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01

Hoy les tocaba ir a una excursión para aprender sobre rocas y cosas inservibles que no tenían nada que ver con las futuras carreras, al menos que quisieran estudiar algo relacionado a ello.

Por la ventana se apreciaba una hermosa vista de las nubes, estás se encontraban de unos tonos rosados y naranjas, una vista muy hermosa.

El autobús seguía sin moverse pues faltaban más compañeros. Esperarían hasta que todos llegarán ya que esta salida no era simplemente un paseo por las montañas, era obligatoria para cada uno de ellos.

— Zita no vendrá. — Dijo uno de las compañeras de Dib mientras se arreglaba el cabello para verse más “bonita.”

— Me alegra que esa tarada no venga.

— No te mordiste la lengua. . . — Dijo el de gafas redondas sin despegar su vista de la ventana.

Le molestaban este tipo de comentarios, que tan hueca y asquerosa persona tienes que ser como para hablar así de una de sus amigas.

Es un asco, todos son un asco y con una doble moral de mierda.

— Estúpido viaje escolar, estúpida peluca.

 Oh vaya, ya había llegado el chico verdoso acomodándose la peluca para que ésta no se le cayera.

— ¿Zim?

El chico de gabardina se giró para mirar hacia el asiento de atrás suyo.

— ¿Qué haces aquí?, se supone que no vendrías.

— El gran Zim decidió que sería buena idea venir a esta. . . excursión.

Con la llegada de Zim el grupo ya estaba completo, bueno, casi.

El camión empezó a moverse, la maestra de orientación o mas conocido como hora libre, dio algunas indicaciones para el viaje aún que los alumnos no estuvieran haciendo caso.

Pasaron algunos minutos desde que el autobús arrancó y al parecer el que manejaba no estaba consiente que transportaba personas, por qué este era muy “animal” al conducir.

— Vaya mierda de chófer. — Dijo el pelinegro cruzándose de brazos.

El conductor parecía ebrio, se pasaba cada tope y bache que veía.

El autobús venía a la velocidad de la luz como si se estuviera acabando el mundo.

Y de pronto, freno de golpe, haciendo que la mayoría de los alumnos chocarán contra los asientos del bus.

El de piel verde golpeó su cara contra el asiento de adelante empujando al de ojos amielados.

— ¡Auch! — Dijo mientras sobaba su rostro.

— ¿Estas bien? — Habló con dificultad, pues aguantaba las ganas de reír.

Sabia que si se reía de el Zim se enojaría mucho y tal vez lo golpearía, aún que no le importaba mucho, se había acostumbrado a que el más bajo le pegara una que otra vez, ya era casi un juego entre ambos.

Claro que no era la primera vez que convivían, no eran amigos tampoco, no, solo que de vez en cuando cruzaban palabras y ya.

Lo normal.

— ¡Acaso el conductor no sabe que está transportando personas!

— Posiblemente no. — Miro al alienígena sobándose la parte en donde debía estar su nariz, se veía de cierta forma chistoso pues parecía un pequeño gatito inofensivo.

Espera un momento.

Zim no era inofensivo, era un extraterrestre malvado con intenciones de acabar con la humanidad.

O eso parecía.

Hace un año que aquel enano verde dejo de intentar conquistar el mundo, la razón, no la sabia, pero Dib estaba feliz que el dejara de intentarlo, eso de las peleas constantes y humillaciones ya lo estaban cansando.

— Muy bien alumnos ya llegamos, bajen con cuidado y en fila. — Dib reaccionó y bajo del autobús junto con Zim.

Aun que, seguía pensativo.

¿Acaso ya todo había acabado?

No, no, no, aún sentía la necesidad de seguir en guardia, después de todo, Zim era muy traicionero.

Pasaron las horas y la excursión acabó, era algo temprano así que Dib decidió irse a un café cerca de su casa.

Pensó que tal vez sería buena idea invitarle a Zim algo y no pasarla solo en aquel lugar, así de paso seria un buen comienzo para una amistad.

— ¡Hey! — Dijo mientras apuraba el paso ya que el de baja estatura estaba muy lejos, era bastante rápido.

— ¿Qué quieres humano? — contesto con irritación, odiaba estar rodeado de tantas personas repugnantes. — No hagas perder el tiempo de Zim.

— Lo siento. . . E-es que quería ver si querías ir conmigo a tomar un café cerca de mi casa, queda en la misma calle que la tuya. — dijo tratando de sonar lo más natural que pudo.

Pero los nervios lo estaban comiendo vivo en ese momento y no sabía porque.

— No, estoy muy ocupado como para perder el tiempo en un. . . ¿café? — Guardó la Tablet en su pak.

— Bueno, ¿Por lo menos me dejas acompañarte a tu casa? así no me regreso solo.

El joven de piel verde termino accediendo de mala manera.

Mientras caminaban por la calle miraban como el cielo se nublaba tan repentinamente.

Al parecer el señor del clima se había equivocado de nuevo, pues en cualquier momento llovería y esto sería un problema para el irken, así que apuraron el paso.

Pero no pudieron llegar ni a la casa del menor, pues empezó a lloviznar.

— AhhhahhahaaAaa. — se cubrió con una carpeta azul tratando de no ser empapado por las mortales gotas que caían del cielo.

Cómo pudo, el pelinegro le puso su gabardina encima para que el menor no se lastimara.

— ¡Ven aquí! — Dib tomo del brazo de Zim llevándolo a un local, que casualmente era la cafetería en donde este quería llevar al irken. — Mira. — Habló, aún que se detuvo un instante para recuperar el aliento. — Es el lugar en donde quería venir desde hace unas semanas.

