Capítulo 10.
Si. Habían robado aquel coche. Cory había sido el encargado de abrirlo de una manera tan rápida que ni si quiera ella se dio cuenta de como lo hizo.
-Es su especialidad -le explicó Paul que de alguna manera parecía orgulloso por las actividades delictivas de su amigo. Tan solo le hizo falta diez segundos para lograrlo. -Creo que ese ha sido un nuevo récord. Enhorabuena.
-Gracias -respondió Cory, como si aquel fuera realmente un logro.
Se metieron en el vehículo. Aaron conducía, Cory estaba en el asiento copiloto y Brooke y Paul en los de atrás. Ninguno dijo demasiado mientras arrancaban, listos para marcharse de allí.
Pero Brooke no hubiera podido hablar ni aunque tampoco quisiera pues no que podía dejar de temblar y ya no solo por el miedo sino porque hacía bastante frío. La temperatura había bajado de manera exagerada. Tras eso, pudo ver como Cory se movía un poco delante y de manera algo disimulada, encendió la calefacción del coche. Quizás él también tenía frío, pensó. De todos modos, se lo agradeció pues un agradable color se instaló en ellos.
Cory comenzó a sacar otro cigarro.
-Tío, no fumes en el coche -se quejó Aaron mientras seguía concentrado en la carretera. Cory arrugó un poco la frente pero aún así se lo puso entre sus dientes.
-Hablas como si el coche fuera tuyo -se burló Paul, que le tendió el mechero para que lo encendiese.
-Supongo que es la costumbre -murmuró Aaron.
Tras eso, Paul le tendió un cigarrillo a Brooke pero ésta negó con al cabeza.
-¿Estás segura? El tabaco es una gran ayuda para el estrés.
-No la molestes, Paul -gruñó Cory y el otro tan solo se encogió de hombros.
Se volvió a instalar un silencio en el coche. Los dos chicos de delante miraban fijamente a la carretera mientras que Brooke permanecía con Paul atrás. Entonces, al ver que ella lo estaba mirando, el chico se dirigió a ella.
-Sé que es una estupidez preguntar esto, pero... ¿estás bien? -preguntó y pareció como si hubiese estado un buen rato queriendo hacer esa pregunta. -Vale, si que es una pregunta estúpida.
Sin embargo, le agradeció infinitamente aquello, porque aunque estaba claro que ella no estaba bien, vio en sus ojos que lo preguntó en serio, que de verdad le interesaba y preocupaba. Quizás era una tontería debida al estado tan débil y vulnerable en el que se encontraba, pero en aquel instante sintió que tan solo los tenía a ellos.
-Estoy bien -respondió. -Quiero decir, todo lo bien que se puede estar cuando has estado a punto de morir.
-Bueno, pero estamos vivos ¿no? Yo me conformo perfectamente con eso-respondió él, volviendo a sonreír. No creía haber visto una sonrisa tan dulce y amable nunca.
Seguía asustada, era imposible que no lo estuviese, pero según se fue alejando más y más del lugar, se permitió relajarse un poco. La actitud tan despreocupada de los chicos también ayudó; si alguno de ellos seguía pensando en lo ocurrido, si todavía sentían el miedo recorrer sus cuerpos, no lo pareció pues ninguno lo mostró.
Casi veinte minutos después, la dejaron en casa. No se paró a pensar en todos los incovenientes que tenía el darle la dirección de su hogar a un grupo de desconocidos como ellos. ¿Qué importaba ya? Después de haber pasado por lo que habían pasado, de alguna forma sintió como si ya los conociese, como si hubieran dejado de ser unos extraños. Quizás el compartir un suceso tan traumatico te uniese a alguien de una manera algo cruel pero muy intensa. De todas formas, no esperaba volver a verlos. Al menos no en un futuro cercano.
Aparcaron a unos metros de distancia de la puerta de su casa. No sería bueno que algún vecino la viera acompañada de ellos. Antes de salir del coche le hubiera gustado decir algo más; agradecerles por haberla ayudado y no haberla abandonado. Preguntarles que pensaban hacer después de esto. Pero nada salió de sus labios. No le resultaba fácil hablar y mucho menos cuando ellos la estaban mirando.
