Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

୧ ˙ 𝐖𝐇𝐎 𝐈𝐒 𝐒𝐇𝐄 ♡ *! alastor ˀˀ ♡

(ֻ͘     ؚSEX DEMON OBSESSION ۦ܉)

✦ ָ࣪ _𝐅𝐑𝐔𝐓𝐀 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐀꒷₊ׄ◌๋˳

⬪⠀: 𝐀𝐥𝐚𝐬𝐭𝐨𝐫 𝐱 𝐋𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫𝐚 :   __୭ !!
⬪⠀: 𝐍𝐨 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐬𝐞𝐫𝐢𝐞 :   __୭ !!
⬪⠀: 𝐀𝐝𝐮𝐥𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨 :   __୭ !!
⬪⠀: 𝐕𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 :   __୭ !!q
⬪⠀: 𝐎𝐛𝐬𝐞𝐬𝐢𝐨𝐧 :   __୭ !!

En la penumbra del hotel hazbin, aquellos ojos de fuego la examinaba con intensidad, su brillo carmesí como brasas ardientes en la oscuridad. Nunca cruzaste palabras con él, solo conocías el seudónimo del demonio de la radio, cuya mirada enviaba escalofríos hasta el más profundo rincón de tu alma, una sensación indescriptible.

La princesa del infierno te guiaba por los pasillos del hotel, mostrándote cada rincón, incluida tu estancia. Tus labios permanecían sellados, privados del don del habla, mientras te instalabas en el hotel, buscando redimir pecados cuya memoria se desvanecía entre sombras. Todos los demonios recordaban su vida anterior, mas en tu caso, solo resonaba un nombre, uno que no podías pronunciar.

Saludabas con una sonrisa a los presentes, mas todo cambió al enfrentarte a él. Tomó tu mano con gesto cortés, inclinándose para depositar un beso, sus ojos devorando los tuyos con una mezcla de lujuria y anhelo. Al apartarse, estaba a punto de partir, pero al pasar a tu lado susurró tu nombre con una familiaridad desconcertante.

- T/n~ que gusto volver a verte. - Sus palabras resonaron en el aire, dejándote perpleja. ¿Cómo conocía tu nombre? Una pregunta sin respuesta en el laberinto de misterios del averno.

Los días danzan sin prisa, mientras tus nobles gestos cosechan frutos, disipando el pecado en la penumbra. Mas sin embargo un demonio acecha, su mirada brusca y despiadada se acerca, intrigado por el misterio que envuelve al alma sin voz.

- ¿Sabes, T/n...? Es doloroso el olvido que me otorgas, mas sin embargo no tendré descanso hasta que vuelvas a pronunciar mi nombre con tanto anhelo - susurra con amargura, mientras la oscuridad devora la luz de la esperanza.

En el torbellino del desconcierto, su mente se sumerge en la bruma de una figura difusa, alguien vivo, con la piel teñida de moreno y una sonrisa que solía cautivarla. Pero un último recuerdo surge, la misma figura envuelta en lágrimas y sangre provocando un dolor punzante que se enreda en su garganta como una red de espinas tortuosas, amenazando con ahogarla en la desesperación.

Antes de sucumbir al desmayo, sus sentidos captan a Alastor, con sus brazos gélidos, surgiendo de las sombras para sostenerla en un abrazo de deseo puro y tortuoso, un abrazo que parece prometer consuelo pero que oculta un anhelo más profundo, un deseo por tenerla que penetra en el alma y la envuelve en un manto de oscuridad.

Aunque Alastor se regocija al sentir nuevamente su tacto, al sostenerla entre sus brazos y envolverla en un abrazo, un sentimiento de imponente nostalgia lo embarga al darse cuenta de que nunca podrá poseerla por completo. Había tomado su voz, pero ahora lamenta esa elección, anhelando escucharla pronunciar su nombre una vez más.

Antes de conducirla a su morada, admira su mano, pequeña y delicada, adornada con un anillo de bodas cuya otra mitad descansa en su poder. En ese instante, la dualidad de emociones lo consume, sintiendo la dicha de su cercanía y la agonía de la separación eterna.

