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Capítulo 1: Rencorosa

El bus siguió su recorrido cuando mis pies llegaron al suelo de baldosas rotas pertenecientes a la parada de mi destino. Arrojé el bolso allí nomás para pasarme las palmas por la frente y secar el sudor que ya me estaba empezando a molestar.

—Y aquí estamos, de visita en el pueblo fantasma. De nuevo.

Asentí de acuerdo con él. Nuestra costumbre de vivir en la ciudad provocaba mucho aburrimiento a la hora de pasar algunos días aquí.

Jungkook se adelanto unos cuantos pasos y dio media vuelta para mirarme.

—¿Quieres que vayamos a divertirnos un rato?

Negué agachándome solo lo suficiente para levantar el bolso.

—Estoy cansada.

Él suspiro inconforme y miró a nuestro al rededor. La estación estaba desierta, y no me sorprende con el calor que hace. Los pies me transpiraban dentro de las botitas, sentía mis piernas quemarse apretadas por la tela del jean oscuro, pero, por suerte, la blusa holgada refrescaba la parte superior de mi torso.

—¡Gasu!

Una voz nos llamó la atención y vimos a mi hermano dentro de un coche aparcado a pocos metros. Caminé hacia él con mi azabache amigo tras de mí y nos sentamos en los asientos traseros del auto.

—Oye, no tengo la gripe, puedes sentarte al lado mío —Se quejó mirándome por el espejo retrovisor. Negué con la cabeza y el arrancó el coche sin reprochar— ¿Qué tal estuvo el viaje?

—Igual a todos los demás —Contesté mirando mis manos. Los dedos de Jungkook se acercaron de a poco hasta que su mano estuvo entrelazada a la mía.

Yoongi prefirió guardar silencio y callar todas sus dudas por el momento. Igual a todos los años.

—¿Quieres que hagamos una parada y tomemos un helado? —Preguntó cuando llegamos a la calle principal.

Mi respuesta fue no.

Y no se volvió a comentar nada más en nuestro recorrido a casa.

Al estacionar frente a nuestro hogar el peliverde se apresuró a salir del auto para abrirme la puerta y tomar el bolso antes de que yo pudiera hacerlo.

—Te ayudo —Su sonrisa me llegó y acepté sin quejas.

La puerta estaba sin llave y entramos rápido para escapar del sol. Miré el interior de la casa como si fuera la primera vez que entraba, aunque venga de visita todos los años solo un par de días con su excusa de querer pasar tiempo conmigo. Era una casa bastante normal, con colores cálidos y los objetos bien acomodados.

De repente Yoongi deja caer el bolso, al igual que yo minutos atrás, y se arroja sobre mi para abrazarme con fuerza, y yo se lo devuelvo pero sin su misma fuerza ni entusiasmo.

—Te extrañé —Susurró apretando el abrazo—. Siento mucho lo que le ocurrió a papá.

—No hace falta que te disculpes, no sabias nada de lo que estaba pasando.

—Y me alegra saber que decidiste venir aquí —Sentí su sonrisa volver a aparecer y golpeé su espalda tratando de reconfortarlo.

—Tienes que ver lo que hay en la cocina, no lo vas a creer —Escuché decir a Jungkook. Obedeciéndole, me separé de mi hermano y fui a la cocina para ver aquello tan importante.

Me sorprendí al encontrar la isleta en el medio de la habitación ocupada de varios dulces y una torta en el centro con algo escrito sobre ella. Me acerque para poder leerlo.

"¡Bienvenida, Gasu! Espero ser un buen hermano para ti este año"

—No soy muy bueno en la cocina, pero espero que te guste.

Di la vuelta para encontrar a mi hermano en la entrada de la cocina revolviéndose el claro cabello con nervios.

Una pequeña sonrisa se me escapó.

—Lo hace. Fue muy amable de tu parte.

