas, hasta que el muchacho lo hizo volver con un sonoro carraspeo.
―Te ves muy bien. ¿Cómo has estado?
―No sabría cómo responder a esa pregunta con una sola palabra ―dijo, luego de un resoplido, y se irguió―. ¿Cómo estás tú? ―preguntó, llevándose las manos a los bolsillos.
―Jimin...
―Olvídalo.
Kai lo miró con los ojos levemente aguados.
―Me han contado lo que hiciste, lo que dijiste. Me alegra que ese loco no te haya matado. De verdad. ―Asintió―. También me dijeron que pronto serás padre. Te felicito. ―Sonrió.
―Gracias, supongo...
―¿Supones?
―No estaba en mis planes ser padre ahora, ¿sabes? Mucho menos cuando están presionándome con una pinza en las bolas para que me case...
―No lo hagas. ―Se encogió de hombros.
―Lo dices como si fuera tan fáci...
―Es fácil, de hecho. Tú eres el que lo complica. Ya eres un adulto, carajo. Deja de permitir que controlen tu vida. Apuesto que tienes alguien que te gusta desde hace mucho tiempo pero lo has dejado de lado por miedo a tu familia, ¿o me equivoco?
―No te equivocas...
―¿Cómo se llama?
―Sehun...
―Bien. Mi consejo: busca a Sehun y sé feliz. Así ya no andarás acosando a otros hombres por ahí ni haciendo amenazas estúpidas a tus colegas de trabajo.
Kai dejó ir una risa nasal.
―¿De verdad me hubieras llevado a juicio para destruirme por la amenaza?
―Sí ―contestó sin vacilar―. No vayas a dudarlo ni por un segundo.
―Bien ―murmuró, cerrando los ojos un momento.
―Lo digo muy en serio. No te rías.
―¿Lo del juicio?
―Y lo de componer tu vida también.
―Sí... Suena muy lindo como tú lo dices, pero... mi familia...
―Mándalos a la mierda.
El muchacho levantó el rostro y lo miró a los ojos.
―La familia... es la que te apoya, incluso si no se ven beneficiados, incluso si duele... Te cubren la espalda, te aceptan tal cual eres... siempre. Eso es familia ―declaró Jimin―. ¿Puedes hacerme un favor?
―¿De qué se trata?
―Ya no hagas más estupideces.
―Jimin...
―Te lo pido por favor. ―Lo fulminó con la mirada, pero no era desafiante, sino más bien suplicante.
»Ahora tendrás a un niño a tu cargo, y cada cosa que hagas, la más pequeña, repercutirá en él o ella... para siempre. Así que hazme ese maldito favor... y no seas como esos padres. No seas como mi padre...
Aquello último lo soltó sin siquiera percatarse de ello. Se llevó una mano a la boca y sus ojos enrojecidos estaban humedecidos.
―Disculpa...
Kai tragó duramente. Entendió.
―No te preocupes, Jimin. Prometo dar lo mejor de mí.
El aludido asintió, disimulando tanto como pudo mientras limpiaba su rostro. Su compañera le hizo un gesto a la distancia, pero él le dio una devolución breve para tranquilizarla.
―Cuídate, Kai. Y pórtate como es debido. ―Lo molestó un poco.
―Tú también, Park. Tú también... ―Le siguió el juego.
Dio un giro a la pequeña palanca que tenía al extremo del apoya brazos para girar la silla de ruedas y sus ojos se abrieron de par en par al encontrarse con la figura de Jacqueline Brown Lee, intercambiando unas palabras con Jimin, las cuales no consiguió escuchar. Mientras tanto, cándida, limpiaba el agua salada de su rostro con sus pulgares.
En el momento en que la chica notó su mirada fija en el aire, dirigió sus ojos hacia él, llenándose de asombro aunque, al mismo tiempo, mostró timidez debido a los malos recuerdos. No obstante, Kai sonrió con gentileza e hizo una pronunciada reverencia. Ella lo comprendió, y le devolvió el gesto antes de que el muchacho volviera a darles la espalda y continuara su camino. Ahora estarían en paz.
Al mismo tiempo, Lee Dong-min se detenía en la calle paralela a la mansión Park, oculto entre las ramas bajas de uno de los grandes árboles, anonadado ante la presencia de los policías y algunas personas, chismosos con vidas vacías y aburridas que residían en la cercanía, husmeando y curioseando respecto a lo que había podido llegar a ocurrir ahí.
―Señor... ―La voz de un infante sorprendió al muchacho.
De muy mala gana, bajó la cabeza y fijó sus ojos oscuros en el pequeño que lo miraba curioso.
