
La llamada 📞
El teléfono sonó al anochecer, Goofy, un hombre de rostro curtido y manos gastadas por años de trabajo, contestó sin pensar.
Era Bradley, el novio de su hijo Max, claro que jamás supo que lo había dejado hace unos años, la voz del joven sonaba temblorosa, casi apagada.
—¿Has tenido noticias de él hoy? —preguntó, tragando saliva—. Regrese del viajé que hice y no lo encontré por ningún lado.
Goofy suspiró, cerrando los ojos mientras se recostaba en su viejo sillón. No había tenido noticias de Max en meses.
Desde que su hijo había empezado a beber de manera descontrolada, las conversaciones se habían vuelto un campo minado y después no supo de él cuando se fue de casa.
Siempre terminaban en gritos, reproches y el sonido de una puerta cerrándose de golpe, hasta que un día no volvió más.
Max vivía en una espiral de autodestrucción que ni él ni Bradley habían podido detener.
—No, no sé nada él —respondió Goofy, mirando la botella de whisky a medio vaciar en su propia mesa de centro. Parecía casi una burla tenerla ahí frente a él—. ¿Dónde lo vieron por última vez?
—En el bar de Doña Clarabella—dijo el, su voz ahora cargada de preocupación—. Hace 8 días...estaba... mal, como siempre, pero no pensé que sería tan grave.
Goofy se levantó del sillón, sintiendo el peso de los años y las decisiones equivocadas sobre sus hombros. Sabía exactamente lo que Bradley quería decir. "Mal" era una palabra que últimamente describía todos los estados de Max: ebrio, ausente, perdido.
Siempre prometía que sería la última vez, que lo dejaría, pero el alcohol lo había atrapado en una red de la que no podía escapar.
—Voy a buscarlo —dijo Goofy, intentando sonar más seguro de lo que se sentía—. Nos vemos en el bar.
Colgó el teléfono y salió de casa sin tomar siquiera la chaqueta. El viento de la noche era frío, pero la urgencia en su pecho lo mantenía en movimiento.
Mientras caminaba, no podía evitar pensar en la última discusión con su hijo cuando aún tenía 12 años, cuando había intentado razonar con él sobre el daño que se estaba haciendo. Pero Max había heredado algo más que el rostro de Goofy; también llevaba la misma terquedad de su madre y el mismo maldito gen que no sabía cuándo parar de beber.
Llegó al bar donde Bradley lo esperaba, con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo y una expresión de agotamiento en su rostro. Sus ojos estaban hinchados, probablemente por haber llorado, y cuando vio a Goofy, se acercó rápidamente.
—¿Alguna novedad? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
—Nada, vamos a buscarlo —respondió Goofy.
Caminaron juntos por las calles, visitando los bares donde Max solía beber, los callejones oscuros donde podía haberse desplomado, incluso el parque donde a veces se sentaba a ahogar sus penas en soledad. Cada rincón del pueblo parecía recordarles la creciente desesperación que Max había dejado tras de sí.
A medida que avanzaban, la tensión entre ellos aumentaba. Bradley, quien había soportado al lado de Max más tiempo del que muchos lo habrían hecho, finalmente rompió el silencio.
—No sé cuánto más puedo hacer esto, Goofy —dijo en voz baja, casi como si hablara para sí mismo—. Lo amo, pero no puedo salvarlo si no quiere salvarse a sí mismo.
Goofy lo entendía, también había intentado salvar a Max, pero cada intento había sido en vano. Le había dado consejos, le había ofrecido su apoyo, incluso lo había amenazado con alejarse si no cambiaba, aunque lo último si lo cumplió pero nada había sido suficiente para alejarlo de la botella.
Después de varias horas de búsqueda, cuando la noche ya se hacía profunda y el frío parecía colarse hasta los huesos, Goofy notó algo en la distancia.
En una esquina mal iluminada, cerca de un contenedor de basura, yacía una figura acurrucada en el suelo. El corazón de Goofy dio un vuelco. Se acercó con paso rápido, seguido por Bradley, que apenas podía contener un sollozo.
—Max… —murmuró Bradley cuando lo reconoció, echándose a correr.
Max estaba allí, recostado contra una pared, inmóvil. El rostro que una vez había sido el orgullo de su juventud ahora estaba pálido y demacrado. El olor a alcohol lo envolvía, y su piel estaba fría al tacto.
Goofy se arrodilló junto a él, sacudiéndolo suavemente por los hombros, esperando, rogando por una respuesta pero no hubo movimiento.
—Max, despierta, por favor…y-ya volvi...—rogó Bradley entre lágrimas, arrodillándose a su lado y tomando su mano.
Goofy se quedó inmóvil por un momento, mirando el rostro inerte de su hijo. No hacía falta ser médico para saber lo que había sucedido. En el fondo de su corazón, lo había temido durante mucho tiempo, pero enfrentarlo de esta manera era devastador.
El alcohol, ese monstruo silencioso que había controlado sus vidas, finalmente había cobrado su precio.
Se sentó pesadamente junto a su hijo, incapaz de moverse, incapaz de asimilar la realidad. Bradley se desplomó sobre el cuerpo de Max, llorando desconsoladamente mientras su llanto llenaba el aire frío de la noche.
Pasaron varios minutos antes de que Goofy pudiera reunir las fuerzas para hablar.
Miró a Bradley, cuya vida también se había roto en ese momento, y sintió una profunda culpa. No solo por lo que había sucedido con Max, sino porque él mismo había sido incapaz de ser el padre que necesitaba, debió estar de su lado cuando Sylvia lo culpaba por todo, de apartarlo de ese destino.
—No pudimos salvarlo —susurró, con una mezcla de tristeza y resignación—. Ni tú ni yo.
Bradley lo miró, las lágrimas corriendo por sus mejillas, pero no dijo nada. No había palabras que pudieran arreglar lo que estaba roto.
Goofy se quedó allí, sosteniendo la mano de su hijo por última vez, mientras la noche continuaba su curso, indiferente a la tragedia que se había desatado en esa oscura calle.
Y aunque sabía que no había marcha atrás, que el daño estaba hecho, no pudo evitar preguntarse qué habría pasado si hubiera sido capaz de encontrar las palabras correctas, si hubiera intentado de una manera diferente, si hubiera sido menos duro o más presente.
Pero ahora, todo lo que quedaba era el silencio.
El silencio... y el último trago que Max jamás debió haber tomado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro