Era 1956 en Memphis, y el sol estaba alto por encima de las nubes. Estabas en la tienda de discos buscando algo para escuchar. El plan del día era simple, pero estabas emocionada. Querías tomar el sol mientras leías un libro y escuchabas un disco nuevo. Tenías el libro, un clásico romántico que a tu mamá le encantaba llamado ❝Emma❞. Solo necesitabas música.

La puerta sonó alertando que alguien más entró, pero le prestaste poca atención a eso. Tus dedos hojearon un disco cuando viste un destello rosa caminar a tu lado. Fue entonces cuando levantaste la vista.

Un hermoso joven, no mucho mayor que tú, fue a la esquina de la tienda a curiosear. Llevaba un pantalón de traje rosa ligeramente chillón, con una camisa de encaje negro de manga corta. Su cabello negro estaba peinado hacia atrás, pero algunos mechones caían sobre su frente. Miraste descaradamente por lo que debe haber sido un minuto o dos antes de recordar que estabas en público y no puedes simplemente mirar a alguien porque es hermoso. Pero maldita sea, era tan guapo como puede ser. Y esa camisa de encaje mostraba lo suficiente para provocar, pero lo suficiente para ser decente.

El hombre se movió por la tienda, recogiendo diferentes discos y tarareando cosas que reconoció. Se volvió y te miró por un momento, y tú te ocupaste de cualquier registro que tuvieras en tus manos en ese momento. Fue a dar la vuelta a una esquina, y no pudiste evitarlo. Estiraste el cuello para verlo pasar y agradeciste la vista. Esos pantalones rosas lo abrazaban en todos los lugares correctos. Tenía una cintura tan pequeña y hombros fuertes.

Con un destello, el hombre se dio la vuelta y sus brillantes ojos azules te miraron fijamente. Te sonrojaste, avergonzada de que te atraparan mirando tan abiertamente a un hombre. Reemplazó el registro que tenía y se dispuso a irse a la tienda. Justo cuando saliste, feliz de haber escapado, el hombre te detuvo.

Mostró una sonrisa blanca que estaba un poco torcida e hizo que tu corazón se derritiera un poco. La mirada traviesa en sus ojos te hizo preocuparte casi tanto como te derretiste.

—— Hola bebé. —— Dijo con una voz suave y profunda.

—— L-lo siento. —— Dijiste, tratando de ocultar que eras una acosadora. —— Yo no estaba.      .

Levantó una mano para detenerte.

—— Se llama cuello de goma, y ​​eso está bien para mí.

—— ¿El que?.

—— Estirar la cabeza para mirar a alguien. Se llama cuello de goma. —— Él se rió. —— No me importa. No te castigues.

El rubor que había amenazado con apoderarse de ti te había devorado por completo, dejando atrás un desastre rojo junto a un joven muy guapo.

Sacó la mano.

—— Soy Elvis.

—— T/N.

—— Encantado de conocerte T/N. —— Elvis se llevó la mano a la boca y besó tus nudillos. Con un guiño, dijo. —— Cada vez que quieras hacer algo, bebé, puedes venir en mi dirección.