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Querida audiencia

En retrospectiva, ya no puedo hablar de Jungkook como si siguiera odiando acompañarlo a las fiestas, pero en ese entonces, estoy seguro de que me habré quejado al menos diez veces de camino a esa fiesta.

Cualquiera que me conozca sabe que no soy alguien que sobresalga, al menos no a propósito, soy todo lo opuesto a un cliché y lo agradezco, porque los odio, pero bien dicen que nunca debes decir nunca, porque al parecer todos podemos tener nuestro momento estelar en algún punto de nuestra vida.

Todo comenzó aquella noche de verano, lo sé, suena a ese estúpido cliché de adolescentes, pero viéndolo como lo que es: un recuerdo, eso es justo lo que era, el puto cliché más asquerosamente trillado del mundo.

Por ese entonces yo tenía diecisiete, quizá dieciocho años, no estoy seguro. Mi hermanito, el chico popularidad y rompecorazones de la preparatoria, había sido invitado a una fiesta por, y cito sus palabras: "el chico más jodidamente guapo, sexy y maravilloso de toda la puñetera escuela".

Y ya sé lo que van a decir: pero Hoseok, si era un rompecorazones, ¿cómo es que decía algo así de alguien? Precisamente por eso, porque Jungkook vivía enamorado del "jodidamente guapo" Kim idiota Joon, un chico de mi edad que llevaba un año adelantado, así que ya estaba en la universidad. Jungkook rechazaba a todo aquél que se acercara con alguna intención romántica, por culpa de ese sesos de atún. Aún recuerdo que tuve que moler a golpes a ese tal Bambam, y todo porque el chico no tuvo la decencia de preguntarle a su hermanita Lalisa por qué había llegado llorando aquella tarde, creyendo que mi hermano le había hecho algo malo cuando él solo la rechazó muy amablemente.

Voy a parar aquí, porque estoy hablando más de ese pequeño mocoso que de mí, pero cabe mencionar que todos los chicos y chicas que intentaban algo con Jungkook terminaban en el cesto de los rechazados o convirtiéndose en sus amigos, tal es el caso de Taehyung y Jimin, que después se hicieron mejores amigos, con el tema en común de haber sido rechazados por Jungkook. Incluso formaron un club en el que daban terapia grupal, fue la sensación por un tiempo.

Ahora que he dejado en claro lo popular que es mi hermanito, pasemos a mi.

En esa fatídica y calurosa noche de viernes, los universitarios hacían una fiesta para festejar el inicio de clases de la siguiente semana, lo que significaba cantidades mortalmente industriales de alcohol ilegal, marihuana, sexo y juegos hasta el amanecer.

Ese sin duda era el ambiente de Jungkook, pero no el mío, yo tenía un récord muy parecido de rechazos, pero a diferencia de él, era a mí a quien rechazaban, yo prefería jugar videojuegos hasta el amanecer, platicar con el team que me había conseguido en línea y comer chuches hasta hartarme; pero al ser el mayor, todas las fiestas a las que el niño quisiera ir, su perro guardián debía acompañarlo.

Así que en mi contra y muy a mi pesar, fui arrastrado hasta aquél lugar espectacularmente hermoso: una casa de dos pisos, muy americana y con más habitaciones que habitantes.

¿De quién era? No tengo idea, pero los universitarios habían estado recaudando dinero para poder hacer ahí la fiesta, o eso me contaron una noche de borrachera entre graduados.

Ahora, no se molesten en juzgarme y reprender a mi hermanito o mis padres, la mayoría de nosotros, incluso ustedes que me leen, hemos hecho cosas que en teoría, son ilegales a nuestra edad, así que a sabiendas de eso, mis padres preferían que nos divirtieramos sin mentirles y acompañados.

Dicho esto, continúo: El olor a marihuana era... no voy a decir asqueroso, pero sí fuerte incluso estando al aire libre, eso es lo primero que noté al entrar al jardín. Lo segundo fue la música, en extremo alta y aturdidora, cimbrando los cristales de las ventanas. Adentro todo el mundo gritaba y reía, no había nadie que no tuviera un vaso con, muy seguramente, alcohol en la mano. ¡Y solo eran las ocho de la noche!

Era fácil distinguir a los universitarios, incluso los de primer año como Namjoon, ¿por qué? Simple, todos tenían esa estúpida chaqueta que yo creía solo existía en las películas. Era color lila, un color bastante extraño si me lo preguntan.

En las películas casi siempre son azules, negras, rojo vino, morado vibrante, pero ¿lila?

—Kookie ¿cómo carajo acabamos aquí? Quiero decir... ¿en qué momento ese idiota pudo acercarse a ti? —le pregunté a gritos una vez entramos al corazón de la bulla, observando su rostro emocionado de ojos brillantes y enormes.

—Primero que nada, no me llames Kookie aquí, díme Jk —respondió sin mirarme, ni siquiera cuando una risa baja se me escapó de entre los labios —; segundo, no es un idiota, deja de llamarlo así, que sea popular y le guste a todos no lo hace un idiota; tercero y más importante, da igual cómo, por qué o cuándo, lo importante es divertirnos.

Él iba a salir corriendo hacia la barra de bebidas, pero lo detuve en seco jalandolo del brazo.

—De acuerdo yeikei, acabo de darme cuenta de que caí en tu juego, porque nadie te invitó ¿no es así? Acabas de colarnos en una fiesta de universitarios a la que no fuimos invitados.

—Relájate, estás a seis meses de pasar a la universidad, nadie nos notará —dijo rodando los ojos —, además, Namjoon tiene tu misma edad, no es algo inusual.

—De acuerdo, pero si algo pasa, dejaré que te partan la cara y huiré. —Él se encogió de hombros, restándole importancia a mi amenaza.

—Mantente al pendiente del celular, yo lo estaré por si necesitas que te rescate —dijo con burla.

Y sin más, se alejó de mí, dejándome completamente solo.

Ese no era mi ambiente, sigue sin serlo, pero en esos años lo era aún menos, por lo que mientras lo veía desaparecer entre los que bailaban, yo preferí salir, intentando buscar una zona más tranquila y con menos gente, grave error.

El aire fresco golpeó mi rostro como si hubiese estado dentro de la casa por años, permitiéndome oler algo que no era alcohol y sudor combinado con demasiados perfumes.

Caminé por todo el lugar durante lo que me parecieron horas, encontrándome con un pequeño y tierno laberinto hecho de arbustos bajos que apenas me llegaban a la rodilla, imitando a todos esos gigantescos e imponentes laberintos de los clichés que hablan sobre la realeza.

Jugué un rato con él, caminando entre los sinuosos pasillos, tropezando con algunas raíces hasta llegar al centro para luego volver a salir saltando los pequeños árboles, tomando mi propio atajo.

Me reí de mi soledad y lo ridículo que debía verme, por lo que continué caminando, arrugando cada vez más la nariz por lo intenso que se volvía el aroma a hierba.

Para cuando volví a pararme frente a la entrada de aquella mansión había pasado apenas una hora y media desde que Jungkook me abandonó, mi boca estaba seca y me sentía algo mareado, por lo que entré a beber algo, acercándome hasta la mesa de las bebidas en busca de algo decente.

—¡Sí viniste! —gritaron detrás de mí mientras me pasaban un brazo por los hombros, haciéndome perder un poco el equilibrio —. Tú no eres Kai.

Enarqué una ceja ante el chico pelinegro que me miraba con algo de dificultad. Su aliento apestaba a alcohol.

—No, no lo soy —respondí con calma, sacándome su brazo de encima.

—Lo siento hermano, es solo que tienen el mismo tono castaño y ese trasero lindo que tanto me gusta —dijo con simpleza, seguido de una risa corta —, como sea, un gusto conocerte.

No tuve tiempo de responder, el chico se alejó sin más, volviendo a dejarme "solo".

Me serví un vaso de lo que parecía ser jugo de arándanos, olía dulce, agrio y lo más importante: libre de alcohol.

Bebí sin parar del vaso enorme y rojo, tratando de quitar la resequedad en mi lengua, pero incluso luego de terminarlo seguía igual, así que me serví más, bebiendo más despacio mientras iba hacia la cocina.

Por alguna razón me sentía más en confianza, así que cuando mi estómago rugió pidiendo comida, se me hizo fácil entrar a esa habitación, casi vacía y en paz en comparación al resto de la casa, para prepararme un sándwich... o quizá fueron cuatro, o diez cuando entraron dos chicas de apariencia amigable, tomadas de la mano y muy sonrientes.

—Siempre son una locura las fiestas del trío platino ¿no? —preguntó una de ellas mientras me veía a los ojos, agitando su rubia cabellera para ponerla toda sobre su hombro derecho.

—No sabría decirlo, es mi primera vez aquí y no tengo idea ni de quién me hablas —respondí untando mostaza a una de las rebanadas de pan.

—Me estás diciendo que no conoces a Namjoon, Yoongi y Seokjin, ¿pero vienes a su fiesta, fumas su hierba, bebes su alcohol y husmeas en su alacena para prepararte un sándwich? —me dijo la otra chica de cabello negro y sedoso —. Eres atrevido, me agradas.

Me encogí de hombros sin entender del todo lo que decía, solo podía pensar en qué tan bien podría saber untar miel y espolvorear almendras sobre mi pan con mostaza y jamón.

—¿Quieren uno? —pregunté luego de dar una mordida a aquella obra maestra recién creada.

La rubia rió por lo bajo, soltando al fin la mano de su novia.

—Claro, pero el mío solo con mayonesa y jamón está bien, ahorrate los pepinillos, la mostaza, la miel y lo que sea que le hayas puesto al tuyo.

—Yo igual, la verdad es que no se me antoja indigestarme esta noche —dijo la pelinegra, saltando sobre la barra para sentarse.

Hice lo que me pidieron, sumamente concentrado y tratando de lucir como todo un chef.

Aquella noche conocí a quienes serían dos de mis mejores amigas: Moonbyul y Yongsun. Claro que en ese entonces no sabía ni sus nombres, pero eran detalles que se resolverían con el tiempo.

Los tres comimos nuestros sandwiches mientras hablábamos de lo terrible que había sido el calor de este verano y lo poco que pudimos salir debido a eso, organizando una salida a algún parque acuático como si nos conociéramos de toda la vida.

Para cuando vi el reloj de nuevo ya era media noche, había encontrado más de aquella bebida en el refrigerador, embotellada en un recipiente de al menos diez litros, por lo que los cuatro vasos que le siguieron al segundo no tuve que servirlos fuera de la cocina.

En algún punto de la noche comenzaron los problemas, pues a la una de la mañana Jungkook entró corriendo, quedándose estático al verme comer mi cuarto sándwich de miel y jamón con total tranquilidad.

—¿Qué? —pregunté con agresividad, sintiéndome juzgado por su mirada—, ¿quieres uno acaso?

—Escuché que un castaño con cara de idiota se estaba peleando con alguien afuera y creí que eras tú, pero no, así que le pregunté a Bambam si te había visto y me mandó hacia acá.

—¿Él está aquí? Seguro Kai se está peleando con alguien, ¿por qué no quieres uno de mis sándwiches? —respondí dando la última mordida al alimento.

Jungkook frunció el ceño con desagrado cuando un hilo pegajoso de miel y mostaza me escurrió por los dedos, pero fue la rubia quien habló.

—¿Conoces a Kai? —negué en silencio, chupando aquél elixir de mi mano.

—Hace un rato me confundieron con él y creí que hablábamos de nuevo sobre ese castaño —respondí.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué mi hermano está tan drogado? ¿Eso es alcohol, Hoseok? —preguntó Jungkook acercándose hasta mí para oler mi bebida.

—¡Claro que no! Sabes que no me gusta beber, y no estoy drogado —me defendí, quitándole el vaso de las manos para beber todo el contenido de un trago.

—Hobi, eso es vodka con jugo de arándano y tus ojos rojos casi cerrados dicen lo contrario a ese "no estoy drogado". ¿Quién fue?

Jungkook giró hacia las chicas, interrogándolas con la mirada, por lo que tuve que pararme entre ambos para volver a ver a mi hermano de frente.

—Jungkook, no soy un puto niño ¿Sí? No me drogué ni lo hicieron ellas, seguro fue por todo el humo que respiré luego de caminar por el jardín, el vodka... sabía bien así que da igual si tiene alcohol, ve a divertirte y déjame disfrutar esto por primera vez en mi vida.

—Solo ten cuidado Hobi, ni siquiera sabes qué tanto alcohol puedes beber sin vomitar —murmuró él antes de volver a perderse entre el gentío.

Luego de la pelea casi la mitad de las personas se fue, hasta la fecha sigo sin saber por qué, hay rumores que dicen algo sobre que Namjoon se acostó con el hermano de Kai, otros dicen que Rose le mintió a su novio diciéndole que Kai le coqueteaba, casualmente el hermano es primo de Seokjin y... bueno da igual, no voy a enredarlos con algo que ni yo entiendo, el punto es que de las doscientas personas que había, quedaron al menos ciento cincuenta, quizá menos, y aún menos las que estaban más o menos conscientes.

En el jardín estaban los fumados, viendo las estrellas y hablando de cosas que solo ellos entendían, en los pisos superiores estaban los hormonales que se sentían ricitos de oro, probando cada cama y rincón de la habitación hasta dar con su preferida, en la parte de abajo estaban quienes bailaban y bebían a un ritmo difícil de seguir.

Mi cuerpo se sentía pesado mientras mis pies me llevaban hasta el sofá, seguido por la pareja que acababa de conocer.

Nadie nos prestaba atención, por lo que nos divertimos observando y juzgando a todos los que bailaban o se tambaleaban en la improvisada pista.

—Un shot de vodka a que no bailas mejor que él —reté a la pelinegra, días después supe que se llama Moonbyul, mientras veíamos a un chico tratar de bailar electrónica de una forma brusca y descoordinada.

Ella aceptó de inmediato, parándose frente a mí y comenzando a moverse con ritmo fluido e hipnotizante, motivada por los gritos de la rubia, Yongsun, ganándose la atención de más personas de alrededor.

De un momento a otro ya no éramos solo tres, sino treinta o quizá más, aplaudiendo y pidiendo más música para seguir con la batalla de baile.

Jungkook fue uno de los más aclamados, recibiendo silbidos, aplausos y cumplidos. Los shots pasaron a ser premios en lugar de castigos, aunque ya nadie tenía vasos designados, recibiendo un trago directamente de la botella.

