Idealización, mesura y deterioro
Mientras devoran mi tiempo y mi ardor, mis designios se ensucian de lamentos.
Las pequeñas espinas que brotan apenas se perciben aún. Sin embargo, ahí están, bien arraigadas en mi interior. Sus púas me agotan y ralentizan, mientras veo ante mis ojos a los causantes de mi miseria.
Nuestra separación es de acero y está tenazmente trazado en nuestro ADN. Somos catalogados y encasillados cuando nacemos. Somos lo que se ve y no lo que se siente.
Entonces, sin ser todos los males que padezco suficientes, el miedo aparece en cada esquina, en cada rincón. Incluso escondido, a veces puedo hayarlo en el pensamiento como parte de una extraña y cruel devoción. Y, con la clara intención de rebajarme e incluso minar mi camino, el miedo se abre paso en el juicio de mi ambición. Me estanca, alegando que la realidad es diferente. Que mis visiones para el futuro son un mero sueño, fruto de mi locura, que trata de tomar las riendas de mi vida.
Y ahora, que estoy en los años más agridulces de mi realidad, me pregunto cómo he de reanudar el transcurso de mi historia y si al final dominaré todas y cada una de mis asperezas. Pues adiviné demasiado tarde que las reglas forzadas de una sociedad, guiada en parte por la opresión, no es ni de lejos el futuro al que estimo. Una sociedad hasta cierto punto ignorante de todo el mal que hace y seguirá haciendo.
Espero que con el tiempo, las idealizaciones se consuman y que, de esta sociedad, solo queden las cenizas de donde resurgiran nuestras libertades. Espero que nuestra valentía haga cambiar el mundo, que nuestra fuerza por cambiar las cosas sea indestructible. Porqué nosotras siempre hemos tenido que luchar, y somos merecedoras de mucho más de lo que nos dan.
[Kalissha]
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