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Un jadeo ronco sale de su voz con necesidad; acerca su mano a la boca de su compañero para acallar los gemidos de placer antes de que cualquiera entre a la habitación. La luz del cuarto es demasiado escasa, no hay más que una lámpara colgada en el medio del lugar. La mesa del frente se tambalea al ritmo de los movimientos bruscos que ejerce sobre el chico que se encuentran a su merced; pero no importa, nada importa en esta situación. Las embestidas de Kim Suwon son un poco embravecidas dadas las circunstancias en las que se encuentra con el barman del bar que visitó por la noche anterior.

No pretende que el chico confunda las cosas, no está listo para enfrentarse a un compromiso. No después de romper hace menos de tres meses con quién parecía ser el chico con el que pasaría el resto de sus días. Aunque no hay necesidad de aclararlo, porque aquel barman que se mueve al compás de las caderas de Suwon; lo sabe.

Los gemidos comienzan a convertirse en gritos a medida que va llegando al clímax, y Suwon, sintiendo como la gota de sudor comienza a correrle la frente, apresura sus movimientos embistiendo más dentro y duro hasta que lo oye gritar por última vez repleto de emociones, sumergidos en espasmos y temblores. Suwon sonríe complaciente y sale de él con mucho cuidado, tira el preservativo en el tarro de la basura y se acomoda el pantalón para posteriormente meter su camisa debajo de este. Por encima se coloca el saco que dejó tirado en algún lugar del polvoriento departamento de su dicha conquista, y sin darle tiempo a ni siquiera despedirse, se va cerrando la puerta detrás de él.

No pretende ser grosero, pero el reloj corre en su contra, y si no quiere recibir un sermón de la mujer que lo ha criado desde su nacimiento, envuelta en costosas y ridículas telas elegantes; debe apresurar el paso lo más que pueda.

Mira la hora en el reloj de muñeca confirmando lo que ya sabe, va tarde.

«Otra noche fallida», gruñe. No pudo llegar o sentirse plenamente cómodo con el chico.

Tal vez Minho aún revolotea por su mente. Y es que no puede entender en qué momento su relación se desgastó al punto de la separación abrupta. Aún no puede creer que el sexo sea el motivo de separación. Sus principales peleas eran porque él no solía llegar a su orgasmo cuando se acostaba con Minho. Aunque no siempre fue así, al principio disfrutaba de sus encuentros y podía darle placer y llegar al mismo tiempo, sin embargo, algo cambio durante el transcurso de su relación, algo no le permitía terminar, incluso cuando sentía que iba a explotar. Le quiere, le gusta, no entiende por qué no puede llegar a su orgasmo como lo hacía su novio en ese momento. Incluso ahora, con la cantidad de chicos que han pasado por su cama, no logran satisfacerlo lo suficiente.

El semáforo en rojo les da luz verde a sus pensamientos para recordar los gritos de su chico, quién, con los ojos empapados, le reclamaba si en realidad le parecía atractivo, o solo apreciaba su compañía.

«Ni siquiera pude responder», se recrimina ansioso. Porque aún después de meses de haber terminado, no puede responder.

El bocinazo de una camioneta detrás de él le hace espabilar y arranca de nuevo. Decide que lo mejor será dejar por sentado esa relación y enfocarse en su carrera, las exigencias de su madre, los regaños de su padre y los caprichos de sus hermanas mellizas.

Al estacionar frente a los portones de roble, toma su celular y abre la sala de chat de sus dos mejores amigos.

Mira su mensaje un tanto nervioso, por la hora ellos ya deberían estar dentro de la casa disfrutando de la fiesta de sus hermanas. El mensaje se lee casi de inmediato.

«Si mi madre pregunta, estuve estudiando con ustedes
S-»

«Estamos llegando, ¿quién fue esta vez?
Y-»

«Cuídate, Suwon. Las enfermedades son una locura estos días.