—El chico bonito no ha bailado ni una vez, eso no puede pasar —escuché a lo lejos, provocando que mi corazón latiera desenfrenado y las manos me sudaran.

—¡Sí! ¡Que baile! —gritó alguien más, incitando a todos a gritar lo mismo.

—¡Que baile! ¡Que baile! —animaron todos, mientras yo me hacía pequeño en mi lugar, deseando pasar desapercibido.

Ahora, cabe aclarar que ustedes me conocen, saben que bailo bien, pero eso es porque hay confianza, bailar frente a desconocidos nunca me ha atraído y aquél día no fue la excepción.

—¿Qué pasa? ¿Necesitas más valor? —preguntó uno de los universitarios de cabello platinado, sonriendo con burla.

—Vamos hermano, ya todos bailamos, no puedes ser peor que Jennie —secundó otro, pero ni siquiera pude responder, uno de los universitarios con chaqueta cliché ya estaba tirando de mi cabello para echar mi cabeza hacia atrás.

—Lo siento, desde que vi tu cuello quise hacer eso —murmuró contra mi oreja, provocando que lo observara de reojo.

Era Namjoon, no sé cómo lo reconocí, pero sabía que era él; mi hermano había mencionado algo sobre su piel morena y los hoyuelos en sus mejillas, así que o había muchos morenos con hoyuelos o el crush de mi hermanito estaba tirándome del cabello para estirar mi cuello hacia atrás mientras me coqueteaba descaradamente.

Me aparté de golpe, buscando a Jungkook con la mirada para no provocar incomodidad o malos entendidos entre nosotros, pero él me miraba con una sonrisa y el ánimo intacto.

—¿Qué pasa? Chico bonito, ¿no quieres bailar?

La atención de todos estaba puesta sobre mí, el silencio del lugar era casi total y los ojos de mis nuevas amigas me incitaban a unirme al resto.

No recuerdo qué fue lo que pensé en ese entonces, no tengo ni idea de qué fue lo que me motivó a hacer lo que hice, pero incluso si me dieran opciones, no cambiaría nada.

Tomé la botella de lo que creí que era vodka y bebí sin detenerme a pensarlo demasiado, ganándome silbidos, aplausos y ovaciones por el atrevimiento.

Alguien subió el volumen de la música y yo me trepé en la mesita que adornaba el centro de la sala, bailando sin cohibirme, aceptando y agradeciendo los ánimos de todos a mi alrededor.

Jungkook se acercó, tan sonriente y animado como siempre, a lo que yo respondí tirando de él para subirlo conmigo; él no se opuso ni un poco, comenzando a moverse al mismo ritmo que yo, imitando y siguiendo mis pasos a la perfección porque, después de todo, yo le había enseñado a bailar.

Sigo sin estar seguro de cuánto tiempo pasó, pero los flashes que vienen a mi mente parecen tan cortos y desdibujados que se sienten como fragmentos espaciados por apenas segundos.

Bailamos hasta que las piernas nos dolieron, rodeados de gente, alcohol y gritos; con las luces bajas y todo ese escenario cliché de las películas, me sentí eufórico y desinhibido hasta que las cincuenta personas que había, se convirtieron en veinte.

Para ese momento ya nadie bailaba, todos estábamos lánguidos y jadeantes en los sofás, la alfombra o donde se pudiera, casi encimados con tal de no alejarnos demasiado, pasándonos las botellas de vodka o whisky de mano en mano, rechazando o aceptando el porro que de vez en cuando llegaba hasta ti.

Alguien, una voz femenina y aguda fue la primera en romper el silencio.

—¡Juguemos verdad o reto! —gritó con euforia y acento extrangero.

Al levantar la cabeza de las piernas de mi hermano pude ver que, efectivamente, se trataba de una chica de rasgos latinos.

Hubo un murmullo en general para demostrar apoyo, provocando que todos nos removiesemos para dejar un hueco en el centro, en donde una de las muchas botellas fue dejada para comenzar a jugar.

Eso hizo que otros tantos se fueran del lugar, ya demasiado colocados o ebrios para soportar un puto juego de niños.

La emoción llenó el lugar mientras nos veíamos entre todos, ya nadie enfocaba bien la vista, eso es seguro, pero las sonrisas traviesas y el ambiente juguetón eran más que suficientes para continuar.

La primera en girar la botella fue la chica que sugirió todo, ganando la oportunidad de preguntar o retar a uno de los universitarios de chaquetas cliché.

—¡Seokjin! —gritó emocionada, ganándose una mirada de asco de parte del otro chico con cabello platinado —. Siempre he querido saber esto: ¿por qué se llaman el trío platino? ¿Quién puso el nombre?

—Esas son dos preguntas y ni siquiera me diste a elegir entre verdad o reto —se quejó el hombre, rodando los ojos —, pero como soy un dios generoso, te voy a responder ambas.

El silencio reinaba en el lugar, lo que me hizo pensar que todos ahí esperaban a oír la respuesta.

