Sumergidos en saudades
Mi mirada crédula y mística refleja saudade,
como viento frío
que se instala en el alma
y es turbia, pero incolora
como los sueños rotos
o simplemente anhelos.
La saudade habla,
parla, fala por sí sola,
tiene vida propia
desde Buenos aires,
Mozambique, Guinea,
Bombay, Bahrain,
Estambul, Casablanca
hasta Brasilia.
Todos estamos en este naufragio, hasta aquel brasilero que amo,
tiene una Hemingway,
escribe Ophelia,
un amor de Hamlet,
que termina sumergido
en la locura.
¿Vale la pena enloquecer
por saudades?
Yo diría que si.
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