10
El barril cae al suelo en un golpe seco. Suwon no tiene idea de cómo, con ayuda de los frágiles brazos de Hyo, lograron mover el barril desde la entrada de la casa hasta el patio trasero. Claro que las piernas temblorosas y la fina capa de sudor de su amigo platinado demuestra cuan cansado se encuentra y apenas si está empezando.
Yeri llamó a primera hora para informarles que los esperaría en la entrada de la casa de verano. Suwon le marcó a Hyo para preguntarle si pasaría por él, pero al final desistió cuando le dijo que debía pasar por casa de su ex novia donde había estado el fin de semana. Por supuesto que quiso gritarle por ser tan idiota pero, al final, sería el último en señalarlo cuando él hace exactamente lo mismo. Solo que Minho no le deja entrar a su casa.
Hyo le hizo prometerle que por el momento no le dirían nada a Yeri, al menos hasta saber porqué su exnovia le insiste en verse tanto. También comentó que no le besó y mucho menos, porque puede ser un idiota al contestarle las llamadas, pero tampoco es que se deja manipular con algunos besos.
Suwon toma su remera y se seca el sudor de la frente. Están en plena temporada de lluvia, así que espera que no llueva para cuando la fiesta estalle, o de lo contrario podría arruinar la noche que ha estado planeando la pelinegra por días.
—Gracias, chicos —dice Yeri arrastrando una bolsa por el suelo—. ¿Pueden ayudarme con las luces?
—¿Vas a pagarnos? —cuestiona Hyo con desdén. Yeri para en seco y gira para encarar a su amigo quien la reta con la mirada.
—No. Ahora mueve tu puto trasero y cuelga las putas luces —farfulla entre dientes, con genuino fastidio.
—¿Estás bien? —menciona Suwon al ver el rostro acalorado de su amiga.
—Sí, Suwon. Solo haz lo que te pido —masculla y sigue su camino, sin embargo se detiene en seco y los mira con cansancio—. No dormí bien, lo siento.
—¿Quién es? —le cuestiona Hyo, sin filtros.
Suwon arruga el entrecejo y Yeri se paraliza. Es como si el platinado tuviera alguna clase de don para adivinar sobre lo que pasa en la vida de ellos dos sin necesidad de que le cuente previamente. Yeri deja caer la bolsa en el suelo y se sienta con las piernas cruzadas, cubre su rostro con ambas manos y se deja llevar por las lágrimas y los sollozos. Hyo aprieta los puños con fuerza, y Suwon le imita.
Yeri nunca estuvo en pareja, y quien sea que esté revoloteando en su cabeza debe de ser alguien que no la deja dormir. Suwon haría cualquier cosa para evitar que su mejor amiga no sufra un corazón roto, aunque es inevitable. Lo que más le enfurece, es saber que la pelinegra le oculto el hecho de estar conociendo a alguien aún cuando entre los tres se cuentan absolutamente todo.
«A excepción de lo que pasa con Suko», piensa. «Y también que Hyo te hizo prometer no decir nada sobre su exnovia», recuerda.
«No, Suwon. No son tan sinceros como crees», se regaña.
—No llores, Yeri —consuela Suwon. Se acuclilla a su altura y toca su hombro. La pelinegra levanta la vista como si su amigo hubiese dicho la peor cosa de toda su vida y se seca las lágrimas.
—No me consueles, no sabes hacerlo —le regaña.
—¿Qué está pasando? —habla Hyo, aunque con menos amabilidad de la que se esperaría.
—No les voy a decir quién es —susurra y sorbe la nariz—, solo que me tiene sin dormir desde hace semanas.
—¿Por eso lloras? —pregunta Suwon, aunque su tono sale más burlón de lo que esperaba.
—¡No, imbécil! —Lo golpea y este cae sentado—. No quiere mostrarse conmigo, por eso lloro. Porque no debería llorar.
—No puedo decirte qué hacer —interviene Hyo—, eres grande y somos los claros ejemplos de lo que no debes hacer —dice haciendo acopio de todas sus fuerzas por mantener la calma—. Solo ten cuidado. Un corazón roto es lo último que necesita alguien que tiene mucho amor para dar.