—Yo fui quien puso el nombre, somos platino porque eso es mejor que el oro y eso somos nosotros —respondió con simpleza y una sonrisa orgullosa en los labios, sin apartar los ojos de los de la chica, quien solo asintió, abriendo ligeramente la boca para emitir un sonido afirmativo.

Namjoon, Seokjin y otro chico con el mismo tono de cabello que los otros dos se sonrieron entre sí antes de que el recién interrogado girara la botella. Jungkook se puso recto en su lugar cuando la punta lo apuntó a él.

—El chico que nadie conoce y trajo a otro chico que nadie conoce... —murmuró Seokjin con una sonrisa macabra en los labios —, ¿qué castigo debería ponerte por colarte en nuestra fiesta?

Jungkook pasó la vista por todo el lugar muy a prisa, palideciendo de golpe para luego adquirir un violento rojo en todo el rostro.

—Y-yo —me miró en busca de apoyo, pero lo ignoré por completo, poniendo todo de mí en la actuación de mi vida para parecer tan intrigado como el resto.

Casi puedo asegurar que Jungkook me asesinó unas quince veces en su mente durante los dos segundos que mantuvo la mirada fija en la mía.

—Sí, tú chico bonito —dijo Namjoon con la vista fija en mi hermano, provocando que su sonrojo aumentara hasta hacerlo parecer un foquito de navidad.

—No era mi intención, fue un accidente —se excusó con voz tartamuda y tono rápido, cada vez más nervioso.

Aunque sigo sin estar seguro de si se debía a la atenta mirada de su crush sobre él o por las más de treinta personas que lo rodeaban.

—¿Y también fue un accidente beber más de media botella de vodka, comer pizza y bailar por más de dos horas? —se burló el moreno, haciendo reír a todos y que los otros dos chicos con cabello color plata vieran a mi hermano con una ceja levantada.

—N-no, nosotros... —comenzó para defenderse y yo me hice pequeño en mi lugar.

—No quiero excusas, así que esa es mi pregunta, quiero que me digas la verdad de por qué te colaste en una fiesta de la universidad cuando pareces mucho menor que nosotros —inquirió Seokjin.

Jungkook observó al chico por una fracción de segundos antes de que sus ojos se desviaran hacia el rostro de Namjoon, quien sonreía de manera coqueta y le guiñaba un ojo.

—Me dijeron que él estaría aquí —respondió mi hermano, completamente repuesto, sin titubear y tan seguro como si nada hubiese pasado y no tuviera más de diez pares de ojos viéndolo atentamente, señalando a Namjoon con la barbilla—, así que quise aprovechar la oportunidad de conocer a aquél a quien le haré competencia cuando entre a la universidad.

Un murmullo de sorpresa se extendió por el lugar mientras todos intercalaban la mirada entre Namjoon y mi hermano.

—¿Querías conocer a la competencia con mucha antelación? —preguntó el moreno sin quitar la sonrisa coqueta de su rostro, recibiendo un encogimiento de hombros de parte de mi hermano —. Eso es inusual, pero lo acepto.

—¿Qué? —preguntó alguien más y los rostros desconcertados del resto me hicieron saber que nadie esperaba esa respuesta.

—Sí, me gusta la sinceridad, la seguridad y una competencia limpia, si hubiese dicho alguna tontería como que le gustaba alguno de los tres y quería venir a probar suerte a nuestra fiesta, ya lo habría echado —aclaró con simpleza el de hoyuelos.

El tema quedó zanjado ahí mientras el juego continuaba, yo me divertía viendo a todos girar la botella, feliz de no ser seleccionado para hacer o decir algo ni tener que preguntar nada, pero como todos los clichés habido y por haber, mi suerte no podía ser tan buena, por lo que a la tercera, quizá cuarta ronda, en donde ya había más botellas vacías que personas, esa racha terminó.

—No creas que pasabas desapercibido, bonito —me dijo Namjoon con el rostro burlón, masajeando su barbilla para hacer como que pensaba—. Me pregunto qué debería ponerte.

—¿Por qué no empezamos con lo interesante? —sugirió Jin en voz baja—, que pase con Yoongi al armario y hagan lo que quieran.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté a la defensiva, sintiendo mi corazón martillar mis oídos.

Todos los presentes, o al menos los pocos que quedaban conscientes, hicieron un poco de bulla mientras el otro chico de cabello color plata me miraba de arriba abajo, con una clara mueca de desprecio y aburrimiento impresa en el rostro.

—No creas que me encanta la idea, así que acabemos con esto y démosle gusto a este par de infantiles —me dijo Yoongi con voz baja y gruesa.

Creo que esa fue la primera vez que lo escuché hablar, quién diría que ese sonido pasaría a ser uno de mis favoritos en mucho tiempo.

Silbidos y aplausos sonaron por la sala mientras ambos caminábamos hasta la puerta que Seokjin había señalado.

