𝙲𝙰𝙿𝙸𝚃𝚄𝙻𝙾 42.
—Necesito tu ayuda. – oí la voz de TaeHyun en el otro extremo de la línea.
Mis ojos se encontraron con los de Karina, quién silenciosamente me dijo que sí a la petición de TaeHyun.
—¿Con qué necesitas ayuda? ¿Y dónde estás ahora, Tae? Cuéntame todo desde el principio.
TaeHyun no me dió una respuesta por un minuto muy largo y comencé a preguntarme si había colgado la llamada como la última vez.
—¿Tae?
—Mira, no sé dónde estoy y no puedo darte más detalles. Lo único que sé es que puedo o no tener mucho tiempo. Necesito que hagas algo por mí.
—¿Qué?
—Recibirás un mensaje de texto con una dirección. Karina debe estar allí, sin la policía o el FBI.
—¿Por qué Karina?
—Ese es el trato del asesino. Un intercambio: Karina por mí. – TaeHyun dijo, y luego con voz suave agregó. — Sé lo que significa Karina para ti, MinJeong. Si decides no dejarle saber a Karina sobre la dirección, no te culpare. Mereces la felicidad, y si ella puede dártela, entonces valdría la pena…
—¿Qué valdría la pena? – le pregunté aunque sabía su respuesta.
—Mi muerte.
Según lo informado por TaeHyun, recibí un mensaje de texto con una dirección diez minutos después.
077 𝑒𝑛 𝐵𝑜𝑢𝑙𝑑𝑒𝑟 𝑆𝑡𝑟𝑒𝑒𝑡 𝑎𝑙 𝑛𝑜𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝐺𝑎𝑟𝑑𝑒𝑛 𝐴𝑣𝑒𝑛𝑢𝑒.
Karina alcanzó su camiseta y se la colocó.
La observé mientras se abrochaba el pantalón y se pasaba una mano por el grueso cabello.
—¿A dónde vas? – le pregunté.
—A la ubicación de TaeHyun. – respondió.
La fatiga era tan clara en sus ojos.
Karina parecía que necesitaba una manta, una taza de chocolate caliente y un buen descanso nocturno, ninguno de los cuales iba a conseguir pronto por la forma en la que estaban ocurriendo las cosas.
—Voy contigo.
Ya me había puesto unos vaqueros y una camiseta.
—No, no irás. – Karina lo dijo en un tono que no daba lugar para una discusión.
—Esto concierne a mi hermano. Él debe estar en peligro. – razone.
—Esto podría ser una trampa y no puedo tenerte caminando hacia esta, además TaeHyun dijo que debía ir sola.
Karina sacó una pistola del cajón inferior de la cómoda, la cual no la había visto hasta ese momento, y rápidamente la escondió en su cintura.
—JiMin me dijo algo sobre tu hermano, pero me negué a creerlo.
—¿Qué dijo JiMin?
Me miró fijamente, probablemente sopesando las consecuencias de decirme esto sobre mi hermano.
—JiMin tiene los documentos de tu abogado, SeokJin, intento buscar en el departamento el mismo día que fue casi asesinado.
—¿Qué había en esos documentos?
—¿Estás lista para escuchar esto? – preguntó Karina. — Puede cambiar la forma en la que ves las cosas
Lamí mis labios nerviosamente, mi boca se estaba secando.
—Soy más fuerte de lo que crees. Por favor, dímelo.
—Esos documentos tenían pruebas claras de que TaeHyun estaba consumiendo drogas.
Mi boca cayó.
No se me ocurría nada que decir.
Tenía muchas posibilidades de lo que Karina iba a decirme, pero nunca en un millón de años había imaginado que sería algo como eso.
¿TaeHyun y drogas?
—Pero… pero eso no es posible. – dije. — Tae nunca haría eso.
—¿Por qué? ¿Por qué es tu hermanito?
Por primera vez, noté que Karina parecía un poco enojada.
—¿Has pensado que tal vez TaeHyun estuvo consumiendo drogas todo este tiempo y asesinó a esas personas bajo la influencia de estás?
Sacudí la cabeza.
—No, eso no es verdad.
—La verdad estaba aquí mismo, MinJeong, pero estabas actuando ciega porque es difícil pensar que una persona a la que amas mataría a la gente sin piedad.
—Para. – susurré.
