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Tomé una fuerte bocanada de aire colocando la palma de mi mano sobre la puerta de vidrio de aquel café abriéndola para darme paso al interior, la campañilla avisando un nuevo cliente invadió mis oídos y puedo jurar que me sentí un tanto aturdido ante ese ruidillo que casi siempre solía escuchar, y es que no era nada del otro mundo mi asiduidad a este lugar siendo que quedaba a metros de la universidad y la mayoría de los estudiantes veníamos por la variedad de cafés, postres, dulces y lo cálido que llegaba ser este sitio teniendo como temática el arte y la música.

Esperé en la pequeña fila que se formaba para pedir, metiéndome de lleno en mi libreta donde tenía la mayoría de anotaciones de las clases de piano e inclusive letras de canciones o pensamientos sueltos. Toda mi vida soñé con ser un gran concertista de piano, trabajé muy duro para poder mudarme de mi ciudad natal Daegu a Seúl, pude obtener una beca completa en una de las universidades más importantes de arte del país. Y no era por alabarme, pero ¡Dios! que era muy bueno en lo que hacía.

Agradecí con una leve reverencia al chico cuando me entregó mi café en un enorme tazón negro junto a una bolsa de papel conteniendo un muffin de vainilla con arándanos, le di un pequeño mordisco dirigiéndome a una mesa redonda con dos sillas a un costado del enorme lugar de estilo kitsch, me senté acomodando mi bolso en la silla vacía a mi lado, la libreta, un lápiz y mi móvil a un costado de la mesa de color fucsia mientras por mis audífonos en un tono medio sonaba Falling de Harry Styles.

Mis manos sujetaron el lápiz comenzando a escribir sobre el papel de color amarillento sin pensar en lo que realmente hacia. Así solía actuar algunas veces, era como si mi propio cerebro enviara las señales correspondientes a mis manos para escribir o tocar los instrumentos antes de si quiera reaccionar.

Bebo otro largo sorbo del café caliente moviendo ligeramente la cabeza al ritmo de la canción, el lápiz se detiene a medio camino cuando escucho la campañilla de entrada sonar, la canción justo había acabado y comenzaba a sonar Day One de Hans Zimmer y Daniel Lopez-Vazquez. Y como un divino espejismo la vi entrar acompañada de otros estudiantes, su sonrisa perfecta fue lo primero que llamó mi atención, su risa alterando un poco la paz del lugar hizo que aquel café vanguardista lleno de color se volviera el doble de colorido. Alterando así mi corazón.

Bae EunSook, ese era el nombre de aquella chica de lacio y brillante cabello azabache, piel reluciente y sonrisa demoledora. Y también mi competencia. Sé que dije que era muy bueno, pero ella... ella dejaba en silencio un auditorio entero con la belleza de sus finas manos al tocar el piano y la que su ser irradiaba.

Y es que no solía ser alguien enamoradizo o un casanova, esas cuestiones banales me eran eso, banales e insípidas. Hasta que la conocí, la primera vez, siendo el primer día de clases —a pesar de sentirme como sapo de otro pozo tenía ciertos conocidos/amigos que estudiaban en la misma universidad lo que no molestaba mi comodidad con la nueva rutina.

La clase recorría su media hora cuando una agitada y avergonzada EunSook llegó alterando la paz del profesor y, sobre todo, la mía. Juré que mi mandíbula había caído ante su presencia, se disculpó con el profesor y nuestros compañeros en repetidas reverencias, tomó asiento al otro extremo de dónde me encontraba. Está de más exponer que no pude apartar mis ojos de ella durante lo que restó de clases.

Sentí incomodidad, no lo voy a negar, era todo demasiado, nuevo y demasiado abrumador, pero lo que acrecentó mucho más mi interés en aquella tímida chica fue sus dedos danzar sobre las marfileñas teclas del piano. Me destrozó la cabeza de una manera tan monumental que durante toda una semana no pare de escribir y componer.

Se había vuelto mi musa.

Di un pequeño respingo de sorpresa al sentir el fuerte vibrar de mi celular sobre la mesa, divisé apenas el nombre en la pantalla antes de contestar.