—Después de ti —murmuró él aún en tono aburrido y bajo, abriendo la puerta para permitirme pasar, tan cerca de mí que su aliento me agitó el cabello y erizó los vellos de mi nuca.

Aún recuerdo cómo olía su aliento: menta fresca, quizá no había tomado o quizá era por las hojitas de aquella hierba que no paraba de masticar, lo que fuese, era cautivador, porque también había un sutil dulzor en aquél aroma que me hizo desear probar el sabor de ese vaho.

Tragué saliva con dificultad mientras me hacía pequeño y pasaba por debajo de su brazo, que sostenía la puerta abierta para mí. Levanté la vista al pasar por debajo, encontrando sus ojos fijos en mí.

¿Por qué estaba haciendo eso? Sigo sin saberlo, quizá por curiosidad, aburrimiento o porque el alcohol en mi sangre no me permitía pensar adecuadamente, lo que haya sido... me alegra que así pasara.

—Me siento como Harry Potter —dije en tono bajo mientras paseaba la mirada por el lugar.

Nada impresionante, era un armario debajo de las escaleras con un estante algo inestable y productos de limpieza acomodados por el suelo. Todo tenía polvo y había algunas cosas que parecía que, si llegabas a siquiera mirarlas demasiado, estas caerían estrepitosamente por lo mal colocadas que estaban.

—Genial, eres un friky de las novelas juveniles... ¿hay algo interesante con lo que podamos entretenernos mientras nos sacan de aquí?

Eso me ofendió, porque si bien sí era un poco rarito, no merecía que me hablaran así.

—Al menos no tengo cara de desvelarme matándome a pajas mientras veo hentai en mi computador —escupí con violencia, cruzándome de brazos.

—¿Hablas de mí? Apuesto a que tú ni siquiera has dado tu primer beso, tienes cara de ser un topito que se desvive jugando al LOL.

—Podría decir lo mismo —murmuré pasando mi vista por todo su cuerpo con cara de desprecio.

—Sí, pero a mí no se me nota, friky —se burló él.

—¿En serio? ¿Qué nivel eres? —la pregunta salió de mis labios sin querer, traicionando a mi expresión enfadada.

—Da igual, no quiero humillarte más.

—¡Tú sacaste el tema! Ahora responde —exigí descruzando los brazos, pero volviendo a tomar mi expresión dura.

—No quiero —respondió él, perdiendo un poco la sonrisa.

—Seguro eres un novato que no pasa de plata —chasquee la lengua y desvié la mirada, sonriendo con burla mientras lo veía perder por completo su sonrisa.

Creo que en ese momento me sentí triunfante, al menos un poco, porque en realidad y muy secretamente, yo ni siquiera jugaba ese tonto juego, pero era algo que jamás admitiría, no cuando él parecía tan consternado por la idea de ser un nivel tan bajo.

—¿Y tú qué? Al menos puedo decir que no tengo tiempo de jugar porque estoy muy ocupado con la universidad, siendo el defensa más popular de la liga de baloncesto, rompiendo corazones, saliendo con chicas y algunos chicos que llegan a estar a mi nivel— podría decir que eso hirió mi orgullo, pero estaría mintiendo.

—¡Soy feliz en mi mundo de esperanza y felicidad! ¿Algún problema? —grité, empujándolo con la palma de las manos sobre su pecho, pero él no se movió un centímetro, en cambio yo, intenté recuperar el equilibrio que aquél empujón me había quitado, pero el reducido espacio, sumado a los productos mal acomodados, me lo hicieron imposible.

Ya perdí la cuenta de cuántas cosas cliché habían pasado en toda la noche, pero esa sin duda fue la más asquerosamente cliché de todas.

Mis pies intentaron moverse sin éxito, mis rodillas se doblaron y la pared de atrás me chocó con la espalda, arrebatándome un poco de aliento. Mis manos volaron directas a su camiseta de algodón, estrujándola y jalandola para detener mi caída. Yoongi no se movió para ayudarme mientras me contorsionaba para no caer, pero tampoco hizo amago de sacarse mis manos de encima, lo cual agradecí en silencio.

Ya estaba por lograr recuperarme, cuando algo sobre mi cabeza crujió; creo que le había dado un golpe con la mano, porque después me salió un enorme moretón en la muñeca. Logré levantar la vista para ver cómo el estante se volcaba sobre mi cabeza.

Cerré los ojos con fuerza y me hice pequeño en mi lugar, esperando los golpes de aquellas cosas, pero nunca llegaron, en su lugar una esencia suave y cítrica invadió mis fosas nasales, así como una sensación cálida que solo el tener un cuerpo demasiado cerca te proporciona.

Al abrir los ojos de nuevo me di cuenta de que Yoongi se había puesto sobre mí, recibiendo los golpes sobre su espalda y el brazo que usaba para recargarse en la pared. Nuestros ojos se encontraron de nuevo, pero esta vez él me miraba con algo de preocupación desde su posición elevada, el pecho le subía y bajaba con velocidad y el aroma a menta me aturdía incluso más que si una de esas cosas me hubiese golpeado directo en la frente.

