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𝙲𝙰𝙿𝙸𝚃𝚄𝙻𝙾 40

—Tienes que sacarme de aquí. – dije.

—No ahora, Minjeong. No puedo. – dijo JiMin. — Es más seguro para ti que permanezcas en las instalaciones. Hay guardias afuera. Estás a salvó allí. La policía está persiguiendo a TaeHyun. Tan pronto como lo tengamos bajo custodia y obtengamos una confesión de él, irá a prisión.

—¿Entonces me dejarás aquí?

—No tenemos otra opción. Karina está despierta y yo tengo suficiente presión del jefe para encontrar al asesino, cerrar este caso y seguir adelante. No puedo dejar que trates de ayudarme solo para que te metas en más problemas.

Nunca había escuchado a JiMin más enojada en su vida.

—Además, eres la hermana de TaeHyun, eso te convierte en sospechosa.

—Es gracioso cómo cambian mis roles. Pasé de ser una víctima inocente a una asesina lunática con lagunas mentales para ahora convertirme en una sospechosa que apoyó a su hermano en los asesinatos. Eso es muy bueno. Supongo que el FBI puede aprender a mantener cierta consistencia.

—Estoy haciendo mi trabajo.

—Mira, JiMin…

Colgó antes de que pudiera pronunciar otra palabra.

Estaba completamente sola ahora, en el sentido literal. Incluso SeokJin estaba involucrado en esto ahora, porque fui lo suficientemente tonta como para enviarlo a mi departamento. Si algo le pasaba a SeokJin, no creía que fuera capaz de perdonarme a mí misma.

Ese día, después de la cena, antes de que pudiera irme a la cama, levanté la silla que había en la esquina de la habitación y la puse contra la ventana.

Subí e intente abrir la cerradura de los barrotes.

No fue fácil. Todas esas cosas que mostraban en los programas de televisión sobre escapes fueron un montón de tonterías.

Solo termine jadeando y sintiéndome agotada.

Si fuera Karina, estoy segura de que ya hubiera encontrado una manera de salir del asilo sin pestañear.

—¿Necesitas ayuda para salir? – JaeHyun, el enfermero, preguntó.

Me asusté y la silla se desplomó en el proceso.

Estaba tan atrapada en mis pensamientos que ni siquiera lo había oído abrir la puerta y entrar.

—¿Me ayudarás? – le pregunté a pesar de que JaeHyun era literalmente la última persona de la que quería ayuda.

Se sabía que JaeHyun era un mujeriego, y estaba el hecho de que era popular entre las mujeres por todas las razones equivocadas.

Había escuchado entre compañeros que a veces entraba en la habitación de algún paciente por un buen polvo.

Recientemente, lo había visto cerca en más de una ocasión y eso hacía que mi piel se erizara.

Él sonrió, el tipo de sonrisa que me hacía querer darle un puñetazo. — ¿Qué obtengo a cambio?

—¿Qué deseas? – pregunté.

Me miró de arriba a abajo. — A ver. Sacarte del asilo sin ser visto tendría un precio alto. Si pudieras abrir tu blusa y dejar que te chupe las tetas, lo consideraré.

—Estás bromeando. – dije. — Tengo algo de dinero, puedo darte eso.

Ni siquiera estaba escuchando.

—O podrías dejar que te folle y te sacaré de aquí de una manera agradable y fácil. – sus ojos me miraron con avidez.

—¿O que tal si sales de mi habitación y te vas al carajo? – pregunté. — Creo que eso sería aún mejor.

El color desapareció de su rostro, creo que estaba acostumbrado a salirse con la suya.

Cerró la puerta detrás de él murmurando algo.

Pasaron tres días y no había tenido noticias de nadie.

Quería ver a Karina más que a nada.

Me sentí aliviada al saber que estaba bien y que estaba despierta. Si al menos me hubiera llamado una vez…

Solo quería escuchar su voz.

Los médicos aquí estaban siendo amables, pero no me gustaba la forma en que me miraban, como si realmente hubiera algo malo conmigo.