—Dejaré de hablar pero eso no cambiará nada. – Karina señaló.
Lágrimas rodaron por mis mejillas. — ¿Por qué estás siendo tan mala?
Cruzó la distancia en dos pasos y tomó mi barbilla en un agarre firme. — Quise decir que simplemente no lo notaste. Todos tenemos oscuridad dentro de nosotros, Winnie, es solo una cuestión de elección cuando decidimos mostrarlo.
—Déjame ir contigo. – le suplique.
Me soltó la barbilla a la vez que una sensación de tristeza se deslizó en sus ojos.
—Es un intercambio. O él vive o lo hago yo. Escoge…
Lloré.
—No puedo elegir. Ambos son importantes para mí.
Karina sonrió.
Pero no fue una sonrisa de felicidad.
—Nunca te pediría que eligieras entre tu hermano y yo, solo bromeaba.
—Te amo. – dije. — Por favor, quédate. No tienes que ir sola, lo resolveremos.
—Sabes cuanto te amo. Me alegraría que TaeHyun no fuera el asesino. Te prometo que lo verás aquí dentro de una hora.
—¿Qué pasará contigo?
—Es una apuesta, Cotton-Candy. Una vida por otra cosa. Eso es lo que quiere el asesino.
—Karina, por favor, déjame ir contigo.
Parecía dudar, pero ella ya había tomado una decisión.
—No quiero verte lastimada.
Antes de que tuviera tiempo de reaccionar, ya se había dirigido hacia la puerta.
—Lo siento, Winnie.
Cerró la puerta detrás de ella.
—¡Rina! – grité mientras corría hacia la puerta.
Oí el giro de la cerradura.
—Por favor, déjame salir.
Intenté girar la perilla pero me había encerrado.
¿Qué se suponía que debía de hacer ahora?
No podía salir de la habitación a menos que la policía me encontrará.
𝑃𝑖𝑒𝑛𝑠𝑎, 𝑊𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟, 𝑝𝑖𝑒𝑛𝑠𝑎.
𝑃𝑖𝑒𝑛𝑠𝑎.
El teléfono.
Todavía lo tenía conmigo.
Karina se había olvidado de llevárselo.
Lo encontré en la mesa y llamé a JiMin.
Respondió la llamada en el segundo timbre.
—¿Winter?
—¡JiMin! No te llamaría si esto no fuera importante.
—¿Qué pasó? – preguntó.
—Prométeme que no informaras de esto al departamento de policía.
—Está bien, está bien. Solo dime. – JiMin se estaba impacientando.
Le expliqué sobre la llamada que me hizo TaeHyun y la dirección que me había dado y también lo que Karina planeaba hacer.
—¿¡Está jodidamente loca!? ¡Se supone que debe informarme antes de actuar por su cuenta! ¡Cree que es un maldito héroe!
—¿Es posible que vengas aquí y abras la puerta? Me dejó encerrada.
JiMin se quedó en silencio por un rato. — Si Karina no quiere que te involucres, entonces creo que sería mejor que no hiciera eso y solo yo la ayudará.
—No lo entiendes. Es mi hermano. Si ha matado a esa gente, existe la posibilidad de que me escuche y no lastime a Karina. Por favor. – le supliqué.
—Está bien. Estoy en camino.
—¡Estás hecha un desastre! – le dije a JiMin mientras me deslizaba en el asiento del acompañante de su auto.
Su cabello oscuro estaba despeinado y sus ojos tenían bolsas bajo ellos como si no hubiera dormido en las últimas setenta y dos horas.
Y llevaba la chaqueta azul del FBI.
Nunca la había visto con uniforme antes.
—Gracias, te ves aún peor. – replicó JiMin, no podía faltar el humor en su tono.
—Vaya, JiMin, gracias por el cumplido.
Mi mirada se posó en el medio del coche, tomó la taza de café de Dunkin' Donuts y bebió un sorbo, luego dió un gran bocado a la dona glaseada con azúcar que rezumaba al llenarse una mermelada.
La miré con incredulidad.
Señaló la caja, sus labios cubiertos de azúcar. — Toma una, te vendría bien.
—¿Estás bromeando? La vida de tu hermana está en peligro.
—¿Y? ¿Se supone que por eso no puedo comer donas o tomar mi café? – preguntó. — ¿Te das cuenta de cuántas horas pasó en este auto mirando y esperando en los lugares más sombríos para que los delincuentes cometan hasta los más mínimos errores? Tengo que alimentarme y el café es mi mejor amigo.
Reprimí un giro de ojos y miré la dirección en mi mano. — Es en Garden Avenue.
JiMin frunció el ceño. — ¿No es esa la ciudad vecina abandonada?
—Bueno, ese es exactamente el punto. Cualquiera que puede gritar o pedir ayuda no será escuchado porque no habrá nadie en millas.
—Cierto, ¿puedo ser honesta contigo? – preguntó.
Le di una sonrisa. — No hay nada que me guste más que la honestidad.
—¿Cómo puedo estar segura de que no estoy conduciendo a una trampa? – preguntó, echándome una mirada furtiva y luego volviendo la vista hacia la carretera.
—¿Perdón?
—Por lo que sé, tal vez Karina ni siquiera esté en ese lugar. Tal vez tú y TaeHyun planearon todo este asunto de la dirección para que yo condujera ahí por mi cuenta, así que naturalmente sería un cebo para llevar a Karina allí.
Me eché a reír.
No pude evitarlo.
—Eres inteligente, porque eso es lo que justamente estoy haciendo.
Hubo un silencio incómodo en el auto y luego le di un golpecito en el costado de su cabeza con el pulgar y el índice.
—Eres realmente ingenua, me hace preguntarme cómo fue que te convertiste en una agente especial.
—Bueno, ¿qué puedo decir? Soy realmente inteligente. – dijo en un falso tono engreído.
—Sabías sobre TaeHyun y, sin embargo, nunca me lo dijiste. – dije.
Se encogió de hombros. — Bueno, sé que a una hermana no le agradaría saber que su hermanito es un adicto a las drogas. Pensé que hablaría contigo cuando las cosas se calmaron un poco. Eventualmente, un agente de la DEA lo interrogará.
Asentí.
—Es difícil, ya sabes… – contuve un sollozo. — Espero que no haya hecho daño a la gente. Me hace preguntarme si me equivoqué en algún lugar, si sucedió porque no le estaba prestando atención…
Tomó mi mano que estaba descansando en el asiento y le dio un pequeño apretón tranquilizador. — Tienes casi la misma edad que él, Winter. Ten un poco de calma. Además, si un hermano se pudre, no es culpa de las hermanas mayores.
Decidió cambiar de tema.
—Entonces, ¿cómo van las cosas con esa otra doctora? Aeri Uchinaga ¿verdad?
—Ha sido bastante amigable últimamente, lo que me hace sospechar.
Abrí Google maps en mi teléfono. La batería solo tenía el diez por ciento, y no había cargador en el auto de JiMin..
No era estúpida, pero me di cuenta de que JiMin pensaba que lo era.
Se estaba desviando del camino real al involucrarme en una charla frívola, aunque si tenía que admitir que fue amable y me dió palabras de aliento.
—Sabes que no es el camino a Garden Avenue ¿verdad? – señalé y luego le pregunté. — ¿A dónde me llevas, JiMin?
Se aclaró la garganta. — Te lo dije antes, no puedo involucrarte en eso, y sé que mi hermana querría lo mismo.
—JiMin, hicimos un trato, iríamos juntas y me quedaría en el auto.
—Cambié de opinión. – dijo simplemente. — La última vez que fuimos juntas, te dije que te quedarás en el auto. Sabemos cómo resultó eso, Karina recibió un disparo y casi muere.
—Bueno, eso no va a volver a suceder. – dije.
—No. Vas. A. Ir. Allí. – dijo cada palabra lentamente como si yo fuera una bebé y me fuera difícil comprender una oración completa. — Y eso es definitivo.
Bueno, realmente no tenía otra opción ¿o sí?
Su rostro se encontró con su arma en mi mano. La cargué con una ronda de balas que encajó perfectamente en su lugar.
Las expresiones de JiMin pasaron de engreídas a serías en pocos minutos. Cómo era de esperar, el miedo ni siquiera cruzó sus rasgos.
—¡Estás amenazando con un arma en la cara de un agente federal! ¿Entiendes que es una falta grave? – JiMin me preguntó, su voz tan gris como el hielo.
—No me queda otra opción. – le apunté con el arma. — Vas a conducir hacia Garden Avenue, y me llevarás contigo.
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