—¿Te golpeó algo? —preguntó con voz ronca y agitada, el ceño fruncido y su cuerpo aún inclinado sobre mí.

Negué despacio, apenas emitiendo sonidos negativos. Él iba a enderezarse, lo sé porque suspiró, levantó la cabeza y movió uno de sus pies, que chocó con el mío, lo que provocó que las suelas lisas de mis converse se resbalaran sobre el piso manchado con detergente seco y sepa dios qué más, lo que a su vez, me hizo terminar de caerme, trayéndolo conmigo directo al suelo.

Mi trasero dolió por el impacto, muchas más cosas cayeron a nuestro alrededor, los pies me chocaron con la puerta, abriéndola de golpe y Yoongi... Él cayó sobre mi abdomen, casi entrepierna, de sentón, arrancándome el aliento por su peso y la fuerza con la que había caído.

Afuera nos recibieron varios pares de ojos, pero contrario a lo que esperaba, ninguno estaba en la sala donde los habíamos dejado, todos nos rodeaban justo afuera de la puerta, como si hubiesen estado espiando.

—Vaya Yoon, siempre creí que serías el que da, aunque no me importa en lo absoluto ver que te gusta recibir, me facilitas las cosas por si algún día quiero confesarte mi deseo por ti —se burló Namjoon rompiendo el silencio del lugar.

Yoongi se removió sobre mí, pero no logró ponerse en pie, lastimándome en el proceso.

—Auch... espera, espera, no hagas... no, ¡Espera! —grité para hacerle saber que no funcionaba lo que sea que intentara.

—Lo siento —dijo en voz baja.

Creo que esa también fue la primera vez que lo vi sonrojarse, aunque tampoco puedo asegurarlo porque todos habíamos bebido alcohol.

Miré alrededor, ignorando a todos aquellos que nos observaban sin hacer nada al respecto.

—Jungkook, ayúdame —ordené cuando sus ojos aparecieron detrás de Namjoon.

El moreno nos vio a ambos por un segundo y luego se hizo a un lado para dejarlo pasar.

—¿Estás bien Hope? —preguntó él en tono preocupado— ¿Te hiciste daño?

—Lo sabré cuando salga de aquí— dije con dificultad por la falta de aire que tener a Yoongi sobre mí me provocaba —. Yoongi, intenta subir los pies a mi espalda, no pongas resistencia en el suelo, y tú Kook, jálame de los pies.

Me abracé al cuerpo esbelto del Yoongi, sintiendo sus músculos tensarse debajo de mi toque, su corazón acelerado contra mi oreja y ese delicioso aroma cítrico, fresco y de sensación cálida aturdirme de nuevo.

Jungkook hizo lo que pedí, jalándonos hasta poder sacarnos de aquél claustrofóbico rincón.

Yoongi se quitó de encima con un movimiento rápido y yo me quejé sonoramente por el dolor que eso me provocó. Todos nos observaban en silencio, a los tres, pero Yoongi solo observaba a mi hermano.

—Escucha, no pasó nada ahí dentro —empezó el mayor, ganándose una mirada asesina de parte de Jungkook.

—¿Ah no? Deja que él me lo diga y entonces decidiré si te parto la cara o no —arremetió él con un siseo.

Me puse en pie como pude, sobando mi trasero y mi muñeca, que por cierto, ahora que hago memoria, también tenía algo de sangre. Al verla, Jungkook abrió aún más los ojos avanzando con decisión para ir a golpear al de cabello gris, pero Namjoon se interpuso en su camino cubriendo a su amigo, mucho más bajo que él y Jungkook, con el cuerpo.

—Cálmate Jungkook, no pasó nada, solo me tropecé.

—Si él te hizo esto...

—Dije que no, basta ya —corté en seco.

La tensión se sentía alrededor, parecía como si el alcohol se hubiese evaporado de nuestros cuerpos y ahora todos estuviéramos cien por ciento conscientes, mientras Jungkook y yo discutíamos solo con la mirada y Namjoon protegía a Yoongi con el cuerpo, nadie emitía un solo sonido, como si temieran que a la mínima provocación, "el chico desconocido" le fuera a saltar encima a una de sus eminencias.

—Bien, si no hay nada qué discutir, vamos a seguir jugando —dijo Seokjin tras dar una palmada sobre el hombro de Jungkook y caminar hacia la sala de nuevo, rompiendo con la tensión.

Todos comenzaron a caminar tras él, pero mi hermano y yo nos quedamos atrás.

—¿Qué te pasa? —murmuré pegándome a su cabeza para que nadie nos escuchara.

—Nada, solo te cuido, no dejaré que por ser los populares te intimiden —respondió en un tono igual de bajo que el mío.

