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3

Cuando cumplió quince años, recuerda haber sentido un dolor inmenso en su pecho. La vestimenta negra que su madre le había obligado a usar para el velorio de su padre no le hacía honor a todo el sufrimiento que sentía. No era la clase de dolor que un niño de esa edad con la pérdida de su progenitor podía sentir; era mucho más que eso. Min Yoongi, de solo quince años, había presenciado lo que sería el principio de lo que creía que iba a ser el resto de su vida.

Una noche antes del entierro de su padre, había llegado un hombre a casa con seguidores tan grandes e intimidantes como podía verlos. Amenazaron a su madre con matarle si no le pagaba toda la deuda que hasta ese momento, les era difícil de creer. Pues su padre nunca había dado indicio alguno de ser un apostador compulsivo.

Y aunque su madre demostró una fuerte y segura actitud frente a él, no le fue de ayuda cuando aquellos hombres decidieron darle la peor golpiza de su vida. Yoongi intentó defenderle, intentó golpear a esos hombres para que soltaran el flacucho cuerpo de su madre, pero bastó un solo golpe para que cayera desmayado al suelo. Dejando a su suerte a la mujer.

Cuando despertó, solo le dolía el lazo izquierdo del rostro y un latente bombeo en su cabeza, que por supuesto, no se comparaba ni de cerca con el dolor corporal que sufría su madre. Ni siquiera podía levantar un vaso sin sentir que su extremidad fuera a salir de su cuerpo.

Fue en ese momento, cuando estuvo parado frente a las pocas personas que llegaron al funeral de su padre, que vio como podían darle la espalda a una indefensa mujer con su hijo de quince años. Fue en ese momento, que Yoongi se sintió abatido, derrotado, avergonzado y furioso de no poder ser más fuerte, de no haber podido ayudar a su madre.

No volvió a sentirse así de impotente hasta la muerte de Yeonsoo. No volvió a sentirse así de desorientado y dolido hasta ahora, teniéndole en frente.

Yoongi cierra los ojos con fuerza sacudiendo la cabeza. No puede ser ella, no otra vez. El dolor en su pecho se intensifica con cada respiración. Las náuseas vuelven y lo único que puede hacer es apretar los puños con fuerza y pedirle a todos los seres del universo que detengan su frustración.

—¿Qué haces? —susurra divertida.

Su voz. Es ella.

Aquél sonido lo estremece, su corazón siente calor y una ola pesada de sentimientos encontrados lo invade de golpe.

—No eres real —murmura para sí mismo.

—Si tú lo dices. —Ella juguetea con los palillos sobre las sobras de comida que él dejo el día anterior—. Sigues acumulando comida que termina por pudrirse.

Abre los ojos. La ve. Es ella. Es ella y está frente a él.

La comisura de sus labios pelean por subir en muestra de una sonrisa aliviada.

Pero no es real.

Yoongi respira profundo. Visualiza el cajón detrás de ella. En él se encuentran las pastillas que su psiquiatra le recetó y a menos que quiera vivir con la alucinación de Yeonsoo permanente en su cabeza, debe llegar a él y tomar su dosis antes de perderse por completo.

Decide fingir hacer caso omiso a su presencia, comienza a caminar a la cocina solo para tomar agua, las pastillas e irse a la cama. Cómo lo haría si ella no estuviera sentada ahí.

Yeonsoo lo sigue con la mirada, divertida y juguetona, como si desorientarlo así fuera su deporte favorito. El, tembloroso, toma el vaso de agua y comienza a tragar con ruido y molestia. Las lágrimas no tardan en llegar a sus ojos, y a pesar de que pestañea con rapidez, no puede deshacerse de ellas.

El dolor apremiante en su pecho crece con furia, llevándose el aire.

Abre el cajón donde sus pastillas le esperan y como si fuera una mala broma, se cae el frasco justo a un lado de ella. Yoongi traga duro y se apresura a levantarlo sin tocarle. «Como si pudiera tocar una alucinación».

Saca dos pastillas y las desliza por su garganta con ayuda del agua. Gira sobre su propio eje y camina lento directo a su habitación. Teme que con tanto dolor creciendo en su cuerpo termine en el suelo producto de algún infarto. O de lo contrario no puede entender por qué su pecho duele tanto.