Yeri arruga en el entrecejo. Hyo nunca fue el tipo de chico que disfrace las palabras para hablar de un tema. Y no porque quiera ser rudo, sino porque es su forma de demostrar cariño; ante sus frías y bruscas palabras de desaliento.
—Lo sé —afirma.
—Vendrá hoy, ¿verdad? —pregunta Suwon con desdén—. ¡Por supuesto! Tanto escándalo por un vestido para una simple fiesta no podía ser solo por eso.
—Lamento haberles tratado así, no volverá a pasar —dice Yeri y hace un puchero involuntario.
Suwon se abalanza contra el pequeño cuerpo de su amiga y besa su frente para darle ánimo. Después de todo, solo es un corazón roto y nada más, nadie muere por eso, y es ley de la vida que todos lo sufran al menos una vez. Aunque tal vez está exagerando, y refleja lo que fue su relación en todas las demás. No hay pruebas de que Yeri y la persona con quien está sufran una ruptura, mucho menos sabe si en realidad están saliendo y no es un capricho que pronto pasará.
Hyo le hace una señal a Suwon para que terminen de decorar el lugar tal y como se lo imagina su amiga. Que Yeri esté enamorada es algo nuevo para todos, incluyéndola, por eso deciden que le harán caso a todo lo que ordene y en cuanto la fiesta termine, podrán cuestionar lo que en realidad pasa con ella y aquella persona misteriosa.
Después de casi cuatro horas de colocar luces, preparar una barra en una de las esquinas con todo lo que necesita Hyo para ser el barman de la noche; desarmar los muebles y guardarlo en el sótano junto con objetos costosos que no pueden romperse, Suwon se despide de Yeri para ir a su departamento y asearse un poco. Hyo comenta que se quedará un poco más con la pelinegra y luego se irá para prepararse.
Suwon se desviste una vez que pisa el cuarto de baño de su casa, y se toma todo el tiempo que puede en limpiar cada parte de su cuerpo con el jabón que le regaló una de sus hermanas para su cumpleaños que, particularmente, tiene un fuerte perfume a vainilla. Es lo único que huele en todos lados.
Cuando termina de asearse, se para frente a su clóset y saca un pantalón de mezclilla negro ajustado, más tarde se para frente al espejo de pared y se prueba al menos cinco camisas de diferentes colores. Decide que la mejor opción es una camisa de satén natural azul marino de manga corta. Deja que sus rulos caigan sobre su frente y se viste con rapidez. Hecha colonia en sus muñecas y un poco sobre su cuello. Finalmente toma una chaqueta de jean negra que nunca usó y en la entrada de su departamento toma las botas bajas con punta en v y sale.
Arranca su auto tan rápido como se monta y pone una playlist para ambientar un poco el espacio. Hace tiempo que no asiste a una fiesta a lo grande. La última vez fue cuando estaba en lo máximo de su relación con Minho, después de eso comenzó a frecuentar más los bares donde era poco probable encontrar al rojizo.
Se pregunta si asistirá. Es claro que lo hará, pero espera que vaya solo. No cree que las salidas con ese chico misterioso sean algo serio, y realmente espera que no aparezca porque de ser así probablemente lo que haga con Suko sea en vano. Aunque no está seguro que hagan algo en realidad. Desde que le dijo la verdad no le ha tocado ni una sola vez. Es ridículo.
Suwon decide dejar de torturarse con esos pensamientos y tararea la canción que suena en el estéreo. El camino a casa de Yeri es al menos de mas de media hora. Aunque tiene ventajas que sea tan lejos, después de todo, ningún vecino se acercará por ruidos molestos, ya que el más cercano se encuentra a diez minutos en auto. Lo único que espera es que no pase nada malo, de lo contrario la alejanía de la casa podría jugarles en contra.
Los edificios y casa lujosas es reemplazado por grandes arboles que rodean la carretera. El reloj marca las diez con cuarenta y cinco minutos. Está seguro que ya debe haber personas en la casa bailando y bebiendo.
No pasa mucho antes de que Suwon estacione en el garaje privado de Yeri junto al auto de Hyo. Los demás vínculos se encuentran en la acera de la vivienda.