—No pasó nada ¿bien? No necesito que hagas todo un escándalo, pero gracias por cuidarme —él se separó de mí y asintió levemente, pellizcando una de mis mejillas como él sabía que me molestaba que lo hiciera.

Volvimos al círculo, ahora formado solo por siete personas.

Pasaron las horas y el amanecer cayó sobre nosotros sin que lo notáramos. A esas alturas ya solo nos pasábamos la botella restante, compitiendo por ver quién se dormía primero. Quedábamos solo cinco, los tres universitarios cliché, porque ese día también me enteré que Namjoon era jugador de fútbol americano y además un prodigio de las matemáticas, Seokjin era parte del club de teatro y presidente de la escuela y Yoongi, además de jugador estrella de baloncesto, también era bueno en música.

Jungkook y yo nos hacíamos cosquillas, molestábamos y golpeabamos para poder ganarles, porque de hacerlo, el premio sería un fin de semana en una casa en la playa que al parecer, Seokjin podía ofrecernos.

—¿Ustedes llevan mucho tiempo juntos? —preguntó Namjoon al aire, haciendo que Jungkook se quitara de encima mío y dejara de picarme las costillas para hacerme reír.

—¿Quienes? —respondió mi hermano con una mueca de duda.

—Ustedes dos, parecen muy... cercanos —dijo Yoongi levantándose del suelo.

Puse cara de asco, o eso es lo que me dicen ahora cada que sale el tema y yo, por lo que recuerdo, les creo sin dudarlo, pero no Jungkook, él siempre ha sido alguien que gusta de molestar a las personas, cosa que se le facilita por lo observador que es, así que me silenció hablando primero.

—Oh sí, lo somos, sus padres me adoran, de hecho, creo que soy el favorito, incluso criamos un cachorro juntos y cuando nos bañamos, suelo tallarle la espalda primero.

Sé que debí haberlo detenido, pero en ese momento ni siquiera podía pensar con claridad.

—Ya veo... —dijo Yoongi con rostro somnoliento y tono tan bajo que era casi un susurro—, me voy chicos, nos vemos otro día.

Se despidió mientras se levantaba del suelo y caminaba a la salida, seguido por Seokjin que lo detuvo antes de llegar a la puerta.

—¿A dónde vas?

—Muero de sueño Seokjin, no vale la pena que me quede aquí.

—¿Hablas en serio? ¿Solo por eso?

—¿Te parece poco?

Algo me decía que no hablaban de cuánto sueño podía soportar Yoongi, pero le resté importancia y aproveché el tiempo para hablar con Jungkook.

—Creo que también es hora de irnos Kook, mamá va a preocuparse y n...

—Espera... ¿mamá? ¿Son hermanos? —interrumpió Namjoon.

—Sí.

—No.

Respondimos al mismo tiempo Jungkook y yo. El moreno se palmeó la cara, pero ya no preguntó más.

—Diré esto una sola vez: por alguna extraña razón le gustaste a mi querido amigo Yoongi, ¿bien? Lo que es raro, porque él no es de esos, pero le rompiste la ilusión y las intenciones cuando tu hermanito le hizo creer que salían, así que si tienes un poco de interés vas a ir y le dirás la verdad, pero si no tienes nada, ni la más mínima intención de conocerlo, entonces déjalo creer esto y que se vaya.

Namjoon nos miró a ambos con recelo y luego se fue hacia Yoongi para tratar de convencerlo de quedarse. Jungkook y yo nos observamos a los ojos, peleando de nuevo sin emitir sonido alguno.

—¿Es en serio Hoseok? ¡Ni siquiera lo conoces!

—Lo dice el que se coló a una fiesta solo para poder hablar con su crush —contraataqué, dejándolo callado.

—Bien, pero si te rompen el corazón, yo le romperé las piernas —dijo Jungkook antes de que yo saliera corriendo detrás de Yoongi para aclarar todo.

Y bien... Ese es el inicio del final. ¿O el primer final que da paso a otro inicio? No lo sé, pero si ahora están leyendo esto, o escuchándolo porque alguien más lo lee, significa que todo salió como lo planeamos. Por favor disfruten la comida y la música, no se enojen y brinden por nosotros.

Tampoco se molesten en buscar a los padrinos de anillos ni el de ramo, incluso los caballeros que suplen a las "damas de honor" están con nosotros, todos les mandamos un saludo desde alguna playa en Hawai y les agradecemos su presencia en nuestra boda.

P.D.: Mamá, papá, gracias por enviarme a esa fiesta con Jungkook, les traeremos recuerdos, en este momento les debe estar llegando una fotografía de mí posando a la orilla del mar, así que no se preocupen, volveremos en una semana... o quizá dos.

Atentamente: Jung Yoongi y Min Hoseok, los anti clichés que vivieron el jodido cliché más estúpidamente cursi y se conocieron en una noche de borrachera, para luego enamorarse en la primera cita, vivir un romance universitario lleno de... bueno, todo lo que implica un romance universitario, para luego huir de su propia boda porque odian el gentío.

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