22
Thais
Me siento a la mesa, con los ojos hacia abajo, el palpitante dolor en la sien me está matando.
Colocan una bandeja de comida frente a mí: unas rebanadas de pan y tiras de jamón. Es poco comparado con el almuerzo de hoy, o las comidas de las otras chicas.
Morgane se sienta frente a mí, al final de la fila. Su bandeja y la de las chicas a mi lado están llenas: lasaña de carne, ensalada, pan, frutas y jugo. Ella mantiene la cabeza gacha y come tranquilamente.
Desgarro un trozo de pan y lo mastico lentamente. Un hombre pasa vigilándonos y luego sigue su camino.
Morgane, con una mirada de preocupación, se inclina hacia mí y susurra. —Si desobedeces o haces algo que no debes, te dan menos comida y agua. Lo he visto muchas veces.
—No tengo mucha hambre en este momento, así que funciona por ahora —el ruido sordo en mi cráneo es tan fuerte que no estoy segura de cómo superaría esto sin los analgésicos.
—Necesitas mantener tu fuerza tanto como sea posible. Tienes que hacer bien tu trabajo —habla justo antes de que la comida llegue a su boca, disimulando cuidadosamente el movimiento de sus labios para que sus susurros pasen desapercibidos. —O te castigarán. Hay un cuarto de castigo y nadie que entra ahí vuelve igual.
—Agradezco tu amabilidad, pero no deberías hablar conmigo. Lo digo por tu bien. No quiero que te metas en problemas.
—Es mejor que sepas cómo funcionan las cosas y evitar meterte en problemas. No tienes ni idea de cuánto vas a tener que cambiar, apenas serás una sombra de lo que eras. Si quieres sobrevivir a esto, deberás amoldarte a tu nuevo destino —hace una pausa—. Con el tiempo, llegarás a olvidarte del pasado, porque recordarlo será demasiado doloroso.
—Jamás lo olvidaré —espeto con decisión.
—Peor para ti; porque a veces duele más recordar que olvidar.
Antes de que me dé cuenta, al menos cuatro hombres más salen y recogen mi comida.
—¡¿Qué diablos hacen?! —digo bruscamente. —¡Ni siquiera he comido todavía!
Uno recoge la rebanada de pan de mi mano y lo tira al suelo. —Se supone que no debes hacerlo.
—¿Qué? —mi voz está llena de incredulidad.
—Se supone que no debes comer —vuelve a decir uno de ellos. —Estás castigada. Si se enteran de que has comido, nos castigarán también. Será mejor que hable con quien reparte la comida para que eso no vuelva a pasar.
Morgane suspira. No estoy segura de sí ella está con o contra ellos. De cualquier manera, sé que ella no intervendrá ni dirá nada.
Y eso está bien.
No necesito que ella me salve.
Puedo salvarme a mí misma.
Puede que tenga hambre más tarde, pero estuve muriendo de hambre cuando me fui de casa de Aang y si logré pasar eso, sus venenosas maneras debiliten mi espíritu no van a hacerlo.
Aceptaré mi castigo y luego saldré de este lío. Aang habrá venido por mí, o yo ya habré escapado por mi propia cuenta.
—Él me va a encontrar —susurro para mí.
—Las ilusiones duelen más que la realidad —dice miss positivismo, quien al parecer me escucho. —Nadie vendrá aquí porque no existe, nadie te salvará, deberías de dejar de pensar en eso y aprender a sobrevivir.
—Van a encontrarme —digo con fe ciega. Estoy segura que ni Aang ni Elliot se van a rendir con mi búsqueda—. Aang, lo hará...
Me quedo en la mesa hasta que todas terminan de cenar, luego viene a buscarme y llevarme a mi cabaña.
Me sumerjo en la bañera, el borde de porcelana fría contra mi cuello, el agua caliente envolviendo mi cuerpo mientras cierro los ojos, buscando alivio. El agua caliente hace que la migraña disminuya un poco, pero no mucho. Estoy sentada allí, simplemente existiendo en agonía.
Realmente no hago mucho en este lugar, me levanto y sufro. Y así sucesivamente.
La puerta se abre.
Mis brazos inmediatamente se cruzan sobre mi pecho, ocultando mis senos de la vista.
Mis ojos se abren y miro al culpable con enojo. —¿Te importa? Estoy desnuda.
Acerco mis rodillas a mi pecho y mantengo mis brazos cruzados sobre ellas.
—No te preocupes ya he visto a muchas chicas desnudas antes —se acerca a la bañera, de pie junto a mí con el mismo atuendo que había usado esta mañana y ayer. Puedo decir que es el mismo chico porque tiene una voz distintiva, una que es amenazante pero también sarcástica.
—Así que no te importa qué hago eso —me levanto totalmente desnuda y me para frente a él.