El chico de rulos entra por la puerta del garaje que da directo la cocina de la casa y ve un par de personas comiendo en el desayunador con diversión. Suwon saluda con una sonrisa radiante a aquellos chicos de los que no se sabe muy bien sus nombres, pero les ha visto en la facultad.
La música invade toda la estancia al momento que entra a la sala común donde, como ya sabía, hay varias personas bailando y bebiendo. Yeri corre de un lugar a otro en busca de quién sabe quién mientras que Hyo muestra su habilidades de bartender con agilidad y coqueteo.
Suwon se acerca a él con una media sonrisa, le saluda con un asentimiento de cabeza sin acercarse demasiado, después de todo hay una chica que le sonríe en coqueteo. Lo último que quiere hacer es interrumpir el momento. Se coloca de espaldas a la barra y observa el mar de gente que bailan animados. Levanta el mentón para tener una mejor visión de lo que busca, pero no hay forma de que logre ver esa cabellera.
—¿A quién buscas? —habla una voz por encima de la música.
Suwon gira para ver a Hyo que intenta seguir la misma línea de la que ve el pelicastaño.
«Suko», piensa de inmediato.
Sus ojos se abren en sorpresa por lo que estaba a punto de decir y sacude la cabeza. Claro que no está buscándole entre la gente, solo le invitó por compromiso, nada fuera de lo normal, ¿verdad?
—¿Viste a Minho? —pregunta de vuelta con nerviosismo. No quiere que su boca lo traicione y termine diciendo lo que pensó en realidad.
—Suwon... —le regaña el platinado.
—No es lo que crees, necesito saber si debo esconderme o no —vuelve a mentir.
Aunque ahora que lo piensa mejor, no sería mala idea evitarlo. Pensar en Suko y Minho juntos le causa estragos, y no es que el pelinegro vaya a decir algo respecto a sus encuentros, pero el pelirrojo tiene la habilidad de descubrir cosas sin necesidad de que el otro hable. Por eso, mientras más rápido termine con su asunto con Suko, más rápido volverá a Minho como nuevo.
—Yeri dijo que le vio, pero no estoy seguro —responde de vuelta—. Diviértete, Suwon. Olvida a Minho esta noche.
Hyo le entrega un vaso con una bebida azul y gira para seguir atendiendo a las demás personas que esperan por una bebida. El pelicastaño asiente y toma todo el contenido del vaso en un solo trago. Yeri se cruza en su campo visual igual de consternada, así que para olvidar a los dos chicos que invaden su cabeza, corre hasta ella y la toma de los brazos para detenerla.
Yeri lo mira sorprendida y en cuando se repara de que es su amigo quien la sostiene de los hombros se relaja.
—¡¿Qué sucede?! —grita por encima de la música para que logre escucharla.
—Le dije que sea mi novio —dice en temblores.
Suwon arruga el entrecejo intentando entender lo que quiere decir, y cuando recuerda cómo Hyo la desnudó con las preguntas cae en cuenta que habla de la persona misteriosa.
—¿Es chico?
Ella asiente efusiva y hace un puchero involuntario. Suwon la toma por los brazos y le abraza con fuerza. Es demasiado para ella. Haber pasado la etapa de solo tener sexo a pedirle que sea su novio significa que es mucho más de lo que él creía. Es importante para Yeri.
Suwon se separa de ella y la toma de la mano para sacarla al patio trasero donde hay un par de grupos de personas hablando animadamente. El pelicastaño la aleja tanto como puede hasta la punta de la piscina.
—¿Y que dijo? —cuestiona ansioso.
—No lo sé, salí corriendo en cuanto le pregunté y desde entonces le estoy evadiendo —dice Yeri consternada.
Sus manos tiemblan y en su rostro puede verse cuan afectada se encuentra con todo lo sucedido. Suwon toma sus manos entre las suyas y deposita un beso en ellas para mirarle con una sonrisa tranquilizadora.
—No te preocupes, Yeri —formula—. Puedes enfrentarte a esto. Lo hiciste al salir del closet con tus padres conservadores, créeme que esto es pan comido para ti.
Yeri larga una carcajada ante los recuerdos de su forzada salida del closet. No estaba planeada, y mucho menos quería hacerlo, pero en cuando sus padres se fueron de viaje organizo salidas con chicas en su casa y en uno de sus encuentros sexuales, sus padres le pillaron. No fue tan malo como creía, pero si les costó un poco mirarle el rostro después de eso. Hace ya más de cinco años.
—¡Yeri! —dice una familiar voz a su espalda.
Suwon gira al mismo tiempo que Yeri se suelta de su agarre con tensión. El rubito de mejillas sonrojadas se encuentra parado frente a él, con media sonrisa y dos bebidas en la mano. La confusión lo invade por dentro y debe retroceder para poder entender lo que sucede.
—Choi —susurra tímida Yeri.
—¿Por qué huyes? —dice cálido y le entrega un baso.
—¿Este es el chico con el que te estuviste viendo, Yeri? —cuestiona Suwon, aún consternado.
—Sí, hace más de cinco meses de hecho —responde aun más tímida que antes.
Yeri se coloca al lado de Choi en busca de la aprobación de su amigo, sin embargo, Suwon no le puede quitar la vista al rubito que sonríe con picardía a un lado de su amiga. Como si no le reconociera.
—¿Se conocen? —cuestiona confundida la pelinegra.
—No —miente el castaño.
No entiende bien porqué lo hizo, tal vez, una de las razones sea que nunca vio a Yeri tan tímida y sonrojada cuando se trata de una persona, o tal vez es porque en realidad no le conoce en lo absoluto, solo que hace menos de un mes le invitó a salir. Sabe que debe advertirle a Yeri sobre Choi, pero las palabras no parecen salir de su boca.
Una mano cálida se envuelve en la suya y es hasta entonces que se da cuenta del puño que estaba formando. Suwon baja la mirada hasta sus manos, unas rozadas y reconocidas manos le envuelven. Levanta lentamente la mirada hasta los ojos de Minho que observan a Yeri con una sonrisa cálida.
—Felicidades por el noviazgo —dice levantando su copa de vino—. ¿Les molesta si me llevo a Suwon solo un segundo?
Yeri niega con la cabeza sin entender lo que sucede, y tan rápido como obtiene la aprobación de la pelinegra, Minho tira de la mano de Suwon tan lejos de ellos como puede.
—¿Qué haces? —murmura con la voz enronquecida.
—Estabas a punto de golpear a Choi —susurra una vez que logra llevarlo cerca de un cerezo.
Minho suelta su mano y da dos pasos hacia atrás. Suwon cierra los ojos con fuerza y se inclina para recuperar el aire. No entiende porqué reaccionaría de esa manera, tampoco el motivo por el que quería golpear a Choi, solo que su cuerpo tiembla en busca de liberar aquella ira que no sabía que acumulaba.
—Gracias —formula Suwon, y se reincorpora.
—Te dije que tuviera cuidado con Choi —menciona casi en un regaño.
—No hice nada con él, pero tuvo la valentía de invitarme a salir cuando estaba viendo a Yeri —masculla—. Ese maldito infeliz.
—Hoy no, Suwon. —Pone una mano en su pecho cuando intenta avanzar—. Yeri está feliz, solo por esta noche no le arruines la felicidad.
Suwon suspira pesado y coloca una mano sobre la de Minho para separarla de su cuerpo, sin embargo, el pelirrojo le da un apretón a su mano con tanta delicadeza que olvida por completo el porqué de su enojo anterior. El nerviosismo y sentimiento de familiaridad le invade tan rápido que su semblante se relaja ante los ojos miel del menor frente a él.
—Minho —susurra casi tortuoso—. No me hagas esto.
—Dijiste que volverías a mí, ¿porqué no lo has hecho aún? —murmura con pesadez.
Suwon fija la mirada en él. El impulso de querer acunar su rostro y devorar sus labios lo tientan demasiado, y lo hubiese hecho de no ser porque el sujeto de antes aparece en su campo de visión con dos bebidas. Llega hasta la altura de Minho y lo toma de la mano para marcar territorio.
El pelicastaño retrocede dos pasos al ver como Minho solo se limita a desviar la mirada. Es claro que está saliendo con el sujeto que le vio antes, por eso no entiende la necesidad de lo que acaba de decir.
