Erase una vez.
Cuando la tierra era plana.

Existían dos reinos que eran pésimos vecinos. Separados por un pequeño lago al centro de un hermoso bosque.
La discordia entre ellos era tan grande, qué se decía, jamás habría alguien que los uniera.

Por una parte estaba el reino de Akira, que significaba "brillante".
Porque si, aquellos habitantes eran los hijos del sol. Reinados por una mujer sabia y bondadosa, quien confiaba plenamente en su pueblo.

Al otro lado, se encontraba el reino de Ilta, cuyo significado era "noche".
Este era gobernado por un rey arrogante y ambicioso, quien servía a la luna. Todo el tiempo insatisfecho, pues envidiaba completamente la belleza y luz de sus vecinos. Mientras ellos vivían en rotunda oscuridad.

Sin embargo, había un día en el que toda arrogancia y envidia quedaban a un lado.
Ese día era conocido como el "festival de de Artemisa". El cual se celebraba cada vez que el eclipse solar sucedía.
Ahí ambos pueblos olvidaban su indiferencia para volverse así, uno solo.
Y aquí, es donde comienza todo.

—Lo encontramos robando señor—mencionó un guardia obligando al joven a ponerse de rodillas frente a su rey.

—No hagan perder mi paciencia el día de hoy—espetó furioso—Suficiente tengo con el festival—se dijo—¡Al calabozo!

Inmediatamente aquellos guardias lo levantaron con brusquedad para cumplir la petición de su majestad.

—¡Alto!—interrumpió entrando al salón principal—Solo es un niño, ¿No puedes perdonarlo?

—¿Quién la dejó salir de su alcoba?—mencionó el consejero.

—Así empiezan, desde pequeños—contestó esta vez el rey—Son como ratas, viles roedores que desarrollan una estrategia reproductora muy exitosa y prolífera, con camadas de entre seis y quince crías, para después terminar con mi reino.

—Pero, padre...

—Tú—señaló a una de las mujeres a su lado—Lleven de vuelta a la princesa a su habitación para alistarse, partiremos en dos horas.

—Su majestad, todo está listo para su viaje—habló mostrando el debido respeto.

—La princesa también osara acompañarme—respondió.

—Majestad, la princesa jamás ha salido de aquí, ¿No es aquello algo peligroso?

—¡¿Te atreves a contradecir mis órdenes?!—gritó

—Jamás me atrevería rey mío.

—Escucha con atención Harumi—mencionó su padre ignorando completamente aquel hombre—Es tu primer festival desde que Madre luna y yo te concebimos, no haré nada que cause pelea, no el día de Artemisa, pero, debes prometerme, que tendrás cuidado, no debes confiar en ellos.

—Lo prometo padre—contestó con la mirada baja

El aire era frió, el cielo era adornado de estrellas y el alineamiento de los tres cuerpos celestes, estaba por comenzar.

—Su majestad, el Rey Lee Jun y su hija, la princesa de la oscuridad Harumi— pronunció uno de sus subordinados

—Bienvenidos sean al reino de Akira, lugar donde se festejará por esta ocasión nuestro más sagrado festival—mencionó la reina— Mi hijo, Jung Hoseok

—Bienvenidos—dijo este acompañado de una leve reverencia con la cabeza y una sonrisa formada en su rostro

Bajo la mirada de la casi alineación, un viento suave y agradable acarició los delicados y sedosos cabellos de aquella joven. La luz de las numerosas estrellas se reflejaban en esos ojos negros, quienes reflejaban una oscuridad infinita, resaltando su suave y pálida piel, la cual era adornada con esas constelaciones sobre sus rosadas mejillas y que terminó de cautivar por completo a aquel muchacho.

En cambio, la princesa, se había perdido por completo en esos orbes cafés de aquel joven con pómulos altos y sonrisa encantadora.

Ambos cruzaban mirada con la timidez a flor de piel. Como si por un breve momento, el tiempo no existiese, y las diferencias se volvieran igualdades.