𝟷𝟾💖
Las semanas pasaron en un suspiro, llenas de entrenamientos, visitas al Food Truck de Jake y citas improvisadas entre los dos. La relación de Sunghoon y Jake crecía de forma orgánica, como si siempre hubiera estado destinada a ser.
Lo que comenzó con celos irracionales, disculpas y lattes de vainilla se ha convertido en algo mucho más profundo.
Sunghoon, que siempre había sido reservado, comenzó a abrir su mundo a Jake de una manera que nunca creyó posible.
Jake se convirtió en una constante en su vida; estaba ahí para alentarle después de un entrenamiento agotador, para reírse con él cuando cometía errores tontos en el hielo, y para recordarle que era humano y que estaba bien fallar de vez en cuando.
Por su parte, Jake sentía que estar con Sunghoon le había devuelto algo que ni siquiera sabía que había perdido: la emoción de esperar algo. Cada mensaje, cada llamada, cada cita, lo llenaba de alegría y de un amor que nunca había experimentado antes.
Una tarde, mientras Jake cierra su pequeño negocio, Sunghoon llega con una bolsa en mano y una sonrisa misteriosa en el rostro.
—¿Qué traes ahí? —Pregunta Jake mientras le entrega un café.
—Un regalo para ti —Responde Sunghoon, dejando la bolsa sobre el mostrador.
Jake arquea una ceja, intrigado, y saca el contenido: un suéter cálido con el logotipo del equipo de Sunghoon bordado en el pecho.
—Es oficial, así que técnicamente eres parte del equipo ahora —Explica Sunghoon con una sonrisa tímida—. Quiero que lo tengas porque... eres una parte importante de todo esto. De mí.
Jake siente cómo el calor sube por sus mejillas mientras pasa los dedos por el bordado.
—Sunghoon, esto es... increíble. Gracias. —Jake se inclina y lo abraza, apoyando la cabeza contra su pecho—. Tú también eres una parte importante de mí.
Esa noche, mientras comparten una cena sencilla en el pequeño departamento de Jake, hablan de sus sueños.
Sunghoon le confiesa lo importante que es ganar el campeonato nacional, no solo por su carrera, sino porque quiere demostrarle a Jake y a su familia que todos sus sacrificios han valido la pena.
Jake, por su parte, habla sobre su sueño de expandir su negocio, de abrir más cafeterías y crear un lugar donde la gente siempre se sintiera bienvenida, como Sunghoon y su familia lo habían hecho sentir.
—Entonces, ¿qué tal esto? —Dice Sunghoon mientras toma la mano de Jake sobre la mesa—. Cuando gane el campeonato, y cuando abras la cafetería, lo celebramos juntos, ¿te parece?
Jake sonríe, su corazón latiendo con fuerza.
—Es un trato.
Más tarde, mientras están acurrucados en el sofá, viendo una película que apenas prestaban atención, Sunghoon le roba un beso, el beso está lleno de promesas y cariño.
Jake piensa que, si el amor y la plenitud pueden sentirse como este preciso momento, entonces no necesita nada más en el mundo.
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El estadio está más frío de lo habitual esa tarde, o tal vez es la ansiedad lo que hace que Sunghoon lo sienta de esa manera.
Está a solo una fecha de la primera ronda de clasificación para el campeonato nacional, y aunque ha trabajado incansablemente durante meses, una mezcla de nervios y emoción lo acompaña a cada paso.
En el hielo, repasa sus rutinas con una precisión obsesiva.
Cada salto, cada giro, cada movimiento debe ser impecable. Su entrenador, parado a un lado, observa en silencio, dejando que Sunghoon ajuste los detalles finales a su propio ritmo. Pero lo que realmente mantiene la mente de Sunghoon enfocada no es el campeonato en sí, sino el mensaje que Jake le ha enviado esa mañana:
«No importa cuántos giros des o cuántos saltos hagas, siempre serás increíble para mí. Estoy contigo en cada paso.»
Con esas palabras resonando en su cabeza, Sunghoon se impulsa hacia un axel triple, aterrizando con una perfección que arranca una breve sonrisa de aprobación de su entrenador.
No dice nada, pero Sunghoon sabe que ha hecho un buen trabajo.
Cuando termina la práctica, se acerca a su bolso, sacando su teléfono con manos temblorosas por el esfuerzo. Tiene otro mensaje de Jake, uno simple pero lleno de calidez:
«¿Cómo te fue hoy? Si necesitas una distracción, tengo un cupcake de chocolate con tu nombre.»
Sunghoon ríe por lo bajo, sintiendo cómo los nervios se disipan un poco. Jake tiene esa habilidad de calmarlo, de recordarle que no está solo.
Decide que esa noche, después de cenar con su familia, pasará por el parque para verlo. No importa que esté exhausto; la sonrisa de Jake es la energía que necesita para seguir adelante, pues Jake es su sol del día a día.
Mientras se dirige a los vestuarios, con la pista de clasificación en mente y el recuerdo del beso de Jake aún fresco en sus labios, Sunghoon sabe que esta vez no patina solo por él.
También patina por la persona que ha llegado a su vida para quedarse, y eso le da más fuerza que cualquier rutina bien practicada.
Gracias por leer la historia 💖
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