La frustración se apodera de su sistema, pero sobre todo la decepción. No puede señalar a Choi no cuando Minho se le insinúa entando con ese sujeto, no cuando él mismo intenta aferrarse a Minho cuando se ve a escondidas con Suko. Todos son tan hipócritas.
Suwon estrecha la mano con el sujeto y les dedica una rápida reverencia de cabeza para huir del lugar tan rápido como sus pies le permitan. Camina hasta la barra donde le pide a Hyo un vaso de whisky y lo deja caer en su garganta en un solo trago. Ha pasado casi una hora desde su llegada pero pareciese minutos.
Hay muchas más personas que antes. Bailan, bebes, comen, y hasta algunos están en alguna esquina besándose.
«Necesito un cigarrillo», piensa con desesperación.
Palmea sus bolsillos pero no hay nada más que su móvil y su cartera. Le tiende ambos objetos a Hyo para que los guarde, ya que está seguro que tomará más de la cuenta y no quiere perderlos. Finalmente, toma una cerveza y sale al patio trasero. Sabe que probablemente esté Yeri con Choi y Minho con el sujeto.
Cuando eran pequeños, Suwon y Hyo solían jugar en esa casa a las escondidas, y en una de esas ocasiones, Suwon encontró un escondite entre la montaña que se encuentra en lo alto del patio trasero de la casa de Yeri. Por años, incluso hasta la actualidad, no lograron descifrar su escondite, y tal vez una de las razones sea porque los padres de la pelinegra le prohibieron subir la montaña. Así que nunca lo buscaban allí.
Con el pulso latiendo detrás de su oreja Suwon se escabulle entre los arbustos pasando el patio, sin mirar a los lados y se pierde entre los arboles, subiendo con cuidado hasta llegar a la cima de la pequeña montaña.
No es tan alto como parece, la música aún puede escucharse un poco fuerte, y se puede ver las personas que se encuentran en el patio. El gran cerezo que se encuentra en la cima lo recibe con calidez, Suwon camina hasta él, sin embargo, la anatomía de una segunda persona en la escena le hace retroceder un poco.
Ahí se encuentra él, con pantalones de mezclilla negros, zapatillas converse negras de cordones blancos. Encima una camisa de franela roja con negro de manga larga remangada hasta por encima de los hombros. Su flequillo cae sobre su frente y en su boca se ilumina el fluorescente rojo de un cigarrillo.
—Suko —murmura Suwon—. ¿Qué haces aquí?
El pelinegro se encoge de hombros aburrido y hace un mohín para restarle importancia. Suwon, aún con el corazón latiendo sin parar, camina hasta él y le arrebata el cigarrillo entre sus dedos para darle una profunda calada.
—¿Te encuentras bien? —pregunta Suko con la voz enronquecida.
Suwon imita los gesto que antes le hizo él y se sienta debajo del árbol de cerezo viendo el patio donde se encuentra la fiesta animada.
—Creí que no vendrías —menciona el castaño.
—Bonhwa insistió. Y él no podía entrar sin mí —formula con soberbia.
Suwon sonríe de lado y observa como Suko le imita y se sienta a su lado, pero a comparación de él no mira el patio, sino más allá. Suwon sigue la línea y observa las luces de la cuidad a lo lejos, como si fuera una frágil línea amarilla que le da la bienvenida a la ciudad.
—¿Te diviertes? —pregunta el castaño.
—No lo sé —musita en respuesta—. ¿Tú?
—Creo que debí ir a la habitación en vez de asistir a esta estúpida fiesta —farfulla con decepción.
Una fina cortina de lluvia comienza a caer encima de todos. Al estar bajo el árbol no se mojan con facilidad, pero puede ver como las personas que se encuentran en el patio trasero comienzan a correr hacia dentro de la vivienda en busca de un refugio.
—Aún estás a tiempo de ver la estrellas —dice Suko con diversión.
Suwon sonríe cómplice de lo que acaba de soltar el pelinegro. En definitiva buscaron la palabra correcta para referirse a lo que ellos hacen.
—Sería una perdida de tiempo llevarte de vuelta solo por eso —responde Suwon, aún con una sonrisa en su rostro.