Dime si necesitas más preservativos. Te los venderé a mitad de precio.
H-»

«Mandarás a la quiebra la farmacia de tu padre si sigues vendiendo a mitad de precio, Hyo.
Y-»

«Te contaré en cuando llegues.
S-»

Baja del auto con rapidez y corre escaleras arriba, introduce la contraseña y la puerta sede en un timbre. Mira al rededor, hay demasiadas personas en su jardín delantero, está seguro que la casa por dentro debe ser una locura sin mencionar la cantidad de personas que deben de adornar el jardín trasero para que la fiesta de cumpleaños de sus hermanas sea perfecta.

Decide que es un buen momento para escabullirse de su madre hasta su habitación y darse una rápida ducha, y a solo centímetros de su puerta, el repiqueteo de los tacos finos sobre el duro mármol del suelo, se acercan con velocidad.

Kim Suwon se replantea si a su corta vida es momento de darle un fin al entrar a su habitación, sabiendo que su madre camina en su dirección. Al final, decide que lo mejor sería escuchar lo que tiene para decir.

—¿Dónde estabas? —pregunta y le pasa por el lado para entrar a la habitación.

Suwon le sigue el paso y cierra la puerta detrás de él para darles un poco de privacidad. Hay demasiados ojos revoloteando por toda la sala y no quiere que presencien su posible castigo.

—En casa de Yeri, se acerca la semana de exámenes. Lo comenté antes —miente con descaro.

—¿Con esa ropa? —Lo señala de pies a cabeza con una sonrisa ladina.

En lo que lleva en su veintidós años, no pudo ni en una sola ocasión mentirle como le gustaría. Pero la mujer de ropa elegante y fina parada frente a él, le deja pasar muchas cosas de las que no tienen importancia. Suwon hace una reverencia casi con gracia por la astucia de su madre y finaliza así, su torpe intento por engañarla.

—Dúchate y colócate el traje que compré para ti —dice la mujer y tira una percha con un traje bordo—. No me hagas replantearme si deberías vivir solo o vuelves a casa, Suwon. No tengo la paciencia de tu padre.

Lo mira de pies a cabeza una vez más, y sale pavoneando sus caderas, dispuesta a seguir dando órdenes a toda persona que se atreviese por su camino.

Suwon sonríe complaciente y se deja caer en la cama que no ha probado en mucho tiempo, desde que dejó la preparatoria de hecho. Respira profundo y cierra los ojos al sentir un suave perfume a lavanda que su madre suele colocar en las habitaciones. La idea de quedarse en la cama y perderse la fiesta es tan tentadora como la voz de su madre que aparece en su cabeza. Perder el departamento donde vive, perder su libertad, no es algo con lo que quiera arriesgarse.

Sus padres son terriblemente conservadores. Está seguro que lo sospechan, pero lo descartaron por completo, es decir, todos quienes lo conocen saben sobre su orientación sexual, y, aun así, los comentarios de su padre sobre «cuando se casará con una chica y le traerá nietos», no faltan.

Yeri menciona que todos los adultos son de esa forma, y aunque intenta consolarlo, no puede hacerlo del todo. La idea de formalizar con alguien le gusta, aunque no está muy seguro de cómo lo tomarán sus padres. Por eso, mientras pueda posponer aquello cuánto sea, es mejor. Y si su libertad le es arrebatada, entonces ya no podrá seguir capturando Barman's para pasar la noche.

Sacude la cabeza y espabila sus pensamientos. Con los párpados de sus ojos amenazando con cerrarse, arrastra sus pies hasta la ducha de su habitación. Se despoja de la ropa con olor a alcohol y cigarrillo, y al final, deja que el agua templada relaje sus tensos músculos.

Cierra los ojos disfrutando de cinco minutos de paz, al mismo tiempo que recuerda las manos de su exnovio delinear su piel. Lo extraña tanto que sería capaz de salir e ir en busca de él, pero incluso aunque lo hiciese, no tiene idea de qué responder a la pregunta inevitable.

Suspira pesado.

«Pasará, Suwon. Solo date tiempo», se consuela.

El traje bordo con camisa negra es demasiado elegante para una fiesta en el patio trasero. Suwon ladea la cabeza en busca de una respuesta a la elección de su madre. No es novedad que esa mujer pertenece a un grupo social de personas adineradas, con alto ojo refinado a las telas, las joyas y todo lo que tenga muchos ceros. Su familia no es como tal adinerada, sin embargo, pueden fingir serlo, al menos con el trabajo de su padre como ingeniero en una de las empresas más reconocidas de toda Corea del Sur; y con la extravagante oficina de su madre, donde vende seguros de vida.

Respira profundo antes de soltar alguna grosería y baja. No sé había dado cuenta del tiempo perdido en su habitación luchando con el color del traje, hasta que vio el sol bajar en consideración.

El jardín está decorado con luces amarillas que cuelgan de una enredadera, las mesas redondas se encuentran sin orden específico por todo el patio, mientras que las envuelve un mantel negro con un florero en medio lleno de flores rojas. A un costado del patio, junto a una fuente se encuentra la barra de bebidas, y en frente de ella, al otro lado del jardín, un escenario pequeño con un micrófono en el centro.

Ya hay personas sentadas en algunas mesas, la mayoría personas adultas, seguramente amigos de sus padres, mientras que, en una mesa en particular, se encuentran al menos diez personas jóvenes, entre ellas sus hermanas.

Sonríe de lado al observar los vestidos extravagantes que llevan puesto, por supuesto, color bordo. Ellas son muy parecidas a su progenitora, la moda y las fiestas elegantes parecen ser de lo único que hablan.

Suwon se arma de valor y camina mesa por mesa, saludando a los invitados de su padre con educación y refinamiento, fingiendo ser el hijo que sus padres saben que no es, y está lejos de serlo. Pretender ser un chico que solo estudia una carrera de oficina y que no tiene mucha vida social, es lo contrario a lo que en realidad es. La lista mental de las personas con las que se ha acostado solo este mes, es suficiente para llenar al menos la mitad de las mesas presentes, sin mencionar el refrigerio que tiene en su departamento con bebidas alcohólicas de todo tipo, sus salidas interminables con sus mejores amigos y su carrera «poco práctica», según su padre. Al menos eso es lo único que le dieron a elegir.

Desde que terminó con Minho, la inspiración por dibujar se ha esfumado por completo. Ha pasado tarde enteras frente a su cuaderno de dibujo y ni siquiera pudo hacer una línea recta.

—Suwonie, mi niño —saluda el hombre de edad mayor quien dice ser su abuelo—. Debes casarte antes de que muera, y porque no nietos también.

—Aún soy muy joven para eso, abuelo —declara con fingida risa.

—Las mejores mujeres se escapan, que no te pase como a mí y termines con lo poco que puedes tomar —bromea con una amplia sonrisa.

Suwon mira la entrada donde ve a sus salvadores. Él hace una reverencia a su abuelo y se gira para encarar a sus amigos.

«Jodido imbécil, si no fuese que mi padre me quitaría el departamento, te golpearía ahora mismo», piensa rechinando los dientes en una forzada sonrisa camino a sus amigos.

Yeri viste con un vestido de tiras sin volumen que le llegan tres dedos arriba de las rodillas, color cian. Encima una chamarra fina de algodón del mismo color y el pelo recogido en una colega baja. Por otro lado, Hyo viste un traje blanco con camisa roja y zapatos negros. Su cabello corto plateado se encuentra dividido en un costado y peinado para atrás con elegancia.

—Te ves hermosa —menciona mirando a detalle la vestimenta de su amiga.

—Siempre me veo hermosa, Suwon —dice con gracia—. Creí que llegábamos tarde.

—No, falta una familia que viene en camino —responde cansado.

—¿Dormiste? —cuestiona Hyo con diversión.

—Ni un poco —niega cabizbajo.

—Dime que podemos tomar algo de alcohol.

Suwon asiente y se encamina a una de las mesas pequeñas de solo tres sillas para esperar a sus amigos. Sin embargo, ve por el rabillo del ojo como su abuelo amenaza con acercarse, y antes de que lo atrape con sus comentarios, se apresura por poner tanta distancia como pueda entre él y quien le dio la vida a su padre.

Suspira pesado una vez que llega al lado de sus amigos y pide una bebida sin mirar directamente al barman.

—¿Qué tal el chico de anoche? —pregunta Hyo y gira para estar en la misma posición que su amigo.

—No lo sé, ¿regular? —manifiesta confundido.