—Si quieres compañía solo dime —ronronea con diversión.

—¡¿Qué quieres de mí?! —Yoongi explota sin poder detenerse y se gira con violencia dejando que las lágrimas caigan a libre albedrío—. ¡¿Me dejaste y ahora quieres mi cordura?! ¡DEJAME EN PAZ! ¡QUIERO VIVIR!

Yeonsoo abre los ojos sorprendida del dolor con que escupe aquellas palabras. Ella asiente y se acerca hasta él, quién al tenerla de frente cae de rodillas débil. La pelinegra de cabello hasta los hombros sonríe de lado y levanta su mano para secar sus lágrimas, pero se detiene en medio del camino. Una sensación de suplicar de instala en su cuerpo y desea tanto que sus delgadas y pálidas manos le toquen que debe cerrar sus manos en puños sobre la tela de su pantalón para evitar lanzarse sobre ella.

—¿De verdad quieres que me vaya? —susurra y le mira con lastima el destrozado rostro.

Yoongi mira a detalle a la chica frente a él. La maraña de cabello ónix que solía volverle loco ya no está, solo tiene lisos mechones que caen hasta su barbilla en un perfecto planchado. Sus ojos no tienen rastro alguno del maquillaje negro que solía adornar sus orbes. Sus labios pálidos y agrietados son reemplazados por unos carnosos y rojizos. Su rostro ahuecado en las mejillas ya no existen. Nada de lo que antes era una de sus características existe. Incluso esa horrenda cicatriz en una de las comisuras de su labio, tanto que si tuviera la misma marca de ambos lados sería el retrato del guasón. Pero solo escandaliza un solo lado. Ella parece darse  cuenta de su mirada penetrante de sobre la marca por lo que decide alejarse un poco.

El pelinegro no se permite sentir temor o timidez por ella, no después de no verla por casi un año. Y aunque intenta aferrarse a ella no puede hacerlo.

La mujer frente a él no es Yeonsoo. No es ella. Ni siquiera es la persona antes de enamorarse, no hay burla en su mirada, ni siquiera sarcasmo; sus ojos están vacíos.

—Te pregunté algo —masculla segura.

—Y-yo... No puedo hacer esto de nuevo, Yeonsoo —susurra tortuoso—. Moriste. Me dejaste solo. Me destruí por ti y ahora que quiero seguir vuelves, ¿Porqué? —Yoongi no puede seguir mirándola. Decide sacar la mirada y clavarla en el suelo, dónde sus manos sobre sus rodillas hacen puños—. Estoy volviéndome loco.

—No llores, te dije que no lloraras por mí —sentencia gélida.

Yoongi levanta la vista para encontrarse con el rostro neutro de Yeonsoo. Su sonrisa no llega a sus ojos, pero tampoco hay atisbo de pena, lástima o cualquier sentimiento humano.

Sus ojos reflejan una frialdad indescriptible, de esas que con solo dos segundos de contacto visual pueden estremecer hasta al más frío ser.

Yoongi intenta llegar a ella, puede jurar que no es una ilusión; la tiene tan cerca que si la toca sería capaz de argumentar su verdadera existencia, aunque eso lo aterroriza aún más. El hecho de que ella realmente esté viva lo hace estremecer. Porque estuvo oculta. Porque prefirió dejarle creer que jamás la volvería a ver..., y ahora aparece.

El pelinegro decide que antes de perder completamente la razón debe tomar más de esas pastillas. No le están haciendo efecto y ahora hasta cree sentir el calor que emana el cuerpo pequeño de ella. Se levanta y corre hasta la cocina esquivandole, saca el tarrito y coloca unas tres en su mano. Las tira dentro de su boca y las deja pasar con un poco de agua.

Cierra los ojos y tranquiliza su respiración antes que el dolor de su cabeza termine por enloquecerlo. Se queda ahí, por unos minutos, dejando que las lágrimas broten por sus ojos. Es tan real que lo único que quiere hacer es correr hasta sus brazos y no soltarla.

Un sollozo se escapa de su boca, su cuerpo tiembla y puede sentir una ola de debilidad calar desde sus piernas, hasta llegar a su pecho y oprimir su corazón.

