2
Ha estado en este cuarto más veces de las que puede recordar, y nunca le había prestado tanta atención como lo hace ahora. Los colores verde olvida y caoba contratan de forma armónica con la luz del día entrando por el enorme ventanal que hay a un lado del escritorio.
Yoongi se preguntó que llevaría a alguien a profecionarse en un trabajo donde debe escuchar los problemas de muchas personas. Tal vez lo hubiese hecho, pero la verdad es que su paciencia es casi nula cuando se trata de tratar con problemas ajenos. Ni siquiera sabe cómo tratar los suyos, sería un pésimo consejero.
También se cuestionó si habría persona en el mundo que no tenga algún tipo de problema. Y al final llegó a la fría conclusión que incluso aquella persona que niegue tenerlos; los tiene. En diferentes proporciones, claro está. No puede comparar sus traumas de la niñez con las de Jimin; porque sin duda, sacando el hecho de que su padre de suicidó para dejarles una enorme deuda, no tiene recuerdos dolorosos de ella. De haber escapado de casa, o qué su padre lo golpeara hasta dejarlo inconciente.
Por eso, desde que puso un pie en el consultorio, sobre todo desde que se sentó frente al hombre de unos cuarenta y tantos años, que lo mira a través de sus gruesas gafas; dejó que sus pensamientos volarán sin dirección alguna. Esperando a que el sujeto comience con preguntas que parecen no salir de su boca.
Así es mejor. O al menos eso cree. Dejar que su cabeza de aventure en el laberinto de si vio o no a Yeonsoo le estremece más que pensar en la niñez de Jimin.
Yoongi lleva más de diez minutos temblando en el lugar. El terapeuta lo mira expectante, esperando a que todo el susto se evapore de su cuerpo para comenzar a hablar.
—Era ella —suelta Yoongi en un susurro. No era lo que quería decir, de hecho estaba por debatir el futuro de la salud mental de su amigo y en cuanto abrió la boca solo salió eso. Respira profundo, ya habló así que no puede hacer otra cosa que continuar—. Debe créeme
—Te creo —confiesa el sujeto y le regala una sonrisa. Yoongi lo mira con el ceño fruncido, un rayo de esperanza de que realmente no esté loco lo golpea.
—Cree que estoy loco. —Ríe seco.
—No creo que estés loco. ¿Tu lo crees?
—Me habla como si lo estuviera —gruñe por lo bajo—. Quiero dejar de sentirme así.
—¿Así cómo, Yoongi? —susurra con la voz tranquila y lenta.
—Atrapado.
—Siento que estás aún de luto —confirma y baja su mirada a la libreta frente a él para luego volver a subirla—. ¿No crees eso?
—Ya no sé en qué creer, si le soy honesto —suelta en un suspiro. «No está viva, supéralo», se repite mentalmente—. No entiendo por qué ahora. —Yoongi se tira en el respaldar de la silla tirando su cabeza hacía atrás—. Sufrí alucinaciones los dos primeros meses. Hasta que empecé terapia con usted.
—¿Por qué crees que de repente volvieron las alucinaciones?
—Se cumplió un año desde que la perdí —confiesa—. Recordé todo lo vivido, y todo lo que queríamos vivir juntos.
—El aniversario puede ser el detonante de tus alucinaciones. —El hombre mira las facciones de Yoongi a detalle—. Se nota que te ocupas de ti, y tal vez una parte se hecha la culpa por seguir disfrutando de tu vida y ella no.
—Pero eso es cierto.
—No, Yoongi —hace una breve pausa—, ella tomó una decisión, y tú no podías hacer nada. No fue tu culpa, ni siquiera fue de ella.
Los recuerdos de aquella noche vuelven una vez más y debe parpadear con rapidez para ahuyentar las lágrimas que le amenazan con salir. Es increíble que no pueda recordar su voz, pero si el olor a nafta y humo del almacén en el que ella y Hyun volaron en mil pedazos.
Se toma un momento para respirar profundo y carraspea, para evitar que su voz lo traicione una vez más.
—¿Qué se supone que debo hacer? —susurra en un hilo—. Ya no puedo seguir así.
—¿Probaste con hablarle?
—¿Me dice que le hable a la nada? —Arquea una ceja incrédulo.
—Creí que era real, tú lo mencionaste —cuestiona el hombre.
Yoongi le mira con incertidumbre. No lo había pensado como tal, hasta hace un momento en donde intentó llegar a ella. Pero la idea de que aparezca en público y él hablarle como si ella realmente estuviera ahí lo asusta. Su cabeza no es más que un hilo cuerdo dispuesto a romperse en cualquier momento.
