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CAP 6 - Contagiados.

Sábado, 23 de julio.
11:30 hrs


—Tal vez, sólo tal vez...

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunta Micneya, volteando a ver a Dylan con curiosidad, sin entender sus palabras.

—Tal vez, si él no me hubiera impedido ir a ayudar a mi familia, esto no estaría pasando. ¡No es justo!

—O tal vez, no han llegado aún...

—¡Es cierto! —exclama Gabriel, mostrando cierto optimismo, acercándose a Dylan y sonriéndole buscando subir sus ánimos—. Creo que lo mejor que podrían hacer es preguntarle directamente a su amigo.

—Por cierto, ¿saben a qué hora le toca salir? —pregunta Daniela directamente a Micneya y May.

—En unas horas más o menos, deberíamos ir yendo a buscarlo —responde Micneya.




Deiler y los demás están esperando que dieran los resultados para que finalmente puedan salir, y así empezar a buscar a Dylan y a Daniela lo más rápido posible. El pelinegro simplemente escucha la conversación de sus compañeros, y es entonces que se percata de que un paciente en la sala empieza a temblar de la nada y a transpirar de manera exagerada, ante esto, toma una posición de alerta, golpeando varias veces con la mano a Anderson en la pierna para que prestase atención a lo que sucede. De repente el paciente se levanta y con un andar tambaleante, se acerca hacia la puerta y golpea varias veces la ventana.

—N-necesito ayuda. ¡Me siento... mal! —empieza a golpear cada vez más lento, mientras va cayendo al suelo.

—¿Qué demonios?

—¿Qué le pasa?

Finalmente, el hombre cae al suelo y empieza a convulsionar. Una mujer de cabello rojizo se acerca para auxiliarlo, asegurando saber de primeros auxilios. Al tocarlo, inmediatamente ella se percata de que aquel hombre tiene fiebre muy alta, y que necesita atención de inmediato.

Debido al bullicio causado por las personas en la sala, un grupo de enfermeros entran por la puerta de emergencia y se acercan al paciente en cuestión. Lo suben a una camilla y lo sacan de allí, mientras que otro de ellos se queda en la sala pidiendo a todos que se calmen, que todo está bajo control.

Deiler observa fijamente al paciente en la camilla, y nota como las venas en las manos de aquel hombre se marcan de forma exagerada, llegando hasta más arriba del antebrazo, a parte se notaban algo más oscuras de lo usual.

—Ese sujeto no está bien —comenta Deiler a sus compañeros, hablando con un tono de voz muy bajo, casi susurrando—. Caramba, ese tipo puede estar contagiado.

—¿Contagiado? —susurra Liz, sin poder creer lo que dice Deiler—. ¡Deiler! ¿Cómo puedes decir eso? ¡Estamos en un Centro de Control, si estuviese contagiado, se hubieran dado cuenta!

—Es cierto Deiler —susurra Jesua, uniéndose a la conversación—, es muy poco probable que, con todas las pruebas que nos hicieron, no se percataran de algún contagiado. A parte, si tuviera una mordida, no hubiera entrado a este lugar.

—Si ustedes dicen. Yo sólo sé que tengo un mal presentimiento —finaliza Deiler.




Sábado, 23 de julio.
17:30 hrs


Finalmente aquel grupo de pacientes salen del Centro de Control y se dirigen a sus destinos. Muchos tienen a dónde llegar, otros simplemente están decididos a empezar de cero por una nueva vida, libre y lejos de los contagiados.

Cuando sale Deiler junto con los otros, ven que afuera están Dylan y Daniela, acompañados de Micneya y Moisés. Se saludan, los que no se conocen se presentan y luego empiezan a caminar en dirección a la casa dónde se estaban quedando los jóvenes, informando también que hay otras personas allí a parte de ellos cuatro. Durante todo el camino, no tocan el tema referente a lo que sucedió en Venezuela, prefieren dejarlo para después.

Llegan a la casa, entran y se saludan todos. Mayreth indica que había preparado algo para cenar, pero que no esperaba a tantas personas, por lo que Liz se ofrece a cocinar un poco más para el resto. Luego de un rato, todos se sientan a cenar, tratan de mantener un ambiente tranquilo y relajado, no obstante, se puede sentir en el ambiente algo de tensión, como si esa tranquilidad efímera fuese a quebrarse en cualquier momento. Terminan la cena y es cuándo Moisés toma la palabra.

—Oye Deiler, ¿me puedes responder algo?

—Sí, claro.

—¿Cómo salieron ustedes de Venezuela? Hasta donde supe, no había más vuelos ni formas de salir del país.

Dylan inmediatamente voltea a ver a Moisés, demostrando sorpresa en la mirada.

—Vaya, es una pregunta muy buena —responde Deiler—. Salimos en una avioneta, y de suerte.

