8:12
—Buenos días—hablo papá camino a su lugar en la mesa, saludando a mamá y a mi.
—Buenos días—respondí casi inaudible y mi madre sólo lo ignoró descaradamente.
Muchos dicen que ser padre es mucho más que tener un hijo. Ser padre es reencontrarte con el niño que fuiste, y revivir la inocencia pura y limpia del ser humano, es apreciar lo que tus padres han hecho por ti, aprender que toda evolución que merezca la pena se hace lenta y continuamente.
Ser padre es comprender que el amor es mucho más de lo que se puede expresar con palabras, es sacrificar mucho sin importar lo que pierdes, porque ganas siempre.
Ser padre es lanzarte al vacío y nacer en la caída mucho más fuerte, y con alas, es una ofrenda de lo más valioso que tenemos, el tiempo, a alguien que es más importante que todo lo demás.
Ser padre es sentirte vulnerable, tener miedo, y confirmar que ya no importa el obstáculo porque no tienes más opción que hacerlo bien, y en ese momento descubrir que ya puedes con todo lo que venga.
Ser padre es mirar a los ojos a la vida y sonreírle, y aprender que el mundo es un espejo que refleja lo que tú le das.
Pero conforme el tiempo pasaba, conforme yo crecía, papá y yo nos volvíamos cada vez más distantes.
Ni siquiera recordaba la última vez que lo había abrazado, pasaba noches en vela "trabajando". Él era un padre incompleto.
Pero bueno, al final, eso hacía que yo viviera en un buen ambiente con todas las comodidades posibles.
—¿Qué tal va la escuela? Espero que no estés repitiendo tus asquerosidades—habló llevando el bocadillo de carne a su boca.
—¿Parece que no tienes otra cosa que preguntarle a tu hijo?—contestó molesta mi mamá sin despegar la mirada de su teléfono móvil.
—Necesito asegurarme de que no vuelva a ocurrir, ¿No te importa tu imagen?
—Claro que me importa nuestra imagen, es sólo qu...
—No padre, acaso, ¿Me crees tan tonto? Suficiente tengo con tener que ir todas las tardes a ese maldito asilo—respondí sin dirigirle la mirada interrumpiendo aquella boba pelea.
Poseía un dolor insoportable de cabeza por la resaca. Apenas tenía apetito. Y el poco que tenia se estaba llenando por culpa suya.
—Llegó el resultado de tu última prueba a mi correo anoche—comentó—No estaría de más que te esforzarás. ¿Has pensado en practicar algún deporte? Si no entras por tu cerebro, podrías hacerlo con una beca deportiva.
—¿Crees que no lo hago?—pregunté soltando los cubiertos ya molesto—¿Crees que no me importa?
—Jungkook tranquilízate...
—¡Como quieres que me tranquilice madre!—dije levantándome de la mesa—¡Me mato todos los malditos días de mierda estudiando, y luego llegó aquí a escuchar sus malditas discusiones de mierda!—grité molesto.
—¡No me hables con ese lenguaje jovencito!—clamo papá.
—Jodanse, ¡Me tienen harto! Estoy cansado ¡Cansado de toda esta puta mierda! ¿Cuándo será el día en que por fin los haga sentir orgullosos?
—Jungkook, no queremos que nos hagas sentir orgullosos—contestó en voz baja.
—Entonces...¡¿Qué mierda esperan de mi?! ¿Alguna vez te has preguntado lo que yo quiero?
—Jeon..
—No mamá...¡Pregúntame que quiero!
—Jungkook...
—¡Pregúntame!—grité insistente.
—¿Qué quieres? Maldita sea...¡¿Qué es lo que quieres Jeon Jungkook?!—espeto levantándose de igual manera.
—¡Quiero que todo esto se termine ya! ¡No quiero terminar como ustedes!—grite aún más fuerte haciendo sobresaltar mis venas—¡Me niego!
Mi respiración a este punto ya era muy agitada.
—¡No quiero terminar trabajando todo el bendito día detrás de un maldito escritorio mientras mi pelo se cae, o ir todos los estupidos días al maldito salón de belleza porque temo envejecer!—continúe—¡No mientras tengo un hijo abandonado en la maldita y estúpidamente enorme casa siendo infeliz!—exclamé golpeando la mesa, a este punto mi vista comenzaba a volverse borrosa.
—Retráctate de tus palabras Jeon—dijo mi padre parándose imponente al frente mío.
—Ojalá ustedes no fueran mis padres...
—¡Jeon Jungkook!—grito mamá.
Pero un sonido más lleno la estancia. El sonido de la mano de papá impactando contra mi mejilla.
Mis lágrimas. Aquellas que había retenido durante años, escurrieron. Y solo hicieron arder más mi piel.
—No saben...cuánto...los odio.
Fue lo último que mencioné antes de girar y salir de ahí.
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