CAPÍTULO 4: Gritos del pasado
Las palabras de Dimitri seguían resonando en mi mente, al día siguiente después de haber tenido esa discusión. «¿A quién se refería cuando dijo que tuvo que dejarla morir?», pensé. No podía dejar de hacerme la misma pregunta una y otra vez. La curiosidad podía conmigo. No me atrevía a preguntar, aún no habíamos llegado a ese nivel de confianza, si es que alguna vez llegábamos.
Me encontraba en mi nueva habitación con todas mis pertenencias apiladas alrededor y con dificultades para transitar libremente por estancia. Coloqué las cosas que pude yo sola, pero aún quedaban muchas más y por mis limitaciones, no podía. No sabía a quién pedirle ayuda. Dimitri quedaba descartado porque la última vez que nos vimos, no acabamos bien; Alessandro no podría ayudar mucho por su discapacidad visual y Kiram, ya me había ayudado bastante trayendo las cosas. Solo me quedaban Einar, Azael y... Robin, el chico que me había atacado. No lo había visto desde entonces. Tenía que pedirle ayuda a uno de los tres.
Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta de que alguien me llamaba hasta que me tocó el hombro. Di un respingo del susto. Era Azael, el hombre que tenía el salón de belleza.
—Lo siento cariño, no quería asustarte. Era para decirte que hemos traído pizzas, por si quieres comer algo—dijo.
Ahora que lo mencionaba, lo cierto es que tenía hambre. Además, era una buena oportunidad para conocer a mis nuevos compañeros de piso, con los que, a la fuerza, iba a tener que convivir indefinidamente.
—Gracias, lo cierto es que tengo hambre.
Azael recorrió la habitación con la mirada y se quedó pensativo. Luego me miró.
—Estás de suerte. Hoy no trabajo, así que tengo tiempo libre y puedo ayudarte a colocar lo que falta. Comemos y nos ponemos con ello—me guiñó un ojo.
—Gracias, te lo agradezco mucho—respondí aliviada. Me había ahorrado la molestia que me supone pedir ayuda.
Nos dirigimos a la cocina y ahí se encontraban Alessandro y Einar comiendo.
—Bienvenida Bianca, espero que te gusten las pizzas — me saludó Alessandro con una sonrisa en los labios.
—Por fin te dignas a aparecer por aquí, novata—dijo Einar sonriente.
—Sí, me encanta la pizza. Lo siento por no aparecer antes, necesitaba tiempo para asimilar todo lo que me está pasando. — contesté.
— No te preocupes, lo entendemos. No es fácil adaptarse a una situación como esta— añadió Alessandro.
Pasamos una velada agradable conociéndonos y aprendiendo un poco sobre las costumbres de los vampiros. Aún se me hacía raro hacerme a la idea de que estaba comiendo pizza con tres vampiros que se comportaban como si fueran humanos. Ellos me aclararon que no tenían por costumbre comer, pero que lo hacían de vez en cuando para recordar viejos tiempos. Normalmente bebían sangre de animales y, cuando la ocasión se presentaba, se alimentaban de los humanos que hipnotizaban para que no recordaran nada.
Después de comer, Azael y yo fuimos a mi habitación a ordenar las cosas de la mudanza. Afortunadamente, no tenía mucha ropa por lo que pudimos colocar las cosas en la parte del armario que quedaba a mi altura, de forma que pudiera coger lo que necesitaba con plena autonomía. De vez en cuando, el vampiro sugería diferentes formas de combinar la ropa para cambiar un poco mi estilo habitual e ir más elegante al trabajo. Me había olvidado por completo del trabajo. Necesitaba hacer un par de compras y buscar ropa más formal.
Terminamos de adecentar la habitación y retiramos las cajas vacías. Agradecí la ayuda a Azazel y este se retiró a su habitación tras indicarme que podía acudir a él siempre que lo necesitara.
