
Capitulo l
Jennie Kim
— Necesitas hacer una obra de caridad, Jennie —dice Rosé frente a mi, al otro lado del escritorio.
— ¿Una obra de caridad? —digo confusa— ¿Qué quieres decir con eso?
— ¿Qué más? Debes hacer algo memorable que logre mejorar tu imagen, o bueno, la imagen de la empresa. Eso es lo importante ahora mismo.
— Lo sé Roseanne, pero...¿Tan mala imagen tenemos?
Nunca me había preocupado por ello, por la imagen que pudiera tener la gente de la empresa o de mi, pero ahora que ella lo mencionaba me preocupaba que fuera peor de lo esperado.
— No es que sea mala imagen...—ha hecho una mueca—. De hecho, en si la reputación de la empresa es relativamente normal, no hemos hecho nada malo pero tampoco nada bueno y he ahí el punto. Hagamos más cosas que puedan beneficiarnos y hacer que la popularidad de la compañía vaya en ascenso.
— No por nada eres la jefa de Marketing ¿no? —ha sonreído.
Suelto un suspiro y giro mi silla al lado opuesto, donde una gran ventana con vistas directas a las calles de la ciudad se encuentra. Observo a la gente caminar de un lado a otro y el tráfico visible en la avenida principal. Cuando más cansada y estresada me siento, cuando siento no poder más, el mirar por aquí, a veces un lindo paisaje a veces uno monótono, me relaja de alguna manera, porque siquiera, por unos momentos no pienso en mis ocupaciones.
— Jennie, ¿Estás bien? —pregunta preocupada Rosé
— Solo estoy...cansada.
— ¿Has trabajado mucho?
— Demasiado —me doy la vuelta, nuevamente dirigiéndome hacia ella.
Cierro mis ojos por unos breves momentos y por mi cabeza pasan las horas que he estado encerrada en esta oficina las últimas semanas. La empresa ha tenido muchos asuntos que resolver este último mes, y con toda esta labor sobre mi espalda apenas y me daba tiempo a comer o dormir. Era una gran responsabilidad tener esta empresa a mi mando, así que solo me dedicaba a ella para no decepcionar a quienes confiaban en mi.
Pero ahora, pensando en mi salud y bienestar, me pregunto: ¿Hace cuánto que no duermo dos horas seguidas o no consumo algo más allá de comida rápida?
Hace más de mes y medio.
Quizá no sea demasiado, pero mi cuerpo comienza a sentirse mal gracias a ello.
— Estoy exhausta —confieso—. Necesito dormir con urgencia.
— ¿Que tal unas mini vacaciones?
— Creeme que si pudiera, ahora mismo estaría en cualquier parte del mundo descansando en una cómoda cama.
— No puedo creer que con tanto dinero no te de tiempo de tener vacaciones.
— El dinero no tiene nada que ver con el tiempo, Rosé.
— Y tú eres el claro ejemplo de ello —sonrió—. Necesitas vacaciones o hacer algo que te distraiga, no puedes solo quedarte encerrada en estas cuatro paredes toda tu vida.
— Lo sé, lo sé. Ya casi terminamos este trabajo, una reunión más con los inversores y creo que estaré libre.
— Es el próximo lunes ¿no? —asiento—. Asi que una semana más y podrás dormir todo lo que no has podido.
Bien, solo debia aguantar unos días más malpasandome. Recargo mi espalda contra el respaldo de la silla y miro hacia mi amiga, que me sonríe.
— ¿Quieres salir a comer? —le pregunto. Sentía mi estomago rugir desesperado. En verdad me hacía falta.
— ¿Hace cuánto no comes, Jennie? —puedo darme cuenta de que está preocupada.
— No he comido nada desde anoche.
— ¡Jennie! —dice exasperada Rosé—. No puedes seguir así, sé que ya quieres terminar el trabajo pendiente para poder descansar pero esta no es la manera de hacerlo. Te estas dañando, Jen.
— Rosé, quiero que mi padre se sienta orgulloso y que antes de irse sepa que dejó la empresa en buenas manos, que sepa que me haré cargo de que siga siendo de las más poderosas.
— Lo entiendo, pero tampoco creo que tu padre quiera que te malpases de esta manera.
— Solo vayamos a comer.
Me he puesto de pie y he salido junto a Rosé de la oficina.
Mientras que nos subimos a mi auto, discutimos sobre a donde deberíamos ir a almorzar. Finalmente nos decidimos por un restaurante que quedaba a unas pocas calles del edificio. Al llegar a dicho lugar una mesera nos ha atendido con una sonrisa. Probablemente ya sabía quienes eramos, pues asistíamos con frecuencia.
— De acuerdo, sé que lo que menos quieres hacer ahora mismo es hablar sobre trabajo —dijo Rosé en cuanto quien nos atendia retiró el menú—, pero de verdad necesito hablar de esto contigo y ser lo suficientemente clara.
— No hay problema, dime.
