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one || the Jedi temple






25 BBY

—  Alguien detenga a esa forajida!!  —grita uno de los ciudadanos dueños de un puesto de viejos artilugios.

La llamada forajida corría aventando todo a su paso en un intento de retener al empleado para que no la atrapara. Lanzaba cajas con objetos o frutas en ellas y empujaba a la gente que se interponía en su camino. Finalmente logró escabullirse entre la multitud pasando por desapercibida ocultándose con un cambio de conjunto de ropa de las tiendas.

Escuchaba los murmuros del dueño pidiendo ayuda para buscar sin éxito alguno pues la mercenaria llegó con facilidad a su pequeña guarida. Depositó sus artefactos en la mesa y se dejó caer en la silla soltando un suspiro de cansancio.

Cierra los ojos para descansar, no obstante, una transmisión le impide aquello—  qué deseas?  —cuestiona frustrada.

—  Te tengo que recordar tus modales con quien te da de comer, Troy?  —deja en claro Cad Bane.

—  Oh! Cuánto lo siento! Acaso yo tengo que volver a decir quién fue la responsable de tu reputación? Yo te convertí en quién eres ahora, Bane  —amenaza Troy.

Cad Bane entrecierra los ojos—  muy bien jugado, Troy —suelta una ruidosa carcajada—  adoro el hecho que no te sientas intimidada ante nadie  —halaga satisfactorio—  tengo una misión para ti...

—  Tendrá que esperar  —interrumpe la chica—  me temo que hay unos pendientes que tengo  —excusa.

El cazarrecompensas aclara su garganta—  no me puedes dar un espacio en tu apretada agenda? Ni por un viejo amigo?  —intenta convencer.

Troy desvía la mirada—  esto es importante, Bane. Como dije, unos pendientes personales que tengo sin terminar. Será mejor que consigas a alguien más  —insiste.

—  Agh! Bien  —acepta sin convencer—  supongo que después de todo, la nobleza te ha hecho más débil.  —saca provecho para burlarse y corta la comunicación.

Por fin puede descansar por unas horas hasta que reanuda su búsqueda por el Templo Jedi localizado en algún lugar del planeta Lothal. Salió de su escondite y se relajó para prepararse en encontrar el templo. Cerró sus ojos tomando un profundo respiro, dejó de lado los sonidos de su alrededor enfocándose en aquel silbido que sabía que la llevaría al templo.

Siguió sus instintos hasta llegar al Templo Jedi el cual se encontraba alejado de la aldea. Este nomas consistía de unas simples montañas desoladas sin rastro alguno de alguien residiendo en el templo. No estaba equivocada, sentía con intensidad la Fuerza dentro de las montañas, tenía que estar en el lugar correcto.

Tomó asiento para meditar en el suelo quedando enfrente del templo, se concentró en sentir el poder de la Fuerza sintiendo su llamado a los pocos minutos. Alzó la mirada cuando el suelo comenzó a temblar, escuchó como si algo se moviera y por último admiró como la montaña más grande mostraba la entrada.

La cazarrecompensas se le escapó sonreír leve de lado y dio comienzo a su aventura.

Caminó dentándose al lugar que se veía abandonado. Reconoció los cadáveres de unos maestros Jedi recargados en la pared despertando una pequeña chispa de alerta. Una puerta frente a ella se estaba abriendo poco a poco dejando ver la plena oscuridad. Su instinto le decía que debía entrar, no obstante, su consiente no confiaba en el lugar.

Su mente la hizo entrar en conflicto debatiendo en si entrar o no, hasta que sus pensamientos son interrumpidos por una voz en forma de eco—  entrar es lo que debes hacer, Athleana Jinn  —indica la misteriosa voz.

—  Quién está ahí?  —alza sus armas en guardia.

—  Tu armas, las necesitarás no —indica limitándose ante la pregunta.

La forajida seguía sin fiarse—  cómo conoces mi nombre?  —intenta con otra pregunta.

Se toma su tiempo para contestar—  un guía, solo soy. Al final, el propósito entenderás, joven aprendiz.

Hizo memoria de lo que aprendió cuando era una niña—  maestro Yoda?  —desea saber pero no obtuvo respuesta.