Suko niega con la cabeza y le arrebata el cigarrillo a Suwon para dar una enorme calada y apagarlo en el césped. El pelinegro se coloca de pie frente a Suwon quien lo mira sorprendido, este pone un pie a cada lado del pelicastaño y se acuclilla para llegarle a la altura. Coloca una de sus manos en el pecho de Suwon y lo empuja levemente para que se recueste en el húmedo piso.
La lluvia no cesa, pero no es suficiente para generar una tormenta, a penas caen gotas.
Suko se acerca hasta su cuello y deposita suaves besos húmedos, dando pequeñas mordidas suaves sin dañar su piel. Suwon se aferra al césped debajo de él tanto como puede, mordiendo su labio para no generar sonido alguno.
—Suko... Alguien podría vernos —musita al mismo tiempo que cierra los ojos.
—Te importa que nos vea alguien, ¿o Minho? —responde de la misma manera.
Suwon se tensa por completo pero no es capaz de responder, ya que Suko ha metido una de sus manos por debajo de su camisa dando pequeños apretones sobre su cintura. Suwon deja escapar un pequeño jadeo involuntario y abre los ojos sorprendido. Suko se detiene de inmediato y lo mira con una media sonrisa. Su mirada se ha oscurecido varios tonos y su usual entrecejo fruncido se encuentra relajado, como si estuviera de frente a su presa.
Suwon coloca una mano en la muñeca de Suko, impidiendo que se mueva un solo centímetro sin su aprobación.
—Suwon, todos están dentro disfrutando de la música. Nadie vendrá aquí con esta lluvia —menciona con la voz ronca y pausada—. No iré más allá de lo que tú me permitas.
Suko le dedica una media sonrisa e intenta mover su mano. Suwon afloja el agarre pero aún así no lo suelta del todo. El pelinegro baja con cuidado, sin dejar de ver los ojos dudosos de Suwon, esperando a que le detenga de nuevo para retirarse de su agarre. Sin embargo, no pasa. Suko desprende el pantalón de Suwon y este lo suelta para dejar caer la mano al césped. Suwon tira la cabeza hacia atrás, dejando que pequeñas y casi inexistentes gotas de lluvia mojen su rostro, mientras mira las flores del cerezo que los cubre.
Suko bombea con cuidado el miembro de Suwon que comienza a crecer a la par de sus ritmos. El pelicastaño deja que pequeños gruñidos se escapen de su boca. Suko le provoca más cosas de las que le gustaría admitir; es capaz de provocar sensaciones en él en tan solo segundos. Ni siquiera recuerda porque apareció en su escondite, mucho menos de quién escapaba. Solo agradece que ahora sea el pelinegro quien bombee su miembro latente bajo su cálida mano.
Sin previo aviso, Suko pasa su lengua por el glande de Suwon, provocando que jadee en sorpresa. El pelicastaño levanta la vista para enfrentarlo, sin embargo, lo único obtiene es la mirada de Suko quien no deja de lamer su glande.
Suko se aleja de su trabajo y le hace una señal a Suwon para que se siente. Este le obedece de inmediato. En realidad no entiende el porqué no protesta, pero no le importa demasiado. Haría todo lo que Suko le indique sin protestar, solo por más de sus caricias.
El pelinegro toma una de las manos de Suwon y la coloca en su cabeza. El pelicastaño tiembla ante el tacto del sedoso cabello de Suko bajo su palma. Entonces, vuelve a besar su glande pero ahora profundizando sus movimientos.
Suwon sigue el ritmo de la cabeza de Suko debajo de su mano, no quiere que se detenga, solo necesita que aumente su desesperante ritmo lento. Y así comienza. Suko mete todo el miembro de Suwon en su boca, y con ayuda de su mano, baja y sube presionando sus labios para provocar más placer en el miembro erecto de Suwon. El líquido preseminal se escurre de la boca del pelinegro. Aquello no lo puede excitar más, entonces cuando Suko baja un poco más Suwon presiona su cabeza para que logre bajar mucho más.
No entiende porqué lo hizo, solo que en cuanto hizo presión en Suko, este sonrío aún con el miembro sobre su boca. Suwon cierra los ojos con fuerza y deja que los movimientos acelerados de Suko le hagan vibrar el cuerpo.
Cierra su mano en un puño sobre el cabello de Suko cuando estrecha más sus labios para ocasionar más presión.
Una tenue y casi inevitable vibración recorre el cuerpo de Suwon hasta llegar a su miembro quien responde en advertencia; replicas de pequeños espasmos le asaltan con fuerza. Una última vibración acompañado de un fuerte jadeo le hace llegar, sin embargo, presiona la cabeza de Suko contra su cuerpo, sin poder dejar de correrse en la boca de él.
Una mano se envuelve en su mano que no deja de presionar, es entonces que cae en cuenta de lo que hace y se suelta. La vergüenza lo invade pero la sonrisa con la que Suko le mira al despegar su boca de su miembro lo tranquiliza. Traga el semen en su boca, y limpia con el dorso de su mano los residuos que quedan en la comisura de sus labios. Se pone de pie y le tiende la mano a Suwon para ayudarle a levantarse.
El pelicastaño no puede creer que actúe como si nada pasara. Es increíble que lo que acaba de hacer sea jodidamente excitante.
Sin ganas de querer irse sin probar un poco de él, toma su mano y tira de él para que caiga encima suyo.
Suko amortigua la caiga colocando una mano sobre el pecho de Suwon y otra en el césped. El pelicastaño acuna su rostro y lo obliga a acercarse. Rosa sus rojizos y entreabiertos labios. Sin embargo, puede sentir la fuerza que ejerce Suko por no querer tocar sus labios.
Suwon se muere por probar un poco de su sabor, de su sabor mezclado con el suyo. Este conecta mirada con Suko, casi suplicando que le dejé besarlo.
Suko abre los ojos sorprendido. Una de sus principales y más importantes reglas es no besar a sus clientes, sin embargo, Suwon le tienta demasiado, lo suficiente como para acallar esa alarma ruidosa de su cabeza y dejarse llevar por el momento. Las consecuencias las vera por la mañana, pero ahora no quiere hacer otra cosa que no sea probar esos carmesí labios pomposos.
Roza con más precisión los labios de Suwon y este se permite darle un casto beso rápido. Cuando Suko no da indicios de querer separarse, atrapa uno de sus labios y le da una suave mordida. Abre más su busca y se abre paso entre sus labios, mete su lengua saboreando más de él.
Suko le corresponde el beso a Suwon con desesperación y anhelo. Sus carnosos labios se mueven al compas de su danzante lengua. No pensaba que aquellos labios le fueran a gustar demasiado, mucho menos que encajaran a la perfección con los suyos.
Su cuerpo débil flaquea ante la acción de Suwon y se deja caer sobre él pegando sus cuerpos hasta no más poder, devorando sus labios como si fuera el último día de su vida.
Suwon se encuentra recostado sobre el césped con Suko encima quien no deja de besarlo con desesperación. El pelicastaño libera una de sus manos y se aventura entre sus cuerpos hasta llegar a la bragueta de Suko, este se sorprende de inmediato pero Suwon no le deja pensar demasiado ya que con su otra mano presiona su nuca para a traerlo más a sí mismo.
El pelicastaño desprende el pantalón de su compañero y libera de su prisión a su latente miembro. Abre los ojos en busca de la mirada penetrante de Suko, pero este se encuentra con los ojos cerrados disfrutando el beso y las caricias que le proporciona a su miembro. Suwon no puede evitar sonreír entre besos cómplice de lo que puede provocar en el pelinegro.
Suwon comienza a bombear el miembro de Suko con lentitud, tal y como él lo hace. El pelinegro jadea en los labios del pelicastaño en protesta a la lentitud con la que es tratado. Sin poder evitarlo, mueve sus caderas para aumentar el ritmo. Suwon deja su mano en una sola posición y Suko lo embiste al ritmo que más le gusta aún sin soltar los labios del castaño.
Suwon se separa de su agarre y le obliga a mirarlo. Sus ojos inyectados de sangre y sus pupilas dilatadas muestran cuan excitado se encuentra, pareciese estar cazando a su presa, pero él no quiere ser solo eso. Asi que coloca una mano en su pecho y lo empuja fuera de él. Su respiración acelerada aumenta al mismo tiempo que su entrecejo se arruga.
