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🌸​𝑇ℎ𝑎𝑡'𝑠 𝑤ℎ𝑦, 𝐼 𝑙𝑜𝑣𝑒 𝑓𝑎𝑙𝑙...

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S e g u n d a     P a r t e 
"Haberte encontrado mientras no buscaba nada, fue lo más lindo que me pudo pasar..."
José Urbano.


Luego de meditar unos cuantos minutos en si era correcto o no probar esa comida, su estómago decidió que sí.

Llevó hasta su boca un bocado pequeño y grande fue su sorpresa al sentir un sabor indescriptible entre sus labios.

Sencillamente era delicioso; un manjar.

¿Cómo es que algo tan simple podía saber tan bien? Pensó para sus adentros y sin darse cuenta terminó devorando aquel platillo casi de inmediato.

La sensación en su estómago era placentera, casi como cuando el abuelo cocinaba su comida favorita.

Abuelo...

El hormigueo en su mano le hizo volver a su triste realidad, tenía una herida en la mano que seguramente requería atención médica y él seguía con esas vendas mugrientas.

Era bastante deprimente el grado de descuido que podía alcanzar.

Tomó las vendas que Rose le había proporcionado y mas por instinto que por saber, limpió lo mejor que pudo aquellas heridas que en estas instancias no parecían evolucionar de manera favorable y las vendó un poco mejor que el día anterior.

Miró su mano y la leve sensación de limpieza y tranquilidad le invadió. Por alguna extraña razón se sentía particularmente dispuesto a intentar hacer alguna tarea o por lo menos fingir hacerlo.

¿Qué podía perder en este punto? Tiempo, quizá. Pero al menos se entretendría un poco. Rumbo a su habitación tomó su mochila y sentado en su cama tomó alguno de sus cuadernos buscando algún apunte o tarea que pudiese realizar.

Leyó con cuidado aquellas palabras y era en momentos como este cuando notaba lo fea que podía llegar a ser su letra.

Siempre escribiendo de manera apresurada y sin la verdadera intención de hacerlo.

Después de diez minutos hojeando y arrancando algunas cuantas hojas que a su parecer eran un asco, se recostó en su cama en busca de relajar los músculos de su cuello.

Miró el techo unos cuantos segundos y el ruido de algo cayendo se escucho provenir de este. Un ruido seco que hizo retumbar la bombilla en el techo resonó por toda la habitación. Frunció levemente el ceño al pensar que era la tercera noche seguida en que esos ruidos se escuchaban.

La imagen de Rose moviendo cajas venía a su mente y por alguna razón imaginó en que era de esas féminas que contaba con mucha ropa y eran esas cajas las que estaba moviendo con tanta regularidad.

O quizá solo estaba equivocado y ya...

Cerró los ojos unos cuantos segundos y dejó que el ruido desapareciera antes de abrirlos nuevamente.

El reloj en su mesa de noche indicaba que faltaban veinte minutos para las once de la noche. Le parecía increíble lo rápido que avanzaba el tiempo últimamente. Suspiró; quizá debía fumar un cigarrillo y despejar la mente un rato.

Aún estaba molesto por todo el fiasco del día anterior. Se calzó y caminó hasta la salida con pasos rápidos.

Abrió la puerta y el frío de la noche le envolvió haciéndolo estremecer unos segundos. A su alrededor sólo unas cuantas luces estaban encendidas y los pasillos vacíos parecían la escena de una película de terror de bajo presupuesto.

Quizá eso si sería interesante, pensó para sus adentros y se dirigió a la azotea como todas las noches.

Al llegar, la ligera llovizna le envolvió; pero eso no le detuvo de intentar encender su cigarrillo. Tristemente falló en el intento y sólo terminó empapado ante su necedad.

Regresó a su departamento media hora después, tenía frío y la ropa mojada le hacía temblar ligeramente mientras dejaba un rastro de huellas por donde caminaba.

Esa noche no consiguió fumar a la luz de las estrellas y tampoco Rose llegó a apestar todo con sus extraños perfumes.

A flores, a dulce, a fresas. ¿Sería el mismo, o el tenía el olfato bastante jodido? Pensó y se reprendió a sí mismo unos momentos después al pensar semejante estupidez.

Al llegar a su apartamento se deshizo de la ropa y entre temblores se colocó ropa seca.

El resto de la noche transcurrió sin contratiempos...

Extrañamente esa mañana había despertado sin muchos contratiempos, pero el dolor en su garganta y el escurrimiento nasal fueron el claro indicio de que su aventura de la noche anterior había traído consecuencias.

Se sorbió los mocos unas cuantas veces mientras se cambiaba y dado a que había despertado temprano pudo darse el lujo de desayunar.

Si por desayuno puede llamarse a una taza de café y un par de donas en miniatura de chocolate, claro está.

Sea lo que sea, eso era mejor que nada así que tomó su mochila y salió de su hogar con pasos lentos y torpes.

Estar enfermo le volvía particularmente más irritable y menos dispuesto a tolerar a quienes le rodeaban dado que le hacía sentir especialmente vulnerable. Bajó hasta el último piso y antes de que pusiese un pie fuera del complejo la voz chillona e irritante de Rose le hizo sentir escalofríos.

Se giró con molestia dispuesto a dedicarle una mirada de desaprobación cuando notó que no se estaba dirigiendo a él. Esta ni siquiera había parecido reparar en su presencia.

La chica rosada conversaba con una anciana de mantenimiento mientras sostenía entre sus manos una caja y seguía portando un suéter que le hacía ver cuatro tallas más gorda.

Se quedo ahí observando a la chica unos cuantos segundos cuestionándose que era lo que podía estar hablando con esa mujer y segundos después se reprendió a sí mismo por perder el tiempo en tonterías de esa índole.

Últimamente estaba demasiado idiota...

Abrió la puerta y el frío de la mañana le hizo temblar. Su chaqueta de cuero y los guantes a juego le cubrían, pero su cuello estaba al descubierto y el frío se colaba por ahí.

Dio un paso y luego otro y comenzó a caminar mientras el viento le envolvía dificultándole el respirar.

Sorbía de cuando en cuando sus fluidos y aunque no quisiese admitirlo se sentía extrañamente fatigado ante esto.

—Buen día—Le saluda la chica de pronto y le da alcance—No luces muy bien—dictamina nada más verlo y eso lo hace molestarse un poco.

—Entonces tú no te has visto en un espejo—Contraataca de forma hiriente y ella solo sonríe suavemente.