―Esfúmate ―le dijo en seco.
―¿Cree que pueda darme dinero?
―No.
Lee estaba a punto de decirle que se largara sin más, pero una idea se presentó de repente en su cabeza.
―¿Quieres dinero? Gánatelo.
―¿Cómo?
―¿Ves esa casa enorme de allá? Quiero que te acerques lo más que puedas a las personas. Escucharás lo que están hablando y vendrás a contármelo, entonces te daré tu premio.
―¿Me va a dar dinero?
―Te voy a dar lo proporcional a la información que me traigas.
―¿Qué es poporciomal?
―Tú solo ve y haz lo que te pido. Si me traes algo bueno, te daré un premio. Y si me entero que mientes o me inventas cosas... te voy a castigar.
El niño movió las cejas en ese momento, dejando a la vista su repentino desasosiego. Por supuesto Dong-min se percató de esto.
―¿Quieres el dinero?
Sin ser capaz de enfrentar su dura mirada, el pequeño solo asintió con la cabeza un poco a gachas.
―Entonces ve y haz lo que te pedí.
El infante volvió a asentir y se marchó a la encomienda. Lee bajó con cuidado del árbol y se movilizó con sumo sigilo. Se alejó unas cuantas calles y se ocultó detrás de una pequeña estructura donde se resguardaba el suministro de electricidad. Allí pactó verse con el niño. Miraba el arma que tenía ahora entre sus manos, muy absorto, cuando la aguda voz del chiquillo lo hizo girarse, escondiendo rápidamente la pistola detrás de su espalda.
―¿Y bien? ―preguntó con desdén.
El pequeño suspiraba agitado por el tramo recorrido.
―Parece que arrestaron a una mujer y a un señor muy grande.
Los ojos de Lee se abrieron de par en par, empezando a hilar y conjeturar.
―¿Por qué los arrestaron? ¿Lo supiste?
―Pregunté a una viejecita y me dijo que estaba haciéndole algo malo a un chico.
―¿Jimin? ―Elevó un poco la voz.
―N-no sé... ―balbuceó. Esa mirada penetrante lo inquietaba.
Dong-min apretó el arma detrás de su espalda, impaciente.
―Di-dijeron que era alguien que solía vivir en la casa y...
―¿Qué más supiste?
―Bu-bueno...
El muchacho avanzó unos pasos hacia el niño, proyectando su sombra sobre su pequeño cuerpo. Con más calma, reveló su mano delante de él, mostrando dos billetes que le entregó.
―¿Cómo te llamas? ―Apartó su mano de repente y le alejó el dinero de su alcance.
―Mi-Minho...
―¿Y como cuántos años tienes, Minho?
―Ocho.
―Si me mientes me vas a hacer enojar...
―Tengo seis.
―¿Dónde están tus padres?
―N-no tengo.
―Chiquillo suertudo ―soltó con ironía, dándole un giro a sus pupilas.
Suspiró y se agachó frente al infante. Puso su mano pesada sobre su hombro y le arrimó el dinero. Él, aunque indeciso, acercó despacio sus deditos; Lee alzó una ceja e insistió, entonces el niño finalmente lo tomó, pero no soltó su agarre.
―Dejaré que te quedes con el dinero porque eres un mocoso astuto. Pero si vuelves a mentirme te arrancaré los ojos, ¿entendiste?
El chiquillo lo miró tieso.
―¿Tus papis son buenos?
―Sí.
―Entonces deben estar buscándote, así que ve con ellos. Y mucho cuidado con decirle a alguien de mí, o te prometo que cuando todas las luces de tu habitación se apaguen, incluso en la sombra más delgada, ahí voy a estar, esperando a que te duermas y...
El chico salió corriendo sin terminar de escuchar lo que podría llegar a decirle. Dong-min lo miró sin gracia en su rostro, aunque satisfecho; parecía haber entendido.
―¡Lino! ―Una voz chillona pero adorable llamó al niño que ahora caminaba cabizbajo―. ¡Ahí estás! ―Se detuvo frente a él, cortándole el paso.
―¿Qué pasa, Jisung?
―¿Cómo que qué pasa? ¡Tus padres y yo te buscábamos como locos! ¡Ven! ―dijo, tomándolo de la mano y llevándoselo lejos de esas calles.
En la distancia, susurrando con su mejor amigo, el pequeño Minho hablaba sobre una apuesta ganada, y si quería comprar caramelos con el dinero que había obtenido.
Juego de niños. Nunca sabrá lo cerca que estuvo del peligro. Estaba bien y estaba mal. Pero, por alguna razón, miraría debajo de su cama esta noche, y quizá dormiría con una pequeña luz encendida.