Sin embargo, es la mejor opción que tiene ahora. Podría pedirle que se aleje, o qué no aparezca en público. Tal vez que le enseñe a seguir sin ella o lo que fuese.
—¿Y qué le digo? —dice al final.
—Preguntale que quiere, que hace aquí. Incluso podrías decirle que te deje en paz. —La idea de que no vuelva a verla lo tortura, si bien está haciendo que pierda la razón pero no quiere deshacerse de ella—. Mencionaste que no la viste sola. ¿Con quién estaba? ¿Hyun?
—No —titubea. No está seguro si decir con quién la vio podría ayudarle sin provocar que se enfade.
—La persona con quién la viste, ¿está viva?
—Si, pero hace más de once meses que no lo veo —confiesa con sequedad.
No puede echarle la culpa. Aunque todo pareciera apuntar hacia él. Después de todo, fue él mismo quien decidió ir tras el menor.
—¿Y si lo visitas?
—No tengo ninguna idea de dónde se encuentra, cambió de número y se evaporó de nuestras vidas.
—Tal vez lo extrañas, como la extrañas a ella —hace una breve pausa esperando que Yoongi responda, pero no lo hace—. ¿Cuando la viste por última vez?
—Hace un momento.
—¡Oh! —suelta el sujeto sorprendido. No es tan idiota como para no darse cuenta que lo que acaba de soltar le ha enterrado metros y metros bajo tierra, o pastillas para ser preciso—. Supongo que puedo darte alguna pastilla para tranquilizarte.
—Dijo que me creía. —Frunce el ceño deceñoso.
—Yoongi, ver a alguien fallecido a solas es más común de lo que tú crees —musita con cuidado y se acerca un poco a él—, pero verla entre muchas personas ya es algo de lo que debo preocuparme. Solo toma estas pastillas y si ella aparece de nuevo ven a mí, y hablaremos de ello.
Lo mira expectante. La confianza creada titubea. No puede echarle la culpa al hombre, pero sin duda no esperaba salir con una receta de pastillas anti alucinaciones. Una parte de él se siente desilucionada consigo mismo; creía que todo funcionaria bien, que solo sería otra de sus crisis nerviosas y podría restregarle en el rostro a Namjoon que no fue nada más que un episodio del que nadie debe preocuparse. Sin embargo, ahora deberá bajar la cabeza, avergonzado de sus pensamientos, de su rota mente.
—De acuerdo —susurra al final
—¿Qué harás ahora? —dice el tipo anotando el nombre de las pastillas que debe comprar en la farmacia más cercana.
—Si me quedo en casa voy a perder la razón, debo ir a trabajar.
—¿Sigues trabajando con... —Hace un mohín intentando recordar su nombre—. Jury?
—Gyuri —lo corrige—. Sí, ella sigue trabajando conmigo.
—¿Por qué no le invitas un trago?
—¿Por qué haría eso? —Frunce el ceño confundido.
Hace menos de cinco minutos estaba diciéndole que le hable a su novia muerta y ahora quiere que invite a otra chica a salir. No tiene idea de cómo funciona las terapias pero algo de razón deben tener.
—¿Te gusta? —suelta con tanta tranquilidad que le asusta.
No puede negar que en su momento Gyuri fue la luz de sus ojos. Pero ahora mismo no es más que otra empleada del bar. Así que no puede ser completamente sincero respecto a lo que siente o piensa de ella, mucho menos con la aparición de Yeonsoo en todos momentos.
—No lo sé —musita.
—Yeonsoo murió hace un año, créeme que no le importara que sigas tu vida —dice con firmeza y serenidad. Le entrega el fino y blanquecino papel con los nombres de las futuras pastillas que le quitarán la única cosa que quiso desde la muerte de ella. Verle—. No pienses que vas a casarte con esta chica, solo disfruta de un buen trago acompañado.
—Voy a pensarlo. —Asiente no muy convencido y de levanta a la par de su terapeuta quien se dirige a la puerta para abrirla—. Gracias por todo.
—Ve a la farmacia de la vuelta. Me conocen y te harán descuento por las pastillas —ordena.
—Hasta luego —se despide, hace una reverencia de noventa grados por unos segundos y sale del edificio tan rápido como sus piernas le permiten.
Antes de que su cabeza lo convenza de que no necesita las pastillas, se va directo a la farmacia, debe al menos tomar unas tres pastillas para poder olvidarse de ella por el momento.
Le es inevitable no recordarla. Vestía exactamente igual que la noche que le vio; de cuero, cabello corto y esa escándalosa cicatriz en el rostro. Se veía feliz y tranquila, como si toda su vida pasada se esfumara y ahora tiene una mejor. Iba de la mano con él. Pero ¿cómo podría terminar siendo pareja de él?, no hay explicación. Son completamente diferentes, además de que ninguno de los dos es estable.