Una enfermera dijo que los pacientes que parecían normales en realidad eran los más perturbados. Le aseguré al médico que estaba completamente normal y que estaba atrapada aquí debido a un mal entendido.

Ellos no me creyeron.

Esa noche comí ensalada de huevo, y luego ví algo de televisión en la sala de ocio, esperando que las enfermeras me avisaran que había recibido una llamada de Karina.

Decidí tomar un baño antes de irme a la cama, ya que la mayoría de pacientes se habían bañado antes que yo, cuando fui a ducharme, el agua ya estaba fría.

Me di cuenta de que me había quedado sin suerte hacía mucho tiempo.

Me fui a dormir pensando en Rina y mi hermano.

Me pregunté qué estaría haciendo Tae.

Si estaba huyendo de la policía o si lo habían atrapado, esperaba que lo hicieran para que todo esto llegará a su fin.

Deseé que TaeHyun no hubiera matado a esa gente y que todo fuera un mal entendido. Y luego finalmente podría dormir en mi cómoda cama otra vez, tal vez podría tener una vida normal con Karina.

¿Cómo sería salir con ella?

Me preguntaba.

¿Qué clase de novia era Karina?

¿Me preguntaría qué preferiría comer o pediría algo para las dos?

Me deslicé en un sueño dónde todo estaba bien.

Luego me desperté cuando escuché la cerradura.

Mis ojos se abrieron y vi una silueta alta junto a la cama.

—Hola, preciosa. – susurró con voz sensual.

¿Karina?

Me tomó un segundo darme cuenta de que era JaeHyun.

Me senté erguida.

Todo el sueño me había abandonado por completo.

—¿Qué estás haciendo aquí, JaeHyun?

Él siguió mirándome fijamente durante un tiempo espeluznante.

El reloj de la pared marcaba las tres y media.

Tenía la sensación de que algo malo iba a pasar.

El tic tac del reloj era el único sonido en la habitación.

Se puso un dedo en los labios y acercó su cara a la mía. — Shh… baja la voz.

Estaba borracho, podía oler el alcohol en su aliento.

Lo empuje lejos. — ¡Sal de aquí!

Él no se movió. — Solo quiero follarte una vez. Solo una vez.

Antes de que pudiera hacer nada, me dió la vuelta y me apoyó boca abajo contra el colchón hasta que me sofocó por completo.

Mi uniforme del hospital estaba enrollado, y se escuchó el sonido de una cremallera, mis gritos siendo amortiguados por las almohadas.

Intenté golpearlo, pero al estar en una posición incómoda con la cara hacia abajo, no podía hacer nada.

—Se acabará en un segundo, nena. Si puedes jodidamente cooperar, no tendría por qué hacerte daño.

Luché por soltarme, pero fue difícil porque sus dedos estaban cavando en mis muñecas.

—¡Ayuda! ¡Por favor! – grité.

Nadie podría escucharme aquí.

Este tipo iba a arruinar mi vida en cuestión de minutos y no podía dejar que eso sucediera.

Reuní tanta energía como necesitaba y le di una patada fuerte dónde el sol no brillaba.

JaeHyun tropezó y cayó al suelo, sujetándose la ingle y lanzando una serie de maldiciones.

Me puse de pie y quise correr cuando sentí su agarre en mi tobillo, me dió un tirón y ahí fue cuando perdí el equilibrio.

Él me derribó.

Alcancé la pesada lámpara de la mesita de noche y la giré hacia él.

Hubo un sonido sordo y repugnante, y posiblemente un crujido de huesos.

—No soy tu puta. – mi voz era amenazadora para mis propios oídos.

Gritó por el dolor o la rabia, no estaba segura.

Sentí el rocío de algo mojado en mi cara, pero se había sentido tan bien golpearlo, y el sonido era tan satisfactorio como el infierno.

Seguí golpeándolo hasta que su cara estaba ensangrentada y estaba acostado en el suelo.