—Tienes razón, hoy no me vi en el espejo...—admite y de los bolsillos de su suéter saca su espejo de mano—Sí, tienes razón... me veo terrible—Menciona y lo guarda nuevamente.

La actitud tan positiva de esa chica le desconcierta. ¿Cómo es que puede tener tanta paciencia y buen humor después de que le ha insultado? La mira de reojo y esta parece tararear una canción que no logra reconocer mientras juega infantilmente a no pisar las rayas por dónde camina.

Es como una niña, pensó luego de analizar unos momentos su comportamiento.

—¿Crees que hoy será un buen día?—Pregunta con curiosidad.

—Todos son un asco—Respondió por inercia, para sorpresa de ambos.

Ya se estaba volviendo extraño que ella lograse obtener respuestas tan civilizadas viniendo de él.

Quizá la gripe le estaba afectando más de lo debido.

—Supongo que tienes razón... hoy lloverá—pareció recordar algo gracioso y rió suavemente—Cuando era niña me encantaba mojar mis botas para la lluvia en los charcos y saltar sobre ellos aunque después el agua entrara a mis pies y terminaran morados a causa del frío...—Remembró.

No dijo nada, pero por alguna razón pudo imaginar a una versión en miniatura de Rose brincando de un lado a otro en la lluvia.

—Era lindo vivir en Station Square, todos eran más amables—.

¿Qué responder ante esto? Nada. Guardo silencio con la esperanza de que el resto del camino continuara en silencio, pero evidentemente Rose no tenía intenciones de cerrar la boca.

—Eres el único que parece disfrutar de mi compañía—Añade y sus movimientos torpes casi la hacen caer.

Error, no disfrutaba su compañía.

—¿Quién te ha dicho que disfruto tu compañía?—Pregunto de pronto, mas por inercia que por otra cosa.

No la conocía y aunque su aroma le resultase molesto y ella fuese particularmente impetuosa y entrometida, debía darle el beneficio de que era alguien amable.

Aunque no por ello significaba que iba aceptarla como algo más que una vecina y una de las tantas alumnas con las que compartía plantel.

—Honestamente nadie, pero igual es agradable estar contigo—.

Eso si lo sorprendió, no iba a negarlo.

Luego de meditarlo unos segundos decidió preguntar el porqué.

—¿Y en qué te basas para deducir que te agrado?—Y aunque trató de no sonar tan ácido, las palabras salían cómo su respirar.

Ella se detuvo un minuto y el hizo lo mismo. Observó cómo la chica tomaba una gran bocanada de aire y decía lo siguiente.

—Soy la chica nueva a mediados de curso, no soy especialmente bonita, ni tengo algún atributo  atrayente que me haga destacar, soy muy torpe y ninguno de mis compañeros parece reparar en mi presencia—se rascó la mejilla, como si estuviese recordando algo—Hay que ser realistas, somos dos inadaptados sin aspiraciones a mejorar nuestra vida social... no es cómo tuviese mucha opción—bromeó.

Le tomó más dos segundos procesar todo lo dicho por Rose anteriormente. Si bien, ella tenía un punto, eso no significaba que estaba de acuerdo o que de verdad estaba interesado en ser "asociado" con ella.

El era asocial por gusto, no porque le rechazaran.

—Me gusta estar contigo...—dijo después y ambos continúan caminando—Es agradable estar con alguien cómo tu—.

—¿Qué significa eso?—Nunca iba con rodeos, que ella utilizase esos términos le hacía ponerse más a la defensiva que de costumbre.

—Que estás tan roto cómo yo...—Responde con tranquilidad y el timbre que anuncia el inicio de clases los recibe justo al llegar al plantel.

La observa alejarse y perderse entre  la multitud y maldice por lo bajo no haber procesado rápidamente lo que ella mencionó.

Estamos rotos...

¿El estaba roto? Nunca lo hubiese pensado de ese modo. Con él funcionaba mucho mejor la analogía de estar apagado, desmotivado, pero roto quizá era algo errado, pensó.

Llegó hasta el aula y tomó asiento hasta el fondo. El profesor aún no había hecho acto de presencia y los alumnos estaban dispersados por todo el lugar.

Griterío, chismes y muchos papeles yendo y viniendo eran lo que reinaba en ese lugar. Sorbió sus fluidos y recargo la cabeza al sentirse abrumado por el resfriado. Le dolía la cabeza y tenía un poco de frío.

Sabía que no iba a poder dormirse pero aún así cerró los ojos dispuesto a apaciguar el dolor.

Los pasos ruidosos de alguien acercándose hasta él le hicieron estar alerta. Abrió un ojo y los zapatos rojos deportivos del bastardo más bastardo de todos se presentaron ante él.

Levanto el rostro de mala gana y miró cómo este sujeto azulado se atrevía a respirar el mismo aire que él. Sonic The Hedgehog estaba ahí, mirándolo con su cara de idiota y su sonrisita pretenciosa que desearía borrar de un golpe.

Lo observaba directamente y sin rodeos, como si fuesen amigos bromeando.

—¿Qué carajo quieres, Faker?—Cuestiona fastidiado al verse interrumpido por su presencia.

Nunca estaba de humor y hoy menos que nunca. Sonic no pareció verse amedrentado por su actitud y toma asiento en el pupitre contiguo.

Tenía demasiada energía para ser las 7:12 de mañana.

—Así que el gran Shad se ha echado una novia—Dijo de pronto con evidente burla en sus palabras y esto captó su atención.

Fijó la vista directamente en los ojos verdosos de Sonic y remembró rápidamente que seguramente estaba refiriéndose a Rose. No iba a perder el tiempo dándole explicaciones ni a él ni a nadie, pero si iba a dejar en claro que Rose no era su amiga ni mucho menos su novia.

—Vete al carajo—Respondió.

Sonic no era el tipo de sujeto que pensase en las consecuencias de sus acciones y ante la evidente molestia que estaba causando en el moreno, siguió buscando cómo seguir hostigándole.

—¿Eso es un sí?—Insiste en saber, mientras le codea animoso—¿El gran Shadow al fin ha dejado de ser un cubo de hielo, rey de los emos?—Se burló por tercera vez.

El dolor en su cabeza iba en aumento y por mucho que desease partirle la cara el dolor en su mano rompe dientes y la falta de fuerzas debido al resfriado le impedía moverse a voluntad. Contó mentalmente hasta diez y decidió que lo mejor sería ignorar a la rata azul si no quería terminar con la mano aún peor.

