Capítulo 10. Epílogo
YA SE YA SE, que el epílogo ya no cuenta como capítulo pero te toca soportar 😘💋
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Dos años habían pasado desde la completa eliminación del Absolute Solver. El mundo había girado hacia una calma que se sentía tan suave y refrescante como una brisa de primavera. La paz se había restaurado, y con ella, una serenidad que parecía inalcanzable durante los años de conflicto y lucha. En un rincón idílico del paisaje, una colina se alzaba solitaria, ofreciendo una vista panorámica de la tranquilidad recién hallada.
Era una tarde dorada, el sol se encontraba en su punto más alto, arrojando una luz cálida que bañaba el campo en tonos de ámbar y oro. Las sombras se alargaban lentamente, creando un juego de luces y matices en el suelo verde. El césped estaba cubierto por un tapiz de flores silvestres que bailaban al ritmo de una brisa ligera. Los pájaros cantaban melodías suaves desde lo alto de los árboles, por que sí, después de todo este tiempo el planeta finalmente comenzaba a ser habitable de nuevo; añadiendo una sinfonía natural al ambiente de paz que envolvía el lugar.
En el centro de esta escena de tranquilidad se encontraban Cyn y S, acurrucadas juntas en el suave pasto de la colina. Sus cuerpos se encontraban alineados en una postura relajada, hombro contra hombro, compartiendo el calor y la compañía mutua en un gesto de profunda intimidad y confort. La presencia de la guerra y el conflicto parecía una sombra distante, casi irreal, en comparación con la calma que ahora las rodeaba. Cyn, con su cabello de coletas, parecía deslumbrar con una tranquilidad que contrastaba con el caos de tiempos anteriores. S, con su mano adornada por el ojo en el dorso, le ofrecía una sensación de seguridad, sus brazos rodeando a Cyn en un abrazo que hablaba de amor y protección.
A lo lejos, la colina se veía animada por la presencia de N y Uzi, que se acercaban con un pequeño bulto envuelto en mantas. N, con su semblante serio pero gentil, cargaba a su hija en brazos, mientras que Uzi, su rostro reflejando signos de cansancio pero también de satisfacción, caminaba a su lado. La pequeña Ixel, envuelta en su manto protector, se asomaba ocasionalmente, sus ojos amarillos brillando con la curiosidad propia de un bebé. Era evidente que N y Uzi habían hecho un esfuerzo considerable para llevar a la niña a este lugar, un gesto que no solo era físico sino emocional, reflejando el profundo amor y la preocupación que sentían por ella.
Cuando N y Uzi finalmente llegaron a la cima de la colina, Uzi se dejó caer en el suelo con un suspiro de alivio, mientras que N, con un cuidado meticuloso, desplegó el bulto de mantas. Lo que reveló fue una imagen de ternura pura: Ixel, una bebé de cabello blanco y ojos amarillos, dormía plácidamente en los brazos de su padre. Su presencia aportaba una nueva dimensión a la escena, un recordatorio de la continuidad y la esperanza que se había forjado después de la tormenta. La pequeña parecía estar en un sueño profundo, su respiración rítmica y tranquila contrastando con la energía vibrante de los niños mayores que jugaban alrededor.
Cyn se levantó con un movimiento ágil y se acercó a la pequeña con una sonrisa cálida. La emoción en su rostro era evidente, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y alegría mientras miraba a la bebé.
- ¿Cómo está mi sobrina? - preguntó, su voz cargada de afecto.
- Bastante bien - respondió N, con una sonrisa de satisfacción en sus labios. - De hecho, venimos de con Alvirian.
- ¿Antivirus? - preguntó S, su mirada curiosa y protectora mientras abrazaba a Cyn por la cintura, el gesto simple pero cargado de significado. La conexión entre ellos era palpable, y el abrazo era un testimonio de la seguridad y el amor que habían encontrado el uno en el otro después de las pruebas y tribulaciones.
Uzi asintió, su expresión seria pero aliviada.
- Mejor que tenga el antivirus. No sabemos si el solver pueda regresar y prefiero no arriesgarme.
Su preocupación era razonable, un eco de las precauciones necesarias en un mundo que había sido marcado por la amenaza del Absolute Solver.
Mientras el grupo se acomodaba en la colina, el ambiente se llenaba de una paz profunda que contrastaba marcadamente con los recuerdos de conflictos y adversidades. El viento soplaba suavemente, acariciando la piel con una frescura ligera, como si el propio aire estuviera impregnado de la tranquilidad que había llegado a sus vidas. Los árboles cercanos susurraban con el viento, y el sonido de las hojas moviéndose era como una suave melodía que acompañaba la escena.
Noi y Lila, los niños más grandes, corrían de un lado a otro con una energía inagotable, sus risas y gritos de alegría llenando el aire con una vivacidad contagiosa. Noi, con sus siete años, y Lila, con ocho, parecían jugar con una libertad y una felicidad que solo se puede experimentar en momentos de completa seguridad. Su entusiasmo era un testimonio del cambio radical en sus vidas, un reflejo de la normalidad que finalmente habían logrado alcanzar.
La tarde avanzaba lentamente, y el grupo se dedicaba a disfrutar del momento presente. Comían bocadillos sencillos, compartiendo historias y risas mientras observaban a los niños jugar. La tranquilidad de la colina ofrecía un refugio perfecto para relajarse y apreciar el tiempo en compañía de seres queridos. Era un recordatorio tangible de la paz que se había ganado con tanto esfuerzo, y cada minuto se sentía como un regalo precioso.
El sol comenzaba a descender lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos de rosa y naranja. Las sombras se alargaban, creando un ambiente dorado que envolvía todo en un cálido abrazo. La luz del atardecer reflejaba en los rostros del grupo, resaltando las sonrisas y las miradas de afecto. La colina, una vez un lugar de vigilancia y preocupación, ahora era un santuario de paz y felicidad.
A medida que la tarde se convertía en noche, el cielo se llenaba de estrellas, cada una parpadeando con una luz suave y etérea. El grupo se acomodó en el pasto, disfrutando de la belleza tranquila del cielo estrellado. Las estrellas parecían un símbolo de la esperanza y el futuro brillante que les esperaba, un recordatorio de que, a pesar de los desafíos pasados, habían logrado encontrar un lugar de paz y felicidad.
Mientras los niños seguían jugando y explorando, Cyn y S se tomaron un momento para observar el paisaje, sintiendo la gratitud y la satisfacción que solo se puede experimentar al haber superado grandes adversidades. La paz que ahora disfrutaban era un testimonio de su fortaleza y determinación, y cada segundo en la colina era un recordatorio de lo que habían logrado y de lo que aún estaba por venir.
La noche se cerró sobre la colina, y el grupo continuó disfrutando de su tiempo juntos, inmersos en la serenidad de su nuevo hogar y en la promesa de un futuro lleno de paz y amor. La calma que ahora los rodeaba era un testimonio de la victoria sobre el caos, y cada momento compartido era un recordatorio de la belleza y la alegría que habían encontrado en su vida nueva y tranquila.
Sabiendo que finalmente... Estamos Bien.
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