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Cap. 2

Renacer:

4 años después:

La Habana, Cuba:

Melou:

Estoy recostada en la litera de mi cuarto leyendo, es lo único que me entretiene en este lugar, ya me leído los 423 libros que hay aquí, sí, son pocos para los que hay en los psiquiátricos de otros países, pero Cuba no es un país desarrollado, todo lo contrario, aunque a pesar del bloqueo económico y financiero que presenta se defiende con puños y dientes.

—Harley— me llama una de las enfermeras.

Sonrío por el pronombre, me dicen así por la Harley Queen, loca, desquiciada, así estaba yo cuando me ingresaron aquí, pero he logrado recuperarme.

»Vamos que tienes consulta con la psicóloga.

Suspiro, me levanto y dejo el libro sobre el duro y viejo colchón de la litera. Camino hacia ella.

—¿Sabes algo de Celin?— le pregunto mientras vamos por los pasillos de la planta 1.

El piso donde están los más cuerdos, ya que en el segundo están los que sufren de leves enfermedades como la demencia y en el tercero siempre vas a escuchar gritos, peleas, enfrentamientos entre pacientes donde vas a ver sangre, y muchas veces hay enfermeras que salen lastimadas.

En ese piso estaba yo al inicio.

—Llamó diciendo que mañana pasa a recogerte— me da un empujoncito en el hombro —ya vas a salir del agujero condenada.

Río con tristeza —Eso veo.

Llegamos a la puerta de la psicóloga Thalía Pozo.

—Bueno, te deseo suerte.

Asiento y entro.

La psicóloga está detrás del escritorio escribiendo en una serie de papeles de manera compulsiva con sus finos lentes de pasta.

—Buenos días— saludo y me siento en el sillón blanco frente a ella.

La oficina no es sofisticada ni con objetos de lujos, es sencilla con colores neutros, cuando entras sientes un cambio ya que te calma, está rodeada de pequeñas plantas florales colocadas en puntos estratégicos.

—Oh, hola Jhanet— es la única mujer que se atreve a llamarme por mi segundo nombre, deja los papeles a un lado y saca una agenda de forro negro junto a un boli —¿cómo estás?.

Me encojo de hombros —Bien.

—Bien de bien, o bien de genial— vuelvo a encogerme de hombros.

A pesar del tiempo que llevo viéndola me es muy difícil hablar con ella y contarle todo lo que siento, nunca he sido una persona muy abierta y la última vez que hablé de mis sentimientos con alguien quedé mal, pero lo intento.

»¿Cómo te sientes al saber que mañana sales de aquí?.

—Igual de bien.

—Jhanet tienes que hablar, abrirte si quieres pasar página, entiendo que te sea difícil pero si no me hablas no puedo dar el diagnóstico final para tu salida.

Trago el nudo que se ha formado en mi garganta —Tengo miedo— confieso.

—¿De qué?.

—Miedo de que cuando salga quiera volver a entrar— su rostro no transmite nada, solamente serenidad —miedo de que todo allá fuera haya cambiado y no sepa adaptarme, de que el mundo se haya olvidado de mí, de que ya yo no sea nada ni valga nada, miedo de volverme loca otra vez.

—Siempre se tiene miedo de comenzar una nueva etapa, pero no debes preocuparte por eso, solo fueron cuatro años, cuatro años donde demostraste que sí se puede y allá fuera de seguro te espera mucha gente, comenzando por tu hermana.

Una lágrima rueda por mi mejilla, a Celin la consideran mi hermana aquí porque ha estado conmigo desde un inicio, y yo también la quiero como hermana, siempre la he querido.

—¿Y si nadie me recibe como lo que era antes? ¿Y si me tratan como loca?.

—No te preocupes por eso, vive el presente, preocúpate por lo que estás viviendo, por el hoy y el ahora, el que en verdad te quiere te verá como lo que siempre has sido, una guerrera, la mujer que estuvo en un barco durante más de un año en busca de una cura para un virus— las lágrimas brotan con facilidad —la que se enfrentó a muertes, asesinatos, tragedias, la que estuvo embarazada y perdió al bebé pero aún así siguió adelante, la que se infectó de ese virus mortal y sobrevivió cuando todos creían lo contrario.

Me cubro el rostro abnegado en lágrimas y mis hombros se sacuden.

»¿Quieres que siga recordándote quién eres en verdad?.

Se hace silencio, el único sonido que hay es el de mis sollozos, y es cierto.

Soy una guerrera.

Que a pesar de las patadas que la vida me ha dado he logrado sobrevivir, he logrado estabilizarme, así que puedo con esto y más.

Los minutos vuelan y me paso la mano por la cara y los ojos secando las lágrimas.

La miro a los ojos —Gracias.

Ella me sonríe con calidez —Cuando te sientas así recuerda todo eso, ahora dime— pasa hoja en la agenda —¿cómo van los ataques de ansiedad?.

—Desde la última vez no me han dado.

—Eso fue hace dos meses así que está perfecto— escribe algo y cierra la agenda —ya estás lista para salir mi querida Harley.

Río y me levanto —Gracias de nuevo doctora Pozo.

—Es mi trabajo— camino hasta la puerta pero su voz me detiene.

—¿Sí?.

—No dejes que nadie vuelva a jugar con tu salud mental otra vez.

Asiento y salgo emitiendo un profundo suspiro.

