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Casinos & Apuestas

El pelinegro estaba a punto de caer en un profundo sueño, hasta que escuchó Swan Lake de Tchaikovski a todo volumen, el sonido era tan alto que lo sentía retumbar en sus oídos.

Levantándose de mala del sillón, se asomó en la ventana de su habitación, la cual quedaba en frente de la habitación de su molesto vecino.

— ¡Hey niño, que te he dicho del volumen!

Al cabo de unos minutos la ventana de en frente de él se abrió, y en ella se asomó el chico causante de la interrupción de su siesta.

— Hola YoonGi, ¿me llamabas? —preguntó el rubio con una sonrisa.

— Sí, te estoy diciendo que bajes el jodido volumen. No dejas que me concentre.

— Con la palabra "concentrarse" te refieres a que no te estoy dejando dormir, ¿cierto?

— No importa la razón, te estoy diciendo que le bajes el volumen y ya está.

— Son las 3 de la tarde. Tal vez sino fueras llegado en la madrugada ahora tendrías más energías, sin contar el hecho de que no estarías tan gruñón sino fuera por la resaca.

— ¿Y a ti que carajos te importa a qué hora llego y en qué condiciones? Como no quieres obedecer me veré obligado a llamar a la policía.

— No seas tan dramático. El volumen no está tan alto.

— En todo caso ¿por qué le subes tanto el volumen al estéreo?

— Cuando el volumen está alto me ayuda a concentrarme mejor en mi ensayo.

— ¿Ensayo? —preguntó con curiosidad.

— Sí, estoy en una academia de danza contemporánea.

— No sabía eso.

— Tal vez porque nunca me lo has preguntado.

— Tal vez porque no me interesaba saberlo. —respondió con desinterés—. Te repito por última vez que bajes el volumen o me enfadaré, hablo en serio.

— Eres un maledu--

El rubio hizo un mohín de enfado al ver como el chico del otro lado cerró su ventana dejándolo con las palabras en la boca. Con un suspiro de resignación decidió bajar el volumen de su estéreo tal cual se lo habían ordenado con anterioridad, ya que prefería evitar una discusión.

[]

Una semana había pasado desde el encuentro de ambos jóvenes en el parque aquella tarde lluviosa. Desde ese día su medio de comunicación había sido la ventana de sus respectivas habitaciones. Sin embargo, sólo se dirigían la palabra por ese medio para gritar cosas como: "baja el volumen", "no hagas tanto ruido cuando llegues en la madrugada", "cierra tu cortina si dejarás las luces encendidas toda la noche"; entre otras palabras que no pasaban más allá de regaños y reproches.

Después de unas horas de sueño el azabache tomó su celular y decidió llamar a uno de sus compañeros para salir en la noche; pues no tenía nada mejor que hacer, y quedarse encerrado un sábado en la noche no estaba entre sus planes.

— ¿Qué hay para hoy chicos? —preguntó llevándose el teléfono a su oído. 

— Buenas tardes, YoonGi. Quién diría que tú tomarías la iniciativa de invitarnos a salir. —respondieron a través de la línea.

— Nunca dije que los invitaría yo, estoy preguntando sobre qué planes hay para hoy.

— Siempre eres tan agradable. Pero lo siento, hoy no estoy disponible, saldré a cenar con mi chica y con respecto a los demás..., creo que están fuera de la ciudad.

— Genial, ahora nunca volveré a ser yo quien los llame. —se quejó frunciendo el ceño al escuchar una carcajada al otro lado de la línea.

—Tranquilo señor cascarrabias, hoy en el casino "Paradise Walkerhill" habrá un torneo de la Ruleta. ¿Por qué no vas y pruebas tu suerte? Siempre se te han dado bien esos juegos de azar.

— Ya que ustedes decidieron plantarme supongo que no tengo de otra. Adiós, suerte con tu chica.

— Adiós YoonGi.

Una vez terminó la llamada guardó el celular en su chaqueta de cuero, arregló un poco su cabello, y luego de tomar las llaves de su apartamento emprendió marcha hacia el casino.

[🎶]

Al llegar al famoso casino, buscó una mesa en donde estaba a punto de empezar una nueva partida. Es cierto que el chico no necesitaba dinero, pero el ambiente de aquél lugar le parecía bastante cautivador para pasar el rato. Sin mencionar que le encantaba la adrenalina que le causaban los juegos de azar; aunque más que eso la sensación de ganar, la sensación de sentirse afortunado pese a que sea sólo por un momento en su vida. Aquella era una de las principales razones que lo conducían a ese lugar.

Luego de que hubieron la cantidad de jugadores suficientes ubicados alrededor de la mesa, se empezó a repartir la cantidad de fichas correspondientes al valor que cada jugador había apostado. En el caso de YoonGi, él había apostado la cantidad de 500 dólares, sólo un poco más del rango promedio que estaban dispuestos a apostar los demás concursantes.

Ya había transcurrido más de 20 minutos en aquél juego. Y para mala suerte del joven, este no había ganado ni siquiera 10 dólares. Se prometió a sí mismo abandonar el juego una vez terminara la partida que estaba a punto de comenzar; eso fue hasta que sintió como alguien chocaba con la parte trasera de su silla y acto seguido escuchaba un estruendo en el suelo.

Como acto de reflejo YoonGi posó su mirada en el suelo en donde pudo reconocer aquella persona con cabellera dorada. La cual levantó su mirada para sonreír como si nada hubiera sucedido y colocándose  de pie rápidamente, para luego sacudir el polvo de sus pantalones. 