Cuando vi que ya no me quedaba nada por hacer, cerré la puerta de mi habitación y llamé a Circe con el número que me había facilitado Malena. Al tercer tono se oyó la aguda voz de mi amiga.
— Hola, ¿quién eres?
— Por fin te encuentro, soy Bianca — respondí con alivio.
— ¿Dónde te habías metido? Llevo una eternidad buscándote — preguntó ella preocupada.
— Lo mismo puedo decir de ti. En cuanto a dónde estoy, es una larga historia... — Respondí, dudando sobre si contarle la situación en la que estaba o no.
— Yo también tengo una historia que contarte. El resumen es que dimití en el trabajo porque no soportaba a la jefa y cuando el casero se enteró de que no tenía curro, me invitó a abandonar el piso porque llevaba dos meses de retraso en el pago del alquiler. Ahora estoy haciendo favores para que amistades y conocidos me dejen quedarme en su casa unos cuantos días hasta que encuentre otro trabajo y pueda permitirme pagar una habitación.
— Mi situación es parecida a la tuya. Me dieron el trabajo y, por diferentes circunstancias, he tenido que mudarme. Ahora estoy compartiendo casa con seis tíos extraños, entre los que se encuentra mi jefe... — Me quedé callada esperando su reacción.
— ¿Qué? Dios mío, eso tengo que verlo yo con mis propios ojos. Dime que están todos buenos. Mándame la ubicación de tu nueva casa, mañana me planto allí. — mi amiga se volvió loca hablando sin parar, de las fiestas a las que podíamos ir con ellos, de que pensaba tirárselos a todos, etc. Cuando paró para respirar, la frené.
— Circe, escucha. Mis compañeros no son normales. No pueden salir cuando hay s... — No pude seguir.
De repente, me quedé muda. Se me bloquearon las cuerdas vocales y se me paralizó la lengua. Apenas podía emitir sonido alguno. El pánico me invadió. Mi amiga, al otro lado de la línea, me instaba a seguir hablando. Intenté con todas mis fuerzas hablar, pero seguía sin poder hacerlo. No entendía qué me estaba pasando. Sólo estaba segura de que tenía que hablar con alguno de los chicos. Colgué la llamada y le escribí a mi amiga explicándole que me había surgido un imprevisto y que la llamaría en otro momento.
Seguía sin poder hablar, por lo que salí corriendo en busca de alguien. En el salón y en la cocina no había nadie, me dirigí a la biblioteca. Estaba Dimitri y parecía que no había nadie más en la casa. Me acerqué. Él se giró hacia mí, había sentido mi presencia.
—Buenas, señorita. ¿Quiere algo?
Al ver que no respondía, se extrañó.
—Señorita, le ruego que hable. No tengo tiempo para juegos—dijo mirándome.
Yo intentaba hablar con todas mis fuerzas y agitaba mis brazos desesperadamente, tratando de explicarme, pero era inútil, él no me entendía. Recorrí la sala buscando algo para escribir mientras el vampiro me observaba estupefacto. Encontré un folio y un bolígrafo. Me apresuré a escribir y le entregué la hoja. Él leyó atentamente.
—¿Ha perdido la capacidad de hablar repentinamente? —yo asentí con la cabeza. Dimitri se quedó pensativo.
—¿Qué estaba haciendo en ese momento? —volví a escribir en el papel y lo leyó.
—Ahora lo entiendo...—dijo mientras me miraba fijamente. —¿ha intentado hablar sobre nosotros, sobre nuestra naturaleza? —Asentí.
— ¡Tonta! — Dijo con una mirada cargada de reproche y expresión de enfado en el rostro. Lo miré confundida. — Si revela algo de nosotros, puede poner en peligro nuestra existencia. Por eso no puede hablar, el vínculo actuó como mecanismo de defensa— explicó. —Recuperará la capacidad de hablar en breve, el efecto no suele durar demasiado tiempo—añadió.
La parálisis que afectaba a mis cuerdas vocales y a mi lengua se fue desvaneciendo poco a poco y pude recuperar la capacidad de hablar.
—Lo siento por no tener un máster en vampirología. Usted tampoco me dijo nada al respecto—le contesté en cuanto recuperé la voz. Me molestó su actitud y no pude evitar defenderme.
— Creía que era algo tan lógico que no requería ningún tipo de explicación por mi parte— Dijo el vampiro seriamente.
Dejé escapar un suspiro y traté de tranquilizarme, no tenía ganas de discutir con él. Me di la vuelta con el objetivo de irme a mi habitación, pero me retuvo llamándome.
— Señorita, aguarde un momento— dijo mientras se incorporaba de su asiento y se dirigía hacia mí.
Me giré y lo miré expectante. Enseguida supe qué quería, sus ojos lo delataban. Eran rojos brillantes como rubíes y lucían amenazadores. Parecía un depredador en busca de su presa. Y, por desgracia, su presa era yo y esa era la función que me correspondía como cáliz de un vampiro.
— No quiero presionarla, pero se acerca la hora que habíamos acordado para... — le costaba decirlo. Parecía avergonzado y se notaba que no le gustaba nada esta situación, igual que a mí.
— Para que usted se alimente de mí — terminé por él.
— Así es — desvió la vista hacia sus zapatos, tratando de disimular su vergüenza.
Cada parte de mi cuerpo pedía a gritos que me alejara de ese depredador, que mi vida corría peligro estando junto a él. Pero mi parte racional decía que en algún momento había que ceder y que el día anterior él no me había buscado. Sentí que me había dado tiempo para adaptarme a las circunstancias. Decidí hacerle caso a mi parte racional.
— De acuerdo. — Una expresión de sorpresa apareció en su rostro. No se esperaba que fuera a acceder a su petición.
Esta vez me dejó quedarme en mi silla de ruedas y él se arrodilló en el suelo. Cogió mi brazo con delicadeza y buscó una vena. Luego musitó una disculpa y, al segundo, sentí sus colmillos atravesar mi piel. Un agudo dolor que surgió de mi extremidad se expandió por el resto de mi cuerpo y, a medida que mi sangre fluía atravesando la barrera de sus labios, el dolor iba sustituyéndose por ondas de calor. El vampiro bebía con avidez y teniendo cuidado para no hacerme más daño. Un quejido salió de mi garganta, por lo que él apartó su boca de mi brazo y me miró con preocupación.
—¿Le duele mucho?—había un deje de culpabilidad en su voz.
—Sí—dije con voz casi inaudible.
Al igual que la otra vez, pasó la lengua por la herida para limpiarla y cortar el sangrado, haciendo que el dolor disminuyera notablemente.
—Ya es suficiente por hoy — afirmó. — ¿Puedo hacer algo por usted antes de irme al trabajo? Va a estar sola hasta antes del amanecer. Yo intentaré llegar pronto.
«Sola en casa. Otra vez. No habrá ningún problema. Lo del pasado ya está superado. No pasará nada», pensé tratando de convencerme.
Le pedí a Dimitri que me acercara algunas cosas que estaban fuera de mi alcance. Él me ayudó y se fue. Tras cerrar la puerta, el silencio invadió la casa y traté de ignorar el hecho de que iba a pasar unas cuantas horas sola. Para distraerme, encendí la televisión y puse capítulos viejos de Anatomía de Grey.
Al cabo de un par de horas, me dieron ganas de comer algo. Ignoro los nervios que empiezan a invadirme y entro en la cocina. Me acerco a la encimera y trato de coger un plátano, pero está un poco lejos de mi alcance. Me olvidé de pedirle a Dimitri que me acercara algo de comida. Despacio y con cuidado, hago varias maniobras con la silla para pegarme a la encimera. Respiro hondo varias veces y me preparo mentalmente. «Todo va a ir bien. Lo que pasó no tiene por qué repetirse», digo para mis adentros. Me levanto un poco de la silla de ruedas eléctrica, sujetándome a la encimera, y estiro el brazo libre todo lo que puedo para intentar coger la fruta. Las rodillas se me doblan y me resbalo hacia atrás, cayendo en mi silla de ruedas.
El pánico se apodera de mí y se desatan todos los recuerdos que tenía guardados bajo llave en algún recóndito lugar de mi mente. Como flashbacks, las imágenes de aquel fatídico día se reproducen sin cesar en mi memoria, haciendo que el corazón me lata frenéticamente y las lágrimas discurran por mis mejillas sin control.
Tiemblo como una hoja y el llanto que me invade rompe el silencio de la noche. Salgo de la cocina y busco el móvil. Solo hay una persona capaz de sacarme de este ataque de pánico y que necesito tener a mi lado en este momento. Llamo y entre lágrimas cuento lo sucedido. Le envío la ubicación de la casa. Al cabo de media hora suena el timbre y abro. No logro ver debido a las lágrimas, pero sé que es ella. Sin mediar palabra, me envuelve entre sus brazos y trata de tranquilizarme.
—Pensé que ya lo tenía superado. Hacía tiempo que no me pasaba—digo entre sollozos.
—Lo sé, intenta tranquilizarte. Ya estoy aquí—me aprieta entre sus brazos y siento que el llanto va remitiendo poco a poco.
⋘──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙
Salgo del trabajo lo más pronto que puedo, tal como le prometí a la chica. Además, quiero estar en casa antes de que llegue Robin, me preocupa que el chico pierda el control otra vez. Es un vampiro joven y, aunque ha mejorado mucho el autocontrol, todavía le queda mejorar.
Voy conduciendo rápido, tratando de no superar la velocidad máxima permitida. Cuando llego, aparco en el garaje que está cerca de la casa y me bajo del coche. Abro la puerta y enseguida noto una presencia desconocida. Está la chica, pero también hay alguien más. Con sigilo, enciendo la luz del salón y veo que no hay nadie. Recorro toda la vivienda y cuando llego al pasillo siento movimiento.
—¿Quién anda ahí?—pregunto con determinación.
Una chica que no conozco sale de uno de los baños y se me acerca. Por un momento pensé que era la versión femenina de Azael porque iba con las mismas pintas que él. La chica era de poca estatura y llevaba el pelo largo con mechas verdes. Sus ojos eran heterocromáticos, tenía uno verde y otro color avellana.
—Perdona si te he asustado. Soy Circe, una amiga de Bianca—dijo con una sonrisa sincera.
—¿Dónde está Bianca?
—Está durmiendo en su habitación. No se encuentra muy bien.
—¿Qué le pasó? — Inquiero preocupado.
—Tranquilo, no es nada grave y no se ha hecho daño. Es sólo que, por circunstancias que no puedo contarte, a ella le dan ataques de pánico si se queda sola en casa mucho tiempo. Supongo que Bianca no te ha dicho nada, ¿no?
— No — respondí. — Sólo me dijo que le alcanzara algunas cosas — añadí.
La chica que tenía frente a mí puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
— Típico de ella. Siempre intenta hacerse la valiente, aunque por dentro esté hecha un flan.
No le faltaba razón a la chica. La primera vez que mordí a Bianca recuerdo que ella fue la que me animó a hacerlo, mostrándose muy segura y determinada, pero pude ver que temblaba un poco. Le propuse dejarlo para más adelante, pero, aun así, no se rindió y quiso seguir adelante.
— No sé cómo se las piensa arreglar Bianca, pero la conozco muy bien y sé dónde están sus límites. Ella no puede valerse por sí sola y necesita ayuda para asearse, vestirse y esas cosas.
—Lo sé, ella me lo comentó. Me he ofrecido yo mismo para ayudarla, pero se niega. Según ella ya tiene suficiente conmigo como compañero de piso y jefe, no quiere que la monopolice— expliqué.
— Entiendo a mi amiga. Tengo una propuesta. Yo ahora mismo no tengo donde vivir, me estoy quedando en casas de amigos a cambio de favores. Puedo quedarme un tiempo hasta que Bianca pueda contratar a un asistente personal. Ya lo hemos hecho otras veces y no ha habido ningún problema.
—Comprendo que quiera ayudar a su amiga, pero... — me vi interrumpido por ruidos de voces procedentes de la entrada.
Ellos acababan de llegar. Me preocupé. Los chicos podrían decir algo inapropiado frente a la humana porque seguramente habrán notado una presencia extraña. Los vampiros tenemos el olfato muy desarrollado y podemos discernir el olor de cada persona, por lo que si notamos un olor desconocido nos alertamos.
También me preocupaba el hecho de que no sabía cómo iba a reaccionar Robin cuando sintiera a otra humana. Esto podría complicar las cosas. Le digo a Circe que me espere en la habitación de Bianca y que, en cuanto pueda, retomamos la conversación. Ella se muestra de acuerdo y se va.
Veo a Kiram supervisando el salón con Aless y voy a su encuentro.
— No hace falta que sigan buscando. Tengo localizada a la humana. Es una amiga de mi cáliz— digo.
— ¿Acaso tu cáliz no sabe el peligro que supone traer a un humano aquí? —inquirió Kiram, empezando a enfadarse.
—Espero que tenga un buen motivo para haber hecho eso —añadió Aless.
Les conté la conversación que había tenido con la chica y el hecho de que Bianca necesita ayuda.
— ¡Esto se nos está yendo de las manos! — dijo Kiram frustrado.
— Es una situación bastante delicada. Deberíamos debatirlo junto con los demás. Tenemos una hora antes de que amanezca. — Sugirió Aless.
Estuvimos todos de acuerdo y nos dirigimos a la cocina, donde se encontraban los chicos bebiendo sangre en copas. Einar y Azael parecían estar discutiendo y Robin bebía con avidez. Al vernos entrar nos miraron esperando explicaciones por nuestra parte.
— Como sabrán todos... — empezó Kiram — hay una humana en esta casa, amiga del cáliz de Dimitri y quiere quedarse a vivir con nosotros. Propongo hacer una reunión de emergencia ahora mismo y que votemos por unanimidad y aportemos soluciones.
— ¿Qué? ¿Y para esto hace falta una reunión? Está clarísimo que no podemos admitir a nadie aquí— dijo Azael escandalizado.
— Bueno, si lo miramos por el lado positivo podría ser una ventaja, tendremos otra despensa gratis — comentó Einar.
El comentario de Einar me hirvió la sangre y estuve a punto de contestarle, pero una mirada de Kiram me hizo mantener la boca cerrada. Sentí alivio cuando Aless reprendió a Einar. Robin en todo momento mantenía la mirada fija en su copa.
— Sugiero que antes de votar escuchemos los argumentos que le dio la chica a Dimitri — propuso Kiram invitándome a hablar.
Me aclaré la garganta y los miré a todos antes de explicar las circunstancias.
— Supongo que todos ya nos hemos dado cuenta de que Bianca tiene una importante discapacidad física que le limita sus movimientos y le impide valerse por sí misma para las tareas cotidianas y, por lo tanto, necesita ayuda para ello. Me he ofrecido para ayudarla, pero se niega y, en parte, la entiendo. Hoy la chica se quedó sola varias horas y, al parecer, le dio un ataque de pánico por circunstancias que desconozco. Su amiga propone quedarse temporalmente y ayudarla en todo lo que necesite.
Debatimos durante toda la hora donde cada uno expuso sus inquietudes y aportó posibles soluciones. Hubieron varios desacuerdos, pero, finalmente logramos tomar una decisión por unanimidad.
Y la decisión fue...
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