Yoongi decide dejar el tema para después, tal vez tiene razón y debe buscar la forma de contactarlo, ver con sus propios ojos lo feliz que está.
Entra a la farmacia y le tiende la hoja, el hombre sonriente saca un bote pequeño de pastillas, color amarillo. Él paga y se va guardando el tarrito en su bolsillo. Es pequeño por lo que no hay problema de llevarlo a todos lados.
Decide que ya es hora de volver al trabajo, no falta mucho para que sean las doce.
⭒❀⭒
Haneul termina de ordenar algunos recibos en la caja registradora mientras los chicos terminan de organizar la bebida y algunos ingredientes. Su mente vuelva hacia quien fue su mejor amiga en aquel momento, y lo mucho que en estos momentos daña a Yoongi. Estando tan lejos y cerca al mismo tiempo. Siendo la misma granada defectuosa, a punto de explotar para no dejar a nadie sin cordura.
Se pregunta si debió actuar como Hunter en su momento. Irse tan lejos como sus pies le permitiesen. Podría decir que no lo hizo por su hermano, pero incluso Hoseok de alejó de la vida que llevaba. Huyó de su pasado como un cobarde. ¿Por qué ella de quedó?
La risa de Jimin por algún chiste sin sentido de Kwan le espabila, y de pronto sus dudas desaparecen. Sabe que no fue la mejor idea, de hecho fue la peor idea del mundo meterse en su mundo, rodeada de armas, drogas, peleas y peligros de todo tipo. Pero solo ahí estaba Jimin, y volvería a pasar cada una de las torturas que vivió si al final vuelve al mismo instante en el que puede escuchar la risa de su amor, sin miedo, sin cargar armas, sin peleas ni drogas. Siendo feliz.
El móvil vibra en la parte trasera de su pantalón. Haneul decide dejar de pensar en su amiga y lo que trajo a sus vidas para atender.
—¿Hola?
—Señorita Jong, soy el doctor Ko —saluda la suave voz del terapeuta de Yoongi suena del otro lado.
—Oh, deme un segundo —se apresura a decir.
Termina de guardar los finos papeles en la caja fuerte y camina hasta la cocina donde Namjoon tararea una canción que suena por el estéreo. Haneul le hace una seña a Jimin para que ingrese a la cocina y le pide a Gyuri y Kwan que esperen en el salón.
—Si, soy yo. ¿Qué sucede, doctor? —habla con la voz tranquila. Y coloca la llamada en voz alta.
—Acabo de hablar con Yoongi y está bastante estable —anuncia con alivio—. Pero me preocupa la cantidad de alucinaciones que tiene. Le recete unas pastillas.
—¿Disculpe? ¿Ahora está medicado? —escupe más brusca de lo que pretendía. No está enojada con él, ni con Yoongi. Está furiosa con Yeonsoo por lo que le hace aún en su ausencia.
Ve cómo Jimin empalidece y Namjoon jala su cabello con fuerza. Se sienten responsables de su amigo. De una forma insana, inhumana y poco práctica. Yeonsoo no solo se está llevando la esencia de Yoongi, también la del resto del grupo.
—En realidad le di placebos, hay algo que no me gusta de todo esto —responde con tranquilidad.
Haneul respira un par de veces antes de seguir el hilo de la conversación. No quiere perder la poca paciencia que tiene.
—¿Seguirá un tratamiento? —cuestiona dudosa—. ¿Es un peligro para él mismo? ¿Para nosotros?
—Lo dudo, señorita Jung. Yoongi está muy consciente de su condición. Es lo que más me inquieta —confiesa—. Pero si evolución depende de él, de cualquier forma quería avisarle. Por lo que entiendo fue enfermera y no quiero que al ver el nombre de las pastillas me delate.
—¡Oh! Entiendo, no se preocupe.
—Bien, manténgame al tanto de Yoongi —murmura y se escucha como una voz infantil hace eco en el consultorio—. Debo irme, pero si llega a tener otro episodio llámeme, sin importar la hora. Adiós —dice y cuelga.
Haneul suspira pesada y se deja caer en una de las sillas que hay en la cocina. Esconde su rostro entre sus manos y sus pensamientos comienzan a divagar en mil razones para cometer un error que puede salvar la cordura de Yoongi.
—¿Para qué le da placebos? —cuentiona Jimin frunciendo el ceño.
—No lo sé, debe tener sus razones —musita Hane y sale de su escondite para ver el rostro preocupado de su novio.