—Gracias —Contestó mirándome aliviado—. Y sé que no somos tan cercanos como se debería, pero me gustaría que este año nos sirva para mejorar nuestra relación. Quizá... quizá hasta podamos volver a ser como eramos antes.

Asentí pensando. Sabía a lo que se refería y no quería negárselo, yo también extrañaba aquellos tiempos.

Escuché a Kookie quejarse a mi espalda y sus brazos se enroscaron al rededor de mis hombros al mismo tiempo que la puerta se abría.

—La serpiente se arrastra en esta dirección —Lo escuché murmurar en mi oído.

El sonido de fuertes pisadas se escuchó dentro de la casa, cada vez acercándose más y más a la cocina. El peliverde se movió hasta detenerse a mi lado.

—Suga ¿Por qué no me dijiste que iba a venir la...? —Sus palabras quedaron en el aire al verme parada a una corta distancia frente a ella.

—Tía —Saludó incómodo mi hermano.

Sus ojos me miraron con dureza y sacando pecho se cruzó de brazos. Solo con su postura expresaba su opinión, no estaba contenta de tenerme allí.

—Ya estas aquí.

El cuerpo del azabache se endureció a mis espaldas, a él tampoco le agradaba la idea de que ella esté aquí.

—Si, acaba de llegar. Seguramente irá a descansar un rato para recuperarse del viaje —Explicó mi hermano tratando de evitar un enfrentamiento en la cocina, donde hay incontables objetos que pueden ser utilizados como arma.

—Seguro, después de estar tanto tiempo dentro del bus debe extrañar esconderse a llorar bajo las sabanas —Respondió dirigiéndome una mirada acusadora.

—Deja de decir esas cosas, sabes bien lo que luchó por seguir adelante —Trató de defenderme, como cada vez que ocurrían este tipo de situaciones.

—¿Y los demás no? —Preguntó indignada—. Por Dios, querido, tienes a tu lado a la culpable de la muerte de tu madre, de mi hermana... ¿Y aún sabiendo lo que hizo la defiendes?

Apreté mis manos en puños para contener mis emociones, Jungkook me susurraba palabras en un intento de distraerme.

—¡Deja de decir eso! —Gritó Yoongi molesto haciéndome brincar del susto. Nuestra tía dio varios pasos hacía atrás—. Déjanos solos un momento, Gasu. En seguida voy.

Sin atreverme a negar me separé de su lado hasta salir de la cocina, pero antes de meterme a mi habitación pensé en escuchar de lo que hablarían. No quería que me consideren como una niña de la que deberían esconder verdades, y aún menos cuando aquellas verdades estaban ligadas a mi.

Jungkook siempre decidía quedarse a presenciar la conversación para luego recrearla para mi, pero hay otra realidad, él no me diría aquello que pudiera herirme, y eso me lastimaba aún más. También me escondía cosas.

Me pegué a la pared junto a la cocina para escuchar mejor.

—... todo! —Se quejó mi tia.

—Eso es mentira, nadie sabe lo que ocurrió allí —Se escuchó la voz firme de mi hermano—. Ni siquiera ella.

—¿Cómo puedes creerle más a ella que a mi? ¿Qué tienes en la cabeza? ¿No ves que tu hermana está loca?

Un golpe seco al marmol de la mesada la hizo callar.

—No vuelvas a hablar así de ella, la conozco mejor que tu. Y si yo quiero que se quede, lo hará, yo soy el dueño de esta casa y tu solo eres nuestra rencorosa tía.

Hubo un silenció denso.

—De acuerdo. Vive con tu hermana y su tonto amigo imaginario, no me interesa. Pero no vuelvas a relacionarme con esa demente en tu vida porque...

Un par de manos me taparon los oídos y la cara de mi gran amigo pareció frente a mí. Tenía una sonrisa triste y sus ojos brillaban llegándome al alma a través de las pupilas para tranquilizarme.

—Vayamos a divertirnos un rato.

Mis ojos brillaron al igual que los suyos. Él sabría como animarme.

—Perdámonos un rato, mi amiga del alma.

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