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Capitulo 9

Jennie Kim

— Tengo hambre

— Te has comido todos los dulces que había en la bolsa, Lisa y ¿Todavía tienes hambre?

Lisa se ha acercado a la bolsa que se encontraba en la guantera y ha comenzado a rebuscar en ella. Momentos después la vi sacar una barra de moras que yo había comprado para mi cuando ella fue por los dulces.

— Ah, mira aquí queda algo —lo abrió y comenzó a comerlo como si nada.

— Hey, era mío.

— Tu misma lo has dicho, era tuyo —dijo recalcando la penúltima palabra. Yo simplemente he dedicado a seguir conduciendo, no me iba a poner a pelear con ella por unas simple barra de moras.

Ya llevábamos dos horas de viaje, y el paisaje a nuestro alrededor era hermoso. Por lo que decidí concentrarme en eso y no en la rubia devorando mi comida.

— ¿Cómo se llama esto? Es demasiado delicioso —Lisa ha mirado el envoltorio en busca del nombre.

— Que descarada — He murmurado para mí misma.

— ¿Qué has dicho?

— Nada nada, sigue comiendo mi comida.

Lisa ha suspirado, y terminó bajando más el envoltorio de la barra para ponerlo frente a mi boca.

— Vamos, dale un mordisco —dijo ella.

— Lalisa, por si no te has dado cuenta estoy conduciendo.

— Me da igual, muerdelo — Acerco mi boca y muerdo la barra de mora rozando uno de los dedos de lisa — Dije la barra no mi dedo.

— Lo siento —dije con la boca llena.

Lisa solo sonrió y continuo comiendo la barra.

La verdad es que estaba disfrutando el viaje en auto, y a decir verdad no esperaba que fuera así. Esto por nuestras diferencias al inicio, pero finalmente terminamos congeniando e incluso hablando sobre temas interesantes o sobre nosotras. Se sentía agradable conversar con Lisa.

— ¿Es la primera vez que viajas? —pregunté en una ocasión. Ella negó.

— Hace un tiempo viajé a donde una tía que no vive muy lejos de la ciudad, pero eso ha sido todo. Nunca he viajado más allá del estado o del país y tampoco es como que me interese —Sonríe—. Supongo que tú ya has viajado a muchas partes.

— En realidad no—Lisa ha alzado sus cejas, pareciendo sorprendida—. Esta es la segunda vez que lo hago.

— No lo esperaba. Yo habría asegurado que ya has viajado a muchas partes.

— Bueno, me la he pasado media vida metida en mis estudios, en pensar en mi futuro, y ahora en el trabajo. Todo sin un descanso con el simple fin de complacerlos a todos y hacer que se sientan orgullosos.

— ¿Y eso te parece bien?

Por un momento he dudado. Supongo que nunca pensé en eso.

— No lo sé, pero supongo que tampoco es malo.

— No, pero si pensar en todos antes que en ti te hace feliz adelante, continua haciendo eso el resto de tu vida.

El silencio se esparció por todo el auto. A pesar de sus últimas palabras —y la manera en que me habian dejado pensando en muchas cosas— no era uno incomodo, era normal o uno agradable. Aunque el programa de radio que habíamos elegido después de una larga disputa, tenia música de mi agrado y música que también calmaba el ambiente.

Lisa a mi lado iba mirando por la ventana. No lograba descifrar sus expresiones, pero decidí conformarme con solo mirarla sin comprender lo que sentía.

— ¿Ya casi llegamos? —preguntó ella.

— ¿Estás ansiosa por llegar?

Quizá todo marchaba como esperaba...

— No te ilusiones —respondió—. Solo quiero llegar para descansar.

He reído.

— En absoluto harás eso, en cuanto lleguemos dejaremos nuestras cosas e iremos a almorzar. Después iremos a pasear por el lugar. No vamos a desaprovechar nada de nuestro viaje.

— Pero no dormí demasiado Jennie…

Ignoré todo lo que ella continúo diciendo, todas sus quejas. Solo me dediqué a conducir. Todavía nos faltaba una hora para llegar y era mejor centrarme en eso.

El tiempo fue pasando y cada vez estábamos más cerca del pueblo. El hecho de estar a pocos kilómetros me entusiasmaba.

Sin darme cuenta ya me encontraba conduciendo por las pequeñas calles del pueblo. Eran hermosas, el lugar en si lo era. Había gente caminando y otro poco de autos detrás y adelante de nosotras.

Lisa estaba sonriendo contra la ventanilla. Al parecer lo poco que estábamos viendo del pueblo la había cautivado. Y es que ese poco era realmente precioso.

— ¿Dónde queda el hotel? —ha preguntado Lisa, girandose hacia mi.