Hace acopio de todas sus fuerzas y se da vuelta, aún con los ojos cerrados. No se mueve, ni siquiera un centímetro, solo perdura en esa posición. Frente a ella, con la respiración entrecortada, dispuesto a gritarle si es necesario. Abre los ojos con lentitud, aterrorizado de que no pueda decirle lo que quiere. Pero no está.

Ella se fue.

El lugar esta vacío, a excepción de él. Una ráfaga de decepción y dolor lo invade por completo. Al final todos tenían razón. Ella está muerta y lo acaba de descubrir, en el momento exacto en que las blancas pastillas atravesaron su boca, justo ahí, se dio cuenta que nada era real.

Seca sus lágrimas y camina hasta la entrada, toma con violencia el cuadro y con todas sus fuerzas lo tira dentro del cesto de basura, provocando que el vidrio estalle.

Camina decidido a su habitación y cierra la puerta en un movimiento brusco, toma una almohada de su cama y cae de rodillas sobre el suelo, llevándose el afelpado cojín a su rostro y gritar hasta que su garganta se desgarre.

⭒❀⭒

El día comienza como cualquier otro, a excepción del apremiante dolor de cabeza que no deja a Yoongi en paz, mira el reloj de mesa, ya va una hora de retraso, y aunque le gustaría poder mandar todo al demonio no puede, una gran parte de él desea deshacer lo sucedido la noche anterior.

Hace acopio de todas sus fuerzas y sale de la cama, en la cocina busca entre los cajones algún calmante. Finalmente arrastra sus pies hasta el baño.

El hombre que se refleja en el espejo del baño le recuerda a un chico que acababa de perder a su novia hace un año atrás. Los recuerdos le invaden tan de prisa que vomita lo poco que tiene en el estómago sobre el inodoro.

Con el rostro empapado en sudor, se lleva un poco de agua fría y limpia los rastros de comida de la comisura de sus labios. Vuelve a mirarse al espejo.

Su cara está marchita; tiene los ojos caídos y rojos. Una gran mancha negra decora debajo de ellos, su cabello está desordenado y tiene los labios roto. Su apariencia está tan degradada que pareciese llevar meses en esa habitación sin ver la luz del día, y solo  pasó una noche.

En tan solo un par de horas ella logró destruirlo por completo.

Abre el agua de la regadera y se da una fugaz ducha, para eliminar cualquier rastro de lo sucedido. Se comienza a plantear firmemente si es necesario que los demás sepan, después de todo aún cree que está al borde del colapso mental. Lo que está lejos de la verdad.

Decide que lo mejor será disimular, y si en otra ocasión ella vuelve a aparecer, lo más sensato sería ignorarla. Porque así, estaría evadiendo el hecho de que está tomando control sobre él.

Sale de la ducha y se lava los dientes con delicadeza, sus encías duelen por haber dormido con la mandíbula presionada toda la noche. Deja que su cabello despeinado y húmedo caiga por su frente y sale.

Se viste como siempre, pantalón de mezclilla negro y encima alguna sudadera de manga corta. Toma las llaves del carro, su móvil, y cuando está a punto de cruzar la puerta se detiene en seco.

Por un año entero tuvo la foto de ambos sobre esa mesa de entrada, dónde sin falta depositaba un beso de despedida. Pero ahora el lugar está vacío. Los recuerdos de la noche anterior lo invaden y mecánicamente gira buscando el cesto de basura, pero no se atreve a buscarlo. De hecho lo último que quiere es verla.

Y no porque no la extrañe, si no, porque ya no puede seguir torturandose de esa manera.

Hace acopio de todas sus fuerzas y sale disparando al bar, dónde probablemente todos se enojaran por su notoria tardanza.

De camino al lugar no puede evitar pensar en él. Ese chico que después del funeral, apareció con un gran bolso y los ojos cristalinos. Yoongi recuerda esa despedida, estaban todos, incluyendo a Taehyung, Jungkook lloraba pidiendo disculpas de rodillas a Yoongi, mientras todos lo miraban anonado, nadie respondía, nadie reaccionaba. En cierto modo, el azabache sorprendió a todos con esa actitud, dijo -entre sollozos- que jamás podrá odiarlos, y entiende que la muerte de Chan fue un suceso en cadena, al final solo fue un golpe que lo mató, y el culpable ya está trás las rejas.

