Dɪ́ᴀ Uɴᴏ: Cᴏʟᴏʀᴇs
Aclaración. Los nombres aquí dichos no me pertenecen. Las imágenes de portada y alusivas dentro de la week tampoco me pertenecen, créditos a sus respectivos creadores.
Advertencia. Ninguna, sólo que está muy cursi, como siempre.
Ahora sí, a leer.
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Día Uno
"Colores"
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Cuando abrió los ojos esa mañana lejos estaba de imaginar lo extraño que se tornaría todo en su vida a partir de ese momento.
El pequeño Maurice despertó temprano como usualmente lo hacía, se lavó, cambió y llegó hasta la cocina dónde su mamá y papá ya le esperaban para comer los tres juntos.
−¡Má, Pá! ¡Buenos días!−Les saludó gustoso y tomó asiento al lado de su padre que leía el periódico.
−Buenos días, corazón−Su mamá le saludo después y su padre hizo un movimiento con la cabeza a manera de saludo también.
La escuela había terminado; el inicio de un verano fantástico pintaba para que el pequeño viviera muchas aventuras divertidas con sus mejores amigos.
Tenía toda una agenda de actividades que quería hacer, sitios a donde ir, comida que probar. Sin duda sería el mejor de los veranos que viviría.
−¿Quieres arándanos con tus waffles, cariño?−Le pregunto su mamá y el asintió.
Un rico desayuno auguraba un gran día.
−Esta delicioso−Le dio un gran bocado y su madre le sirvió un plato igual a su padre−Mamá, ¿puedo ir a jugar a casa de Knuckles cuando termine?−Preguntó después y ambos adultos se tomaron el tiempo de observarle.
−Me temo que hoy no, cariño−tomó asiento ella también−Hoy tendremos una visita muy especial y no puedo llevarte a casa de Knuckles−.
Intrigado; pensó que quien sea que visitaría la casa debía ser muy importante para que su mamá no tuviese tiempo de llevarle.
Bebió un trago de leche y preguntó.
−¿Quién viene?−.
Tal como si fuese la noticia más esperada del año, su mamá respondió.
−Cuidaremos a la hija de una de las compañeras comerciales de tu padre−mordió un trozo de pan−Si todo sale bien, tu padre cerrará un trato muy beneficioso y todo debe salir perfecto−.
Siendo el niño pequeño de 8 años que era, la idea de estar todo su día con una niña no le parecía ni interesante ni mucho menos le gustaba.
¿Una niña? ¿Por qué tenía que pasar todo su día con una niña?
Evidentemente molesto, el pequeño negó con la cabeza ante tal situación.
−¡Pero mamá! ¿Por qué tengo que quedarme con esa niña?−Protestó infantilmente de brazos cruzados.
No quería dejar de hacer sus cosas solo porque los adultos harían las suyas.
−Oh vamos, no será tan malo−Aseguró intentando animarlo−Además, puede que sea una niña linda y te guste...−lo codeó, animosa.
¿Gustarle? ¡Para nada! Las niñas tenían piojos y eran muy molestas y encimosas. En la escuela siempre lo fastidiaban y ahora su mamá pretendía traer una a casa.
Se negaba rotundamente a eso.
−¡Me niego! Las niñas son fastidiosas−Insistió el menor.
Aleena observaba levemente divertida a su primogénito hacer leves pucheros intentando convencerla de cambiar de opinión.
−Oh vamos, va ser muy divertido, verás que te la pasarás bien−.
No, no, no.
Mamá no iba a convencerle tan fácilmente.
−Las niñas tienen piojos−aseguró como si ese argumento fuese suficiente para convencer a su mamá−Knuckles dice que si no tienes cuidado, se embarazan y te obligan a casarte con ellas y ser su esclavo−.
Jules rió ante esto, mientras Aleena sentía la sangre subirle a la cabeza.
−¿Dónde escuchaste eso?−.
Inocente y sin comprender porque su mamá se escandalizaba, el pequeño continuó.
−El papá de Knuckles siempre lo dice cuando pelea con su mamá−.
Eso tenía más sentido...
−Escucha cariño, las cosas no son así−no creía que tuviese que explicar esas cosas aún−Es decir, los bebés y las niñas...−
−¿Los bebés no nacen cuando las niñas te besan y ponen sus embrujos en ti?−Seguía sin comprender el pequeño mientras su pobre madre sufría un ataque de nervios.
−Creo que eso será una plática para otra ocasión−Intervino en su rescate Jules−Sé bueno con la pequeña Rose y te llevaré a ese partido de baseball que tanto has deseado ir−.
Si lo ponían así, quizá si valía la pena soportar a una niña un rato.
Miró a su padre con complicidad y gustoso asintió.
−¡Trato hecho!−Finalizaron dándose la mano, sellando el trato entre ambos.
Ese partido valía la pena...
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Sentado en su habitación debía idear la manera de mantenerse alejado de esa niña. Según su madre no debía tardar en llegar.
Recostado en su cama de auto de carreras trataba de pensar que debía hacer. Si cerraba la puerta su mamá lo obligaría a abrirla, si se negaba, su papá rompería el trato.
¿Qué hacer entonces?
Necesitaba pensar, quizá si le llamaba a Knuckles el tendría una idea de cómo salir de esa situación, después de todo el tenía una hermana mayor y sabía mucho de mujeres.
Caminó hasta la sala y tomó el teléfono tecleando el número de su amigo. Esperó unos segundos a ser atendido y cuando su llamada fue atendida, soltó abatido.
−Knux viejo, tengo un problema−Se quejó sin saludar a su amigo−Mi mamá traerá a una niñita a la casa y quiere que juegue con ella, ¿puedes creerlo?−Bufó molesto−¿Qué hago? Sé que puedes ayudarme amigo, tú debes soportar a tu hermana todos los días−.
Una risilla se escuchó del otro lado de la línea y el pequeño comprendió que no era su amigo quien había atendido el teléfono.
−¿Ti-Tikal?−preguntó, apenado.
En su desesperación ni siquiera se había cerciorado de quien le había contestado el teléfono y ahora la hermana de Knuckles sabía su problema.
−Parece que tienes un dilema, Sonic−rió divertida−Permíteme un momento, llamaré al experto en mujeres para que resuelva tu problema−.
Segundos después, el verdadero experto atendió su llamado.
−¿Hola?−la voz adormilada de su mejor amigo lo alivió momentáneamente−¿Qué quieres, Blue?−.
−Necesito tu ayuda con algo muy importante, mi mamá traerá a una niña a casa y quiere que juegue con ella−repitió su discurso y pesar.
Knuckles, quien estaba más dormido que despierto, tardó más de un minuto en procesar que era lo que estaba sucediendo.
−Cielos, Blue...−su tono nasal sonaba ligeramente divertido−Si esa niña entra a tu casa tendrás que casarte con ella−.
Apesadumbrado ante la sola idea de que eso pudiese llegar a ser verdad, su temor aumentó.
No quería casarse, ni llenarse de piojos ni ninguna de esas cosas que las niñas tenían consigo.
−¿Qué debo hacer?−.
−Huye viejo, esa es la única salida−.
No muy convencido, pero consciente de que lo que su amigo decía tenía un sentido aparente.
Tenía que huir antes de que esa niña llegara. Colgó el teléfono sin siquiera despedirse de su amigo y corrió en dirección a la entrada principal dispuesto a salir antes de que su madre se diera cuenta que iba a huir.
Abrió la puerta de golpe dispuesto a salir; frenando en el acto debido a que frente a él se encontraba una señora regordeta mirándole fijamente.
Miró embobado a la mujer unos segundos, tratando de recordar si la había visto en alguna ocasión y esta a su vez le devolvía la mirada.
La señora tenía un atuendo elegante, vestía una falda y un saco color gris, lo cual le recordaba a la oficina de su padre y las señoras que trabajaban ahí.
Fue entonces cuando algo en su cerebro hizo click. Esa debía ser la señora que sus padres mencionaron por la mañana.
−Buenas tardes, ¿Tú debes ser el pequeño Maurice?−Saludó la mujer con una sonrisa en su rostro y el tímidamente devolvió el gesto−¿Esta tu madre en casa?−Preguntó y estuvo a punto de negar cuando los pasos de su madre se aproximaron a la escena.