— Está en la playa.

— ¿En la playa?

— Si, me fue difícil elegir un hotel —-comenté—. Estaba indecisa entre dos que me habian gustado mucho. Uno en el centro del pueblo y muy cercano a la playa y diversos lugares turísticos. Y el otro, que es el que he elegido, se encontraba en la playa y con mejores vistas. Ambos costaba aproximadamente lo mismo por lo que decidí irme por cualquiera.

Lisa ha comenzando a reírse.

— No eres muy buena eligiendo hoteles ¿verdad?

— ¿Por qué lo dices? —estaba algo confundida.

— Cualquier persona elegiría el que sea céntrico. Además, tú misma has dicho costaban lo mismo y aun así el otro estaba algo cerca de la playa —quizá si tenía razón—. Aunque hubiera dado igual eso de la playa. Jennie, venimos de una ciudad donde también hay playa.

— Pero todas las playas son distintas.

Me estaba humillando demasiado.

— Bueno quizá todavía pueda cambiar de hotel —he dicho finalmente.

— No le tomes importancia, solamente decía mi opinión. De igual manera lo más seguro es que el hotel que elegiste es hermoso.

Por alguna razón sonreí.

Lisa bajó por completo el vidrio del automóvil. Sacó su cabeza y dejó que el viento golpeara su rostro e hiciera su rubio cabello hacia atrás. Dejaba a la vista cada rasgo de su rostro y solo a su fleco cayendole por la frente. Ella sonreía mientras que todo el aire le daba en la cara.

Parecía estarlo disfrutando y eso me hacía feliz.

  Cuando llegamos al hotel dejé mi automóvil en el estacionamiento. Dicho lugar que se encontraba nada más llegar y que aunque era un lugar abierto supuse que estaría bien cuidado.

Lisa y yo nos bajamos. Abrí una de las puertas de los asientos traseros y me colgué la mochila de la rubia en la espalda. Era demasiado grande y pesada, así que no quise que ella la cargara.

— Yo puedo hacerlo  —sabía que diría algo asi, pero la Ignoré.

Fui hacia la cajuela y saqué mi maleta para dejarla en el suelo. También pesaba, pero prefería fingir que todo estaba bien para que Lisa no dijera nada.

— No vas a poder con todo sola déjame ayudarte con algo —suspiré. Tenía razón. Todavia faltaban cosas por bajar y no podría con todo. Así que le di a Lisa lo más liviano y que podría llevarse con más facilidad; mi maleta. La podía arrastrar por el suelo, sería fácil para ella.

Cerré la cajuela y camine hacia la entrada del hotel con ella caminando detrás de mi. Al llegar abrí la puerta y dejé que pasara primero.

La recepción del hotel era realmente hermosa. Las paredes estaban llenas de diferentes cuadros con peces y animales acuáticos. Los colores blanco y azul eran lo que más resaltaban.

Sonreí. Al ver a Lisa me di cuenta de que ella miraba a sus alrededores, pero no logré entender su expresión. En realidad no transmitía mucho, se mantenía serena.

Decidi acercarme a la recepcionista, quien en menos de diez minutos ya me había entregado la tarjeta de nuestra habitación. Debido a que hice una reserva con anticipación todo fue muy rápido.

— Es una habitación para ambas —Le dije a Lisa nada más acercarme. Ella estaba sentada en el sofá leyendo un libro, y cuando me vió llegar solo miró la tarjeta blanca que sostenía por unos breves momentos y después volvió a lo suyo.

— Está bien.

Me sorprendió su reacción. Esperaba algo diferente.

— ¿Segura de que no hay problema con ello?

— Da igual —dijo con despreocupación.

— Nada más para que lo sepas, cada quien tiene su propia cama…

¿Por qué había dicho eso?

— Lo había supuesto, no tenías por qué explicarlo.

¿Por qué me acabo de sonrojar?

No debí haber dicho lo obvio.

...

Subimos las escaleras que nos llevarían hacia la habitación. Ésta vez ayudé a Lisa con mi maleta a pesar de que se quejó mientras que las subíamos. Pero no la dejaría hacer más de lo que debía, y yo era capaz de subir nuestras cosas.

Nada más llegar al segundo piso, la rubia me arrebató la maleta y continuó con ella hasta la puerta de nuestra morada. Entramos y lo primero que hice fue dejar su mochila sobre una de las dos camas y la mía sobre otra. Ambas estaban algo pesadas y yo tenía poca condición.

Cuando estuve mas relajada me di el tiempo de mirar mi alrededor, el lugar donde nos alojaríamos. A un lado de la puerta principal, del lado izquierdo,  estaba un espejo y al otro lado otra puerta que daba al baño. En el centro del alojamiento se encontraban las dos camas, ambas grandes y con una mesita de noche en medio. También había una mesa pequeña donde había una cafetera y a su lado un escritorio que tenía una lámpara. Finalmente un mueble frente a ambas camas, donde también se encontraba un televisor. Y más cuadros de peces.