Jimin llega hasta ella y la envuelve entre sus brazos besando su cabeza. Susurra por lo bajo que todo estará bien, que Yoongi se recuperará tan rápido que ni siquiera se dará cuenta. Y aunque sus palabras la tranquilizan, sabe que no es cierto. Acaba de explotar todo y es probable que Yoongi sea el más dañado.
—¿Entonces como lo tratamos? ¿Cómo enfermo? —Namjoon está al borde del colapso mental.
—Solo tratalo como siempre —menciona ella—. Evita hablar de Yeonsoo por el momento.
—¿Y si me dice que la ve? ¿Lo ignoro y ya? —Nam comienza a caminar de un lado a otro, complemente fuera de sí.
—¡Por dios, Namjoon! —Jimin espeta—. No lo hagas más difícil de lo que ya es. Compórtate, maldición.
—No se supone que deba ser así —se defiende el castaño.
—Yoongi perdió su otra mitad, Namjoon —masculla entre dientes Jimin—. No lo olvides.
Nam aprieta la mandíbula, cansado de escuchar siempre la misma razón. Pero lo cierto, es que una gran parte de él envidia que su amigo aún pueda verle. Yeonsoo jamás se sacó una foto con él. Ya olvidó por completo su estatura, el sonido de su voz. Solo es un recuerdo vago de alguien que hizo lo posible por sacarlos de ese mundo. Era una de sus mejores amigas, y ahora no es más que comida para los gusanos, infestando la mente de su amigo.
Toma una caja de basura y sale por la puerta trasera furioso, se siente de cierta manera, acorralado por las emociones. Lidiar con alguien así es difícil, más cuando una parte de él quiere que en realidad ella si esté viva, solo para que la agonía silenciosa de Yoongi termine de una vez.
Namjoon respira profundo, Jimin tiene razón. Está generando más problemas de los que ya hay, y no porque Yoongi sea un problema en sí, sino, por la manera en que lo dice. Realmente está convencido de que ella aún vive, pudo verlo en la clínica, en sus ojos reflejaba la desesperación porque alguien creyera en su palabra. Quisiera creerle, quisiera poder verla también, pero no puede permitirse caer de nuevo.
Yeonsoo era su amiga, alguien que solía ir a altas horas de la madrugada a su pequeño departamento y tomar cerveza sin que nadie supiera. Ella era una persona con la cantidad abrumadora de secretos que hacía estremecer a cualquiera, incluso a pesar de haberla conocido durante mucho tiempo, realmente no supo ni la mitad de su historia.
Debe parpadear un par de veces para espabilar las lágrimas que se forman en sus ojos. Respira profundo y decide que si no quiere pasar el resto del día sumergido en una botella de alcohol, deberá concentrarse en lo único que puede hacerlo feliz ahora; cocinar.
Vuelve a entrar con el semblante relajado. No planes tener una pelea con Jimin. Sin embargo, él no de encuentra en la cocina, solo Haneul mirando la pantalla de su móvil.
—Debo hacer una llamada, encárgate de la caja registradora un momento —le ordena a Gyuri que entra por la puerta de la cocina.
La puerta se abre y una pareja entra buscando mesa, Kwan los guía animado. El chico tiene un tono de voz un poco elevado, pero lo compensa con el carisma que transmite. De hecho es quien más bromea y mantiene el lugar animado, ya que Gyuri, es más silenciosa, su tono de voz es tan bajo que no es raro que le pidan repetir las cosas. Sin embargo, es amable, responsable y atenta con todos, en especial con Yoongi.
La orden no tarda en llegar a las manos de Namjoon, por lo que no pierde más tiempo en sus pensamientos y comienza a cocinar. Enciende el pequeño televisor de la cocina y coloca las noticias.
—¿Otro más? —Jimin cuestiona entrando por la puerta de la cocina, contra caja de suministros.
Nam frunce el ceño y mira la pantalla, otro cuerpo fue encontrado.
—Es el tercero en un mes. —El castaño se estremece ante los pensamientos de un cuerpo lastimado de esa forma—. ¿Crees que sean terrorista? ¿O es parte de alguna mafia? Aunque no puede faltar la teoría de un asesino en serie.
—No dicen mucho en las noticias. Solo piden que tengan cuidado y si esto sigue así, es probable que terminen colocando un toque de queda —replica Nam, sacando la vista de las imágenes televisivas.
—Hay noches en las que Hane se va a casa sola. Le pedí que me dejara ir por ella pero de rehúsa —murmura Jimin pensativo—. Lo volveré a hablar, con estas muertes, comienzo a ser un poco paranoico.
—Creo que todo el país tiene miedo, Park. Hane entenderá si lo pláticas con ella —le consuela Nam—. Pero es una chica lista y fuerte, no tienes que preocuparte por ella.
