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16. PREGUNTAS E INTERRUPCIONES

En la mañana cuando despierto
y el sol está saliendo
Oh, tú llenas mis pulmones con dulzura
y llenas mi cabeza contigo
***


NAIRA

Olvidé por completo que los lunes Kea pasaba por mí. Mentira, no lo olvidé, pero tampoco imaginé que sería Diego quien nos llevaría.

—Buenos días, florecita —saluda.

Abro la puerta trasera del coche y tomo asiento sin hacer caso a su saludo. Kea gira el rostro desde el asiento delantero y me da una sonrisa de disculpa. Pongo los ojos en blanco.

«No pasa nada», artículo. Ella asiente y vuelve la vista al frente. Sacamos nuestros celulares al mismo tiempo y yo compruebo que no me haya llegado un mensaje desde la última vez que lo revisé. O sea... hace un minuto, justo antes de ingresar al vehículo.

—Muy calladas, ¿no creen? —vuelve a hablar Diego. Ambas lo ignoramos otra vez—. Si voy a tener que estarlas trayendo, exijo por lo menos una charla decente.

—Ya cállate —espeta Kea, luego enciende la radio y la música llena el interior del coche.

Mama lover de Serebro suena por los altavoces y Kea y yo comenzamos a masacrarla a todo volumen. Nuestra pronunciación en inglés es horrible, pero es divertido ver la cara de sufrimiento de su hermano. Tras unos minutos cantando todas las canciones que nos sabemos —y las que no también—, llegamos a la escuela.

Kea no tarda ni dos segundos en correr hasta donde su novio se encuentra esperándola, y se lanza a besarlo.

—Deberíamos imitarlos —sugiere Diego, a lo que le lanzó una mirada dura.

—No, gracias —resopló. A él le divierte molestarme, lo sé porque ríe tras mi seca respuesta y busca cualquier momento para hacerme enojar.

—Extrañaba esto —susurra en voz muy baja. Giro mi rostro para verlo y él se encoge de hombros—. Te ves linda.

Suspiro.

—No hagas esto —suplico.

—¿Qué?

—Esto. Actuar así conmigo, me...

—¿Confunde?

—No. Me enferma. Yo estoy con alguien —digo, aunque no sea completamente verdad. Sé que no «estoy» con Asier, pero, si todo sale bien, pronto lo estaremos.

Sonrío con la idea de ello.

Tras darle una última mirada a Diego, bajo del auto y cierro la puerta. Estoy escaneando la multitud en busca de mi amiga desaparecida y traicionera, cuando lo veo. Asier está caminando hacia la entrada y se encuentra algo lejos, por lo que grito su nombre.

Él se gira, me ve y sonríe. Le devuelvo el gesto y lo saludo con mi mano. Sacude la suya en respuesta. Comienzo a caminar hacia él, sin embargo una mano en mi cintura me detiene y me gira hasta que unos labios se posan en mi mejilla, demasiado cerca de mis labios.

Durante dos segundos no reacciono por la sorpresa, pero luego frunzo el ceño y empujo su pecho con todas mis fuerzas. Veo que es Diego y mi enojo crece.

—¿Qué te pasa? —pregunto indignada. Él solo sonríe de lado y me mira fijamente.

—Olvidaste darme mi beso de despedida.

Resoplando, lo vuelvo a empujar y lo señalo con mi dedo.

—Déjame en paz. No te lo volveré a decir.

Me alejo de él y comienzo a caminar hacia Asier, quien tiene la vista fija en Diego. Su mirada es dura, nunca lo había visto así de molesto. Se ve su mandíbula apretada y los puños cerrados a sus costados. Luce tan enfadado y... ¿celoso? No sé, pero luce sexy.

Cuando lo alcanzo, poso mi mano sobre su antebrazo y su mirada se suaviza al clavarse en mí.

—Hola —susurro perdiéndome en sus increíbles ojos.

—Hey, hola —contesta. Siento su mano deslizarse por mi brazo y entrelazar nuestros dedos juntos al alcanzarlos—. ¿Cómo estás?

Miro a nuestras manos entrelazadas y sonrío.