Al parecer los animales acuáticos son parte primordial de la decoración o estética.

— Es bonito —ha dicho Lisa.

— Lo es —quedé tan satisfecha con el hotel. Sobre todo porque mi acompañante se veía relajada—. Vamos a comer algo.

— ¿En el hotel o fuera?

— En el hotel, así damos un recorrido.

— Me agrada la idea pero creo que tendríamos que cambiarnos, bueno en mi caso llevo pijama — mire su vestimenta y tenía razón, pero yo igual llevaba algo que parecía pijama.

Las dos nos cambiamos de ropa. Una en la habitación y la otra en el baño para que cada quien tuviera su debida privacidad.

Bajamos en busqueda del restaurante del hotel en menos de diez minutos. Había escuchado que la comida era muy rica, que servían mariscos buenos y cosas muy deliciosas. Me encantan los mariscos, así que quería probar platillos de este lugar con ellos. Pero cuando llegamos nos dijeron que el buffet del desayuno todavía no terminaba, y es que yo no había recordado que nos fuimos como a eso de las cuatro de la mañana y que apenas y eran las nueve. Faltaban unas tres horas para que el desayuno terminara.

No podría probar lo que quería pero aun así comimos ahí.

La comida fue deliciosa. Había mucha variedad de platillos y lo que pude probar me encantó. Intenté limitarme y no comer mucho, pero casi fue imposible, cosa contraria a Lisa, quien comió muy poco a comparación mía.

Haberse comido mi comida había hecho efecto.

— Te manchaste la mejilla —me dijo Lisa mientras que salíamos del buffet.

— ¿De qué?—pregunté confundida.

— Tienes una migaja de pan — ella puso su mano en mi mejilla y cuando pensé que la quitaría delicadamente hizo todo lo contrario, literalmente fue algo brusca al quitarme lo que tenía, ya que sentía que me estaba pegando cachetadas.

— Con cuidado —dije alejándome un poco para que dejara de hacerlo.

— Lo siento.

     Había hecho una pequeña lista de los lugares que quería visitar cuando estuviéramos aquí y uno de ellos era el castillo de San Marcos que según el hermoso internet había Sido construido Masomenos en el siglo XVII, era una fortaleza en sus tiempos y sin duda quería ir a conocer ese lugar tan historico.

Como nos transportamos hacia el en mi auto, llegamos rápido, pero tardamos mucho en entrar debido a la gran cantidad de gente que esperaba afuera junto a nosotras. Pero al entrar cada minuto de espera valió la pena. Las paredes y objetos tan viejos, gastados, me parecían hermosos. Las habitaciones, cada una tenía algo diferente, por ejemplo, una de ellas tenía la ropa y armas que eran utilizadas.

La estructura de la fortaleza era cuadrada y había visto lugares así en algunas películas, pero nunca pensé que vería uno en persona. Fuimos hacia una parte en la que había un puente para asi poder cruzar al otro lado. Al llegar, lo primero que captó mi atención fueron unos viejos cañones.

— ¿Funcionarán? —preguntó Lisa. Yo no pude hacer más que mirarla incrédula debido a su pregunta.

— Llevan cientos de años aquí ¿Tu crees que funcionen?

— Existe la posibilidad.

Seguimos recorriendo todo el lugar, riendo con las cosas que lisa decía, tocando algunas cosas de exhibición — que no debíamos tocar pero lo hicimos — manchandonos las manos en más de una ocasión por la suciedad que había en ellas.

No sé si era por estar con Lisa, pero en este día estaba haciendo cosas que no suelo hacer.

Cuando el recorrido terminó,  decidimos irnos lo más pronto posible para poder seguir paseando por el pueblo.

Recorrimos todas las calles que pudimos, caminamos y caminamos sin parar, compramos un helado y lo comimos juntas, tan solo que a lisa se le cayó el suyo al suelo y tuvo que comprarse otro. Comimos distintas cosas que habían, todo lo relacionado con comida yo lo compraba.

En esta ocasión también me tocó ver esos gustos raros en comida de lisa, ya que en una de las calles compramos un raspado, ella pidió uno de limón, pero por alguna razón le pidió que le hecharan lecherita, yo juzgue lo que había comprado y ella me dijo que estaba delicioso. Hasta que me hizo probarlo y como pensaba, sabía asqueroso.

Estaba disfrutando como nunca aquel día con la rubia, y parecía que ella también lo hacía.

Ella no había parado de sonreír.

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