—Mi vida se acaba si algo le sucede —se sincera.
—Yo decía lo mismo —interviene el tono ronco y grueso de Yoongi que los sobresalta por detrás.
Ambos giran asustados. Su rostro muestra preocupación mientras mira la pantalla de televisión. Jimin de aclara la garganta y asiente, porque no tiene idea de qué decir. Teme s que el nerviosismo delante lo arrepentido que está de soltar algo así frente a él, aunque en su defensa, no tenía idea que estaba parado ahí.
Yoongi se coloca el delantal y se lava las manos con cuidado.
—Yo decía que sin ella me moriría, que mi vida se terminaría —continua—. Pero aquí estoy.
—Excepto que ves a los muertos —escupe Nam y para en seco lo que estaba haciendo. No puede creer que no haya retenido esas palabras, salieron con veneno y burla.
Quiere golpearse la boca tan fuerte como sea posible, gira aterrorizado encontrándose con la mirada divertida de Yoongi.
—Touché, amigo. —Ríe por lo bajo—. No hay más guantes.
—Creo que Haneul tiene una caja guardada debajo de la caja registradora —comenta Jimin, haciendo acopio de todas sus fuerzas para sonar lo más tranquilo y normal posible.
Yoongi asiente y sale de la cocina. Jimin, con la furia latiendo detrás de su oreja, camina hasta Namjoon y lo empuja por el pecho provocando que retroceda.
—¡¿Qué mierda te pasa?! —Jimin grita en un susurro.
—L-lo siento. No sé qué sucedió —tartamudea indefenso.
Jimin sabe que está arrepentido. Por su postura, por la palidez de su rostro y como sus manos no dejan de temblar. Le gustaría reconfortarlo, pero sabe que aquellas palabras salieron desde lo más profundo de su ser. Así que no puede simplemente pasarlo por alto.
—¡Contrólate! o tú tomarás días de descanso —le advierte con la voz tranquila y serena. Pero al mismo tiempo amenazante y brusca—. Yoongi necesita nuestro apoyo. Si no puedes darle eso ahora, entonces tómate unas vacaciones...
Sus palabras quedan en el aire con la aparición del mayor. Reemplaza la caja de guantes con la nueva y se coloca un par. También se coloca la mascarilla y finalmente el gorro de red para que no se escape ningún cabello.
—Estaba pensando en salir a una discoteca —anuncia sacando ingredientes de la nevera.
—¿Un Lunes? —Namjoon hace una mueca.
—Comenzaron a llegar clientes, dejen su platica para después. —Haneul aparece por la puerta de la cocina frunciendo el ceño. Los tres chicos asienten y comienzan a trabajar.
Jimin decide encargarse de la caja registradora ya que Haneul dentro de poco debe volver al trabajo. No es novedad que la cocina sea su punto débil, pero es bueno con los números y la atención al cliente, algo de lo que Yoongi y Nam carecen por completo ante su fácil estimulación para enojarse.
Hay muchas cosas que cambiaron desde la muerte de la Yeonsoo. Yoongi no solía platicarles de sus problemas, pero ahora cada pensamiento que tiene lo dice. Al principio fue una sorpresa, luego les empezó a gustar que sea de esa manera y al final terminó siendo una gran grieta en la relación con sus amigos. Y no precisamente porque fuese absorbente, todo más bien se reduce a sus alucinaciones. Sabe que cada uno lo toma de forma diferente, aunque no puede evitar pensar en que creyó que quien más lo apoyaría sería Namjoon. Siempre fue un tipo paciente y tranquilo, nada parecía sacarlo de quicio, hasta la muerte de ella. Algo detonó dentro de él que hasta la mínima cosa produce un enojo insoportable.
A diferencia de Yoongi quien aprendió a ser más paciente, aceptar sus sentimientos y entender que no puede controlar todo. No está en sus manos. Es como si cambiarán roles y eso si que le molesta. Le gustaba ser el tipo rudo que se alejaba de los problemas para no cargar con ellos, ahora más bien es un imán de eso. Sin embargo, últimamente no habla mucho. Solo se mantiene en silencio escuchando lo que los demás pueden decir, analizando y reflejándose. Intentando conversar la esencia de quién fue en algún momento.
Las personas entran y salen, como es temporada hay el doble de clientes de lo que usualmente tienen durante lo que resta del año. Yoongi y Namjoon no hablan, a excepción de las ocasiones en las que se tienen que pedir algún que otro ingrediente. Pero de lo contrario ni siquiera se miran, y no es incómodo, ni siquiera el ambiente está cargado, solo es mas cómodo si cocinan sin distracciones.
Para cuando el reloj marca las nueve con cuarenta, es hora de despedir al último cliente. Jimin termina de contar el dinero y deja solo el cambio en la registradora para guardar lo que resta en la caja de seguridad. Yoongi termina de limpiar su zona de trabajo y camina al salón para encontrar a todos ordenando y limpiando el lugar.
—¿Te vas a casa? —Gyuri pregunta con su aterciopelada voz.
Yoongi asiente un poco cansado. La idea de ir a una discoteca sonaba bien por la mañana, pero al ser las nueve de la noche, duda que pueda conseguir una hora más despierto.
—Hoy cierro yo, pueden irse —anuncia Namjoon desde la puerta de la cocina, aún con el delantal puesto.
Estaba a punto de ofrecerse para ser él quien cerrará el bar, pero la última vez que lo hizo, terminó viendo a Yeonsoo, provocando otro episodio y para finalizar, haber vuelvo a terapia y con medicamentos. Sin duda no será el último en quedarse por mucho tiempo.
—De acuerdo. Descansen —susurra. Está cansado mentalmente como para quedarse por más tiempo en el lugar. Se coloca la fina chaqueta de algodón y sale.
El verano está en su máximo esplendor, pero por las noches la temperatura baja demasiado, lo que no es muy normal en esta época del año. Sin embargo es tan así que la piel de Yoongi se estremece ante el contacto del frío aire contra su cálida piel.
Los cascabeles de la puerta del bar suenan detrás de él y una pequeña mano rodea su antebrazo. Yoongi gira para encontrarse con el dulce rostro acalorado de Gyuri.
—Si no estas tan casado, ¿te gustaría ir por un trago conmigo? —Ella toca con timidez su antebrazo.
Yoongi ladea la cabeza analizándola. Es tierna, tímida y se sonroja con facilidad. Cuando la conoció tenía a penas dieciocho años, y la pequeña mujer era igual que ahora, su sencillez, su timidez, su completo es igual que antes. Eso lo enamoró, ella grita por protección con cada poro de su cuerpo, se ve tan delicada que incluso cuando él la tocaba temía romperla.
Recuerda que su relación terminó cuando se mudó a Busan para estudiar, aunque no fue la razón principal. Había demasiado en juego y él no era capaz de protegerle como quería hacerlo. Fue un alivio cuando ella decidió irse para tomar distancia de él y su vida. Y aunque Yoongi siempre deseó lo mejor para ella, en cuando se graduó la escasez de trabajo la golpeó con brutalidad, aorillandola a trabajar en el bar de Yoongi.
Gyuri es una persona hermosa, sin duda alguna lo es. Su cabello castaño le llega hasta la cintura, es delgada y tan pálida como él. En pocas palabras podría ser una chica perfecta para cualquier persona que le guste la tranquilidad y el comfort; no pelea, no grita, ni siquiera se atreve a decir un solo insulto. Es todo lo contrario a Yeonsoo, ni siquiera en un millón de años podrían parecerse.
El comprarlas le estremece, porque aunque quiso mucho a Gyuri en su momento, no pudo amarla ni la mitad de lo que amó y ama a Yeonsoo; y ni siquiera lo entiende.
Las palabras del terapeuta sobre salir con la ella rebotan en su mente. Y aunque su cuerpo de siente agotado, decide ir de todas formas.
—Claro, vamos. —Sonríe sin dientes. Sus ojos se iluminan y da un pequeño grito alegre.
—Voy por mi chaqueta. —Corre de vuelta al bar.
Yoongi mira el cielo, las estrellas están en su máximo resplandor. Le es inevitable pensar que una de ellas podría ser la menuda de cabello ónix, esa que usaba tanto maquillaje en sus ojos que parecía un disfraz, la pequeña que no podía decir una oración sin maldecir a nadie.
—¿A quién esperas? —Haneul camina por la acera en dirección al bar, pero antes de entrar se detiene justo frente a Yoongi.
—Gyuri —suelta más indiferente de lo que pensaba.
—¿Para qué? —cuestiona y se cruza de brazos.
—Cosas de adulto, niña —responde con diversión ante la escrutadora curiosidad de la castaña.
—¿Qué haces?
—No se de qué me hablas —murmura.
—Sabes que la chica muere por ti, no juegues con sus sentimientos. —Respira profundo—. No vaya con ella a menos que realmente le correspondas.
—No porque personas que salen a beber juntas significa que hay interés amoroso de por medio —escupe con desdén—. Lo que pase o no es asunto mío, Jung.
Yoongi levanta una ceja retandola. Haneul impidió que cualquier chica se le acercara, desde la muerte de Yeonsoo. Incluso, en su momento, cuando Gyuri comenzó a ser más obvia sobre sus latentes sentimientos, Haneul esperó a que todos se fueran y le hablo de una manera que jamás se hubiera atrevido. Le dijo que si realmente quería conservar su trabajo debía alejarse de Yoongi, o se encargaría de hacer su vida imposible. Utilizó la misma técnica y palabras que Yeonsoo utilizó con ella para alejarla de Jimin.
Yoongi ese día la escuchó, pero no intervino. Una parte de él agradecía que la castaña alejara a Gyuri de él, lo hacía sentir incomodo, pero otra parte sentía lastima por la pequeña mujer. Ahora, sin embargo, no va a permitir que nadie vuelva a meterse en sus relaciones, incluso si ni siquiera existe una realmente.
—¿La quieres?
—¿Te importa? —La paciencia comienza a abandonarlo.
—¡Claro que si! Yeonsoo...
—Ella está muerta —la interrumpe—. ¿Lo olvidas? No puedo guardarle luto toda la vida. Necesito seguir.
—Estas usando a esa niña para fingir que aún no te duele la muerte de Yeonsoo —masculla con desdén —. Haz lo que quieras, Yoongi. Pero deja de lastimar a las personas que te rodean. No es justo que nosotros paguemos por tu corazón roto.
Hane gira sobre su propio eje y entra al bar en busca de su novio. Dejando a Yoongi con un amargo sabor en la boca, con la frente cubierta de una fina capa de sudor y el pulso latiendo detrás de su oreja. Lo que acaba de decirle no está lejos de la verdad, pero tampoco lo que él soltó.
No pretende confundir a Gyuri, pero no puede evitarle todo el tiempo. Ella es una adulta y puede aceptar un rechazo. Lo que sea que haga después lo hará por el bien de su corazón. Y eso a él no le concierne.
Gyuri sale del bar envuelta en su fina chamarra de lana y llega hasta él. La guía hasta su carro y conduce hasta uno de los bares que sabe que estará abierto.
Concuerdan con beber algo fuerte, Gyuri argumenta que probablemente en la mañana Haneul la llenara de preguntas y acusaciones, también le volverá a advertir sobre mantener distancia de Yoongi; por otro lado, él la reconforta diciendo que Haneul no podría hacerlo una segunda vez. Y aunque no se lo dijo, él sabe que es así. Dejó muy en claro que no seguirá actuando como su hermana mayor que le cuida de todo. Lo que le es favorable. En algún momento comenzó a tener algún tipo de dependencia por la novia de su amigo, pero no del tipo romántica.
Ella no pudo evitar reír y compararse con una pareja de adolescentes, dónde deben enfrentar a uno de los padres que se opone al romance. Yoongi ríe ante esos familiares comentarios. Gyuri no cambió mucho desde la última vez. Sigue siendo la misma linda chica, enamorada del amor y las historias clichés.
Después de una hora de risas y coqueteos de parte de ambos, Yoongi se arma de suficiente valor para invitarla a su casa. Ambos saben porqué, para qué.
No es que desconozcan el cuerpo del otro, de hecho, ellos tuvieron su primera vez juntos, eran unos niños y querían que sea especial. Ahora, sin embargo, son adultos, completamente diferentes a lo que fueron en algún momento.
Gyuri acepta, y a pesar de tener un poco de alcohol en su sistema esta lo suficientemente consciente como para saber que hace. Yoongi paga la cuenta y caminan hasta el departamento.
—Recuerdo tu casa, ¿por qué te mudaste? —cuestiona la castaña en el ascensor del edificio.
Yoongi se plantea si sería buena idea hablar de las mil razones por las cuales abandonó su antigua casa, en la que cada una de esas razones lleva el nombre de Yeonsoo como título. Pero al final, decide que historia para otro día.
—Era hora de un cambio.
Una gran parte de él comienza a arrepentirse de lo que probablemente suceda, no quiere que ella se sienta usada, y en definitiva no quiere usarla. Al principio dijo que no quería mezclar las cosas y ahora en lo único que piensa es en tenerla desnuda debajo de él. Algo está mal. Y lo único que puede pensar es en las palabras de Haneul: «Deja de lastimar a las personas que te rodean. No es justo que nosotros paguemos por tu corazón roto».
El ascensor se abre y ambos salen, sin embargo Yoongi para en seco antes de abrir su puerta de su departamento.
—¿Sucede algo? —Ella sonríe ladeado la cabeza.
Yoongi respira profundo, toma su mano y la atrae a sí, desliza una mano por su cintura sorprendiéndola y luego acaricia su aterciopelado rostro con el pulgar. Ella sonríe de lado con las mejillas levemente sonrojadas.