* * *
Dong-min caminaba a paso lánguido, sin llamar demasiado la atención; estaba tranquilo, pues llevaba su gorra y cubrebocas. Cavilaba sin descanso. No le importaba si Fan Bing-bing lo delataba; ya estaba jodido de todas formas. Pero de ninguna manera sus fechorías quedarían impunes, no después de haberse atrevido a ponerle las manos encima a Jimin. La encontraría y la castigaría, embarrando los suelos con sus asquerosos sesos. Sonrió de repente. Su mente era rápida para fraguar actos viles y travesuras perversas. Sí, ya sabía qué hacer y cómo.
El niño le había hablado de un joven de cabello rubio y otro de pelo marrón que lo acompañaba. Donde quiera que estuviese Park, estaría Kim, su mejor amigo y abogado personal, quien seguramente tendría la información necesaria para encontrar a la maldita.
Hablando del susodicho, este caminaba en compañía de Bo-gum, sosteniendo un vaso descartable con té (café para Bo-gum), mientras comentaban diversos aspectos del caso de Jimin. Al final, se detuvieron a unos pocos metros de la entrada del estudio jurídico y suspiraron.
―Taehyung, ¿qué harás ahora que ya no puedes trabajar?
―Ya pensaré en algo, por lo pronto me centraré en el caso de Jimin y en la investigación que me harán a mí. Seguramente tenga chance de apelar y pienso aprovecharla.
―Bien, no dejes de llamarme si necesitas algo, ¿de acuerdo?
―Lo haré, hyung.
―Ahí estás... ―habló Nayeon, caminando rápidamente hacia ellos. Reverenció a su compañero de trabajo y le dio un discreto beso en los labios a su pareja.
»Ya estaba preocupándome ―dijo, limpiándole un poco de labial con su dedo, mientras éste esbozaba una sonrisa pícara.
―¿Cuántas veces tengo que decirte que no te preocup...?
―Kim... Taehyung...
Con aquella voz apagada y repentina a sus espaldas, no solo el aludido, sino también sus acompañantes, se dieron la vuelta, apaciguando todo júbilo y risa. Al ver que se trataba de Lee Dong-min una vena afloró en la sien del muchacho, susurró su nombre con desprecio, dispuesto a arremeter contra él, pero fue frenado por su voz nuevamente:
―Yo no lo haría ―dijo, dejando ver la forma del arma de fuego que escondía en el saquillo interno de su chamarra.
―¿Es en serio, Lee? ¿A plena luz del día y en vía pública? ―dijo, cubriendo con su cuerpo a Nayeon.
―Me importa muy poco, como bien puedes ver... Aunque supongo que no tengo que decirles a ninguno de los tres qué ocurrirá si mueven un solo músculo. Solo he venido por un poco de información respecto a esa mil odiada de Fan Bing-bing. Siendo que eres el abogado principal de Jimin podrás decirme lo que quiero saber...
―¡Taehyung fue suspendido! ―exclamó Bo-gum ante el pánico.
―¡Hyung!
―Vaya... ―Abrió grande los ojos―, eso sí no me lo esperaba. ¿Has sido un chico malo, Taehyung-ssi? ―Torció un poco la cabeza, cínico.
―Yo soy quien llevará el caso de Jimin ahora. Así que lo que quieras saber, lo sabrás solo por mí...
―Bo-gum-hyung, siempre tan sacrificado. ¿Pero sabes? Yo creo que mientes.
―N-no lo hago...
―Debería darte un balazo por mentirme.
El disparo fue efectuado al instante, sin dar tiempo a un mínimo movimiento o palabra adicional. Bo-gum se encorvó y dejó escapar un jadeo de dolor, luego tensó la mandíbula en un gruñido. La manga de su traje y su mano, que apretaba la herida, comenzaron a teñirse de rojo. Taehyung y Nayeon se inclinaron a su lado, visiblemente asustados y preocupados.
―No soy estúpido. Mi arma tiene un silenciador, aunque los gritos de esa perra al parecer no, ¿te callas, cariño? ―le habló a Nayeon, con una fingida expresión empática.
»Taehyung. ―Fijo la vista en él―. Toma tu teléfono.
―¿Q-qué...?
―¡Tu maldito teléfono! ¡Sácalo!
El muchacho obedeció, sacando el objeto del bolsillo de su chaqueta con manos temblorosas.
Las pocas personas que circulaban a lo lejos volvieron el rostro ante los gritos, pero para ellos, ignorantes y con sus propias preocupaciones y prioridades, solo presenciaron lo que parecía ser una "acalorada discusión verbal".
