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ℂ𝔸ℙÍ𝕋𝕌𝕃𝕆 𝟙𝟞.

—Espera. – habló Minnie luego de un largo tiempo en silencio. Se hizo a un lado para mirar bien a Lisa, quien dio una pequeña sonrisa ladina. — ¿Ella es Jisoo?

La coreana frunció el ceño al escuchar la forma tan despectiva en la que esa chica se había referido a ella. Lisa asintió.

—Sí, soy Kim Jisoo. – habló Jisoo, su rostro sin ningún tipo de expresión. — ¿Quién eres tú?

—Minnie. – fue lo único que respondió la menor, cruzándose de brazos cuando volvió a mirar a Jisoo.

El lugar se volvió a quedar en silencio. Lisa había dado dos pasos hacia adelante, quedando entre Jisoo y Minnie, mirandolas a ambas con temor y algo de incomodidad por la tensión que crecía cada vez más. Luego de algunos minutos, se aclaró la garganta, atrayendo la mirada de ambas chicas hacia ella.

—Bueno, ahm... – dijo, sintiendo como las manos le comenzaban a sudar. — Jisoo, ¿qué haces aquí?

—Vine a hablar contigo. – la mayor miró a Lisa durante algunos segundos antes de mirar de nuevo a la pelinegra. — A solas...

Jisoo admitía que esperó que la chica captará de inmediato la indirecta, diera media vuelta y se fuera al carajo lejos de Lisa. Sin embargo, la tal Minnie simplemente se tensó en su lugar y miró a Jisoo con desagrado antes de mirar a Lisa con seriedad.

—¿Quieres...? – preguntó. Lisa asintió. 

—Sí, será algo rápido. – respondió la tailandesa mayor, llevándose una mano al cabello para removerlo. — Puedes ir empezando con los papeles o... algo productivo.

Minnie rodó los ojos con gracia, asintiendo algo emocionada antes de dejar un pequeño beso en la mejilla de Lisa, quien se sonrojó furiosamente, haciendo que Jisoo apretara los dientes. Miró a Jisoo de nuevo, haciendo un leve movimiento de cabeza, sin embargo, este no fue correspondido.

—No tardes. – fue lo único que dijo la chica antes de volver al interior del apartamento, dejando a Lisa y a Jisoo a solas.

La tailandesa salió del apartamento, dejando la puerta entreabierta para asegurarse de que su amiga no escuchara su conversación.

—¿Qué haces aquí? – preguntó Lisa, cruzándose de brazos.

Había pasado una semana desde su última conversación, y por la forma en la que esta se había llevado a cabo, Lisa jamás pensó que sería Jisoo la que fuera a buscarla primero. De hecho, siempre pensó que ella sería la primera en una de sus idas al apartamento de la mayor para saber si seguía viva.

—Ya te dije, vine a hablar contigo. – gruñó Jisoo, rodando los ojos con fastidio. Estaba de mal humor.

—Creí haber dicho que no quería saber más nada de ti. – recordó la menor. — Que estaba cansada de ti.

—Sí, lo tengo presente desde hace una semana, Lisa, gracias por recordarlo. – se burló, causando que la tailandesa rodará los ojos con irritación. — Como sea, vine para darte esto.

La mayor alzó ambas manos, entregándole primero el desayuno y luego el ramo de lirios. No pudo evitar que una pequeña sonrisa ladina apareciera en su rostro al ver que en los ojos de la tailandesa aparecía un brillo, dejando su enojo atrás.

—Y esto también. – habló, metiendo su mano derecha en el bolsillo de su pantalón para sacar la carta que había escrito. — Sé que si lo digo ahora, probablemente no me creas, y no te culpo, pero quisiera que la leas. – Lisa ladeó la cabeza, confundida. — Sin presiones. – aclaró, agachando la cabeza. — Puedes leerla cuando quieras, solo que te pediré que en cuanto lo hagas y quieras hablar, me llames o me escribas, estaré aquí de inmediato.

—¿Estas sobria? – preguntó de repente, sorprendiendose a sí misma y a Jisoo con la pregunta, sin embargo, la mayor asintió.

—Desde hace más de 24 horas. – dijo, levantando la mano como si estuviera jurandolo. Se felicitó a sí misma cuando vio que Lisa soltaba una risita. — Quisiera quedarme más, pero tengo cosas que hacer, como buscar trabajo por ejemplo.

—Eres una idiota. – habló la tailandesa entre risitas al ver el rostro de desesperación fingida que la mayor había hecho.

—Hablo en serio, debo buscar trabajo o me quedaré en la calle como uno de esos loquitos del centro. – ladeó la cabeza, mirando fijamente a los ojos avellanas de Lisa, perdiéndose en ellos y en el brillo de estos. — Yo... – se mordió la lengua antes de decir algo que en ese momento sería muy fuera de lugar. La tailandesa frunció el ceño. — Nada. Debo irme. – dijo, levantando la mano para dejar una suave caricia en la misma mejilla en la que la tal Minnie la había besado, limpiando cualquier rastro de ese contacto que pudo haber quedado. Acercó su rostro lo suficiente para dejar un beso allí, haciendo que Lisa volviera a sonrojarse. — Que tengas un buen día, Lisa-yah.

Y sin más dio media vuelta dispuesta a irse, sin embargo, Lisa la llamó.

—Por cierto... – la menor sonrió apenada. — Minnie... es solo mi amiga y compañera de trabajo, nada más.

Jisoo sonrió, asintiendo. Una gran oleada de tranquilidad llenó su cuerpo.

—Me alegra saberlo, Lisa.

Y esta vez, si caminó en dirección al ascensor y entró en él, despidiéndose con la mano antes de que las puertas se cerraran. Cuando Lisa se quedó sola en el pasillo, soltó un pesado suspiro y se llevó una de las manos al pecho, sintiendo como su corazón latía totalmente descontrolado, como si quiera salirse de su lugar e irse detrás de la coreana.

Se llevó el ramo de lirios a la nariz, aspirando su delicioso olor durante algunos segundos mientras cerraba los ojos. En cuanto los volvió a abrir, entró de nuevo en el apartamento y caminó de inmediato a la cocina, dejando la comida que Jisoo le había dado sobre la encimera y comenzaba a buscar un jarrón para poner los lirios.

De reojo vio a Minnie entrar en la cocina.

—¿Puedes darme un poco de agua, por favor? – pidió la menor, mirando todos los movimientos de Lisa de forma atenta. La pelicorto asintió.  — ¿Puedo preguntarte algo?

—Ya lo estás haciendo, Nicha. – dijo Lisa, sonriendo burlona ante la cara de fastidio que puso su amiga cuando dijo su nombre real.

—Otra. – respondió, aceptando el vaso que le tendía Lisa. — Y no me llames Nicha. – la mayor asintió con burla mientras que acomodaba el ramo de lirios. — ¿Ella es tu novia?

Lisa paró todos sus movimientos de inmediato. Parecía como si se hubiera quedado sin energía. Pasaron unos largos minutos llenos de silencio bajo la atenta mirada de Minnie hasta que negó y soltó un pesado suspiro.

—No, ya te lo había dicho. – espetó, soltando uno de los pétalos de este cuando sintió que le quemaba la piel. — No somos, ni seremos nada.

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