−¡Amaia!−Saludó su madre a la recién llegada y ambas se dieron un abrazo como si se conocieran de toda la vida−¡Las hemos estado esperando!−Miró en ambas direcciones notando la ausencia de la pequeña−¿Dónde...?−
−Deben disculpar a mi pequeña Rossy, es un poco tímida−La mujer se hizo a un lado para dejar apreciar a la niña que se escondía tras de ella−Ella es Amelia, saluda corazón−.
La niña se aferraba con fuerza la falda de su madre, avergonzada. Era bajita, bastante delgada y poseía un par de ojos color verde que incluso Sonic debía admitir que eran muy bonitos.
La niña traía consigo una mochila tras su espalda que hacía contraste con su overol de mezclilla y sus sandalias rojas.
−Me gustaría quedarme más tiempo, pero ya me esperan−Se agachó hasta la altura de la pequeña y besó su frente−Pórtate bien, estarás con Aleena y Maurice, ¡se buena!−y con un gesto se despidió de la señora Speed.
Dentro de la casa la pequeña Amelia miraba sus pies apenada, sin saber que hacer o que decir. Sonic por su parte decidió que no quería tener nada que ver con eso y subió hasta su habitación dejando a su madre a solas con esa niña.
Encendió el televisor y conectó su consola de videojuegos, quizá si hacía correr un rato al fontanero se distraería.
−Maurice−Ni bien había encendido el juego, su madre irrumpió en su habitación, para su desgracia−La pequeña Amy necesita un compañero de juegos, cuídala mientras yo preparo el almuerzo−Y sin esperar alguna respuesta, salió de la habitación dejando a ambos infantes a solas.
La pequeña rosada miraba embobada todo a su alrededor. Donde quiera que dirigiera su mirada podía encontrar figuras de acción, pósters de videojuegos y de equipos deportivos.
−Regla número uno, NO TOQUES NADA−Le dijo de pronto, provocándole un sobresalto, ella asintió frenéticamente con la cabeza, lo último que quería hacer era molestar a ese niño−.
Tomó asiento en la orilla de la cama y observó a su anfitrión jugar bastante entretenido el videojuego que tenía en la televisión.
Esa niña era muy callada, lo cual era un punto a su favor.
Movía sus pies de un lado a otro, como si eso le otorgara un poco de diversión y comenzó a tararear una canción de cuna que su mamá solía cantarle cuando era hora dormir.
Era un sonido suave, apenas audible pues se mezclaba con el sonido de las tortugas que iba venciendo en el camino. Pero aún así se sintió molesto al escucharla.
No quería que usara algún canto extraño para intentar hipnotizarlo.
−Regla número dos ¡NO HABLES!−La mandó a callar y la pequeña hizo un leve puchero al sentirse oprimida.
¿Qué podía hacer entonces? No podía tocar nada ni tampoco podía decir algo.
Ese niño era muy malo...
Su mamá había mencionado que se divertiría mucho y que la pasaría muy bien con él, pero ahora entendía que estaba equivocada.
Suspiró sonoramente y pensó que quizá sería mejor que dibujara un rato y así pasaría el tiempo más rápido.
Tomó su mochila y de su interior sacó un libro grande y grueso con unicornios y princesas además de una enorme caja de crayones y colores.
Sonic miraba de reojo lo que estaba haciendo esa niña tan extraña. Si bien era cierto que no se parecía en nada a las niñas con las que iba a la escuela, no iba a dejarse engañar tan fácilmente.
Tal vez era parte de su plan, quería engañarlo, hacerle confiar y cuando menos lo pensara ¡bam! Lo embrujaría y terminaría casado como decía el papá de Knuckles.
Debía mantenerla vigilada y estar atento ante cualquier cosa rara que se le ocurriera.
Aunque no parecía hacer la gran cosa, solo coloreaba una de esas cosas rosadas de mala forma, pues se salía de la raya.
Estaban ahí, simplemente coexistiendo en un mismo espacio, aburridos el uno del otro.
Al cabo de media hora, decidió que había tenido suficiente coloreo por ese día y tomó su cuaderno rosado para dibujar algo bonito.
Miró por toda la habitación y buscó algo bonito para dibujar, ya estaba cansada de las flores de colores y los arcoíris de siempre, quería algo nuevo e interesante.
