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❈•≪30. Inaudītus≫•❈

Mingi comenzaba a sospechar que el clima y la medicación no eran lo que tenían a Hongjoong fuera de eje y tan pegajoso recientemente. Tampoco creía que el apego tuviera algo que ver, si es que había desarrollado uno por su persona. Porque siendo honesto, lo dudaba.

Y las razones principales para catalogar su comportamiento de "extraño" eran varias.

A inicios de la mañana, el castaño se había abrazado a su brazo con una fuerza constrictora, negándose a la idea de que se levantara para hacer uso del baño. Fue raro e incluso el mismo omega lo llegó a notar con retraso. Porque al instante de hacerlo, su actitud cambió de forma radical, volviéndose un poco incómodo y distante. Nada muy grave en realidad. Motivo por el cual lo trató como un caso aislado. Un despertar peculiar que cualquiera podría tener. Una excusa floja pero válida para sí mismo.

Sin embargo, la incomodidad se disipó en el aire a la hora del desayuno. Mingi no cuestionó la persistencia de Hongjoong por querer que cocine, por el contrario, alegre de proveer del modo en el qué sea, aceptó la proposición con una facilidad simple. Seonghwa fue el único en realizar un comentario al respecto, destacando el comportamiento particular de su mejor amigo. Lo que Yunho tachó sencillamente de un acto infantil, y en el caso de Yeosang, reprendió a éste último. Siendo un espectáculo bastante interesante de presenciar a decir verdad.

Pero el punto no era la vergüenza de Yunho, sino que, en efecto, Hongjoong actuaba de una manera más notoria. No obstante, volvió a tratarlo como un caso aislado.

Un gran error de su parte. 

Ya que a principios de la tarde, la actitud del castaño comenzó a agravarse, y ahora que estaban en el modesto balcón que el departamento tenía, se percibía en el aire que las cosas cosas no se encontraban bien con Hongjoong. Principalmente, porque Mingi que fumaba con tranquilidad, tenía al omega sentado en el regazo. A horcajadas para ser exactos. Y éste, no era un gran promotor del contacto físico con gente presente. Y para recalcar, el trío de entrometidos seguía con ellos sólo que en la sala. Asechando en las sombras a la espera de cualquier interacción para hacer un aporte o interrupción innecesaria. Aunque para ser justos, al único que sacaría de allí sería a Yeosang que mantenía una postura más objetiva y neutra con relación a todo. Un rasgo distintivo de su expresión como beta, seguramente.

Dándole una calada a su cigarrillo, el moreno miró con atención al omega que reposaba de frente como si nada en su regazo. Una camiseta holgada, blanca, limpia y sin adornos, le cubría el pecho. Uno de sus hombros quedaba a la vista, y a pesar de que hubiera algo de brisa, no parecía verse afectado por ello. En las piernas llevabas unos pantalones de algodón grises, simples y genéricos como los suyos. Sólo que más estrechos. Su cabellera clara, tirando a un matiz más miel, se hallaba algo revuelta por el viento. Era precioso. Labios humedecidos por tanto morderlos y mejillas sonrosadas por el aire. Un tono sutil y elegante que le aportaba vida a su expresión contraída. Ojos redondos, fijos en su móvil. Pupilas temblorosas y evasivas.

—¿Qué anda mal, Ángel? —preguntó en su tercera calada. No quería presionarlo por si era un tema sensible, pero ya estaban en la cúspide de lo que era el comportamiento insólito por parte del campocorto. Y no es que se quejara de la cercanía, pero es cierto que le preocupaba.

—Se aproxima el cumpleaños de mi hermano mayor —le informó con una congoja dolorosa. De inmediato supo que sí, era un tema con el que tenía que ser cuidadoso y no tratar a la ligera.

—¿Creí que te llevabas bien con él? —murmuró vacilante, tanteando el terreno.

—Exacto —dijo el omega—. Me llevo de maravillas con mi hermano mayor.

Y pronto el alfa entendió a qué se refería: sus padres. No sabía si a ambos específicamente, pero que el tiro iba por ese lado, iba. Sin embargo, sentía que había algo más. Pero no se encontraba seguro de si debía hondear en ello o no.