―Quiero que llames a Jimin y lo hagas venir. Mataré dos pájaros de un solo tiro.
―¡No hay manera de que...!
Un segundo disparo fue a parar al suelo, justo delante de sus pies, sobresaltando a los tres amigos.
―¡¿Quieres morir, idiota?! ¡Hazlo ya!
Los peatones comenzaron a circular con prisa, y los gritos alertaron cada vez a más gente.
―Malditos escandalosos ―murmuró con hastío.
En ese segundo que Lee desvió sus pupilas, Taehyung intentó arremeter contra él y quitarle la pistola. Nayeon trató de frenarlo: «¡Tae, no!». Pero no lo consiguió. Dong-min disparó una vez más y la bala halló destino esta vez en la muchacha, en su pierna.
―¡Nayeon! ―Alcanzó a atraparla antes de que cayera al piso.
El agresor se aproximó y sujetó a Bo-gum del cuello de su traje de un arrebatado movimiento y lo arrastró, dejándolo de rodillas frente a él.
―¡Llama a Jimin! ―ordenó con un tono más gutural y aterrador.
Taehyung se quedó mirándolo. El teléfono había caído al piso, a unos metros de donde estaba sosteniendo a Nayeon, sin saber qué hacer.
―¡¡Hazlo, hyung!! ―gritó con exaspero―. ¡¿Acaso no sabes que hay un mafioso en potencia persiguiéndolo?! ¡Yo me lo llevaré y cuidaré bien de él!
―¡¿Cuidar bien de él?! ¡No me hagas reír, lunático!
―Tal vez quiera pelear de nuevo, será divertido. La última vez lo fue... Dio buena pelea, aunque eso no evitó que ganara, que lo desnudara y...
―¡Cierra la boca! ¡¡Cierra la puta boca, enfermo de mierda!!
―¡¡Basta!! ―intervino Bo-gum―. Por favor... solo... basta... ―sollozó.
―Te diré dónde está Fan, te diré todo del caso, pero deja a Bo-gum-ssi en paz por favor.
―¡¡Quiero que llames a Jimin-hyung y le digas que venga aquí!!
―¡¡Jamás entregaría a Jimin a ti, desquiciado de mierda!!
Las sirenas de la policía se oyeron en la distancia.
―Lee, por favor... ya basta, detente... ―suplicó Bo-gum entre lágrimas.
―¡Lee, déjalo en paz! La policía ya viene, ¡se acabó!
El chico comenzó a negar con la cabeza, primero lento y luego de manera frenética.
―No, no, no... ¡Tengo mucho que hacer aún!
―¡¡¿No has causado suficientes problemas ya?!!
Lee agarró a Bo-gum por los cabellos en el momento en que intentó escabullirse. Templó y acarició sus hebras marrones, luego se inclinó y depositó un beso en su cabeza.
―Para hacerse fuertes, son necesarios grandes sacrificios... Ustedes no están dispuestos a realizarlos. ―Se enderezó―. Pero por suerte, me tienen a mí...
Bo-gum había comenzado a susurrar plegarias, luego murmuró el nombre de su prometida y lo siguiente: el estruendo. La bala que salió despedida dio de lleno contra el cráneo del muchacho, dándole muerte en el acto. Nayeon estalló con un grito y lágrimas, cubriendo su rostro con miedo y tristeza. Taehyung se quedó con sus ojos tiesos y salpicones rojos en el rostro, observando el cuerpo sin vida de su amigo, su colega, su hyung, sobre el concreto de la vereda y cómo la sangre poco a poco tomaba su lugar, llegando hasta él.
Los patrulleros se detuvieron. La gente gritaba, Taehyung estaba en absoluto y silente shock, opuesto a Nayeon, y Lee Dong-min ya no estaba en el lugar.
El oficial Ki-bum se esperaba cualquier cosa, menos encontrarse un rostro conocido en la escena. Suspiró con notable cansancio, sintiendo mucha pena por el pobre chico; parecían estar malditos todos ellos.
Una ambulancia aparcó en el lugar en la brevedad, atendieron a la muchacha herida y cubrieron el cuerpo del joven abogado hasta que el equipo especial arribara para retirarlo.
Más tarde, en el hospital, en el área de la morgue, Jung-kook, quien se presentó junto a Nam-joon y Seok-jin, acompañaron a su amigo. Al poco tiempo se unieron Ho-seok y Yoon-gi, pero Taehyung aún no reaccionaba. Ni siquiera había podido acercarse al cuerpo de Bo-gum para despedirse, incluso después de que su prometida lo viera por última vez. Ella imploró que la dejaran un poco más, pero todo ese esfuerzo podría ser perjudicial para su embarazo, así que sus padres se la llevaron de allí. Taehyung se quedó en el banco que daba con el marco de la puerta, el rostro empapado en lágrimas y la mirada perdida.
―¡Taehyungiee!
La voz de Jimin lo hizo reaccionar. Mejoró su postura y, al verlo correr hacia él, se puso de pie. Se dejó envolver por sus brazos y se derrumbó, llorando con total desconsuelo.
―¡Estaba delante de mí y no pude hacer nada! ¡Me paralicé por completo! ¡Era mi amigo y le fallé! ¡Le fallé! ¡¿Cómo pude hacerle algo como eso?!
Jimin lo mantenía sujeto por la nuca, permitiendo que su frente descansara sobre su hombro y acariciaba su cabello. Se mordía con fuerza el labio mientras las lágrimas derrapaban por sus mejillas. Bo-gum también era su amigo, por supuesto que también le destrozaba haberlo perdido, especialmente de la forma tan cruel e injusta en que se dieron las cosas.
―Me quiero morir... Jimin... ¡Me quiero morir...! ¡Debí ser yo quien pague!
No le diría nada a su mejor amigo; dejaría que soltara todo su dolor, rabia e impotencia en forma de llanto. Y él se quedaría ahí, para sostenerlo y no dejarlo caer. Del mismo modo, también hecho un mar de lágrimas, se acopló Jung-kook, luego Nam-joon y Seok-jin, Ho-seok y Yoon-gi, aunque este último solo le dio unas pequeñas palmadas en su espalda. Le brindarían su apoyo y consuelo, porque para eso estaban los buenos amigos.
Dos días después, la cremación y posterior ceremonia se llevaron a cabo. La prometida de Bo-gum y su familia fueron muy amables al recibir al grupo de amigos, pese a no conocerlos en profundidad. Si Taehyung y Jimin confiaban en ellos, era más que suficiente.
Nayeon también estuvo presente, ¿cómo podría faltar? La herida de bala que había sufrido dio de lleno contra su pantorrilla. Lograron extraérsela sin complicaciones, aunque debía utilizar muletas para desplazarse. Por supuesto, no estaba sola; Taehyung, destruido por dentro, estaba a su lado, así como ella lo estaría para él.
Muchas palabras de afecto fueron dichas, pero cuando llegó el turno de la prometida, simplemente no pudo terminar de hablar. Taehyung pudo jurar en el momento en que la vio, que jamás había visto a alguien llorar así, tan roto. Él se sentía de la misma manera, pero al mismo tiempo no caía en cuenta de su propio sentir; estaba tan abrumado.
Las cenizas de Park Bo-gum fueron depositadas en un bello monumento en el cementerio, junto a numerosos arreglos florales y algunos objetos de valor sentimental. Taehyung dejó un humilde ramillete de las flores que tanto le gustaban a su amigo y, poco después, se alejó de la multitud para visitar a otro querido amigo. Allí, en la tumba de Min-jae, se encontró con su hermano Ki-bum, quien no dejaba pasar un solo día sin ir a verlo. Con su permiso, el muchacho se acercó y le dejó las flores que había apartado del ramo. Ambos se quedaron uno al lado del otro en silencio, mientras una brisa fresca soplaba lentamente y causaba escalofríos.
―Lamento tu pérdida, Taehyung ―dijo, dedicándole la mirada unos segundos y la volvió al frente después.
El referido se limitó a asentir nada más.
―Lo siento... No puedo... hablar en estos momentos.
―No tienes por qué. Solo quiero que sepas que lo lamento. Estoy seguro de que era un buen hombre.
Los ojos del chico se poblaron de lágrimas en pocos segundos y sus labios temblaron. Esnifó y dejó que el agua salada corriera.
―Igual que Min-jae, lo era. Lo serán siempre... Mi hermano pequeño y mi hermano grande... a los que siempre fastidiaba y terminaban consintiéndome.
El oficial le dio una sentida palmada en el hombro; Taehyung ni siquiera se molestó en limpiarse la cara, hizo una breve reverencia, que fue correspondida, y se retiró.
Ahora mejor que nunca comprendía las palabras de Jimin. Su amigo había muerto delante de sus ojos, por su causa. Por su culpa, su negligencia, se decía para sus adentros. Y esa era una marca que jamás podría limpiar o borrar, se quedaría eternamente en su interior. Sin placebo o cura que se lo quite. Imposible de reparar... insostenible, inaguantable... Su eterno estigma.
~ B i t t e r s w e e t ~
https://youtu.be/fPD_BVUXLKI
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