Bufa, pero puedo ver el rastro de nervios en él cuando dice: —Sigue con tu baño.
Vuelvo a mi antigua posición con una sonrisa sarcástica. —¿Qué haces aquí?
—Viendo si puedo hacer que dejes de meterte en problemas —dice. —¿Qué te dije?
—¿Lo siento por haber matado solo a uno en lugar de más?
Me sonríe. —Escuché que tuviste un día difícil hoy.
Mantengo mi silencio, negándome a reconocer mi dolor. Ni siquiera me importa mucho que esté aquí viéndome desnuda bajo el agua, porque el dolor me hace ignorar mi vanidad. No hay espejo en mi cabina ni peine para mis rizos salvaje, así que no tengo idea de cómo me veo ni tampoco me importa.
—En este infierno todos los días son difíciles. No debes preocuparte por el de hoy.
Giro el cuello para mirar hacia otro lado, para enfocarme en algo además del hombre alto que está de pie junto a mí, su capucha colocando su cabeza en una sombra perpetua y aquella mascarilla que oculta su boca y nariz. Permanece unos segundos, la dirección de su mirada es imposible de ver. No hay vapor dentro de la cabina, así que ni siquiera puedo distinguir su respiración. Es imposible leer a un hombre sin rostro, sin aliento y sin voz verdadera porque está claro que ha alterado su voz mientras habla conmigo.
Sin embargo... Sus ojos son familiares, claro que lo recuerdo. Ya lo había visto.
—Eres Gian —digo con absoluta convicción.
—Si saben que puedes reconocer a alguno de nosotros te van a matar —me advierte.
—No me importa.
—Realmente eres un dolor de cabeza.
—¿Dolor de cabeza? —susurro. Es mejor no gritar. De lo contrario, el pulso en mi templo aumentaría y el dolor se va a multiplicar, pero él me provoca y mi propia injusticia se apodera de mí. —Soy un dolor de cabeza porque merezco algo mejor que esto. Porque todas las mujeres aquí se merecen algo mejor que esta mierda. Nos merecemos algo mejor que se secuestradas y tratadas como activos. ¿Sabes qué? Jodéte tú y el maldito de Escorpión. Y advierte a esos guardias; si uno de ellos se atreve a querer tocarme de nuevo me asegurare de que no tengan pene ni mano.
—Que los guardias no te oigan. O van a partir esa hermosa boquita que tienes.
—Por mí que lo intenten —un nuevo brillo aparece en sus ojos y decido cambiar de tema. No quiero seguir excitando a un hombre como que está claro que sabe pelear desde los diez y podría hacer lo que quiera conmigo. —¿Vives aquí?
—¿Por qué lo crees?
—Entonces, ¿qué haces aquí?
—Estoy aquí por unas semanas —cuenta. —Máximo dos y luego me iré. Se supone que no ibas a poder distinguir a ninguno de nosotros ni te darías cuenta de cuando me cambiarán.
—¿Cómo terminaste involucrado en esto? ¿Qué pasó con mi hermana?
—Supo demasiado.
—Supo demasiado —repito incrédula. —¿Cómo puedes vivir contigo mismo?
—De hecho, vivo bien. No tengo nada que ver con eso.
Me rio para no llorar. —Pero pudiste detenerlos. Pudiste salvarla.
—No pude ni puedo detener nada, incluso si quisiera. Era necesario, nuestra organización nos dio un incentivo para trabajar, todos los de ahí éramos huérfanos, ¿sabes?
»Y por eso todos hacían las misiones como si nuestras vidas dependieran de ello, que es lo que querían. Pero cuando vas descubriendo cosas y la mente va cambiando todo cambia. La OINAU fue creada por el gobierno para hacer cosas no autorizadas; entre esto está los asesinatos y cuando pasa cierto tiempo van a querer eliminar a cada uno de los agentes que esté involucrado. Solo eres importante mientras puedan usarte, cuando no se deshacen de ti. Yo necesito salir de esto antes que pase, y la única manera de hacerlo es muerto, así que me uní a Escorpión porque prometió eliminar a todos. Si eso pasa yo seré libre. Tendré una nueva vida.
—¿Los van a aniquilar a todos?
—Sí, solo así estaré a salvo de ellos. Para cuando acabemos nadie conectado a la organización andará por ahí para hacerme daño.
—¿Thalia era parte de esa organización?
Él sonríe.
—Aang y Elliot no te dijeron.
—¿Decirme qué?
—Tu hermana era una espía rusa, tu papá creyó que estaba muerta hasta que ella tuvo una misión, y se encontraron.
—Mentiroso —digo. —Ella era bailarina, vi el vídeo. Dijo que tú eras su compañero de baile.
—¿Bailarina? —se ríe. —Era una de sus misiones. Thalia fue todo lo que la organización quería; bailarina, traductora incluso la puta de alguien. Su primera misión fue a los quince y tuvo que acostarse con un hombre de treinta y pico solo por información. Luego que lo consiguió tuvo que matarlo, no era una chica inocente.
Me han mentido tantas veces que ya ni sé qué creer. Así que me rindo.
Mi boca tiembla. —Háblame del programa.
—Buscan potencial en niños huérfanos con sangre ruso, es más fácil cuando no hay nadie que los busque. Te entran para convertirte en soldado. Con Thalia fue un caso aparte, su madre ya formaba parte de la organización y fue la mejor de su época, así que vieron potencia en ella. La suerte fue que tu padre resultó ser un don nadie, ¿quién buscaría a su hija perdida?
—Gian, entonces ¿eso te hizo decidir trabajar aquí? ¿Con un grupo con una ideología contraria a lo que te criaron? —pregunto.
—Ellos pagan bien y son justos con su gente —me dice. —¿Qué más se puede pedir?
—¿Justo? —frunzo el ceño—. Esa no es la reputación que tiene tu jefe. Despiadado, asesino, ruin es cómo la mayoría de la gente lo describiría, creo.
Se ríe, por alguna razón, divertido por el comentario.
—Sí, son unos cabrones despiadados, de acuerdo. Sin embargo, normalmente cumplen sus palabras, lo que, desde mi punto de vista, lo hace justo.
—¿Por eso le eres leal? ¿Por qué cumple su palabra?
—Entre otras cosas.
—¿Por qué te refieres a Escorpión en plural?
—Porque Escorpión no es una persona —se ríe. —Es la organización criminal y es justamente por la cual no lo van a encontrar nunca. Buscan una persona cuando hay más de uno a cargo. Thalia solo descubrió un rostro no a Escorpión.
Y todo se da media vuelta, dispuesto a alejarse de mí luego de tirarme esa bomba.
—Espera, Gian —grito—. ¿A quién descubrió mi hermana? ¿Quiénes son los demás?
No lo hace: no se detiene ni me responde, y me quedo sola en la bañera.
A las 7:50 a.m. estoy caminando penosamente fuera de la cabaña. Tengo hambre y pocas fuerzas.
Gian no vino sino otro guardia que parece querer torturarme.
Caminar es difícil. Estoy sin aliento, temblorosa y débil. Cuando llegamos al claro, asiente con la cabeza hacia la mesa.
—Ponte a trabajar —ordena el tipo, empujándome.
Morgane ya está preparando la siguiente caja.
Voy a la mesa y lucho por deslizarla hacia mí. Abro la caja y luego la deslizo en mis brazos. Pero pierdo el equilibrio y casi me caigo, casi derramando la cocaína por todas partes.
Morgane la estabiliza antes de que pueda derramarse.
—¡No la ayudes, o formarás parte de su castigo! —el guardia grita desde el otro lado del claro, mirándome como un conejo a punto de ser sacrificado.
Devuelvo la caja a la mesa y respiro con dificultad.
Morgane finge estar trabajando en su caja a pesar de que ya está lista para irse.
—¿Qué pasó?
—Un guardia intentó violarme y lo maté. Así que usan la excusa de la fuga para castigarme, para que nadie sospeche que pasó.
—Nunca he visto a nadie sin comer tanto tiempo. Normal solo es el desayuno o la cena. Luego todo vuelve normal, ¿por qué a ti te tratan diferente?
Me encojo de hombros. —¿Qué puedo decir? Soy una creadora de tendencias y todos me aman.
—¿Por qué te odian tanto?
—Ni idea. Probablemente quieren matarme por venganza, pero primero quieren que sufra.
Aunque sospecho que es una venganza contra Aang.
Solo debo tener fe en que él me buscaría, Aang no me abandonaría aquí.
—Quisiera ayudarte, pero... —comienza, mordiendo su labio inferior, nerviosa, pero la interrumpo.
—Está bien, Morgane —la tranquilizo. —Realmente lo entiendo. Ya haces mucho al hablar conmigo, ve a trabajar antes de que te regañen.
Voy por mi próxima caja.
—Mierda... eso tiene más de lo normal —me quejo.
Uso todo mi cuerpo para levantar la caja —es obvio que han echado de más—, balanceándome por el peso, me doy la vuelta y lentamente hago el viaje hacia la mesa.
Las otras chicas obviamente habían estado observando, así que cuando me acerco, la chica más cercana a mí me ayuda discretamente a ponerla en la mesa, como si hubiesen notado que no cené ayer, que tampoco me había desayunado y que los guardias me están matando de hambre a propósito. Además, de que ponen más peso en mi caja.
—Gracias —susurro en voz baja para luego continuar mi trabajo.