-Pasa buena noche -le murmuró Paul, que fue el único que se atrevió a hablar. Aaron trató de sonreír un poco pero no era muy bueno fingiendo.
Brooke echó un último vistazo al coche, a los chicos que había dentro de éste. Su última mirada se centró en Cory que la observaba fijamente y así se quedaron durante unos segundos, mirándose, ambos con esa extraña sensación de querer decir algo pero optando al final por el silencio. Así que tan solo Brooke asintió como despedida, mirando una última vez a todos. Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su casa, sintiéndose un poco estúpida. Tendría que haberles dicho algo, por lo menos, debería haberles dado las gracias.
Y durante un instante, Cory sintió el impulso de abrir la puerta, ir tras ella y decirle una última cosa... aunque no sabía el qué. De todas modos, poco importaba porque nunca lo haría. Todo lo que podía haberle unido con ella acababa de terminar. No volverían a verse y sabía que era lo mejor. No le había gustado la manera en la que se había sentido a su lado. A él no le gustaba las personas como ella.
El coche rojo no se movió hasta que vieron que ella había entrado en casa. Desde la ventana del salón pudo ver como éste desaparecía.
Dos días después, Brooke seguía sin poder dormir. Cada vez que cerraba los ojos, volvía a vivir todo; las imágenes se reproducían en su cabeza, como si de una película se tratase y entonces, su cuerpo se congelaba. Aterrado. Ni si quiera había salido de su habitación, tan solo lo hacía cuando su madre la llamaba para comer pero tampoco era capaz de dar un bocado.
-¿Estás segura de que estás bien? -le preguntó su madre esa noche, mirándola con preocupación. Había notado que su hija actuaba rara en estos últimos días. -No tienes muy buena cara. Podríamos llamar a un médico, si quieres.
-No es necesario -le cortó ella con rapidez. Trató de forzar una sonrisa. -Creo que es un virus. El otro día comí algo que debió de estar en mal estado... no es nada grave. De hecho, hoy estoy mucho mejor.
Supo que su madre no la había creído pero no dijo nada más. Tan solo se limitó a mirarla durante el resto de la cena, quizás tratando de averiguar por si misma lo que le ocurría. Pero nunca lo descubriría. Era imposible que pensara que algo así pudiese haberle ocurrido a su hija.
Ignoró los mensajes de Amber y Meg. No quiso tocar el móvil en todo el fin de semana. Lo único que hacía era tumbarse en la cama de su habitación y mirar el techo, dejando que las horas pasaran y pensando una y otra vez en lo ocurrido. En ocasiones se convencía de que aquello no había sido real, de que quizás todo había sido una imaginación de su mente, una pesadilla muy mala... pero el miedo que sentía era demasiado real como para que todo fuese falso.
Al cuarto día, supo que las cosas no podían seguir de esa forma. Aún tenía clases a las que asistir, una vida que retomar. Al final y al cabo, había sobrevivido ¿no? Seguía respirando. Y aunque no si quiera sabía de donde había sacado las fuerzas necesarias para salir de la cama, lo hizo.
-Si quieres puedo llevarte -se ofreció su madre, aliviada al ver que estaba vestida y fuera de su habitación. Brooke asintió; no le apetecía ir andando a la universidad. No quería ir a ningún sitio sola, en realidad.
En cuanto vio a Meg y Amber, se despidió de su madre que una última vez le preguntó si estaba bien. En esos momento, deseo que la mujer fuese más como la madre de sus amigos; más despreocupada, menos... madre. No había dicho nada durante todo el trayecto pues una parte de Brooke realmente creía que si abría la boca acabaría contando todo. Y no podía hacer eso; no podía enterarse. Le daría algo si lo hiciera. Además, seguro que ella querría ir a la policía y había acordado con los chicos que no lo haría. Sentía que les debía cierta lealtad.
-¡Brooke! -saludó Amber en cuanto la vio acercarse y entonces, rodeó sus hombros con su brazo. -¿Donde te habías metido? No has contestado ninguno de nuestros mensajes.
