44
—¿Estás bien? —pregunta Jin mientras maneja. Taehyung se remueve incómodo.
—Sí, solo tengo un dolor vibrante en el cuerpo. —Hace una mueca de dolor.
Han dejado la pelea hace menos de quince minutos, no queda muy lejos el departamento de Tae desde donde están. Sin embargo, al castaño le urge llegar, se siente abatido.
La idea de encaminarse a un hospital lo tienta, pero es consciente de que no puede simplemente aparecer en una sala llena de personas dispuestas a ayudarle, quienes van a bombardearlo con preguntas sobre sus golpes y demás. A menos que despierte a las tres de la mañana con casi cuarenta grados de fiebre, no pondrá un solo pie en la sala de emergencia.
—No olvides que no puedes dormir por al menos una hora. —Jin dobla en la siguiente calle.
Tae se limita a asentir sin decir mucho. Si bien su cuerpo duele horrores, no es la verdadera razón por la que se va de la pelea. En realidad, no puede estar ahí mucho tiempo gracias a la llamada de su madre que tuvo por la mañana.
La desesperación en su voz, se sentía angustiada por la ausencia de su padre. Ella mencionó que hace dos días el hombre no aparecía por la casa que aún comparten, dijo que nunca había desaparecido tanto tiempo. Claro que a Taehyung esa información no le importó en lo absoluto, de hecho le dijo a su madre que sacara ventaja de eso y que hiciera el aseo en casa, además de que no dejó de recomendarle la rehabilitación.
Ahora, sin embargo, algo le preocupa, y es que su madre esté así de desprotegida, porque mientras su padre está en la casa, nadie se atreve a entrar a robar o aprovecharse de su ella.
Jin estaciona frente al departamento de Tae, pero antes de decir cualquier cosa el castaño se baja con rapidez.
—¿Volverás a la pelea? —Tae cuestiona desde la entrada del edificio.
—No lo creo. —Toma su celular—. Creo que iré a casa. —Frunce los labios y asiente en forma de despedida para irse.
Taehyung espera a que el auto doble en la siguiente calle y entra corriendo, se deshace de la ropa ensangrentada que lleva encima y corre hasta el cuarto de baño. Abre el agua y deja que las frías gotas se lleven todo rastro de suciedad y cansancio de su cuerpo.
No tarda demasiado, antes de salir del baño, se coloca un poco de alcohol en las heridas y venda los nudillos de sus manos; coloca cinta en la herida de su rostro y sale. Se coloca un pantalón negro deportivo, una playera blanca y encima una chamarra de algodón.
Toma su móvil y sale, directo a la casa de sus padres; le hará compañía a su madre hasta que el padre vuelva.
La noche está cálida, la primavera se asoma en su máximo esplendor.
Entra a una tienda de víveres, compra algunas golosinas y comida. Abre una paleta y comienza a juguetear con ella en su boca, no es tan tarde por lo que se toma tiempo en ir hasta la pequeña casa.
Mira la familiar entrada a su antiguo barrio. Las casas no han cambiado tanto como él cree, de hecho, no han cambiado en lo absoluto. A pesar de ser un poco tarde, hay niños jugando en la calle.
Tae sonríe involuntariamente; se recuerda a sí mismo cuando tenía la edad de ellos, jugando con viejos amigos que ahora ni siquiera sabe de sus paraderos. A pensar que dentro de su casa era un total infierno, afuera, en las calles, se dio el lujo de comportarse como alguien de su edad, jugando a todos tipos de juegos inocentes.
El castaño llega a la acera de su casa; las luces están prendidas y se puede escuchar música. Seguramente su madre está divirtiéndose con algún tipo de sujeto drogadicto o alcohólico. Tae frunce los labios y se obliga a entrar, tirando el palito de la paleta en la basura.
El olor a cigarrillo y cerveza lo golpea con brutalidad. Se obliga a cerrar los ojos un par de segundos para acostumbrarse al olor y sigue caminando.