Alastor, en el manto del infierno, guiado por la melodía del viento, lleva a su amada en sus brazos hacia su morada. Allí, en el reino íntimo de su refugio, la deposita con ternura sobre la vasta cama que acoge sus sueños y secretos.

Él, testigo silente de su presencia divina, se postra ante su esencia, como un devoto ante un ídolo etéreo. Contempla con fervor cada trazo de su rostro, cada curva celestial moldeada por la mano de los dioses, aunque velada por la sombra de lo profano.

Su piel, pálida como la luna en su apogeo, se adorna con la marca de su naturaleza como demonio: cuernos que se alzan con orgullo, como coronas del inferno. Y sin embargo, en su mirada arde la llama de la pasión, desafiando al mismísimo abismo con su resplandor.

Su rostro, un lienzo de perfección esculpido por el destino, rivaliza en belleza con la legendaria Lilith, musa de los deseos más oscuros. Y así, en la penumbra de su alcoba, Alastor se rinde ante la majestuosidad de su amada, sabiendo que en ella encuentra la redención y la perdición, la luz y la sombra, el éxtasis y la condena.

En los recuerdos tejidos en su alma, surge una melancolía profunda mientras evoca los momentos compartidos a su lado: el encuentro inicial, la noche gélida donde el amor floreció y el vínculo eterno se selló con el sagrado lazo del matrimonio. Pero en la profundidad de su ser, anida un dolor insondable, pues él la condenó a un destino infernal. Su voz, su única fortaleza, se desvaneció cuando la vida escapó de su garganta en un acto de violencia irrevocable.

Alastor con la certeza de que sus crímenes serían descubiertos, y la idea de su amada en brazos ajenos consumiendo su mente, los celos lo enceguecieron. Un solo corte, un último arrepentimiento, lágrimas desconsoladas intentando detener un río de sangre que ya no podía ser detenido. Ella partió esa mañana, condenada por su complicidad, mientras él sucumbió aquella noche, arrastrado por sus atrocidades hacia el abismo como un demonio poderoso.

¿Por qué la culpa se abatía sobre Alastor de manera tan implacable? Su egoísmo y posesión lo llevaron a sellar su destino junto al de ella. Ahora, en su desesperación, anhela protegerla de las sombras infernales, deseando que su alma, bajo un contrato sellado, permanezca a su lado por toda la eternidad.

Ella despertó al suave susurro del alba, asombrada ante la presencia del poderoso Alastor. Sin embargo, su inquietud se desvaneció al sentir la serenidad que emanaba de él. En la mente de Alastor, ella se asemejaba a un gatito temeroso, y así se aproximó con cautela. Una vez en calma, permitió que Alastor desgranara su relato con la melodía de la vida que compartieron. Con una libreta y bolígrafo en mano, ella pudo finalmente dialogar con él.

— Lo lamento, no te recuerdo — escribio con pesar, — No hay memoria de mi pasado, solo el eco de mi nombre —

Alastor, sumido en la lectura de aquellas líneas, sintió un ligero desaliento invadir su ser. Fue entonces que, con una suave gracia, extrajo de su bolso un anillo, cuya presencia mostró con reverencia a su amada. Ella lo contempló con asombro, aquel aro que resonaba en perfecta armonía con el suyo, como dos destellos de luz en la oscuridad del destino. Desde aquel instante, un giro insospechado se gestó en el curso de sus existencias.

Con pasos mesurados, Alastor se aproximó a ella, emitiendo una actitud gentil y galante que desafiaba las expectativas. Juntos, se aventuraban por las caóticas calles del infierno, donde el inesperado halo de ternura del demonio de la radio conmovía a quienes lo rodeaban. Entre sus labios, las palabras de amor fluían como un manantial de dulzura, colmando el corazón de ella con una calidez que despertaba memorias olvidadas. Así, el amor entre ambos germinaba, mientras los recuerdos de su pasado retornaban al compás de un vínculo que renacía con cada mirada compartida.