Aunque a dónde quiera que miraba solo podía encontrar autos de carreras, trenes de juguete y cosas que no le gustaban para nada.
Con un mohín en su rostro, la pequeña Amy suspiró aburrida y fastidiada. ¿Qué dibujaría entonces? Estaba cansada de estar en esa casa tan aburrida.
Consideró por un momento salir y buscar a la señora Aleena para mirar como cocinaba, aunque le había dado instrucciones claras de quedarse con Sonic y ella era una niña obediente.
Miró atentamente al niño que tenía frente a ella y frunció el ceño al notar como este le sacaba la lengua por observarle.
Ofendida; se cruzó de brazos y centró su atención en la hoja que tenía frente a ella.
¡Ya sabía que dibujar!
Tomó un crayón azul y comenzó haciendo el contorno de su idea; dibujar le entretenía bastante, le gustaba mucho darle color a sus dibujos y también le gustaba cuando los demás le decían que eran bonitos.
Aunque esta vez no estaba intentando que su dibujo fuese bonito. Más bien intentaba dibujar a ese niño tan grosero con un disfraz de diablillo para retratar a la perfección como creía que era.
Una línea acá, una púa por allá. Solo necesitaba el color rojo y terminaría su obra de arte.
Buscó con la mirada el crayón sobre la cama pero no lo encontró por ningún lado.
Dejó el cuaderno a un lado y se puso de pie, creyendo que quizá se había sentado sobre él. Se puso en cuclillas y asomó su rostro bajo la cama, tampoco había nada ahí.
¿Dónde estaría su crayón?
Nuevamente en la cama, la pequeña movía sus cosas esperando encontrar lo que estaba buscando con desesperación. Quería terminar su dibujo, pero sin el color no sería lo mismo.
Sonic; quien fingía no prestar atención a lo que estaba haciendo, miró con curiosidad a la niña buscar algo con urgencia.
No era que le importara ni mucho menos, pero si le daba curiosidad que estaba haciendo, nada más.
−¿Qué estás buscando?−Le preguntó al fin y ella se sorprendió un poco ante esto.
−Perdí mi crayón rojo−admitió la pequeña−Revoloteando sus colores una vez más.
¿Tanto drama por un bendito color? Puso pausa en su juego y se aproximo hasta la niña que a este punto había dejado de lado su dibujo por buscar el condenado crayón.
Para sorpresa del pequeño Sonic, se encontraba retratado cómicamente en un pedazo de papel vestido de diablito, con cuernitos y tridente.
Tenía en el rostro una expresión graciosa, propia del dibujo de un infante menor a los cinco años y a pesar de que era un claro ejemplo de que esa niña lo hizo para molestarle, le pareció un buen dibujo.
−¿Cuántos años tienes?−le preguntó con el cuaderno en mano y ella le miró horrorizada pensando en que iba a reñirle por tal dibujo.
Levemente apenada, la pequeña Rose infló sus mofletes y suspiró.
−Tengo cinco y medio−respondió−¿puedes ayudarme a encontrar mi color?−pidió, suplicante.
Mirarla tan desesperada le provocó un leve deje de ternura, para su propia sorpresa.
Aunque eso no significaba que confiara en ella, si que le causaba intriga pensar como terminaría ese dibujo.
−Te voy a ayudar con una condición−Le dijo él y ella lo miró atentamente−Cuando termines el dibujo, quiero quedármelo−.
No muy convencida, ella asintió.
−Trato hecho−ambos se dieron la mano y emprendieron la búsqueda.
Sonic no era un niño que mantuviese su habitación en completo orden. Así que para nada resultó extraño que bajo la cama y en sus alrededores encontrasen de todo, menos el color que la niña estaba buscando.
No había colores, pero si los envoltorios de mucha comida chatarra, juguetes viejos de los cuales había olvidado su existencia y otras cosas sin importancia, como sus zapatos viejos, ropa sucia y un peluche de chao que ganó en la feria el año anterior.
No había ni rastros del color rojo y la pobre Amy estaba triste por ello. Ella era muy cuidadosa y ordenada con sus cosas, así que el perderlo le hacía sentirse incompleta.
Además claro, de que su dibujo, a estas alturas prácticamente olvidado, se quedaría medias.