—Ya veo —dice Moisés, tomando un sorbo de agua, para luego continuar hablando—. ¿Fueron al aeropuerto de Maiquetía?

—No, tomamos la terminal auxiliar de Maiquetía —responde Deiler, observando con suspicacia a Moisés—, ¿por qué las preguntas?

—Porque Daniela dijo que era muy probable que —voltea a ver a Daniela—, que pudieras toparte con la familia de Dylan, que quedaron abandonadas en el aeropuerto, dándole esperanzas a Dylan de que pudieran venir contigo.

—¡Hey no me trates de mentirosa! —exclama Daniela, con cierto enojo.

—Calma Daniela, y no, no lo supe, sino me hubiera arriesgado... Pero tal vez hubiera sido una pérdida, porque casi todos los aeropuertos estaban repletos de zombis, y en el terminal no fuimos los únicos que llegamos. Nos encontramos con mucha gente, y con nosotros unos cuantos logramos sobrevivir y tomar la avioneta, uno de ellos era un expiloto de aviones privados, por lo que supo traernos.

—¡Es tu culpa Moisés! —exclama Dylan, levantándose de la silla, frente a todos—. Si no me hubieses querido detener, mi familia hubiera venido aquí con nosotros, ahora las perdí. ¡Mi mamá y mi abuela! ¡Las perdí!

—Dylan no —responde Moisés, levantándose de la mesa mirándolo seriamente—, no seas imbécil. ¡Ellas decidieron quedarse! ¡Yo no hice nada! ¡Te salvé la vida!

—¿De qué? —exclama Dylan, con lágrimas en los ojos, caminando hacia donde está Moisés, con intenciones de golpearlo.

Anderson al ver aquella acción, se levanta y se coloca frente a Dylan, impidiéndole seguir avanzando, pidiéndole que se calme. Mayreth también se acerca a él y lo toma del brazo y trata de jalarlo.

—¡Tu abuela tenía una mordida! —exclama Moisés de repente—, por algo ella decidió quedarse, por algo decidió que no quería seguir avanzando ¿Por qué crees que de repente se frenó y no quiso seguir?

Dylan se queda en silencio con los ojos tan abiertos, sin saber qué responder a ello. No lo puede creer, no lo sabía. No sabe si miente o si dice la verdad y debido a la impotencia se suelta de Mayreth y camina hacia el mueble.

—¿Estás seguro de lo que dices Moisés? No recuerdo que la señora tuviera una mordida —comenta Daniela.

—Sí, la mordieron —afirma.

—Creo que no es momento de seguir hablando de esto, Moisés — interrumpe Gabriel de inmediato, y camina hacia donde está Dylan, y se detiene a unos cuántos pasos de dónde estaba él.

—¿Por qué no me lo dijiste? ¡¿Por qué!? —exclama Dylan, con lágrimas en los ojos, apretando los puños con todas sus fuerzas.

—Lo siento yo...

—No digas más nada, Moisés —lo interrumpe Dylan, sentándose en el suelo de la sala, con lágrimas en los ojos.

—Dylan si de algo sirve —dice Deiler, acercándose a él—. Yo hubiese hecho lo que estuviese en mis manos y más, para salvarlas.

—No importa Deiler...

Sin poder aguantar más, Dylan rompe a llorar en medio de la sala, frente a todos. La impotencia no le permite calmarse. Mayreth, tratando de acercarse, es frenada por Micneya quién le toma del brazo y le hace una seña de que no vaya, lo mejor era dejar que Dylan se calmara solo. Deiler por otro lado, aprieta el puño con fuerza y se da la vuelta, con la frente en alto. Entendía perfectamente a Dylan ya que, él también ha perdido a su hijo y a su familia, aunque está con Daniela, no puede evitar sentirse impotente ya que no pudo salvar a su hijo. Moisés también siente algo de impotencia, ya que recuerda que su hija también ha sido una víctima de todo esto.

—Hiciste lo que pudiste.

Daniela se acerca a Deiler por la espalda y lo abraza.

—Me hubiera gustado haber podido hacer más —contesta Deiler a su amada.

—Juro que los mataré a todos —exclama Dylan. De repente, es abrazado por May, quién ignora a su compañera y abraza al muchacho, tratando de calmarlo.

—Calma, por favor, calma —repite May, con un tono de voz muy suave, casi como susurro, mientras acaricia el cabello del muchacho.

—No puedo, no puedo... —Dylan se aferra al abrazo de May, y rodeando su cintura, sigue llorando. En su mirada se puede notar la rabia y el odio que siente en esos momentos—. ¡Los mataré a todos! ¡A todos y cada uno!



Domingo, 24 de julio.
10:10 hrs


Un agitado Gabriel va de regreso a la casa corriendo, visualiza la puerta de la misma al final de aquella loma y al llegar, toca la puerta desesperadamente.

—¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta! —exclama agitado.

Daniela al escuchar su voz, rápidamente se acerca a la puerta y abre, observando al muchacho entrar y cerrar rápidamente la misma.

—¿¡Dónde están los demás!? —pregunta, sin siquiera detenerse a respirar.

—¿Por qué? ¿Qué sucede? —pregunta ella, sin entender nada.

—¡Tenemos que irnos! —exclama Gabriel.

Jesua de inmediato baja las escaleras junto con Anderson, Liz se levanta del mueble exaltada de escuchar al muchacho.

—¿Qué pasó? —pregunta Jesua.

—¡Toda la ciudad ha caído! ¡Hay muchos contagiados! —exclama Gabriel.

—¿¡Qué!? —exclama Moisés desde la cocina, saliendo rápidamente a la sala—. ¿Qué hay contagiados?

—¡Si! ¡Tenemos que irnos, he visto como atacan y el contagio es muy rápido!

—¿Dónde están Dylan y Deiler? —exclama Anderson.

—¡No lo sé, salieron esta mañana con las amigas de Dylan a no sé dónde! —responde Daniela.

—¡Maldición! —exclama Moisés, soltando el plato, el cual cae al suelo, rompiéndose. Inmediatamente sube a la habitación, y luego de un instante baja las escaleras con un tubo de hierro—. Iré a buscarlos.

Tocan la puerta con fuerza varias veces, y Gabriel abre, observando a Mayreth agitada y con el rostro lleno de angustia. Todos la observan y entonces Gabriel se acerca a ella para tranquilizarla.

—¿Sucedió algo? —pregunta Daniela.

—Tenemos que salir de aquí, literalmente salir. No sabemos cómo o por qué, pero esta ciudad ha sido contagiada y...

—Escuchen... Disparos —interrumpe Gabriel—. Se escuchan muchos disparos a lo lejos.

—¿Dylan y Mic no han llegado? —pregunta May, al notar que sus amigos no están en la sala.

—No, no han llegado ¿por? —responde Gabriel.

—¡Los perdí en la ciudad! —exclama ella conteniendo el llanto.





—No, no es cierto... ¡Esto no está pasando! —exclama Dylan.

Frente a él, dos autos chocan. De uno de los autos sale una mujer herida, pidiendo ayuda. Un contagiado corre hacia ella, salta y la muerde directamente en el cuello, haciendo que se vaya desangrando. No la contagia, se la está comiendo viva. Los gritos de aquella dama son horribles.

Dylan no puede evitar sentir impotencia, pero es correr o morir. A parte, toda la calle está repleta de contagiados, y personas huyendo de ellos, por lo que, si se queda más tiempo, el siguiente en ser comido puede ser él. Como puede, se levanta del suelo e inmediatamente empieza a correr, cojeando un poco. Siente dolor en la pierna derecha.

—¡Agáchate Dylan! —exclama Deiler unos pasos frente a él

Dylan sin entenderlo, voltea y es capturado por un contagiado. Empiezan a forcejear, el contagiado intenta morder directamente el cuello del joven, y entonces, se escuchan unos disparos, el cuerpo del contagiado cae sobre Dylan y el joven logra quitárselo de encima.

—¡Te dije que te agacharas! —exclama Deiler, bajando el arma y acercándose a él.

—No te escuché bien.

—¿Estás bien, no te mordió?

—No...

—Pues hay que irnos —exclama Deiler ayudándolo a levantarse.

Ambos siguen avanzando, finalmente se meten a un callejón el cual dobla en la esquina. Tras cruzar, siguen trotando y dan con la salida que lleva hacia otra calle, la avenida principal. Los oficiales disparan a varios contagiados que atacan sin control.

Ambos jóvenes cruzan por detrás de los oficiales lo más rápido que pueden, Dylan observa que Micneya se dirige corriendo en medio de una multitud hacia un centro comercial y le avisa a Deiler para seguirla.

—¡Mic! ¡Mic! —exclama el muchacho.

La joven voltea al escuchar su nombre y es tropezada por varias personas. Casi cae al suelo, pero un chico logra tomarla del brazo y ayudarla a mantenerse de pie, ayudándola a seguir corriendo. Tanto Dylan como Deiler toman la misma dirección, huyendo lo más rápido que pueden de la avenida principal, no obstante, más contagiados aparecen desde otra dirección, lo que les obliga a desviarse del camino y tomar una calle alterna.

—¡Espera! ¡Maldición, Mic está en el centro comercial! —exclama Dylan desesperado, frenándose de repente—. ¡Tenemos que salvarla!

— ¡No! —exclama Deiler, deteniéndolo tras poner su mano en el hombro del muchacho—. ¡Cállate y sigue corriendo! ¡Capaz haya otra manera de poder entrar! Sólo sigamos corriendo, confía en mí.


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