Contrario a lo que se podría esperar, Sonic continuó con su fastidioso interrogatorio.

—¿Al gran Shadow le gustan las niñas de primero?—Se burlo con mayor volumen y algunos giraron en su dirección para presenciar tal interrogatorio.

Se mantenía en silencio, más por fuerza que por ganas y aunque estaba deseando partirle la cara y Dios sabe que le estaba costando trabajo, se quedo ahí sentado fingiendo que no escuchaba lo que decía.

—¿A Shadow le gustan las de primero?—El cabeza hueca de nombre Knuckles se unió a la burla y Sonic asintió—¿Quién?—Preguntó después mientras saludaba al cobalto con un choque de puños.

Ambos idiotas se giraron para verse las caras y Sonic respondió.

—La nueva...—Fue su respuesta pues no tenía del todo claro cómo se llamaba.

Knuckles pareció dudar un momento de quien se trataba.

—¿Hablas del chicle rosa?—Inquirió, dudoso y Sonic asintió.

Podía escucharlos inferir sobre Rose y su evidente "noviazgo" con ésta última. Ni una ni otra eran cosas que fuesen si quiera remotamente reales, pero tampoco iba a perder el tiempo explicándoles a un par de idiotas que él no tenía nada que ver con esa fémina.

—No sabía que a Shadow le gustasen gordas—Knuckles comentó, haciendo alusión a los enormes suéteres que Amy utilizaba todos los días.

Porque sí, le hacían lucir mucho más voluminosa de lo que cabría esperar en una chica de su edad.

—Parece que Don Amargado tiene fetiches que nadie conocía—Sonic continuó la burla y Knuckles soltó una sonora carcajada que no tardó en ser secundada por medio alumnado.

Estaban riendo por un comentario tan estúpido y carente de gracia y aún así parecía que habían escuchado el mejor chiste de toda su vida. Sí necesitaba una razón para pensar que el Faker era un imbécil, ahora la tenía sin esfuerzo.

−Quien diría que el emo tenía sentimientos después de todo...−No se cansaba de bromear el cobalto y al parecer a todos les resultaba comiquísimo.

Le estaba costando bastante el mantenerse sereno ante tales instancias. Normalmente no habría tenido alguna clase de problema con mandarlo a la enfermería de un golpe, pero debía aguantar.

—Oye Knux—se dirigió al otro idiota—¿Crees que deberíamos darle la bienvenida a la novia de Shadow?—Lo codeó animoso y el mencionado sonrió con complicidad.

Si esperaban alguna clase de respuesta negativa de su parte, no iban a lograrlo. Poco o nada le interesaba si se relacionaban o no con Rose.

—Tal vez a Shad no le moleste compartir...—Se unió otro a la conversación cuyo nombre no podía recordar.

—Algo bueno debe tener para que Shadow la considere...—Dijo otro pelmazo y los cuchicheos y murmullos sobre su aparente relación comenzaron a ir en aumento e intensidad.

Al parecer todos concordaban con que hacían una bonita pareja, a la par de considerar que Rose era muy idiota al fijarse en un "emo" cómo él. Increíble le resultaba el hecho de mantenerse tan sereno y calmado ante tal atrevimiento y desfachatez. Se mantenía callado y con la vista puesta en cualquier otro punto que no fuese es grupo de imbéciles que buscaban fastidiarle.

Maldijo por lo bajo al estúpido profesor que no se dignaba a hacer acto de presencia y maldijo inclusive más a Sonic y su otro monigote por ser tan entrometidos.

No, no eran entrometidos, solo eran un par de reverendos imbéciles.

Suspiró con resignación y miró el reloj en la pared del frente, en cinco minutos la clase se daría oficialmente por perdida y podría salir de ese infierno.

Aspiró sonoramente por la nariz y entre los cuchicheos y teorías se puso de pie saliendo del aula hastiado de tanta estupidez.

Podía ser contagiosa...

Caminó por los pasillos y entre los que conectaban los salones entre sí, notó como en el aula de música la silueta rosada estaba entre la multitud. Se detuvo un momento como comprobando que la vista no le fallaba y efectivamente, en aquel ensayo la joven Rose tenía entre sus manos lo que pudo identificar como un saxofón.

Debía admitir que nunca hubiese imaginado que ella fuese la clase de chica que tocase un instrumento musical.

Se acomodó la mochila sobre su espalda y discretamente observó el ensayo unos cuantos minutos; la banda de la escuela tocaba una versión del himno de la alegría.

Parecía bastante concentrada en ello, ajena a todo. Incluso se había quitado ese suéter tan horroroso y en su lugar una camisa manga larga cubría su torso hasta llegar poco más arriba de la falda escolar.

No era gorda podía notar, así que utilizaba el suéter por gusto, pensó.

Se mantuvo ahí, observando cómo el grupo de alumnos desempeñaba un papel no tan desastroso como en años anteriores y casi sin darse cuenta el timbre que anunciaba el cambio de materias resonó por todo el plantel.

Entre el ajetreo de alumnos ir y venir perdió de vista aquel destello rosa entre la multitud.

Daba igual...

Camino a al aula de computación distinguió a lo lejos la esbelta y curvilínea figura de Rouge acercarse con pasos rápidos hasta él.

Frente a frente ella lo detiene y le toma del cuello de la camisa obligándolo a verla.

—¿Qué carajo es eso de que tienes una novia, Shadow?—Inquirió visiblemente molesta—Y peor aún, una novia de primer año—le soltó y se cruzó de brazos con un puchero infantil—¿Por qué no me había enterado del chisme del siglo?—Añadió con falsa tristeza mientras algunos los observaban con incomodad.

Rodó los ojos en señal de fastidio y sin mediar palabra continuó su camino. Primero ese par de imbéciles y ahora está loca, jodiendo con ese "asunto con Rose". ¿Es qué a caso estaban jugando competencias por ver quién era más imbécil?

—Hey—Lo toma de la mochila y lo obliga a detenerse—No huyas de mí—él la ignora y ambos se abren paso entre la multitud con cierta dificultad—¿Es verdad que sales con una niña de primer año?—Ella insiste en saber.

Rouge era la mayor chismosa de toda la escuela, pero incluso para alguien como ella, escuchar que Shadow doncubodehielo tenía una novia era algo difícil de creer.