Derrotada, la pequeña Amelia Rose tomó asiento en el suelo y con sus pequeñas manitas limpió algunas lágrimas que corrían traviesas por sus orbes.
Sin saber qué hacer, Sonic la observó incómodo.
¿Por qué tanto drama por un color? Pensó. Si quería un color rojo él tenía muchos en su mochila, porque no le gustaba colorear.
Abrió la puerta del armario y tomó su mochila; luego de mover aquí y allá, tomó de su lapicera un bendito crayón rojo y se aproximo hasta la niña que lloraba silenciosamente.
Sin saber que decir, extendió una mano temblorosa y le entregó su crayón, con la envoltura ligeramente sucia y la punta chata, debido al poco cuidado que le brindaba a sus objetos.
−Toma, pero no llores, ¿sí?−pidió incómodo y ella tomó el crayón feliz y con una sonrisa en el rostro.
En menos de un minuto ya había coloreado la parte que le restaba, su obra estaba concluida y se veía genial.
Debía admitirlo, ella dibuja muy bien y el dibujo que había hecho de él lo hacía lucir todavía más genial de lo que ya era normalmente.
−Te reto a dibujar una ballena verde montando una patineta en la luna−le dijo y ella aceptó complacida.
En cinco minutos el dibujo que había propuesto estaba concluido. Esa niña era divertida, debía admitirlo.
−Me gusta, me gusta−tomó el cuaderno entre sus manos y sonrió−Ten, tú los disfrutarás más que yo−de su mochila tomó un paquete de plumones nuevo y se lo entregó−Mi mamá me los compra todos los años y nunca los uso−dijo restándole importancia al asunto.
No hubiese imaginado que la visita de esa niña fuese tan "agradable" pero al menos no parecía tener piojos como sus compañeras de clase.
Tal vez se debía a algo de edad, pensó.
−¡Gracias!−su rostro se había iluminado debido al regalo−¿Quieres un pastelillo?−Pregunto tomando una bolsa de su mochila−Mi mamá me ayudo a hacerlos esta mañana−le ofreció igualmente feliz y él lo tomó dudoso.
−¿No les pusiste nada raro, no?−olfateó el pequeño pan y ella negó.
−¿Raro? Sólo chipas de chocolate−aseguró.
No muy convencido, pero tentado por el aroma que desprendía, dio una pequeña mordida deleitándose con el sabor de lo que un simple cupcake de chispas de chocolate podía ofrecerle.
Su madre horneaba al menos dos veces por mes y ni en sueños eran tan deliciosos como el que esa niña le había regalado.
No supo si era debido a algún embrujo o si de verdad tenía el talento, pero sabía delicioso y eso no podía negarlo.
−Sonic...−hablo ella llamando su atención−Me caes bien−.
Palmeó el hombro de la pequeña como gesto "amistoso" y antes de que pudiese responder algo más, la puerta se abrió dejando entrar a Aleena con una mirada curiosa.
−El almuerzo está listo, chicos−miró hacía todos y frunció el ceño−¿Qué estuvieron haciendo ustedes dos? Al parecer se han divertido mucho−añadió, sonriente al notar el desastre.
Avergonzando, pero no por ello derrotado, Sonic asintió.
−Fue interesante, má−Se limitó.
−¡Señora Aleena!−chilló la pequeña Amy feliz y contenta−¡Sonic me ha obsequiado esto!−Tenía entre sus manos el paquete de plumones con aroma a frutas, sostenido con emoción−¡Es el mejor regalo que me han hecho nunca!−Brincaba alegremente de un lado a otro la pequeña, avergonzando al otro infante.
Aleena sonrió ante el evidente gesto caballeroso que su hijo había tenido, pero prefirió no hacer ningún comentario al respecto para no avergonzarlo más.
−Ven Amy, ¿Qué te parece si me ayudas a poner la mesa?−le dijo la mujer y ambas salieron de la habitación.
A solas y en silencio, el pequeño Sonic se permitió suspirar.
Tanto drama por unos colores...
Pero al menos había descubierto que no todas las niñas eran desagradables.
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FIN.
Cursi como todo lo que yo escribo... dispensen cualquier falta que se me haya ido por ahí...
Se cuidan y gracias por leerme.
Atte.
Gri.
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