Hacía tiempo que no estaba en aquella casa. Han pasado tantos años que parece desconocida y familiar al mismo tiempo. Ya no la ve como antes, pero se encuentra exactamente igual.
Tae camina hasta la cocina, hay botellas de cerveza y soju tiradas por todos lados, además de un cenicero lleno de colillas de cigarrillo rubios y blancos. El castaño niega con la cabeza y toma una bolsa de residuo. Comienza a echar toda la suciedad dentro, incluso abre la nevera para encontrarse con productos en descomposición que también los tira.
—¿Quién es? —chilla la madre con un tacón en su mano, entrando a la cocina—. ¡Demonios!, me asustaste Taehyung.
—Lo siento, mamá —musita ante la reacción de la madre.
—¿Vuelves a mí? —Los ojos de la mujer se iluminan tanto que el corazón de Taehyung se retuerce; ojalá pudiera volver a sus brazos.
—No. —Niega con la cabeza y vuelve a su labor—. Solo vine a hacerte compañía.
—¡Oh! —susurra. La mujer se sienta en una silla frente a Taehyung y enciende un cigarrillo.
—¿Es necesario? —Tae ladea la cabeza cansado.
—Es mi casa, puedo hacer lo que quiera aquí. —Levanta una ceja tajante, y da una larga calada.
Tae solo suspira y termina por recoger todo, le hace un nudo y mira a su alrededor. Hay tantas cosas por hacer.
Decide que mientras su madre sigue escuchando música y fumando, irá a ver el estado de la casa. Comienza por el living. Está en el mismo o peor estado que antes estaba la cocina; el mismo sofá, la misma televisión, todo como lo recuerda, solo que más viejo y polvoriento. Nada cambió de lugar, ni siquiera sus juguetes sucios que solía dejar regados por todo el piso cuando apenas tenía cinco años. Se puede notar a leguas que ni siquiera pudieron limpiar.
Sigue su camino hasta llegar al pasillo; con nerviosismo llega hasta la puerta de su habitación. En realidad no sabe con lo que se pueda encontrar, tal vez todo esté vacío. Seguramente su madre ha vendido todo para comprarse droga, o en alguna rabieta de su padre ha destruido lo que antes solía ser su guarida.
Taehyung toma el picaporte de la puerta con miedo; no sabe qué esperar, y de alguna forma, quiere que lo que sea que esté del otro lado logre calmar el incesante palpite de su corazón.
Respira profundo y abre la puerta, su corazón da un vuelco y en su garganta se instala un nudo al ver que la habitación está tal y como la dejó el día que se fue, incluso con la carta que le escribió a sus padres sobre la cama. Sonríe de manera involuntaria y camina entrando al que fue su refugio en algún momento.
Los póster de su banda favorita, la ropa que no pudo llevarse. De hecho algo llama su atención, y es que está limpia, como si recientemente hicieron el aseo en ella. A comparación del resto de la casa que parece caer en pedazos, el cuarto parece nuevo.
—¿Qué buscas? —murmura ella y aparece por el marco de la puerta.
—¿Tú lo limpias? —pregunta Tae abriendo todos los cajones para encontrarse con sus antiguos objetos.
—Sí —musita apagada.
—¿Por qué? —Tae frunce el ceño y sonríe al ver su viejo peluche; un pato de lana con ojos de botones. Era su único amigo cuando escuchaba a sus padres pelear cuando apenas tenía cinco años.
—De todas las cosas horribles que hice y hago en mi vida, tú eres lo único que está bien —confiesa la madre llamando la atención del castaño. Este gira sorprendido—. Sé que no soy una madre perfecta, si siquiera merezco ser madre. —Ríe seca—. Saber que alguien tan bueno como tú salió de mí es de no creer. Siempre serás mi mayor orgullo.
Taehyung sonríe y traga duro para deshacer el nudo que comienza a formarse en su garganta, deja el viejo peluche en su lugar dispuesto a no seguir torturándose con recuerdos viejos y para nada placenteros.