— En serio necesitamos com urgencia la obra de caridad y no solo eso, si no que debe ser buena, o al menos que se vea sincera y que tu seas la protagonista. Así todos verán que eres buena.
— ¿Acaso las personas no creen que soy buena?
— Si creen que estás buena pero no creo que seas buena persona.
— Oh...
De repente me había puesto algo ¿tímida? Al instante he aclarado mi garganta y he colocado mis.manos.
— ¿Por qué dices eso?
— No me mires así —vocifera—. Yo solo he dicho eso por los comentarios que hay respecto a ti.
— Como sea.
Momentos después la comida llegó. Ambas nos dispusimos a disgustar los platillos en silencio. También pedimos postre. Rosé una rebanada de pastel de chocolate y yo uno de fresa.
— Quiero viajar a algún lugar...—murmuré mientras que colocaba mi mentón sobre mi puño.
Sentía que lo repetía mucho, pero quizás hacerlo lo volvería una realidad.
— Puedes hacerlo.
— Tengo mucho que hacer, no puedo darme ese lujo.
A veces me agobia mucho esto de tener toda la herencia para mi sola. La empresa, los negocios de mi padre, todo estaba puesto sobre mi espalda. Pero sabía que era lo correcto. Mi hermano fue quien le dijo a mi padre que el no deseaba tener nada, ha dicho mil veces que está perfecto con lo que ser médico le ofrece. Me alegra poder tenerlo todo, pues cuando éramos pequeños yo siempre me vestía con ropa formal diciendo que era papá. Mi meta siempre fue esa, estar al mando de la empresa y ser como papá. Es motivador pensar en que por fin llegó mi momento, pero al mismo tiempo me preocupa decepcionar a mi progenitor.
— Bueno, ¿y tienes alguna idea respecto a la obra de caridad que podríamos hacer?
De verdad no pensaba que fuera mala idea lo que Roseanne me proponía. No por nada era la jefa de Marketing. Además de que, claro, confiaba en ella por los años de amistad que teníamos.
— Claramente debes ayudar a gente que lo necesite, Jennie. De eso trata una obra de caridad, pero tampoco estoy segura de qué en específico podríamos hacer. ¿Tu tienes algo en mente?
— Diría que dar regalos por navidad, pero estamos en febrero.
La rubia asintió.
— Hay muchas maneras de ayudar, pero es difícil elegir la más adecuada para estas circunstancias.
— Si te soy sincera, no soy especialmente buena en este tipo de cosas, por lo que nada me viene a la mente en estos momentos.
— ¿Por qué no le dices a tu hermano?
— ¿Qué le diría? —he dicho con curiosidad.
— Que nos ayude otorgandote permiso de ir al hospital, estar con algunos pacientes con enfermedades, ya sea niños o adultos. Puedes llevarles regalos y luego hacer una donación al hospital para sus tratamientos.
Sentí como mi corazón se detuvo al instante. De tan solo pensarlo, pensar en ir, lograba ponerme nerviosa.
El ir a un hospital y ver a personas enfermas; ver el dolor que tienen; ver que sufren día a día; ver sus ganas de vivir en cada cosa que hacen...
No sé si sería capaz de sobrellevarlo. No es tan sencillo, y tampoco deseo lucrar de su dolor para mi beneficio. No sería correcto, aunque de alguna manera nos ayudaríamos de manera mutua.
— N-no lo sé, Rosé —paso mis manos por mi rostro—. Tu mas que nadie sabes la manera en que esto me afecta
— Pero ve el lado positivo de todo esto. Será una oportunidad para tu imagen, la empresa y… — suspira para proseguir y hablar débilmente —, una manera de intentar superarlo un poco más, Jennie.
Niego con la cabeza.
— Sé que es difícil, pero no quiero que sufras cada vez que observas a una persona en un hospital, o a alguien con un tubo conectado a su nariz — las lágrimas intentan salir de tan solo imaginarlo, pero las contengo. Rosé sujeta mis manos —, quiero ayudarte a salir adelante y superar esto contigo ¿De acuerdo?
Asiento con la cabeza, ella suelta mis manos y acaricia un poco mi cabello desde el otro lado de la mesa. Rosé es lo más cercano que tengo a una amiga. Bueno, en realidad lo somos, pero ella ha sido mi única amistad en los últimos años. Supongo que fue la única que entendió mi "obsesión" con el trabajo y los estudios.
Luego de hablar un poco más de temas que lograron relajar el ambiente, pagamos la cuenta y fuimos de vuelta a la empresa.
Este tema que tocamos es tan delicado en mi vida. El simple hecho de que eso me dejó un gran trauma ya que sucedió cuando era pequeña. No comprendía mucho las cosas y en ese instante creo que no me afecto lo suficiente pero con el paso del tiempo y cuando entiendes de verdad que fue lo que sucedió te da cuenta de que en verdad duele
Es curioso como el sentimiento que debí sufrir en aquel entonces, lo siento ahora que pasó mucho tiempo.
— Hablaré con mi hermano e iré al hospital —Le digo a Rosé mientras que caminamos por el estacionamiento.
Creo que esta decisión es la mejor, pero eso no la hace menos difícil.
— Esa es una muy buena noticia.
Al entrar a la empresa sentí como todos repentinamente callaron. Muchos giraron sus cabezas en mi dirección, y puedo darme cuenta de que me miran de manera nerviosa. Algunos han hecho una pequeña reverencia cuando he pasado frente a ellos, y yo solo les he respondido con un asentimiento de cabeza.
Soy consciente de que muchos de aquí me temen desde que comencé a estar al mando de la empresa un año atrás. Cuando tenía tan solo veintidós años y acababa de terminar mi carrera universitaria.
No me gusta su miedo hacia mi, pero hasta cierto punto lo entiendo. Mi padre era duro, y muy estricto. No se portaba de la mejor manera con quienes le rodeaban en el campo laboral, cosa que le dio una mala reputación. De hecho, incluso cuando estudiaba en la universidad, él me dijo muchas veces que no debía de tener piedad con los demás en los negocios, que debía de ser dura y no dejar pasar errores. Cosa que nunca obedecí, pero aun así mi reputación era mala y todos creía que yo era igual a mi padre.
He intentado de mil maneras demostrarles que no soy así, que solo tengo veintitrés años —casi veinticuatro— y no deben tenerme. Además de que desde que estoy aquí los despidos han disminuido.
— ¿Le hablarás ahora mismo? —pregunta Rosé cuando entramos al elevador.
— Ahm si… bueno un poco más tarde, ya sabes que estoy ocupada —suspiro con cansancio—, y necesito con urgencia terminar esto para después hacer la obra de caridad.
Sonrio.
— Y después de todo eso que tengo planeado me vendrían bien unas vacaciones.
— Está bien —dice mi acompañante—. De hecho, cuando estés descansando sabes que me encargaré de que todo vaya adecuadamente ¿verdad?
— Confío en ti, Rosé. Además, seria la segunda vez que te dejo la empresa al mando, aunque sea por solo uno o dos días.
— Te mereces esas vacaciones sin duda. Así que siéntete satisfecha.
— Lo haré.
D
e vuelta en mi oficina, me dispongo a seguir trabajando con el archivo que dejé pendiente antes de salir a comer con Rosé.
Este trabajo debió de ser terminado desde hace semanas, sin embargo, uno de los encargados que me ayudó a hacerlo cometió un error que nos costó todo lo que trabajamos, por lo que tuvimos que empezar desde cero.
Siendo sincera, al enterarme de esto me sentí algo estresada, pues no tenía muchos ánimos de volverlo a hacer, pero tampoco se lo eché en cara al trabajador. El se disculpó y una y otra vez, y me rogó que no lo despidiera, pero que si lo hacía lo entendia. La verdad nunca pensé en hacer eso, cometió un error, si, pero uno que incluso yo pude cometer.
Supongo que estaban acostumbrados a lo duro que era mi padre —quien probablemente si lo habría despedido— que esperan que yo, como su hija, sea igual.
Lo único que le pedí fue trabajar una o dos horas extras a su horario normal para que me ayudara a terminar esto lo antes posible. El accedió.
Mientras que estoy escribiendo, escucho como tocan la puerta de mi oficina.
— Adelante —digo mientras que hago a un lado unos documentos. Al alzar mi vista a la puerta, me encuentro con Rosé sonriéndome desde la entrada— ¿Sucede algo, Rosé?
— En realidad no, solo te he traído un pastelito.
Ella deja la bolsa sobre mi escritorio y no puedo evitar sonreir.
— Gracias —lo saco de la bolsa, y cuidadosamente comienzo a comerlo.
— Eh, bueno, ya que estoy aquí también me gustaría hacerte una pregunta...
— Claro.
— ¿Ya hablaste con tu hermano?
Suelto un suspiro.
— Rosé, gracias por preocuparte por todo esto de la empresa y nuestro futuro. Pero estoy bastante ocupada y todavía no me ha dado tiempo de hacerlo. Espero lo entiendas —hago a un lado el pastelito—. Mira, te prometo que en cuanto hable con mi hermano, tú serás la primera que se enterará.
— Lo siento y está bien, lo entiendo —la rubia mira la hora en el reloj que está en la pared de mi oficina y hace una mueca—. Ya terminó mi turno, por lo que debo irme. Nos vemos mañana ¿bien?
— Bien. Descansa.
Ella sale por la puerta y me dispongo a seguir con mi trabajo.
Duro algunas horas metida profundamente en ello, de un instante a otro siento que los párpado me pesan y de un de repente me encuentro adentra a un sueño profundo.
estoy editando la historia pero muy rápidamente. Quiero decir que no estoy haciendo grandes cambios, por lo que si ven que algún error ortografico o algo incoherente que pasé por alto, haganmelo saber.
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