— Es. . . agradable, no es tan tonta como me lo imaginé. — Arqueo una ceja.

— ¡Vamos a sentarnos por allá! — Sin querer tomo la mano del chico de baja estatura, llevándolo casi a rastras a una esquinas del local.

Era un lugar bonito, tenía muchas plantas adornando el lugar, las luces de adentro tenían un tono rosado, afuera de esta tenía un gran letrero de luces fosforescentes que decía “Alíen coffe” el lugar era nuevo y Dib llevaba semanas queriendo ir.

— ¡No toques a Zim! — Grito mientras se zafaba de aquel agarre.

— L-lo siento es que estoy algo emocionado — Se disculpo apenado por su repentino tacto hacia el mas bajo.

Nunca quiso tomarlo de la mano.

El azabache miraba hacia todos lados, como si fuese un niño pequeño en una juguetería, se le veía feliz.

— No quería venir solo, es por eso que quería venir contigo, como amigos...

— ¡Zim no es tu amigo! Además — Se sentó en frente de Dib. — ¿Por qué no invitar a alguna fémina del salón?

— En realidad. . .  — Hizo una mueca mientras rascaba su nuca. — Si lo hice, solo que me rechazaron. — obviamente mintió, les tenía miedo.

Ambos guardaron silencio, esperando a que tomarán sus órdenes.

Pero el ambiente se empezaba a tornar incómodo, así que Zim tomo el menú y se lo puso en la cara tratando de evitar todo contacto proveniente del chico de ojos amielados, extrañamente lo intimidaba.

Pues sus ojos se clavaron hacia el desde que llegaron.

Como si tratará de ver a través de el.

— Buenas tardes, que van a ordenar? — Pregunto una de las meseras rompiendo el silencio que había entre ambos chicos.

— Quiero unos waffles con extra crema. — Bajo la carta con el menú y recargo su rostro con su brazo derecho.

— Yo quiero una malteada de chocolate y una rebanada de pie de limón por favor.

Mientras esperaban, Dib miraba hacia el gran ventanal que estaba enfrente de ellos dos.

La lluvia seguía cayendo, las gotas golpeaban el cristal de la ventana adornándola con estas, afuera se veían los carros pasar y personas corriendo en busca de un lugar donde no se empaparan.

— ¿Qué irónico no? — Sonrió un poco y tomo uno de los popotes que estaban en un pequeño vasito y empezó a jugar con ellos.

— ¿Ah?

Quería sacar algún tema de conversación y no volver el ambiente más incómodo de lo que ya estaba.

— Después de odiarnos hasta morir, ahora estamos aquí, en una cafetería.

— No te emociones Dib mono, esto no es una cita. — Se cruzó de brazos.

Falló.

— Chales. — Coloco sus brazos sobre la mesa recargando su rostro en ellos.

— ¿Por qué los humanos de sexo masculino creen que por unas cuantas palabras las hembras de este planeta caerían rendidas? — Cuestiono el pequeño alíen.

De los años que llevaba en la tierra aun no comprendía ciertas cosas.

— Pfft, si claro — Soltó una risita. — No dije que fuera una cita.

— ¿Y? Eso del amor me da gañangas ñangas. — Hizo una mueca de asco de solo pensar en eso.

— Es por qué no te has enamorado.

A Zim solo le quedo asquearse por los sentimientos terrícolas mientras Dib se reía de el, gracias a eso el irken le soltó un puñetazo en el hombro.

La chica que los atendió hace unos minutos regreso con una charola, en donde tenían lo que habían ordenado, coloco los platos en la mesa, eso se veía realmente apetitoso.

— Muchas gracias. — Le guiño el ojo y sonrió a la joven algo coqueto.

— ¡Ya te puedes ir!

Contesto molesto el irken que no era nada tonto, se había dado cuenta de esas “miraditas” que se daban entre ellos.

Se sentía raro, ahora la atención de Dib no estaba en el sino en la joven y eso era algo molesto.

— ¡Hey! Los ojos al frente.

— Lo siento, no sabia que eran. . . novios, perdón. — Aquella dama casi salió corriendo de ese lugar.

Que vergüenza, la forma en que le había contestado el chico, además que todas las personas que se encontraban en el local la quedaban viendo.

— ¡¿Qué demonios?! — Se paró de la mesa para seguir a la chica pero está ya no estaba. — ¡No somos novios, Agh! — Se volvió a sentar cruzando los brazos, evidentemente se le veía molesto y apenado.

Zim y El, ¿Novios? No, nunca.

— Mira Dib mono, si vienes conmigo me haces caso, ¡A mi!

Tomó el tenedor que estaba a lado de su plato y antes de llevarse a la boca aquel pedazo de waffles vio que este tenía unos pedazos de fresa.

— Bleh. — Bajo el tenedor hacia el plato. —Que asco.

— Si no te gusta, toma. — Le dio su malteada y agarro el plato con los waffles. — Aún así estoy molesto.

— Moléstate todo lo que quieras Dib mono. — Amenazó con enojo, para después tomar de la malteada con desconfianza.

Ambos chicos terminaron lo que habían pedido y Dib se ofreció a pagar, claro que el irken se negó a eso, pero ante la insistencia del más alto termino accediendo.

Agradeció internamente aquello, pues no traía nada de dinero con el.

El azabache se disculpo con la señorita que los había atendido y salieron de ahí, Dib a su casa y Zim a la suya.

Aun que Dib estuviera con algunas inquietudes. . .

Nunca pensó que los confundieran por una pareja. . .

Ugh, que horror.

 
 

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