Finalmente, todos se quebraron ese día, y pidieron disculpas a Jungkook, también argumentaron que para ellos, él era un hermanito menor que aman con todo su ser, sin embargo, aún había fricción entre él y Jimin, solo se disculparon mutuamente por lo sucedido con Chan, pero en definitiva se podía notar que ya no eran amigos, no los de antes. Estos chicos empezaron una guerra personal, fuera de su hermano, y a pesar que terminó en buenos términos, no se volvieron a dirigir la palabra.

Jungkook los invitó a comer una costosa comida y fue cuando anunció su partida, la universidad no era lo suyo, o al menos no lo que estaba estudiando. También confesó, que a mitad de cursado dejó la carrera, y entró al campamento de «crimenes organizados». Ya que sentía más pasión por eso que estar en una simple oficina, les dijo que lo disculparan por no contarles, pero ni siquiera Haneul lo sabía.

Les comentó, también, que se iría por un tiempo a una academia, que después de eso era probable que no volviese a sus vidas. Pero que estaba totalmente agradecido por todo lo que hicieron por él. Seokjin cuestionó eso, él quería seguir viéndole, lo venía como su hermanito y que de pronto se despide de esa manera para no volverlo a ver; era desgarrador.

Al final terminó por aceptarlo, a pesar de que Jungkook pidió perdón y disculpara las acciones del pasado, las mentiras que ellos le dijeron aún quedan. No se puede borrar el pasado y lo mejor que pueden hacer por él, es dejarlo ir. Es decir, se pasó gran parte de lo que debía ser un luto, buscando al culpable de las irregularidades que se descubrieron en la muerte de su hermano. Era más que claro que no iba a dejar ir el rencor y las mentiras con las que se acercaron a él.

Namjoon fue quien se animó a contarle todo respecto a la relación que tenían ellos con Yeonsoo. Claro que Jungkook quedó boquiabierta. No entraron mucho en detalle, solo lo superficial, pero finalmente Yoongi terminó por derramar lágrimas ese día, le contó que la amaba mucho y que probablemente no volviera a amar de esa manera. Jungkook solo se mantuvo en silencio, jamás desde que conoce a Yoongi, lo vió así de destruido, así de vulnerable.

Por otro lado, ese día Taehyung, ni por un segundo, hizo contacto visual con Yoongi, ni siquiera le dirigió la palabra, solo se mantuvo ahí, ignorandole como si no existiera. Claro que eso le molestaba a Yoongi, aún la culpa era latente y al parecer solo Tae se daba cuenta de eso. Después no lo volvió a ver, ni siquiera cuando decidió mudarse con Hoseok. No sé despidió de nadie, al menos no de él y Namjoon, pues tiempo después se enteró que Jimin incluso le acompañó hasta la cuidad para ver en qué condiciones iba a vivir, y cada tanto logran verse los fin de semana. Pero nadie más sabe de él. Y Jimin no es alguien que divulgue la vida ajena como si fuera nada.

Yoongi no puede evitar suspirar. Las cosas cambiaron demasiado, pero al final todo se deshizo de buena manera. Ya no se sentían obligados a velar por el bienestar de Jungkook, ni a ocultar cosas sobre el pasado, aunque por supuesto, no saben más allá desde el momento en que dejó de trabajar para Hyun. De cualquier forma, extraña al menor, su particular risa, los intentos de insulto cuando veían algún partido, e incluso las tardes que se la pasaban en alguna cancha jugando baloncesto. Esas cosas se fueron con él.

Al llegar al lugar, nota que ya hay personas dentro, puede ver a Gyuri y Kwan atendiendo a clientes; Jimin en la caja y probablemente Namjoon esté en la cocina.

Al entrar recibe una amenazadora mirada de parte del castaño detrás de la caja registradora, Gyuri solo le dedica una fugaz vista y Kwan, es el único que hace una reverencia con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Jefe! ¡Bienvenido! —chilla.

Yoongi asiente sonriendo sin dientes y pasa directo a la cocina.

—¿Por qué llegas a esta hora? —Namjoon lo mira con los ojos entrecerrados.

—Me quedé dormido —confiesa y comienza su aseo—. Fue una larga noche.

Jimin entra a la cocina y cierra la puerta con pasador para evitar que cualquiera entre o salga de la habitación. Coloca sus manos como jarrón chino y entrecierra los ojos directo al confuso rostro de Yoongi.

—Ya dime la verdad, ¿qué pasó anoche?

Yoongi traga duro, la idea de que sepa sobre su episodio mental le causa terror. No es algo de lo que debería sentirse avergonzado, pero definitivamente no es algo que quiere decir a los cuatro vientos. Sus alucinaciones lo vuelven vulnerable a cualquier persona, y jamás, desde sus quince años se sintió así de débil por tanto tiempo.

—No sé de qué hablas —musita y gira para evitar que vean su afectado rostro.

—Sabes que no es de mi incumbencia —menciona con la voz relajada—, y no haría esto de no haber pasado la noche entera escuchando los reproches de Haneul. ¿Qué pasa con Gyuri?

—¡Espera! ¿Qué? —espeta quien hasta ese momento solo era un expectador más. Namjoon deja los cuchillos a un lado y se cruza de brazos para prestar más atención a la conversación.

Yoongi deja salir un suspiro pesado. Es solo eso. Su salida con Gyuri es lo que le preocupa, y es que no hay forma que sepan lo de su episodio de todas formas.

—¿Qué es lo que te preocupa realmente, Jimin? —Lo encara, ahora volviendo a alistarse para cocinar.

Jimin se deja caer a peso muerto sobre una silla y larga un suspiro cansado. En sus ojos se mientras señales de una mala noche, pero duda que haya sido los reclamos de Haneul, es más un rostro en desvelo por pensamientos tortuosos.

—Si me dejas ser honesto, me preocupa que intentes reemplazar a Yeonsoo con Gyuri —se sincera—. No quiero que te lastimes, ni lastimes a esa chica, Yoongi.

El pelinegro le mira con el entrecejo arrugado. Jimin no puede estar tan lejos de la verdad, y aunque le gustaría decirle que no, no tiene idea de lo que pasa por su cabeza en realidad. Y decirle eso solo empeoraría su cabeza, así que se convence en que lo que está por salir de su boca es nada más que la verdad.

—No le conozco desde hace un año, Jimin. Gyuri y yo tenemos historia, y me atrevo a decir que incluso más que con Yeonsoo —suelta, recibiendo una mirada sorprendida de Jimin y una bastante disimulada de Namjoon, quien se muerde las mejillas interna para no opinar al respecto—. No estoy diciendo con esto que mis intenciones son buenas o malas. Solo somos dos ex novios que se han vuelto a ver y ya.

—Llevan viéndose desde hace meses, y nunca te vi dar un paso —cuestiona Nam.

—No estaba listo —susurra—, ni siquiera sé si lo estoy ahora. Solo sé que sí lo sigo pensando no voy a llegar a ningún lado.

—No sé que tan buena idea sea que quieras ser impulsivo con una chica que viene coqueteando contigo hace meses —masculla—. No lo estás pensando con claridad.

—¡Míralo! No lo está pensando en absoluto —chilla Nam, sin contenerse.

—No quería decirles esto, siento un gran respeto y cariño por ustedes —confiesa—, y porque hago eso, les pido que no se metan en mi vida ni en mis decisiones. El que la muerte de Yeonsoo me afectara al punto de enfermarme física y psicológicamente no quiere decir que deban actuar como mis padres.

—Si actuaras como un adulto no tendríamos que estar hablando a tus espaldas para cuidarte —escupe Namjoon, sin poder detenerse.

Jimin aprieta la mandíbula con fuerza y le mira queriendo matarle. Nam suspira y agacha la cabeza al darse cuenta que acaba de actuar como un niño que no puede pensar y luego hablar.

—No actúo como niño, si es lo que insinúas —susurra con media sonrisa—. Murió la persona con quién quería pasar el resto de mi vida, si crees que es normal superarlo el mismo día deberías ir a un terapeuta.

Dos golpes en la puerta interrumpen la conversación y el tenso ambiente que se comenzaba a formar entre ellos. Jimin abre las puertas y Gyuri asoma la cabeza con cuidado.

—Perdón que interrumpa, pero hay más clientes —habla Gyuri desde la entrada con la tableta en mano, sonríe cálida y amable.

—¡Oh, sí! Una disculpa. —Namjoon se gira y toma su tableta para ver el pedido.