En la velada donde el tiempo danzaba al compás de sus miradas, Alastor se sumía en un abismo de impaciencia. Ansiaba poseerla con la intensidad de mil demonios. Cada trago que compartían acercaba sus almas en un baile prohibido, donde los límites se desvanecían y solo quedaba el eco ardiente del deseo. Y ella, seducida por la melodía de sus labios, se abandonó al torbellino de sensaciones que él despertaba en su ser. En esa noche en la que los susurros del viento tejían un manto de pasión, se fundieron en un éxtasis compartido, donde el tiempo se detuvo para dar paso a un universo propio, donde solo existían ellos dos y la llama ardiente que los consumía.

Bajo el manto de la noche estrellada, sus labios ardientes danzan como llamas voraces, devorando con pasión cada centímetro de su ser. En el abrazo de sus brazos gélidos, la envuelve con ternura y la guía hacia la cámara secreta de su amor. Allí, en el santuario de sus deseos más profundos, la deposita con suavidad sobre el lecho de promesas. Con manos diestras y delicadas, desata los nudos que ocultan su esencia, despojándola con reverencia de las telas que guardan sus secretos más íntimos, hasta que ella queda rendida ante él, desnuda y vulnerable, entregándose al fuego de su pasión desatada.

Alastor despierta la pasión que yace latente en el aire. Su aliento, suave como la brisa, acaricia la piel desnuda de su amada, mientras sus labios, como pétalos de rosa, exploran cada rincón de su ser. Con destreza insuperable, su lengua danza sobre sus sensibles pezones, desatando torrentes de sensaciones que la sumergen en un mar de éxtasis.

Cada beso es un poema, cada caricia una melodía, mientras las manos de Alastor trazan senderos de fuego sobre la piel de su amante. Como un artista ante su lienzo, él se entrega con devoción a la tarea de desentrañar los secretos más profundos de su ser. Sus dedos, hábiles exploradores, se aventuran entre sus piernas hasta adentrarse en su cálida vagina que como una fuente chorrea de un líquido de placer.

En el éxtasis del momento, ella se retuerce bajo su tacto experto, entregándose por completo al placer que él le ofrece. Sus gemidos tan suaves y apenas audibles, susurros de éxtasis, se funden con el susurro del viento, creando una sinfonía de pasión en la noche. Sintiendo sus dedos largos y fríos llegar a los rincones que la llenaban de placer hasta llegar a aquel éxtasis del orgasmo.

En el crepúsculo de la lujuria, Alastor se sumerge en el océano de los deseos prohibidos, sus ojos, centellas de pasión, se encuentran con los de ella, reflejos de anhelo y entrega. En el éxtasis del momento, su presencia es un bálsamo para el alma afligida de su amada, cuyas lágrimas, atestiguan el tormento y la dicha que se entrelazan en aquel instante.

Con cada latido del corazón, el deseo se intensifica, envolviéndolos en un torbellino de emociones indomables. La mirada de Alastor, impregnada de devoción y pasión, recorre cada curva de su cuerpo, cada suspiro, cada gemido, como si fuera la melodía más preciada del infierno.

Despojándose de las vestiduras que ocultan su esencia, Alastor se presenta ante ella en su desnudez más pura, su cuerpo delgado y un poco fornido, una obra de arte en sí misma. Su miembro, erguido como un estandarte de deseo, clama por la atención que solo ella puede brindarle.

En la penumbra de la alcoba, ella se acerca con la gracia de una flor que se abre al roció del deseo. Con manos tímidas, acaricia el contorno de su ser, explorando cada centímetro con ansias insaciables. Él, rendido ante su devoción, se deja llevar por las caricias que encienden su piel como brasas en la noche. Sobre el lecho, se entrega como un naufragio a la marea de sensaciones que ella despierta en él.

Ella se yergue sobre su cuerpo con la elegancia de una diosa que reclama su templo sagrado. Sus manos, expertas y temblorosas, buscan el manantial de su placer, acariciandolo con la delicadeza de una brisa que susurra secretos al oído. Cada roce, cada caricia, es una promesa de éxtasis que hace palpitar su corazón con fuerza desbocada.

Los suspiros se entrelazan en un duelo de pasiones mientras sus manos expertas acarician su miembro, avivando el fuego que arde en su interior. La boca de ella se convierte en un abismo de deseo, devorando su esencia con voracidad insaciable. En un vaivén erótico, sus labios bailan sobre su miembro palpitante, dibujando un camino de placer que lo sumerge en un océano de sensaciones prohibidas.

Su boca, con cada succión, despierta un éxtasis desconocido, un placer que se desliza por las venas como el más exquisito elixir. Con cada movimiento, la intensidad se incrementa, y él, con firmeza, toma su cabello en una coleta, guiando su cabeza en un vaivén frenético que lo lleva al límite del deseo. El sabor salado y dulce de su entrega se derrama en la boca de T/n, quien lo recibe con ansias voraces, saboreando cada gota de aquel néctar prohibido.

Intentando recobrar el aliento, se distancian por un instante, un breve respiro antes de que Alastor la envuelva con sus brazos, atrayéndola hacia él, mientras se encuentra entre sus piernas. Sus hermosas piernas se entrelazan alrededor del demonio, quien hunde su miembro palpitante en la humedad de su vagina. Sus manos, firmes en su delicada cintura, guían el compás de sus movimientos, cada embestida una sinfonía de pasión desenfrenada.

Alastor, observando su figura adornada con un halo de sudor, se deja seducir por el vaivén de sus senos, que danzan con cada impulso. Su boca entreabierta exhala suspiros apenas audibles, por el placer que él mismo despierta en ella.

Con cada embestida, la pasión crecía en intensidad, como olas rompiendo contra la roca de su deseo. Cada movimiento, más audaz y profundo que el anterior, la llevaba a lo más hondo de su ser, explorando los abismos de su anhelo más íntimo.

Él se inclinó ligeramente, buscando sus labios con avidez, fundiéndose en un beso que parecía reclamarla como suya en un gesto posesivo y ardiente. Sus bocas se encontraron en un torbellino de fuego y deseo, una danza frenética de lenguas entrelazadas que comunicaban sin palabras el anhelo y la lujuria que los consumía.

Mientras sus caderas se movían en un vaivén sincopado, el ritmo de sus cuerpos se volvía una sinfonía de placer desenfrenado. Cada arremetida era como una melodía perfecta, construida con la armonía de sus gemidos y susurros entrecortados.

Y en ese frenesí de pasión desbordante, ella alcanzó el éxtasis, un estallido de sensaciones que la envolvió por completo, haciéndola perderse en las profundidades del placer mientras él la sostenía con fuerza, llevándola al límite y más allá en un éxtasis compartido que los unía en cuerpo y alma.

Al sentir el estrechamiento de sus cavidades envolviendo su miembro con una voracidad irresistible, Alastor se dejó llevar por la marea de sensaciones, entregándose por completo al éxtasis que lo consumía. Con una última embestida, profunda y ardiente, liberó en su interior aquel líquido espeso que ardía con la pasión compartida.

Agotado pero saciado, se desplomó a su lado, envolviéndola en sus brazos con ternura mientras sus cuerpos se fundían en un abrazo íntimo. Su cabeza reposaba sobre el suave pecho de ella, escuchando el eco de sus latidos agitados, como el eco de los tambores de su pasión desenfrenada.

En la quietud de la noche, envueltos en la calidez del después, se entregaron al susurro de la respiración compartida, como una melodía que se deslizaba en el silencio, testigo mudo de la entrega mutua en aquel éxtasis compartido. Y en ese abrazo íntimo, encontraron la paz después de la tormenta, sabiendo que en aquel instante, el mundo entero se había detenido para ellos, envueltos en el fulgor de su amor consumado.

Los días se deslizaron como el viento entre los dedos, llevándolos hacia un vínculo que se tejía con la delicadeza de un hilo de seda. En el bullicio del hotel, las miradas curiosas de los demás miembros capturaban la escena de Alastor llevándola a su habitación, donde cada noche se sumergían en un éxtasis compartido, entregándose al placer del sexo en una danza de pasión desenfrenada.

Ella vivía en una ilusión, convencida de que aquel torrente de sensaciones era amor, alimentada también por los recuerdos que había recuperado a su lado, fragmentos de momentos hermosos que le susurraban promesas de eternidad.