—Nunca mejor que ahora.

Lo veo sonreír por mi respuesta y entonces sus ojos se clavan en los míos. Siento algo, como una cuerda que me jala hacia él, una energía invisible que me empuja y me acerca a su cuerpo. Y parece que Asier también la siente porque comienza a inclinarse hacia mí sin importarle que estemos en la entrada rodeados de gente.

Sus manos suben y acunan mi rostro, y entonces acaba con la distancia entre nosotros y presiona su boca sobre la mía con dulzura. Comenzamos a mover nuestros labios con timidez, reconociéndonos, y luego sonrío en medio del beso.

Pega nuestras frentes juntas dejando escapar un suspiro e imponiendo una pequeña distancia entre nuestros rostros.

—Me gusta besarte —confiesa.

—A mí me gusta que me beses.

Parece que mi respuesta le agrada, porque sonríe y vuelve a posar sus labios en los míos con brevedad. Da un paso hacia atrás. De repente noto que se ha puesto nervioso.

—Uh, yo quería preguntarte algo —susurra.

—¿Querías?

—Quiero —se corrige. Cierra los ojos, toma una profunda respiración y luego los abre de nuevo—. Nai, tú...

—¿Sí? —lo insto a que continúa.

—Quiero saber si... Uh, sabes que me gustas mucho y...

Río porque se me hace demasiado tierno así tan nervioso.

—¡Solo dilo!

—Naira, ¿te gustaría...?

—¡Nairaaa!

Cierro los ojos al escuchar a mi Kea acercarse gritando mi nombre. Si no me equivoco, Asier iba a pedirme que fuera su novia. Vuelvo a abrir los ojos y miro a Asier con un gesto derrotado.

—¿Qué ibas a preguntarme? —lo animo. Él sacude la cabeza y mis hombros se hunden.

—Luego hablamos si quieres. —El timbre suena como si fuera una señal y Asier comienza a alejarse.

—Está bien. —Lo veo desaparecer en el interior del edificio y en eso siento al brazo de Kea engancharse con el mío.

—Vamos. Nos toca con El pelón —dice refiriéndose a nuestro profesor de matemáticas. Comenzamos a caminar hacia el interior y suspiro con tristeza—. ¿Qué pasa? —pregunta—. ¿Interrumpí algo con el papucho?

Suelto una risa corta y sacudo la cabeza negando.

—No, nada importante.

***

Tras cinco horas de materias horriblemente aburridas, llega la subdirectora y nos avisa que habrá junta escolar por lo que saldremos dos horas antes.

¡Yey!

Kea no tarda ni dos segundos en tomar sus cosas y salir corriendo hacia la puerta.

—¡A las dos en la entrada! —grita, después desaparece. Niego con la cabeza divertida, imaginando que seguro fue a encontrarse con su novio.

Yo, a diferencia de ella, me tomo mi tiempo para guardar mis cosas. Espero a que toda la estampida de alumnos pase y luego, por fin, salgo del aula. Me detengo abruptamente al encontrar a Asier recargado en la pared con la cabeza gacha.

—Hey —lo llamo. Él levanta la mirada y me sonríe—. ¿Qué haces aquí?

Con lentitud, se despega de la pared y camina hacia mí.

—Bueno, vi a tu amiga pasar corriendo a mi lado y me gritó que te encontrabas en este salón. —Mira hacia el interior y luego se fija, una vez más, en mí—. ¿Por qué está todo solo?

Acomodo un mechón de cabello tras mi oreja y río tontamente. ¡Dios! Este chico sí que me tiene loca.

—Me gusta esperar a que pase todo el alboroto de la salida.

—No vaya a ser que te pisen —dice riendo y lo miro divertida con una ceja enarcada.

—¿Me estás diciendo enana?

Le doy la mirada más seria que tengo y él parece arrepentirse.

—¿Qué? No, yo solo... Este... Quiero decir...

Verlo buscando las palabras correctas, tratando de retractarse, hace que mi «molestia» no pueda ser fingida por más tiempo y que una carcajada brote desde lo más profundo de mi pecho.

—¡Era broma! —admito sin dejar de reír—. Debiste ver tu cara de espanto. —Hago una mueca imitándolo y me largo a reír otra vez.

Asier, en cambio, me mira son ojos sonrientes y entrecerrados.

—¿Te burlas de mí? —Sacudo la cabeza en una negativa cuando lo veo acercarse y luego sus dedos se presionan en mis costillas arrancándome un chillido.

—¡No! ¡Cosquillas no! —Comienzo a retorcerme entre sus brazos y él me aprisiona contra la pared para que no pueda escaparme. Me falta el aire, siento que no puedo respirar, pero no puedo parar de reír—. ¡Basta! ¡Me voy a hacer pipi!

Comienzo a patalear y mover mis brazos con desesperación, cuando por fin se apiada de mí y disminuye la presión en mis costados.

—Ya, lo siento.

Lo veo dar un paso atrás y apoyo una de mis manos sobre mi pecho, como si eso pudiera calmar los apresurados latidos de mi corazón. Mi respiración comienza a normalizarse, mi risa se apaga, pero la sonrisa se queda plasmada en mi rostro.

Lo miro a los ojos y sacudo la cabeza.

—Casi me matas.

—Casi hago que sufras un accidente —dice divertido. Recuerdo que le dije que me iba a orinar y bajo la mirada soltando una risita.

—Eso hubiera sido vergonzoso.

Asier ríe y luego, como siempre, un silencio se instala entre nosotros. Él mira hacia el pasillo ahora vacío y yo fijo mi vista en su cuello. ¿Pueden los cuellos ser sexys? Porque siento que el de él lo es. Es el cuello más sexy que he visto.

Me imagino besando su cuello y un incómodo calor se instala en mi rostro. Sé que me he sonrojado y espero que no lo note. Mi rostro se pone completamente rojo, no como en las historias donde solo sus mejillas se colorean. No, yo parezco puerquito después de hacer ejercicio o... No lo sé, pero no es para nada atractivo.

Cuando me mira de nuevo, sus cejas se disparan hacia arriba y eso hace que me torne más roja.

—¿Tienes calor? —pregunta. Yo no sé qué decir, por lo que solo asiento—. Entonces vamos a las bancas de afuera. ¿Van a venir por ti?

—No todavía, tengo hasta las dos.

Comenzamos a caminar y lo miro de reojo. Está sonriendo.

—Yo igual —contesta, y ahora la que sonríe soy yo.

Salimos al fresco ambiente y Asier toma mi mano, conduciéndome hasta la banca donde casi siempre me siento en el receso.

—Esta es mi banca —digo buscando romper el silencio. Él toma asiento y me mira, una de sus comisuras elevadas.

—Lo sé. Ven, siéntate.

Palmea el lugar a su lado y yo le hago caso, me siento dejando unos prudentes cinco centímetros entre su pierna y la mía. Sintiéndome tranquila, comienzo a mirar alrededor, al área verde, y disfruto del extraño silencio en la escuela.

—Me gusta esta vista —susurro.

—A mí también.

Cuando giro a verlo, me encuentro con que sus ojos están clavados en mí.

—¿Cuál? —presiono.

—Esta. —Su mano sube a mi mejilla y cierro los ojos al sentir su cuidadosa caricia—. Creo que ahora puedo preguntarte lo que no pude más temprano.

Trato de reprimir mi sonrisa, sin embargo fracaso. Abro los ojos y ladeo la cabeza.

—Entonces pregunta.

Escucho su ropa removerse cuando se acomoda de tal manera que sus piernas están una a cada lado de la banca.

—Naira.

—Asier.

Él sonríe y pone su dedo contra mis labios.

—No hables que me pones más nervioso. —Asiento en acuerdo y lo veo tomar una profunda respiración—. Naira, te... Dime si tú... —Río—. ¿Te gustaría ser mi novia?

Cierra los ojos con fuerza al terminar la pregunta y siento que una grande, enorme, gigantesca sonrisa se dibuja en mi rostro.

—Sí —acepto. Lo veo abrir los ojos con sorpresa y río una vez más—. Sí, sí quiero ser tu novia.


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