Especial #2: La caja fuerte
Tumbo la silla al levantarme agitada, arranco el papel de la libreta, cojo mis llaves y salgo a toda marcha. Bajo en el elevador y cuando salgo me encuentro con el parking del edificio, desolado y aterrador a estas horas, por cierto. Avanzo hasta mi auto y antes de montarme inspecciono el inmenso sótano atiborrado de autos, por alguna razón mi paranoia de que hay alguien aquí que me observa cuantas veces entro y salgo ha ido creciendo con el tiempo, pero si no estoy loca y en efecto me están vigilando ¿por qué no dan la cara? La idea de pasearme entre las filas y averiguar si estoy en lo correcto es seductora, asimismo imprudente y decido no buscar problemas, ya vendrán solos. Arranco el auto y avanzo a tal velocidad que me pondrían otra multa, pero por suerte la ciudad duerme. Tengo que abrir esa caja fuerte antes de que mamá o el resto despierten y sobretodo entrar y salir sin que alguien me vea, Luis específicamente. Camino hasta la casa pues dejé el auto a tres cuadras, solo por prevención; debería estar asustada de andar por estas calles en penumbras, pero no lo estoy. Llego, abro la cerca con las llaves, la vuelvo a cerrar y rodeo la mansión por fuera hasta quedar justo debajo de mi habitación. Ayer dejé aquí la vieja escalera que usaba en la adolescencia por si conseguía resolver el acertijo.
Subo y entro, también dejé la ventana abierta y el cuarto cerrado. Hace muchísimo frío y yo salí en pijama (tal como me acosté anoche) pero no tengo tiempo de coger una manta del closet y bajo corriendo las escaleras. Me dirijo al despacho de mi padre, que está ubicado en el primer piso. Miro el reloj: 6h15 ¿Cómo es que el tiempo se ha ido tan de prisa?, y por si no estuviera ya lo suficientemente abrumada me encuentro con otra sorpresa: el despacho está bajo llave. No traigo ninguna horquilla en el cabello, por lo que no me queda otro remedio que volver a la habitación con la esperanza de hallar un clip para abrir la puerta, lo hice una vez, así que espero poder repetirlo. Cuando estoy frente a mi puerta siento un teléfono sonar y poco después la voz de Luis, ¿con quién hablará a las seis de la mañana? Pego la oreja a la puerta de la habitación de mi madre para ponerme al corriente de lo que sea que su esposo y su pandilla estén tramando a estas horas.
—Estoy saliendo para allá —escucho que dice— Camel es un incompetente, está bien, yo me ocupo.
Se nota que mi madre cuando duerme es como una piedra, no se entera de nada. Hasta podría estallar una bomba en el otro lado de la cama, probablemente no la escucharía y por supuesto Luis aprovecha para hacer de las suyas. Asumo que quien lo ha llamado es el jefe misterioso y por lo que ha dicho, Camel también está implicado. Corro y me encierro en mi habitación cuando escucho que sus pasos se acercan al pasillo, me acuesto en el suelo para mirar por debajo de la puerta y veo la sombra de sus zapatos, pero no está caminando, sino parado enfrente como si sospechara que estoy aquí. Una gota cae de mi nariz a la alfombra, si me atrapa…, pero echa a andar y lo oigo descender las escaleras. Me levanto y me asomo a la ventana, ha salido ya de casa, suerte que tuve la grandiosa idea de volver a cerrar la reja, como si jamás hubiese entrado. Son casi las siete, debo apresurarme y me pongo a buscar una horquilla o un clip por todo el cuarto. Misión fallida, no hallo ni una cosa ni la otra, solo me queda Andrea, ella debe de tener alguna.
Toco la puerta y como no me abre entro, está rendida. ¿Si yo fuera una chica de doce años dónde pondría las cosas del colegio?, pero entonces se abre la ventana y entra Andrea. Observo la cama perturbada y cuando quito la sábana resulta ser un oso de peluche lo que había debajo, acomodado para que pareciera que era ella, un truco de los más antiguos.
— ¡Aggghhh! —mascullo.
—Shhhh, no alces la voz tía por favor.
— ¿Dónde estabas jovencita?, explícamelo rapidito y cero mentiras.
—Está bien, te lo contaré todo…, en cuanto me digas qué haces en mi habitación a las seis de la mañana.
Encojo los ojos, esta niña sabe de chantajes.
— ¿Quién es la adulta aquí? —pregunto retóricamente— Pues yo, por tanto empieza a hablar.
—Está bien, quería ir a una pijamada con mis amigas y papá no me dejó, así que tuve que tomar medidas —dice tranquila.
‹‹La historia se repite››
— ¿Pijamada?
—Sí, lo juro.
— ¿Sin chicos?
—Solo chicas, te lo juro tía.
— ¿Cómo saliste?
—Esperé a que todos se acostaran y bajé por una escalera que había en tu habitación.
Estoy atónita.
—Luego la volví a poner donde la encontré y cerré la reja al salir —concluye.
‹‹Incluso ha heredado mi rebeldía…››
—Ahora explícame qué haces en mi cuarto.
—Andrea cariño, ahora no tengo tiempo para eso. Necesito que me prestes un clip.
— ¿Un clip? ¿A las seis de la mañana? Ya sabía yo que en esta familia no eran normales.
— ¡¿Qué has dicho?!