Exhalando con fuerza, dejó que el silencio se suspendiera a su alrededor y pasó a mirar su cigarrillo, dándole otra calada. Últimamente se le había hecho un hábito fumar a causa del estrés del omega.

 Lo que no consideraba muy sano.

—¿No quieres verlo? —terminó por preguntar, esperando que sea una zona segura. Y lo fue, porque el impropio asintió.

—El problema es que su cumpleaños siempre, cada jodida época, mis padres lo celebran en su propia casa, ¿entiendes? —le dijo en un tono amargo y que pesaba en la boca—. No quiero ver a Haesuk. Dios, ni siquiera estoy cómodo con la idea de ver a mi padre este año y lo amo.

—Lo siento.

¿Qué otra cosa podía decir? Él apenas veía a sus padres y si lo hacía siempre acababan discutiendo sobre sus conceptos clasistas y retrógrados en los que a fuerza, lo querían encajar a él o a su hermano mayor. Y se amaban con  éste último, pero era como viajar al infierno mismo.

Riendo de manera sincera, Hongjoong soltó su móvil y pasó a rodear los hombros de Mingi con fuerza, pegando sus mejillas y frotando ambas entre sí. Y ahí estaba otra de las cosas que hacía: mezclar sus aromas cada ciertos períodos.

No sólo él lo había notado, el resto también, y en un principio había sido acusado de posesivo cuando no era el caso. Ya que no lo inició y no sólo cumplía con una función. En cambio de si el omega lo era, lo discutía, sin embargo, sabía que lo hacía inconscientemente, buscando confort. Lo que era abrumador, por un lado; al saber que él podía proveer de esa sensación reconfortante al omega, y por otro; porque su propio ego de alfa se regodeaba en el acto. Deslumbrado con las acciones ajenas.

Rodeando la cintura del campocorto, el lanzador se presionó en la piel de su cuello. Hace no mucho, por no decir que horas, el omega había permitido que el alfa accediera con mayor facilidad a esa parte de su cuerpo. No sólo mediante preguntas, sino que también, a falta de ellas.

Y mierda, que él no perdía la oportunidad de hacerlo cada vez que podía.

No obstante, en esta ocasión, notó que los matices picosos del omega se habían disuelto en algo más fragante y abrumador. Pasando esa franja imaginaria a lo dulce. Desconcertado por el cambio que nada tenía que ver con el confort, lo olfateó con mayor intensidad pero sin llegar a presionarse en sus glándulas de olor. Tampoco pretendía invadirlo. Percatándose así, que la esencia de la vainilla prevalecía increíblemente. No sólo era dulce, sino que también fundido. Un aroma atrayente que evocaba a la seducción y a las implicaciones carnales.

Tomando una última bocanada sin poder resistirlo, se alejó con un pesar que le dolió en el alma y una mirada desorientada. El ceño fruncido y las cejas caídas hacia abajo en una interrogante silenciosa. Algo iba mal.

—¿Te sientes bien? —le preguntó ante la falta de reacciones.

Confundido, el omega asintió—. ¿Por qué?

Observándolo desde otra perspectiva y descartando el ambiente en el que estaban: un balcón, con brisa y a una altura considerable del suelo; Mingi divisó una línea sutil y casi invisible de sudor en el flequillo desordenado de Hongjoong. Su sonroso, era ahora un rubor innegable.

Siguiendo la línea evidente y teniendo las condiciones en cuenta, llevó una mano a la frente del hombre más bajo, tomando su temperatura. Abriendo los ojos en grandes, el alfa procedió a realizar las mismas acciones a cada lado de su cuello. Percatándose que se hallaba con la temperatura elevada. No era tan alta ni hervía, pero sí se encontraba considerablemente acalorado. Un indicativo estable de fiebre.

—¿Qué haces? —inquirió el omega entre risas. Dejando que tome su pulso.

—Hongjoong, ¿el doctor Cho dijo algo sobre el estrés?

Antes de que el aludido pudiera responder, las cortinas del balcón se abrieron de golpe, mostrando la silueta enojada de Park Seonghwa, seguido por un confundido Yeosang con bolsas en mano y un curioso Yunho de ojos ávidos que nada pintaban en la escena.

—¿Qué rayos están haciendo ustedes dos aquí arriba? —cuestionó el Príncipe de Hielo en un tono furioso. Honestamente consternado—. Sus feromonas llegan hasta la entrada.

«Oh, así que no estuvieron allí todo el tiempo», fue el primer pensamiento de Mingi, todavía sosteniendo a Hongjoong cerca.

Ignorando las miradas acusadoras y el obvio estado del omega en su regazo, el alfa dominante de cabellera negra, pasó a mirar al albino directo a los ojos, si alguien tenía que saber algo de las cuestiones médicas de Hongjoong, eran éste y el beta. Por lo que eran su último recurso, ya que el castaño, parecía más interesado en fingir que la cosa no iba con él. Aunque si lo observaba muy de cerca, en realidad parecía desorientado.

—Necesito saber algo, ¿qué sucede si Hongjoong se encuentra muy estresado por una situación en especial?

—¿Por qué? —preguntó el patinador de regreso.

—Porque creo que está siendo un detonante para su ciclo de calor —respondió en un resoplido. Era bien sabido que el estrés alborotaba las hormonas y químicos del cerebro, por lo que no sería raro si eso se encontrara pasando ahora mismo.

—Nooo —se quejó Hongjoong cuando intentó de apartarlo y hacerlo levantarse—. Me gusta estar aquí. Es fresco.

—De acuerdo —murmuró él, usando un tono gentil y repartiendo caricias suaves en la espalda impropia—. Nos quedamos aquí —moviendo su pie con intranquilidad, procedió a mirar al alfa y al beta amigos del omega—. ¿Podría alguno traer una botella de agua, por favor?

El beta fue el primero en desaparecer, sin mediar palabras, una actitud cooperativa que fue seguida por un Yunho de intenciones ocultas. Rodando los ojos por la obviedad de su amigo, volteó hacia el frente, llevándose los restos del cigarrillo a los labios.

En cualquier momento sentía que necesitaría otro.

—¿Qué quieres hacer, Ángel? —preguntó bajo la atención agobiante de Seonghwa.

—Quedarme contigo —murmuró como si no fuera evidente, haciéndolo reír por un momento de fugacidad—. ¿Qué? —dijo éste, indignado—. Eres mi alfa.

—Sí, lo sé, pero...

—Si es un celo falso, sabrás qué hacer —comenzó diciendo, más lúcido de lo que alguno de los otros dos anticipaba—. Si es uno real, estoy seguro de que me cuidarás bien.

«Jesús, si las posibilidades de que suceda lo último de las dos opciones eran tan bajas».

—Hongjoong —intervino Seonghwa, una voz de advertencia y que marcaba su desacuerdo notorio.

—Es mi decisión, Hwa. No tuya. Te guste o no.

—Apenas lo conoces —intentó razonar, más preocupado que otra cosa. Aunque su argumento fue realmente débil, en opinión del pelinegro—. ¿Cómo sabes que no va a marcarte en su primer intento?

«¿Por qué lo haría?», se cuestionó a sí mismo. El campocorto era precioso, un omega de primera clase, sin lugar a dudas, y una persona asombrosa fuera de sus fallas. Sin embargo, y pese a su apego que tuviera por éste, no lo veía como un compañero.

—¿Prometes no hacerlo? —preguntó Hongjoong con una mirada seria, sacándolo de sus cavilaciones. Pupilas dilatadas y absorbidas en un negro indescriptible. Brillando bajo la luz de la tentación.

—Lo prometo —contestó sin aire, entrelazando sus meñiques y presionando sus pulgares entre sí de manera automática.

—¿Y vas a tomar como garantía su palabra? —cuestionó incrédulo, viéndolos boquiabierto—. ¿Nada más?

—Hasta donde sabemos, ha cumplido en cada ocasión —objetó Yeosang, apareciendo finalmente con la jodida botella. Dándosela sin demoras—. Incluso cuando le dio espacio.

—¿Y eso es suficiente? —inquirió Seonghwa.

—Lo es para mí.

A pesar de lo que a muchos le gustara pensar, cuando se ingresaba en la faceta del celo, la persona en cuestión no perdía su independencia ni su capacidad para razonar, menos para tomar decisiones. Sus funciones principales y más básicas permanecían activas. Eran bastante conscientes de qué querían y de cómo lo querían, aparte de con quién. El celo simplemente era un estado que debían transcurrir para encontrar un potencial compañero, no era más ni era menos. Aunque a las personas le gustaba darle o quitarle valor dependiendo de cuáles fueran sus creencias.

—Muy bien —murmuró el albino, levantando las manos en signo de rendición—. Que así sea. Cualquier cosa o si cambias de opinión, sólo tienes que llamarnos.

—Lo sé —dijo el castaño, apoyando la cabeza en el hombro del alfa moreno—. Gracias, Hwa —susurró por lo bajo, en una voz melodiosa. Pasando a mirar al beta y sonreírle—. A ti también, Yeo.

—Cuándo quieras.

Con esas palabras dichas, los tres comenzaron a partir, dejando despedidas sueltas y sonrisas a medio formar. A excepción de uno en el trío. Lo último que se escuchó fue el sonido quedo de la puerta al cerrarse.

—¿Por qué no me lo dijiste? —fue lo primero que preguntó el moreno al quedar solos.

—No lo sé —admitió el castaño, desviando la mirada unos segundos, avergonzado—. El doctor Cho tampoco estaba muy seguro de si iniciaría en esta semana o en la otra, sólo de que tuviera cuidado con el estrés. Podía ser un detonante —comentó en un tono arrastrado—. La verdad es que no lo encontré muy relevante. Lo siento. Sé que no estuvo bien de mi parte.

Asintiendo en aceptación, procedió a deshacerse de los restos del cigarrillo en el cenicero que el omega le había regalado, era de color azul con pequeño patos bebés dibujados en los contornos. Bastante encantador pero, sin dudas, peculiar para un cenicero. Se notaba personalizado, y por esa razón, el alfa agradecía el obsequio.

—¿A qué sabe? —preguntó el castaño de repente. Sacándolo de su fugaz introspección.

—¿El cigarrillo? —preguntó de regreso, confundido. En respuesta recibió un asentimiento vago—. A menta, nicotina y un par de mierdas tóxicas más.

—¿Puedo probar?

Observando a Hongjoong con detenimiento, Mingi lo notó inquieto, no obstante, curioso. No lucía muy compuesto y el sudor apenas había disminuido un poco. No era una gran mejora, pero tampoco se veía fatal. Aún enfocado y conversador, lo que era buena señal. Cambiando de enfoque, miró los restos de su cigarrillo y se lo llevó a los labios. Una postura relajada y abierta, tomo una pequeña calada. Punta roja y ojos entrecerrados.

—De acuerdo —accedió con relativa facilidad, liberando el humo por un costado. Viéndolo directo a los ojos. Pupilas expandidas y absorbidas en un negro galáctico—. Pero sólo de una manera —advirtió con seriedad, recibiendo una respuesta positiva—. Voy a pasarte el humo. Eso es todo. No intentes tragarlo ni hacer nada más que exhalar.

—Okay, suena fácil.

Riendo, el alfa no dijo nada para contradecir al omega, y en su lugar, se llevó la cola del cigarrillo a los labios. Viendo cómo la punta negra se iluminaba en un color naranja-rojizo y consumía el papel que envolvía el contenido con lentitud. Tiñendo la textura blanca de gris. Tomando una profunda calada, permitió que sus pulmones se hincharan con el humo y cuando fue suficiente y sus músculos, más por inercia que por otra cosa, se empezaron a relajar. Supo que era la hora. Y colocando una mano en la nuca del castaño, el pelinegro acercó sus labios hasta que se estuvieron rozando. Desconcertado, la única cosa linda que hizo el campocorto fue fruncir el ceño y los labios, desentendido completamente de qué hacía. Regodeándose en su confusión, el pelinegro aún así juntó sus bocas. Dando lo que podía ser considerado un pico muy largo o hasta primeros auxilios.

Al apartarse, Hongjoong tenía los labios sellados, la expresión confundida y las cejas arrugadas. Aguantando la risa, Mingi colocó una mano en la rodilla impropia y se llevó lo último de su cigarrillo a los labios, momento exacto, que el castaño comenzó a toser con fuerza. El humo escapando de su boca y desapareciendo en el ambiente. Anticipando su reacción, empezó a golpear su espalda con suavidad, reconfortando al enrojecido omega. Apagando la colilla que le era ineficiente en la mano, procedió a coger la botella de agua y tenderla al hombre más bajo. Insistiendo en que bebiera.

—Creí que sonaba fácil —molestó el moreno con una ceja en alto.

—Cállate —farfulló el castaño, todavía con secuelas del humo en su voz ahora rasposa.

—La siguiente vez sólo tienes que hacer lo que te digo.

Cambiando su expresión, el omega se mostró más insinuante e interesado en sus palabras, rodeando los hombros del alfa con los brazos—. Uh, ¿mandón?

Torciendo la sonrisa, apretó la rodilla ajena con suavidad, sintiendo la piel cubierta—. ¿Parezco ser ese tipo de alfa para ti? ¿O así es cómo te gustan?

Relamiéndose los labios, el campocorto se acomodó más cerca—. ¿Las dos? —respondió sin estar seguro, viéndole la boca con fugacidad. El anhelo mezclado con el deseo puro.

—Esa es una respuesta interesante, ¿sabías?

—No es como si vayamos a tener sexo ahora —dijo de repente, moviéndose a los lados en su regazo y una voz inestable—. Pero es los aires que das a veces, más cuando estás en el campo. Parecieras el capitán.

Lo que era curioso, ya que en realidad, si bien no se consideraba vainilla, no era un sádico bastardo en la cama, asimismo, en el béisbol no existía un capitán ni un líder como tal. Sólo figuras que representaban roles de mando en el campo de forma muy difuminada casi inexistente. Y él no era una de ellas.

—Mira —farfulló el castaño ante su falta de respuesta, sorprendiéndolo con su siguiente acotación—. Sólo quiero un beso, me siento..., no lo sé en realidad. Inquieto, tal vez.

—¿Inquieto, eh?

Su replica quedó atrapada entre sus bocas, una beso profundo que era más labios y dientes que cualquier otra cosa en el segundo que inició. Labios abiertos y receptivos. Arrugando el ceño ante la demanda del omega, el alfa afianzó sus puntos de agarre: nuca y rodilla; y procedió a devolver la exigencia que se le estaba robando, con una intensidad avasalladora. Presionándose en el contrario y saqueando cuánto y más tuviera para ofrecer. Dejándolo sin aire y con la boca adolorida.

—Yo diría que estás necesitado —concluyó con un tono rasposo. Un susurro grave de terciopelo.

Humedeciendo el labio inferior, Hongjoong no se mostró renuente al calificativo ni se echó para atrás, inexplicablemente, se hizo aún más hacia adelante. Del modo que sus pechos estuvieran pegados y sus narices se rozaran, las respiraciones mezclándose como vaho de medianoche.

—También podrías ponerlo de esa manera —susurró en complicidad, inclinando la cabeza a un costado—. Y ya sabes, ¿no piensas hacer nada al respecto?

—Te di el beso que me pediste, ¿no hice algo ya?

—Eres de los que molestan —dijo en un tono jovial—. Por descarte tienes que ser mandón en la cama.

—No veo cómo esos dos conceptos se asocian —comentó con una ceja enarcada, rodeándolo por los muslos y, para sorpresa del castaño que no demoró en partirse de risa, Mingi procedió a levantarse, cargándolo consigo—. ¿Qué te recetó el doctor Cho en momentos como estos? ¿Algunas pastillas en particular o reposo? Seguramente dijo algo sobre mantenerte hidratado. ¿Algo sobre bañarte? ¿Paños húmedos?

—¡Dios! —exclamó el omega con las facciones relajadas y una sonrisa delineando su boca—. Sabes tanto que es emocionante.

—¿Excitante? —no pudo evitar bromear.

Riéndose, el castaño le asombró con un asentimiento—. Un poco, no voy a mentir.

Mordiéndose la mejilla interna, el alfa quiso tanto, tanto dejarse llevar, no obstante, reprimió cualquier impulso que surgió a través de la insinuación y continuó su camino hacia el interior de la sala. Recostándolo en el sofá a pesar de las negaciones del omega. Una vez eso hecho, se apresuró a conseguir otra botella de agua y a medio salir de la cocina, se detuvo en seco.

—No respondiste mi pregunta, Ángel. ¿Qué te recetó el doctor?