—Lo volverás a llamar, ¿no? —menciona Yeri esperando su bebida.

—Ni siquiera sé su nombre —se sincera.

Hyo larga una carcajada al darse cuenta de que no le ha complacido como quería, y que la única razón por la que se acuesta con tantas personas, es para solucionar su problema.

—Señor, su bebida —dice el barman a su espalda, Suwon gira para agradecerle y aquellos ojos café que se encontraban contra la mesa de un departamento lo golpea con brutalidad.

El chico asiente en su dirección y gira para atender a más personas que se acercan a la barra. La vergüenza le corre por las mejillas. Se arma de valor y camina con toda la confianza que puede hasta la mesa y dejar cae su peso en esta.

Hyo y Yeri le siguen de cerca confundidos y divertidos al mismo tiempo.

—¿Qué fue eso? —Yeri toma la silla al lado de Suwon.

—Ese es el chico con quién estuve antes —declara sin mirarlo, casi en un susurro.

Yeri abre los ojos sorprendida, mientras que Hyo se ahoga con su propia saliva llamando la atención de muchas personas. Suwon aprieta la mandíbula y da golpes en la espalda de su amigo para que deje de toser de esa forma, lo último que quiere es más atención de parte del chico que sirve bebidas.

Hyo bebé un poco para normalizar su respiración y ríe.

—Olvídate de eso, Suwon. Estoy segura de que él también sabía las condiciones de su encuentro —menciona Yeri y hace un mohín.

—Dije que fue regular, joder —suelta con pesadez.

—Tal vez si dejaras de acostarte con cada chico que vez, estás cosas no pasarían —gruñe Hyo con diversión.

Suwon lo mira ceñudo y se pregunta si es su amigo realmente. Desde que comenzó a tener relaciones más seguidas, después de su ruptura, él mencionaba estar en contra de ello, mientras que Yeri hacía porras porque sea libre de acostarse con quién quisiera. De cualquier forma, debe detenerse un poco y respirar, aunque cada vez que lo intenta, su mente divaga a quien fue su primer amor.

—Suwon, ¿qué hace Minho aquí? —susurra Hyo con la voz enronquecida.

El castaño de rulos espabila su mente para fijar la vista dónde le señala su amigo. Viste de negro con un moño en el cuello, al igual que los demás empleados. Se levanta casi con rapidez y Yeri envuelve su muñeca para impedir que siga avanzando. Sin embargo, él gira en dirección a la preocupada mirada de su amiga y asiente, dándole confianza. Ella desliza sus dedos fuera de su piel y así, Suwon camina hasta el chico que acomoda unas cajas a un lado del escenario.

—¿Minho? —lo llama con inquietud. El chico de cabello rojizo se gira en su dirección y la dedica una sonrisa que derrite su corazón—. ¿Qué haces aquí?

—¿Ves al barman? —dice señalando al chico con quién se acostó hace menos de ocho horas—. Es un amigo y me pidió que le ayudara, creo que no vino uno de sus empleados.

—Oh —formula, porque no realidad no sabe qué demonios decir respecto a todo lo que está pasando—. ¿Te quedarás toda la noche?

—¿Quieres que me vaya? —Ladea la cabeza.

Suwon niega con la cabeza, si no fuera porque su familia se encuentra presente besaría al chico de cabello rojizo. Minho lo mira expectante.

—¿Podemos hablar después? —susurra con tortura.

—No creo poder, lo siento —expresa en un suspiro pesado y le pasa por el lado, directo a la barra.

Suwon aprieta la mandíbula con fuerza y cierra los ojos suspirando profundo. Se siente dolido y estúpido, no debía hablarle, mucho menos pedirle que se vieran luego. Minho sigue con su vida, y él solo intenta arreglar lo que está roto para volver a él y gritarle que lo solucionó, sin embargo, solo parece arruinar las cosas cada vez que abre la boca.

Gira sobre su propio eje y camina de nuevo hasta la barra donde su ex novio se encuentran platicando con diversión con el barman. Los celos lo consumen por dentro, y antes de cometer una locura, rodea la barra hasta donde ambas personas se encuentran para tomar una de las botellas de whisky. El entrecejo de Minho y el barman se arruga en sorpresa ante sus acciones.