—Haré algo de comer. —Sonríe y va.
Tae cierra los ojos y respira profundo, su madre le acaba de decir las cosas que él esperaba escuchar hace años; y aún así no es suficiente. De alguna forma se convenció que ella no sentía ningún tipo de aprecio hacia él. El que ahora pueda decir lo orgullosa que está de él, no borra ni cambia todo el daño físico y psicológico que recibió. Incluso, mil persones no podrán sanar sus heridas abiertas. Pero no es su culpa, ni siquiera de su dañada y rota madre. Aunque debe admitir que escuchar aquello solo calentó su corazón por un miserable segundo; y eso basta para seguir adelante.
Se sienta en la cama y luego se echa encima, una vieja sensación se instala en su pecho. Las ganas de volver a su hogar le pican, pero no puede hacerlo, no hasta que vea que su madre está limpia.
Un grito lo espabila y corre hasta la cocina, un viejo Déjà vu se instala en su pecho al ver a su madre en el suelo, y a su padre parado a un lado de ella.
—¿Qué haces aquí? —dice el hombre, totalmente ebrio. Taehyung corre hasta la mujer y la ayuda a levantarse.
—Vete —escupe el castaño al padre.
—No me hagas reír. —Ríe seco. Sin previo aviso toma el cuello de la camisa de Taehyung y comienza a golpear el rostro de su hijo.
Sus defensas se bloquean momentáneamente; no puede evitar recordarse cuando tenía ocho años, la manera despiadada con la que lo golpeaba a pesar de que suplicara piedad. Ahora, se siente igual, como aquel pequeño niño de ocho años que no sabía defenderse.
—¡VAS A MATARLO! —La mujer se levanta y lo empuja con fuerza, separándolo de Taehyung que se ha quedado petrificado en el suelo—. ¡Déjalo en paz!
—¿Qué haces? —El hombre parece ahuyentar todo tipo de ebriedad de su sistema y mira con desprecio a Tae—. ¿Lo defiendes? ¿Te olvidas que él nos dejó?
—¡FUE POR TU CULPA! —grita desesperada y furiosa al mismo tiempo. El hombre golpea su mejilla con la suficiente fuerza para tirarla al lado de Taehyung.
El castaño pestañea un par de veces para volver en sí. Ha dejado que el miedo de cuando era un niño, lo aborde por completo. Tanto así que ha permitido que ese hombre golpee de nuevo a su madre.
—No Tae... —suplica su madre desde el suelo, al ver que su hijo se levanta—. Ya se va a ir, solo déjalo.
—¡No!, jamás volverá a tocarte. Te lo prometo.
Tae se seca un poco la sangre que cae por su ojo, el padre abrió la herida que él creyó cerrar. Y es entonces que puede entender que él jamás cambiará, y que aunque su madre pueda susurrarle palabras de consuelo en el oido; nada cambiará. Seguirán lastimándole, aún con solo una mirada.
—Si vuelves a tocarla...
—¿Sí? ¿Qué harás? —El hombre empuja a Taehyung y este vuelve a caer, en definitiva su cuerpo no responde ante las exigencias de su cabeza—. Quiero comer, levántate. —Golpea con su pie el cuerpo de su madre.
Taehyung respira con dificultad; sabe que debe defenderse; defender a su madre. Pero no puede, está completamente bloqueado, como si esa parte de él, la que utiliza para pelear, se hubiese esfumado.
Su madre se levanta y le hace una señal para que no se mueva, ella está tan acostumbrada a ese maltrato que ya ni siquiera llora, no le duele en lo absoluto todo lo que el tipo pueda hacerle.
Taehyung tiene que respirar profundo para calmar el temblor de su cuerpo, ahora entiende que si realmente deja salir su parte oscura, esto no terminará bien, o tal vez, él no pueda regresar a ser quién es.
Su parte oscura dominará y no habrá marcha atrás.
Sin embargo, no puede darse el lujo de pensarlo demasiado. En la cocina, hay una mujer que gruñe de dolor por el sujeto que aún no deja de golpearla, quien le humilla y le grita como si no fuera un ser humano.
El castaño se levanta, con la respiración entrecortada y el cuerpo tembloroso. Camina a paso lento hasta la puerta de la cocina.
—¡¿ERES IDIOTA O TE HACES?! —grita el hombre.
Sostiene a su madre de los brazos mientras la golpea repetidamente contra la pared.
Taehyung toma la primera botella de soju que encuentra entra, sin pensarlo demasiado. De un movimiento ágil gira al sujeto y golpea su cara con la botella quebrandola.
La golpeada y horrorizada mujer ahoga un grito pero no se mueve.
Todos aquellos recuerdos de cuando era niño, de las veces que lo golpeaba, de las veces que violaba a su madre. Las largas noches interminables en refugios, las miradas de sus maestros cuando lo veían golpeado, y las excusas que ponía frente a las pocas personas que se preocupaban por él, protegiendo su hogar, creyendo que todo cambiaría le invade por completo.
Nadie lo ayudó, nadie lo salvó de ese infierno, todos prefirieron mirar hacia otro lado dejando que ese monstruo destruyera su infancia, destruyera su vida por completo. Todas aquellas personas prefirieron creer en la palabra de un niño de ocho años, golpeado, deshidratado y desnutrido que les decía haberse golpeado jugando.
Taehyung ahoga un grito de frustración y sin pensarlo, clava el pedazo de botella que le ha quedado en el estómago de su padre. No lo suficiente profundo para matarlo, pero sí para provocar que brote sangre.
Su madre intenta llegar a Tae, pero este se ha ido. Fue consumido por el enojo y la furia que lleva dentro. Está tan cegado que es capaz de golpea a su madre con tal de que lo deje descargar toda la furia que siente.
Al menos deja unos cinco cortes en su estómago, cuando puede ver lo que realmente sucede. Retrocede tembloroso, con sangre en sus manos.
Su padre intenta evitar que más sangre salga de su cuerpo, pero es inevitable. La mujer corre y llama a emergencias, sabiendo que probablemente Taehyung vaya a prisión.
—¿Qué hiciste? —solloza y corre hasta el cuerpo que se desangra lentamente. Toma una toalla y hace presión en las heridas.
Taehyung retrocede hasta que su espalda toca la pared, comienza a deslizarse por ella hasta quedar sentado, con la playera y las manos llenas de sangre.
Se siente confundido, aliviado y asustado todo al mismo tiempo. Un enorme remolino de emociones se instala en su pecho y las lágrimas no tardan en salir, sin embargo, no sabe por qué llora. Podría decir que su padre está muriendo por su culpa, pero eso sólo lo hace sonreír. O tal vez es el alivio de haber liberado su pasado.
La palpitante luz azúl entra por la ventana, la puerta se abre y un par de hombres uniformados llegan hasta la cocina. Comienza a gritar hablando por radio y con la madre de él que solo señala a Taehyung en un gesto desesperado.
Quiere poder escuchar todo lo que ellos dicen, pero sus oídos están bloqueados por un sonido blanco. Uno de los oficiales toma a Taehyung por la camisa y lo levanta, lo coloca de espaldas a la pared y le coloca las esposas con las manos detrás.
La expresión de Taehyung se vuelve neutra. Está completamente perdido. Una sentencia por intento de homicidio puede durar tanto como cadena perpetua. No puede evitar reír seco mientras lo meten a la parte trasera del auto, su padre se encargó de destruir toda su infancia, y ahora es la razón por la que él destruyó el resto de su vida.
Supone que lo que más le duele, no es el hecho de haber acabado con su vida, si no, que mientras sacan al hombre en una camilla, su madre lo compañía como si hubiese sido el hombre de sus sueños.
Taehyung baja del auto y entra a la estación de policía, lo ingresan a una pequeña celda y le dicen que tiene derecho a una llamada.
Sabe perfectamente que debería llamar a un abogado, pero no tiene dinero para uno. El estado le proporciona uno, así que no se molesta en pensarlo demasiado. Sin embargo, necesita llamar a alguien.
Los pitidos que suenan se vuelven tortuosos a medida que pasa el tiempo.
—¿Hola? —responde del otro lado.
—Yoongi, estoy en problemas. —Tae golpea su cabeza contra la dura pared.
—¿Qué sucede? ¿Estás bien?
—Estoy en la estación de policía.
—¡¿Qué?! —Esta vez es Yeonsoo quien suena del otro lado—. ¿Qué haces ahí? ¿Robaste? ¿De que te acusan?
—De intento de homicidio. —Se muerde el labio nervioso. Del otro lado se oye un tortuoso silencio.
—Voy para allá —musita Yoongi y cuelga.
—Ya llegó tu abogado —masculla el detective a cargo del caso, Taehyung asiente y lo sigue hasta la sala de interrogatorios donde hay un hombre con traje.
—Kim Taehyung —anuncia el hombre frente a él que se levanta y le tiende la mano, el castaño le estrecha la mano y se sienta frente al sujeto—. Soy Choi Dae-hyun. Tu abogado.
El castaño solo se limita a asentir, aún no puede caer en cuenta que en realidad esté pasando esto, ni siquiera puede entender como llegó a ese punto. Mil cosas comienzan a cruzar por su cabeza, desde el estado de su padre hasta las cosas que debe omitir para no involucrar al resto de los chicos. Sabe que los demás tienen demasiada mugre encima, tanta que podrían encerrarlos a todos juntos.
—Necesito que entiendas que eres culpable de lo sucedido, ¿bien? Te han encontrado con el arma en la mano y tu madre te ha señalado. Pero cuéntame qué pasó.
—¿Puedo hablar con alguien antes? —Tae se muerde el interior de la mejilla ansioso.
—Por supuesto, ¿te han dado la llamada?
—Sí.
—Entonces no vas a poder hablar con nadie más, ahora cuéntame. —Taehyung se calla y juguetea con la cadena de las esposas—. Estoy aquí para ayudarte, Tae. Si no cooperas no hay mucho que pueda hacer por tí.
—Es que... —deja las palabras al aire.
—Disculpe, Choi-ssi. —El detective que antes llevó a Tae a la sala aparece—. Necesitamos hablar.
—Ahora vuelvo, Taehyung.
Tae vuelve a asentir y se va dejándolo solo. Se siente extraño, sabe que es culpable y debe pagar por lo que hizo, pero en realidad no está asustado, aunque tampoco cómodo. Es como el intermedio de entre sentirse completamente mal y plenamente feliz. Como si toda su vida lo hubiese estado destinada a este preciso momento. Encerrado en una fría y solitaria celda, por culpa de padre.
La puerta se abre de nuevo y el rostro preocupado de Yeonsoo entra. Revisa que nadie la haya visto y abraza a Taehyung por detrás.
—¿Qué haces aquí? —Tae parece sorprendido y aliviado—. ¿Cómo llegaste aquí?
—Yoongi hace lo suyo, ya sabes: hacer problema por todo. —Ella sonríe de lado y se sienta frente a él—. Aproveche y me escabullirme hasta aquí.
—¿Qué te sucedió en el rostro? —musita frunciendo el ceño totalmente preocupado.
—Es una larga historia. —Yeonsoo se muerde el labio—. ¿Qué sucedió?
—Perdí el control, no sé qué sucedió realmente. —Se pasa las manos con frustración sobre el rostro, el aire parece no entrar en su interior y estancarse en su pecho—. Él estaba golpeando a mamá y luego... no lo recuerdo con claridad. Solo se que estaba tirado con sangre en las manos.
—Tranquilo, cielo, todo estará bien. —Sonríe melancólica. Toma sus manos y le da un leve apretón.
—¿Él está...? —calla, no es capaz de terminar la oración.
—El infeliz está vivo, no lo mataste. —Taehyung saca todo el aire acumulado y relaja sus tensos músculos—. Debo irme, pero no me iré si no es contigo, ¿de acuerdo?
—No tienes que...
—¿De acuerdo? —lo interrumpe.
—Claro. —Yeonsoo se acerca a él y besa su mejilla con delicadeza.
Sale de la misma forma que entró, verificando que nadie la vea. Camina por los pasillos hasta encontrarse con Yoongi discutiendo con el detective y el abogado. Sabe que Taehyung está hasta el cuello, tienen demasiadas pruebas en su contra, y para liberarlo debe mover un par de hilos, y volver a sacrificarse. Lo que a estas alturas parece ser de lo más normal en ella.
—Fue en defensa propia. —Yoongi pasa sus manos por el cabello frustrado.
—Eso aún no lo sabemos. —El abogado lo mira irritado—. Tengo que volver con mi cliente.
—¿Puedo hablar con usted, detective? —Yeonsoo llega hasta él y lo mira cruzada de brazos. El hombre asiente y la guía hasta un oficina.
—Déjeme hablar con él, serán cinco minutos. —Yoongi le suplica al abogado.
—No puedo, lo siento.
—Créame que fue en defensa propia —masculla el chico de mirada felina.
—Si lo fue o no, aún así está complicado. —El hombre se acerca un poco a Yoongi—. Su madre lo acusó como intento de homicidio.
Yoongi abre los ojos sorprendido.
—Haré todo lo posible por reducir su sentencia, pero irá a prisión —confiesa el abogado frunciendo los labios—. En inevitable.
Yoongi tira su cabello para atrás con frustración. No tiene tanto poder sobre las personas como para evitar que Taehyung se libre de la cárcel; pero eso no es todo. Si comienzan a investigar en su vida, es cuestión de tiempo para que lleguen a ellos, las peleas y Hyun. Todo se irá al caño.
—Debemos hablar en privado, abogados —anuncia el detective. El abogado que hablaba con Yoongi asiente y una mujer que está en la entrada de la oficina asiente y entra.
—¿Qué le dijiste? —Yoongi llega a Yeonsoo.
—Que dormiría con él si liberan a Taehyung. —Yoongi sonríe amplio ante el intento de la chica a su lado por minimizar los nervios que lo apoderan.
—¿De verdad? —abre los ojos incrédulo.
—Depende, si Taehyung sale ahora, sí. —Suspira y va hasta una máquina de café.
Una hora y media después, los abogados y el detective salen de la oficina.
Yoongi y Yeonsoo se han mantenido en la sala de espera, tomando café tras café. Claro que las miradas curiosas sobre el rostro maltratado y golpeado de Yeonsoo fueron demasiado escrutadora. Ella se encargó de demostrar que realmente Yoongi no fue, ya que las miradas lastimosas pasaban a Yoongi con odio y repudio.
Ella lo abrazaba, aunque sinceramente a él no parecía importarle demasiado.
Al final el abogado entra de nuevo a la sala de interrogación.
—Taehyung, te puedes ir —dice el abogado son una sonrisa en el rostro.
—¿Q-que? —El castaño parpadea incrédulo—. ¿Cómo?
—Le hicieron pruebas a tu madre, está bajo una gran cantidad de influencia en su sistema, por lo que la van a sentenciar a tres años en prisión. Y alegue que fue en defensa propia. —Sonríe sin dientes—. Con todos los antecedentes de tus padres ambos pasarán un tiempo en prisión, por otro lado tú puedes irte. —El detective entra y le saca las esposas—. Pero no salgas de la ciudad, por el momento.
—Si tenemos otra pregunta te llamaremos. —El detective le dice cuando Taehyung le pasa por el lado.
Camina junto a su abogado, hasta la entrada de la estación donde lo esperan Yeonsoo y Yoongi. Se ven cansados y golpeados. Es como si ambos hubiesen estado en una pelea en la que ninguno salió ganador.
—Vamos a casa —musita Yeonsoo.
—¿Ahora me dirás qué pasó con tu rostro?
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