🌖 Silencio.
El silencio entre ellos era tortuoso, nadie decía nada.
El sonido de los cubiertos chocando contra el plató comenzaban a irritarla, cerró los ojos un momento y respiro profundo para mantener la cordura.
—El festival de Artemisa nuevamente está por llegar—mencionó el rey cortando la tensión—Se llevará a cabo aquí, en nuestro reino.
—Me parece algo maravilloso—contestó la princesa bebiendo un poco de vino.
Bajó la mirada, y algo nerviosa se aclaró la garganta.
—He tratado de comunicarme con mi madre—le dijo—Más no me contesta nada, esperaba que tú, padre, lo hicieras.
Su majestad frunció su ceño y la miró fijamente.
—¿Responder a que Harumi?—dijo seriamente.
—¿Por qué la rivalidad?—se atrevió por fin a preguntar.
No podía seguir callando todo eso, acumular cada sentimiento solo traía problemas, eran como un volcán que pronto haría erupción.
—Lo sé hija mía—expresó de pronto—Sé que el príncipe de Akira y tú, se han encontrado a mis espaldas.
El corazón se sintió en su garganta, la respiración se entrecortaba, la mente se le nublaba con posibles castigos, problemas o consecuencias de ello. Todo se derrumbaba.
—Padre, yo...
—No quiero que vuelvas a verlo, ¿Entiendes?
—Pero padre...
—¡¿Qué si lo entiendes?!—exclamó haciéndola sobresaltar.
—Pero...lo amo—susurró bajando su mirar.
Sólo el hecho de pensar en no volver a verlo, le rompía el corazón en miles de fragmentos, no podría imaginar un mañana sin él. Pues su alma ya le pertenecía.
El rey, no se molestó por tan repentina confesión, en su lugar una melancolía adueñó su mirar, estrujó su corazón, haciendo a la princesa lamentarse.
—Padre...—mencionó con serenidad.
Aquel hombre se levantó con tranquilidad y caminó hasta el balcón, la princesa le siguió el paso.
Al salir, una brisa fresca chocó con su rostro haciendo volar su cabello, la luna estaba gloriosa esa noche.
—¿No es hermosa?—dijo el rey sonriendo.
Harumi nunca lo había visto sonreír.
—Hace mucho tiempo, poco antes de tu nacimiento, existió un hombre llamado Hangeul y una mujer de nombre Gyeong-Hui—habló despacio—Ellos, estaban perdidamente enamorados—sonrió aún más—Creaban mundos distintos cada que cruzaban su mirar, había infinitos dentro de sus ojos, lo demás dejaba de importar.
Aquella hermosa princesa observaba y escuchaba atentamente a su padre. Su corazón palpitaba y la intriga por cada segundo que pasaba aumentaba.
—Su amor era imposible, pues estaban comprometidos con alguien más—continuó posando su mirada en el piso—Más eso no les impedía su sentir, cada noche sin falta se encontraban en donde el bosque terminaba, y el suyo empezaba.
—¿Qué pasó después?
—Los celos, la envidia—respondió—Hangeul fue convertido en el sol, Gyeong-Hui, ella es tu madre, la luna.
—Fueron condenados a la separación—susurró asimilando lo confesado—¿Quién pudo ser tan cruel?
—Harumi, hija mía—mencionó tomando su mejilla—Debes prometerme que vas a alejarte de él, que acabarás con todos esos sentimientos qué yacen dentro tuyo.
—¿Por qué?—espeto con cristalina mirada—¿Por qué no podemos estar juntos?
—Mírame—habló dejando salir una lágrima—Mírala—señaló el cielo donde la luna se encontraba—No soportaría que te alejara de mi también, como lo hizo con ella—espetó tomándola de los hombros con algo de fuerza.
—Pero padre, ¿Quién?—le cuestionó la joven suplicando con su mirada.
—Myeong-Suk—respondió soltándola derrotado—La reina de Akira.
Una lágrima recorrió la mejilla de aquella inocente princesa al escuchar semejante confesión.
—Aléjate de él Harumi, es una orden—mencionó el rey por último antes de entrar.
Aquella manceba se dejó caer al suelo arruinada, no sabía con exactitud cuándo es que sus sentimientos habían crecido tanto, aún no estaba segura de cuando se había enamorado, pero definitivamente ahí estaba el amor más imposible del mundo.
Sabia que no podría verlo, abrazarlo.
Más sin embargo, en ese momento se prometió soñarlo.
Se prometió amarlo en silencio, porque a veces el silencio es el mayor ruido.
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