Vuelvo a mi habitación, la cual comparto con Lianet, una chica de 19 años que presentaba lo mismo que yo aunque ella sale dentro de cinco meses.

—¿Cómo te fue?— la veo sentada en su cama.

—Bien.

—Estoy feliz por ti, ya mañana sales.

—Tú igual saldrás, solo debes seguir comportándote como lo has estado haciendo y no meterte en problemas.

—Sí mamá.

Sonrío, seguimos hablando de el último libro que estoy leyendo, a Lianet le encanta leer, fue la que me hizo leer todos los libros de aquí ya que a pesar de que a mí también me gusta no tengo el hábito de hacerlo continuamente como muchas personas que siempre tienen un libro en mano.

Ella me sigue hablando, yo la escucho pero mi mente está en otro lado.

Al fin volveré a ser libre.

×××

Camino por el pasillo hacia la salida donde me encuentro a una sonriente Celin esperando por mí.

Ella me ve y viene corriendo en mi dirección dándome un fuerte abrazo que correspondo al instante.

—Joder no puedo creer que ya estés afuera— musita acariciando mi cabello.

—Pues sí, soy fuerte, como las garrapatas.

Se separa y ríe —Siempre he odiado esa comparación tuya, anda vamos que hay que tomar la guagua.

—¿La guagua?— comenzamos a caminar calle arriba.

—Sí, el bus, es lo mismo, este país es totalmente diferente.

—Entonces quiero pasear y conocer la ciudad.

—¿En serio, Melou?.

—He estado cuatro años encerrada en un manicomio, así que me merezco eso ¿no?— ella niega con la cabeza —empezando por un cambio de look.

—Ay no— me carcajeo por la expresión que ha puesto, ella sabe que cuando digo look es para sorprender —¿cuál es la nueva ahora?.

—Quiero teñirme el pelo y cortarlo, nunca me ha gustado largo— llegamos a la parada.

—¿De que color?.

—Al estilo de Harley Queen.

—Por Dios.

—Oye que combina, la loca que sale del psiquiátrico y se parece a Harley Queen.

—No juegues con eso— me regaña y segundos luego llega un bus.

×××

Nos pasamos todo el día dando vueltas por las calles, todo es tan diferente, las cafeterías, restaurantes, hoteles, hay un parque que es muy concurrido. Caminé por todo el lugar como niña perdida buscando golosinas.

Todos van de un lado a otro de manera despreocupada llevando sombrillas y lentes para el sol.

Llegamos a un parque donde hay aparatos y niños montando en ellos, agarro a Celin del brazo y nos metemos ahí, me pongo a jugar con varios niños que patean una pelota y ella empieza a reírse.

Tomamos helado, y ya a las cinco de la tarde vamos por fin a casa.

La casa es cómoda, Celin me presenta a una tal Yumara que al instante me cae bien por su forma de ser y es la que me tiñe y corta el pelo en un corte bob, como lo tenía antes, ya que es peluquera.

Me miro al espejo y doy saltitos de alegría.

Mana te quedó precioso— elogia Yumara.

—Yo no voy a hablar— alega Celin desde la cocina —eso es un sacrilegio.

Ruedo los ojos, es una exagerada.

—¿Y cómo es que sabes hacer todo esto?— le pregunto a Yumara.

—Aprendí en la calle, a mi me encanta andar en todo esto.

—¡Celinita!— una voz diferente vocifera desde afuera —¡Celin!.

—¿Y ese quién es?— cuestiono.

—Javier ¿puedes dejar de gritar?— le pide Celin.

Se escucha su risa mientras entra como Juan por su casa —¿Y tú que haces aquí?— le pregunta a Yumara —tienes que parar mija.

Es un chico de cabello castaño y ojos marrones, se parece bastante a la morena.

—No ¿Qué haces tú aquí?.

Se acerca a Celin y la abraza por detrás —Iug asqueroso, estás todo sudado.

—No te hagas que sé que amas mi sudor de hombre— sonrío por lo dicho.

—¿Dónde andabas?.

—Jugando futboll— su mirada recae en mí —eh y esta preciosura quién es.

—Aléjate de ella— lo amenaza Celin con cuchillo en mano mientras pica cebollas.

—Me encanta tu look— la ignora —me recuerda a Harley Queen, apuesto todo a que mi hermana tiene algo que ver.

—¿Hermana?.

—Sí, la fea esa de ahí— señala a Yumara quien le saca la lengua en un gesto infantil —por cierto, mi nombre es Javier.

—Melou.

—Ah, eres la hermana de Celinita.

—¡Deja de llamarme así!— se queja la nombrada y él se ríe.

Seguimos hablando y el tal Javier me coquetea descaradamente, es una persona jovial, exageradamente alegre y le gusta molestar todo el tiempo.

Sale diciendo que va a darse un baño, la hermana también se va y a las nueve de la noche él regresa, Celin se queda mirando no se qué novela cubana que tiene un nombre poético "Vuelve a mirar"  creo que es como se llama mientras Javier está sentado conmigo en el pequeño portal.

Hablamos y hablamos hasta tarde, descubro que es dos años menor que yo y estudia en la universidad.

A cada nada me saca una sonrisa, llegan las doce de la noche y nos despedimos con un beso en la mejilla. Entro a la casa y Celin ya está dormida con la tele apagada.

Voy hacia mi habitación y me canbio de ropa colocándome el pijama que Celin me compró,  nunca me han gustado pero igual me lo pongo y me acuesto a dormir.

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