Cuando la hora del almuerzo llega, no me dan una bandeja. De nuevo.
Veo comer a Morgane mientras mi guardia está cerca vigilándonos. Incluso se acerca y se para en el borde de la mesa, simplemente merodeando a nuestro alrededor, como si quisiera asegurarse de que Morgane no consiga darme nada y me debilite aún más.
Al parecer temen que ella quiera deslizarme la comida. Ahora comprendo por qué ella ni siquiera me mira durante todo ese tiempo.
Quiero decirme a mí misma que puedo seguir, que no necesito comida, pero si no desayuno, no almuerzo o ceno me desmayaría en cualquier momento. Puedo sentir los labios secos, mi vientre gruñendo y los breves mareos. Sé que voy a caer en cualquier momento.
Volvemos al trabajo, y me estoy debilitando cada segundo. No estoy segura de cómo llego al final del día. El tiempo pasa muy lentamente. Cada vez que se siente como si hubieran pasado tres horas, solo han sido tres minutos.
Al llegar la cena pasa lo mismo. Me obligan a mirar a las demás comer, me digo a mí misma que no tengo hambre, pero mi tripa dice todo lo contrario y el oler hace todo mucho peor.
Al final del día más chicas se levantan de las mesas y se preparan para regresar a las cabañas.
Morgane se acerca a mí, algunas de las chicas de nuestra mesa se acercan y se paran cerca. Entonces Morgane vacía sus bolsillos y mete comida en mis bolsillos, moviéndose tan rápido como puede sin dejar caer nada.
—Por lo que veo no te dejarán comer por un tiempo, ya eres muy pequeña y te desmayarás antes de mañana. Come eso, pero no dejes que nadie te vea. Algunas son soplonas; porque reciben regalos. Si sigues con tu castigo solo podré darte comida una vez al día y de noche porque es cuando menos nos vigilan —me da un beso en la frente. —Ahora vete y finge que nada ha pasado.
Quiero llorar porque estoy muy conmovida. Pero me resisto, ya que no quiero que quieren vengan para saber porque nos tardamos tanto.
Veo como se gira tan rápido como apareció.
Todo sucede en diez segundos.
Y luego las chicas se se despiden con la mano y se alejan... como si nada hubiera pasado.
Las veo alejarse. No me miran después, y no las culpo. Observo mi entorno para ver si alguien nos estaba viendo antes de darme la vuelta e ir a mi cabaña.
En la privacidad de mi cabaña, me como todo lo que me habían dado. Con calma, a pesar de querer devorar todo, sé que una mala digestión puede levantar sospechas.
Estoy segura qué hay mucha más comida que el contenido de un solo plato en aquella funda plástica, lo que significa que varias mujeres habían renunciado a partes de su cena y se la habían entregado a Morgane para que me las donara. Veo que hay varios trozos de pollo, tocinos, rebanadas de pan, incluso una barra de proteínas, uvas y una manzana entera. Lo que significa que lo han estado guardando desde ayer.
A pesar de la situación algunas poseen su humanidad intacta, algo que necesita algunas mujeres de afuera. Ojalá cuando me vaya de aquí pueda sacarlas a todas.
A los pocos minutos de terminar todo, me siento mejor.
Me siento genial y estoy agradecida.
Totalmente llena y feliz, incluso se me ha pasado el dolor de cabeza.
Si no quiero que un guardia se dé cuenta de lo que está pasando, tengo que fingir ser débil, pero no tan débil como para no poder hacer mi trabajo. No podré ser la más fuerte de aquí, pero tampoco la más débil. También debo evitar romperles la nariz a los guardias porque llamará la atención de que me estoy alimentando, alguien sin comida no tiene fuerza para pelear.
Escucho pasos cerca de mi puerta, lo cual me lleva a limpiar rápidamente mi boca y esconder la pequeña funda. Luego me acuesto en la cama y no me levanto, fingiendo estar demasiado débil para sentarme.
La puerta se abre y escucho los pasos más cerca, cierro los ojos e intento hacer que mi respiración sea tranquila, regular.
—No te preocupes por esa pequeña y apretada vagina —susurra, acariciándome la espalda. —Dejaré que el jefe tenga los honores antes de que nos deje hacer lo que queramos contigo. Vengaré a mi amigo.
Deja un beso en mi cuello, y trato de no hacer ruido ni asquearme. No me atrevo a tragar ni a respirar. El hombre suspira, llevando un mechón de mi cabello a la nariz y después de varios minutos sus pasos van en dirección contraria.
La puerta cruje, algo tintinea, y luego sus pasos continúan por el pasillo. No exhalo hasta que escucho que la otra puerta se cierra.
Gracias a Dios no intentó tocarme un seno o otra cosa.
¿Dónde diablos estás Aang?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro