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Tres días. Tres tortuosos días desde que dejó a Suko atrás, desde que se permitió perder el control. Tres días desde que no le ha vuelto a ver, ni siquiera por casualidad.

Comienza a ser rutinario el verlo y de pronto desaparecer de su vida y evitarlo como si él fuera el culpable de sus locuras momentáneas. No puede señalarlo, no cuando es él mismo quien acude a él por quien sabe qué.

Agradece que durante los primeros tres día de la semana no comparta clase con él, porque no sabría como reaccionar o qué decir. El encuentro de ellos es inevitable, preferentemente con ropa en una de las mesas de la biblioteca estudiando su próximo proyecto. Sin embargo, antes de que aquello lo ataque con violencia, decide espabilar su mente y pasa dos días en casa de sus padres.

Sus hermanas no son de mucha ayuda cuando se trata de olvidar a su exnovio, ya que, al igual que Minho, son fieles fanáticas a la banda más famosa de todo el mundo. En cuanto vieron entrar a su hermano, lo bombardearon de noticias nuevas sobre lo nuevos tatuajes de uno de los integrantes, el corte de otro, la nueva canción y las teorías que los envuelven. No conoce más de lo que Minho y sus hermanas pueden decirle, y aún así suena demasiado complicado como para investigar. Según una de las mellizas «es mucho más que música». Pues debe estar en lo cierto teniendo en cuenta la fama e impacto que están teniendo en las personas al rededor del mundo.

En algún momento, cuando esperaban el crepúsculo juntos y desnudos, Minho solía fantasear con seguir a la banda en su próxima gira acompañado de su novio. Pero la gira mundial ya comenzó, y él se encuentra escapando de un servidor sexual que no le ha echo nada.

Debería fingir que no pasó nada de lo anterior, antes de Suko, mucho antes de Minho, pero entonces estaría negando la historia que vivió con su exnovio, estaría negando el hecho que el chico de cabello ondulado le hizo perder el control con solo susurrarle al oído; y algo en él se niega a olvidar aquella sensación.

No pasa mucho tiempo hasta que su madre comienza a hurgar entre las notas de su hijo, y aunque agradece que su libreta de nota esté guardada bajo el colchón de su cama, debe subir los números si quiere mantener la nariz de su madre apartada de su vida, y conservar su libertad. Su abuelo llegó de visita un poco más tarde y con ello ocasionó que el castaño de rulos inventara una muy detallada mentira para huir de los comentarios de aquel anciano que no puede mantener la boca cerrada. Sabe que si abriera la boca para comentarle que su vida sexual ronda en chicos de su edad, le provocaría un infarto de inmediato; pero su madre ama demasiado a su padre como para poder hacerle algo así a ella.

Antes de irse, las mellizas le comentaron que este último mes sus padres tuvieron algunos roces de los que ellas llaman «diferencia de ideas», pero Suwon sabe que aquellas peleas no pueden ser por algo tan ordinario como unas notas de universidad o preparatoria. Él jamás les ha visto pelear por algo así, o por alguna cosa en particular. Por lo general su madre es quien mantiene el orden de la casa y el cronograma de todos, y su padre suele seguirle la corriente aunque en ocasiones no esté de acuerdo, es como si una parte de él tuviera miedo de contradecir a la mujer; como si su madre con solo chasquear los dedos lo destruiría en mil pedazos.

Excepto, aquella vez, antes de su último año de preparatoria. Había llegado después de una larga noche de Karaoke con Yeri y Hyo. Se escabullo por las ventanas traseras y entró con cuidado, pero los gritos provenientes de la cocina le hicieron retroceder. Nunca había sido testigo de ese lado de su madre, no en ese estado, vestía su pijama y sostenía una llena copa de vino en mano. Su rostro estaba empapado en lágrimas y parecía más alterada de lo que demostraba realmente. En cambio, su padre estaba con ropa de oficina, como si recién pisara la vivienda, intentaba tranquilizar a su esposa pero ella no le permitía tocarle, ni un solo cabello.

No entendía lo que decían, ni siquiera podía procesar el ver a sus padres en ese estado. Al día siguiente actuaron como si la noche anterior nunca hubiese pasado. Hablaban animado y planeaban el siguiente viaje de fin de año. Después de eso, no les volvió a ver ni escuchar pelear, ni siquiera en lo más mínimo. Su madre da una orden, y el padre la sigue al pie de la letra.

Es por eso que el comentario de sus hermanas le inquieta un poco. No quiere que ellas presencien algo que sus conservadores padres no podrán decirle.

Antes de irse, les asegura que pronto volverá a casa para platicar con ellos, pero que justo ahora, con la llegada del anciano lo único que quiere hacer es poner cuantos kilómetros pueda entre ellos. Las mellizas son consciente de que su único hermano mayor es homosexual, y por eso entiende sobre las huidas de las reuniones familiares.

Suwon marca el número de Yeri que contesta de inmediato, le dice que se encuentra yendo al mol más cercano para comprar un vestido y le pide que lo espere en la entrada. Tiene mucho que hacer, demasiadas tareas, pero estar a solas con sus pensamientos parece una muy mala idea en estos momentos.

Conduce tarareando una canción que escuchó de camino a su casa y acelera para que su amiga no espere demasiado.

—¿Te gusta? —pregunta Yeri al salir del vestidor.

—Es el mismo que antes, pero diferente color —masculla Hyo a su lado.

Yeri le enseña el dedo medio frustrada y se arrepiente de inmediato haber invitado a Hyo.

Suwon ríe por lo bajo y asiente ante la pregunta de su amiga. Llevan más de veinte minutos en una misma tienda, viendo cómo Yeri entra y sale del vestidor con vestidos de todos los colores y formas.

—Necesito encontrar el perfecto, y tu no eres de ayuda —murmura con tristeza desde el vestidor.

Suwon le dedica una mirada reprobatoria a su amigo que rueda los ojos. Suspira pesado y se dirige a la pita de telas de colores para buscar el indicado para su amiga.

—Vi a Mina hace unos días —comenta mientras saca y vuelve a poner los vestidos en su lugar. Suwon abre los ojos en sorpresa y Yeri se asoma por la puerta del vestidor.

Mina es la primera novia formal que tuvo Hyo hace menos de un año. Recuerda que su relación era realmente seria, ya le había presentado a sus padres y planeaban comenzar este año viviendo juntos, pero algo pasó y Mina terminó por desaparecer de la vida de todos sus conocidos. Hyo contó en su momento, que había decidido continuar sus estudios en el extranjero, y que no se sentía lista para formalizar. Por supuesto que fue una de las peores noticias que recibió y se hundió en una terrible tristeza, rodeado de alcohol, frituras y extensos días en los que no sabía qué hora era.

Yeri no tardó en hacer su magia y volver a darle vida a uno de sus mejores amigos. Estuvo a su lado día y noche hasta que los malos hábitos desaparecieron y su sonrisa encantadora volvió, solo que había algo que Mina se llevó con ella, y fue la confianza de intentar estar con alguien de nuevo. Por eso, mientras Hyo levanta un vestido color vino tinto en lo alto, es cuestionado por las miradas de sus amigos presentes.

—No le hablé, no me llamo Suwon —bromea.

El orgullo de su amigo es golpeado con brutalidad pero lo deja pasar.

—¿Dónde la viste? —Yeri toma entre sus manos el vestido que su amigo le tiende y entra nuevamente al probador, ahora dejando la puerta un poco entreabierta para escuchar la respuesta de su compañero.

—Estaba en la cafetería que solíamos ir juntos —musita inquieto—. En realidad me alegró saber que está bien.

—Pero estaba con alguien más, ¿verdad? —formula Suwon, con empatía.

Conoce la sensación de ruptura, pero sobre todo el ver a su expareja con quién en algún momento lo soñó todo, y ahora no es más que un recuerdo vago de lo que nunca será.

—Sí. —Asiente con pesar.

—¡Me queda perfecto! —chilla eufórica Yeri al verse en el espejo.

Hyo sonríe orgulloso de sus logros y se cruza de brazos sobre su pecho, evitando por completo el tema anterior, sin intención de volver a hablar de la chica que le dejó acostado por más de un mes. Suwon respira profundo. No recuerda que su ruptura fuera tan intensa como la de Hyo, o solo es que en realidad aún no lo puede dejar ir, y no se permite llorar. De cualquier forma, debe solucionar ese problema antes de terminar en un limbo de emociones.

—¿Por qué buscas un vestido? —pregunta Hyo y toma un sorbo de su zumo de naranja.

—Haré una fiesta en la casa de viaje —murmura por lo bajo.

—¿Lo tienes permitido? —cuestiona Suwon.

—No lo sé, pero ellos se van de la cuidad unos días y quiero emborracharme con mis amigos, bailar y dormir con la primera persona que encuentre —dice y se encoge de hombros.

—Eres tan bisexual que duele —comenta Hyo.

Yeri larga una carcajada al aire y sale de la tienda luego de pagar el vestido que Hyo eligió para ella. Comenzó a contarles a detalle su plan malévolo de una gran fiesta es aquella casa alejada de la cuidad, donde nadie los podrá interrumpir. También de la lista de cosas que debe comprar, desde las bebidas hasta el papel sanitario. Argumenta que desea invitar a todos los de la facultad de arte, ya que en la gran fiesta de fin de año, suelen asistir la universidad completa. Suwon apoya a Hyo cuando le recomienda que limite sus invitaciones, al menos a las personas que sí conoce y no dejar entrar gente que ha visto nunca en su vida. Yeri, al tener a sus dos amigos en su contra, acepta limitar solo un poco las invitaciones.

Suwon le convence que irá con lo que tiene en el closet y no comprará ropa que solo usará una sola vez. Hyo vuelve a apoyarlo y finalmente Yeri acepta entre dientes. Así, emprenden un recorrido por todo el mol comprando vasos descartables, bebidas y algunos paquetes grandes de fritura. Yeri le suplica a Hyo porque haga su mágica crema de queso y él acepta con la condición de que compre preservativos para todos. No quiere que en algún momento de la noche, alguien enfermo termine por contagiar a todos. La pelinegra asiente y corre a la primera farmacia que encuentra para comprar preservativos de todas las formas y colores. Claro que el hombre detrás del mostrador le miró extrañado, pero Yeri no podía dejar pasar el momento y comentó que sería una larga noche con sus dos novios. El hombre por poco y tiene un desmayo ahí mismo.

Hyo le regaño diciendo que no debía espantar a todas las personas que conocía, sin embargo, a diferencia de antes, Suwon apoyó a Yeri esta vez.

Compró algunas luces de colores y algunas luces de papel de arroz para el patio trasero donde seguramente, habilitaría la piscina.

Para cuando el reloj marcó las nueve con treinta de la noche, los tres amigos decidieron que fue suficiente de compras para una fiesta, y es momento de que se diviertan un poco. Es miércoles por la noche, por lo que es probable que los bares no se encuentren tan llenos como de costumbre. Escogen uno cerca del departamento de Suwon por si se llega a emborrachar.

Al entrar, buscan una mesa escondida en alguna esquina del bar. Por lo general, Yeri busca esos lugares para ver su siguiente conquista. A diferencia de sus dos amigos, ella está en contra de las relaciones amorosas, según argumenta, solo sirven para un momento de felicidad antes de la verdadera tortura y tormenta; por eso, prefiere prolongar su momento de felicidad teniendo encuentros casuales, y cuando se siente sola y con ganas de ver una película acompañada de alguien, tiene a sus dos amigos que nunca se niegan a una noche de películas y frituras.

—¿Cuándo es la fiesta? —pregunta Hyo y abre una aplicación en su celular con el calendario.

—Dentro de dos semanas —dice Yeri con la vista puesta en la barra—. ¿Por qué preguntas?

—Ya sabes, la temporada de exámenes no está lejos y necesito saber si puedo o no ir —musita por lo bajo con desdén.

—¿Si puedes ir? —formula indignada, gira su vista al rostro confundido de su amigo y chasquea la lengua—. Debes ir, no tienes opción.

—A veces pareces ser nuestra dueña y no nuestra amiga —bromea Suwon y toma de su cerveza.

Yeri hace un mohín para restarle importancia a lo que Suwon menciona. La pelinegra es hija única, y desde que la conocen en último año de primaria, siempre fueron los tres. Nunca intervino una cuarta persona, tampoco se confundieron los sentimientos, simplemente creció una hermosa amistad fraternal. Es por eso que cada que uno se pelea con el otro, se hace lo posible por solucionar el problema, es como si no pudieran avanzar si alguien se queda atrás.

Suwon desvía la mirada a la barra cuando escucha a Hyo sermonear a Yeri sobre los exámenes próximos. Él prefiere no intervenir porque de los tres, es quien más atrasado se encuentran en cuando al cronograma.

Una canción lenta de los años ochenta suena despacio por los parlantes del bar. Suwon aprovecha el momento para ir a pedir una ronda de tragos fuertes. Últimamente Hyo parece más sensible de lo normal; de seguro su forma de actuar tiene que ver con la reaparición de Mina. Pero no puede juzgar.

Suwon le señala al barman los tragos en la carta de muestra y el chico asiente de inmediato. Mientras espera, recorre la barra viendo a las personas charlar, tomar en solitario y... ¿coquetear?

El castaño de rulos espabila sus pensamientos para fijar bien su vista en el pelirrojo que se encuentra al otro lado de la barra hablando animado con un acompañante. Una extraña sensación le recorre el cuerpo al darse cuenta que aquello no es menos que una cita. Las ganas de caminar hasta ellos y separar las manos del sujeto de las del rojizo le tientan tanto, que debe sacar la mirada y apretar los puños con fuerza.

Creía que había superado aquello en el momento que le vio coquetear con el barman en la fiesta de sus padres, pero estaba equivocado. Minho, en aquella ocasión, le había rechazado al chico, sin embargo, ahora se encuentra ampliando su sonrisa con cada toque que el sujeto le brinda en sus rosadas manos.

«¿Así se siente, Hyo?, Es una mierda», gruñe en su interior.

Minho le hace una señal al sujeto y se aleja en dirección al sanitario. Suwon sonríe, puede ir a espantar al tipo, y luego fingir que nunca estuvo allí, o solo alejarse y seguir con su vida; porque Minho está soltero, es joven y guapo, le sorprende que no haya salido con alguien antes.

«O puedes ir por Minho», piensa.

Suwon mira a sus amigos que hablan animados sin darse cuenta de lo que sucede a su alrededor. El barman coloca los tres vasos en la barra. El castaño de rulos toma uno entre sus dedos, abre la boca y deja que el líquido queme por toda su garganta. Le indica que volverá por los demás y camina a pasado decidido hasta el sanitario.

Al entrar, se encuentran con una puerta cerrada y un hombre adulto lavando sus manos. Suwon, con sigilo espera a que el sujeto se marche para colocar seguridad a la puerta, con el fin de que nadie se atreva a interrumpir su plática.

No puede seguir así, debe comprobar que Minho no siente nada por él para despedirse de una vez de lo que fue su relación, y abrir las puertas a nuevas personas que le quieran con o sin su problema.

La puerta del cubículo se abre y Minho camina cansado hasta el lavamanos sin prestar atención a su alrededor. Suwon se afirma contra la pared de la puerta, para observar con detenimiento los movimientos sutiles que hace el pelirrojo al secar sus manos.

—Suwon, no te vi llegar —murmura una vez que gira para salir.

—¿Es tu novio? —suelta sin filtro.

Minho arruga el entrecejo y luego asiente al entender a lo que se refiere el chico frente a él.

—¿Ahora me vigilas?

—Te hice una pregunta. —Suwon cruza los brazos sobre su pecho expectante.

—Muévete, me esperan —formula Minho y se acerca para alejarlo de la única salida, sin embargo Suwon no tiene intención de moverse, ni un solo centímetro.

—Dime que no sientes nada por mí, y no volveré a molestarte —murmura.

—Suwon... —susurra casi sin aire el pelirrojo, retrocediendo.

—Dime que mí presencia no te causa nada —continua, al mismo tiempo que avanza—. Dime qué no quieres besarme, dime qué lo nuestro se terminó para siempre, solo...

Suwon acorrala a Minho contra la esquina del baño. Coloca ambas manos a cada lado de su pequeña anatomía y pega su cuerpo al pelirrojo, como antes Suko hizo con él. Llega hasta la altura de sus labios y susurra:

»Dime qué ya no me deseas.

Minho suelta un sutil jadeo provocando estragos en el débil cuerpo de Suwon. Entonces, y sin pensarlo demasiado, acuna el rostro del pelirrojo y lo besa con furia, con desespero y con deseo. Minho profundiza el beso aún más colocando sus manos en el cuello de Suwon.

Lo sabe. Le ha dado el permiso de poseerlo, ahí mismo.

Suwon toma a Minho por las piernas y lo levanta al mismo tiempo que este se despoja de su camisa a cuadros y la deja caer al suelo. El castaño sienta a Minho sobre el lavamanos y libera sus brazos para deshacerse de esa chamarra que no le deja moverse con libertad; sin dejar de besar los rosados labios de su compañero.

Minho lucha contra el botón del pantalón de Suwon, sin embargo, este no lo deja avanzar, aún no está seguro de hacerlo.

Toma ambas manos del pelirrojo y las levanta sobre su cabeza. Delinea el abdomen de Minho por debajo de la fina dela de su remera y se detiene en la bragueta de su pantalón. En un ágil movimiento logra desabrocharle y es entonces que se permite separar sus labios del de su acompañante. Minho lo mira con deseo y necesidad, sus jadeos llenan la habitación en un suave sonido ronco.