Pero evade mi reclamo y comienza a cambiar su ropa por el uniforme escolar.
—De esta forma podré dormir un rato y cuando mi madre venga a despertarme yo ya estaré lista. Ten, tu clip.
Andrea es demasiado inteligente para su propio bien, tendré que mantenerla vigilada aunque será mejor que no le cuente este suceso a Yiza. El clip que me acaba de dar es rosado, como el de Andrew, quien parece tenerle especial cariño a un objeto tan minúsculo. Dejo a mi sobrina metiéndose bajo el edredón y abro la puerta de su cuarto para salir.
— ¿Tía, no estás olvidando algo?
Regreso y le beso las mejillas.
— ¡Eso no, no soy una niña! Dijiste que me explicarías.
—Lo dije, pero no lo haré.
—Mi abuela te regañará por esto si se lo cuento…
—Tu castigo sería peor que el mío, porque yo tengo treinta años ¿y tú cuántos?
—Te amo —dice entonces.
—También te amo —y cierro la puerta.
Otra vez bajo corriendo las escaleras, llego al despacho y en un santiamén consigo desbloquear la cerradura. En la pared que se encuentra frente al escritorio hay un cuadro muy bonito, se trata de una playa del Caribe, con sus palmeras y el cielo es una mezcla de tonos naranjas y rosas. Sé perfectamente porqué está este cuadro aquí, es un recuerdo de su luna de miel y brincándome esa historia que conozco al dedillo, lo retiro y coloco sobre un sofá que hay también aquí dentro. Me encaramo en el lado vacío y oprimo los números 5-6-2-7-5-5-6.
No pasa nada y sufro una repentina decepción, creí que había logrado resolver el acertijo, pero parece ser que me ha superado.
Me tiro en el sofá, al lado del cuadro. El sol ha comenzado a aparecer en el horizonte y yo estoy aquí en otro callejón sin salida similar a los anteriores. Estoy tan harta…, pero rendirme es algo que mi fabricante no me puso en las instrucciones, es uno de mis más grandes y peligrosos defectos. Suponiendo que los acordes no correspondan al número que ocupa dicha nota en el orden musical como yo creía, solo se me ocurre que se trate del sistema americano y que por tanto, cada acorde sea el número que ocupan dichas notas en el abecedario. Quedaría entonces: 7-1-4-2-7-7-1.
La caja tampoco se abre con esta combinación y me deprimo durante otro rato, hasta que cojo el cuadro para devolverlo a su sitio, pues finalmente he desistido y caigo en la cuenta de que quizás se me está escapando algún detalle. Miro el papel, yo apunté aquí que el tercer acorde es Re mayor, pero recuerdo perfectamente que era la primera inversión, debería agregarle un seis entonces (de I6). Ahora, el cuarto acorde es Si menor seguido de Sol menor. Si bien a los acordes mayores no es primordial colocarles la M de mayor, pues se sobreentiende, los menores siempre llevan la m, ¿qué tal que esa m sea un número también? En el sistema de escalas americano no hay letra m, es solo hasta la G y en el sistema normal tampoco, ¿pero y si hace referencia a una letra del alfabeto en el acertijo de mi padre, a su número correspondiente?
Mi cabeza está a punto de estallar con tantas conjeturas, si se lo explicara a alguien tendría que ser músico, de otra forma no lo entendería.
‹‹A ver, Galilea, ¿qué número es la letra M en el alfabeto?››
Tacho los números que tenía apuntados y los sustituyo por 5-6-26 (Re mayor primera inversión) 7-13 (el 13 por la m de menor) 5-13 (por la misma razón) 5-6.
Parece un trabalenguas, pero yo lo entiendo perfectamente, tiene sentido para mí. Presiono los botones de dichos números en la caja fuerte con la mano derecha (dedos cruzados en la izquierda) y la caja se abre enseguida.
Mi padre se excedió, no tengo palabras.
Lo primero que encuentro es un documento extrañísimo, al parecer algo sobre una empresa llamada “Fish & Sea”. En la otra cara de la hoja dice Islas Mauricio y una dirección, está escrito con tinta roja, es la letra de papá. Luego hay una foto en la que aparece él de pequeño junto a otro niño hindú, posando junto a una mujer que lleva un largo vestido color naranja, un turbante en la cabeza y varios pircings en la cara. A su lado y sosteniendo el hombro de mi padre con orgullo, un hombre muy similar a él y vestido con llamativos colores. Saco todo sin comprender de qué se trata y de qué forma esto me puede ayudar en mi investigación, pero cuando estoy por cerrar la caja veo algo que brilla. Estiro la muñeca y agarro una piedra de tamaño mediano, se trata de…
‹‹!¿Un diamante?!››
*Las notas musicales dan nombre también a escalas y acordes. Dichas notas, normalmente conocidas por Do Re Mi Fa Sol La Si también se conocen como C D E F G A B (en el sistema de escalas americano) Siendo así que Do= C, Re=D, Mi=E, Fa=F, Sol=G, La=A, Si=B. Entonces como Do o C es la primera nota musical, Re es la segunda y así sucesivamente hasta llegar a la séptima (que sería Si o B) es en esto que se ha basado el padre de Galilea para crear una combinación de números en su caja fuerte que su hija fuera capaz de descubrir fácilmente en un acertijo gracias a sus conocimientos de música.
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