—¿Sales con ella?—señalo a una chica random y solo pudo atinar a fulminarla con la mirada ante su indiscreción—¿O es ella?—señaló otra chica al azar y las aludidas solo la miraban con confusión.

Y todo el autocontrol que había tenido con el bastardo azul y el bastardo con dos neuronas se fueron al diablo cuando la loca de Rouge siguió insistiendo con saber. Después de la vigésima chica señalada en un lapso menor a 3 minutos todo pareció transcurrir con una lentitud aberrante.

—CARAJO, ROUGE—ella calló de golpe y los demás a su alrededor también—¿A ti que mierda te importa?—Miró levemente a todos a su alrededor, quienes estaban expectantes ante lo que sea que tuviese que decir—¿A quién carajo le importa?—Fue una pregunta retórica, pero todos intuían por dónde iba el asunto aceptándolo como una amenaza para no seguir especulando. .

Rouge, consciente de que las cosas podían descontrolarse al haberlo hecho rabiar se apresuro a calmar a la bestia que estaba a punto de explotar.

—Muy bien galán, no es necesario que te exaltes—Murmulla y se aleja unos cuantos centímetros de él, dándole espacio.

Ambos caminan en silencio y aquellos que les observaban siguen en lo suyo.

Imbéciles, piensa para sus adentros y antes de poner un pie en el aula de computación esa impertinente mujer habla de nuevo.

—Lamento haberte hecho enfadar—se disculpa y toma asiento frente a una computadora al azar—Es sólo que me emocioné al pensar que tenías una novia y el amor al fin había tocado a tu puerta—confesó.

—Vete a la mierda—le dice completamente harto y se aleja de ella y de prácticamente cualquiera a su alrededor.

Necesitaba dormir...

La gripe estaba causando estragos en su ánimo y la cabeza le estaba matando. El bullicio y la estupidez de quienes le rodeaban estaban causándole más problemas que de costumbre. Y casi como un chiste irónico del destino todos insistían en que era buena idea en que debía emparejarse con Rose.

¿Desde cuándo tener novia era una buena idea? O más bien, ¿Desde cuándo tener novia que no conoces de nada es una buena opción? Esas mierdas cursis del amor a primera vista no le iban.

Encendió el computador y esperó a que el Profesor de computación diese la orden de hacer alguna actividad.

Lo que sea sería buena idea para distraerle de todo a su alrededor. Colocó su usuario en la opción de actividades y el menú de alumnos se abrió ante él.

Miró sin ganas la pantalla frente a él y el chat grupal que se abría por defecto al encender el computador se activo. 35 puntos verdes activos, los cuales interactuaban entre sí mediante emoticones y palabras mal escritas.

No solía prestar atención a estas tonterías, normalmente estaba fuera de cualquier tema de controversia en el grupo; pero, dado a que hoy él era la burla, los mensajes de "broma" hacia su romance no se hicieron esperar.

El primero y más evidente, el imbécil del Faker escribiendo al menos 15 mensajes directos en los que hacía gala de sus dotes de poeta, con versos tan pintorescos cómo el siguiente.

"Shadow el emo un día conoció
Una pollita rosa que lo cautivó.
La quiere, la ama, se van a casar...
Pues Shadow y la nueva juntos estarán...
Shadow el emo no quiere aceptar
Que pronto lo emo le van a quitar..."

Leyó con fastidio y suspiró ante lo pudo intuir sería un largo día.  Aún le restaban dos horas ahí metido.

Joder, ¿por qué no lo partía un rayo en ese momento?...

Después de dos horas aparentemente interminables, sus niveles de estrés estaban en punto tan tenso que bien podría cortarlos con un cuchillo.

Y, como si eso no fuese suficiente en ese día tan de mierda que estaba teniendo, la irritación en sus ojos y nariz llegó a un punto tal, que apenas y podía mirar por donde caminaba.

Un estornudo, luego otro, después del trigésimo perdió la cuenta.

Le dolía la nariz; tenía la garganta seca y los fluidos no paraban de salir. A este punto no podía parar de toser, incluso le lloraban los ojos y a duras penas podía mantenerse en pie. Tenía frío y por mucho que quisiese controlarlo, el temblor involuntario en todo su cuerpo le hacía perder estabilidad.

Quizá si debía ir a la enfermería.

Caminó con pasos lentos hasta la enfermería y, ante la atenta mirada de la enfermera de turno, tomó un pañuelo al tiempo que sonaba su nariz.

—Pero que barbaridad criatura—Le regordeta mujer se puso de pie—Mira nada más el estado en el que estás—y dicho esto se encaminó entre su pequeño cubículo buscando sus utensilios de medicina.

En silencio tomó asiento y esperó. Al cabo de unos minutos la mujer tomó su pulso y le puso el estetoscopio en el pecho haciéndolo inhalar y exhalar.

—Tienes los pulmones de un fumador de cuarenta años—Le dice a modo de regaño y el solo atina a mirar a otro lado—Creo que debes ir al hospital, sospecho que puedes tener principios de neumonía...—.

Eso no sonaba bien...

La mujer tomó su temperatura y notó que tenía 38 grados de fiebre; el cómo estaba de pie era algo francamente inexplicable.

—Válgame Dios—ella le miró con una cara de preocupación y se dirigió hasta su computador para digitalizar los datos del moreno—Nombre—Pregunto y el guardo silencio, esta vez sin desearlo—Nombre—exigió nuevamente.

Abrió la boca para formular una oración mientras las ganas de toser invadieron su interior; le dolía el pecho y sentía que la voz se quedaba atorada en su garganta.

—G-Ge-Gerald...—tosió con más fuerza y el dolor en su pecho aumentó—Robotnik—Hizo todo un esfuerzo para pronunciar de golpe.

Llevó una mano hasta su pecho, como si eso fuese suficiente para controlar el dolor. Podía escuchar a la mujer teclear rápidamente en aquella máquina sus datos mientras que el frío en su cuerpo provocaba que los escalofríos aumentaran.

No podía dejar de temblar.

Solo escuchaba el sonido de las teclas a lo lejos que poco a poco formaban un eco ensordecedor en su interior. Se abrazo a sí mismo tratando de proporcionarse un poco de calor, pero ni así podía calentarse.

—Creo que debemos llevarte al hospital—Le dijo y tomó el comunicador para informarles a las autoridades escolares.

Quizá eso era lo mejor, pensó.

Segundos después todo se volvió oscuro...