Me había subestimado.

Me quedé allí en la oscuridad con la lámpara manchada en mi mano.

Estaba jadeando, y luego me reía.

Estaba perdiendo la cordura.

Sentí una mano en mi hombro y estaba lista para girar la lámpara hacia la persona, pero me detuve.

Me quedé mirando una cara familiar.

Podía reconocer esos ojos verdes ardientes incluso en la oscuridad, esos mismos ojos que me miraban como si significara el mundo para ella.

Karina.

Las lágrimas brotaron de mis ojos.

¿Estaba alucinando?

Tal vez esta mujer era alguien más y yo estaba viendo a Rina porque eso es lo que mi mente y corazón querían que yo viera.

Y luego me tocó la mejilla y supe que esto no era una alucinación o algún sueño.

Había perdido peso, pero aún así se veía sexy como el infierno con una boca que estaba destinada al pecado.

Ella podría haber sido el mismísimo Lucifer con el brillo del peligro en sus ojos.

—Minjeong…

—Él… él intentó violarme y yo… tenía tanta rabia que ni siquiera me di cuenta de lo que estaba haciendo. No quise matarlo; no soy la asesina… – yo estaba murmurando, tartamudeando.

—Winnie… – ella repitió.

—No debería estar aquí. TaeHyun dijo que yo maté a esas personas y luego SeokJin está en cuidados intensivos en el hospital por mi culpa. Nadie confiaba en mí. Y tú… estabas en coma…

—Winnie, escúchame.

—¿Qué estás haciendo aquí, Karina? ¿No deberías estar en el hospital? Tienes que confiar en mí. Yo no maté…

Me detuvo de chillar con sus labios contra los míos en un duro beso.

Sus dedos mantuvieron mi cara en su lugar.

Abrí mi boca para darle más acceso mientras su lengua trataba de buscar la entrada, gemí cuando hizo cosas deliciosas con su lengua.

Su boca fue totalmente despiadada y me encantó.

Sabía mejor que el chocolate.

Mis rodillas se estaban debilitando, así que tuve que aferrarme a sus fuertes hombros para apoyarme.

Nada más importaba.

Karina fue la que se apartó primero, e inmediatamente extrañe sus labios sobre los míos.

Las dos estábamos sin aliento, y me sentía un poco mareada.

Karina miró a JaeHyun y oí al hombre gemir en el suelo.

Mi primera reacción fue: "¿Por qué diablos seguía vivo?

Y la otra fui yo alegrandome de no ir a la cárcel por un asesinato.

—Fuiste muy valiente. – Karina dijo, sus ojos brillaban con intensidad. — Mi pequeña Winnie, estoy muy orgullosa de ti.

Me lancé hacia sus brazos y lloré sobre su pecho, soltando sollozos incontrolables.

Me alegré mucho de que estuviera aquí; se sentía como si me hubieran quitado un peso grande de encima.

Finalmente pude respirar libremente.

—Estas aquí. Realmente estás aquí conmigo. – susurré, ahuecando su rostro con ambas manos.

Tocando su mejilla, la manche de sangre.

Lo que realmente quería hacer era besarla de nuevo.

En cambio, le pregunté: — ¿Cómo me encontraste?

—JiMin me informó todos los detalles, todo lo que sucedió mientras estaba en coma. – explicó Karina. — Al principio tuve dificultades con mis recuerdos, pero todo comenzó a volver lentamente. Me dijeron dónde encontrarte. Aquí no estás a salvo. Te llevaré a un lugar seguro donde el asesino no pueda encontrarte.

Agarré su chaqueta y sacudí la cabeza. — No me dejaran salir de este lugar.

Sacó un montón de papeles de su chaqueta. — Tengo la firma del médico jefe.

La miré fijamente. — ¿Falsificaste la firma, Rina?

Sus labios se rompieron en una sonrisa maliciosa. — Necesitas salir de aquí. No preguntes cómo o por qué. Ahora vámonos.

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