Suwon mete su mano libre por dentro del bóxer del pelirrojo, sin dejar de ver si rostro.

—Mírame —le ordena, cuando Minho cierra los ojos—. Mírame, Minho.

El pelirrojo obedece preso del placer que su compañero le brinda a su latente erección.

—No dejes de mirarme —susurra y suelta sus manos.

Baja con cuidado hasta el miembro de Minho. Este se encuentran lubricado con su líquido preseminal, con un poco de saliva Suwon lo besa con cuidado, como si estuviera besando los labios del rojizo que intenta no gemir con fuerza. Una de las manos de Minho viaja hasta el cabello de Suwon y lo toma con cuidado de no lastimarlo, mientras que Suwon comienza a subir y bajar, bombeando el tronco con su mano.

—Su...won —gime Minho y tira la cabeza hacia atrás.

Suwon siente su corazón estallar ante aquel sonido y acelera sus movimientos, sin piedad, sin cuidado. Minho se aferra con una mano al lavabo dónde se encuentra sentado, y con la otra al cabello de Suwon que parece no querer detenerse. Deja que los gemidos y jadeos se mezclen en el ambiente.

—Voy a... venirme... —jadea con los ojos cerrados, es entonces Suwon se detiene y vuelve a devorar los labios de su compañero.

Minho se aferra a Suwon con fuerza, como si tuviera miedo de acabar en ese preciso momento. El castaño vuelve a separarse y esta vez, sube las piernas del pelirrojo sobre sus hombros y vuelve a succionar el miembro latente de Minho, que no tarda en soltar su espeso y blanquecino líquido sobre la boca de Suwon, al compás de espasmos y gemidos adoloridos.

Suwon sonríe complaciente de haber escuchado una vez más aquél sonido y baja las piernas de su acompañante. Traga el líquido de su boca y vuelve a los labios de Minho que lo reciben con dulzura y ternura.

Aún no es tarde para recuperarlo, y acaba de darse cuenta de ello. Suwon acuna el rostro de su compañero, incapaz de soltar ese sabor dulce.

Minho desliza las manos hacia el pantalón de su amigo y de un ágil movimiento desabrocha el pantalón de Suwon sorprendiéndolo. Este se separa con una sonrisa cómplice.

—Espera, no —musita y vuelve a prender el botón, negando la pasada a su mano.

Minho sonríe confundido, pero poco a poco su entrecejo se convierte en una mueca de desagrado. Empuja a Suwon lo más lejos que puede y de un brinco se baja del lavabo.

—Espera... —Suwon comprende de su error, el pelirrojo lo mira con desespero y se acerca a su compañero para intentar desabrochar su pantalón, pero una vez más, el castaño lo detiene—. Minho...

—No —espeta el pelirrojo y se aleja de su agarre para acomodar su ropa, con el entrecejo fruncido—. No puedes hacerme esto.

—Solo intento recuperarte —murmura Suwon con desespero.

Sabe que el menor se le está escapando de las manos. Sabe que si cruza esa puerta es probable que no le dirija la palabra nunca más, porque lo tocó; porque le hizo sentir.

—No me dejas tocarte —masculla con dolor—. Es suficiente, Suwon. No puedes seguir apareciendo, marcar territorio y luego simplemente... —susurra en agonía—, no puedes.

—Lo estoy solucionando, lo prometo. —Suwon intenta llegar a Minho pero este retrocede negando con la cabeza. El castaño, sin ser capaz de dejarle ir llega hasta él y acuna su rostro—. Te recuperaré, lo solucionare. Lo prometo.

Minho lucha contra un puchero. Sus ojos se cristalizan. Suwon sabe que el pelirrojo quiere creerle, sabe que dentro de él desea volver, porque son su lugar seguro y siempre lo serán. El castaño une frente con el pelirrojo y cierra los ojos con fuerza, odiandose por provocar dolor en el menor.

—Solo... dame un poco de tiempo —musita y une sus labios con los del pelirrojo que tiemblan.

Dos golpes en la puerta los sorprende y Minho pone tanta distancia como puede. Mira su reflejo en el espejo y se acomoda la camisa que antes tiró al suelo.

—Déjame ir, Suwon —susurra Minho y abre la puerta para salir.

Un sujeto entra ceñudo y pasa directo al cubículo.

Suwon hala su cabello con fuerza y deja salir todo el aire contenido. Se volverá loco si no puede volver a los brazos de Minho pronto.

El castaño de rulos respira profundo. Sabe quién puede ayudarle.

Y ya no puede acobardarse. No lo hará.

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