El tiempo podía ser bastante relativo algunas veces; cuando despertó en el hospital tenía máquinas conectadas en todo su cuerpo y había un tubo en su garganta que le imposibilitaba el poder hablar.

Muchos doctores a su alrededor habían logrado confundirlo y hasta cierto punto ponerlo nervioso. No terminaba de entender que estaba pasando.

—Estará bien joven Robotnik, pero sus pulmones están bastante débiles y necesita ayuda para poder respirar—le explico uno de ellos y eso lo tranquilizo un poco.

Tenía frío y le dolía todo de los pies a la cabeza. Ese sonido ensordecedor de las máquinas estaba comenzando a alterarle.

¿Iba a morir?

Era una posibilidad, estaba jodido.

Honestamente nunca consideró el hecho de morir antes de los 18. Y mucho menos de una manera tan patética.

—Debe mantener la calma jovencito—Hablo otro de los médicos, aparentemente uno de los residentes—Tuvo mucha suerte, la fiebre tan alta pudo haberlo matado—.

Eso no sonó tan bonito cómo hubiese creído.

¿Cuánto tiempo habría pasado? Apenas podía moverse y la imposibilidad de hablar dificultaba el hecho de cuestionar todo lo que su mente estaba formulando. Solo podía escuchar a los médicos hablar en sus códigos y términos que no hacían otra cosa salvo aumentar su ansiedad.

Ninguno parecía reparar en el hecho de que era un jodido adolescente confundido y desorientado y que no podía quejarse como deseaba hacerlo.

—Dentro de un rato las enfermeras van a colocarle los antibióticos necesarios—le informan y eso no lo relaja para nada—Si el tratamiento evoluciona de forma favorable, estimamos que podrá salir de terapia intensiva y recibir visitas—.

Las luces de aquella sala le mareaban.

Cerró los ojos debido al cansancio y sin desearlo se quedo dormido nuevamente.

Honestamente la idea de estar en un hospital no era algo que hubiese considerado en un futuro no menor a treinta años en su vida. Era triste inclusive para un pesimista cómo él.

Y siendo todavía más honesto consigo mismo, tampoco es que hubiese siquiera imaginado pasar sus últimos días 

Sería una de las peores formas de morir, pensaba.

Y tristemente para el, permanecer confinado a aquella cama sin muchas opciones para distraerse le hacían divagar.

Calculaba; sin embargo, que habían pasado aproximadamente dos, quizá tres días desde que ingresó. El progreso era muy lento, según las enfermeras debido a las pocas defensas en su cuerpo gracias a su dieta de pan y café.

Era bastante hilarante, ahora que lo piensa con mayor detenimiento...

Había sido un completo imbécil.

Pero el lamentarse ya no serviría de nada; sólo restaba esperar a que los antibióticos hiciesen su efecto y pudiese volver a su vida "normal".

La puerta se abre de pronto y una enfermera regordeta se adentra con una mascarilla en su rostro.

—Buenas tardes, Gerald—Le saluda y comienza a revisar sus pupilas con la luz de su linterna—¿Cómo estás hoy?—Le pregunta y sus chequeos continúan—Las cosas están un poco lentas hoy—Le comenta y anota algo en su libreta—Pero el doctor Robinson dice que ya puedes recibir visitas... ¿No es grandioso?—.

Evidentemente no podía responder, pero de igual modo no era que alguien fuese a visitarle. 

¿Quién iba a visitarle? Sin amigos ni familia, su estadía en ese hospital sería solitaria, como todos los días de su vida desde que su abuelo falleció. La enfermera se retira; lo último que logra escuchar es que el horario de visitas está por comenzar. 

No sabía en que día vivía, ni mucho menos que hora podía ser. Su habitación estaba sin ventanas, alejado de todo el ajetreo del hospital; ocasionalmente podía escuchar el ir y venir de los médicos y algunas de sus alarmas que indicaban códigos de emergencia entre ellos. 

Su único contacto con la realidad era durante sus chequeos y demás.

Quizá lo mejor era dormir; así se olvidaba de pensar...

Cerró los ojos, esperando que el sueño le invadiera, cuando el ruido de la puerta captó su atención. Los lentos y torpes pasos hicieron eco entre las paredes de la habitación y se detuvieron justo frente a su cama.

Dudó un momento si debía voltear, pero la curiosidad en este punto era mucho más grande, ¿Quién podría ser? Lentamente giró su cabeza hasta quien sea que acaba de llegar y frente a él la silueta rosada cubriendo su rostro con una mascarilla quirúrgica se presento.

—¿Cómo te encuentras, Shadow?—Le pregunto en un tono meloso, mientras sus ojos curiosos analizaban todo a su alrededor. 

Seguía con sus suéter feo y en su rostro aún cubierto por aquella máscara que impedía los microbios estar en contacto con él pudo distinguir ojeras que no estaban ahí la última vez que la vio. 

—Los doctores dicen que estás mejorando, ¿no es grandioso?—La animosidad con la que pronunciaba aquellas simples palabras le provocaba sentimientos encontrados. 

Estaba bastante animada; ¿se alegraba por él?

No había una razón lógica por la cual una chica que apenas y conocía se preocupase tanto por el e inclusive se tomase la molestia de venir a verle al hospital. ¿No tenía una vida o algo así? Vale que recordaba ese asunto de que "no tenía amigos" pero se estaba tomando demasiadas molestias intentando ser amable.

—Las cosas en la escuela han estado aburridas—Le comenta de pronto y se acomoda en la silla de invitados—El director se alegró mucho cuando le pedí información sobre ti—.

Eso no le sorprendía, al menos no del todo. Ya era consciente de que ese gordo estaba obsesionado con la idea de que hiciese amistades y estableciera relaciones sanas y duraderas. 

Ahora todo tenía más sentido.

Ella sólo quería quedar bien con el director.

La observa con fastidio; maldiciendo internamente el hecho de poder expresarle con palabras que no la quería ahí. No le gusta la lástima, prefiere mil veces su soledad. De la bolsa de su suéter toma un libro de bolsillo; "la gallina de degollada" alcanza a leer. 

—Tu amiga Rouge dijo que te gusta leer—le enseña el libro de Quiroga y una sonrisa se marcaba debajo de su mascarilla—Y que prefieres la lectura de misterio—Añade al tiempo que abre el pequeño libro y posiciona la página de inicio—Tendrás que disculparme, no estoy acostumbrada a leer para alguien más—le advierte y se aclara la garganta para comenzar a leer.