Jimin no se mueve, ni siquiera puede sacar la mirada de la espalda ancha de Namjoon. Al final, Yoongi no está lejos de la verdad y lo único que hace el castaño de metro ochenta y tres es descargar su frustración con el pelinegro de metro setenta y cinco. Llevará a Yoongi a su límite, y no quiere estar presente cuando ambos se olviden que una vez fueron amigos.

—Hola —musita Yoongi en dirección a la castaña. Lo cierto es que no puede negar la preocupación de Jimin, pero tampoco va a fingir indiferencia hacía ella cuando las cosas terminaron tan bien la noche anterior.

—Hola —responde sin mirarle, esperando la confirmación de Namjoon quien arruga la frente al leer los pedidos.

—¿Cómo estás? ¿Dormiste bien? —insiste. Algo no anda bien en la forma de actuar de ella.

—La mesa cinco me tardaré un poco más, y avísame cuando llegue el camión.

—Haneul no me dijo que llegaría hoy, nos tenemos que dar vuelta con los ingredientes que tenemos.

—Llama a Kwan —interviene Yoongi, con el entrecejo arrugado.

Gyuri asiente sin mirarle y vuelve al salón.

—Algo anda mal con ella, no la lastimes —comenta Jimin.

Yoongi se muerde el labio inferior queriendo defender su postura, pero tan pronto toma aire para replicar, Gyuri aparece seguida de Kwan.

—Necesito que vayas al mercado más cercano y compres lo que Nam va a anotar en una lista —ordena con precisión. Namjoon toma un bolígrafo y comienza a escribir tan rápido como pueda lo que le falta en su cocina para terminar los platillos—. Toma mi tarjeta, sal por esta puerta y vuelve por la misma. No quiero que los clientes te vean. Es para ahora, Kwan.

—Oki Doki, señor. —Hace una pose militar y toma el papel que le tiende su segundo jefe para más tarde salir disparado por la puerta trasera.

—Haré la mitad de las órdenes —dice Yoongi por lo bajo y toma la tableta de Namjoon.

El castaño se gira y de sumerge de inmediato en el transe que le provoca cocinar. Cómo si nadie más existiera a su lado. Jimin no se mueve de su lugar, mantiene la mirada fija en Yoongi a la espera de su siguiente movimiento.

—Gyuri —la llama Yoongi.

—¿Sí? —contesta sin mirarlo, con su vista fija en la tableta frente a ella.

—¿Podemos hablar?

—Debo trabajar, Yoongi —responde y ahora sí le mira. La indiferencia en sus facciones oculta torpemente una mueca de asco—. A menos que sea sobre el bar, me retiro.

—Puedes retirarte —ordena Jimin, aún mirando a Yoongi—. Déjale en paz, Min. Búscate a otra persona con quién rehacer tu vida. Suelta tu pasado de una vez por todas.

Yoongi deja caer sus hombros rendido y da indicios de querer correr tras ella, y de no ser por Namjoon lo hubiera conseguido.

—No sé que tramas, pero déjalo —sentencia—. Tenemos muchos clientes.

El pelinegro asiente con amargura y gira, dándole la espalda a Jimin que no tarda mucho en desaparecer de la cocina.

Algo no anda bien con Gyuri, y por supuesto no tiene que ver con las duras palabras de Jimin. Cuando ella se fue, todo parecía estar en su lugar. Debió pasar algo después de que ella entrara al ascensor, tal vez su ex novio volvió a molestarla, o es alguna clase de venganza por las veces que él la rechazo.

Yoongi sonríe de lado y baja la cabeza negando. «Eso debe ser. Una venganza». Será divertido y además se lo merece. Aunque no entiende por completo por qué de pronto Jimin y Haneul parecen estar en contra de sus decisiones. Lo entiende, no es idiota, y aún así de niega a creer que él podría ser la manzana podrida en el hermoso árbol de Gyuri.

Las horas pasan y los platos vienen y van desde la cocina hasta el salón principal del bar. Yoongi pierde completa noción del tiempo cuando se sumerge entre sus cuchillos. Moviéndolos con precisión y agilidad. Es como un ninja de la cocina. O tal vez, le gusta la sensación del roce metálico y filoso contra su lechosa piel, jugando a la tentativa de un gran corte.

—Estamos creciendo demasiado. —Jimin sonríe mientras toma café. Yoongi gira con el entrecejo arrugado. Ni siquiera se dió cuenta en el momento que entró a la cocina, pero le alegra que ahora tenga el semblante relajado y no esté a la defensiva como hace un par de horas atrás—. Si seguimos así, deberemos buscar otro lugar, un poco más grande.

—¿Por qué lo dices? —interviene Nam, quien corta con cuidado una calabaza.

—A pesar de que la gente no está más de treinta minutos aquí, no hay suficiente lugar para la cantidad de personas que pasan noche tras noche.

—¿En serio? —Namjoon le dedica una fugaz mirada—. No lo había notado.

—No podrías. Desde que vienes y te vas estás solamente en la cocina —indica—. Los que estamos en el salón presenciamos la verdadera jungla.

—¿Dices que busquemos un lugar más grande?

—Tal vez. Incluso necesitamos más personal. En las noches debo dejar la caja unos minutos para atender mesas.

—Entonces busquemos más personal. —Yoongi se encoge de hombros mientras corta verduras—. No creo que sea apropiado buscar un nuevo lugar. Es solo por la temporada, después de eso, hay días en los que ni siquiera tenemos clientes.

—Es cierto, sin embargo, Kwan nos está haciendo buena reputación por las redes sociales —insiste el castaño—. Me dijo que sería buena idea crear una página, él es bueno con esas cosas...

—Disculpa pero, ¿cuántos años crees que tengo? ¿Ochenta? —Nam se gira levantando una ceja indignado—. ¿Crees que no se crear una página? ¿O usar un estúpido teléfono?

Yoongi no puede evitar sonreír por lo bajo, es cierto que son jóvenes, pero la edad es algo que suele molestarle a Namjoon. Cuando se trata de eso, siempre actúa como un niño de secundaria, le cuesta admitir que ya es un adulto. Sin embargo, Yoongi es todo lo contrario, él cree que si actúa como hombre de edad mayor, al final del día, cuando realmente lo sea, no le costará tanto admitirlo.

—No digo eso, Hyung. —Rueda los ojos—. Pero Kwan, es más joven. Está en su primer año de universidad, conoce muchas personas. Es carismático y... tiene el toque.

—Fuera de mi cocina, Park. —Namjoon levanta la mano apuntando la puerta.

Jimin busca ayuda en los ojos de Yoongi, pero este solo se encoge de hombros sonriente. Finalmente bufa y sale murmurando por lo bajo, lo más seguro insultos.

—¿Puedes creerlo? —Namjoon ríe seco irónico.

—De hecho sí, estamos grandes —musita—. En pocos años estaremos en los treinta.

—Habla por ti, vejestorio —dice incrédulo.

Yoongi larga una enorme carcajada al aire y sigue trabajando, sin dejar morir el ambiente.

Molestar a Namjoon sobre su edad es algo que le gusta. Verle enojado a es divertido. Normalmente, Nam es alguien pasivo, calmado y con los pies puestos en la tierra, sin embargo, con ese tema un nuevo Namjoon sale a luz, contradiciendo totalmente al Namjoon normal.

—¿Sabes algo de Jungkook? —suelta sorprendiendo a su compañero.

Nam deja de cortar un momento las verduras, pero no le mira. Es como si aquella pregunta lo trasportara al momento en que Yeonsoo estaba viva, y debía prepararse para pelear. Sacude su cabeza alejando aquellos tortuosos recuerdos y sigue con su trabajo.

—No, desde ese día no lo volví a ver —responde seco y se encoge de hombros—. Hace tiempo le pregunté a Jimin sobre él, pero tampoco sabe de su paradero, según sé, cambió de número. Dudo que alguien de este grupo pueda dar con él.

—¿Crees que nos odia?

—Creo que intenta seguir con su vida, como todos nosotros. —Yoongi asiente sin decir nada—. ¿Por qué preguntas?

—No tiene importancia realmente.

⭒❀⭒

La hora de salida marca en el reloj de muñeca de Yoongi, no hay más pedidos por lo que se permite tirarse en la silla de la cocina con la cabeza hacia atrás, cierras los ojos y respira con fuerza. No durmió lo suficiente como para resistir un día tan atareado como el de hoy.

Su recordatorio mental menciona que debe hacerle una cena a Gyuri, por lo que se levanta y camina hasta estancia, dónde solo se encuentra Jimin detrás de la caja y Kwan limpiando el piso.

—¿Dónde está Gyuri? —le pregunta a Jimin.

—Se fue antes, mencionó que era una urgencia —contesta sin dejar de ordenar y fruncir el entrecejo con unos papeles.

—¿Será otra cosa? —se pregunta para a si mismo.

—No es mi incumbencia, pero ella realmente te estaba evitando. —Namjoon sale ya cambiado de la cocina.

—¿Por qué lo dices?

—Gyuri, siempre intenta hablar contigo, aunque sea dos segundos. Pero hoy, ni siquiera volteo a verte —menciona y toma se lleva a la boca una manzana—. No sé qué hiciste, pero debes disculparte. No quiero ambientes tensos en mi cocina.

—Te lo advertí, Yoongi. —Jimin termina de guardar el dinero del día en la caja de seguridad—. Gyuri se notaba inquieta, como si no fuera capaz de enfrentarte.

—O solo realmente tenía una urgencia —opina Kwan limpiando una mesa. Los tres lo miran y el inmediatamente hace una reverencia—. Perdón, no quise faltar el respeto.

Jimin hace un mohín para restarle importancia, y aunque Yoongi lo usa como punto de enfoque para pensar con claridad, no puede evitar sobresaltar se cuando ve a Kwan removerse inquieto. Sin despegar la vista de él. Casi con temor. Cómo si pudiera ver al antiguo Yoongi.

Este quita la vista y mira de reojo como el niño deja salir el aire y se apresura para limpiar todas las mesas lo más rápido que pueda. La culpa lo invade de repente. Kwan es de las personas más amables y carismática que ha conocido en toda su vida. Nunca le ha fallado, ni siquiera en temporada de lluvias.

—¿Qué hiciste? —Namjoon se afirma contra la barra mientras espera que Yoongi termine de sacarse el cubre boca y el delantal.

—Fuimos a beber, después la invite a casa —enumera—, y..., —calla, de pronto entiende porqué está tan enojada—. Oh.

—¿Oh? ¿Qué hiciste? —masculla Jimin.

Yoongi no es alguien que sepa coquetear a la perfección. Si las cosas funcionaron con Yeonsoo, fue porque ella vivía debajo de su techo, sin mencionar que la pelinegra no era alguien que se guardara las cosas. Solo se dio, ni siquiera tuvo que analizar los hechos.

—Tal vez me insinúe y le dije que solo quería tener sexo con ella.

Jimin deja salir el aire contenido y deja caer la cabeza rendido.  Namjoon se ahoga con su propia saliva y Kwan solo ríe por lo bajo.

—¡¿Eres imbécil?! —Namjoon habla como puede.

—¿Tan mal estuve? —se rasca la nuca—. Le dije que me arrepentía, que realmente quería intentar algo con ella.

—¡Idiota! ¡¿Cómo se te ocurre?!

—¡No me grites! —Eleva un poco la voz, a pesar de que Namjoon sea notablemente más alto que él, no le teme, ambos saben que en una pelea, Yoongi lo dejaría inconsciente en un par de minutos.

Namjoon carraspea y asiente.

—Eres idiota —dice Jimin con aire cansino—. Si le dijera eso a Haneul, ya estaría muerto. Agradece que ella es un ángel.

—¿Qué debo hacer? —Yoongi se tira sobre una silla cansado. Lo que pasó con Gyuri es el comienzo de lo que fue en realidad su noche.

—Jefe, debe darle tiempo. —Kwan se acerca con las manos juntas—. Gyuri no es mala, y es de mente abierta. Intente hablar mañana con ella sin ser agresivo.

—Gracias, Kwan. —Yoongi le sonríe de lado.

—Ya debo irme, pero que tengan una hermosa noche. —Kwan hace una reverencia y sale del bar.

—¿Les parece si vamos a beber? —Jimin se estira y sale de detrás de la caja registradora.

—Creí que estabas enojado conmigo —inquieta Yoongi.

—Lo estoy, y si quiero seguir conservandote como amigo debo hacerlo bajo la influencia del alcohol.




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