Hyung, tiene que apurarse, dijo que me ayudaría con mi nueva canción, necesito practicar antes de la presentación —el nerviosismo de mi dongsaeng del otro lado de la línea me daba algo de gracia, era un mocoso adorable, que de adorable no tenía nada.

—Cálmate, ya estoy saliendo para allá —le avisé, tomé mi bolso acomodando la correa sobre mi hombro, luego la libreta y lápiz en mi mano, con ayuda de la otra bebí el último sorbo de café dejando la taza en la mesa. Caminé, saliendo con prisa de aquel lugar mientras hacía malabares con las cosas que tenía en mis manos, la llamada seguía en su curso cuadrando detalles.

—¡Espera! —el clamor de la voz acompañado de insistencia detrás mío hizo que volteara hacia aquel llamado.

Su cabello recogido en un moño algo desordenado se movía como la seda en tanto corría en mi dirección, involuntariamente bajé el móvil a un costado mientras mi corazón, <<Oye, corazón mío, dijimos que nada de juegos, ¿por qué sigues latiendo sin parar? Para de una vez, no me ayudas>>.

—Yoongi —se detuvo, colocando una mano sobre su cintura mientras calmaba su agitada respiración, sus mejillas tomaron un rosado muy bonito que me causaba tomarme el atrevimiento de rozar la yema de mis dedos sobre su delicada piel— que bueno que pude alcanzarte —dijo, sonriendo tímidamente.

Las palabras en estos momentos no querían salir de mi boca, me sentía el idiota más idiota del mundo completo. Y eso era algo inusual puesto que nadie, absolutamente nadie solía intimidarme. Nadie. Excepto...

—Toma —tendió con ambas manos lo que parecía ser una libreta de tapa dura color negro donde adornaban algunos stickers y no pude contener mi asombro al darme cuenta que mi más preciado tesoro se me había caído. <<Idiota Min Yoongi>>, me insulte internamente.

No por mi repentino error sino porque en aquel pedazo de cartón con papel contenía ciertos pensamientos dónde claramente describía lo que admiraba y gustaba de la mujer que tenía en frente sonriéndome aún con mi libreta en sus manos. Y como cayendo de vuelta a la realidad.

La tomé en mi mano libre rozando nuestras pieles por milésimas de segundos, las suficientes como para quemarme entero. Le agradecí con una pequeña sonrisa. Parecía un idiota en estos momentos. Me golpearía luego.

Volteó sobre sus talones para marcharse, pero se detuvo volviendo a mirarme, pude notar en su semblante un ligero nerviosismo, jugando con sus manos algo dubitativa.

—Ahm, Yoongi —fue en ese momento en que me di cuenta que mi nombre en sus labios sonaba muy dulce, demasiado para mi gusto, pero viniendo de ella, era excelso— quería preguntarte si... si luego tienes tiempo... podrías ayudarme con algunos temas del último trabajo de historia del arte —susurró lo último con vergüenza. Solté una risilla divertida, me daba tanta ternura y me estaba conteniendo demasiado en envolverla en mis brazos para no soltarla jamás.

—Claro —contesté, asombrándome un poco de mi mismo— ahora tengo que ayudar a un amigo, pero si quieres, luego puedo ayudarte —dije rascando mi nuca.

Ella asintió efusiva con una sonrisa sin mostrar sus dientes.

—Te enviaré la dirección de mi apartamento, te esperaré allí —comenzó a alejarse— de paso te invito a cenar, te veo luego Yoonie —elevó su mano terminando de despedirse, alejándose de mi lado.

Mientras me quedé inerte en medio de la vereda, la gente pasaba a una velocidad excesivamente rápida distinguiéndose solo colores, excepto ella quien ante mis ojos caminaba en cámara lenta.

—Te veo luego Sook —murmuré, con una sonrisa de idiota en mi rostro, elevando la libreta ante mi visión y el celular, el cual seguía con la llamada en curso.

Díganme qué también se sintió una eternidad ese momento con ella. Porque tal vez fueron cinco minutos de interacción, pero para mí, fue una hermosa eternidad.

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