Fue entonces cuando se iluminó una entrada, la ahora conocida Athleana camina directo a la brillante luz blanca. Al principio, queda ciega por unos minutos hasta que todo se hace claro en su panorama.

No entendía en dónde se encontraba, salvo que había dos personas frente a ella que le daban la espalda. Athleana decidió seguirlas a ver qué conseguía sacar y fue así como escuchó atentamente de su conversación. 

—  Qui-Gon, estoy preocupada...  —suelta la voz de una mujer.

La persona que estaba a lado, rodea a la mujer con su brazo por los hombros—  todo estará bien —intenta relajar el recién llamado Qui-Gon.

—  Debemos prepararnos para lo que se viene  —asegura.

—  Estás segura, Medeis?  —desea saber.

La mujer alza la mirada—  lamentablemente si  —afirma desilusionada— y sólo se irá complicando más.

—  Sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos, Medeis. Tu y yo contra todos, nunca nos abandonaremos... 

—  Estoy embarazada  —interrumpe la mujer Jedi haciendo que Athleana reconozca la verdad.

Desconocía de como su madre se veía de joven, mientras que a su padre jamás lo había visto, sólo sabía de él por historias que su mamá le contaba. Todo esto qué era? El pasado? Visiones distorsionadas? Por qué hasta ahora se entera de la verdad?

Qui-Gon tardó en asimilar la noticia que lo cambiaba todo en su relación—  el Consejo no se puede enterar. Se supone que no tenemos que forjar una relación...

—  Lo sé  —afirma Medeis—  es por eso que abandonaré el Consejo Jedi  —ofrece como solución.

—  No  —niega Qui-Gon dejando que sus sentimientos por Medeis lo cieguen—  buscaremos otra alternativa.

—  Ya no hay tiempo. Se supone que el día de hoy te van a asignar a tu Padawan  —desvía Medeis recordando—  el deber viene primero, Qui-Gon. Tú mejor que nadie sabe que lo nuestro siempre fue prohíbo y estoy dispuesta a pagar las consecuencias  —analiza la Jedi con tristeza. Su amado desvía la mirada pero Medeis consigue que la mire fijamente—  te prometo estar en contacto.

La escena termina con ambos juntando sus frentes cerrando sus ojos reflejando el amor que se tenían y demostrando el valor de hacer tal sacrificio, pues todo se va esfumando al instante. Athleana siente como va cayendo al vacío llenándose de adrenalina y nervios de lo siguiente que le tocaba enfrentar.

Poco tiempo después, era ella quien se encontraba entrenando en su viejo hogar donde residía con su madre. Athleana estaba entrenando con el lightsaber de su madre esquivando los disparos que le lanzaban. La diferencia era que la cazarrecompensas era una niña.

La máquina iba demasiado rápido hasta que falla en esquivar los disparos cayendo al suelo—  otra vez  —ordena su madre.

Athleana se levanta cansada—  llevo todo el día haciendo esto. No podemos hacer otra cosa?  —pregunta acompañado de una queja.

Medeis miró a su hija con rostro de pocos amigos— estás segura que te encuentras lista para un duelo?  —cuestiona retando retando a la pequeña.

—  Yo...  —ni tiempo le dio de contestar pues su madre tomó otro lightsaber con intensiones de atacar a su hija. Menos mal que Athleana poseía de fuertes reflejos.

—  Dudas durante una batalla, mueres  —enseña Medeis chocando su arma con la de la niña— debes actuar lo más rápido que puedas  —luego aprovecha su experiencia y desarma a Athleana—   estar atenta en todo momento  —añade para después apuntar a la castaña directo en su rostro—  y por último, nunca bajar la guardia  —indica guardando su lightsaber.

Athleana intentaba nivelar su respiración—  lo siento, mamá. Prometo mejorar y ser paciente  —afirma.

—  Por favor, no  —Medeis ya estaba de espaldas mirándola de reojo—  eres imposible de enseñar. No me sorprende el por qué tu padre no te ha visitado. No piensa perder el tiempo con alguien como tú.

Esto no era como la joven Jinn recordaba que pasó.







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