▄︻デ 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐈𝐈 ══━一
Al entrar a la habitación, noto claramente que Mónica vivía de maravilla. Una cama king size en el centro de la habitación, tenía un escritorio de vidrio y una Mac encima de éste.
—Wow Mónica, vives de maravilla— la joven estaba asombrada.
—Si bueno con el trabajo de papá tenemos muchas cosas, solo que... Espera— La chica salió de su habitación por la voz de su padre.
Romina se quedó adentro y trató de escuchar todo lo que pasaba, lo poco que escucho fue que Mónica decía que si; los pocos segundos volvió.
—Perdón amiga, me tengo que ir, pero te veré en un rato— tomó sus cosas y miro a la bicolor —Iré con mi abuela, pero no te preocupes, mi papá se queda—
Mónica salió y la joven amiga solo miro la puerta.
«¿Preocuparme? Más bien estoy feliz»
Se dijo a si misma y luego escucho la puerta de la habitación principal, se asustó y comenzó a abrir algo en su celular hasta que Samael llegó.
—¿Puedo pasar? — tocó a la puerta.
—Sí... Pasa— su voz denotaba nerviosismo.
Samael abrió la puerta y en el marco de esta su alta y fornida figura se alzó, miro a la chica y luego suspiró
—Bueno, no se si ya te dijeron que... — fue interrumpido por ella.
—Yo estaba a punto de preguntar si puedo poner mis cosas aquí no se si sea molestia—
El hombre sonrió, negó levemente con la cabeza y miro a la chica, la escaneo discretamente..
—Romi, no vengo a hablar de eso— caminó hacia ella y quedó a una distancia considerable.
—Oh, bueno en ese caso, ¿Esta todo bien? —
—¿Mónica te dijo algo sobre mi?—
—No, no dijo nada ¿Por qué? — estaba intrigada
—No es importante, bueno quizá si, es solo que me siento culpable sobre algo—
Romina trago saliva y lo miro ¿Culpable?
—¿Por qué te sientes culpable? — los ojos de la chica conectaron con los del mayor.
—No, solo... — la miro y suspiro —Perdon, olvida que vine por favor—
Samael se levantó y camino hacia la puerta, miro a Romina y luego salió dejando a una confundida y curiosa chica detrás.
Unos minutos más tarde llegó Mónica, quien le dio su habitación a su amiga, era la de invitados y en tamaño era similar a la de Mónica. Estaba en tonos blancos y verdes, con una cama queen size en el medio, un baño con vestidor y un armario enorme.
—Acomodate amiga, como gustes— Mónica tomó de los hombros a su amiga antes de salir de la habitación.
En cuanto salió la habitación de quedo en silencio, tomó su mochila y acomodo sus cosas. Escucho a lo lejos la voz de Betty preguntando por ella, se sentía el odio que esa mujer irradiaba hacia Romina.
Llegó la hora de la comida y habían pedido pizza, Mónica y Romina tomaron su comida y subieron a la habitación de la anfitriona para ver una película y comer. Mientras tanto en la planta de abajo había una discusión.
—¿Hablaste con Aarón? — pregunto el hombre.
—No te incumbe— espeto la mujer
—No te es suficiente con coger con el ¿Verdad? — la miro enojado —¿Que le dijiste? —
—Nada, solo que su futura novia estaba metiendose con el hermano equivocado— ni siquiera se molestó en mirarlo.
—¿Qué? Romina no se merece alguien con los antecedentes de mi familia...— era verdad y al mismo tiempo despistaria a su mujer
Estuvieron hablando un rato hasta que se oscureció, Mónica y Romina estaban aún viendo películas mientras que comían chuches. Bajaron a cenar y luego se despidieron para ir a dormir.
La bicolor se duchó, cambio y se acostó; estuvo un rato viendo su celular, stalkeando a Sam en redes y pensando en que lo tenía tan cerca y tan lejos a la vez. Tal vez la hora, tal vez la edad, pero poco a poco mientras miraba fotos iba separando las piernas, debajo de su camiseta over size solo traía sus bragas así que fue fácil llegar a su ya notoria humedad.
Dejó el celular de lado y comenzó de lleno, comenzó lento ya que le daba vergüenza en casa ajena, pero luego eso se le fue olvidando por el placer. Apartó sus bragas e introdujo primero un dedo, luego el otro y por último su otra mano se dirigió a uno de sus pechos apretando levemente.
No se dio cuenta que la puerta de su habitación estaba entre abierta, dando la casualidad que Samael pasaba por ahí, había Estado trabajando en la oficina hasta tarde y cuando iba a su habitación se frenó.
Escucho los leves gemidos de la fémina, se acercó más hasta poder escucharlos con claridad. Una oleada de éxtasis le recorrio el cuerpo, y éste reaccióno cuando pudo discernir lo que la chica decía.
—S-sam... Samael... — dijo entre dientes mientras sus dedos se movían más rápido.
El mayor trago saliva, empujó levemente la puerta dejándola solo un poco más abierta y mirar dentro. Ya no pensaba con ética si no como hombre. Por segunda vez en menos de una semana se había puesto duro por ella.
Sus ojos viajaban desde la expresión de placer de la joven hasta sus pechos los cuales aún cubiertos por la tela dejaban notar sus pezones, bajo un poco más hasta donde ocurría todo; miro sus muslos, su pelvis hasta que sus ojos llegaron a la intimidad de ella.
La respiración se le volvio pesada, y sin darse cuenta estaba apoyado en el marco de la puerta con una mano y con la otra tratando de remediar lo que Romina había causado en sus pantalones.
La chica seguía gimiendo el nombre del mayor con más desespero hasta que llegó a su orgasmo, siguió un poco más mientras regulaba su respiración y relajaba sus músculos; por su parte él había terminado, y al hacerlo volvió a la realidad, cuando la chica se levantó al baño le cerro la puerta e hizo lo mismo que ella.
En el baño, Samael se miraba en el espejo tratando de descifrar que era lo que sentía. ¿Atracción? ¿mera calentura? ¿Amor? ¿Deseo quizá? No sabía pero en su mente se repetían una y otra vez los gemidos de la fémina; esta por su parte regresó a la comodidad de la cama y miro al techo, rezaba por que no la hubieran escuchado.
Sin saber que el hombre que tanto deseaba la había visto.
Al llegar a la habitación, el mayor se encontró a su mujer acostada en una sensual lencería, parecía que se acababa de dormir y dio gracias por eso, cuando se cambió escucho la voz de su esposa.
—Te tengo una sorpresa, o bueno tenía, tardaste mucho—
—Estoy cansado, aun si no hubiera tardado no lo habría hecho— dijo acostándose.
—¿Qué tiene ella qué yo no Samael? — sonaba triste.
—No se de qué hablas, quiero dormir ¿si?— dejó un beso en sus labios —Hablamos mañana, te amo—
Se dio la vuelta y se durmió, ese beso y ese te amo dejaron a Betty feliz, no hacía falta hablar de nada a la mañana siguiente.
Al amanecer, Mónica fue a despertar a su amiga, tenía un plan: Fiesta de piscina.
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