Pero todo lo que sube debe descender, y fue en la vorágine de una batalla con ángeles donde Alastor luchó con ferocidad, desafiando a los seres celestiales con su fiereza indomable. Sin embargo, ella se encontraba impotente, su voz silenciada y con ella, su poder como demonio. Alastor, en un destello de lucidez, mencionó una posibilidad de recuperarla, pero el precio se perdía en el misterio, dejándola envuelta en una intriga que carcomía su alma como las sombras de la noche.

En el fragor de la batalla, Alastor sufrió una herida leve que, aunque no amenazaba su vida, desencadenó una cadena de eventos con consecuencias inesperadas. Al verla acudir en su auxilio, una chispa maliciosa encendió la mente del demonio, urdiendo un plan retorcido que cambiaría el curso de sus destinos.

Con su poder, Alastor logró ejercer control sobre el cuerpo inerte de un ángel caído cercano a él. Mientras T/n se precipitaba a su lado, presa de la impotencia y la angustia, Alastor yacía en el suelo, simulando el dolor, mientras su mente maquinaba el siguiente paso de su maquiavélico plan.

En un momento de debilidad y desesperación, Alastor le ofreció un trato tentador a T/n, susurrando palabras que resonaban como promesas de redención. La voz del demonio resonó con un tono persuasivo, ofreciendo la devolución de su voz y poder a cambio de un pacto con un Overlord, un contrato sellado con el destino mismo.

Ante la presión del momento, T/n se vio arrastrada por un torbellino de emociones, luchando contra la desesperación mientras el cuerpo controlado por Alastor se acercaba amenazadoramente, arrastrándolo consigo. En un gesto de impulso, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, T/n tomó la pluma y firmó el contrato, sellando así su destino con un trazo de tinta en el papel que ofrecía aquel demonio.

En el resplandor de una luz, su voz retornó, como el eco de un poder perdido, pero su libertad fue efímera, atrapada por el lazo de una cadena que se enlazaba con las manos de Alastor. Con una sonrisa siniestra, apartó al ángel y se erguió, tirando de la cadena hasta que T/n cayó desconcertada en sus brazos.

— Ahora eres mía por completo, tu alma me pertenece por toda la eternidad, y te prometo que nadie osará lastimarte o separarte de mi lado — susurró con voz gélida mientras sus brazos la aprisionaban en un abrazo posesivo.

Los recuerdos inundaron su mente, revelando a Alastor como un despiadado asesino. Ya no podía escapar; se había convertido en cómplice de sus crímenes y estaba condenada a su lado. Incluso la muerte causada de sus celos enfermizos, aquellos que surgieron después de casados.

Le golpeaba en arrebatos de celos, restringiendo cada interacción con otros hombres, confinándola a su lado en la oscura morada del bosque. Mientras él endulzaba sus oídos con palabras vacías, su cuerpo se manchaba con la sangre derramada por sus manos.

Una vez más, estaba condenada a ser su posesión, sujeta a su reclamo sobre su cuerpo y corazón tras otro arrebato de violencia. A su lado de nuevo, como en tiempos anteriores a su muerte, ella intentaba revivir el amor que alguna vez floreció entre ambos. Sin embargo, ahora lo tocaba con temor, temerosa de provocar su ira y sufrir sus brutales castigos.

Arrodillada en la penumbra de su habitación compartida, las lágrimas se mezclaban con la sangre que brotaba de su nariz, su rostro marcado por el golpe recibido.

— Desearía no haberte conocido, Alastor. Tú fuiste mi perdición — murmuró con voz quebrada, mientras el dolor palpitaba en su mejilla.

— Cariño mío— susurró él, acercándose con falsa ternura, — Fuiste tú quien me arrastró a este infierno de celos y pasión descontrolada. Te amo tanto, pero parece que no lo comprendes.—

— Tu amor me mató una vez, cortándome la garganta, y más allá de la muerte, aquí te encuentro de nuevo. Pero tu amor sigue siendo mi tormento — confesó ella, con el eco de un lamento eterno en sus palabras.







Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro