Capítulo 4. Una mañana para Ambas
(esa imagen me da mil años de vida JAJAJAJAJA)
AVISO
EL SIGUIENTE CAPÍTULO CONTIENE LEMON YURI, SI NO TE GUSTA ESTE CONTENIDO PUEDES SALTARLO A PARTIR DE LA ADVERTENCIA QUE PONDRÉ, PERO ES IMPORTANTE PARA DESARROLLO DE PERSONAJE, AUNQUE TAMPOCO TE PIERDES MUCHO :)
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Eran alrededor de las diez de la mañana. El sol se filtraba por las cortinas, iluminando suavemente el departamento. Lila estaba en la escuela, inmersa en sus clases diarias, lo que dejaba a Cyn y S con el lugar solo para ellas. El departamento estaba inusualmente tranquilo, sin las risas y charlas de Lila llenando el aire.
S estaba sentada en el sofá de la sala, acariciando distraídamente el cuero negro del asiento. Sus dedos se deslizaban por la superficie lisa y fría mientras su mente se encontraba en un torbellino de pensamientos confusos y contradictorios. Intentaba desesperadamente encontrar una solución a la situación actual, pero se sentía atrapada en un laberinto sin salida. Pensaba en por qué esta vez su propio solver no se había reactivado, un fallo que nunca había experimentado antes y que la llenaba de incertidumbre. Además, se preguntaba cómo había sido capaz de evadir el antivirus y regresar en sí mismo, una hazaña que parecía imposible pero que, sin embargo, había logrado aquel atroz virus.
A pesar de estos pensamientos complejos y técnicos que invadían su mente, cada tanto sus pensamientos se desviaban hacia Cyn. Sabía que Cyn estaba en la recámara que compartían, y asumía que estaría dormida, dado que llevaba un buen rato sin escuchar ningún sonido proveniente de allí. La idea de Cyn durmiendo tranquilamente le proporcionaba una sensación de calma, aunque fuera momentánea, en medio de su caos mental. Pero, por supuesto, no podía estar más equivocada.
-S... -escuchó la llamaban desde el pasillo.
(si gustan ya pueden saltar esto)
Al levantar la mirada, S se encontró con Cyn, y la vista la dejó sin aliento, haciendo que un sonrojo inmediato cubriera sus mejillas. Cyn llevaba puesta una suave y delicada bata de tela finísima y vaporosa que revelaba completamente su ropa interior. Un sujetador y unas panties rojas, adornadas con pequeñas flores y un poco de encaje, resaltaban contra su piel. Cyn jugaba nerviosamente con su cabello, cada movimiento lleno de una gracilidad natural. Se acercaba con pasos ligeros, casi como si flotara, hasta llegar frente a S y, con una sensualidad sutil pero evidente, se sentó sobre sus piernas, dejando que las suyas colgaran a cada lado del cuerpo de S.
-Cyn... wow, te ves... -los ojos de S se llenaron de un brillo intenso de deseo, un deseo en su máxima expresión que no podía ser descrito de otra manera. Era una mezcla de anhelo y amor profundo por la hermosa chica que tenía sentada en sus piernas, y en ese momento, el deseo se avivaba aún más por la vista de la ropa escasa-, hermosa.
-Gracias... -respondió Cyn con un murmullo casi inaudible, su voz temblando ligeramente por la emoción.
Cyn miraba a S con una ternura palpable, y la iniciativa que había mostrado al principio se desvaneció en el momento en que un intenso sonrojo cubrió su rostro. A los ojos de S, esto era completamente adorable. Con una suavidad infinita, S acariciaba las mejillas de Cyn, sus dedos deslizándose lentamente por la comisura de sus labios carnosos. El impulso de besarla era abrumador, un deseo que no podía ni quería contener. Así que lo hizo; la besó suavemente, acariciando su espalda con delicadeza. Cyn, por su parte, apoyaba sus manos detrás del cuello de S, aferrándose a ella con una mezcla de urgencia y afecto.
Las manos de S bajaron lentamente por la espalda de Cyn, deteniéndose en su cadera y apretándola con una fuerza suficiente para hacer que Cyn se separara del beso, solo para volver a besarse de nuevo. El calor entre ellas era palpable, intensificándose con cada caricia y cada toque. S deslizó sus manos suavemente por los muslos de Cyn, acariciándolos y apretándolos de vez en cuando, mientras el deseo crecía y el ambiente se llenaba de una tensión erótica casi tangible. Finalmente, se separaron, y S sonrió con suficiencia, acariciando una vez más las mejillas de Cyn.
-Eres mala -le dijo S con un tono juguetón y un brillo travieso en los ojos-, muy mala... -susurró mientras suavemente introducía dos de sus dedos en la boca de Cyn.
Cyn no pudo hacer más que sujetar la muñeca de S con una de sus manos mientras esta introducía sus dedos hasta su garganta, provocándole suaves arcadas. Cyn chupaba los dedos de S con delicadeza, a veces mordiéndolos juguetonamente. Cada vez que los mordía, S se mordía el labio inferior, disfrutando de la sensación. La intimidad del momento, el calor creciente entre ellas, y el deseo palpable creaban una atmósfera cargada de pasión. S acariciaba las mejillas de Cyn una vez más, su sonrisa llena de deseo y satisfacción, mientras ambas saboreaban la intensidad de su conexión.
Los dedos húmedos de S ya fuera de la boca de Cyn, con su mano limpia y seca retiró la suave y vaporosa bata que cubría a su amada, Cyn sonreía suavemente con todo el deseo y excitación reflejados en su mirada mientras que S se deshacía también de sus pantis, mientras que con sus dedos húmedos comenzaba a acariciar su entrepierna, cosa que la hizo suspirar suavemente.
-Esto es tú culpa -dijo S-, por provocarme...
Suavemente introdujo ambos dedos en Cyn, cosa que la hizo sobresaltarse y gemir suavemente mientras que se aferraba a S con todas sus fuerzas.
El departamento estaba bañado por la suave luz de la mañana que se filtraba a través de las cortinas, creando patrones de luz y sombra sobre el suelo de madera pulida. La sala de estar tenía un aire acogedor y sofisticado, con muebles elegantes y bien distribuidos. El sofá de cuero negro donde S estaba sentada, acariciando distraídamente su superficie, era el punto focal de la habitación, contrastando con los cojines de colores vivos que aportaban un toque de calidez al espacio.
A un lado del sofá, una mesa de centro de vidrio sostenía una colección de libros, revistas y una taza de café aún humeante. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el suave perfume de las flores frescas que decoraban un jarrón en la esquina de la sala. Cerca de la ventana, unas plantas en macetas añadían un toque de frescura y vida al ambiente, sus hojas verdes y lustrosas reflejando la luz del sol.
El silencio en el departamento era casi palpable, solo roto ocasionalmente por el suave zumbido del aire acondicionado y el murmullo lejano del tráfico de la ciudad. Este silencio proporcionaba un contraste perfecto con la tensión y el deseo que llenaban el aire entre S y Cyn.
La recámara, apenas visible desde la sala, tenía un aura de intimidad y refugio. Las cortinas estaban cerradas parcialmente, dejando entrar solo un poco de luz que iluminaba suavemente el espacio. La cama, con su edredón esponjoso y almohadas mullidas, parecía un lugar de descanso perfecto, pero ahora servía como un fondo para la escena cargada de emoción que se desarrollaba.
El ambiente estaba impregnado de una calidez acogedora, una mezcla de confort y sensualidad. Cada detalle del entorno, desde la textura del cuero del sofá hasta la suavidad de la bata de Cyn, contribuía a crear una atmósfera envolvente y profundamente íntima. El contraste entre la luz del día y la intensidad de los sentimientos entre S y Cyn añadía una capa extra de profundidad y significado al momento que compartían.
Buscando explorar aún más la intimidad que compartían, S decidió llevar las cosas a otro nivel. Con una delicadeza y ternura que reflejaban el profundo amor que sentía, cargó a Cyn en sus brazos. Lo hizo como si Cyn fuera una princesa, tratando cada movimiento con el máximo cuidado. Cyn se aferró al cuello de S, sintiendo la seguridad y el calor de su abrazo. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo lo que existía era la conexión entre ambas, una conexión que trascendía lo físico y se sumergía en lo emocional y lo espiritual.
Con pasos firmes pero cuidadosos, S llevó a Cyn hasta la habitación que compartían. La recámara era su santuario privado, un lugar que había sido testigo de muchas confesiones, risas, y momentos íntimos. La luz suave de la mañana se colaba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un resplandor cálido y acogedor. El edredón esponjoso y las almohadas mullidas invitaban al descanso y la comodidad, pero en ese momento, la cama era el escenario perfecto para lo que estaba por suceder.
S depositó a Cyn en la cama con una suavidad extrema, como si fuera una frágil pieza de porcelana. Cyn se dejó caer sobre el colchón, su cabello extendiéndose en un abanico blanco sobre las sábanas blancas. S se incorporó lentamente, su mirada recorriendo cada detalle del cuerpo de Cyn con una mezcla de admiración y deseo. Despacio, S comenzó a deshacerse de sus propias prendas. Cada movimiento era deliberado, casi como si estuviera realizando un ritual.
Primero, se quitó la camiseta, revelando un torso firme y voluptuoso. Luego, desabrochó el sujetador de Cyn con una habilidad que denotaba práctica y familiaridad. El sujetador cayó al suelo, revelando los pequeños y suaves pechos de Cyn. S no pudo evitar sonreír ante la visión. El contraste entre su propio cuerpo y el de Cyn era evidente y, en su opinión, maravilloso.
S se inclinó sobre Cyn, sus pechos, más grandes y redondos, se presionaron contra los de Cyn, que eran suaves y pequeños. Cyn dejó escapar un suspiro de placer ante la sensación, y sin poder contenerse, rápidamente puso sus manos en los pechos de S. A Cyn le encantaba sentirlos, amaba su textura y su peso, y el placer que veía en los ojos de S cada vez que lo hacía.
S dejó escapar una risa suave, divertida por la urgencia y el deseo de Cyn. Decidieron tomarse su tiempo, disfrutando de cada caricia y cada toque. Pasaron un largo rato así, solo mimándose y acariciándose, explorando el cuerpo de la otra con una mezcla de curiosidad y adoración. Los dedos de S trazaban líneas suaves sobre la piel de Cyn, deteniéndose en cada curva y cada valle, mientras que Cyn exploraba con igual dedicación, memorizando cada centímetro del cuerpo de S.
La temperatura de la habitación parecía aumentar con cada minuto que pasaba, el calor de sus cuerpos creando una atmósfera cargada de deseo. Las respiraciones se volvieron más profundas, más urgentes. Finalmente, S abrió suavemente las piernas de Cyn, su mano deslizándose con habilidad y cuidado hacia la entrepierna de su amante. Utilizando sus dedos, comenzó a jugar con ella, provocando gemidos suaves que se perdían en el aire.
Mientras lo hacía, S no dejó de besar a Cyn. Sus labios se movían con suavidad sobre los de Cyn, bebiendo de su boca como si fuera una fuente de vida. Cada beso era profundo y lleno de pasión, una expresión física de los sentimientos que las palabras no podían capturar por completo. Los suaves gemidos de Cyn eran amortiguados por la boca de S, sus sonidos de placer resonando en la cavidad de sus bocas unidas.
Desesperada por el deseo, Cyn apretaba los pechos de S, sus manos moviéndose con una urgencia que delataba la intensidad de sus emociones. Las piernas de ambas se entrelazaron, sus caderas moviéndose en una danza lenta y sensual. Cada movimiento era una búsqueda mutua, una colisión de cuerpos que se complementaban perfectamente. Curva contra planicie, alta y baja, dron de desmontaje y dron obrera, encontrando un ritmo que era solo suyo.
El deseo entre ellas era palpable, una fuerza tangible que llenaba la habitación. El calor de sus cuerpos, el aliento entrecortado, la humedad de sus besos, todo se mezclaba en una sinfonía de sensaciones que las envolvía por completo. S podía sentir la saliva cálida de Cyn en su cuello, cada beso depositado allí provocando un gemido en respuesta.
La habitación estaba impregnada de una calma casi palpable, rota solo por los sonidos íntimos que llenaban el espacio. El suave murmullo del aire acondicionado, que funcionaba en un tono bajo y constante, proporcionaba un fondo de ruido blanco que mantenía la temperatura agradable y estabilizaba la atmósfera. Este zumbido tenue creaba una sensación de aislamiento, como si el mundo exterior hubiera quedado a kilómetros de distancia.
Cada vez que S y Cyn se movían, el crujido sutil de las sábanas y el edredón esponjoso marcaba su presencia en el silencio. Las sábanas, arrugadas por el movimiento de sus cuerpos, emitían un suave susurro a medida que se deslizaban unas sobre otras. El edredón, al ser desplazado, producía un sonido amortiguado, una especie de murmullos suaves que complementaban la cadencia de sus movimientos.
Los besos y caricias que compartían estaban acompañados por el susurro de sus respiraciones entrecortadas. Cada inhalación y exhalación se unía al sonido del aire acondicionado, creando una mezcla de ritmos que llenaban el aire con una intensidad emocional. Los gemidos suaves de Cyn se mezclaban con estos sonidos, creando una sinfonía de placer que resonaba en la habitación, cada uno variando en tono y volumen dependiendo de la intensidad del momento.
Cada toque y caricia producía un sonido delicado y casi imperceptible, como el susurro de una pluma al caer. Estos sonidos eran intercalados con el sonido más profundo y ocasional de los cuerpos chocando y moviéndose en sincronía, un ritmo suave y constante que resonaba en la habitación con cada movimiento compartido.
En conjunto, estos sonidos creaban una atmósfera envolvente que hacía que la habitación pareciera un refugio íntimo, aislado del resto del mundo. La combinación del zumbido constante del aire acondicionado, el susurro de las sábanas, y los sonidos de sus cuerpos y respiraciones, formaban una sinfonía única que capturaba la esencia de su conexión y el profundo momento compartido.
Cyn se arqueaba contra S, sus manos aferrándose a sus hombros, a su espalda, cualquier cosa que pudiera sostener en su frenesí. S no era diferente, sus manos exploraban sin descanso, cada caricia y cada toque diseñados para provocar más placer. Sus labios se movían desde la boca de Cyn hasta su cuello, luego hacia sus clavículas, dejando un rastro de besos húmedos que parecían arder en la piel de Cyn.
El deseo crecía y crecía, un fuego que amenazaba con consumirlas por completo. Las caderas de S y Cyn chocaban con más fuerza, buscando un alivio que parecía siempre fuera de alcance. Sus cuerpos se movían en perfecta armonía, una coreografía de pasión y amor que no requería práctica, solo sentimiento.
Finalmente, S movió sus labios del cuello de Cyn, pasando sus manos por sus mejillas para acariciar su rostro. Miró profundamente a los ojos de Cyn, viendo en ellos el reflejo de su propio deseo. Había amor allí, un amor tan profundo que casi dolía. Pero también había una necesidad cruda, un hambre que solo la otra podía saciar.
-Eres tan hermosa -murmuró S, sus palabras llenas de sinceridad y adoración.
Cyn no respondió con palabras, pero su mirada decía todo lo que necesitaba decir. En un movimiento fluido, S se inclinó hacia adelante, capturando los labios de Cyn en un beso que era suave pero lleno de promesas. Sus cuerpos seguían moviéndose juntos, cada fricción enviando olas de placer a través de ellas.
Los gemidos de Cyn se intensificaron, su respiración se volvió errática. S podía sentir el clímax acercándose, una tensión que crecía en el aire a su alrededor. No dejó de besarla, sus labios moviéndose en sincronía con los de Cyn, bebiendo de cada sonido de placer que escapaba.
Finalmente, el clímax las alcanzó, una explosión de sensaciones que las hizo temblar. Cyn se aferró a S con fuerza, su cuerpo arqueándose mientras olas de placer la atravesaban. S la sostuvo, susurrando palabras de amor y consuelo mientras ambas navegaban la intensidad del momento.
Cuando S y Cyn finalmente alcanzaron el clímax, un sonido de satisfacción lleno la habitación, un crescendo de gemidos entrecortados y respiraciones profundas. La intensidad de sus sonidos aumentó antes de relajarse en un susurro de calma post-coital. Los movimientos finales eran acompañados por un murmullo casi imperceptible de los cuerpos deslizándose y ajustándose, un sonido de piel contra piel que hablaba de la cercanía y la conexión que compartían.
El ambiente se llenó de un silencio más profundo, un silencio cargado de satisfacción y calma. El aire acondicionado seguía con su suave zumbido, ahora más notable en el silencio que había seguido a la intensidad del momento. Las respiraciones de S y Cyn se habían vuelto más tranquilas y regulares, cada inhalación y exhalación creando un ritmo pausado que acompañaba el murmullo del aire acondicionado y el crujido ocasional de las sábanas mientras ambas se acomodaban en la cama.
Cuando el clímax finalmente pasó, se quedaron abrazadas, sus cuerpos pegajosos de sudor y sus respiraciones entrelazadas. S acariciaba suavemente el cabello de Cyn, sus dedos jugando con los mechones sueltos. Cyn, con los ojos cerrados, se acurrucó más cerca, buscando la comodidad y la seguridad del abrazo de S.
La habitación estaba llena de una calma post-coital, una sensación de paz y satisfacción que solo podía venir después de un momento tan intenso. S sonrió, mirando a Cyn con una ternura que parecía no tener fin.
-Te amo -susurró, su voz llena de sinceridad.
-Yo también te amo -respondió Cyn, su voz suave y adormilada.
Y así, se quedaron allí, abrazadas en su santuario privado, disfrutando de la intimidad y el amor que compartían. El mundo exterior no importaba, no en ese momento. Todo lo que existía era la conexión entre ellas, una conexión que era más fuerte que cualquier otra cosa.
-Le diré a N que pase por Lila a la escuela -dijo Cyn
-¿Y eso por qué?
-No quiero separarme de ti
Y una vez más se besaron, cerrando el momento con amor puro.
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