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━━ 𝟐𝟏


【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟸𝟷】


𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞𝐬, 𝟑𝟎 𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒


𝓓afne

𝐍𝐀𝐃𝐈𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐄𝐒𝐓Ó. El silencio parecía imperar dentro de la casa, sin el más mínimo indicio de movimiento. El sol abrasador castigaba sin piedad, aumentando el calor y la fatiga con cada minuto que pasaba. El ambiente parecía volverse casi sofocante, y sentía como el sudor comenzaba a humedecer mi frente.

─ Juani te boludeó, Dafne ─soltó Melanie con una risa contagiosa, aunque parecía que también estaba a punto de morir por el calor─. Te envió la ubicación incorrecta. 

Ante la falta de respuesta, insistimos llamando varias veces más, sintiendo como la impaciencia se apoderaba gradualmente de nosotras. 

Cada timbrazo parecía más urgente que el anterior, hasta que finalmente, al tercer intento, Juani apareció por la puerta. Su rostro lucía una sonrisa pícara, dándonos a entender que estaba al tanto de nuestra espera. Vestía un conjunto relajado: pantalón de chándal negro junto a una de sus camisetas preferidas, también negra, lo que resaltaba aún más su estilo casual. Sus rizos rebeldes añadían un toque de encanto natural a su apariencia despreocupada. 

─ ¡Hola, chicas! ─exclamó Juani con entusiasmo. Su tono era casi despreocupado, como si no nos hubiera hecho esperar nada. 

─ Al fin ─susurró Melanie casi para sí misma, su voz revelando un ligero alivio mientras observaba a Juani abrir la puerta. 

─ Che, ¿por qué tardaste tanto? ─pregunté, tratando de mantener un tono ligero y una sonrisa, aunque en mi interior se había acumulado una leve molestia por habernos hecho esperar tanto tiempo.

─ Los demás estaban re enganchados jugando a la play, la partida estaba re intensa... perdón por hacerlas esperar ─se disculpó Juani, intentando justificar la tardanza con una sonrisa inocente.

Al mencionar a los demás, un destello de intriga se cruzó por mi mente, desatando una serie de preguntas. ¿Quiénes más estaban en esta casa con Juani? Las caras de sus amigos, a los que ya conocía, vinieron a mi mente de inmediato, incluida la de Matías. Sin embargo, la idea de que pudiera haber otras personas desconocidas despertó mi curiosidad. ¿Quiénes podrían ser? ¿Qué relación tenían con Juani? Me sentía como una espectadora en un escenario desconocido, deseosa de desentrañar el misterio que se cernía sobre nosotros. 

Mientras Juani se apartaba para que pudiéramos pasar, observé detenidamente su rostro en busca de alguna pista. 

─ ¿A qué te referís con los demás? ─pregunté con una ceja alzada, sin poder evitar mi curiosidad. 

─ Oh, ya sabés ─respondió Juani con un tono relajado, mientras separaba los nombres de los presentes con una pausa deliberada─. Blas, Pipe, Esteban, Agustín... y bueno, Enzo y Matías ─agregó, enfatizando los dos últimos nombres de manera sugestiva─. Y un par más que no conocen, pero seguro que les caen bárbaro. Vamos. 

Juani cerró la puerta detrás de nosotras y comenzamos a caminar por un pequeño sendero, dirigiéndonos hacia la entrada de la casa.

─ Che, Juani ─lo llamé, atrayendo su atención. Necesitaba satisfacer mi creciente curiosidad─. ¿Y esta casota, de quién es?

─ ¿Cómo que de quién es? ─respondió, mostrando un atisbo de confusión. 

─ Sí, me refiero, ¿es tuya o de alguien más del elenco? ─traté de aclarar, sintiendo una pizca de curiosidad mezclada con una pizca de intriga sobre el propietario de semejante residencia.

Juani se giró hacia mí, con una sonrisa juguetona bailando en sus labios, lo que hizo que la atmósfera se llenara de un aire de misterio y diversión. 

─ ¡Para nada, che! ─exclamó entre risas, dejando entrever un destello de complicidad en su mirada─. La alquilamos de vez en cuando para juntarnos y hacer fiestas ─explicó con un tono despreocupado, como si fuera una especie de secreto compartido entre nosotros. 

Con Juani liderando el camino, finalmente nos adentramos en la casa. Al traspasar el umbral, quedé sorprendida por la amplitud y la luminosidad del lugar. La luz natural inundaba los espacios, resaltando cada detalle de la decoración y los muebles que adornaban la estancia. 

Nuestros pasos resonaron en el suelo pulido mientras avanzábamos por el pasillo principal. A medida que nos acercábamos, el murmullo de voces y risas se volvía más perceptible, emanando de una de las salas principales como una invitación tentadora a sumarnos a la diversión. 

Al asomarnos a la sala, el ambiente estaba impregnado de una atmósfera acogedora. Un televisor gigante ocupaba la pared, proyectando imágenes que reflejaban la diversión de la tarde. Matías y Blas estaban sentados en dos enormes cojines, más cerca de la televisión, totalmente inmersos en un juego apasionante que absorbía toda su atención. 

Mientras tanto, el resto del grupo se acomodaba en un amplio sofá, disfrutando de la compañía y las risas compartidas mientras comentaban animadamente cómo iba el juego de los demás. La sala rebosaba de energía y camaradería, creando un ambiente perfecto para pasar un buen rato juntos.

─ ¡Ya llegaron las chicas! ─anunció Juani con entusiasmo cuando nos asomamos a la sala de estar. 

Tras las palabras de Juani, que resonaron en la sala como un anuncio de nuestra llegada, me encontré con la mirada penetrante de Matías. En ese instante, el mundo pareció detenerse a nuestro alrededor, y el zumbido de las conversaciones y las risas se desvaneció en el fondo mientras nuestros ojos se encontraban en un silencio cargado de significado.

Un cosquilleo recorrió mi piel al sentir su mirada sobre mí, como si su intensidad pudiera atravesar cualquier barrera. En ese instante, una oleada de emociones me invadió: sobre todo nerviosismo, pero también una extraña excitación ante la incertidumbre de lo que podía suceder durante esa tarde. 

Me pregunté qué pensamientos cruzaban la mente de Matías en ese momento, si acaso compartía la misma sensación de inquietud o si había algo más en su mirada que escapaba a mi comprensión. 

Sin embargo, el hechizo se rompió abruptamente cuando Pipe interrumpió el momento con sus palabras jocosas.

─ Che, Matías, ya te mataron ─bromeó Pipe entre risas, sacándonos a ambos de nuestro ensimismamiento─. Eso te pasa por estar desconcentrado. 

Matías apartó la mirada rápidamente hacia la pantalla del televisor, donde las desalentadoras palabras game over se reflejaban con letras luminosas. Un suspiro de frustración se escapó de los labios de Matías mientras se reajustaba en su asiento, resignado ante la derrota momentánea. 






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