Conocía la historia, la había leído algún tiempo atrás. Era una lectura que no era para cualquier tipo de lector, lo ácido y macabro no parecía ser algo que se acoplase a la imagen que Rose transmitía.

Sin embargo, debía admitir que el tono chillón que Rose estaba empleando y las ligeras y poco naturales muestras histriónicas de la chica al representar al matrimonio de la historia le daban un toque relativamente agradable.

Era una lectura corta; mucho más de lo que habría pensando tomando en cuenta quien era su narradora. Ella, una vez concluida la lectura sólo pudo atinar a mirarle con incredulidad.

—Nunca hubiese imaginado algo así—Aseguró levemente contrariada. No estaba acostumbra a esos finales tan extraños—Aunque admito que no está tan mal—Añadió y guardo el libro entre su bolsillo nuevamente. 

De pie frente a su cama, acaricia levemente su frente y aunque fueron escasos segundos, el calor en su mano era extrañamente reconfortante.

—Debo irme—Le informa y se aleja unos cuantos pasos—Debo volver a casa antes de que anochezca—se da la vuelta y camina hasta la puerta—Vendré mañana después de la escuela, descansa...—Finaliza y sale sin más.

A solas y en silencio; Shadow pudo permitirse divagar nuevamente; no iba a negar que esa chica no parecía tan desagradable después de todo. Quizás se debía a sus circunstancias, o tal vez realmente ella era así. 

No podía afirmarlo, pero al menos había pasado un rato agradable y la promesa de que volvería al día siguiente no pareció molestarlo.



Después de toda una mañana de estudios, de idas y venidas; la enfermera regordeta le anunció que el horario de visitas estaba por comenzar.

Eso solo significaba que Rose estaba por llegar; ¿vendría nuevamente? quizá sí, quizá no. A este punto creía que sólo pudo haberlo dicho para ser amable. 

Había pasado lo que calculaba alrededor de tres horas pensando, divagando en los cómos y los porqués. Navegando en un cúmulo de posibilidades ante las cuales siempre terminaba pensando en Rose.

Era extraño, lo admitía. Era francamente extraño que alguien tan molesta como esa chiquilla lograse interesarle. 

Y no le malentiendan, no había nada romántico en aquel aparente interés; era más bien ese sentimiento de curiosidad y de sorpresa que nacía a raíz de los motivos que esa fémina podía tener para acercarse a él.

¿Qué podía motivarla a estar ahí? No había sido amable, de hecho ni siquiera se había presentado con propiedad. Podía inclusive pensar que había sido un cabrón. 

Tenía de algún modo la certeza de que esa chica no merecía que se comportase de esa manera.

La puerta se abre y aquella figura rosada entra con pasos lentos, procurando hacer el menor ruido posible. Cierra la puerta y camina lentamente hasta él.

—Lamento el retraso... tenía unos... asuntos que atender—se excusa y toma asiento en la silla, recuperando el aliento—¿Deseas que lea algo?—Le cuestiona y de su bolsillo toma el libro del día anterior.

Quizá una nueva lectura haría la tarde más amena, pensó.

Asintió con la cabeza y ella comenzó a leer otro de los cuentos de Quiroga; "Una estación de amor". 

Leía apasionadamente cada palabra ahí escrita; sus ojos reflejaban el gusto y la concentración que estaba empleando. 

¿Siempre era así, o sólo quería levantarle el ánimo?

Finaliza la lectura y ella le observa directamente a los ojos de manera enigmática. Casi cómo si pudiese leer su alma y pensamientos más profundos en tan sólo un segundo. Le sonría debajo de la máscara y camina hasta él acariciando su frente fracciones de segundo.

Los suficientes para confundirlos con una eternidad...

—Las enfermeras dicen que sí todo sale bien con tus exámenes, en dos días podrán quitarte ese tubo y podrás respirar por tu propia cuenta—Le dice emocionada—En poco tiempo volverás a la escuela... ¿No te parece fantástico? Rouge quiere venir a verte, pero el entrenamiento de animadoras siempre se empalma con el horario de visitas—.

Rouge... 

Había pasado por alto el que Rouge estuviese al tanto de la existencia de Rose.

¿Qué tanto habría abierto la boca?

Rouge era una chismosa por naturaleza, experta en inferir; siempre plenamente dispuesta a encontrar hasta el último recoveco de información con tal de saciar sus ansias de enterarse de que estaba sucediendo.

La conocía, habían sido amigos hasta algún tiempo atrás y pese a que el mismo había pintado su distancia, la consideraba respetable.

—Te veo mañana—Finaliza y sale de la habitación quedándose a solas otra vez.

Mentiría si tratase de convencerse de que las interacciones entre Rose y Rouge no le causaban intriga y curiosidad.

¿Qué podrían hablar?

Pensar en Rouge convirtiendo a esa fémina con problemas sociales en una mini versión suya era hilarante. Fuese lo que fuese, ya no tenía caso pensar en ello. En el fondo sabía que Rouge no hablaría de ese asunto...

No sí quería que el siguiese teniéndole respeto...


Al día siguiente, justo a la misma hora, según podía calcular, solo le restaba esperar la visita de Rose. No iba a negar que podía resultarle gratificante su compañía. Era agradable tener compañía y que alguien que no fuese una enfermera le mirase a los ojos.

Tal vez se estaba volviendo blando...

Fuere lo que fuere, al menos tenía la certeza de que mañana por la mañana le quitarían ese tubo extraño de la garganta y podría respirar y hablar por voluntad propia. Aún se sentía débil y el pecho le dolía, pero el que le quitasen el tubo ya era un avance y una gran virtud.

Era sorprendente que aquellos cuidados le hiciesen evolucionar tan favorablemente. Honestamente en un principio creyó que moriría. En el mejor de los casos, ya se auguraba al menos un mes recluido ahí.

Y aunque no tenía completa certeza de cuantos días habían transcurrido desde que ingreso, al menos tenía en claro que no eran tantos como imaginó.

Continuó esperando un rato a que aquella puerta se abriese, no es que estuviese ansioso o desesperado por verla, pero luego de media hora comprendió que ella no vendría.

Era extraño, pero lo entendía.

No era su obligación ir a verle todos los días. Seguramente tenía tarea y ocupaciones las cuales estaba descuidando por ir a verle.

Después de todo solo era una chiquilla que acababa de entrar en la preparatoria.

Aunque si lo pensaba con un poco de detenimiento nunca había visto a algún otro miembro de su familia, ni ella les había mencionado según podía recordad.