Suwon sabe que probablemente piensa que le está rechazado, pero no tiene idea de su verdadera intención. Suko se arrodilla frente a él para darle espacio, y Suwon, aún con la mano en su torso, le obliga a sentarse. Lo rodea y se ubica entre sus piernas.
Suko se encuentra sentado con Suwon quien se arrodilla frente a él, dispuesto a devorar su miembro latente. El pelicastaño lo toma entre su mano para bombearlo, sin embargo, Suko, lo toma de la nuca y le obliga a besarlo. Como si estuviera desesperado por seguir devorando aquellos carnosos labios. Adicto a su sabor.
Suwon quería practicar el sexo oral con él, pero Suko no le deja ir, y para ser honesto, no puede dejar de saborear los dulces labios del pelinegro que se mueven con desesperación.
El pelicastaño se sienta a ahorcadas sobre el regazo de Suko. Coloca una de sus manos detrás de su nuca y la otra entre su cabello, sin despegarse de sus labios. Suko, con la mano temblorosa, busca el miembro de Suwon quien responde en protesta, listo para ser estimulado por segunda vez. Así, y casi con tortura, Suko coloca ambos miembros latentes justos entre sus manos, al mismo tiempo que Suwon comienza a moverse hacia delante y atrás, generando fricción entre las pieles sensibles y desnudas rodeadas de líquido preseminal. Suwon se separa de Suko para apreciar aquel rostro. Suko entreabre los labios rojizos dejando salir gemidos adolorido. Como si sentir aquel placer fuera un pecado imperdonable, y aún así no puede dejar que Suwon se aleje.
Los movimientos de la cadera del pelicastaño aumenta, y los temblores de ambos comienzan a rodearlos con delicadeza. Suko vuelve a unir sus labios en la espera de su orgasmo.
Finalmente, después de más embestidas rápidas, Suwon llega a su segundo orgasmo con un gemido fuerte mientras que le sigue Suko con un jadeo igual de intenso.
El pelinegro se permite observar al pelicastaño encima de él, con la respiración agitada y la frente empapada de sudor. No debía hacerlo, no podía hacerlo, pero no puede sentirse más a gusto. Suwon es adictivo, y no puede seguir mintiéndose. Sus labios, su sabor, su olor, todo en él. Y no tiene una puta idea del porqué.
Suwon le sonríe al ver como Suko le mira a detalle intentando tranquilizar su respiración, entonces, como si quisiera seguir torturándole, se acerca a él y deposita un suave beso en sus labios. Ya no puede seguir devorándolo con desespero; ahora necesita tomarse todo el tiempo del mundo para saborear con tranquilidad aquellos rojizos y sensibles labios que le corresponden de la misma manera.
—¡Suwon! —escucha una voz femenina desde lo bajo de la loma en la que se encuentran.
Ambos se tensan de inmediato y Suwon quiere separarse, sin embargo, Suko lo detiene. Ni siquiera entiende el porqué, solo que no quiere que se despegue de él así de fácil. Suwon arruga el entrecejo y le mira con desesperación, es entonces que Suko suelta su agarre.
Suwon se levanta de inmediato y se limpia la camisa, y se prende el pantalón. Suko le imita con el corazón latiendo con fuerza sobre su marmol.
—Es Yeri, debo ir —musita por lo bajo.
—Te alcanzo después —murmura Suko, aún consternado.
Suwon asiente y gira para bajar, sin embargo no lo hace. Su cuerpo grita en protesta por besar una última vez más los labios del pelinegro. Vuelve a girar y ve a Suko quien le mira de la misma forma. El pelicastaño asiente y baja antes de hacer algo que no puede, después de todo, Suko solo le ayuda a venirse.
Decide desviarse del camino para que la pelinegra no sepa de dónde viene y baja con desespero.
Suko mira por donde Suwon acaba de desaparecer con un sentimiento de abandono y el corazón latiendo a mil por hora. Acaba de traspasar todas los muros que se hecho encima durante años, y ni siquiera tuvo que batallar para hacerlo.
—Mierda.
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