-Ya pensábamos que aquel chico te había matado o algo parecido -añadió Meg de forma burlona. Por supuesto, Leo les había contado lo del encuentro con Cory.
-¿Se supone que me tengo que reír? -soltó, sintiendo que de alguna forma tenía que defender a aquel chico. Leo también estaba con ellas pero evitaba mirarla, quizás aún sintiéndose culpable por haberla dejado tirada. Bien, pensó, que se sintiera todo lo culpable posible. Cierta parte de lo que había sucedido era por su culpa.
-Nos tienes que contar lo que pasó. ¿Qué hacías con ese chico? -preguntó ahora Ambar, sus marrones ojos llenos de curiosidad.
-¿Desde cuando te ha dado por las ayudas sociales? -volvió a bromear Meg pero una vez más, Brooke no se rió. Decidió ignorarla. Quizás en otro momento le hubiera hecho gracia ese tipo de comentario pero ahora ya no. Y lo cierto es que no quería hablar de Cory con ellos.
Saludó a algunas personas mientras caminaba por el campus. Sus amigas seguían enfrascadas en una conversación con Leo pero ella no prestó atención alguna a lo que decían. Su mente estaba en otro lugar, en la cabaña. Unos minutos después, un grupo de tres chicos se encontró con ellos y no pudo evitar la mueca de desagrado que se formó en su rostro al ver que Scott iba con ellos. No la dijo nada, tan solo se limitó a taladrarla con la mirada todo el rato, como si ella le debiese algo. Casi sonrió un poco al ver que el gran moratón que rodeaba su nariz.
-Erik -habló entonces Amber, dirigiéndose a uno de los chicos. Brooke no le conocía demasiado; tan solo de vista y por haber coincidido con él en alguna que otra fiesta. Era uno de los amigos de Scott, de esos que se dedicaban a seguirle por todos lados. Probablemente fuese un idiota, al igual que él. -¿Sabes algo de tu coche?
Aquello llamó su atención de inmediato.
-¿Qué ha pasado con tu coche? -preguntó. Era la primera vez que hablaba en todo ese tiempo y si a alguno le sorprendió, no lo pareció. Aunque Erik si le miró de una manera extraña al ver que se dirigía a él; no creía haberlo hecho nunca antes.
El chico se encogió de hombros, como si el asunto no fuera tan importante.
-Me lo robaron el viernes por la noche. Lo dejé en el aparcamiento del Young pero cuando salí ya no estaba -respondió de manera algo despreocupada, como si aquel coche no le hubiera costado un gran dineral.
Brooke notó como su cuerpo se tensaba un poco. El coche rojo. Era de él. Tan solo esperaba que su rostro no dejara ver la culpabilidad que sentía.
-¿Y sabes quien ha podido ser? ¿Has puesto una denuncia o algo? -trató de saber, aunque hizo un esfuerzo por no parecer tan desesperada. Estaba asustada. ¿Qué pasaba si descubría que había sido ella quien lo había robado? ¿Qué le harían? ¿Qué sucedería con los chicos? Las cosas tan solo parecían ir de mal en peor.
Sin embargo, Erik tan solo se encogió de hombros, demostrando poco interés.
-Lo pensé en un prinicpio pero al final he decidido pasar. De todas formas, esto le ha dado la excusa perfecta a mis padres para que me consigan otro. Incluso me han hecho un favor, diría. Si algún día me encuentro con alguno de ellos, les daré las gracias — aquello hizo que los demás soltaran una pequeña carcajada.
Justo lo que Cory había dicho. Brooke no pudo evitar cierta repugnancia por su comentario y recordó lo feliz que pareció Aaron conduciendo aquel coche. Él nunca podría permitirse un vehículo como aquel. Y aquí estaba Erik que después de unos cuantos meses ya se había cansado de él.
La culpabilidad que pudo haber sentido por aquel robo desapareció por completo e incluso durante un instante casi estuvo a punto de sonreír al recordar que ella había estado implicada.
Se lo tenía merecido.
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