Era cuanto menos curioso y sería demasiada coincidencia que ella también estuviese viviendo sola en el departamento, cómo él.

Aunque era muy poco probable, supuso que en algún punto se enteraría. El edificio era pequeño y seguramente tarde o temprano se cruzaría con los padres de Amy.

Amy...

Se sentía raro cuando sus pensamientos la nombraban por su nombre de pila...

Amy...

Demasiado corto para ser un nombre, pensó. Quizá era un diminutivo, o la contracción de un nombre más largo.

Pero de todas formas prefería llamarla Rose.

Lo consideraba mucho más propio e interpersonal. Sin mencionar el hecho de que por alguna razón su olor le hacía pensar en una florería o en algo parecido.

¿En qué disparates estaba pensando?

Rose era Rose sólo porque era su apellido y ya.

Decidió que lo mejor sería dormir y que ya mañana por la mañana esperaría que le quitasen el tubo.

Eso si lo añoraba...


Le había costado trabajo quedarse dormido el día anterior, se sentía ansioso ante la idea de desprenderse del tubo. Y cuando por fin sentía que su cuerpo cedía ante el cansancio, la imagen de esa chica rosada venía a sus pensamientos nuevamente.

Era extraño y preocupante cómo es que una mujer que tenía tan poco tiempo de conocer y de la que a duras penas sabía su nombre no podía salir de su cabeza.

Le preocupaba la rapidez con la que estaba intoxicando sus pensamientos. Eso no era una buena señal.

No quería encariñarse ni con ella ni con nadie. Mucho menos con ella; encariñarse de alguien como ella solo complicaría las cosas. No, definitivamente no era conveniente.

La puerta se abre y el grupo de médicos se abre paso hasta él y le observan de arriba a abajo, comprobando su evolución.

—¿Listo para la acción?—Le comenta el más joven, como tratando de animarlo y se acerca a su garganta—Sentirás ardor y posibles ganas de vomitar, no te asustes, es normal—comienza a halar aquel tubo de manera lenta—Trata de estar relajado—.

Sentir esa cosa resbalar por su esófago era extraño y aunque no sentía ardor, si sentía una leves náuseas recorrerle. Una vez fuera, el médico toma su lámpara y revisa su garganta.

—Inhala—le pide y obedece—exhala—pide de nuevo y obedece con algo de dificultad—Debes acostumbrar a tus pulmones a trabajar por su cuenta otra vez—.

Asiente en silencio, incapaz de pronunciar alguna palabra e inhala y exhala nuevamente. Repite el mismo proceso alrededor de cinco veces y aunque la nariz le arde y siente deseos de vomitar, la sensación del aire entrando lentamente por sus pulmones es reconfortante.

—Trata de seguir con los ejercicios lo mas que puedas—anota algo en su libreta—Te harán unos últimos estudios y mañana por la mañana podrás ser trasladado al área central—Finaliza y sale de la habitación dejándole con otro par de médicos que le revisan de arriba abajo y toman muestras de sangre y saliva.

Después de un rato salen y se queda a solas nuevamente. Se siente extrañamente cansado y decide que lo mejor es dormir un rato.

Ya habrá tiempo de intentar recobrar la voz...


Sintió el cálido contacto de algo acariciando su frente y aunque el cansancio era grande, logró abrir perezosamente un ojo y luego el otro para encontrarse con la chica rosa frente a él.

Aún tenía esa mascarilla en el rostro y aunque su mirada era borrosa podía reparar en pequeños detalles que no había visto en ocasiones anteriores.

Había algo en su rostro, algo parecido a la tristeza. ¿Por qué podría ella estar triste? Pensó.

Fijó su vista nuevamente en ella y aunque la mascarilla cubría gran parte de su rostro podía notar como una mancha de coloración violácea sobresalía levemente.

¿Un moretón?

Tosió fuertemente y el pecho le dolió tal como si le acabasen de apuñalar.

Evidentemente preocupada ella se acerca y aprieta su mano en señal de apoyo.

—¿Duele mucho?—Pregunta lo obvio y este niega con la cabeza—¿Cómo te sientes?—.

Hace un esfuerzo, de verdad trata; pero la voz no sale aún de su garganta.

—No lo fuerces—ella responde—Lamento no haber venido ayer...—Guardo silencio unos segundos y la mano que estaba cerca de la suya tembló ligeramente—Mi papá necesitaba ayuda en taller—Menciona y lleva ambas manos bajo su suéter como si tuviese mucho frío.

Porque sí, la habitación era bastante fría, pero su actitud era sospechosa, incluso para alguien tan poco interesado por la vida de los demás como Shadow.

No pudo pasar por alto aquel lenguaje corporal que la chica había manifestado. Lucía nerviosa, asustado por algo, o mas bien por alguien.

Una de las ventajas de hablar poco era que podía reparar en aquellos pequeños detalles. Darte cuenta de acciones, pequeñas, casi imperceptibles que nadie parece notar y que aún así están ahí.

La Rose que estaba en la habitación estaba distraída y distante...

—Disculpa que no me quede más tiempo Shadow, mi papá me espera para ayudarle en casa—le dice y se despide de el con un movimiento de mano antes de salir rápidamente de la habitación dejando todo en silencio.

Era extraño...

Pero tenía dos claras en este punto, número uno es que Rose era una mujer enigmática. Y número dos era que algo le estaba ocurriendo.

O eso podía inferir...


A la mañana siguiente y tras un par de indicaciones por parte de los médicos, le fue permitido el cambio a la sección "común" en el hospital.

Al menos ya no estaría a solas con el ruido de las máquinas. Esta vez estaría rodeado de otros pacientes que acababan de salir o esperaban operaciones, gente con brazos rotos o heridas que requerían observación.

No era que eso le agradase, pero al menos aquí podía ser consciente si era de día o de noche y que las horas parecían transcurrir con normalidad.

Volvía de algún modo a la realidad, aunque aquella tarde Rose no apareció en el horario de visitas, ni ninguna de las subsecuentes visitas que restaron en su estadía en el hospital.

No quería pensar en que estaba decepcionado, decepcionarse implicaba darle una importancia a cosas que no debían ser.

Se sentía mas bien sorprendido ante la ausencia de aquella fémina que, a juzgar por la manera en que había salido por la puerta la última vez, era su padre quien impedía las visitas.

No lo juzgaba, de hecho podía entender que un padre no quisiese que su hija perdiera el tiempo con alguien cómo él.