—No puedes hacer eso —dice el barman.

—Mi padre pagó por todo esto, así que sí, puedo hacer lo que quiera —formula con la mandíbula tensa y levanta la botella a la altura de su rostro.

—Suwon —murmura Minho desconcertado.

El chico de rulos gira sobre su propio eje y se va, no sin antes tomar dos vasos de vidrio que se encuentran bajo la barra y caminar a paso pesado hasta la mesa donde sus dos amigos lo miran con preocupación. Sabe que no le darán un sermón, mucho menos le criticaran, solo se quedarán a su lado, viendo cómo se revuelca en su propia mierda una y otra vez.

Le tiende un vaso a Yeri y otro a Hyo para que beban junto a él. Sirve el líquido amarillento con hielo hasta la mitad de los vasos y mira a su exnovio que no le ha sacado la mirada de encima. Sus ojos destellan algo que es incapaz de entender, tal vez está furioso por su actitud, o decepcionado. La imagen de sus ojos empapados en lágrimas suplicando por una respuesta lo golpea con tanta fuerza que teme romper el vaso entre sus dedos largo. Suwon lleva el líquido hasta sus labios entre abiertos y toma todo el contenido de un solo trago.

Yeri a penas si ha mojado sus labios, mientras que Hyo ha dado un pequeño sorbo. Al finalizar la fiesta deberán llevar a Suwon a su casa, y saben que estará ebrio. Siempre que Suwon y Minho están en una misma habitación, es el chico de rulos quien termina vaciando su estómago sobre el piso de su departamento.

—¡Dios! Que lindo es —chilla una de las mellizas acercándose a la mesa. Es entonces que Suwon se permite desviar la vista de los ojos del pelirrojo.

—¿Qué? —cuestiona y baja el vaso.

-El que sirve la comida, mira -señala a un chico de espalda, que deja los platos sobre la mesa de su abuelo.

Suwon sigue sus movimientos para poder comprobar la identidad del sujeto. El chico gira para ir por unas bebidas que Minho le entra, es entonces cuando Suwon es capaz de verle el rostro.

Lo conoce, comparte una clase con él. No sabe mucho más que cualquiera, solo es callado, se sienta detrás de todos y en muy pocas ocasiones se lo ve en fiestas y socializando. Por lo general, él y Bonhwa se mantienen lejos de casi todos. Aunque Bonhwa es un poco más amistoso de lo que es su amigo, del que no conoce su nombre.

Es alto, se atreve a decir que, de su misma altura, es delgado y su cabello negro cae por los costados en ondas que rozan sus pómulos. Su semblante neutro no cambia y sus manos sostienen firme la bandeja de metal en la que pasea las bebidas de colores.

No es su tipo de chico, y duda que lo sea en algún momento. De hecho, a él le gustan con un aura tierna, con ojos grandes y mirada dulce, preferentemente de cabello rojizo.

«¡Joder!, contrólate», se reprende.

—Tiene mi edad, no es para una adolescente de quince años —formula Suwon desviando la mirada, en busca de los ojos grandes de Minho, pero una vez más se encuentran sobre el barman.

Vuelve a prestarle atención a su hermana. Para olvidarse del chico que le roba los pensamientos.

—Como sea, dile a mamá que quiero empezar con el karaoke —dice indignada y se gira sobre sus propios talones.

Suwon respira profundo y aún, con toda la fuerza en contra, gira para ver cómo el barman acaricia la mano de Minho en coqueteo.

—No sé si pueda con esto -susurra.

—Solo está noche, por ellas —murmura Yeri.

—Ni siquiera tienes que preocuparte, Minho le ha rechazado —dice casi con orgullo, Hyo.

Los ojos del chico de cabello con rulos vuelan en dirección a la barra donde Minho se encuentra de espaldas al barman. En sus ojos se puede notar la incomodidad. El pelirrojo busca la mirada de su exnovio quien le sonríe cálido, pero a diferencia de cómo él reaccionaria, Minho solo quita la mirada y comienza a limpiar los vasos que van dejando en la barra.

—Aún no es tarde, Suwon. Puedes solucionarlo.




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