Sin esperar demasiado, besa los rojos labios de la castaña, hundiéndose en su dulzura, acariciando con su lengua la suavidad de sus labios. Tal vez sea la culpa, o tal vez la familiaridad de esos labios; lo que fuese, causó estragos en su pecho. Besarle, se siente incorrecto y deseoso.
Pasó un largo tiempo desde que no besaba otros labios que no fueran los de Yeonsoo, y ahora se siente extraño. Los besos de Gyuri no son algo desconocido para él, sin embargo, ahora parecen ser de una persona completamente diferente a la que conoció.
Sus manos se aferran a él por la cintura, sin dejarlo escapar. Esperó tanto por este momento que le es inevitable no disfrutarlo.
Yoongi se despega un poco de ella para encontrarla hipnotizada por sus labios.
—No creo que sea buena idea que entres, Gyuri.—Delinea sus labios con la punta de su dedo.
—No tengo quince años, Yoongi. —Ella sonríe levemente—. Sé que me invitaste para que tengamos sexo, y accedí porque también lo quiero.
—No quiero solo sexo —confiesa—, y si entras ahora se convertirá en eso.
—Es extraño. Solías querer solo eso de las personas, y ahora quieres amar —susurra.
—Crecí, niña.
Ella sonríe complaciente de que Min Yoongi, aún diga en alguna parte. Detrás de esa capa de tristeza que lo envuelve, aún está el sarcástico y burlón chico del que ella se enamoró.
—Podemos volver a salir en otra ocasión. —Ella se separa dispuesta a irse.
Yoongi asiente y le acompaña hasta las puertas del ascensor. Gyuri preciosa el botón y las puertas metálicas se abren. Cuando está a punto de irse, Yoongi la detiene del brazo, la gira y vuelve a unir sus labios.
De alguna forma, la dulzura de sus labios comienzan a ser adictivo para él, o tal vez será la manera tan dulce de moverlos, hasta el punto de ser una caricia.
Ella se separa y entra al ascensor sonrojada, conectan miradas hasta que la puertas metálicas se cierren por completo y él se queda en completo silencio.
Afirma su frente en las puertas, dejando que todo el aire contenido salga de una vez. No es mala idea intentar algo con ella, si no funciona al menos sabe que ya está listo para conocer personas. Pero la idea de usarla como prueba de experimento para saber si su corazón ya está listo para volver a amar, es tan doloroso como pensar en Yeonsoo.
De cualquier forma, descarta cualquier pensamiento negativo por al menos esta noche.
Entra a su departamento con una idiota sonrisa en su rostro, como hacía tiempo que no sonreía, de esa manera en la que crees ser la persona más feliz del mundo aunque a tu alrededor todo siga exactamente igual.
Es tarde por lo que no se molesta en prender las luces de la estancia, el ventanal deja entrar la luz de la luna de lleno en el lugar. Se saca las zapatillas en la entrada y tira las llave en la pequeña mesa, pero algo llama su atención. La foto que antes guardó en el cajón está puesta de la misma manera en la que la tenía antes. Su corazón da un vuelco al ver el sonriente rostro de Yeonsoo.
La culpa no tarda en invadirlo, y ahora la duda se apodera de su mente, repitiéndole una y otra vez que aunque lo intente con Gyuri, Yeonsoo nunca lo dejará ir por completo.
Respira profundo y camina a la habitación, pero en medio del lugar para en seco, de reojo puede ver una anatomía en una de las banquetas, a oscuras. Siendo iluminado solo por la luz de la luna. Yoongi traga duro y gira con precaución. Este es el momento en el que se lamenta haber entregado sus armas ilegales a la fuerza de policía. Aún, cuando sus vidas cambiaron y su pasado quedó enterrado, Yoongi sigue estando tan alerta como el primer día que trabajó para Hyun. Solo que sus habilidades comienzan a oxidarse.
Sin embargo, ahora al ver una silueta sentada detrás del desayunador, su pulso se acelera y debe pensar en qué usar para defenderse.
Su corazón da un salto de nuevo y sus ojos se llenan de lágrimas. Ahí está, otra vez, sin dejarlo ir por completo. Su respiración se corta y le cuesta mantenerse de pie.
La ansiedad y alerta que sentía antes, dispuesto a luchas se esfumaron y dejaron a flor de piel la vulnerabilidad que es ser humano. La vulnerabilidad que es amar.
Ella sonríe de una manera malvada, como si verlo de esa manera, tan vulnerable fuera la principal fuente de alimentación.
—Hola, Yoongi. ¿Me extrañaste?
—Yeonsoo...
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