—Unas pastillas, están en el cajón de primeros auxilios bajo la encimera —contestó con desgana, una cambio de humor inesperado por parte del pelinegro—. También dijo que debía consumir agua cada período, bañarme y comer. Mantenerme en forma, ya sabes, cuerdo.

—¿Por qué suenas tan reacio? —preguntó al llegar a la sala, pastillas y botella en mano.

—No lo sé —murmuró con hastío, viéndolo con las cejas fruncidas. Flequillo pegado a la piel y comisuras caídas. Ofuscado—. ¿Podrías acercarte, por favor?

Comprendiendo la actitud enfurruñada del omega, el alfa le mostró una sonrisa de bastardo y anduvo con una lentitud innecesaria. Exasperando, evidentemente, al pequeño hombre de cabellera castaña y ojos dilatados.

Al llegar, murmuró una pequeña disculpa que no sentía para nada y procedió a suministrar la medicación. Una pastilla acompañada de agua recién sacada de la heladera. El contraste de temperatura, hizo suspirar del gusto al omega. Quien agradeció la atención como pudo. Entremedio de un murmullo. Sonriendo de manera más genuina, el alfa se colocó en cuclillas y se inclinó hasta besar la nariz del campocorto. Totalmente impresionado, el hombre de baja estatura no supo que hacer más que expandir los ojos en grandes. Divertido con su reacción, se aventuró a ejecutar la misma acción sólo que esta vez en su mejilla. El lanzador no pudo contener la ternura que palpitaba en su corazón, y con una sonrisa que le partía la cara en dos, el lanzador de los Kia continuó besándolo. Puente, pómulos, orejas, cuello. Cada área que encontró a disposición. En consecuencia, Mingi tuvo a Hongjoong recostado en el sofá y muriéndose de la risa también.

—Pensé que yo era del tipo pegajoso, pero veo que no te quedas atrás —comentó el jugador de los Doosan Bears en un respiro de aire, buscando la mirada del contrario.

—Siempre soy cariñoso contigo, Ángel —murmuró el lanzador, cerca de su oído, todavía sonriendo.

—¿Ah, sí? —cuestionó el parador en corto, ladeando la cabeza y exponiendo el cuello—. ¿Incluso cuando me enfrentabas en los pasillos? ¿Cómo eras cariñoso allí?

—Bueno —empezó diciendo, inclinando la cabeza en la dirección contraria al opuesto. Mirándolo a los ojos—. Nunca inicié las agresiones primero, nunca te insulté, nunca te toqué y nunca te odié.

Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong lo miró con una intensidad de abismo—. Eso suena a como si te gustara.

—Te lo dije una vez —respondió el moreno con sencillez, rodeando la cintura estrecha del omega con ambos brazos—. Me gustas más de lo que yo te gusto a ti.

—No es como si te odiara, ¿sabes? —replicó.

—Tampoco es como si te gustara, ¿cierto?

Removiéndose debajo de su cuerpo, Hongjoong enredó los brazos en el cuello de Mingi, dándole a su vez, más espacio entre sus piernas abiertas.

—Eres un buen alfa.

—¿Lo soy? —preguntó con una ceja en alto, molestándolo devuelta.

—Me cuidas bien, sabes qué quiero y cómo, eres observador y atento —enumeró con una gentileza de seda, viéndolo con una suavidad incompatible a la oscuridad en sus pupilas—. Una persona fantástica.

Asombrado por la descripción que se hizo de él, Mingi no pudo evitar apartarse y observar aquellas obsidianas con intensidad, buscando un ápice de falsedad o juego, sólo para no encontrar nada más que la sinceridad de Hongjoong.

Desbordado por la intensidad de sus emociones, Mingi se inclinó hacia adelante y besó a Hongjoong con una densidad abrasadora que le dificultó al castaño seguir el ritmo. Bocas abiertas en una batalla acalorada. Cuerpos presionados y mentes mareadas. Feromonas mezcladas en una combinación abrumadora. Intoxicados por las artimañas diestras de la lujuria, y gracias al afán de sus juegos experimentados, acabaron haciendo partícipes a sus lenguas y a sus caderas. Pegándose hasta sentir la manera en la que sus vellos se erizaban y la sangre les hervía. Fuego fundido que viajaba a través de sus venas en dirección sur y mandaba corrientes de placer mediante sus terminaciones. Sensaciones eléctricas que recorrían sus columnas y llegaban hasta sus nucas en forma de cosquilleos. Respiraciones trabajosas y agitaciones internas que no podían comprender.

—Y besas tan bien —confesó en un intento de oración entrecortada.

Riéndose desde lo profundo de su pecho, el alfa le dio un pico antes de alejarse unos centímetros. Consciente del calor a fuego lento que se construía en su estómago y de la erección a medio despertar del omega.

—Gracias, besas asombroso también —replicó de manera genuina, haciéndolo enrojecer. Enternecido por su reacción natural, frotó sus narices juntas—. ¿Qué dices de tomar un baño?

—¡¿Juntos?!

—No, no, no, Ángel. Me refería a que tú tomes uno.

—Oh.

Una característica que se destacaba del celo y poco se mencionaba de esa faceta o de la anterior a ésta, era la ausencia de filtro en la comunicación. Es como si la persona en cuestión, independiente a su casta, se liberara de una concepción de ética y moral elevadas y simplemente dijera lo que pensaba o las emociones que fluían en el momento. Lo que podía ser tomado a bien o a mal, dependiendo de con quién se encontraran. En el caso del pelinegro, resultaba revelador.

—¿Oh? —inquirió.

Poniéndole una  mano en la cara, Hongjoong intentó alejarlo, sin embargo, Mingi fue más rápido y como hace un tiempo atrás, le besó la palma con una gentileza de seda. Acentuando el rojo en las mejillas impropias.

—Deja de hacer eso y quítate de encima.

—Cómo órdenes, Ángel —murmuró a modo de burla. Parándose.

—Eres insoportable, y es un fastidio notarlo ahora.

—¿Por qué? —preguntó con una sonrisa austera—. ¿Pretendías que hiciéramos algo?

Mordiéndose el labio, Hongjoong no contestó, dejó la insinuación implícita en el aire antes de levantarse del sofá y caminar de forma torpe hacia el pasillo que daba a su habitación. Riéndose de manera escandalosa, Mingi se restregó el rostro con las manos.

La respuesta era tan obvia que le dolía en los huevos.

Y por esa razón y sutileza de gacela, es que le encantaba ese omega. No sólo tenía una cara linda, sino que también una personalidad juguetona. Obviando lo exquisitas que le eran sus feromonas. Un calmante natural que quería llevar en la piel.

Exhalando con fuerza, se dirigió al baño de invitados, no sólo para lavarse la cara, sino que para lavarse la boca, pese a que los cigarrillos fueran de mente y dejaran un regusto familiar en la boca, todavía sabían a nicotina, lo que era un poco desagradable. O al menos antes de que te acostumbraras. Con eso hecho, se encaminó hacia la cocina, hurgando en las alacenas por ingredientes para preparar algo sencillo y del agrado del omega. Quien resultaba ser bastante quisquilloso en cuanto a qué digería, más si contenía verduras.

Rodando los ojos ante su comportamiento semejante al de un niño, se decidió ir por algo seguro. Viendo que tenía pollo y fideos. Para mediados de la tarde, no sería nada muy pesado, junto con unas frutas rebanadas, le haría bien.

Y para cuando terminó de sazonar el pollo y colocarlo en un platillo, donde no sólo yacía el fideo recién colado, sino que también se encontraban unas patatas asadas y unas pequeñas zanahorias horneadas. Combinación con la que esperaba que hubiera más textura y nutrientes. Sin embargo, Hongjoong se mostró poco convencido de ella. Mingi lo ignoró de forma olímpica y colocó el plato junto a los cubiertos frente al omega, para a continuación, sentarse a su derecha. Disponiendo de un platillo similar.

La comida fue silenciosa, no cruzando más que un par de palabras justas y necesarias. De soslayo y en algunas miradas compartidas, el alfa pudo comprobar el estado actual del omega. Que si bien no era perfecto, era mucho mejor. Lucía más fresco y las líneas de sudor habían desaparecido. Dejando una apariencia más impecable y cuidada.

Lo que era una excelente señal. Una mejoría abismal.

Sólo que no sabía que le depararía para mañana. Deseaba que un mejor escenario.



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