El rostro del rubio reflejó sorpresa al encontrarse con la mirada de su vecino, quien permanecía con la misma expresión de molestia de siempre.

— Que casualidad, no esperaba verte por aquí. —comentó JiMin.

— Eso es lo que debería decir yo, niño. ¿Qué haces en un lugar como este?

— Vine para acompañar a un amigo. Pero lo perdí de vista por distraerme con todas estas luces extravagantes.

— Hey tú, fantasmita. Dime qué números escogerás. —el mayor de ambos chicos volteó al llamado del crupier (repartidor de casino) quién estaba dispuesto a girar de nuevo la ruleta.

— Escoge el 27 rojo. —mencionó JiMin tomando asiento al lado de su hyung.

— ¿Por qué debería obedecerte?

— Sólo hazme caso esta vez. —insistió al ver como el crupier ya perdía la paciencia al no recibir ninguna respuesta.

— 27 rojo. —respondió colocando las fichas de dinero con la suma de 100 dólares en el respectivo casillero que marcaba el número escogido.

Todos alrededor de la mesa estaban expectantes por el resultado. A excepción de YoonGi quien ya se había resignado a su mala suerte de hoy. Pero en ese mismo instante, sus ojos oculares casi saltan de sus órbitas al ver como la pequeña bolita efectivamente caía en la casilla 27 roja.

El crupier tomó la cantidad de fichas que equivalían a 35 veces la cantidad que había apostado el pelinegro. Y de pronto el azabache al tener 3500 mil dólares en sus manos, el pensamiento que había surgido con anterioridad sobre abandonar el juego había quedado enterrado.

— Muy bien concursantes, las próximas 5 rondas podrán competir en parejas. Tienen unos minutos para que consideren bien con quien desean hacer equipo.

— Juega conmigo. —el más pálido tomó de forma apresurada la muñeca de JiMin, mientras lo miraba con ojos suplicantes.

— ¿En serio quieres que juegue contigo? —preguntó sorprendido ante la propuesta del contrario.

— Si te lo pido es porque es así, por favor. —se relajó una vez observó como el rubio sonreía aceptando aquella propuesta.

Después de media hora, ya se encontraban en la 4 ronda de la partida de juego. Ahora YoonGi, con 10.000 dólares más en su cuenta bancaria tenía un sentimiento totalmente contrario al de sus contrincantes; el enfado de estos últimos no era difícil de palpar, puesto que sus bolsillos se fueron vaciando al punto de quedar limpios en sus totalidad, desde que el juego entre parejas había iniciado. No tenían ni un peso más que apostar, pero más que el dinero sentían como su dignidad caía al suelo gracias a dos mocosos sin experiencia.

— Están haciendo trampa. Esto es indignante. —espetó uno de los participantes mientras recibía apoyo de los demás concursantes.

— Que tú no sepas jugar no es culpa de nosotros. —el pelinegro se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño.

— Te crees la gran cosa. ¿No es así mocoso?

— No lo creo, lo soy. Y si quieres seguir jugando puedes sentarte en vez de quedarte haciendo berrinche.

— ¡Nos vas a devolver nuestro dinero, estafador!

— No les daré ni un mugroso centavo, ni a ti y tampoco a ninguno de ustedes, manada de fracasados. 

YoonGi, se vio interrumpido al sentir como una mano halaba la manga de su camisa obligándolo a sentarse, puesto que el mayor ya se encontraba de pie y a una peligrosa distancia de la persona por la quien estaba siendo acusado.

— YoonGi, basta. No es necesario pelear, deberíamos irnos. —susurró el rubio con algo de temor en su voz.

— Tu noviecito tiene razón, deberían irse. Pero después de devolvernos nuestro dine-- —no terminó su frase después de sentir como aquel muchacho había acabado de escupir en su rostro mientras lo fulminaba con la mirada.

— Considérate hombre muerto. —dijo tomando el cuello de la camiseta del pelinegro con la intención de propinarle un puñetazo en su pálido rostro.

— ¡LA POLICÍA! —gritó el rubio con el propósito de desviar la atención de las personas del casino. Lo cual para su suerte resultó. 

JiMin, sujetó con rapidez el brazo de su compañero arrastrándolo fuera del casino.

— ¿Qué fue eso? Tenía todo controlado. —mencionó el pálido chico luego de encontrarse en la salida del casino.

"Cállate y corre", escuchó antes de girar su rostro y darse cuenta como el grupo de jugadores enfadados se acercaba velozmente hacia a ellos.

El pelinegro reaccionó y empezó a correr a la par de su compañero. Aunque eso no duró mucho, ya que al cabo de unos minutos el mayor cada vez disminuía más su velocidad.

— YoonGi ¿Qué pasa? —preguntó el rubio con preocupación al ver como el azabache se encontraba de rodillas en la acera y con su rostro totalmente rojo.

— No puedo correr más, siento que moriré. —respondió entre jadeos.

— ¡Vamos, súbete a mi espalda!

— ¿Qué? Ni loco voy a hacer eso.

— Entonces quédate a recibir una golpiza. —dijo encogiéndose de hombros.

JiMin decidió emprender de nuevo su marcha; pero se detuvo al sentir como un peso recaía en su espalda y unos brazos rodeaban su cuello.

— Muévete, no tengo todo el tiempo del mundo. —musitó con molestia.

El menor no pudo evitar soltar una pequeña risa antes de empezar a correr nuevamente, con el chico que ahora se encontraba colgado en su espalda.




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