A estas alturas seguramente los rumores de su reputación ya le debían haber llegado...

Así que no podía culparlo por no querer que su hija menor de edad conviviese con un malviviente como él.

Estaba acostumbrado...


Era domingo por la mañana y ante su evidente carencia de alguna figura paternal que pudiese hacerse cargo de su traslado hasta su hogar, el director había sido quien se había ofrecido para llevarle a casa.

El camino fue silencioso; aunque para este punto ya podía pronunciar frases audibles, prefería evitarlo y así evitar que su cuerpo se fatigase sin razón.

Seguía débil, pero por lo menos podía estar en su hogar.

Escaleras arriba y ante la atenta mirada de algunos cuantos chismosos que parecía que habían visto al mismísimo diablo, llegaron a su apartamento y con lentitud el regordete hombre abrió la puerta permitiéndole el acceso.

Todo estaba tal como lo había dejado. Ordenado y solitario. Todo salvo un ligero aroma a polvo debido a la inactividad en la limpieza.

Tosió un par de veces debido a esto y cubrió su nariz con la manga de la camiseta, tratando de evitar respirar ese ambiente.

El adulto suspira; observa su hogar y parece contrariado ante la situación que les envuelve.

—No creo que estés bien tu solo en este lugar—Comenta y le observa directamente a los ojos con preocupación.

Tal vez tenga razón... pero, ¿hay otra salida? Desde luego que no.

Se tensa ante aquel comentario, sin quererlo abre heridas que nunca terminan de cenar.

Consciente de esto, trata de arreglarlo.

—Quise decir—busca las palabras adecuadas para solucionar su error—¿Quieres que haga las compras por ti?—.

Era tarde, ya estaba molesto y nada de lo que dijese podría parar su evidente incomodad.

Niega con la cabeza y se recuesta en el sillón. Estaba cansado y solo quería estar tranquilo leyendo un poco.

Ya luego se preocuparía por lo demás.

—Robotnik, esto es algo serio—Le dice y eso lo fastidia a un más—¿Recordarás tomar tu medicamento? ¿Puedes cocinar y comer por tu cuenta?—calla un momento y medita el rumbo de la conversación—No sé si puedas estar en un lugar tan...—.

—No hay ninguna diferencia—Responde con dificultad—Así es mi puta vida todos los días, ¿qué más da?—.

El silencio los invade, el mayor se reprende ante su evidente falta de tacto y agacha la mirada consciente de que la ha cagado hasta el fondo.

—Déjame saber si necesitas algo—Finaliza y sale con pasos torpes del departamento, dejándole a solas otra vez.

Habría deseado golpearle el rostro, pero estaba demasiado débil para si quiera respirar.

Bufó con molestia y se levanta del sillón para dirigirse a su habitación. Extrañaba su cama. Envuelto entre las mantas y sin más que hacer se echa a dormir.


Despertó de golpe sobresaltado al sentir el ruido de alguien llamando a la puerta.

La estadía en el hospital le había hecho desacostumbrarse a los ruidos comunes de un departamento. De pie, con pasos lentos y torpes camina rumbo a la puerta y la abre sin ánimos de recibir visitas.

—Buenas noches—Le saluda la fémina y en sus manos puede notar una de sus típicas bolsas de papel.

La observa sin entender del todo que hace ahí y ella solo sonríe con naturalidad. Era una mujer bastante extraña.

—¿Cómo te sientes? Quise venir más temprano pero tenía tarea que hacer—Le dice y se adentra en el departamento con mirada curiosa—Es muy bonito—Añade y le entrega la bolsa para tomar asiento después.

Observa el contenido y el olor a sopa de verduras le llega a la nariz. No es un fanático, pero huele bien.

—¿Has tomado tu medicamento?—Cuestiona y lo toma por sorpresa.

Mierda...

Lo había olvidado.

Camina a la cocina y coloca la bolsa sobre la mesa. Ya iba a dirigirse a la sala cuando ella le entrega su mochila con medicina.

—Come, no debes tener el estómago vacío cuando vas a ingerir medicamentos—Le dice y ambos se sientan a la mesa.

No hace falta que diga algo, ambos parecen tan cómodos en el silencio.

Extrañamente estar en silencio era reconfortante.

Al cabo de un rato y ante la atenta mirada de Rose terminó su plato y posteriormente su medicamento. Era alguien bastante maternal, podía notar.

—Creo que deberías descansar... vendré mañana después de la escuela, sino te molesta—Le dice y espera alguna clase de aprobación.

Se sorprende así mismo asintiendo con la cabeza, es extraño pero es su cuerpo quien responde por el.

—De acuerdo, te veo mañana... descansa—Y se va sin más.

De regreso a su habitación se recuesta en su cama y el reloj en su mesita de noche marca las 10:45 pm. Quince minutos para las once, la hora de su lectura en la azotea...

Seguramente sólo fue una coincidencia.

Sí, sólo eso.

Había dormido como un tronco durante gran parte de la noche. Despertó alrededor de las 7:00 de la mañana, con la sensación de necesitaba un baño caliente.

De pie; tomó una toalla y se adentro en el baño esperando unos minutos a que el agua caliente corriera por la regadera.

Sentir el agua en su cuerpo le reconfortaba, era como despertar de un sueño extraño, una forma de volver a la realidad. El agua parecía enjuagar sus penas y llevarse toda esa preocupación de días anteriores.

10 minutos después, salió envuelto en la toalla y con toda la rapidez que podía reunir se vistió con algo abrigador.

Más relajado, se encamino a la cocina y notó como en la bolsa que Rose le había entregado el día anterior había fruta y esos panecillos que tanto le gustaba cocinar.

Al parecer ella disfrutaba tratarlo como un niño pequeño que tiene que ser alimentado y cuidado...

Tomó una manzana y la ingirió entre pensamientos y dudas, pensar en Rose y su aparente amabilidad era algo que le intrigaba descomunalmente. Que ella se tomase tantas molestias y se comprometiese ayudarle era extraño.

¿Qué ganaba ella con eso? ¿Qué quería? ¿Qué buscaba? No se creía tan especial como para que alguien sacrificase tanto para tener una amistad con él... Sencillamente no tenía sentido que ella estuviese invirtiendo su tiempo en alguien cómo él.

Tal vez debía cuestionarlo.

Sí, se lo cuestionaría cuando la viera por la tarde.







Continuará...
Ailoviu bella Sole <3
Atte.
Gri.

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